7.1: Después de la tormenta.

ADVERTENCIA: Segunda parte de "Quédate conmigo". Post Endgame y WandaVision AU. Posibles pequeñas referencias... si saben a lo que me refiero.
Ah sí, menciono además que en este mundo DSiMoM JAMÁS sucedió. Por mi estabilidad mental inexistente y la sanidad de mis personajes, gracias.

Cuando despertó, todo daba vueltas.

La luz hería sus ojos, más sensibles de lo normal. Se movió a duras penas y emitió un quejido de dolor al hacerlo. Cerró los ojos, intentando recordar como había llegado hasta ahí, a estar así. Pero fue imposible; por más que se esforzaba en intentar revivir su memoria, no podía lograrlo. Todos sus recuerdos eran totalmente borrosos, envueltos en un denso velo blanco que, por momentos, parecía dolorosamente impenetrable.

Comenzando a sentir una aprensión desagradable, la joven mujer jadeó con fuerza, buscando una señal. La que finalmente obtuvo cuando sus ojos desesperados finalmente se acostumbraron a la luz y pudo ver el cielo azul, el viento siseando suavemente, el duro suelo bajo ella, el aroma de la hierba y el sonido de las hojas de los árboles... se asustó y quiso gritar, quiso recordar, pero de nuevo, no pudo. Emitió otro quejido, esta vez de frustración. Ella, Wanda Maximoff, una de las mutantes más poderosas del mundo, estaba siendo dominada por el dolor.

Gruñó, claramente molesta. Hasta que dejó ir sus días como prisionera de Hydra, ella jamás había cedido ante el dolor físico. Y sin embargo, ahí estaba, vencida por el dolor en su espalda, la confusión, y unas punzadas molestas que, para colmo, sedaban su memoria y bloqueaban sus recuerdos. Se sentía decepcionantemente débil, indefensa...

Ella no podía permitirse ser débil.

Reprimiendo los gritos de dolor que su cuerpo deseaba soltar, hizo un último acopio de las pocas fuerzas que le quedaban y movió su cuerpo a una zona no tan dura, para dejarse caer de espaldas sobre la hierba blanda. Sentía como si su cuerpo hubiera sido apaleado y arrollado por un tren a toda velocidad. O mejor dicho, cinco trenes...

Se detuvo, súbitamente, temblando y sudando frío al reparar en el desgarrador peso del número, tan simple para otros... tan aterrador para ella.

Cinco trenes. Cinco...

CINCO.

Cinco gemas.

Su cabeza comenzó a punzar con más fuerza y apenas si logró retener un grito de angustia, ya no solo impulsado por el creciente dolor corporal. Ahora era una angustia emocional que nada ni nadie, ni siquiera todas las medicinas del mundo, podrían quitarle. La memoria comenzaba a volver a ella, a una velocidad aterradora y vertiginosa. Las imágenes de su mente no eran nada agradables. Recordaba la batalla con Thanos. Recordaba la desesperada petición que él le hizo al sentirlo tan cerca. Recordaba claramente haberse obligado a morir mientras le hacía caso, mientras era consciente de que, si sobrevivía, jamás se lo perdonaría. Mientras deseaba, tan solo por unos minutos, no hacerlo, entregarlo todo y huir con él, a un lugar donde la maldad y el dolor no los alcanzaran jamás. Mientras llegó a pensar, al ver sus lágrimas silenciosas, dejar de pelear y morir con él si ya no había más opción.

Después de todo... ¿qué de bueno había hecho el universo por ellos? ¿Qué le debían a ese mundo que, lejos de dejarlos vivir en paz, no había hecho más que destrozarlos, una y otra vez, por el insano placer de los hombres al ver sufrir y condenar aquello que ellos no entendían? Sin embargo, no podía. No debía. Esa era su misión, era su labor. Salvar al mundo aunque no lo merecieran. Dejarles vivir... a costa de perder lo que significaba tu vida. Eso fue algo que ella no perdonó, pero él sí. Él siempre fue el héroe, la luz y la esperanza que su alma atormentada necesitaron. Y ahora, esa luz se había ido, dejándola sola.

