Burning On
Había sido una larga y aburrida jornada de trabajo, recibiendo muchos expedientes y organizandolos. Gerard ansiaba tanto llegar a casa y descansar de todo aquel ajetreo pero al parecer el destino estaba tentado a jugar en su contra.
Cuando subió a su coche y lo encendió, se dio cuenta que tenía muy poca gasolina, así que pasó llenando el tanque en la estación de servicio más cercana. No contaba con que había una fila de casi diez vehículos a la espera también. Tratando de pensar en positivo, desabotonó los dos primeros botones de su camisa blanca y trató de relajarse subiendo el volumen a la radio e inclusive le dio tiempo para admirarse en el espejo y notar que su cabello negro ya necesitaba un retoque de tintura.
Eran las siete menos cuarto cuando al fin pudo encaminarse en la avenida que le llevaba a su hogar, al menos el tráfico no estaba tan concurrido. Mientras cantaba Friday I'm in Love consideró la opción de pasar por algún establecimiento y conseguir comida para llevar pero deshecho la idea rápidamente porque presentía que habría alguna otra larga fila que le retrasaría la llegada a su hogar.
Cocinar algo rápido o calentar algo de comida vegana de la noche anterior no sonaba tan mal plan cuando estacionó el auto en el jardín delantero de su casa, junto al de su esposo.
Sonrió alegre porque después de semejante día al fin podría disfrutar de un poco de calma, quizás antes de dormir podría decirle a él que tomaran un poco de vino, envueltos en una cobija mientras estaban sentados en el porche observando la luna llena. Mierda, ese si era un buen plan.
Al entrar a casa, lo recibió el silencio absoluto. Las luces estaban apagadas y las cortinas de la ventana estaban cerradas. Dejó las llaves en el tablero junto al perchero, se deshizo de sus zapatos y colocó el abrigo negro que traía puesto en su lugar.
—¡Ya estoy en casa! —anunció en voz alta—. ¿Cariño? —preguntó al no obtener respuesta.
Se dirigió a la habitación, pero estaba vacía, la cama ordenada, simplemente el delicioso aroma a vainilla y canela que tanto le gustaba. Luego fue a la cocina y notó que también ahí reinaba el silencio, todo estaba limpio y ordenado. Se encogió de hombros mientras extraía el celular de su bolsillo.
—Genial... —dijo rodando sus ojos verdes. El aparato se había quedado sin pila.
Volvió a la sala y lo dejó cargando en el mueble de la televisión. Arrastrando sus pies lentamente regresó a la cocina, revisó en el refrigerador algo que fuese lo suficientemente bueno para cenar.
¿Sándwiches de hummus? No tenía ganas. ¿Hamburguesas? Tardaba mucho tiempo en prepararlas. Divisó un topper al fondo en el segundo estante, lo sacó y abrió la tapa descubriendo una buena cantidad de sus fideos favoritos que su madre les había enviado el fin de semana, el olor era exquisito, así que logró convencerlo. También había ensalada así que era cuestión de calentar y servir.
Preparó un par de platos pues cuando su esposo regresara a casa seguramente tendría hambre. Llevó el topper al microondas y le dio un par de minutos para que se calentara.
Entretanto Gerard colocó sus codos sobre la encima de la cocina y comenzó a jugar con las frutas de madera que tenían como centro de mesa. De pronto se escuchó un fuerte pitido y en menos de un parpadeo pequeñas gotas de agua lo estaban cubriendo.
—Pero... ¿qué mierda? —dijo exaltado mirando hacia el techo blanco de su casa.
Suspiró enojado. Por culpa de esa tonta alarma contra incendios ahora su cuerpo estaba completamente mojado. ¿Pero qué la había activado? No había fuego, humo, nada. Ni siquiera estaba fumando.
Apagó el microondas y tomó un paño para comenzar a secar la superficie mojada de la encimera y de la cocina, ya luego se encargaría del suelo. Rasgó su cabello hacia atrás con impaciencia cuando el timbre sonó.
Definitivamente su día ya no podía estar peor.
Gerard pensó que si fingía no escuchar el timbre y continuaba secando, sea quien sea que haya estado tocando eventualmente se iría. Pero vaya equivocación, el timbre sonó un par de veces más seguidas y fue acompañado por golpes en la puerta.
Arrojó el paño húmedo y secó sus manos en una pequeña toalla colgada a un lado del refrigerador. Fue a paso rápido hacia la puerta con tal de dejar de escuchar ese molesto ruido en sus oídos, ya ni siquiera le importaba la apariencia que tenía delante de un posible desconocido.
—Buenas tardes —saludó al abrir. Su ceño se contrajo un poco más al notar a la persona frente a su puerta—. Disculpe pero...
