My Way Home Is Through You᯽
Colaboración con Phantoms_4ever❤
—𖧷—
Recuerdo con tanta claridad como hace un año inició este viaje que me ha traído hasta el día de hoy, que estoy seguro será uno de los más preciados de mi existencia. Sí en ese momento le contasen al Frank del pasado lo que estoy a punto de hacer, lo más probable es que me reiría en su cara.
En aquel entonces me encontraba en Berlín. Llevaba aproximadamente seis meses viviendo ahí, tenía un trabajo como guía turístico el cual consistía principalmente en ayudar a las personas que no hablaban alemán pero deseaban conocer la ciudad y sus sitios de interés histórico, no ganaba mucho pero si lo suficiente para pagar un apartamento y tener una vida decente.
La tarde en que todo cambió, fue aquella cuando luego de haber llegado del trabajo recibí una llamada de Linda, con la triste noticia que Cheech, mi padre, había muerto tras una larga batalla contra un cáncer de estómago. Ello cambio totalmente mi panorama y por tal razón tomé la decisión de regresar a New Jersey después de haberme ido hacia más de diez años atrás.
No es que no amara a mis padres o a mi hogar pero desde adolescente supe que no quería quedarme estancado ahí. Quería viajar, conocer y vivir por mi cuenta.
Obviamente no iba a ser algo fácil pero cuando cumplí los 27 me arriesgué, tomé mis ahorros, una maleta y me fui a darle la vuelta al mundo.
Evidentemente fue un completo desafío. Era joven aún y lo que pensé que tomaría solo unos años de mi vida, se convirtieron en 10 años lejos de casa, yendo de país en país con trabajos y relaciones temporales, pero excelentes experiencias.
El regreso a Belleville fue triste, no solo por el hecho de que mi padre ya no estaría con nosotros sino que debía dejar mi vida atrás para acompañar a mi madre. No me sentía preparado para echar raíces ahí, me sentía como un extraño en mi propia piel en aquel sitio donde nací y crecí.
No recuerdo con exactitud los días posteriores a mi regreso. La alegría de ver a mi madre y mi familia se opacaron por la tristeza del funeral de Cheech, en esos momentos me cuestionaba si era un buen hijo. Me había ido tanto tiempo dejando solos a mis padres, además estaba el hecho de que no volví cuando supimos el diagnóstico de papá. Sin embargo Linda estaba conmigo, no me juzgaba ni me miraba con reproche, solo nos teníamos a los dos y saber que ella no me odiaba me hacía sentir ligero.
Luego del funeral y todo lo que viene con ello, nos tocó seguir adelante. Algo bueno de volver fue reencontrarme con viejos amigos, principalmente con Raymond o Ray (con más cariño), el tipo es todo lo bueno que quieres en tu vida, y sin dudas, tenerlo conmigo en esos días donde me sentía perdido fue una bendición. Lo mejor de todo fue que parecía que el tiempo no pasó en nuesta amistad, aunque nunca perdimos contacto, no es lo mismo las conversaciones por mensajes que vernos frente a frente, tomar un buen café o una cerveza y hablar por horas sobre la vida y lo que nos había pasado en esos años que no nos vimos.
Otra de las situaciones que implicaba quedarme en Belleville era decidir sobre el futuro del bar de papá. Teníamos la posibilidad de venderlo, pero lo pensamos y decidimos conservarlo ya que sabíamos el valor sentimental que tenía para él, y para el pueblo.
"Victory" pasó a ser de mi madre y yo lo administraba, encontrando así un nuevo propósito en ese momento donde me sentía perdido.
Finalmente todo fue tomando su curso. Al mes ya me encontraba ajustado a mi nueva rutina que consistía en ayudar a Linda en casa, reunirme ocasionalmente con Ray e ir todas las tardes y noches a Victory. Me gustaba el ambiente del bar, bueno desde chico siempre me sentía bien en ese lugar, era un sitio para estar con tus amigos, escuchar clásicos de rock y ocasionalmente se presentaban pequeñas bandas de la zona con música de su autoría o haciendo tributo.
