Quincuagésimo octavo Capítulo.
58.
Jimin no sabía cuánto tiempo exactamente había transcurrido desde que le habían atado las manos y sus pies apenas podían mantenerse en punta. Su rostro estaba cubierto por una bolsa negra que le obstruía la vista y ponía sus otros sentidos aún más alerta. Su pecho dolía, al igual que sus costados por los golpes que había recibido hacía un tiempo.
Temblaba. Sentía frío, se sentía desprotegido y temeroso, sin embargo, en lo único que podía pensar era en Jade, en que ella estuviese bien. Aferró sus labios con sus dientes para dejar de tiritar, y aunque sabía que ahora se encontraba solo en la pequeña habitación en donde lo mantenían cautivo, sabía que debía mantenerse fuerte.
De repente, escuchó cómo la puerta del cuarto fue abierta y solo el sonido de los pasos pesados de alguien comenzó a resonar dentro de la instancia. Trató de zafar sus muñecas de la gruesa cabuya que mantenía sus manos colgadas del techo, sin importar el fuerte escozor que sentía, puesto que sus extremidades ya estaban bastante heridas por el forcejeo que había hecho cientos de veces.
Su cuerpo tembló abruptamente cuando sintió el aliento de alguien golpear su rostro cubierto por la bolsa, pero trató de mantener la compostura y no demostrar lo temeroso que se encontraba por estar atado a merced de alguien desconocido. Minutos después, el individuo le liberó de la bolsa para dejar de obstruirle la vista.
Jimin tratando de enfocar en dónde se encontraba, parpadeó fuertemente antes de posar su vista en aquellos ojos obscuros como una misma noche de tormenta. Allí estaba, a la persona que detestaba con todas sus fuerzas, alguien que a pesar de todo lo que le había hecho y seguía haciendo, mantenía una gran sonrisa sarcástica sobre su rostro, y le observaba con desdén.
—Pero qué agradable visita, joven Park —dijo el hombre, rompiendo el silencio. Jimin apretó sus manos, tratando de no gritarle todo lo que le quería decir en ese momento. Puesto que, claramente se encontraba en una gran desventaja—. ¿A qué se debe su presencia?
—Ustedes... tienen a dos niños de nuestra comunidad. Vine por ellos —respondió Jimin, tratando de mantenerse en pie para que sus muñecas no siguieran sangrando por el amarre fuerte alrededor de estas. El hombre elevó una ceja de forma inquisidora.
—Ellos están bien. No les estamos haciendo nada por si eso creía, Park —contestó el hombre—. No hay niños aquí, realmente me gusta la compañía de ellos —continuó hablando y dejó salir un largo suspiro—. Le dan vida a este mundo de mierda. Ellos se quedarán aquí.
Jimin frunció su entrecejo antes de negar repetidamente con la cabeza, y comenzó a remover sus extremidades, importándole poco el sentir que gotas de sangre caían por las cortadas que se estaba infringiendo: —Es mi hija a la que tienen. No voy a dejarla con ustedes —el hombre elevó sus cejas sorprendido, aunque Jimin podía darse cuenta de que claramente era una actuación—. Usted ya lo sabía.
—No es mi culpa que hayan sido tan irresponsables de no darse cuenta de que había una abertura dentro de su muro —respondió el hombre, encogiéndose de hombros sin perder aquella sonrisa, que no solo despertaba mayor coraje en Jimin sino también bastante temor—. Por cierto, lamento la muerte de su hermano —el joven cerró sus ojos por un instante al sentir el dolor en su pecho al recordar a Taehyung, sin embargo, se obligó a sí mismo a no llorar y menos frente al hombre causante de su sufrimiento.
—No se atreva siquiera a mencionarlo. Habíamos hecho un trato y usted lo incumplió. Pensé que era hombre de palabra —intervino Jimin, pronunciando de forma tajante cada una de sus palabras, demostrando el enojo que se acaparaba de su cuerpo. El hombre sonrió aún más, demostrando una hilera de dientes bastante cuidada a pesar de que se encontraban en el pleno apocalipsis.
