Christmas Eve
Colaboración con xCancerx 💜
—𖧷—
La inseguridad estaba comenzando a atacar a Frank, a última hora había comenzado a sentirse indeciso.
Tenía tres conjuntos de ropa sobre su cama con diferentes camisas casuales en colores oscuros y sobre su almohada estaba ese suéter especial que tanto le gustaba usar. Alternaba su vista entre todas las prendas mientras mordía el piercing de su labio inferior.
La opción que le atraía sin dudas era su suéter de lana color rojo con una franja verde al centro de su abdomen y alrededor de los codos, decorada con copos de nieve y muchas cruces pequeñas tejidas a mano. Sin embargo tenía miedo de que si lo usaba su cita se arruinaría. Sabía muy dentro de él que eso no iba a pasar, que Gee era lindo y le apreciaba tal como era.
Gerard era su cita de esa tarde. Su tercer cita juntos justo en la víspera de navidad.
A un lado suyo su teléfono vibró, era un mensaje de él. Le avisaba que estaba saliendo de su casa para tomar el tren que lo llevaba al lugar donde Frank le había dicho que se verían. Respondió con un par de emoticonos y se dejó caer en la cama dando un fuerte suspiro. Colocó su brazo derecho sobre su rostro.
Aún tenía un par de minutos para decidir que usar puesto que su casa estaba más cerca de Ice House. La pista de patinaje que le gustaba visitar cada navidad desde que había cumplido nueve años.
Había tomado la decisión de invitar a Gerard a patinar esa tarde por varias razones. Casi era navidad y compartir con el chico que le gustaba en un lugar tan especial para él sería mágico. Sabía que a Gerard le gustaba patinar también, aunque no lo hacía muy a menudo. Sentía dentro de su pecho la corazonada de que esa tarde pasaría algo importante entre ellos.
Con Gerard se habían conocido a través de una aplicación en línea a inicios de año. A sus casi veinte años ambos eran jóvenes sin compromisos que simplemente buscaban encontrar a alguien con quien llevarse bien, que tuviesen cosas en común. Alguien con quien poder charlar a gusto y no sentirse juzgados ni señalados por sus preferencias.
Aquella tarde mientras Frank deslizaba su dedo sobre la pantalla de su celular y veía cada foto que aparecía en Tinder, se sentía decepcionado. Todos eran chicos atléticos, que les gustaba pasar en clubes, habían algunos que incluso eran amantes de las compras locas, se notaba que eran personas superficiales y eso era lo que menos quería. Hasta que la imagen de él apareció. La descripción era corta y solo habían dos fotos. Era un chico de cabello negro bastante largo, de unos ojos color verde intenso que realzaban más por la sombra negra que les rodeaba, tenía mejillas rosas y una nariz perfecta. Le gustaba The Smashing Pumpkins y Falling in Reverse, amaba el café y sus animales favoritos eran los gatos.
Su nombre era Gerard Way.
Frank le dio un superlike a su perfil e inmediatamente hicieron match. Casi a los cinco minutos después Gerard le envió su primer mensaje. Simple. "Hola Frankie"
Conversaron en esa plataforma casi dos días seguidos hasta que intercambiaron sus números y comenzaron a hablar por WhatsApp. Sus pláticas era fluidas, se contaban el día a día y conforme la confianza comenzó a llegar las fotos, los audios y las llamadas también.
En noviembre, siete meses después de hablar tuvieron su primer salida. Ambos estaban sumamente nerviosos pero después de comenzar a hablar como normalmente lo hacían por el celular todo desapareció. Eran simplemente ellos dos caminando por el centro comercial mientras compartían un helado.
El lugar de la segunda salida fue escogida por Gerard, fueron a una tienda de cómics. Pasaron casi tres horas sentados en una mesa tomando café helado y panecillos rellenos de piña mientras leían y analizaban las escenas juntos.
Para Frank, Gerard era el chico más encantador, dulce, amable, inteligente y bonito que podría conocer nunca, a pesar de que siempre le gustaba vestir de negro y usar delineador en los ojos. Él era un ser humano inigualable, tierno y frágil, que aceptaba a Frank tal como era, con todo y sus gustos extravagantes, sus bromas pesadas, su risa estruendosa y su eterno amor por los perros.
Frank sabía que estaba enamorado de Gerard y sentía en el fondo de su corazón que este día sería muy importante para ellos. Sabía de sobra que su cariño era bien correspondido por Gee.
Se talló los ojos y se levantó decidido, a como Gee siempre le alentaba debía ser él sin importar que, hacer y usar lo que le hacía sentir cómodo era la única opción válida.
Así que sin más se colocó unos pantalones azules, sus converses blancas y su suéter. Peinó con sus dedos el flequillo negro de su mohicano y frente al espejo se acomodó en la cabeza un gorro negro que traía una borla en la punta. Colocó un poco de sombra roja en sus ojos y tomó un par de guantes para sus manos.
Antes de salir tomó su celular, la cartera y se despidió de sus padres. Tras cerrar la puerta de su casa sonrió grande y comenzó a caminar las pocas calles que le separaban de su lugar feliz.