Estar ahí era como estar en casa. No era un local muy grande, teníamos pocas mesas con butacas de madera y algunos puff's, la luz siempre tenue y muchos vinilos de diferentes bandas y artistas colgados en las paredes. Teníamos también una pequeña tarima para las noches de micrófono abierto y las presentaciones en vivo.
James era quien se encargaba de la barra, la cual estaba ubicada en el centro rodeada por las mesas. Ashley, Robert y Adam eran los encargados de atender y yo, aparte de administrar, hacía de todo un poco.
Muchos conocidos de Belleville llegaban al bar luego de una larga jornada de trabajo e incluso los más jóvenes con deseos de estrenar su ID, eso me hacía recordar mis años de adolescencia.
Estábamos a mediados de Diciembre y ya llevaba un par de meses en casa, esa noche estaba un poco fría. Por las festividades el bar estaba decorado con múltiples luces dándole un toque mágico. La gente estaba atrapada por el espíritu navideño, había pequeños grupos y parejas compartiendo momentos, creando recuerdos y llenando el local con sus risas y conversaciones.
Esa noche decidí acompañar a James en la barra para facilitar los pedidos, preparar tragos y ayudar en todo lo que fuera posible, fue lo mejor que pude haber hecho pues él apareció en la entrada del bar. Con su gorro gris, cabello largo un poco canoso, sus mejillas rojas por el frío y una sonrisa perfecta adornando su hermoso rostro.
Sé que quizá suene tonto que a mis bien cumplidos 38 años me haya sentido tan particularmente afectado por alguien pero bien, ahora entiendo que quizá las cosas buenas en la vida son así y te hacen sentir como un niño pequeño otra vez, eso lo aprendí con él.
Su nombre era Gerard, recuerdo que se acercó a la barra un poco tímido, como James estaba ocupado preparando cócteles para la mesa 4, fue fácil para mí llegar a tomar su pedido, además sentía la necesidad de conocerlo aunque fuese un poco. Sonaba Friday I'm in Love y él estaba ahí simplemente tarareando suavemente la canción y moviendo sus dedos sobre la barra.
—¡Hey! ¿Qué te pongo para tomar? Tenemos cervezas, cócteles, whisky... —dije tratando de sonar relajado como siempre que atendía a los amigos y conocidos que llegaban al bar, sin embargo esta era la primera vez que lo veía, al ser Belleville un pueblo pequeño era extraño para mí no reconocer su rostro.
—Uhmm estaría bien una cerveza. —Él simplemente me mostró su sonrisa de dientes pequeños y un poco torcidos que se convertiría posteriormente en una de mis cosas favoritas de él.
—Listo una cerveza para el chico lindo del gorro —le regalé una sonrisa en respuesta, deseando que se quedara más allá de una sola cerveza.
Esa misma noche logré saber más de él. Tenía 42 años aunque no lo parecía pues se mostraba como alguien jovial y tranquilo, lo que contrastaba con mi energía, sin embargo no te aburrías de escuchar su voz, te atrapaba con cada frase que salía de sus labios; descubrí también que tenía una ligera manía de inclinar su boca hacia un lado cuando hablaba y sus manos pálidas lo acompañaban siempre que se emocionaba contándote algo.
Era maestro de literatura en Belleville High School y había llegado al pueblo mientras yo me fui a vivir la vida de nómada.
Una enorme coincidencia que cuando él llegaba yo me iba. El destino así lo quiso, pero fue el mismo el que se encargó de unirnos.
Yo solía ser del pensamiento que no quería tener relaciones amorosas, no quería enamorarme porque creía que de algún modo sufriría, pero cuando las visitas de Gerard comenzaron sin faltar cada viernes en el bar, supe que yo lo quería en mi vida para siempre.
Sin embargo no fue fácil.
Nuestra primera cita, ¡oh! Ese día no lo borraré de mi memoria ni teniendo 99 años. Lo llevé al acuario, pasamos todo el día contemplando la fauna marina. Para cuando llegamos a la exhibición de Kelp Forest, la iluminación del reflejo que proyectaba de la enorme pecera le dio un toque a Gerard, tan etéreo, su rostro tan hermoso y sublime, no lo resistí y muy despacio me acerqué a él y coloqué mis manos en sus mejillas. Podía sentir su respiración chocar con la mía, pronto mis labios se juntaron con los suyos, probando por primera vez la dulzura que emana de Gerard Way. Fueron quizás los 2 minutos más largos de mi vida pero los que más disfruté.
