Capitulo 3
Nuevo hater.
Rindou no podía creer lo que veían sus ojos. Claro, verme despierto temprano y vestido para entrenar era como encontrarte cara a cara con tu peor pesadilla.
Me ajusté la remera y adopté una pose, con las manos en las caderas, observándolo.
—¿Qué tal?
Él seguía procesando lo que estaba pasando. Creo que ver tanta belleza a esa hora del día lo descolocó por completo. Sacudió la cabeza rápidamente, saliendo del estado de shock.
—¿Quién se sacrificó? —preguntó aturdido.
—¿Qué? —inquirí, confundido por su pregunta.
—Nada —respondió, desviando la mirada.
Rascó su nuca en silencio, sus ojos me examinaban con atención. Separó ligeramente los labios, como si estuviera pensando cuidadosamente en lo que iba a decir.
—Entonces, ¿te animarás a venir conmigo a dar una vuelta? —preguntó con cautela.
—Claro, ¿por qué no? —respondí con una sonrisa.
—Es que no es algo que acostumbres hacer —añadió, con una nota de sorpresa en su voz.
Me sentí herido, llevé mi mano a mi pecho, justo donde late el corazón.
—Me dijiste que debería empezar a cambiar.
—No me refería a est- —hizo una pausa, interrumpido antes de terminar su frase.
Creo que ya había captado mi mensaje. No pensé que lo haría, suelo ser muy cauto, pero esta vez traté de ser evidente.
—¿Vienes conmigo solo para encontrarte con ella? —preguntó con cierta incredulidad.
—Nah, ¿cómo crees? —reí ante la pregunta, pero luego hubo un pequeño silencio y solté la lengua—. Sí.
—Hermano —su side eyes me mataba.
—Por algo debo empezar —respondí, tratando de justificar mi decisión.
Colarme en los entrenamientos de mi hermano sabiendo que va estar ella solo para acercarme y platicar es un plan maestro. Hasta puedo demostrar mis habilidades que casi todos cuestionan.
Por lo general, solo voy al gimnasio una vez a la semana, ya que la mayor parte de mi tiempo libre lo paso durmiendo o en la peluquería. Sin embargo, creo que ahora puedo integrar un poco más el gimnasio si las cosas salen bien.
—Está bien, vamos entonces.
Después de decir eso, salimos de la casa juntos. Comenzamos trotando hasta el punto de encuentro donde nos veríamos. Sorprendentemente no había perdido mi habilidad para ser rápido, no tuve problemas para mantener el ritmo. Al llegar, vimos a la muchacha esperando en el lugar acordado, claramente esperando a Rindou, por lo que mi presencia sería una sorpresa.
Levantó la cabeza al vernos llegar, inclinando la cabeza y arqueando una ceja con confusión. Rindou fue el primero en acercarse.
—Lamento la demora —sonrió— ¿Estabas esperando mucho?
—Llegue hace 5 minutos de hecho, no te preocupes.
Sus ojos se encontraron con los míos. Debo admitir que tenía una expresión de desdén impresionante en su rostro.
—¿Y él?
—Él es mi hermano, se integrará con nosotros —rasco su nuca—. Espero que no te moleste.
Ella levantó sus hombros con desinterés. Creo que era algo bueno.
—No realmente, me da igual mientras nos pueda seguir el paso.
Esas palabras las sentí como una puñalada a mi orgullo.
¿Estaba tratando de decir que yo puedo ser un estorbo?
Apreté la mandíbula mientras una vena se marcaba en mi frente. Permanecí con mi característica expresión carismática y con un tono calmado pero firme me dirigí a ella.
—¿Estorbo yo?
Ella me miró confundida, como si lo que dijera fuese de la nada.
—Yo no dije eso.
—Te reto a competir conmigo —mi lado competitivo estaba ardiendo—. Tu y yo corriendo hasta la torre de roppongi.
Ella soltó una carcajada, como si mis palabras fueran un chiste. Me miró de forma incrédula.
—No hagas bromas, claro que no haré esas cosas.
—¿Eres cobarde?
Ella dejó de sonreír tomándose mis palabras con seriedad. Le había dado su orgullo.
