Capitulo 4.
𝐄𝐋 𝐆𝐀𝐑𝐑𝐎𝐍 𝐃𝐄 𝐋𝐀 𝐌𝐀𝐋𝐀 𝐒𝐔𝐄𝐑𝐓𝐄.
Los primeros rayos del sol se filtraron tímidamente a través de las cortinas entreabiertas, pintando el cielo de tonos cálidos y anunciando el comienzo de un nuevo día. Con un suspiro, abrí los ojos lentamente, dejando que mi mente emergiera de las profundidades del sueño.
El suave tintineo de los pájaros fuera de mi ventana me recordó que el mundo estaba esperando, listo para ser maldecido una vez más. Me estiré con pereza, sintiendo los músculos despertar gradualmente después de una noche de descanso reparador.
Después de unos minutos en la cama, finalmente me levanté, dejando las sábanas atrás en un revoltijo cómodo. El suelo fresco bajo mis pies me recordó que estaba despierto.
Entré en el baño, dejé que el calor del agua me envolviera, disipando cualquier rastro de somnolencia que aún pudiera quedar.
Con el cuerpo y la mente despiertos, me enjaboné con cuidado, dejando que el aroma fresco del jabón llenara el aire. Cerré los ojos, permitiéndome disfrutar de ese breve momento de paz antes de sumergirme de nuevo en las demandas del día.
Después de enjuagarme y apagar la ducha, envolví una toalla alrededor de mi cuerpo y salí del baño, sintiéndome renovado.
Termine por ducharme completo y salí en bata, baje a la cocina. El aroma tentador del café recién hecho me saludó cuando llegué, atrayéndome como un imán hacia la cafetera que burbujeaba en la encimera. Era obvio que Rindou me lo había dejado preparado. Agarre una taza sirviendo e inhale el aroma embriagador llenó mis sentidos.
Con un sorbo reconfortante, me senté a desayunar, saboreando cada bocado mientras el sol continuaba ascendiendo en el cielo, lo odiaba pero debía lidiar con ello.
Continúe con mis rutinas y decidí despejar aún más mi mente saliendo al supermercado. Había compras que me tocaban hacer está vez. Me puse mi mejor ropa de marca y salí de la residencia. Mi recorrido fue en auto hasta llegar al estacionamiento del supermercado.
Me estacioné y bajé. Busque un carrito y me adentre por la puerta principal del local.
El supermercado estaba repleto de gente, cada uno inmerso en su propia misión de encontrar los productos de su lista de compras. Yo no era una excepción. Con mi lista en mano, me adentré en los pasillos, decidido a completar mi tarea lo más rápido posible. Sin embargo, el destino tenía otros planes para mí ese día.
Unos putos planes.
Mientras caminaba por el pasillo de las conservas, mi mirada se encontró con la de Shina al final del pasillo. La tensión inmediata llenó el aire entre nosotros, como si el universo estuviera jugando una broma cruel al reunirnos en el lugar menos esperado.
Shina, con su típica expresión de superioridad, me miró con desdén. Cada vez que recuerdo el encuentro con ella era como una batalla de voluntades, y esta vez no sería diferente.
—No sabía que las caras de huevo crudo hacían mandados —mencioné con una sonrisa burlona, como si el simple hecho de encontrarnos fuera un golpe de mala suerte para ella.
Note cómo trataba de mantener la calma, aunque sus manos se tensaron automáticamente.
—Hola, Ran. No esperaba encontrarte aquí tampoco.
Estaba aburrido y por alguna razón quería volver interesante el momento. Cómo la tensión entre nosotros era palpable comencé a negarle el paso con el carrito. Los clientes nos miraban con curiosidad, algunos deteniéndose para observar la interacción entre dos personas que claramente no se llevaban bien.
—¿Vienes a buscar pelea, Ran? Porque puedo asegurarte que no será una que ganes —dijo Shina, con un tono desafiante.
—Solo estoy aburrido, Shina, y eres el único payaso que puede divertirme.
Las venas de su cuello comenzaron a notarse. Apretó los dientes y podía ver el tic en su ojo. Me sorprendía su control de paciencia.
—Parece que siempre estás buscando problemas, Ran. Tal vez deberías aprender a mantenerte fuera de mi camino.
Las palabras de Shina me golpearon como un puñetazo verbal. Quería responder, pero sentía que si seguía iba a romper por completo la paciencia de ella. Me dio un último vistazo cargado de desdén y alejó dejándome solo en el pasillo de las conservas.
Mientras continuaba con mi búsqueda entre los estantes llenos de productos, me di cuenta de que esto realmente era divertido. Aunque ella no me agradaba, era entretenido molestarla hasta ver a qué punto puede llegar su paciencia y eso era algo que quería comprobar.
Rápidamente, seguí el rastro por donde ella se había ido. Entre al pasillo de carnes y distingui su cabellera rubia. Ella estaba viendo el estante de carne de res, su mirada fija en un jugoso bistec que colgaba en el gancho y que a su suerte era el último.
