Juramento Inquebrantable✦

La clase de Defensa Contra las Artes Oscuras había sido la última del día, los alumnos de quinto año agradecían que el profesor Lupin únicamente les hubiese encomendado para ese día un resumen de un pergamino de las páginas 125-137 del libro "Una Vuelta con los Ghouls".

Estar en los últimos días del primer semestre significaba estudiar demasiado para presentar los exámenes, lo cual era muy agotador, sin contar que los entrenamientos con los equipos de quidditch estaban siendo sumamente exigentes, especialmente el equipo de Slytherin, liderados por el capitán Gerard Way, puesto que querían ser los campeones ese año.

Mientras salían del salón y caminaban hacia el comedor, Frank y sus amigos, Pete y Bob, conversaban tranquilamente sobre lo mucho que les había gustado la clase de Encantamientos esa mañana con la profesora McGonagall, si bien debían estudiar en demasía para presentar los TIMOS a final de año, era una materia que les encantaba. Todo lo contrario a Pociones, no importaba cuanto esfuerzo pusieran, por el simple hecho de ser de Gryffindor siempre les iba mal.

—Creo que la peor clase para mi es Aritmancia —dijo Pete.

—Nah... la peor es Astronomía, no hay manera en que no me quede dormido.

—Preferiría tomar clases todo el día con la profesora Trelawney que recibir los constantes regaños sin fundamentos de Snape o que reste puntos de la casa con tan solo respirar.

—Eso lo hace porque eres Gryffindor, Frank.

—Si supiera que...

Pete se calló abruptamente cuando Raymond, el chico del afro gigante lo pasó empujando por el hombro para abrir espacio entre ellos en el pasillo, seguidamente pasaron Dallon, Patrick y por último Gerard Way, quien se tomó su tiempo caminando lentamente junto a Frank.

Gerard llevaba las manos debajo de su túnica, su corbata verde bien anudada y su cabello negro rebelde, cubriendo parte de su frente y sus ojos color esmeralda. Deslizó su brazo junto al de Frank de manera muy suave y antes de alejarse y seguir su andar, tomó la mano contraria con mucha delicadeza y colocó en ella un trozo de pergamino, le sonrió ladino y continuó su camino hacia el comedor.

—Me pregunto ¿Cuándo sus amigos dejarán de ser tan idiotas? —dijo Bob rodando los ojos—. Oye Frank, despierta, tu amorcito ya se fue —chasqueó los dedos ante los ojos avellanas de Frank.

—Ya Bob, no es para tanto.

—¡Oh! Pero si no soy yo él que no deja de sonreír.

—Déjalo Bobby, que mejor nos diga que dice la nota...

Frank suspiró y desdobló el pergamino, leyó la letra descuidada de Gerard y su sonrisa se hizo más grande está vez.

"Sala de Menesteres, 9 de la noche.
Love u, G. W."

—Quiero un novio así —suspiró Pete apoyado en el hombro de Frank, leyendo la nota.

—Si le hicieras caso a Patrick... —le dijo Bob.

—Sería muy arriesgado dos parejitas de casas enemigas Bobby, además ese Patrick nunca me ha pedido nada.

—Como tu digas...

—Chicos —les interrumpió Frank—. ¿Saben lo que significa? Será esta noche...

—¿Y estás seguro que lo quieres hacer? —preguntó Bob.

—Si Frankie, recuerda que es un lazo mágico muy poderoso, si Gerard no lo cumple...

—¿Confías tanto en él? —volvió a preguntar Bob, interrumpiendo el discurso de Pete.

Antes de entrar al gran salón donde ya la mayoría de los estudiantes estaban reunidos en sus respectivas mesas, Frank se giró hacia sus amigos y les dijo con la mayor seguridad que había en él.

—Confío con mi vida en él.

