5: Mi motivo de seguir.
ADVERTENCIA: AU relacionado con la saga "Renacer", por lo cuál advierto la presencia de posibles spoilers.
Sus ojos marrones se fijaron en el fuego que crepitaba casi rítmicamente mientras intentaba recordar. Hacía mucho que no había podido sentarse en paz, a pensar en lo que había comenzado desde que ella era solo una niña. No había tenido tiempo de reflexionar y siquiera intentar comprender del todo lo que sucedía. En cuanto el caos comenzó, ella fue arrancada de raíz del mundo que había conocido, obligada a crecer con rapidez y madurar, a ser la esperanza que todos buscaban y veían en ella.
Podían decir que no podía quejarse. Podían decir que desde que tenía memoria ella había sido preparada para tomar esa responsabilidad. Pero no podían entender que a pesar de conocer al pie de la letra los protocolos y los modales, lo que ella debía hacer en cualquier situación que la impulsara a hacer uso de su cargo y nombre... a pesar de que Ivalynne Elenssar había sido formada para ser una reina, LA reina... nada preparaba lo suficiente a un niño como para poder afrontar un súbito ataque que marcaría el inicio de la era más cruda de la guerra.
Nada podía preparar a nadie para ver desaparecer todo lo que conocía y afrontar la realidad de ser la única heredera al trono de luz.
-¿Lynne...? -su voz sonaba lejana, quimérica. Apartó la mirada del fuego intentando concentrarse en la realidad.- Ivalynne... Ivalynne, despierta. -rápidamente reaccionó y se levantó, chocando sin querer con el muchacho, que de inmediato la sostuvo contra sí para que no perdiera el equilibrio.- ¿Qué ha pasado?
-Nada... eso creo. Solo intenté recordar... -él asintió, silencioso, aliviado.- Pero volví a perderme en los recuerdos.- musitó apartándose levemente, sentándose ambos frente al fuego.- No me es raro, pero ahora...
-Ahora...- murmuró repitiendo sus palabras.
-Ahora fue más complejo.- se removió, incómoda, y apretó sus manos contra su chaqueta.- Recordé el día del ataque.- su mirada se oscureció y lo único que Arley Winthrev pudo hacer fue acercarse y abrazarla con cariño y respeto.
La conocía desde que eran niños. Jamás había hecho preguntas cuando llegó, saber que también había sido otra víctima de los ataques de la oscuridad le bastaba, le hacía entenderla al haber pasado por lo mismo siendo más pequeño. La relación entre ambos a un inicio fue simplemente la que debía ser, un futuro guardián que protegía a la princesa de todo mal; pero con el tiempo, la necesidad de ya no sentirse aislados comenzó a acercarlos más, les hizo encontrar similitudes entre sí... los volvió amigos cercanos y muy unidos...
Y sin embargo, él seguía sintiéndose impedido de acercarse a la ahora futura reina como deseaba.
-Arley... -susurró trémula, separándose levemente de él.- la extraño demasiado.
-Lo sé... sé que lo haces. También extraño a Daryon todo el tiempo. Me gustaría que esté conmigo... pero tomó su decisión.
-Pero ella no. -su voz sonaba claramente afectada.- Ella nunca pudo decidir. Yo la vi Arley... yo vi lo que le pasó, ¡estuve ahí! -cerró los ojos con fuerza, culpable.- Fue por mí. No le habría pasado nada de no ser por mí.
-No Lynne. No te culpes. No te martirices más, por favor. No es tu culpa, ni suya. Los que los perseguían, los que te buscaban son los culpables reales. Tú no. -viendo el ligero temblor de su cuerpo, se apresuró a abrazarla tiernamente, brindándole la seguridad que sabía, necesitaba en esos momentos. Ivalynne se refugió en su pecho y sollozó, sintiendo la necesidad de liberar todo lo que había reprimido por esos 3 años.
"Una reina de la luz no es como los hombres, es mejor que todos ellos. El hombre y su sentir están vedados a recibir la eterna gracia de la reina, porque no la merece."