*
La pista de patinaje era simplemente gigante. Siempre le agradaba tenerla frente a él.
Decidió esperar unos minutos en la entrada del lugar, hasta que finalmente la figura ya conocida de Gerard se hizo presente a un par de metros.
Con su encantadora sonrisa saludó amablemente al castaño, además dejó un pequeño beso en su mejilla.
—Hola Frankie, ¿cómo has estado? —saludó Gee.
Gerard llevaba un abrigo azul marino y una bufanda a rayas, junto a sus pantalones negros ajustados y unos guantes gruesos para protegerse del frío.
—Muy bien después de verte —respondió Frankie.
Ambos rieron un poco tímidos y comenzaron una amena conversación al ingresar.
El suelo alfombrado los ayudó un poco a caminar sobre el filo de los patines, pero sabían que sobre el hielo no tendrían la misma suerte. Y así fue, porque a pesar de haberlo hecho antes, al inicio siempre era complicado mantener el equilibrio por mucho tiempo.
Gerard se soltó de la barandilla y movió sus pies suavemente, patinando por el medio de la gran pista, siendo seguido por Frank. Él estaba tan nervioso que incluso parecía haber olvidado esa actividad que tantas veces realizó.
—¡Ven aquí! —gritó el castaño, riendo estruendosamente. El contrario estaba ganando la carrera que él mismo había propuesto, hasta uno de los conos al otro lado de la pista—. ¡Gee!
No le importó llamar la atención de algunas personas, sólo se concentró en sobrevivir a todas las caídas que estaba teniendo.
—Perdiste —canturreó el pelinegro, tocando el pequeño cono sobre el hielo—. Lo siento Frankie ¿o debería decirte tortuga?
—¡Hiciste trampa! —bromeó Frank dando pasos marcados para mantener el equilibrio. Tal vez Gerard era más bueno para el patinaje de lo que pensaba.
—Está bien, de nuevo. —El pelinegro salió andando rápidamente pero esa vez Frank lo tomó del brazo, haciendo que perdieran la estabilidad y ambos cayeran.
Comenzaron a reír torpemente, el castaño ya podía sentir un poco el frío en sus piernas, pero no le interesó. Gerard estaba frente a él, su rostro a tan solo unos centímetros y cuando se sentía completamente perdido en su mirada, el pelinegro se giró hacia otro lugar y dió un estornudo.
—¡Lo siento! —se enrredó en sus palabras, observando cómo Frank se partía de la risa—. ¡No te rías, arruiné nuestro momento!
Frank sólo continuó riendo un poco, suavizándolo cada vez más hasta quedar sólo en una sonrisa tonta, encantada por el tono de preocupación que había mostrado el pelinegro.
Gerard se puso de pie y al ver alrededor notó que las pocas personas que había en el lugar ya habían terminado su turno, dejándolos solos.
Extendió su brazo y tomó al contrario con cuidado, ayudándole. Cuando finalmente estuvieron frente a frente, Gerard deslizó su mano por la cintura del castaño, y notó cómo éste jugaba con su piercing, haciéndolo lucir adorable.
—¿Me concede esta pieza? —preguntó Gerard. Su mano libre traía la invitación amablemente esperando ser tomada. No parecía aceptar un no por respuesta, porque el agarre fuerte en la cintura de Frank no deseaba ceder.
La música tenue del lugar se escuchaba más fuerte que nunca, o eso querían creer, mientras el hielo chocaba con las cuchillas bajo sus pies, formando un ruido seco y agradable, adornando el momento.
Bailaron de una manera desalineada pero con muchas risas por cada ocurrencia que decían o hacían, hasta que Gerard quitó su sonrisa y dejó la pena de lado, respirando profundo y mencionando lo que planeaba hace tiempo.
—Frank. —Su voz temblorosa se hizo oír—. Necesito decirte que...
—Me gustas —completó el contrario al notar el breve silencio al final de la frase, notando que eran las palabras correctas por la expresión de Gerard—. Me gustas, Gee —repitió con más seguridad esta vez.
El mencionado dio un suspiro sintiendo sus mejillas calientes. Se inclinó los pocos centímetros que los separaban para unir sus labios.
El beso era tan cálido y esperado que se sintió el más especial, era como si millones de fuegos artificiales explotaran sus luces en sus interior. Las mariposas en sus vientres revoloteaban felices, al igual que sus corazones latían con fuerza.
Al separarse los ojos brillantes de Frank admiraron el rostro del pelinegro, con su mano quitó un mechón de cabello oscuro que le estorbaba, volviendo a dejar un corto beso sobre sus labios.
—Me encanta haberte conocido Frankie —Gerard murmuró con tranquilidad, sintiendo la respiración del contrario sobre sus labios—. Me gustaría saber si... ¿Quieres ser mi novio?
Frank sonrió y lo estrechó fuertemente entre sus brazos. En ese momento se sentía muy feliz de haberse creado esa cuenta en Tinder y haber encontrado al mayor tesoro de todos.
—Claro que sí, Gee —respondió.
Unieron sus labios una vez más, ignorando el frío y la música que ya parecía muy lejana, sólo concentrándose en el calor de los labios contrarios.
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