16| Ella
Decido acercarme a la puerta para averiguar dicha voz, pero al fijarme rezo para que no sea quien creo que sea. Mis ojos enfocan a una chica que se encuentra a pocos metros de la mujer parada en la puerta. Y si, si es quien creía que era.
Mamá, ¿qué has hecho?—pensé.
La persona por la que había llorado y sufrido durante semanas se encontraba caminando dirección a mí puerta.
Lo primero que me pasó en ese momento por la cabeza fue salir corriendo de la casa, sin importar el lugar en donde terminase, sin importar las consecuencias que me traería, en resumen, sin importarme nada.
Reflexioné mejor el plan, puede que fuese uno de los mejores que haya tenido durante mi corta vida, pero no era el momento de comportarme como una niña pequeña.
Algo dentro de mí me daba cierta esperanza de que hubiera cambiado, que fuese una persona amable y amigable, que la persona que había sido tiempo atrás haya sido solo pasado. La gente cambia, ¿no? Además, todo el mundo se merece una segunda oportunidad.
Como si todo lo que estuviera pasando no me afectase nada, entré de nuevo en casa y me senté en el sillón, esperando a que los dichosos invitados entrasen.
—Hola Lucía, ¿cómo estás?—me preguntó la madre de Sophie.
—Bien, gracias—mentí, más vale que no supiese lo que rondaba en esos momentos por mi cabeza. Solo por su bien, o más bien por el de su hija.
—Aquí está Sophie—dijo señalando a su hija, la cual se encontraba entrando a la casa—, te acuerdas de ella, ¿verdad?—añadió su madre.
—Por desgracia—dije y mi madre me miró con muy mala cara, mientras que Sophie mostraba una grande sonrisa y su madre soltaba una pequeña risa nerviosa, haciendo intento de pasar desapercibido mi comentario.
—Bueno, nosotras estaremos en la cocina—dijo mi madre para coger el brazo de la madre de Sophie, que si no recuerdo mal se llamaba Eva. Siempre se había llevado bastante bien, y eso me gustaba bastante, hasta que pasó lo que pasó.
—Que cambiada estás—dijo Sophie levantando la mirada de su móvil, el cual no había dejado de ver desde que entró a la casa.
Llevaba una blusa blanca, bastante bonita la verdad, con unos vaqueros rotos y un bolso gris, no muy grande, perfecto para llevar en él el móvil y poca cosa más.
—Si, supongo, a veces los cambios son buenos—dije intentando mostrar una sonrisa, aunque sea la más falsa que haya intentado hacer en mi vida.
—No he dicho que sea bueno el cambio—dijo y toda la furia que me hizo sentir adentro de mí luchaba por no salir.
Ok, no ha cambiado nada nadita—pensé—. Sigue siendo la misma chica insoportable que conocí hace tiempo.
"Lucía, contrólate" me repetía a mis adentros.
—Tu estás igual...—dije e hice una pausa, se podría decir que para dar un poco de drama—... de mal—añadí. Si quieres guerra te doy guerra, amiga.
Levantó la cabeza del móvil y lo guardó en el bolso. Me miró de arriba con su típica cara de asco, aunque no había mucha diferencia entre esa cara y la que tenía diariamente.
—¿Y qué tal te fue en España? ¿Te afectó lo que te dije la última vez que me llamaste?—me dijo tratándome como un pequeño bebé.
—¿Te digo la verdad?—le pregunté y ella levantó la ceja en forma de repuesta— Si—dije haciendo una pequeña pausa, ella sonrió.
Esa sonrisa te va a durar poco—pensé.
—Pero luego me di cuenta que llorando por perras como tú—dije y le señalé—, no ganaba nada—añadí enseñando una gran sonrisa. Había algo que ella no sabía de mí: Si eres mala conmigo yo seré peor, o lo intentaré.
Pude ver sus manos cerradas haciendo fuerza, como si se estuviera resistiendo pegarme. Y así fue, como gran adivina que soy, me pegó una bofetada. Al momento, le devolví la cachetada soltando la mayor parte de ira que sentía en mi interior.
—¡SERÁS...!—me gritó yendo a por mí.
—¡ATREVETE A TOCARME DE NUEVO Y VAS A SABER LO QUE ES BUENO NIÑA MIMADA!—le dije acercándome a ella en forma de amenaza.
—¿Qué está pasando aquí?—preguntó mi madre entrando al salón un poco demasiado alterada.
—¡Tu hija me ha pegado!—gritó Sophie señalándome con su dedo mientras se tapaba la cara como si estuviese llorando.
—Empezaste tú... no te hagas la victima—le dije con rabia.
Suponía que mi madre me apoyaría, ella sabía que no hago estas cosas nunca, y si las hago, es porque se trata de algún motivo "importante". Igualmente, había empezado Sophie.
Aún así, siendo mi madre, creyó a Sophie.
A ver... puede que se le haya quedado la marca de mi mano se un cara, pero yo también la tenía, solo que no tan roja, y por el lado contrario por el que se encontraba mi madre.
—Sophie, ven, vamos a ponerte hielo en esa marca que tienes en la cara—le dijo mi madre a Sophie—. Perdónala, no suele comportarse así—añadió para que no quedase tan mal, o más bien, para que su hija no quedase tan mal.
—Vamos Sophie—dijo su madre entrando a la cocina.
