King Rat
Colaboración con gatodeaccion ♥️
—𖧷—
El maestro veía con una sonrisa en sus labios como todos sus pequeños alumnos permanecían con sus brazos apoyados en los pupitres y sobre ellos sus cabezas, estaban en total silencio mientras esperaban que el timbre sonara y les dieran a sus padres el permiso de entrar a retirarlos.
Dos minutos después, el estruendoso sonido se escuchó y los niños por fin se levantaron, gritando y alzando sus manos hacia arriba.
—¡Bien, niños! Recuerden hacer sus tareas e irse a la cama temprano.
—¡Sí señor Way! —respondieron todos al unísono.
Cada pequeño tomó sus cosas y comenzaron a formar una hilera para mantener el orden. Los padres comenzaron a llegar y Gerard Way, de pie en el umbral de la puerta entregó a cada niño y platicó un poco con quienes querían saber un poco del día de sus hijos.
Solo quedaban cinco niños cuando Gerard escuchó un llanto ahogado y su corazón se entristeció de forma inevitable. Al ser niños pequeños de primer grado con los que trataba casi siempre a la hora de salida tenía una situación como aquella, sin embargo, el caso de la pequeña que lloraba en silencio el maestro sabía que era distinto.
El nombre de aquella niña era Abby y tenía TEA. Gerard se esforzaba por cuidarla y afortunadamente no era difícil para ella llevarse bien con sus amiguitos, él siempre estaba pendiente de sus evaluaciones ya que estás eran especiales y ya había avanzado al punto en el cual podía entender lo que ella quería expresar, porque su condición consistía en un retraso en el lenguaje. El maestro se enorgullecía del proceso que Abby había tenido desde el día uno cuando estuvo en su salón y no quería copiar nada, hasta ese día en el que ella había demostrado una gran habilidad en las matemáticas y sabía controlar un poco mejor sus momentos de crisis.
Eran esos detalles los que le recordaban de forma constante su amor por la enseñanza.
Gerard se asomó afuera del salón y notó como la fila de padres que estaba entrando aún era larga. Los otros niños habían vuelto a sentarse para esperar, así que él se aproximó a la pequeña y le dio agua de su botella para que se calmara un poco.
—No te preocupes, cariño. Tu tío no debe tardar nada en venir —le dijo para tranquilizarla a sabiendas que a ella lo que más le afectaba era ver que sus demás compañeros se iban, le parecía que nadie iba a llegar a traerla aun cuando su tío era el primero en entrar casi todos los días. Casi, porque había días como este en los que se atrasaba algunos minutos.
—Tío Frankie... —susurró la pequeña entre lágrimas.
—Sí, ya debe estar aquí. ¿Por qué no buscas la prueba de matemática para que se la enseñes cuando venga? Él se pondrá muy feliz.
Eso pareció alegrarla, así que después de asentir buscó en su mochila hasta encontrar el papel en el momento preciso en que un joven de unos veintitantos llegó corriendo hasta la puerta.
—¡Siento mucho el retraso! Había un tráfico horrible y la fila de entrada era enorme.
—No se preocupe.
—¿Estaba llorando, verdad? —preguntó despacio cuando la pequeña lo abrazó por las piernas. El maestro asintió—. Ay cariño, lo siento mucho. ¿Y esto qué es? ¡Wow! 9 de 10, eso es muy genial. Creo que merece un premio, ¿no es así, señor Way?
—Por supuesto, además hoy copió casi todo.
—¡Buenas noticias! Hoy no pasaremos hasta tarde copiando todo, después Debbie nos regaña.
Gerard sonrió solamente, enternecido por la forma en que Frankie cargó a su sobrina y continuó hablando con ella después de despedirse con la mano. Aquel joven siempre llegaba por ella pues sus padres trabajaban todo el día, según el maestro tenía entendido él era como su tutor y aparte se notaba que era el tipo de tío consentidor, que hacía todo por qué ella estuviera feliz.
