Christmas Miracle

—¿Y te falta mucho para llegar? —preguntó Gerard. Estaba de pie apoyado en la encimera de la cocina, con su mano izquierda sostenía el teléfono y con un dedo de su mano derecha jugaba con la cuerda del aparato.

Estaré en casa antes de las seis bebé, te lo prometo.

Observó el reloj en la pared, aún faltaban un par de horas.

—Está bien cariño, maneja con cuidado.

Si bebé, no te preocupes.

Soltó la cuerda y llevó esa mano a situarla en su abdomen bajo.

—¿Puedes traer algo para el postre?

¿Qué te gustaría?

Frente al hospital está la pastelería de Tammy... quiero comer tiramisú.

¿Seguro? Tu odias a Tammy —dijo Frank riendo. Y es que era cierto, cada vez que Gee iba a recogerlo al hospital y pasaban comprando pastelitos de queso y café terminaba haciéndole mala cara a la rubia de pechos enormes porque coqueteaba sin descaro alguno con Frank.

—Sip pero no a su tiramisú. Muero por comer uno y el de ahí es de los mejores.

De acuerdo babe. Te veo en casa.

—Gracias Frankie, te ama... —se mordió la lengua y se corrigió inmediatamente—. Te amo mucho.

Yo te amo mucho más.

Al finalizar la llamada, Gerard colocó el teléfono en su lugar y volvió a su labor. Estaba cortando vegetales en pequeños cuadritos para rellenar el pollo navideño de esa noche. Ambos habían acordado no visitar a nadie hasta el fin de semana, el sábado con los padres de Gee y el domingo con los padres de Frankie.

Casi dos horas más tarde con la comida casi lista y la mesa perfectamente arreglada, incluso con un par de velas y una botella de sidra sin alcohol para celebrar, Gee fue a buscar un clavo más para colocar la pequeña bota que hacía falta en la chimenea, la cual se moría de ganas por poner desde inicios de mes.

El clavo lo colocó en el lado izquierdo y ahí acomodó la bota de Frank, al lado derecho la suya y la nueva botita la dejó al centro, era de color rojo con el borde blanco y afelpado. Al igual que las de ellos, Gee se había encargado de bordar a mano el nombre.

Bebé Iero Way.

Quizas por estar un poco sensible o simplemente por el amor que quemaba en su pecho, un par de lágrimas se escaparon de sus ojos al ver como había quedado todo. Llevó una de sus manos a acariciar el pequeño bulto que crecía en su abdomen bajo.

Con Frank tenían seis años siendo pareja, habían contraído matrimonio a sus tres años de noviazgo, cuando ambos culminaron sus carreras profesionales y consiguieron trabajos estables. Gerard era maestro de kinder y Frank era pediatra. Sus trabajos tenían el mismo punto en común porque los dos amaban tratar con niños pequeños.

Su sueño como esposos era convertirse en padres de un bebé producto del amor que existía entre ellos. Con una casa grande y bonita en un cómodo residencial y a sus casi treinta años era el momento ideal, así que lo intentaron muchas veces por casi dos años pero simplemente Gerard no quedaba en cinta. Tras cuatro intentos fallidos los médicos le dijeron que no sería posible amenos de que ocurriera algún milagro.

Su milagro ocurrió a mediados de noviembre, cuando Gerard tuvo mareos repentinos y vómitos esporádicos que duraron casi dos semanas. Tenía dudas sobre si podía estar o no en estado de gestación pero cuando sus antojos se intensificaron y se sentía más sensible que de costumbre, le comentó a su cuñada sobre sus sospechas. Ella le recomendó ir donde una nueva doctora. Ahí le hicieron muchos análisis de sangre y una ecografía. Sus manos sudaban y su corazón bombeaba con rapidez cuando vio en la pantalla grisácea a su pequeño frijolito de diez semanas.

Sentía que su mundo recibía la última pincelada de color que necesitaba. Su vida ahora estaría completa con la familia más perfecta de todas.