Eso era lo que le habían enseñado. Las reinas antecesoras siempre fueron valientes, frías, hermosas y lejanas. Todas tuvieron cabellos castaños claros, del color de la miel, dorados como su estrella símbolo, plateados como los astros lejanos, o incluso blancos como la niebla. Todas tuvieron los ojos de colores extraños, que demostraran que ellas eran superiores a los demás seres del planeta. Todas fueron admiradas y temidas, amadas y respetadas. Todas habían seguido el destino de la primera y se habían unido al destino, inmortalizándose en la eternidad, manteniendo su eterna gracia y juventud. Todas fueron etéreas, inalcanzables, divinas. Sin embargo... ella había roto el esquema...
Y había pagado demasiado por ello.
Ivalynne era la primera reina "humana" en aquella tierra legendaria, comparada con otras. Más sensible, más entregada, instintiva y leal, obstinada como pocas. Su cabello rojo y sus brillantes ojos caramelo eran solo una muestra física del espíritu de fuego que habitaba en su joven corazón. Desde niña, había demostrado ser independiente y segura de sus opiniones, siempre cuestionando lo que no le parecía correcto; y el punto definitivo llegó cuando, con apenas 13 años, la jovencita había logrado pronunciarse por cuenta propia, defendiendo a una pequeña criatura acusada de pertenecer a las sombras, y condenada al cadalso. Ante la mirada atónita de todo un mundo, la noticia de la heredera acogiendo bajo su protección a semejante ser indigno de la vida se esparció rápidamente...
Y en aquel mundo cruel y ciego, lleno de prejuicios y rencores, la imagen frágil y dudosa de la futura reina sufrió un duro golpe por la que, consideraban, era la peor decisión de la historia de su incipiente mandato. Las críticas no tardaron en llegar, las duras comparaciones, las palabras dirigidas a ella sin el más mínimo reparo, sin la intención de ayudar. Lentamente, algunas lograron hacer mella en la adolescente; porque, aunque no lo demostrara ella se sentía herida, tal vez incluso... asustada.
Asustada de fallar.
Asustada de ser tan débil y frágil como todos creían que era.
Tenía miedo de no lograr proteger a los suyos lo suficientemente bien.
Y su temor se agravó una fría mañana de otoño...
"Algo que no puede hacer una reina de la luz es cometer un error. Está prohibido para ella. Si falla, su pueblo pagará. Sus amados pagarán."
Aquel día ella había sentido la necesidad de salir al exterior de las murallas, dispuesta a seguir un rastro que no lograba recordar, que no podía reconocer, y que le era familiarmente aterrador. Aquel día, unas horas antes, él había decidido salir a vigilar los alrededores para asegurarse de no ser víctimas de algún ataque. La joven princesa no pudo retenerlo, no pudo decirle que tal vez lo mejor sería no salir en ese momento, no solo al menos. Pero en cuanto consiguió descifrar elpresentimiento, en cuanto comprendió la horrible manera en la que el rompecabezas encajaba, salió corriendo en su busca, con el corazón latiendo sin control dentro de su pecho...
Llegó demasiado tarde.
Aquel día trágico los temores que tanto la habían perseguido finalmente cayeron sobre sus hombros, haciendo la carga insoportable, el dolor intenso y aplastante.
Aquel día Ivalynne comprendió, o creyó comprender, el peso que las consecuencias que acarreaba una de sus fallas.
Recordaba claramente el temblor de sus manos cuando lo vio caer frente a ella, herido severamente en el costado. Recordaba haber llorado en silencio, en el momento en el que llegaron a las puertas de la fortaleza y no pudo hacer más que ver cómo se lo llevaban a la enfermería para curarlo, mientras ella era retenida por algunas damas de la corte, víctima de la súbita debilidad que sentía al verlo así, herido porque ella había sido incapaz de protegerlo de aquella emboscada que no pudo prevenir a tiempo. Recordaba haberse soltado para correr hacia el lugar donde él yacía, inconsciente, dispuesta a quedarse a su lado el tiempo que fuera necesario.
Recordaba sus manos cálidas sosteniendo las suyas, en el momento en el que despertó después de noches de angustia para ella. Recordaba cuando finalmente la observó, con preocupación y pena, comprendiendo la tormenta de sentimientos que la dominaba internamente. Recordaba con claridad su voz envolviéndola, dándole la calma que tan desesperadamente necesitaba, mientras la abrazaba haciéndole sentir que estaba ahí. A su lado, como se lo había prometido. La atrapó contra su pecho y la sostuvo con fuerza, decidido a nunca soltarla.