Se notaba también que era un buen tipo y que sobre todo era muy guapo.
El maestro suspiró y esperó con paciencia a que los demás niños se fueran. Luego arregló el salón y tomó sus cosas, marcó en el panel de control su salida y se despidió de algunos de sus compañeros. Comenzó a caminar hacia su casa un poco más contento que los otros días, al fin era jueves y eso significaba que su rutina tomaba el giro que más le gustaba.
Llegó a su casa un tanto cansado, por lo que recalentó un poco de comida que tenía guardada en su refrigerador y mientras veía algo en la televisión almorzó rápidamente, quería tomar una siesta, aunque fuese de media hora.
Al final se durmió en el sofá más grande de su sala por más de una hora y cuando despertó desorientado se asustó, porque recordó que por la tarde tenía el tiempo justo. Se dispuso a buscar sus plumones y sus cuadernos de planeación para plasmar las clases del día siguiente.
Finalizó casi a las cinco de la tarde con un agudo dolor en su dedo meñique por haber escrito y dibujado tanto, pero estaba contento, su trabajo como maestro era una de las cosas que más le encantaba hacer.
Enseñar era su vocación permitida.
Mientras que cantar era su vocación prohibida.
Entre tropezones Gerard se dirigió a su habitación para tomar una ducha y después, vistiendo una vieja pijama bajó a su pequeño sótano y su sonrisa se iluminó al estar en contacto nuevamente con su placer culposo. Todas las noches iba ahí, ese lugar era como un santuario para él. Donde tenía un par de guitarras y un escritorio, se sentaba por horas a escribir y componer acordes y letras que finalmente terminaban siendo versos y esos versos se convertían en majestuosas melodías que habían logrado capturar más de un corazón.
Ahí también tenía un pequeño clóset, una cómoda para maquillarse y demás cosas que utilizaba. Empacó en un maletín todo lo que iba a usar por la noche y buscó la ropa que iba a ponerse. Botas, pantalones ligeramente ajustados, una camisa que le quedaba grande y a la cual le había recortado las mangas, y una chaqueta, todo del mismo color negro. Lo demás que utilizaría ya había sido llevado al local por su manager. Como cada fin de semana a partir del jueves ella se encargaba de transportar el equipo de Gerard e iba al lugar para chequear que las cosas marcharan en orden.
Aquella era una vida secreta que llevaba viviendo por más de tres años y sin la cual no se veía en un futuro.
A Gerard le gustaba pensar que de día era uno, pero de noche otro, y aquello estaba perfectamente bien para él.
Salió de su sótano directo a la cochera y se subió a su auto. Su casa era pequeña, pero gozaba de todas las comodidades que quería. Cuando comenzó con todo aquel asunto de querer ser solista todo le parecía irreal hasta que encontró a Mayra, su manager. Ella había sido como un hada que lo tocó con su varita y convirtió su sueño en realidad.
Con una pequeña gira en los estados más cercanos, Gerard había podido promocionar sus canciones de su primer álbum, Hesitant Alien. Se cobijó bajo el apodo de Lola y un traje de gato gigante y rosado fue lo que lo cubrió de que su rostro saliera al público. Nadie tuvo necesidad de ver su rostro, aunque no faltaron los curiosos, su voz fue suficiente para acaparar un sinnúmero de fans y pronto su música había llegado a muchas partes del mundo.
Su primer disco había sido el resultado de la compilación de muchas canciones que había escrito a lo largo de su vida mientras vivía en el sótano en casa de sus padres.
En un primer momento Way creyó no ser capaz de poder llevar a cabo la dualidad de una doble vida, sin embargo, ya no se veía sin eso. Gracias a Mayra y a su propio mérito había conseguido encontrar el equilibrio.
Por todo aquello estaba comenzando a trabajar en la promoción de su segundo álbum, Conventional Weapons.
Se sonrió en el espejo de su camerino donde estaba preparándose para el show que daría ahí esa noche. Los días jueves, viernes y sábados cantaba en diferentes bares reconocidos, y su público continuaba multiplicándose. Para su nueva aventura había creado un nuevo personaje, más aventado y que dejaba ver un poco más de sí.