—Su sistema de alarma contra incendios se activó —le interrumpió.
Ni siquiera habían transcurrido diez minutos desde que se había disparado ese tonto aparato.
—Lo lamento yo no...
—Necesito asegurarme que se encuentra bien.
Algo en el tono de su voz y en la forma en que el bombero movió sus manos llamó la atención de Gerard, pero la máscara en su rostro y los guantes le impedían reconocer sus facciones y su voz con claridad.
El hombre que vestía un uniforme azul un poco más grande que su medida, con arneses amarillos atados a su cintura y un casco en su cabeza, no le dio tiempo de responder a Gerard. Colocó las manos sobre su pecho y lo empujó hacia la sala de la casa, cerrando de una patada la puerta.
—¿Qué mierda? —preguntó y tomó las manos del bombero, sintiendo un poco de calidez cuando sus palmas rozaron las ajenas.
—Debo tener plena seguridad que está en perfectas condiciones Señor Way.
El hombre un poco más bajo que Gerard empezó a pasear sus manos por el cuerpo ajeno, de manera casi superficial pero aún así dejando un rastro electrizante a su paso. Después de tocar sus brazos, torso y piernas, subió hasta su rostro, solo hasta entonces alzó su mirada conectándola con los orbes esmeraldas de Gerard que le miraban con enfado.
Los ojos avellanas más brillantes y preciosos que Gerard había visto en su vida le observaban con aire de travesura pero a la misma vez cargados de ternura. Gerard se obligó a salir del shock momentáneo en el que el bombero le había hecho caer y alzó sus manos llevándolas hasta el rostro ajeno para retirarle la mascarilla que lo ocultaba.
—Frank —afirmó con un tono de voz divertido pero a la vez molesto.
—Señor Way le agradecería que por favor me permita continuar...
—Eres un tonto, ¿planeaste todo esto? Me siento tan molesto contigo Frank... —dijo achinando sus ojos con fingida molestia.
En un movimiento rápido y ágil Frank se apegó a Gerard, lo tomó de la cintura de manera posesiva y habló sobre sus labios. El aroma a menta que se sentía en la comisura de sus labios entorpeció los sentidos de Gerard, haciendo que entreabriera sus labios para esperar a sus iguales.
—Si planeé todo esto, no arruines mi idea, solo apegate al plan amor —dijo y presionó un beso suave sobre los labios de su esposo.
—¿Cómo la damisela en peligro? —preguntó Gerard en medio de una sonrisa.
—Técnicamente ya te rescate, ahora corresponde el momento de compensar el susto que tuviste...
Frank lo empujó por el pecho con sutileza de tal manera que Gerard cayó sentado sobre los cojines del sofá.
—Cariño —suspiró Gerard al notar lo que Frank hacia.
Despacio y con calma el de cabello cortito comenzó a bajar el cierre de la chaqueta azul del uniforme que estaba usando, dejando a la vista sus pectorales definidos llenos de tatuajes. Quitó la prenda de su cuerpo y la lanzó sobre el suelo al igual que los guantes que estaba usando para ocultar los tatuajes de sus dedos.
Frank llevó sus manos a la parte posterior de su cabeza y comenzó a mover sus caderas. No era una danza ni un compás sincronizado, simplemente eran movimientos que hacía con libertad y que provocaban que los músculos de sus brazos y vientre lucieran apetitosos para Gerard.
El tatuado aún tenía puesto el casco sobre su cabeza y los arneses atados a la cintura de su pantalón recordándole a Gerard que era un bombero.
El bombero más sexy que había visto.
Y pronto un fuego interno recorrió el cuerpo de Gerard acumulándose sobre su entrepierna que en cuestión de segundos se encontró completamente dura dentro de sus pantalones. Gerard se impulsó al borde del sillón y jaló a Frank por las caderas, juntándolo a su rostro.
—Estás tan comestible vestido así y yo ardiendo en deseo por ti —dijo Gerard mientras desabrochaba el botón de los pantalones de Frank y los abría, tan solo para sacar su pene completamente endurecido—. Me encanta.
Gerard pasó su lengua húmeda por todo el falo de Frank para luego introducirlo a su boca, su puño se mantenía sobre la base dándole caricias en la parte que su boca no alcanzaba a cubrir. Su lengua se movía en movimientos circulares sobre la cabeza, alternando de vez que cuando con pequeñas succiones y bombeos completos con su mano. Frank empujaba sus caderas minimamente dentro de su boca queriendo más, necesitando más.
—Gerard para... —le pidió y lo apartó de su pene, no quería correrse así—. Quítate la ropa —ordenó mientras hacía lo mismo.