-Aquí estoy... aquí. -susurró cerca de su oído, sintiendo la paz y el tormento luchar en el corazón tierno de la muchacha.- Estoy aquí. -ella no respondió. No de inmediato.
-No lo vuelvas a hacer... no te atrevas Arley.- Por un momento creí que te perdería, ¡casi te pierdo...! -y ahí estaba, el temblor, el miedo que la atenazaba, oculto y constante.
-Es parte de mi deber como tu guardián...
-Pero no parte de tu deber como mi amigo. Eres el único que tengo y lo sabes...- susurró intentando apartar la angustia de su alma.- Necesito que sigas, te necesito... Por favor...
El muchacho no respondió por largos segundos, limitándose a abrazarla, tierno y cuidadoso, sabiendo que las palabras no eran necesarias por el momento, y consciente de que ese no era el único motivo de su silencio. Eran amigos, sí, pero también tenía un deber, un juramento para con ella, para la única estrella en su vida, la luz que había llegado a iluminar un camino marcado por la desgracia. Haría lo que fuera necesario por ella, aún si esto significaba perderlo todo...
Incluso la vida.
Y ambos lo sabían.
-Lo haré... -susurró finalmente, tratando de disipar la duda. Ella no lo notaría, no sería capaz de distinguir en ese momento la sombra del temor en su voz, no lo sabría hasta mucho tiempo después. Y él no se lo diría...
No ahora que finalmente sabía su motivo de seguir.
Sin salida.
Era como se sentían en ese momento. Y cómo estaban en realidad.
Los sucesos se habían precipitado las últimas semanas, y de estar en un reino relativamente pacífico, protegidos de sus perseguidores por un tiempo que inconscientemente quisieron eternizar, intentando reafirmar la autoridad de la joven como la única y real heredera al trono... habían pasado a descubrir las verdades que deseaban jamás haber conocido. La traición de muchos de los que se hacían llamar leales a la reina, a su linaje y a su hogar, la guerra que al final, terminó encontrándolos sin piedad. Ivalynne no había podido olvidarlo, las imágenes de los últimos días quedaron grabadas a fuego en su memoria, dejando huellas imposibles de olvidar, y en medio de la vorágine supo que no le quedaba más que huir, lejos de aquellos que tanto daño le habían hecho.
Y esa noche corrían con desesperación, buscando perder a sus perseguidores, sin éxito. Aquellos seres eran demasiado rápidos para ser evadidos. En medio de la noche, en el bosque, perdidos en la oscuridad, se perdieron sin rumbo, directo a la nada, sin poder hacer más que desear que su orientación no les fallara, que no fuera la causa de su perdición...
Sus deseos no se cumplirían.
Y de un momento a otro, él estaba en el otro lado de un risco. Libre de la trampa del bosque. Cayendo directamente en la trampa del acantilado. Jadeó aterrado, sosteniéndose de una rama, viendo con impotencia a la joven princesa, acorralada en el extremo opuesto.
-Puedes cruzar... -susurró, intentando darle ánimos. -Puedes lograrlo, lo sé. Tienes que confiar en mí. -la mirada de terror en ella era desgarradora.
-Huye de aquí... por favor, tienes que irte. Tienes que vivir.
-No. No sin ti.- aseguró decidido.- No voy a dejarte jamás.
-Lo prometiste... ¡lo prometiste Arley! ¡Dijiste que vivirías pasara lo que pasara!
-¡No puedo sin ti! ¡Tú eres el único motivo para seguir ahora! -ella lo miró, atónita, incrédula- ¡Mírate Ivalynne! ¡Date cuenta! ¿No lo entiendes? Has cubierto con tus propias manos la verdad en la que creía firmemente cuando era más joven, pero que a pesar de todo demostró sobrevivir en medio de la adversidad. -una lágrima rebelde escapó por sus ojos marrones. Él la miró con impotencia.- Lynne... no puedes seguir negándolo. No puedes seguir sintiendo culpa o falla ante algo que no podías evitar. Ni siquiera las reinas de leyenda habrían podido pelear contra ello como tú lo hiciste. Has enfrentado todo este tiempo al mismo destino... y aunque no lo creas, estás ganando contra todo pronóstico. Pero no lo harás si dejas que tu culpa sea más fuerte que tú. Eres mi única esperanza... lo único que me queda. Sin tu presencia, no me queda nada. No puedo hacerlo sin ti... -viendo su sonrisa, él tendió su mano en dirección a ella.- Ven conmigo...