King Rat.
Su vestimenta básicamente consistía en usar ropas negras y una camisa con la leyenda All Hail the Rat King, mientras sus brazos, rostro y cabello estaban cubiertos por aceite negro. Llevaba los ojos delineados en sombras negras y su cabello semilargo estaba suelto. Era arriesgado, pero él sentía que todo valía la pena.
Mayra le avisó cuando fue momento de salir al escenario y tras realizar sus ejercicios de calentamiento salió con la frente en alto y una amplia sonrisa. Las luces estaban apagadas hasta que él estuvo en el centro del escenario, tomó el micrófono y asintió en dirección al guitarrista. Los sonidos comenzaron a inundar el recinto y cuando su voz lo acompañó los aplausos estallaron, haciendo que se estremeciera por completo.
—And if I ever let you down —cantó con suavidad y su vista se paseó con parsimonia frente a las personas que estaban en primera fila—. I'll be the one who drives you home, tonight...
Gerard sintió un fuerte escalofrío en sus brazos al notar una cámara que le enfocaba de frente. Aquello no fue lo que le asustó, sino ver al apuesto joven que estaba ahí.
El mismo al que veía cada día en la escuela a la hora de salida.
*
Frank estaba agradecido con la vida por tener aquel trabajo de fotógrafo que consiguió hacía un par de años.
Gracias a ello, había podido viajar a muchas partes del mundo y había conocido tantos lugares mágicos que era imposible no retratarlos con su cámara.
Además, era el trabajo perfecto, porque le permitía trabajar desde casa y así poder dedicarle el tiempo necesario a su querida sobrina Abby. Los padres de Abby eran personas muy ocupadas y el poco tiempo libre que tenían lo dedicaban a ella, además Frank sabía de sus necesidades especiales debido a su condición por lo que requería mucha más atención... entonces entendía que echarles una mano para que la niña estuviera bien era algo que debía hacer, por eso se comprometió a ser su tutor.
No era un trabajo relativamente sencillo, pero amaba con todo el corazón a su pequeña niña y por ella hacía lo que sea.
Aun así, no podía dejar su trabajo de lado y aunque en esos meses no viajó a ningún sitio nuevo, tuvo mucho que hacer ahora que encontró su nueva afición en fotografiar a las bandas locales de la ciudad, tocando en bares pequeños y utilizando sus redes sociales para enseñar dichas fotografías que tomaba.
Esa noche de jueves, luego de repasar algunas actividades con Abby y dejarla ya al cuidado de sus padres, tomó su equipo completo y se dirigió a un bar donde le comentaron que estaría un artista bastante excéntrico y talentoso que tenía a la gente deseando más y más de él.
Se dirigió al centro de la ciudad, dejó su auto estacionado cerca del bar y entró. El DJ de esa noche todavía tocaba, por lo que asumió que no comenzaba el show. Se pidió una cerveza en lo que esperaba que iniciara y esperó un rato más.
De pronto las luces se apagaron y un par de minutos después el sonido de las guitarras se escuchó, luego vio al cantante de la banda en el escenario, lleno de aceite de motor en los brazos, cara y cabello, vistiendo esa ropa negra y dándolo todo mientras disfrutaba del show que estaba dando.
Inmediatamente llamó su atención de lleno, se veía tan malditamente atractivo y poderoso, por lo que tomó su cámara y empezó a fotografiar. No estaba seguro por qué sentía que conocía al tipo que estaba cantando, la voz le sonaba un montón, pero las malditas luces no le ayudaban mucho a ver su rostro, además del aceite con el que estaba cubierto.
Solo esperaba que cuando estuviera editando las fotos al día siguiente pudiese ver un poco mejor la cara del cantante que lo tenía babeando, porque inclusive cuando éste terminó su show, esa sensación de conocerle siguió en él.