—Park... Park... —murmuró antes de caminar de lado a lado, llevando las manos dentro de los bolsillos delanteros de su pantalón, pareciendo analizar la situación—. Le dije que no me gustaban las mentiras. Aunque debo admitir que uno de mis hombres ha cometido un grave error... esa flecha no iba para su hermano, precisamente —confesó, comenzando a acariciar su propia barbilla y luego posando de nuevo su vista sobre la expresión de intriga que denotaba Jimin. Se acercó a él lo suficiente para que el más joven se sintiera aún más cohibido y, concluyó—. Iba para ese hombre que no sabe quién es el que manda aquí, la otra vez lo torturé para que hiciera lo que yo dijera y no cedía, es como un roble. No crea que no me di cuenta lo angustiado que se encontraba usted cuando le apunté con el arma cuando nos conocimos, joven Park.
Jimin no dijo nada. Se quedó en silencio aun cuando quería gritarle y escupirle en el rostro. A eso se refería Hoseok con que aquel hombre lo sabía todo. El hombre le sonrió de soslayo antes de alejarse, y finalmente dando una última mirada le dijo: —Espero que ese imbécil venga a rescatarlo. Me divertiría tanto con él.
Jimin dejó de aguantar la respiración cuando finalmente se encontró solo en aquella fría y húmeda habitación. Sabía que en cualquier momento volverían algunos hombres a golpearlo las veces que se les antojara. Su cuerpo se encontraba tan adolorido que no creía soportar otro siguiente asalto de aquellas personas que se carcajeaban cuando Jimin gritaba por el dolor de cada uno de los golpes recibidos. Sin embargo, luego de un tiempo, le sorprendió que una muchacha de anatomía desgarbada y mirada gacha entrase a la pequeña estancia. La mujer se encargó de desatar el nudo de la parte de arriba del techo, aun manteniendo las manos del hombre atadas.
—N-no vaya a hacer nada. Afuera lo están esperando, van a llevarlo al salón de juegos —murmuró la mujer con voz balbuceante, demostrando lo nerviosa que se encontraba. Jimin divisó las marcas en los brazos y muslos de la joven, podía identificar que claramente ella no quería estar en aquel lugar—. Ha-haga lo que ellos le digan —le aconsejó, antes de darle una mirada con lástima y abrir la puerta, perdiéndose entre la obscuridad. Jimin caminó con dificultad al sentir dolor en todo su cuerpo y no le sorprendió encontrarse con dos hombres que al verlo, no escatimaron en llevarlo con poca gentileza hacia el fondo del almacén.
Jimin sentía que su corazón se saldría de su pecho en cualquier momento al divisar que cada vez lo llevaban a un lugar más obscuro, lejos de las personas que trabajaban en el taller y que al igual que aquella mujer, le observaban con lástima. Jimin pasó saliva y casi tropieza cuando le obligaron a bajar unos escalones que llevaban a un gran sótano.
Parpadeó levemente con temor al verificar que había jaulas con caminantes alrededor y, Goong se encontraba sentado en una tarima. Jimin apretó sus manos hacia la soga al comprender que iban a asesinarlo de una forma que para todos los presentes sería bastante divertida. Agachó la mirada a sus pies recordando los mejores momentos de su vida, y a las personas que fueron importantes para él. Recordó cuando su madre le había dicho que estaba embarazada y que le daría un hermanito, recordó el dolor y sufrimiento cuando su padre los abandonó, recordó el aroma de la última cena que había compartido junto con su madre y Taehyung, recordó a Lee, recordó aquel día en que tuvo por primera vez a Jade entre sus brazos y recordó al teniente Jeon.
—Bienvenidos sean todos a una nueva tarde de entretenimiento —dijo el jefe, recibiendo aplausos y admiración de los diez hombres que le acompañaban en la estancia. Jimin trató de respirar con normalidad aun sabiendo su destino—. Recibamos con un fuerte aplauso a nuestro invitado del día; Park Jimin de Iaksok.
Un escalofrió recorrió el cuerpo de Jimin al escuchar la ovación de los hombres del almacén. Solo podía confirmar lo enfermos que se encontraban para tratarlo con falsa modestia y, además a la espera de que aquellos caminantes llegasen a desgarrarle la piel y carne hasta que muriera frente a los ojos perversos de todos los presentes. Saltó sobre el lugar cuando uno de los hombres lo tomó del brazo para subirlo a la tarima, dejándolo a un lado del hombre sentado sobre una silla de cuero, quien no dejaba de sonreír como si aquel día fuese una festividad.