La pelirroja sonrió, con algo más de confianza...
Y entonces alguien disparó.
-¡ARLEY!- gritó horrorizada, sosteniendo su espada con fuerza, dispuesta a todo, al verlo sangrar del brazo izquierdo. La grava comenzó a resquebrajarse súbitamente bajo sus pies. Y la mirada de terror de ambos lo dijo todo.
-Corre, Lynne... ¡CORRE!
Ella no necesitó más.
Se alejó del derrumbe lo más rápido que sus piernas le permitieron. Los engendros que la perseguían, lejos de seguir su instinto de supervivencia, fueron al encuentro de ella... el miedo hizo presa de ambos cuando sintieron el ruido ir más rápido que sus piernas. El muchacho no tuvo más opción y usó su poder, intentando retener lo inevitable el mayor tiempo posible, rogando para que el tiempo no fuera en contra de la joven.
"Sé que tú puedes Lynne..." intentó animarla, animarse a sí mismo. "Sé que llegarás... lo lograrás." susurró cuando la vio, tan cerca de él...
Unos segundos fueron suficientes para dar un giro drástico a las cosas. Y ni siquiera sus gritos de advertencia sirvieron para evitar la desgracia.
Uno de los seres se lanzó sobre Ivalynne... dejándola tendida en el suelo, herida.
Él gritó, aterrado.
Perdió la concentración por unos segundos...
Y entonces vio, impotente, el fin extenderse ante él.
Las rajaduras comenzaron a hacer su efecto, desestabilizando el terreno, abriendo una brecha casi imposible de sortear. Con sus últimas fuerzas, ella se deshizo del atacante y corrió hacia la nada, en un último, desesperado esfuerzo para llegar a la salvación. Pero no podía más, la pérdida de sangre, el desequilibrio, las sombras crecientes que nublaban su mente le impedían avanzar. No podría saltar al otro lado y él lo sabía. Arriesgó su última esperanza y se extendió, rogando para que las últimas fuerzas de la joven le ayudaran para lograrlo...
Ella se lanzó contra él...
Él se soltó de la rama que lo sostenía y le impedía alcanzarla, permitiéndole atraparla a tiempo a pesar que sabía que esta acción de salvación sería lo último que haría.
La grava cedió a la inestable presión...
Todo se derrumbó en segundos, hacia lo inevitable.
Ella gritó.
Y cayeron a la inmensa negrura del océano.
Su mirada se fijó en el fuego que crepitaba rítmicamente. Sentía un dolor intenso, una pena sumada a la desesperación que la consumió por dentro con pasmosa rapidez. Habían sobrevivido a la caída, sí. Estaban vivos, o eso intentaban. Las memorias de lo perdido en esa guerra habían sido insoportables para ambos, más para ella. Y de haber sido la hermosa jovencita con un corazón dulce y puro, se transformó en una doncella silenciosa, movida por un deseo de justicia manchado por la ira.
Los días de oscuridad cayeron sobre el alma herida de la muchacha. Un tiempo que marcó su historia, robándole su fuerza, sellando las lesiones en su alma a cal y canto. Pero no más. Finalmente, el grifo de los recuerdos reprimidos por tanto tiempo había sido abierto, y nada, ni nadie, podían evitar que las emociones salieran a flote, en un torrente violento y turbio que no sería frenado hasta que la fuerza aminorara. Se sostuvo con fuerza de Arley, temblando ante las lágrimas que salían sucesivas, imparables. Un gemido ahogado escapó de sus labios mientras sus sollozos la sacudían, incontrolable.
-Lo intenté... -susurró repentinamente.- Intenté ser fuerte...
-Lo sé. Sé que lo hiciste.