Frank se despertó a las diez de la mañana ese viernes. No recordaba a qué hora con exactitud llegó a casa, pero la intriga le duró hasta ese momento.
Entonces después de desayunar y darse una ducha, fue directamente hasta el ordenador y conectó su cámara para observar los archivos. Revisó y revisó, su mandíbula estaba en el piso en ese momento al reconocer al maestro de su sobrina siendo el cantante de esa banda a la que fotografió la noche anterior.
Realmente no podía creerlo, siempre vio al señor Way siendo muy recto y formal en su trato, manteniendo esa posición de seriedad, pero al mismo tiempo amabilidad propia de un maestro por lo que se le hacía más complicado pensar y creer que tuviera una doble vida, haciendo ese tipo de cosas impensables.
Lo que más le ponía nervioso era esa sensación en su cuerpo cuando recordaba lo mal que lo puso cuando lo vio, esa atracción indescriptible que ahora sentía por el maestro de su sobrina... no era lo más adecuado, a decir verdad, pero bueno, no es como si fuese a lanzársele encima, ¿no?
No obstante, cuando fue a recoger a Abby a la escuela, sintió una tensión entre ellos.
Ahora, el señor Way se miraba tan distinto sin utilizar esa ropa propia de su personaje, sin el aceite manchando sus brazos y el cabello, moviéndose tan provocativamente en el escenario. Frank le saludó tranquilo, como si no lo hubiera visto la noche anterior cantando tan maravillosamente, luego tomó a su sobrina y le deseó un buen fin de semana.
A modo de respuesta el señor Way le sonrió cómplice, sabía que Frank lo había atrapado...
Esa misma tarde, después de hacer unas tareas con Abby, Frank recibió una llamada. Era de un amigo que le ayudaba con la ubicación de los conciertos de las bandas que él fotografiaba y le comentó que un tal "King Rat" estaría tocando cerca del bar donde él estuvo la noche anterior, que era un artista conocido en el medio y que estaría bien que se diera una vuelta cerca de las once de la noche, que era la hora cuando iniciaría su show.
Frank no dudó ni un segundo, le confirmó su presencia y empezó a preparar su equipo.
A las 10 de la noche, estaba preparado para salir de su casa y dirigirse nuevamente a hacer su trabajo. No le gustaba trabajar los viernes, porque sabía que los bares y discotecas se llenaban un montón y tanta gente casi no le hacía mucha gracia. Aún así, estaba dispuesto a hacer lo posible para tomar fotos a dicho artista e iba a tratar de pasarla bien, dentro de lo que cabía.
La sorpresa fue mucho mayor al iniciar el show y ver que "King Rat" era Gerard. Grata coincidencia se topó ya que pensaba realmente que se encontraría con otra banda u otro cantante y no dos noches seguidas con el multifacético profesor de la escuela a la que asistía su sobrina.
Sí sacó unas cuantas fotos, pero a decir verdad prefirió la otra parte del tiempo observar como un espectador más del show de ese tipo alocado y extravagante que disfrutaba a cada momento de ser el centro de atención. Y es que se veía tan cautivante, con sus movimientos dramáticos, su voz angelical y las pintas que llevaba... Dios... solo podía pensar cosas pecaminosas sobre él.
El show terminó pasadas las doce de la noche, el DJ volvió a tocar y él perdió el rastro de Gerard por completo. No estaba seguro si hablarle y encararlo, porque... bueno, no le debía explicaciones, pero no sabía que tan cómodo sería para Way que fuera de frente a preguntarle por algo que no era de su incumbencia. Así que solo se tomó la cerveza que pidió y pagó, estaba a punto de levantarse cuando de reojo vio llegar a un tipo con gorra y una chaqueta negra. Pidió dos cervezas y le extendió una sin preguntar si le apetecía beberse una con él, solo sonrió al ver los dedos manchados de esa sustancia oscura deslizar la botella hasta su lado.
—Hey —le dijo el mayor, con esa falsa inocencia que Frank detectó rápido.
