Capítulo XVII

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Tenía mucho miedo.

No estaba segura de poder librar la batalla, siquiera salir viva de ahí. De milagro, Aldebarán y Mū entendían lo qué pasaba, pero desde que entró en ese templo, sintió que nada sería lo mismo.

Iba a la cabeza de su pequeño equipo, liderando para distinguir mejor lo que podía ser una trampa y lo que no. Sin embargo no estaba prestando toda su atención a su alrededor. Corría por correr, sólo avanzaba al frente como si el pasillo no terminase nunca. Aquello era muy cierto, era como dar vueltas sin parar, un laberinto sin salida. Sus pisadas y el cómo resonaban era el único ruido, era un escenario bastante incómodo, tétrico; podía en cualquier momento desmayar pero seguía resistiendo.

—¿Esto no terminará nunca o qué?— se quejó Seiya, no sabían cuánto tiempo habían estado corriendo.

Hinata se detuvo al oír su voz, analizó su entorno, todo se veía igual, no había algo que los guiara, daban vueltas en un laberinto sin fin. Suspiró, su mano izquierda tembló de los nervios; tenía que enfocarse en el presente y en su objetivo, estaba prohibido fallar, no podía decepcionar a Saori ni a los demás, de lo contrario, sería considerada débil con sobradas razones.

—Creo que sólo damos vueltas en el mismo lugar —dijo Shiryū de manera calmada— definitivamente esto es una ilusión.— éste logró percibir la presión que la rubia estaba sintiendo, el ser dominada por sus temores a fallar era algo normal, aun tenía que trabajar sus conflictos de confianza en sí misma. Shiryū se acercó a ella y dejó su mano en su hombro derecho —Calma, Hinata. Aún tenemos tiempo.— sonó suave, no podía ver físicamente a la chica pero sus sentidos eran capaces de mostrársela. La sintió dirigirse al frente, como si de alguna manera la hubiese traído de vuelta a su realidad.

—¿Hinata, te sientes mal?— añadió el castaño estando del lado contrario ¿Qué si él sentía que su chica estaba mal? Por supuesto, su cara le decía todo.

La rubia entonces, revisó entre la oscuridad desde su ubicación, imaginó un camino aunque su mente le jugó en su contra al aparecer una sombra maléfica. Negó para sí misma. Sólo sé trataban de ideas absurdas.

—Sigamos adelante.— ordenó, inmediatamente retomó el paso. Los dos muchachos la siguieron sin vacilar. El sentido de orientación de una mujer podía funcionar mejor que el de ellos.
Seiya y Shiryū, aunque continuaron corriendo en el mismo pasillo, mantuvieron que encontrarían la salida que Hinata había presentido.

De la nada ella se detuvo por segunda ocasión, extendió sus brazos a los lados para evitar que avanzaran.

—¿Nat?— soltó el castaño, ahora preocupado.

—¿Qué pasa, Hinata?— preguntó Shiryū —¿Acaso viste algo?

La respiración de la chica aceleró. Seiya sostuvo su mano para calmarla pero entonces él fue testigo de lo que su amiga acababa de ver.

—Joder...

—¿Amigos, qué sucede?

Fue como vivir una pesadilla. Frente a ellos a un par de metros, el guardián de Géminis hizo acto de aparición. Pegaso y Delfín estaban impactados, aterrados aunque aquel santo no hacía nada, su sola presencia fue capaz de hechizarlos, tenerlos casi a su merced.

—¿Hinata, Seiya...?— insistió el caballero Dragón, ya que no era capaz de ver, era normal que no fuera petrificado como sus amigos.— ¿Qué pasa?

—Es... El caballero de Géminis...— respondió la chica en un hilo de voz.— Está aquí...

—¿Qué? Pero si no logro sentir nada de cosmos.

¿Se trataba de alguna broma de mal gusto? Lamentablemente no, no estaban en posición para cometerlo, además, él confiaba en Hinata, consideraba que ella no tenía razones para mentirle. Sin embargo al no percibir nada, para Shiryū fue como una perdida de tiempo, una mala jugada de la manipulación del cosmos.

—Ella dice la verdad, él está justo frente a nosotros. —agregó Pegaso.

—¿Cómo es eso posible? No logró sentir la presencia de nadie aquí.

