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Hawkins, 1978

Su cuerpo temblaba de los nervios y un poco la emoción de acercarse a la verdad, ¿Para que necesitarían un niño? No era buena relacionándose con ellos, en especial con los llorones.

—Aquí estamos, con la tarjeta que le di podrá ingresar y salir.—Explicó la mujer.

—De acuerdo.—Sujeto la tarjeta lista para entrar.

—Lamento tener que repetírselo se que ya debe saberlo, Doctora, pero nadie además de usted junto a los demás doctores pueden salir de aquí. Ni los guardias, enfermeras o moderadores.

—Ya lo sabía, gracias por recordármelo.—Asintió, ¿Porque no podían? No se supone que solo los sujetos de prueba eran prisioneros.

Pasó la tarjeta por el monitor abriendo así la puerta que la dejó ver la otra cara del laboratorio, algo que le revolvió por completo el estómago pues solo pudo apreciar niños caminar en fila india siguiendo a un hombre de traje hacia una de las salas el lugar. Como si su vida dependiera de eso corrió atrás de ellos llamando así la atención de los niños y el adulto de cabello platinado.

—Bu-Buenos días.—Saludó antes de que el entrara atrás de ellos.

—¿Quien es usted?—Frunció el ceño acercándose con disgusto hacia ella.—¿Quien le permitió pasar?

—Soy la Doctora Maeve.—Dijo de golpe esperando que eso fuera suficiente para convencerlo.

—Doctora, como puede ver estamos ocupados, los exámenes se harán después.

—Hmm, si lo sé.—¿Sus mentiras eran convincentes?—Quiero... Analizar las reacciones de los sujetos, tengo un Doctorado en psicología. Será bueno para explorar más a fondo sus resultados en los exámenes.

¿Había dicho Doctora muchas veces? ¿Y que era eso de los exámenes? No quería enseñarle a sumar a un niño y hacerlo infeliz poniéndole un -0.

—Adelante.—Hizo una señal con el brazo dándole paso.

Su alma regresó a su cuerpo en ese momento, y tan pronto como entró a la habitación se le volvió a ir, los niños estaban pegados a la pared como soldados esperando órdenes de su comandante, el hombre entró empezando a hablarles y nombrarlos por números. Maeve por su parte de mantenía observándolos detenidamente sintiendo su corazón apachurrarse al notar a los más pequeños.

—Número dos.—Llamó el hombre hasta el círculo dibujado en el suelo.—Siete.

Ambos niños se pararon uno frente al otro, sus moderadores no tardaron en vendar sus ojos dejando más intrigada a la castaña, ¿Acaso era un duelo a ciegas? Pero se sobresaltó cuando el que habían nombrado como "Siete" cayó a unos centímetros de donde estaba antes, por su reacción de asombro se sintió observada.

Levantó la mirada notando como uno de los hombres de blanco la examinaba detenidamente como si siquiera averiguar que tramaba ahí, ella sin demora abrió su carpeta e hizo garabatos para simular escribir algo.

—Once, ven aquí.—Llamo a una de las más pequeñas.

Tan pronto como se acercó al circulo salió disparada de su lugar, Maeve mordió su labio poniéndose rígida, ¿Por que le hacían algo así? A penas era una niñita de no más de 6 años mientras el otro definitivamente le doblaba la edad. De la misma manera ahora fue ella quien observó al moderador que no se veía muy a gusto con lo sucedido aunque supo disimularlo bien, al parecer coincidieron en que aquel trato no era el correcto para los niños.

Doctor Brenner.—Maeve corrió atrás del hombre finalizado el "ejercicio".

El hombre bastante desinteresado de lo que le pudiera decir volteó a verla con sus cejas enarcadas.

—¿Qué sucede? Doctora.—Cuestionó juntando sus manos en su espalda.

—Considero poco adecuado que los niños se enfrenten entre ellos con sus... Habilidades, se hacen daño por obtener una recompensa-

—Lamento interrumpirla pero su trabajo no es ese, manténgase al margen antes de que la bete de participar en la sala de entrenamiento.—Levantó una de sus manos pidiéndole silencio.—Dejare pasar esto porque es nueva aquí pero no quiero volver a escuchar una queja por la forma en la que avanzamos nuestro experimento.

Su boca se medio abrió indignada, ya visualizaba la portada del periódico ¡Hombre sobre explotador! ¡Que lo encierren! Al verlo alejarse renegó en sus adentros y le sacó la lengua, no tenía caso amargarse por el, tenía un trabajo más importante ahora, salvar a esos niños.

—Disculpe, ¿Está sala es...?—Se acercó a un moderador algo rechoncho señalándole una de las puertas más grandes.

—La sala de descanso, pero no creo que pueda entrar.

—Ese es mi trabajo.—Levantó sus cejas hablando con obviedad.—Se lo agradezco.

Trago saliva caminando hasta la puerta la cual no dudo en abrir observando así a casi todos los niños entretenerse con diferentes juegos motrices, al menos ahí se veían en paz como si ya fuera normal para ellos ser tratados de aquella manera.

Aunque no pudo evitar sonreír al ver a la niña apodada "Once" quien estaba en el suelo coloreando uno de los libros interactivos de la sala, no dudo ni un segundo en acercarse a ella para así acuclillarse.

—Hola...—Fue lo primero que se le ocurrió decir.—¿Te sientes bien?—La menor asintió.—¿Te duele algo?—Esta vez negó.

Le extendió su mano para hacerla levantarse, Once con rapidez la tomó aunque era evidente la diferencia de tamaño entre ambas.

—Ven, siéntate conmigo.—La guió hasta uno de los muebles donde la ayudo acomodarse.—¿Cual es tu nombre?

—Once...—Habló bajito.

—No, no. Me refiero a tu nombre, ¿Como te llama tu mami?—Cuestionó.

—Doctora Maeve.—El mismo moderador con el que había hecho contacto visual se acercó.

—¿Si hmm?—Miro su identificación.—Peter Ballard.

—Los niños no tienen nombre.—Su rostro de veía sin expresión alguna.—Solo llámelos por su número.

Ella lo miro horrorizada, ¿Hasta de un nombre se los había privado? Rápidamente se devolvió a la pequeña que jugaba con sus dedos en completo silencio.

—Pues Once suena aburrido.—Le mostró una sonrisa haciendo que ella levantara su mirada.—Pero "Eleven" suena mucho mejor.

La niña le devolvió la sonrisa mientras Maeve agradeció que no supiera inglés pues de lo contrario quedaría mal.

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