Finalmente lo podía recordar todo.

Ella había hecho lo que él le pidió. Y no sirvió de nada.
Ella se había desvanecido, sin más deseos de vivir, no sin él. Se había ido con la esperanza de encontrarlo, pero no había sido así.
Desesperada, se incorporó del todo, buscando a su alrededor, sin éxito. Él no estaba ahí. No quedaba nada de él.
Ella había vuelto. Pero él no.
Ella había destrozado la gema... había acabado con él... se había enfrentado a Thanos mientras su corazón se rompía... y aun así no pudo recuperarlo.

Se había ido para siempre.

Solo entonces, el shock dejó de embotar su poder, y gritó. Gritó con fuerza, ignorando a los hombres que vinieron, supervisados por la princesa Shuri, y que intentaron calmarla en vano, mientras observaban, atónitos, cómo una serie de chispas amarillas comenzaban a aparecer en el ambiente, abriendo paso a un hombre vestido de manera curiosa que venía a solicitar su ayuda en una última batalla contra Thanos.

A ella no le podía importar menos. No le importó nada, ni siquiera cuando se lanzó al combate, tratando de menguar su dolor con la venganza contra aquel que se lo había arrebatado todo, el que había destruido aquello que más amaba. No le importó cuando volvió a verse cerca de la muerte unos minutos después, salvándose de milagro. Se sentía enferma, agonizante, y ese, desgraciadamente, no era ningún mal que la medicina, la magia, o tal vez los mismos dioses pudieran sanar.

Wanda tenía el corazón destrozado.

Y la única persona que podía repararlo jamás volvería para hacerlo.

"El mundo apenas se recupera del ataque..."

"Los acuerdos de Sokovia entraron en nuevas discusiones gracias a que los antiguos vengadores y criminales de guerra ayudaron en..."

"Se informa que una de las vengadoras que ayudó a derrotar y detener al titán loco que llaman Thanos se encuentra en estado crítico..."

"Los rumores apuntan a que la pérdida de muchos de los miembros, aún desconocidos, ha afectado sobremanera al equipo..."

"El Secretario de Estado, Thaddeus Ross, indica no estar de acuerdo con las negociaciones para levantar los acuerdos..."

Estaba dispuesta a cambiar de canal, una vez más, pero oír los comentarios del hombre en la pantalla, entrevistado por varios periodistas, la obligaron a permanecer ahí, apretando los puños con ira. Sus palabras resonaron en su cabeza por largos segundos, mientras temblaba conteniendo aquella tormenta que amenazaba con salir, ahora más que nunca, después de tantos años...

"Si bien la señorita Maximoff hizo su labor al proteger al planeta y derrotar al enemigo, aún es una criminal de guerra. Eso no cambiará. Y si así fuera, ella no está capacitada para ser una vengadora. Es inestable emocionalmente, y eso lo prueba la crisis emocional por la que está pasando en estos momentos. Cualquiera diría que se enamoró de una máquina a la que debieron destruir desde un principio para evitar esto, y eso es completamente insano e inaceptable..."

La televisión dejó de sonar. No supo si había sido la fuerza con la que había arrojado el mando del aparato, o la niebla roja que había explotado dentro de su habitación. Solo sabía dos cosas: tendría que pagar por el aparato que ahora tenía la pantalla rota y exhalaba humo, y que, de haber tenido al hombre frente a ella, no habría sido capaz de contenerse. Tal vez, incluso... le habría hecho sentir la misma congoja que ahora la dominaba, y tal vez no se habría arrepentido de ello. Inhaló profundamente, agradeciendo que él no hubiera tenido que escuchar todas esas opiniones.

"Si tan solo supieras... los humanos son más crueles de lo que tú creíste."