—Hey... nunca esperé que el maestro de mi sobrina tuviese una doble vida.
—Bueno, no es una doble vida como tal, pero puedo entender el asombro —sonrió, Frank sintió derretirse inmediatamente.
—Pues sí, quiero decir, creo que los padres de ninguno de tus alumnos se hubiesen imaginado que el maestro de primer grado fuera un extravagante y apasionado cantante de rock. —Gerard rió—. Pero bueno, aquí no juzgamos a nadie, señor Way.
—¿Me vas a llamar por mi apellido ahora? —contestó falsamente indignado, el fotógrafo sonrió ampliamente.
—¿Y cómo debo llamarte? ¿King Rat? Vaya nombrecito, ¿no? —Ambos rieron, Frank le dio un trago a la cerveza mientras el maestro se acomodaba en el banquillo.
—Llamativo e intrigante, ¿no crees?
—Pues... eso no te lo puedo negar, Gerard... Aquí me tienes, bastante, bastante intrigado...
Realmente no estaban muy seguros de cómo se dieron las cosas entre los dos, pero las cervezas siguieron fluyendo y la conversación se tornó tan interesante que nadie pudo despegar a ese par en toda la noche.
Frank solo recordaba vagamente que Gerard le invitó a seguir bebiendo en su apartamento con claras segundas intenciones y por qué negarse a echar un polvo con ese tipo tan guapo y ardiente como lo era él. Aceptó encantado y en ese momento lo tenía entre sus piernas, comiéndole la boca desesperadamente mientras le quitaba poco a poco la ropa.
Entre besos y chasquidos deliciosos de sus labios, Frank empujó a Gerard por el pecho para subirse sobre su regazo. Lo siguió besando con todo el deseo que sentía mientras rozaban los bultos en sus pantalones con desesperadamente.
Las manos traviesas de Gerard empezaron desabotonando los jeans de Frank y hurgó en ellos buscando el miembro contrario, para darle más maldito placer y provocar que este gimiera pesadamente.
—Joder... sí... sigue, Gerard... sigue... —dijo entrecortado mientras él seguía tocándolo.
—Vamos, Frankie... dime cuánto me deseas ahora mismo...
—Te deseo tanto, solo quiero... solo quiero tenerte dentro de mí ya —respondió y luego volvió a gemir al sentir la punta de su pene ser acariciada por el pulgar de Gerard, provocándole deliciosos escalofríos.
Frank tuvo que sostenerse de los anchos hombros de Gerard cuando este bajó sus caricias a sus bolas y luego sus dedos encontraron un camino más interesante, deslizándose sobre su perineo hasta alcanzar su entrada y masajear el borde suavemente.
—Por favor, hazlo ya...
—¿Tan desesperado, eh? —bromeó Gerard, hablando sobre sus labios.
El artista continuó burlándose con sus dedos de Frank, haciéndolo lloriquear y pedir por más hasta que la presión de su propia polla lo obligó a parar sus juegos. Retiró su mano y con velocidad sorprendente desvistió a Frank y terminó de quitarse la ropa que cubría su parte superior.
Lo tomó de la cintura y se inclinó a besar el pecho del fotógrafo, deslizando su lengua sobre sus pezones y tirando de ellos. Frank jaeaba y le revolvía el cabello mientras las pequeñas gotas de pre semen se escurrían por su longitud.
—Voy a follarte, tan mal, Frankie. No sabes lo loco que me tienes —susurró contra su piel—. Quítate los pantalones y ponte en cuatro.
Frank acató la orden, bajó del regazo de Getard y se quitó los pantalones, tirándolos en alguna parte de la habitación. Luego se giró y se acomodó en el centro de la cama sobre sus codos y rodillas, regalándole al artista una perfecta vista de sus glúteos y su entrada expuesta para él.
Gerard se lamió los labios al ver a Frank de aquella forma, había bajado de la cama para quitarse los pantalones y buscar un condón. Se lo colocó y volvió a subirse para posicionarse detrás del fotógrafo. Rozó su entrada con la punta de su erección y ambos gimieron desesperados.