Su convicción fue suficiente para que los chicos asintieran y dieran por terminada la conversación. Se adentraron al salón y tomaron asiento en sus lugares, mientras comían se integraron en la plática que Lindsey y Ann, las gemelas Ballato sobrinas del Ministro de Magia, mantenían acerca de la posibilidad de que el próximo año se diera en Hogwarts el Torneo de los Tres Magos.

*

El tiempo avanzó con rapidez y en menos de un parpadeo Frank se encontró caminando por los desolados pasillos que le llevaban hasta la sala de Menesteres. Su mano derecha en la cual yacía alzada su varita iluminando su camino temblaba levemente, se sentía un poco nervioso por lo que iban a hacer.

Él y Gerard eran novios desde hacía dos años atrás, el inicio de su relación se dio de la forma más mágica posible.

Desde que Frank había llegado a Hogwarts en el primer año había quedado maravillado con el lindo niño de ojos esmeralda y mejillas rellenitas, se habían sonreído tímidos cuando se encontraron en el tren y cruzaron unas cuantas palabras mientras iban en los botes rumbo al castillo, sin embargo la amistad entre ellos no pudo florecer ya que Gerard fue enviado por el Sombrero Seleccionador a la casa de Slytherin.

Los días comenzaron a transcurrir y ninguno de los dos buscó un contacto nuevamente; durante el segundo año, Gerard entró al equipo de Quidditch y Frank se había dedicado a estar mucho tiempo en la biblioteca.

Fue hasta el inicio de su tercer año, cuando ambos llegaron tarde a la plataforma y el tren estaba a punto de partir, que tuvieron que romper el hielo. Se saludaron con cortesía y buscaron entre los dos un compartimento libre, el único disponible era uno ubicado hasta el final en el cual solo irían ellos. El trayecto fue tan corto mientras disfrutaban de la compañía ajena, pasaron platicando muy alegremente, comiendo grageas de todos los sabores y por último se dedicaron a ver las gotas de lluvia correr a través del cristal.

Por un par de semanas continuaron con su pequeña amistad, se reunían en la biblioteca a estudiar o Frank iba al campo de Quidditch a ver el entrenamiento, pero tuvieron un acercamiento muchísimo mayor cuando el profesor Ojoloco, de Defensa Contra las Artes Oscuras utilizó frente a Gerard el maleficio Cruciatus contra una araña; aquella acción dejó un mal sabor en la boca del pelinegro puesto que sus abuelos, quienes habían sido fieles seguidores de Grindelwald, solían utilizar esa maldición para torturar a las personas y Gerard no quería ser como ellos por nada en el mundo.

En esos días se aisló de todos en las mazmorras, donde estaba ubicada la sala común de Slytherin. Era Frank el único que se escabullía de los profesores y prefectos para estar a su lado, le consolaba y le trataba de animar. Pequeñas caricias, abrazos, roces y palabras bonitas se fueron haciendo costumbre entre ellos, hasta que una tarde Gerard se acercó muy despacio al rostro de Frank, acunó sus mejillas entre sus manos y bebió de sus labios, un roce tierno que les invadió de una calidez y seguridad absoluta.

Casi dos meses después de aquello se habían hecho novios. Esa noche escaparon a Hogsmeade, Gerard planeó todo con esmero, inclusive la rosa que hizo aparecer con su varita, logrando hacer que el corazón de Frank se derritiera por él al instante. Un si emotivo fue lo que obtuvo como respuesta.

Las navidades después de aquella fecha las han pasado juntos, turnándose en casa de quien quedarse, éste año le correspondía a Frank. Linda y Frank padre adoraban a Gerard y se llevaban bien con Don y Donna Way, ellos aconsejaban siempre a sus hijos de que el hecho de ser de casas diferentes no era impedimento para que fuesen felices.