Una lágrima rebelde escapó de sus ojos al recordarlo. ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Semanas? ¿Meses? Lo ignoraba. Por ella podrían pasar años y ni siquiera lo sabría. Su memoria, al menos, la resguardaba del paso del tiempo, le impedía afrontar el terror del olvido. Lo único que la hacía retomar la noción de la realidad era la caída de la noche, día a día. Y aquel crepúsculo en New Jersey, ella volvió a sonreír, como siempre, con una mezcla de ansiedad, nostalgia, y tal vez, solo tal vez, un tinte de ligera alegría. Si antes amaba las noches, ahora las esperaba con ansias; sobre todo, porque podía encontrarse de nuevo con él, podía volver a verlo y aparentar que la pesadilla era aquella grisácea realidad que duraba varias horas, mientras se aislaba para no sentir. Mientras eludía preguntas, comentarios, y a los pocos compañeros que intentaban contactar con ella, algunos intentando convencerla de olvidar, otros prefiriendo ignorar su existencia por completo...

Olvidar... ¿acaso sería posible para ella olvidar? Negó en silencio, con rapidez. No podría. No podría dejar ir lo único que la mantenía con vida y algo de fe en esos momentos. Era incapaz de rendirse, a pesar de que ahora, nadie quería darle razón del paradero de Visión, o lo que quedaba de él...

-¿En dónde estás, amor...?- se preguntó una vez más, consciente de que no recibiría respuesta, esperanzada en secreto de que su voz suave volviera a susurrar en su oído las promesas que esta vez no se cumplirían. Aquel último pensamiento volvió a arrebatarle una lágrima, y sin más deseos de nada, cerró los ojos y se lanzó contra su lecho, repitiéndose una y otra vez el mismo mantra: ser fuerte, no llorar... ser más fuerte, y reprimir las lágrimas que tanto había derramado.

Esa vez fue inútil.

Sollozó en silencio, extrañando con más fuerza que nunca, maldiciendo a todos aquellos que se atrevían a juzgar sin conocer la verdad, abrazando la almohada con tanta fuerza mientras, en su mente, un deseo infantil la hacía anhelar la presencia de un hada mágica que transformara el objeto inerte en aquel ser tan amado. Lo necesitaba tanto... necesitaba su voz suave, su calidez familiar, sus pensamientos, sus preguntas inocentes, sus historias, sus conversaciones... sus promesas y sus besos.

Necesitaba que él estuviera a su lado. Le hacía más falta que nunca.

—No me dejes sola... —suplicó, antes de quedarse dormida, sin distinguir cuál era el sueño, y cuál la realidad.

Tal vez por eso no supo definir quién fue, o en qué momento, que susurrando en su oído, hablaron, en una mezcla de pena y calma...

"Jamás lo haré, mi alma..."

Volvió a abrir los ojos, agotada. Con la frustración en el corazón.

No había soñado con él esa noche. No había soñado con nada. El súbito temor de estar comenzando a perderlo comenzó a manifestarse unos minutos después de sus vanos esfuerzos por recordar su sueño, hasta comprender que era inexistente. Negó con rapidez, intentando convencerse de lo contrario con agitación. De repente, la soledad le parecía completamente aterradora... la oscuridad le devolvió los temores de niña que él había logrado quitar de su corazón...

Wanda comenzó a amar la noche desde que él estaba a su lado para reconfortarla. Para enjugar sus ojos y permitirle llorar en sus brazos. Para abrazarla y ahuyentar las pesadillas que casi siempre la hacían despertar en medio del dolor de la realidad.
Pero desde que lo había perdido, lo único que la hacía esperarla con ansias era el deseo de verlo una vez más en sueños. De aferrarse más y más a estos, y de alejarse lo más que pudiera de la realidad cruel que la tenía atada a un mundo sin color y lleno de miedo.
Y ahora, también comenzaba a perderlo ahí.

Y ya sentía que un grito abandonaría sus labios temblorosos cuando la ventana se abrió, y ella giró bruscamente, sorprendida por el brusco movimiento, asustada por el repentino ruido, y aliviada al no sentir ningún descontrol de sus poderes, pese a las tormentosas emociones que la sometían en esos momentos.
Intentando serenarse, se puso de pie, arrastrando sus pasos hasta la ventana para cerrarla. Sin embargo, en cuanto puso una mano en la manija, se quedó completamente quieta, sintiendo el aire frío de la noche chocar contra ella, jugar con su cabello mientras las negras nubes se dejaban llevar por la brisa, nublando la suave luz de la luna que a pesar de todo consiguió abrirse paso y llegar hasta aquellos ojos tan cansados y llenos de dolor. Las únicas ventanas que permitían ver a esa alma otrora feliz, y que ahora gritaba desesperadamente, en silencio.