—Solemos hacer esto para divertirnos. La semana pasada fue un idiota que me robó mi sándwich —murmuró Goong, cuando sus hombres comenzaron a repartir bebidas antes de la función—. Este de aquí es el doctor Minho —señaló con su dedo al hombre que estaba sentado a su derecha con la ropa completamente limpia, usaba anteojos, mantenía las piernas cruzadas y se encontraba bastante ajeno al ruido de las demás personas—. Estuvo participe en la creación de este virus, y ahora está buscando una cura, que claramente sabemos todos que no la va a encontrar —siguió hablando como si el hombre no estuviese allí, mientras le observaba con ira al no creer en sus habilidades.
—Pensé que no tenía un médico y por eso nos arrebató al que teníamos en la comunidad —respondió Jimin, aun manteniendo valentía cuando sabía que cualquier palabra que llegase a decir, podría ser detonante para que lo metieran en alguna jaula.
—Para ser inteligente, al parecer no lo es lo suficiente, joven Park —le contestó el hombre con una sonrisa bastante sarcástica—. Es científico. Y aunque es un completo idiota, es mi mano derecha —concluyó. Jimin apretó sus labios en una línea fina, realmente no quería tener más información de aquellos hombres. Solo se mantuvo parado a un lado de Goong mientras divisaba toda la estancia, y en algún momento al sentir la mirada penetrante de parte de alguien más, llevó su vista hacia el lugar. Abrió levemente sus ojos al darse cuenta de que allí estaba Haein... el mismo hombre que le había ayudado a darle las coordenadas de Iaksok e incluso le había dejado provisiones.
La mirada de aquel hombre era igual de sorprendida. Le observaba también con lástima y eso aún solo incrementó la cólera en Jimin. No podía creer que aquel semblante amable que alguna vez había visto hacía años estuviese entre personas tan crueles. Jimin bajó su mirada rápidamente hacia sus pies descalzos, mientras temblaba al sentir muchas emociones recorrer su cuerpo. Estaba seguro de que vomitaría en cualquier momento.
—Mis hombres fueron a pedir las provisiones que se supone ustedes debían darnos —volvió a hablar Goong, acaparando la atención de Jimin—. Pero los de la torre de seguridad de Iaksok bramaron que no tenían nada preparado. Eso no era el trato, ¿verdad, Park?
—Yo... no sabía que ustedes habían ido. Estaba en duelo —respondió, sintiendo su garganta seca al recordar lo que había sucedido días atrás. Hacía mucho tiempo que Jimin no se sentía se esa manera tan vulnerable, tan débil. Sus ojos ardían en señal de que lloraría, pero se mantuvo taciturno lo mejor que pudo.
Escuchó una profunda carcajada por parte de Goong antes de que este se levantara a decir un discurso al que Jimin se quedó absorto, creando su propia barrera al estar en aquel lugar. Solo podía percibir el bullicio al fondo que los hombres hacían en respuesta de las palabras del jefe. Entonces, cuando el hombre volvió a sentarse y dijo que trajeran a su nuevo invitado, solo hizo provocarle mayor ansiedad a Jimin.
A través de las puertas entraron tres hombres llevando con fuerza a un individuo que no se dejaría manejar de forma tan sencilla. Jimin maldijo entre dientes al identificar a Jungkook siendo retenido por los hombres, y aun cuando lucía bastante golpeado mantenía la suficiente fuerza para no dejarse doblegar. Goong soltó otra fuerte carcajada y dijo: —Nuestro nuevo invitado es difícil de manejar. Deberían ponerle la bolsa para que no siga molestando —bramó con voz autoritaria y uno de los hombres acercó una bolsa obscura para privarlo de sus sentidos. Por supuesto que Jungkook se removió e incluso mordió a uno de los individuos que en respuesta golpeó con un fuerte puño la quijada del militar y finalmente después de golpearlo varias veces, lograron derribarlo antes de ponerle la bolsa—. Pónganlo en las gradas, él no será nuestra función esta noche.
Jimin al divisar la escena comenzó a sollozar en silencio, sintiéndose completamente culpable de que el militar estuviese allí, sabía que había venido por voluntad propia para intentar rescatarlo y eso solo logró que ahora ambos no tuviesen escapatoria alguna. Goong llevó su mano hacia el hombro del joven, haciéndolo sentir asqueado con solo aquel leve toque. Jimin giró a verlo con un semblante lleno de odio y desprecio, a lo que el hombre le respondió con una clara sonrisa de victoria.