—Voy, dadme un momento—dijo para que en el momento que nuestras madres entraron en la cocina, enfocara su mirada en mí—. Vale pequeña perra. Quiero que me escuches bien clarito—añadió para acercarse hacia mí y apuntarme con su dedo—. Sé que estás enfadada por lo que te hice, y la verdad es que me da igual. Ya te lo dije en un pasado y te lo volveré a decir:
<Te utilicé, nunca me importaste y nunca me importarás. Me da igual todo lo que tenga que ver contigo, yo te quería para una cosa la cual conseguí. Por si no lo sabes, estoy muy feliz con James, y todo gracias a ti. ¿Quién lo diría? Que la chica friki y empollona me proporcionase al hombre más guapo del instituto solo porque se creía que éramos amigas de verdad—soltó una pequeña risa—. Mira, te voy decir la última cosa, para dejarte tranquila. Fuiste muy ingenua y estúpida para no darte cuenta de que en verdad nos daba igual que estuvieras ahí o no. No tenías casi ningún amigo, por no decir que no tenías ninguno, y eso significaba que no tendrías a nadie a quién contarles nuestras cosas, nuestros secretos. Así que no faltes el respeto a los que están por encima de ti. ¿Entendiste?—añadió para dirigirse hacia la cocina.
Las lágrimas salían de mis ojos y no paraban. ¿Era necesario que me soltara eso? Siempre he sabido que era una mala persona, ¿pero hasta ahí llegaría?
Mis lágrimas no cesaban y el plan que tuve en un principio ya no me parecía tan mala idea. ¿Qué más podía pasar? ¿Que mi madre se enfadase cuando ya estaba enfadada?
Cogí mi móvil rápidamente, que se encontraba a mí lado; abrí la puerta y salí por ella, caminando hacia donde me llevase el destino.
Recorrí calles por calles, caminé entre personas y más personas —que de vez en cuando alguna me miraba con lástima— hasta que llegué a un sitio apartado, sin mucha gente, en donde me podría sentar y disfrutar de las vistas: la playa.
Caminé playa adentro, hasta no estar muy alejada del mar, pero tampoco muy cerca.
Me sentía mal, muy mal, demasiado mal.
Me sentía débil, me sentía avergonzada.
Mi madre, que sabía que Sophie y yo ya no nos llevábamos porque me había hecho mal en un pasado, la había invitado a nuestra nueva casa. ¿Por qué haría algo así? ¿No se acordaba de los días que pasé encerrada en mi habitación, sin hablar a nadie y sin ganas de comer nada? ¿No se acordaba de cuánto me costó encontrar a alguien nuevo en quien confiar?
Y, para rematar, Sophie me había soltado unas dolorosas palabras como si se tratasen de flechas atravesando mi corazón.
Desde que la conocí sabía que no era la persona más amable que había conocido en mi vida, y que tampoco era la persona más amigable y agradable del mundo; pero, por ese entonces creía que cuando le hablaba, que cuando le contaba mis cosas, me escuchaba.
Al parecer no era así, al parecer yo solo había sido una especie de juguete para ella. Como si me tratase de un juguete para perros, cuando ya no me quería, me desechó.
Me senté en el suelo con las piernas dobladas cerca de mi pecho, como si me tratase de un cubito, y me tapé la cara con mis manos. Ya había pasado demasiada vergüenza durante el recorrido hasta la playa para que más gente se me quedase mirando allí.
(...)
Había pasado unos 20 minutos aproximadamente desde que me había sentado en la arena cuando lo que se encontraba en mi bolsillo derecho del pantalón tembló.
Saqué el móvil pocos segundos después y vi que se trataba de un mensaje de Bryce. ¿Por qué me mandaba un mensaje ahora?
Bryce
Tu madre me ha dicho que no estas en casa, ella pensaba que estarías aquí, en la Sway, pero no estás. ¿Se puede saber dónde coño estás y por qué te escapaste de tu casa?
Abrí el chat y dejé el móvil en el suelo, no me sentía con ganas para nada, ni siquiera para contestar un simple mensaje. Volví a ponerme en la posición de antes, tapándome la cara de nuevo, cuando el móvil volvió a temblar. ¿Enserio?
Bryce
Gracias por el visto pequeña, ¿pero me vas a contar? ¿Dónde estás?
De nuevo Bryce me había mandado un mensaje.
¿Qué le importa a él dónde estoy?—pensé.
Pasé de él como la vez anterior y me dispuse a ver esta vez el mar. Era tan tranquilo. En él habitan numerosas especies las cuales son muy bellas. Cada una siendo distintas a las demás y a la vez únicas. La verdad es que me fascinaba mucho el mar, siempre me preguntaba: ¿Cómo que está tan cerca de nuestro alcance, pero tan solo hemos explorado un 5% de él?
Una música, la cual conocía perfectamente, interrumpió mis pensamientos. La canción "Shape of You" de Ed Sheeran sonaba en mí móvil. Eso solo quería decir una cosa.
Me incliné para verlo y, sin antes mirar, ya sabía de quién se trataba:
Llamada entrante de Bryce
¡Hola hermos@s!
EL PRIMER CAPÍTULO DEL AÑO.
¿Qué os ha parecido? Espero que os haya gustado,
si es así, no duden en votar y comentar.
Este capítulo está dedicado a CarlotaBrin , que en el capítulo anterior adivinó de quien se trataba la invitada "misteriosa".
Pero, además, otra persona lo adivinó, aunque más tarde que CarlotaBrin, y es pequesuprema . Que también merece su reconocimiento.
¡Felicidades a ambas!
Se ve que están atentas a los detalles de la historia.
¡Feliz año nuevo a todos y hasta el próximo capítulo!
—Kiara
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