"Me gusta la noche, ¿sabes? Hay tanta calma en ella... tanto silencio... nadie que pueda interrumpir o alejarme de ti...
Me gusta la noche porque puedo estar contigo y sentir paz."

Ya quisiera poder sentir esa misma calma.
Daría lo que fuera para liberarse de aquel dolor intenso que la consumía viva, lentamente.
Daría lo que fuera para liberarse de las pesadillas y ese vacío insoportable, para dormir, dormir por mil años y al despertar, volver a verlo consigo, o quedarse en las pocas quimeras que al menos eran capaces de traerlo de regreso por unos instantes, antes de verse desvanecidas por la luz del sol.
Daría lo que fuera, aunque sea para encontrarlo y tratar de dejarlo ir en paz. Paz...
Algo que había olvidado por completo. Una palabra que estaba prohibida para ella, al parecer.
Tan prohibida como felicidad. Más prohibida que amor.

—Vuelve... —susurró con la voz quebrada, abrazándose en silencio, intentando sentirlo una vez más, sin éxito. Solo un eco vacío y sin vida que le devolvió la respuesta a su llamado.

El mismo eco que oía todos los días y que comenzaba a volverla loca, flotando en una maldita incertidumbre que cada día se hacía más y más dolorosa al mezclar los recuerdos de un sueño fugaz, con la realidad gris y fría que la acechaba constantemente, rompiendo su corazón, desde que había perdido su felicidad cuando tenía 10 años, el día en el que esas malditas bombas cayeron en su hogar.

El mismo eco que le recordaba que volvía a estar sola. Que siempre lo había estado, y que lo estaría siempre.
Y ya no quería estar sola. No de nuevo. No podía, no sin él. Su corazón se rehusaba por completo.
Lo quería de vuelta, al menos una última vez. Lo quería consigo, para pedirle perdón por haberle traicionado de nuevo, por haber fallado.
Lo quería de vuelta, al menos para dejarlo ir. Para despedirse, y despedir a su corazón apenas latiente, que hacía mucho que había muerto también...

El día en el que por su propia mano, tuvo que acabar con el hombre que amaba. Y con él, con todo lo que alguna vez le permitió sentir que sí era cierto.
Que incluso para ella, al final, sí podía salir el sol después de la tormenta.

El sol jamás salió.

Incluso el astro que parecía iluminar generoso las vidas de todos a su alrededor, le rehusaba el calor y la alegría, incluso el alivio que tal vez pudo haber sentido si este tan siquiera le regalaba un rayo... solo uno.
Ella no pedía más que eso. Ya no podía pedir.
No podía sentirse más vacía y sin sentido después de aquel día.

Después de deambular unas semanas más, sin recibir respuesta de nadie, finalmente encontró una pista del paradero de Visión. Usando las últimas influencias que le quedaban de su pasado como vengadora, o al menos las que no se habían visto mermadas por el resto del historial que tanto odiaba, finalmente había conseguido un acceso para poder verlo, junto con el último retazo de esperanza que le quedaba para al menos, intentar despedirse de él.

Había hecho el esfuerzo sobrehumano de aceptar la pérdida, como todas las veces anteriores, había tratado de convencerse a sí misma de que eso era lo que él hubiera querido, había intentado aferrarse... si existía un Dios que aún la observase, sabía que el dolor y el juramento eran reales. Sabría que ella había asistido ahí con una sola intención.

Y ni siquiera había podido cumplirla, porque en el momento en el que finalmente pudo verlo, todo se había ido al diablo.

Su poca resiliencia, la estabilidad que le permitía aferrarse a la calma que había acumulado con todas sus fuerzas para no romperse en ese lugar. Su corazón, su mente, todo.
Solo le había bastado verlo para darse cuenta de que ya no le quedaba nada.
Le había bastado al acercarse, rompiendo cualquier protocolo existente, intentando sentirlo sin éxito, para que de repente, aquello que había estado acechando en las sombras desde que despertó, se lanzase sobre ella.