El pelinegro con sus ojos perdidos en deseo y sus labios enrojecidos asintió retirándose la ropa con velocidad para volver a acomodarse sobre el sofá. Escupió sobre la palma de su mano y con lentitud dio un par de caricias sobre su erección.
—No te quites los arneses —dijo al ver que Frank había dejado sus piernas desnudas y estaba deslizando la prenda por sus pies después de haber quitado sus botas—. Quiero follarte con eso puesto, vamos Frankie...
—¿Quién dijo que me follarías tu? —preguntó Frank sonriente, obedeciendo a pesar de sus palabras.
—Dijiste que era mi recompensa, lo merezco después de haber tenido un día difícil, ¿no crees? —argumentó Gerard con una sonrisa lasciva en su rostro, sin dejar de acariciarse un solo instante.
Frank se lamió los labios al notar las gotas de pre semen que se escapaban del pene de Gerard. Se acercó a él con pasos lentos mientras se masturbaba también, lanzó el casco al suelo pero efectivamente conservó el arnés en la cintura.
—Me parece justo, pero haz tu todo el trabajo, me duelen las piernas —se excusó.
—Ven aquí ya —demandó Gerard.
Gerard acomodó completamente su cuerpo sobre el sofá, recostó su cabeza en uno de los brazos y dejó que Frank se acomodora, con un poco de dificultad, sobre su regazo. Las piernas de Frank estaba a cada lado de las caderas de Gerard, él se sentó sobre el duro pene de Gerard y se inclinó para besar sus labios, lamiendo y mordiendo sus labios, jugando con sus lenguas.
Gerard bajó una pierna, anclandola en el suelo para darle más comodidad a Frank y mejor ángulo a él mismo, paseó sus manos por los glúteos de Frank, masajeando con un poco de rudeza dejando marcados los dedos a su paso.
—Cógeme ya Gee... —pidió balanceando su pelvis sobre la de Gee.
Gerard lo volvió a besar mientras alineaba su miembro a la entrada de Frank y comenzaba a penetrarlo despacio. Frank gimió en medio del beso al sentir como la punta de Gerard se presionaba contra su entrada hasta que esta se deslizó completamente dentro de él, llenándolo y complaciendo sus deseos al instante.
—Gee que rico...
—Si, estás tan rico Frank... calentándome como un loco...
Gerard presionó hacia abajo las caderas de Frank y para mantenerlo quieto lo sujetó con fuerza de los arneses. Rápidamente comenzó a moverse, penetrandolo duro a como a Frank le gustaba.
Frank lo besó un par de veces más, mezclando sus salivas tibias y disfrutando de la sensación de Gerard cogiendolo de esa forma, además, su propio pene se sentía agradecido al recibir las fricciones de sus cuerpos por el movimiento. Sentía que pronto iba a acabar.
—Abre la boca —le pidió a Gerard.
Gee obedeció al tiempo en que aumentaba el ritmo de sus caderas, sin sacar casi nada de su miembro del interior de Frank pues este comenzaba a apretarlo.
Frank introdujo su dedo pulgar en la boca de Gerard. Él lo envolvió con su lengua después de morderlo levemente, cerró sus ojos y comenzó a chuparlo, recordando el sabor que Frank había dejado sobre su lengua minutos atrás.
—¡Gerard! —gimió alto al momento en que se derramó en medio de sus vientres.
El nombrado detuvo los movimientos sobre el pulgar de Frank y se enterró con más fuerza en su interior mientras eyaculaba dentro de él.
—¡Frankie! —dijo Gerard dando pequeños embistes contra él para terminar de derramarse pero aflojando su agarre.
—Eso fue increíble...
—Estoy de acuerdo bebé pero aún tengo hambre y la cocina es un desastre... —dijo lo último en tono de reproche.
Frank se apoyó sobre su pecho con sus codos para verlo a la cara, su rostro rosado y sudoroso. Le sonrió y movió un poco sus caderas sintiendo como el miembro dentro de el volvía a su estado normal y el semen de Gerard se escurría entre sus glúteos.
—Lo lamento pero era necesario —dijo y rió, Gerard aunque no quería también lo hizo—. Yo me encargaré luego de eso. Te parece bien, ¿darnos una ducha y luego ir a cenar?
—Con un esposo tan encantador como tu todo me parece perfecto.
Gerard depositó un beso suave en los labios de Frank, completamente agradecido con él.
Frank siempre lo hacia sentir mejor, él siempre le demostraba cuanto lo quería y mejor aún, siempre cumplía cada uno de sus caprichos, por ejemplo, haber ideado un plan perfecto en el que él se había convertido en bombero, con el único propósito de cumplir su fantasía.
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