Una chispa traviesa encendió mi mente y una sonrisa juguetona se formó en mis labios mientras me acercaba sigilosamente, esperando el momento perfecto para intervenir.
Cuando Shina extendió la mano para tomar el bistec, aproveché la oportunidad y lo agarré justo delante de ella, retirándolo del gancho con un movimiento rápido.
—Justo lo que necesitaba —mencioné con una sonrisa traviesa mientras sostenía el bistec en el aire, fuera de su alcance.
Shina frunció el ceño, claramente sorprendida por mi acción.
—Ran, ¿qué estás haciendo? —preguntó, su voz teñida de confusión y cansancio.
—Me llevo el último Bistec, obvio —lo sostuve como si fuera un tesoro precioso—. Parece que lo querías bastante.
Sus ojos lanzaron destellos de irritación, y trató de arrebatar el bistec de mis manos. Pero yo era más rápido y lo mantuve fuera de su alcance, moviéndolo hábilmente para evitar su agarre.
—Yo lo ví primero, damelo ya —dijo Shina, su tono lleno de frustración mientras continuaba luchando por alcanzar el bistec.
Con una risa juguetona, finalmente decidí ceder y devolví el bistec a su lugar en el estante.
—Aquí tienes, Shina. No quería que te quedaras sin cena —dije, con una sonrisa traviesa bailando en mis labios.
Shina me lanzó una mirada llena de desdén mientras tomaba el bistec y continuaba con su compra. La seguía y ella lo notó. Detuvo su andar en seco y se giró viéndome.
—¿Por qué me sigues?
—No hay un porque, así de simple.
—Estupido.
—Imbécil.
—Fracasado.
—Tarada.
Soltó un gruñido molesta y estresada, lo que me hizo reír.
—Uy, ¿te convertirás en furra?
—Voy a patearte el culo si no dejas de molestarme.
—Entonces ignorame, porque no te dejaré en paz.
Shina respiró hondo y siguió su camino a lado rápido. No perdí el tiempo y nuevamente comencé a seguirla. Ella trataba de evadirme, lograba esquivar a las personas de su camino solo para perderme, pero era algo que no le iba a dejar fácil.
Tome otro camino por otros pasillos, ella se iba alejando más hasta que llegue de sorpresa por delante cruzando mi carrito con el de ella.
El tic de Shina era más evidente.
—¿Qué mierda ocurre contigo? —exclamó molesta entre dientes.
—¿Qué cosa? —solté carismático— Solo me divierto.
—Diviértete con otra cosa y no conmigo.
—¿Con que debo divertirme? Dime.
—En primer lugar te puedes ir a buscar entretenimiento en otro lado, como burdeles y esa mierda que tienes cara de que te gusta y en segundo lugar —trataba de esquivar mi carrito pero era imposible, lo que la estaba sacando más de su casilla.
—¿Qué?~
Con eso ya había derramado la última gota de paciencia.
—Ahg ¡olvídalo!
Agarró una fruta y estaba a punto de arrojarla a mi cara cuando la voz de un ángel llegó a salvarme.
—¿Qué están haciendo? —preguntó Rindou acercándose.
—Que bueno que llegas, por favor llévatelo —le sugirió con voz dramática.
Rindou se giró hacia mí con el ceño fruncido buscando una explicación.
—¿Ahora que le haces?
—Solo me divierto molestándola.
Ella aprovechó y se alejó de nosotros molesta. Rindou soltó un suspiro desganado y me miró con cansancio.
—Trata de llevarte bien con ella y no la molestes.
—Que raro tu pidiéndome eso y más por una persona que conoces hace poco.
—Ran, le invite a comer a casa y lo que menos quiero es soportarlo a ustedes dos peleando.
La sonrisa que llevaba en el rostro desapareció por completo. Acaso dijo ¿Invitar a cenar a casa?
—No —solté con molestia.
—Si —dijo el firme— Yo soportaba que llevarás a cada mujer distinta los fines de semana, ahora déjame llevar a mi compañera de gym y no molestes.
Dejó esas palabras resonando en mi cabeza, continuó su camino hacia donde Shina lo aguardaba. No me dejé intimidar por las advertencias que él me lanzó. Esa bruja no iba a poner un pie en mi hogar, eso estaba decidido. Pero, por más firmeza que intentara infundir en mis acciones, parecía imposible detenerlo. El destino parecía tener otros planes para nosotros, y yo estaba decidido a enfrentarlos, cueste lo que cueste.
Después de nuestra visita al supermercado, regresamos a casa los tres. Rindou abrió la puerta, permitiendo que la mujer entrara primero. Le ofreció unas pantuflas, a lo que ella agradeció y se las puso. Mi hermano la condujo hacia la sala y le indicó un lugar en el sofá. Shina se acomodó cómodamente.
