Había pasado más de un año desde que fue capturada y apresada. Ella, la guerrera más hermosa de su especie, había soportado innumerables humillaciones para ganarse la confianza del supremo, llegando incluso a terminar en su cama.

Se vistió con rapidez, tomando su ropa del suelo, y lo observó profundamente dormido. No cabía duda de que era el ser más hermoso que había visto en su vida... pero también el más perverso.

Por fin, el té para dormir que le había dado minutos antes surtió efecto. Sintió un intenso impulso de asesinarlo en ese mismo instante, pero sabía que hacerlo desataría una explosión de energía tan inmensa que alertaría a todos en el palacio.

Respiró hondo, controlándose. Su mano descansó sobre su vientre. Ahora su prioridad era otra. Proteger esa pequeña vida que llevaba dentro, la esperanza de liberación para su raza.

Salió de la habitación con pasos silenciosos, buscando a sus aliados: dos ángeles y un puñado de demonios esclavos. Pronto llegaron al foliá, el lugar donde mantenían encerradas a las hembras del palacio. Allí, dos ángeles hembras la esperaban.