Sin embargo, faltando pocos días para navidad decidió guardar el secreto para darle a Frank la sorpresa de su pequeño milagro en Noche Buena.

—Papi Frankie estará tan feliz bebé... —murmuró.

Era difícil no hablar en plural delante de Frank o evitar tocar su vientre o evitar las caricias de Frank en su cintura. Pero no más difícil de lo que había sido evitar contarle la noticia tan dichosa.

Colocó de manera muy ordenada dentro de la pequeña bota la fotografía de la ecografía donde estaba señalado el pequeño embrión y los exámenes de sangre que confirmaban su estado de gravidez.

Fue a la cocina por una taza de chocolate caliente que había preparado con anterioridad y volvió a la sala. Se sentó en un sofá con sus piernas enrolladas, vestía solamente un enorme suéter tejido con lana verde y roja que le cubría hasta la mitad de sus blancos muslos, en sus pies usaba unas largas medias rayadas con los mismos colores que llegaban hasta sus rodillas.

Pasó un mechón de su cabello negro detrás de su oreja mientras bebía el cálido líquido pensando en toda la felicidad que vendría por delante.

Cuando comenzaron con los planes de tener al bebé Frank le había dicho que si tenían un niño quería que se llamase Miles y Gee había pedido que si era niña le pusieran Bandit. Los dos nombres le parecían lindos para su futuro bebé. Él anhelaba tener una niña para peinarla con lindos moños y comprarle vestidos de princesa.

Sonrió al imaginarse a él mismo con un enorme vientre de embarazo usando una camisa estampada amarrada por la cintura y los brazos de Frank rodeandolo en un fuerte abrazo. Terminó de beber y colocó la taza vacía sobre la mesa para luego acomodarse mejor en el sillón. Se sintió somnoliento y se quedó dormido.

Despertó al escuchar sollozos provenir de algún lugar. Un tanto desorientado talló sus ojos notando que las luces del árbol y del resto de la casa ya estaba prendidas, eso significaba que Frank había llegado.

Recorrió con su vista toda la sala rápidamente hasta encontraste con el bulto de Frank arrodillado frente a la chimenea. Aún llevaba puesta su bata blanca de hospital.

Se levantó con cuidado de su cómodo lugar y fue hasta él. Vio que Frank había dejado sobre la mesa de centro la cajita de plástico donde estaba empacado su tiramisú, traía un enorme moño rojo encima. A la par de este estaba un sobre dorado. No le prestó importancia ya que tenían que hablar de algo mucho más hermoso e importante que cualquier otra cosa en ese momento.

—Cariño —le dijo con suavidad al arrodillarse a su lado. Colocó la mano derecha sobre su hombro y lo abrazó contra su pecho.

—Gee... esto es tan maravilloso —murmuró Frank. Mantenía entre sus manos la ecografía del bebé—. Pensé que realmente nunca podríamos ser papás. Ver con mis propios ojos que hay un pequeño fruto de nuestro amor formándose dentro de ti sin necesidad de seguir recurriendo a la ciencia es increíble. Me siento tan contento.

—No te imaginas cuanto lo estoy también. Sabía que este sería el regalo perfecto que te podríamos dar.

—Lo es mis amores. Gracias Gee, eres maravilloso —dijo con auténtica felicidad.

—Feliz navidad mi amor —susurró Gerard. Depositó un beso en el suave cabello castaño de su esposo.

—También para ti —respondió Frank—. Te amo tanto, a ti y a nuestro pequeño bebé.

Dicho esto Frank colocó su mano izquierda, en la cual había un único y pequeño tatuaje de la mitad de un corazón que rezaba alrededor de el la palabra "Romantic", sobre el vientre de Gerard sintiendo bajo su tacto la pequeña curvatura que no había notado antes.

Era simplemente mágico.

El milagro perfecto que le habían obsequiado en una navidad que no olvidaría nunca en la vida.


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