Salimos del acuario felices, tomados de las manos aún sin ser una pareja formal.
Sin embargo me aterré cuándo, en una de mis visitas a Gee, me comentó que él todavía soñaba con tener un príncipe azul y un romance como en los cuentos de hadas. En ese momento no me sentía capaz de poder hacerlo feliz, estuve apunto de arruinarlo todo e irme, quizás hubiese destruido mi corazón y el suyo en el camino, pero cuando él terminó de hablar y me observó con esos orbes verdes que son mi perdición, estuve seguro que quería pasar el resto de mi días junto a él, amándolo y cuidándolo con todas las fuerzas de mi alma.
Esa tarde lo rodee entre mis brazos luego de pedirle que fuese mi novio. Sus lágrimas brotaron de sus ojos, incontenibles como cual manantial, me encargué de besar cada una de ellas, todas y cada una fueron derramadas por alegría y felicidad, podía verlo en su rostro. Como respuesta a mi propuesta obtuve un delicioso beso, Gerard unió sus labios a los míos, lamiendo y dejando que su lengua jugase dentro de mi boca, lo que empezó como algo muy inocente se transformó en la más ardiente demostración de afecto.
La ropa comenzó a ser sofocante y el calor emanaba de cada poro de nuestros cuerpos, nunca me había sentido tan vivo y tan deseado al mismo tiempo. Retiré con delicadeza cada prenda que cubría su cuerpo, maravillandome con cada detalle en el. Sus pequitas y lunares me recordaron el cielo tan precioso por las noches, parecían una constelación que fue creada con toda la dedicación de su creador, su piel era tan suave y tersa que me perdí distribuyendo caricias sobre ella.
En muy poco tiempo ambos estuvimos completamente desnudos, recosté a Gerard sobre el sofá en la sala de su casa y comencé a dejar besos a lo largo de su cuello, lamí su clavícula y dejé una marca ahí, gritándole al mundo que él ya era tan mío como yo suyo.
Mis besos comenzaron a trasladarse por su abdomen descendiendo hasta llegar a su entrepierna, donde aspire el aroma a su sexo, eso me terminó de enloquecer. De inmediato tomé su extensión con mi mano izquierda y repartí besos a través de todo el glande, el líquido pre seminal comenzó a emanar desde la punta, lo lamí llevándolo todo dentro de mi boca, deslizándolo de adentro hacia afuera y en algunas ocasiones succionando en la punta.
Gerard mantenía mi cabello fuertemente agarrado y de su boca salían los gemidos más melodiosos que alguna vez escuché. Él me alejó de su cuerpo cuando estaba a punto de venirse y me hizo sentarme en el sillón, acomodó sus piernas a los lados de las mías. Nuestras erecciones estaban juntas, el comenzó a mover sus caderas generando una fricción precisa entre los dos. Cerré mis ojos por el placer que eso me producía y dejé que mis manos fuesen a acariciar sus glúteos, sus brazos rodearon mi cuello y sus labios nuevamente tomaron posesión de los míos, su saliva recorría parte de mi mentón y el chasquido de nuestros labios al separarnos para respirar solo me excitaba más.
Lo jalé un poco hacía mi y con mi mano derecha dirigí mi erección hacia su entrada. Tan pronto la roce, los gemidos comenzaron a salir de nuestras gargantas.
Nunca había sentido tanto deseo por alguien.
Me hundí suavemente en él, su calidez y estrechez era tanta que no podía mantener mis ojos abiertos. Hice mi cabeza hacia atrás dejándole mi cuello libre, Gerard se encargó de besarlo y dejar alguna que otra marca visible en el.
Mis dedos ya estaban pintados en sus glúteos de la fuerza con la que los sostenía mientras mis caderas se alzaban para penetrarlo. Me volvió loco cuando él comenzó a moverse sobre mi, nuestros movimientos juntos crearon un ritmo perfecto, dándonos placer a ambos. Luego de varias embestidas fuertes me corrí en su interior y solo bastó que lo masturbara un poco para que él también se corriera en mi pecho.