¿Quién lo diría? ¿Quién podría haber pensado que al final, el gran y perfecto Visión, era tan mentiroso como todos los demás humanos?
Mentiroso, sí, porque la había engañado todo ese tiempo, con palabras dulces y llenas de esperanza que ella creyó como una niña pequeña, necesitada de cuentos de hadas que ahuyentaran a los monstruos de la oscuridad.

Pero ese día las mentiras se rompieron, y el sol se ocultó, le dio la espalda.

Y en una desesperación provocada por la tormenta que amenazaba con ahogarla dentro de los confines de su atribulado corazón, a ella no le quedó más opción que crear el suyo propio, con los retazos del pasado, el presente y lo que pudo ser un futuro que solo existía en sus sueños.
Una mentira inconsciente, y de cierto modo inocente, porque en ese momento solo deseaba volver al tiempo en el cuál era feliz siendo engañada.
Un desafío al destino, ignorando que este había escrito en mil historias diferentes un final que la apartaba de su felicidad, porque esa palabra no existía en su cuento.

Ella intentó ser feliz, sin herir a nadie más. Pero la realidad no tardó en alcanzarla cuando él la hizo reaccionar.
Su gran amor... su razón de vida. El corazón que ahora latía por ambos y que le recordó, con un sabor amargo, quién era, qué estaba haciendo, y por qué tenía que parar antes de quedarse dormida para siempre.
La despertó del sueño del que ahora no podía salir. Y entendió que de nuevo, tarde o temprano, iba a quedarse sola otra vez... porque ya había tomado una decisión. Una de la que, en el fondo, tal vez, siempre había sido tomada. Tal y como todas las otras veces que sacrificó sus deseos, dejándose desvanecerse poco a poco.

Los héroes no torturaban a la gente. Y ella tenía muy claro que no era, ni jamás sería una heroína.
Pero no podía pensar en ser feliz sobre el dolor de otros. Mucho menos perdonarse, sabiendo que ya lo había hecho, quisiera o no.

—No puedo seguir. —confesó finalmente, observando la barrera rojiza que se acercaba a ellos, poco a poco. El androide no respondió, pero podía intuir que no hablaba precisamente de dar vuelta atrás en su elección.— Ya no quiero. No más.

"¿Por qué los sueños son tan cortos y las pesadillas tan reales?"

—Sí puedes. Siempre has podido. Eres más de lo que crees que hay en ti, y eso es lo que el mundo necesita. Lo que nuestra realidad necesita.

Realidad. Algo que no podía cambiarse, sin importar cuánto lo intentara. Si el juego estaba establecido, entonces esto solo era la punta del iceberg comparado a lo que haría en el futuro. Caer en la locura, convertirse en lo que más había odiado... odiarse más de lo que hacía... perder más de lo que había perdido, hasta que solo quedase una cáscara de lo que alguna vez fue y nada de lo que quiso ser. Un monstruo con rostro de mujer. Una marioneta vacía que solamente podría tener un final.
Esa sería su vida. Su realidad.

—Te equivocas.

Y abrió los ojos, confundida, para verlo a él tomar sus manos con la misma calidez que tanto había añorado, y que intentó atesorar con precisión en su mente.

—No eres lo que dicen que eres. No eres quien crees ahora que eres. —la mirada color cielo de Visión se veía teñida por un rastro de dolor y amargura. Tal vez no era el mismo que ella había conocido, y que notaba necesitaba en su vida, pero sí podía sentir la culpa por haberla dejado antes... y por estar haciéndolo ahora.

—Nadie sabe qué soy ahora Vizh. Ni siquiera yo. —desvió la mirada hacia el domo, cada vez más y más retraído.— Y no sé si quiero saberlo ya.

"No sé si quiero saberlo, porque si lo descubro y es lo que más temo, te habré fallado."

—Pero lo descubrirás... porque tienes que vivir. —susurró suplicante.— Vivirás, encontrarás tu camino, serás feliz. Podrás ver que siempre fuiste más. Pero debes vivir. Tienes que seguir, Wanda...