-Dijiste que era tu motivo para seguir. Que veías esperanza en mí. Y fallé Arley. No soy nada de lo que dices.- bajó la mirada, culpable, pero él la retuvo contra sí.
-No es cierto. Lo que dices ahora no es verdad.
-Arley...
-No es cierto Lynne. Eres todo eso y más. Nadie ha tenido tu valentía para hacer lo que tú hiciste, nadie ha sido tan fuerte como tú, ni ha tenido tanta fe para continuar en esta lucha cruel. Tú lo lograste, has sido la esperanza que este mundo necesitaba. Por eso te ruego, Ivalynne Elenssar, no te rindas ahora. Por favor... -ella apretó los labios, silenciosa. El muchacho la miró con tristeza.- Si no crees en ti, cree en mí. Yo tengo fe en ti.
-Lo haces porque eres mi amigo, porque juramos hacerlo cuando niños, y lo agradezco pero...
-No, te equivocas. -inhaló hondo y la miró fijamente. Debía decírselo ahora o jamás lo haría.- Te digo esto porque es la verdad, y juramos decirnos la verdad siempre que lo necesitáramos. Pero ya no lo hago solo por ser tu amigo, ni por lealtad a ti.- ella se separó levemente para verlo a los ojos, confundida.- Lo hago por amor a ti.
Parecía que el tiempo se había detenido. Ivalynne no podía reaccionar, solo podía mirarlo, atónita, incapaz de creer lo que él había dicho. Lentamente, se acercó al castaño, con la respiración entrecortada. Necesitaba una respuesta en ese momento.
-Tú... ¿tu qué?- él apartó la mirada por unos segundos antes de responder.
-Te amo Lynne. Te he amado durante todos estos años... desde el primer momento en el que te vi y me hechizaste con tu luz, con tu fuerza. -y ella ahogó un jadeo. Ahora lo comprendía, ahora todo tenía sentido.
-Todo este tiempo... estuviste conmigo no solo por ser mi amigo o mi guardián... -Arley asintió, en silencio.- Te quedaste a pesar de todo... porque me amabas.
-Y aún si me hubieras apartado seguiría aquí. Aún si ya no vieras la luz en tu interior, haría lo posible para que la contemplaras. -ella abrió la boca para replicar, pero él se adelantó.- Sé que después de todo esto no puedes creerlo, pero es la verdad. Y si no puedes creer en ti, entonces cree en esto...
Y unió sus manos, antes de colocarlas sobre su corazón. Su pecho emitía un suave resplandor, el único indicativo de una fuerza que ya creía perdida en el olvido. La contundencia de sus latidos, el brillo de sus ojos... un milagro que a pesar del dolor, se aferraba a la vida, por ella.
Solo por ella.
-¿Ahora lo entiendes? La razón por la que no me he rendido, el motivo por el que mi corazón late con esperanza está aquí. -esbozó una suave sonrisa.- Frente a mí. Desde hace mucho tiempo que ha sido así.
Y ella no pudo más.
De inmediato se lanzó a los brazos del muchacho, mezclando lágrimas de emoción y felicidad mientras sus labios pronunciaban palabras de agradecimiento en un susurro ahogado. Él la sostuvo dulcemente contra sí, esbozando una sonrisa leve al ver la esperanza renacer en ella. Ivalynne alzó la cabeza con lentitud, perdiéndose en la que por mucho tiempo consideró su mirada gemela en silencio. Lo tenía tan cerca de ella, en un momento que tantas veces había idealizado, considerándolo imposible...
"Al diablo con las reglas" pensó cuando, en un impulso del cuál no se arrepentía, acercó su rostro al suyo, eliminando cualquier distancia entre ambos cuando finalmente sus labios sellaron el beso que ambos tanto habían anhelado en secreto, no dispuestos a separarse jamás.
Y cuando finalmente el ósculo se disipó con lentitud, Ivalynne tenía una sonrisa de alivio plasmada en su rostro.
Ahora tenía un motivo más para seguir luchando.
Ahora, volvía a tener una fuerza para guiarla en el camino.
"¡Comenzamos con los regalos para ZBenzair!
Espero que te haya gustado este comienzo, me costó bastante estructurarlo pero aquí está finalmente, y puedo decir que estoy algo orgullosa del resultado que he obtenido."
ValerieMN
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