—Shiryū, entiendo que no puedas ver, pero puedo jurarte que ese hombre está aquí...—hubo silencio absoluto; el Dragón seguía analizando por sus medios la información recibida. —No hay otra opción, debo atacarlo antes de que él lo haga...

—¡Espera, Seiya!— el nombrado alzó su puño, sin embargo, se contuvo ante el llamado— Si lo haces, únicamente serás golpeado por tu propia fuerza.

—¿Cómo dices?

—Lo que ves no es nada más que una ilusión, una ilusión que actúa como un espejo. Por fin lo descifré, cualquier gota de cosmos que lanzemos contra él, nos será devuelto, entonces estaremos atrapados aquí por la eternidad.

Hinata intentaba escuchar la explicación de Shiryū, era difícil para ella dado que, en serio parecía que alguien les evitaba el paso. Fácilmente la intimidó y arrebató parte de su valor. Seiya siguió protestando, más el otro santo reveló algo interesante.

—En este templo no hay cosmos, esta trampa fue creada desde un lugar lejano. Así que lo más sensato, es ignorarlo y avanzar— Shiryū sujetó la muñeca de Nat, quien saltó en su sitio para después dar un paso atrás— Hinata, es un truco. No hay nada que temer —ejerció algo de fuerza hacia al frente, con la intención de que caminara junto a él pero ella simplemente se aferró a su posición. —Tal vez pienses que he enloquecido porque no puedo ver, pero en mi mente, he logrado encontrar la salida que tú habías visto antes. Confía en mí. Nada va a sucedernos.

Otro jalón, esta vez un poco más brusco que el primero. La rubia estaba asustada, confundida.

—Déjala, Shiryū. La estás aterrando más— ordenó Seiya molesto al ver las intenciones del caballero.

El muchacho, por tercera ocasión jaló la mano de la chica para prepararse para correr con dirección al frente.

—Shiryū, no, por favor...—dijo la rubia con la voz temblorosa, en un intento por soltarse logró que su amigo empujara una de sus piernas hacia adelante —No quiero hacerlo, no me obligues a esto.

—Ya la escuchaste, Shiryū. Suéltala ahora mismo— demandó el castaño queriendo separarlos, en vano pues el Dragón continuo aferrado a la santa.

—Confíen en mí, los sacaré de aquí. Sólo ignoren al caballero y nada pasará.

Delfín miró al Pegaso pero justo antes de poder hablar, Shiryū se adelantó para empezar la carrera. La joven gritó, cubrió sus ojos con la mano contraria y de puro milagro sus pies no se enredaron entre ellos al ser arrastrada sin su consentimiento. Seiya se enojó más y no dudó en ir detrás de ellos, acababa de hacer una promesa que no pensaba romper.

Los tres santos pasaron de largo al supuesto hombre, enseguida, lo que era un enorme laberinto, se esfumó para que más adelante se revelara de forma definitiva la salida del templo.

—¡Logramos salir! —exclamó el Pegaso sorprendido.

La santa no creía lo que estaba mirando, no hizo falta levantar sus puños para atravesar tal lugar. Ahora se sentía mal por haber dudado de su compañero.

—Correcto. Amigos, sus ojos fueron engañados, les hicieron creer que de verdad había alguien ahí, más no fue así.

—Lamento haber desconfiado de ti, Shiryū —añadió la joven —Ahora comprendo, ese cosmos que sentimos al principio, fue el responsable de hacer crear este laberinto. Es increíble.

—¿Creen que tenga relación con la historia que June nos contó?— preguntó Seiya.

—No lo sé, pero no me cabe duda que quien hizo esto es alguien totalmente poderoso. Lo importante es que logramos salir, ahora podemos avanzar a la siguiente casa.

—Sólo espero que mi hermano y los demás logren salir de ese templo.

—Estoy seguro de que lo harán, Hinata. Ellos no se rendirán.

—¡Andando, no hay tiempo que perder!

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Recuperó el conocimiento gracias a unos pasos pesados que rompieron parte del silencio en la casa de Géminis. Observó al Cisne desmayado y a su amigo de infancia protegerlos a ambos con su arma divina. Esta era una lucha difícil, pese a que parecía que no existía ser con alma más que ellos, tal caballero les estaba amarrando la soga al cuello.