Gerard vertió un poco de lubricante sobre su punta y en la entrada de Frank para después sostenerse de sus caderas y comenzar a empujar. Las sensaciones y la vista de la ancha y tatuada espalda de Frank era más de lo que Gerard había imaginado, estaba tan apretado y caliente.
Frank se aferró con fuerza a las sábanas mientras el artista entraba en él, lo sentía tan grueso y delicioso. Mantuvo sus labios abiertos dejando que la saliva se le escurruriera y cuando lo tuvo a tope sintió que todo el aire de sus pulmones se escapaba. Unos segundos después las embestidas comenzaron, primero lentas y después tomaron un ritmo más rápido, haciéndole ver luces de colores detrás de sus párpados.
El sonido de las pieles chocando resonaba en las paredes al igual que el golpeteo de la cama. Gerard se movía rápido y sin piedad, rozando el punto dulce de Frank una y otra vez. Los gemidos y los jadeos cada vez eran más altos y todo mejoró cuando Gerard tomó el cabello de Frank con su mano derecha y lo atrajo hacia atrás, el tirón en su cabello lo hizo gemir más audible pues no sé lo esperaba pero le había encantado tanto; parecía como si su cabello y su culo follado estuviesen en un mismo hilo y cada golpe llegase directamente a su vientre bajo que cada vez sentía como el remolino de su orgasmo tomaba mayor fuerza.
—G-Gerard...
—Dime, Frankie, ¿quieres correrte?
—J-Joder... —dijo entrecortado, esa voz de Gerard le caló los huesos—. S-siii...
—¿Qué tanto lo necesitas? —le preguntó moviéndose más rápido.
—M-mucho... aaaaah...
—Pídemelo entonces.
La mano de Gerard que se sostenía aún de las caderas de Frank, bajó a la polla ajena y le apretó la base mientras sus caderas no paraban. Las contracciones del interior de Frank eran cada vez más deliciosas y sentía que él también iba a acabar pronto.
—Por favor, G-Gerard... n-necesito correrme...
—Mjhmmm...
—¿Puedo?
—Puedes, Frankie.
Gerard soltó su agarre y rápidamente comenzó a masturbarlo, quedándose quieto y tirando un poco más de su cabello. Frank arqueó la espalda y gimió fuerte cuando las gotas de su liberación cubrieron toda la mano del artista.
No tuvo tiempo para respirar, cuando sintió que Gerard salía de él y lo empujaba de espaldas sobre la cama. Lo vio quitarse el condón y comenzar a masturbarse sobre su vientre. Frank movió su mano para quitar la del artista y fue él quien lo masturbó hasta llevarlo al límite que este se corriera sobre él, llegando algunas gotas hasta su mentón. Las tomó con su dedo y las lamió ante la atenta mirada de Gerard.
—Eso fue tan caliente —murmuró el artista, dejándose caer sobre el cuerpo de Frank. Lo besó y luego ambos suspiraron, estaban sudados y cansados pero satisfechos.
—Joder, sí. Nunca me imaginé que el maestro de mi sobrina fuera tan bueno.
—Ya, calla, Frankie.
Frank rodeó la cintura ajena con sus brazos sintiendo como sus fluidos se mezclaban con los ajenos en su vientre, en ese momento era lo que menos le importaba. Tenía muchísimo tiempo sin sentir el deseo de permanecer así después de un polvo.
Al cabo de unos minutos, Gerard se acomodó a un lado de Frank y lo jaló para que se acomodara sobre su pecho desnudo. Los cobijó y apagó la luz de la mesa de noche, era obvio que a esas horas no lo dejaría ir a su casa.
—Frankie —le llamó en medio de su sueño.
—¿Si?
—¿Vendrás a verme al show de mañana?
—Mhjmm... creo que sí —dijo después de unos minutos—. Me convertiré en tu fan número uno, King Rat...
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