—¿Yo cobarde? Ja! Iniciemos.
Fuimos juntos hasta un punto de partida. Mire a Rindou el cual entendió que su rol era controlar la carrera para que sea limpia sin trampas, aunque me guste hacerlas. Todo para demostrar y sobresaltar ser superior a los demás.
Ambos estábamos listos. Rindou dió inicio y salimos juntos corriendo. Esquivaba personas y tránsito, nos la estábamos tomando muy literal. Era entendido notar la destreza de ella por querer superarme, estaba casi igualada a mi ritmo.
Rindou nos fue siguiendo como árbitro juzgando y cuidando que no cometieramos trampas.
Y estábamos por llegar, solo faltaba una cuadra y ella no cedía. No quería ser humillado así que, hice lo que todo caballero haría. Puse mi pie entre sus pies enredándose, esto provocó que ella perdiera el equilibrio y cayera al suelo en seco. Comencé a reírme adelantando mi paso aún más a la meta logrando consagrarme como ganador.
Levanté mis brazos con victoria y la miraba desde arriba. Ella se reincorporo y se acercó amenazante.
—¡Hiciste trampa!
—¿Yo? Jamás —solté con voz burlona.
Ella se enojó aún más.
—Tramposo.
—Perdedora.
—Prefiero perder con honores a ganar con trampas.
Rindou hizo presencia acercándose. Se paró frente a nosotros evitando posibles conflictos.
—No peleen, solo fue una carrera sin valor. Además, ella tiene razón, hiciste trampa.
—Es una carrera sin valor ¿No? Las trampas no cuentan.
Ella rodó los ojos y se cruzó de brazos, apartando la mirada. Mientras tanto, yo solo sonreía de forma victoriosa, sintiéndome totalmente superior. Pensé que con eso ella caería ante mí, pero estaba muy equivocado. Ni siquiera me miraba ni me hablaba; el resto del día hizo como si no existiera en absoluto. Debía admitir que eso me molestaba, pero no lo suficiente como para darle importancia. Rindou trataba de incluirme en las conversaciones, pero cada vez que hablaba, ella solo me miraba indiferente.
Creo que ya la había fastidiado.
Estábamos trotando y decidimos tomar un descanso. Nos sentamos en unas bancas los tres. Agarré mi botella de agua y le di un sorbo. El sudor pegaba y mojaba mi ropa, lo que resultaba incómodo y me ponía de mal humor. Ahora recordaba que esa era la razón por la que no solía hacer ejercicio con frecuencia.
Estábamos en silencio cuando Rindou decidió romperlo otra vez.
—Debemos repetir esto otra vez.
Ella acomodó su flequillo a un lado para poder verlo mientras secaba su rostro con un pañuelo.
—Me parece perfecto —expresó, mientras contemplaban la posibilidad de incrementar las rutinas.
—Pensamos exactamente lo mismo —respondió él, confirmando su petición.
Estaban locos si pensaban que iba a seguirles el paso. Creo que ya fue suficiente sudor por hoy.
—De mi parte, es la última —afirmé con firmeza, decidido a poner fin a la discusión.
—Eso ya sabíamos —replicó ella con un tono de desdén evidente.
—Qué mal comienzas a caerme —lamenté, sintiendo la tensión entre nosotros aumentar.
—Genial, eso sí que es un milagro —respondió con sarcasmo, añadiendo combustible al fuego de nuestra disputa.
Tenía un tic en el ojo; ella estaba tratando de colmar mi paciencia. Pensé que sería una mujer buena y fuerte, pero al final resultó ser grotesca y grosera. Su belleza solo atrae, pero su personalidad me aleja. Agarré con fuerza la botella, apretándola, y me dirigí a mi hermano tratando de ignorarla.
—Me voy —anunció con firmeza, dejando en el aire un eco de determinación.
Con estas palabras en mente, me fui, dejando a mi hermano con las palabras en la boca. No quería estar presente con alguien que no tenía ni una pizca de carisma.
¿Cómo pude siquiera creer que ella podría gustarme? Estaba terriblemente equivocado.
Pero aún peor era saber que el destino disfruta jugando con las almas más pecadoras.
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