No nos importó estar sudados y pegajosos, él sin moverse de su lugar, aún con mi pene flácido en su interior, se acomodó en mi pecho, regulando su respiración, acaricié su largo cabello y dejé un beso en su frente.
—Te amo Frankie. —Fue la primera vez que me lo dijo, mi corazón latió con tanta fuerza que seguramente él lo notó porque soltó un pequeña risita.
—También te amo Gee —le respondí, luego de eso nos besamos un poco más y nos dejamos envolver en los brazos de Morfeo.
Vivir estos meses a la par de Gerard han sido la mejor aventura que nunca me imaginé tener. Ninguno de mis viajes ha sido tan maravilloso como éste.
Una noche me aventuré a decirle que siempre que él estuviera a mi lado yo me sentiría cálido y amado, en el lugar al que pertenezco verdaderamente, porque mi camino a casa es a través de él.
Todos esos pequeños detalles me llevaron a tomar esta importante decisión. Por eso en estos momentos mis manos sudan sin parar mientras tomó el micrófono en el pequeño escenario de Victory, para aprovechar el espacio de micrófono abierto de viernes por la noche, justo como el día en que lo conocí.
Lo veo entrar, con su chaqueta verde oliva puesta, su cabello largo hasta los hombros, mojado, recién lavado, su barba ya no está, sus ojos verdes que hacen que me pierda en ellos me buscan y cuando se topan con los míos finalmente sonríe. Le indiqué con la mirada que se sentase en la barra y sin más comencé a cantar.
—"I don't care if Monday's blue
Tuesday gray and Wednesday too
Thursday I don't care about you
It's Friday I'm in love".
Cuando mi voz comenzó a escucharse todos me prestaron atención pero lo más perfecto fue ver la sonrisa tan hermosa de su parte. Sus ojos cristalizaron, después de todo esta es nuestra canción.
—"I don't care if Monday's black
Tuesday Wednesday heart attack
Thursday never looking back
It's Friday I'm in love".
Mi corazón latía con tanta fuerza en mi pecho, me sentía tan feliz y en mi mente solo podía pensar en lo que estaba a punto de hacer.
—"Thursday doesn't event start
It's Friday I'm in love".
Canté el último verso de la canción y mientras la melodía terminaba de sonar todos me aplaudían, pero mis ojos estaban únicamente puestos en él.
—Un viernes por la noche hace un par de meses, entró a Victory el hombre más hermoso en el que mis ojos se han podido posar —dije mientras tomaba el micrófono y comenzaba a bajar del escenario. Todos estaban en silencio, escuchándome con atención—. Ese hombre hizo que mis miedos se esfumaran y que aprendiese a amar sin fronteras. Me ha enseñado tantas cosas, pero en especial a como amarlo cada día más, ese hombre es Gerard Way.
Lo señalé estando a pocos pasos de llegar a él, las personas soltaron un pequeño gritito y pude ver como sus mejillas se tornaban de ese color rojizo que tanto amo.
—Gee quiero que sepas eres lo más importante de mi vida, contigo podré ser feliz en cualquier parte del mundo. —Me arrodillé frente a él con mi rodilla izquierda flexionada, saqué de mi abrigo la cajita de terciopelo que traía conmigo desde el día en que la compré y la abrí, revelando el anillo de oro blanco con tres pequeños diamantes en el centro—. ¿Me concederías el honor de convertirme en tu esposo?
Sus ojos eran una cascada eterna pero a la vez una sonrisa bonita estaba pintada en su rostro. Gerard cubría su boca con una mano tratando de calmarse y la otra la estiró hacia mi para que le pudiese colocar el anillo.
—Claro que si Frankie, yo también te amo —respondió sonriente.
Me puse de pie y lo abracé. Unimos nuestros labios para sellar la propuesta que acababa de hacerle, los gritos y aplausos resonaron por todo el lugar.
Si alguien le dijese al Frank del pasado que amaría a Gerard Way con tanta locura y que le pediría matrimonio de la manera más cursi...
Estoy seguro no le hubiese creído.
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