—Sin ti, otra vez... —podía sentir su propio cuerpo rindiéndose ante el dolor de nuevo. El indicativo de que el sueño estaba por terminarse, de que esta vez, no volvería a soñarlo nunca más.

Porque hoy era diferente. Hoy él se iba. Y no volvería.

—No. No otra vez. —y él llevó las manos de ella hasta su frente. Hasta la gema que aún emitía un brillo suave, casi etéreo.— Seguiré contigo, siempre, viviendo en ti. Y algún día...

"Algún día..."

"Volveré a decirte hola."

Ambos se abrazaron, sin atreverse a decir nada. No lo necesitaban. Las palabras siempre habían salido sobrando entre ellos dos. Entre una voz etérea que había conseguido romper las barreras de la realidad, y un alma que a pesar de todo, se aferraba a perseguir un final distinto y a cambiar las reglas de un juego que no sabía si podría ganar. Se abrazaron, sintiendo las lágrimas correr libres, las mismas lágrimas que habían permanecido selladas por tanto tiempo, negadas para ellos por un mundo cruel. Se besaron como si fuera la primera y la última vez, con el anhelo de un final de cuento de hadas, la lentitud de la eternidad, y la intensidad de una pasión desesperada.

—Antes ya nos hemos despedido... —ella se rehusó a ver la barrera. No quería romper la conexión de sus miradas. No esta vez.-Significa que algún día...

—Otra vez te diré hola. —repitió con la voz quebrada, brindándole la última sonrisa que se darían, al menos por un tiempo. Repitió la frase suya, no como un consuelo, mas bien como una promesa. Y se aferraron a ella con todas sus fuerzas, sin que les importara que a su alrededor, el mundo se destruía y volvía a formar, las campanas tocando una melodía de medianoche que dio paso a la luz del día.

Los sueños eran cortos, irreales, y siempre terminaban. Pero las memorias eran sempiternas, y no podían ser arrebatadas.
Y él era una memoria vuelta realidad, sellada en el interior de un juramento que se grabó en el interior de su corazón.

Una promesa que la instaba a seguir viviendo, sujeta a una esperanza lejana, tal vez irreal, pero que era lo único que en ese momento le impedía caer en los miles de vacíos que la perseguirían en un intento de alcanzarla y cumplir con el final de la historia que ahora intentaba cambiar con cada aliento que le quedaba en ese mundo. Un mundo que aún era gris y hostil, lleno de nuevos aliados y enemigos, un mundo que intentó sellar su destino más de una vez, pero que de repente, comenzaba a hacerse menos duro para ella, en medio del dolor que, en algún momento, aprendió a dominar.

Un día en el que, por primera vez en años, el sol decidió darle un pequeño rayo de luz. Fugaz, delicado y frágil, pero suficiente para ese corazón que intentaba reconstruirse en un camino diferente.

Y ese día, ella sonrió. Sonrió genuinamente, después de tantos días en los que su propio resplandor se había visto apagado.

Tal vez podría cambiar la historia después de todo.
Tal vez, él sí cumpliría su promesa después de todo.
Tal vez, esta vez, los cuentos sí serían reales.

—Hola Wanda... —musitó, parado frente a la pequeña cabaña oculta en las montañas de Sokovia. Sin saber cómo es que había podido encontrarla después de tanto, pero genuinamente feliz de haberlo conseguido.

Ella sonrió.
Tal vez, esta vez, el sol saldría para iluminar sus vidas... después de la tormenta.

"Sí, estoy llorando con esto, sobre todo después del shock que llevo atorado desde que terminó WandaVision, porque siendo sincera... se merecían más. Lo merecían todo.
Y sí, estoy ignorando por completo lo que pueda venirse en DSMoM porque este shot fue creado con la función de ser una comfort zone, y a estas alturas es obvio que Marvel no piensa terminar con el sufrimiento de Wanda.
((This didn't aged well...))
Sé que cambié mucho la fórmula de los shots, y si son lectores de huesos negros, sabrán que este principalmente ha dado un giro completamente distinto a su versión original, pero tenía que ser así. Y ahora permiso, debo ir a recuperar mi estabilidad emocional."

ValerieMN

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