Sin embargo ellos preferían mantener su relación como algo privado, aunque no era un secreto, muchos compañeros sospechaban más ellos nunca negaban o admitían nada. Todos sus amigos lo sabían y les apoyaban, incluso Ray les había conseguido la llave del baño de prefectos una noche, aquella en la cual se hicieron uno por primera vez y celebraron su primer aniversario.

Eran felices con la vida que tenían y estaban seguros que querían estar juntos por siempre.

Cuando Frank estuvo enfrente de la sala pensó en Gee con todas sus fuerzas, en el lugar cálido en el que le gustaba estar con él envolviendole entre sus brazos, diciéndole lo mucho que le quería; una puerta blanca se formó ante él y le permitió la entrada, guardó la varita dentro de su suéter de lana y se adentró.

—¿Gee? —preguntó cuando estuvo en medio del salón.

Unos brazos lo rodearon desde atrás y se enlazaron sobre su vientre, Gerard dejó un par de besos en su cuello y susurró muy cerca de su oído.

—Te extrañé tanto...

—También yo.

—Terminé de leer tu investigación Frankie y te cité aquí porque acepto. Quiero hacer esto contigo, ser uno por siempre. No solo estar juntos físicamente sino sentimental y emocionalmente.

Frank sonrió y cerró sus ojos escuchando atento las palabras de Gerard. Estaba nervioso por escuchar su respuesta ya que él hacía una semana atrás le había propuesto a Gerard que realizaran un pacto de sangre para sellar su amor para toda la vida. Había hecho una investigación exhaustiva sobre cómo realizarlo, los efectos de aquello y todo lo que conllevaba.

Desde esa noche Gee no había tocado el tema, por eso cuando recibió la nota por la tarde sintió que la respuesta que obtendría era positiva.

—Te amo mucho Frankie... —dijo Gerard sacándolo de sus cavilaciones—. Si estoy a tu lado no tengo miedo de nada, me haces ser fuerte, casi invencible.

—Gee —musitó despacio, se giró y acomodó sus brazos sobre el cuello de Gerard, sus labios estuvieron juntos, rozándose, sintiendo su aroma y la respiración ajena—. Eres perfecto para mí...

Gerard ladeó su rostro y capturó los labios de Frank entre los suyos, mordió su labio inferior para que entre abriera la boca y le permitiese a su lengua traviesa explorar su interior, sus salivas tibias se mezclaban mientras las manos de Gerard se aferraban con fuerza a su cintura.

Un par de minutos después se alejaron con los labios rojos, brillantes e hinchados, Frank sacó su varita y le indicó a Gerard que hiciera lo mismo con la suya.

—¿Estás seguro?

—Completamente.

Frank asintió y con un movimiento hizo un hechizo que cortó la palma de su mano izquierda, Gerard repitió la misma acción, ardía y la sangre brotó inmediatamente de las heridas sin embargo unieron sus manos entrelazando sus dedos.

—Prometo amarte toda mi vida con todas las fuerzas de mi alma.

Dos pequeñas gotas de sangre brillante emergieron de la unión, flotando en el aire hasta mezclarse en una sola.

Ambos chicos sonrieron viendo cómo su acuerdo mágico se creaba ante ellos, apegaron sus frentes y se dieron un casto beso más.

—Yo te amaré y te cuidaré cada día de mi vida Frankie.

Las gotas se hicieron una sola, un vial de plata se formó alrededor encerrándola y resguardándola así por siempre.

Gerard la tomó con la mano herida y conjuro algo rápidamente para transformarla en una pequeña cadena plateada.

—No hay nadie mejor que tú para resguardar este tesoro tan preciado —le dijo a Frank mientras con mucha delicadeza corría su cabello hacia a un lado para colocarle la prenda en el cuello.

—Estará conmigo, junto a mi corazón, por siempre Gee.

Se abrazaron en medio de aquella sala, sus pechos juntos y sus corazones latiendo en paz, en la misma sincronía, sabiendo que esa promesa inquebrantable era una de las pruebas de amor más grandes que se podrían hacer.

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