Yo, por mi parte, me senté en el sofá individual, observándola como un felino, fulminándola con la mirada y deseando fervientemente que se marchara.
—¿Está enojado gatito? —soltó está vez ella con un tono burlesco.
Se habían invertido los papeles y no estaba soportando.
Solté un gruñido cruzado de brazos y ella sonrió con superioridad. Rindou irrumpió en la sala trayendo tres botellas de cervezas pequeñas. Le ofreció una a Shina y me dejó una a mi.
—Iré a cocinar, por favor no se maten.
—Iré contigo, prefiero ayudarte antes de romperle la nariz a tu hermano.
Ambos se fueron a la cocina dejándome solo pero decidí seguirlos. Desde la puerta los veía cocinar que el aroma de las especias llenaba la cocina mientras Rindou y Shina trabajaban juntos, preparando la cena para nosotros. Decidí unirme a la cocina para aportar pero obviamente tenía otras intenciones, la tentación de molestar a Shina era demasiado fuerte para resistirla.
Me acerqué sigilosamente a la encimera donde Shina estaba concentrada en sazonar la salsa. Disimulando que cortaba verduras le di un codazo que provocó que ella se manchara con la misma.
Shina saltó hacia atrás, sorprendida por el repentino ataque de salsa.
—¡Ran, mira lo que hiciste! —exclamó, su voz mezcla de sorpresa y molestia.
Miré con fingida inocencia el parche de salsa en su remera, luchando por contener la risa.
—Oh, lo siento, Shina. Fue un accidente —dije, tratando de sonar convincente.
Rindou se unió a la conversación frustrado.
—¿Qué está pasando aquí? —preguntó, con el ceño fruncido.
Shina le mostró la salsa en su remera, su expresión era una mezcla de odio y cansancio.
—El idiota de tu hermano pensó que sería divertido arrojarme salsa —explicó, limpiando con un trapo la mancha de su remera.
Rindou sacudió la cabeza en negación, viéndome.
—Eres incorregible, Ran —dijo, antes de dejar su tarea y ayudar a Shina— Tengo una camisa que me queda pequeña. Te la presto.
—Gracias Rindou.
Él se retiró a buscar la prenda dejándonos solos otra vez. Nos mirábamos con intensidad de odio y deseó de golpearnos.
—No te quiero en mi casa.
—No me importa.
—Te tiene que importar, es mi casa.
—Y la de tu hermano.
—Yo soy el mayor.
—No se nota.
Nuestros ojos sacaban chispas de rivalidad hasta que Rindou volvió a llegar en el momento justo con una camisa. Era una camisa que al comienzo fue mía y como me dejó de andar se la di a Rindou y ahora se la da a ella. Se siente como si le estuviera dando algo mio.
—Ten, el baño está arriba a la derecha.
—Gracias.
Ella se fue siguiendo las indicaciones. Mi hermano se cruzó de brazos viéndome con seriedad juzgando mis acciones.
—Se que lo hiciste a propósito.
—¿Acaso importa?
—Ran, deja de molestarla, ella no te está haciendo nada.
—Está dentro de la casa y eso ya me molesta.
—Es mi invitada y si no te gusta te puedes ir a encerrar a tu habitación —soltó con firmeza volviendo a hacer la carne.
Chasqué la lengua al salir de la cocina, con la mente llena de pensamientos turbulentos. Subí las escaleras con pasos pesados, decidido a refugiarme en mi habitación y alejarme de todo por un momento. Sin embargo, mi atención fue atrapada por un destello de luz proveniente del baño. La puerta estaba entreabierta, invitándome a asomarme.
Sigilosamente, me acerqué y espié a través de la rendija. Allí estaba Shina, de espaldas a mí, ajustándose la camisa. Parecía estar abonando los botones, y la tela violeta se ceñía a su figura de forma perfecta. Un rubor caliente se apoderó de mis mejillas al observarla, y me retiré rápidamente cuando levantó la vista, temeroso de ser descubierto. Troté velozmente hacia mi habitación y cerré la puerta tras de mí.
Respiré profundamente, tratando de disipar la incomodidad que me invadía. Me sentía como un tonto por dejarme afectar por algo tan trivial como ver a una mujer usando una de mis viejas camisas. Pero tenía que recordar que debía odiarla, mantenerme firme en mi determinación. Aunque debo admitir que lucía excepcionalmente bien.
Pero, a pesar de mis esfuerzos, una parte de mí no podía evitar desear que Rindou no volviera a traerla en los siguientes días. No quería encontrarme con ella de nuevo, aunque sabía que sería difícil evitarlo.
Suspiré resignado, reconociendo que las cosas rara vez salían como uno deseaba. Y en ese momento, me sentí atrapado en una lucha interna entre lo que quería y lo que debía hacer.
A veces me odiaba por ser tan burlesco sabiendo que el karma me llegaría.
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