—Le había dicho que usted ahora era mi perra personal, Park —le recordó con un murmullo antes de volver su foco de atención en sus hombres y exclamar—. Traigan a la niña —de inmediato Jimin abrió sus orbes bastante conmocionado.
—¡No! ¡No le haga daño a mi hija! —exclamó Jimin caminando a tientas para llegar al lado del hombre, y decidió arrodillarse ante él, claramente buscando compasión de este—. ¡Por favor no le haga daño! —suplicó con lágrimas bajando sobre sus mejillas con hematomas por los golpes recibidos anteriormente.
Goong hizo una señal a los hombres que se mantenían a un lado de la tarima para que estos fueran hacia Jimin y lo retuvieran sobre el lugar. El joven apenas podía divisar cuando las puertas volvieron a abrirse y una mujer con un diminuto vestido entraba mientras su mano se entrelazaba a la de la pequeña. Jimin gritó y forcejeó al darse cuenta de que los hombres iban subiendo peldaños para alejarse del suelo. La mujer a la que Jimin identificaba como Jieun le sonrió de una forma sádica antes de soltar la mano de Jade y dejarla allí sola.
Jimin recibió un fuerte golpe en la cabeza que lo aturdió unos segundos, mientras veía que la mujer subía a la tarima para sentarse sobre el regazo del líder que sonreía complacido por el espectáculo que estaba por presenciar. Jade estaba sollozando y refregando sus pequeñas manos contra sus ojos, tratando de captar en dónde se encontraba, y al reconocer a su padre sobre la tarima balbuceó para llamarlo.
A un individuo le tocó bajar de las gradas para mantener a la niña en el lugar y abrir una de las jaulas en donde estaban los caminantes. Jimin maldecía, se removía con fuerza para lograr zafarse e ir por Jade, recibiendo de nuevo un golpe bastante fuerte contra su cabeza, dejándolo inmovil sobre el asfalto. Parpadeó desorientado tratando de encontrar la mirada de Haein, quien entre la multitud se denotaba lo incómodo y poco convencido que se encontraba de estar allí para presenciar un acto tan infame.
Jimin sollozó con fuerza, aun cuando no podía moverse y trató de hacer ruido para que los caminantes fuesen en su dirección. Su vista se enfocó de nuevo en su hija, quien al ver a los caminantes se quedó quieta sobre el lugar, e incluso llegó a orinarse. Dejó de sollozar viendo que los malos se acercaban en su dirección, y de repente, cuando Jimin pensó que era demasiado tarde, los caminantes la olfatearon levemente e incluso algunos la ignoraron por completo antes de girarse en búsqueda de comida en otro lugar.
Todos los espectadores se quedaron conmocionados mientras observaban cómo los caminantes no atacaron a la niña y en vez atacaron al hombre que había abierto la jaula, el cual no recibió ayuda alguna cuando aquellas criaturas comenzaron a devorarlo vivo.
—Pero ¿qué tenemos aquí? —dijo Goong levantándose del asiento, alejando a la mujer de su cuerpo y luego observó al doctor Minho, quien estaba igual de intrigado por el comportamiento de los muertos—. ¡Dejen de ser unos maricas y abran la otra jaula! —demandó, incrédulo a lo que estaba sucediendo.
—N-no le hagan nada —balbuceó Jimin con la poca fuerza que le quedaba, recibiendo otra fuerte patada contra sus costillas, haciéndolo jadear sobre el suelo.
Varios hombres en las gradas tiraron a un hombre a su suerte para que abriera la jaula, aún cuando los otros caminantes seguían terminando de devorar hasta el último intestino del individuo que se había encargado de mantener a la niña en su lugar. El hombre bastante nervioso se dirigió hacia la otra jaula del lugar para abrirla y tratar de escabullirse para no ser devorado por los muertos.
Y una vez más, ningún caminante atacó a la niña. Jimin se removió, divisando un brillo único en los ojos del jefe al darse cuenta de aquello, y al doctor acercándose al hombre antes de acomodar sus gafas de fórmula sobre el puente de su nariz: —Esto... es sorprendente. Tengo que estudiar a la niña —concluyó el científico.
Pregunta;; ¿por qué creen que los caminantes no le hicieron nada a jade? Leo sus teorías ahre.
Muchas gracias por los 400k de lecturas uwu.
Besos.
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