Agarró mientras temblaba su látigo, se sentía débil pero tenía que ayudar en algo. Entonces, el caballero dorado alzó las manos y exclamó a lo alto.

—¡Otra Dimensión!

Algo detrás de ellos se abrió para consumirlos. Ella se apresuró a usar su arma, con tal de aferrarse a la realidad y no a ese sitio tan aterrador. Shun hizo lo mismo con sus cadenas, sin embargo, Hyōga era incapaz de salvarse gracias a su inconsciencia. Intentó llamarlo a gritos para que despertara pero cada vez se alejaba de ellos.

—¡June, no te sueltes, resiste!— le gritó su amigo, esa fuerza era gigante, con suerte su látigo no se rompió y al contrario se aferró a uno de los pilares del templo y la sostuvo mientras flotaba en aquella dimensión.

Cuando Hyōga se perdió de vista, el caballero cerró dicho sitio y ambos amigos cayeron al suelo de panza.

—No... Hyōga...—murmuró aterrada, no pudieron ayudarlo.

El santo de oro comenzó a reír a carcajadas. Se trataban de carcajadas ruidosas y malévolas como si un demonio fuera el responsable de liberar ese sonido de satisfacción.

—¡¿Qué le hiciste a Hyōga?!— la voz de Shun hizo eco en la casa— ¿A dónde irá? ¿Qué le va a pasar?

—Su amigo está condenado. Lo he encerrado en otra dimensión donde vagará por el resto de la eternidad.

—¡No, eso no puede ser!— añadió June, enojada. Apretó el látigo de nuevo con la intención de atacar aunque sabía que eso de nada le serviría.

—Y ahora ustedes dos, irán a acompañarlo, tendrán mucha suerte si logran evitarlo. ¡Otra Dimensión!— de nuevo, aquella fuerza los consumió hacia el interior de aquel sitio.

Las cadenas de Andrómeda se tensaron. June se dió prisa y ordenó a su arma enroscarse en un pilar cercano. Esta ocasión, la energía era más pesada y los atraía como un imán al metal. Géminis lanzó un rayo contra Shun, ocasionando que las cadenas se rompieran y por poco fuera engullido a lo profundo de la dimensión. El tipo estaba jugando con ellos, su cosmo-energía era increíble, superior a la de Aldebarán o Mū.

—¡Shun!

—¡Mueran!— segundo rayo, éste para la chica sin embargo, fue incapaz de hacerles daño.

La dimensión se cerró de nuevo; ambos santos, cayeron al suelo. El caballero de oro desapareció y después la salida del templo se vió adelante.

—¿Qué pasó?— se preguntó June mientras recuperaba el aliento. Todo sucedió tan rápido que no le dió tiempo de asimilar lo sucedido.

—Es justo como lo sospeché —contestó Shun poniéndose de pie —por esto la cadena de Andrómeda no solía atacar. Todo este tiempo, fuimos engañados por una ilusión.

—¿Qué?

—El caballero de Géminis no está aquí, hay alguien malvado que está controlando este lugar... Alguien más nos salvó de caer en su juego... Fue mi hermano, Ikki.

—Pero su cosmos se fue tan rápido como apareció.

—Seguramente debe estar de camino al Santuario.— ayudó a la chica, ahora podían irse y alcanzar a los demás— La salida está aquí pero Hyōga... No podemos dejarlo solo.

—¿Entonces qué hacemos?

Shun lo pensó unos minutos. June no se iría sin él aunque tampoco sería prudente quedarse si el acuerdo era continuar pese a todo. No pudo decidir porque el laberinto se activó al detectarlos ahí. Nuevamente, el santo de Géminis apareció frente a los dos.

—Son idiotas...—habló con malicia— Tuvieron la oportunidad de marcharse y no lo hicieron ¿Por qué, par de insolentes?

El chico se colocó delante de su compañera, su rostro sereno y tranquilo finalmente se había fruncido.

—Tienes a nuestro amigo atrapado en tu dimensión y no nos iremos de aquí sin él.

—¡Estúpidos!— rió el hombre— Jamás podrán salir los tres juntos, no hay manera. ¡Se quedarán atrapados en la otra dimensión por siempre!

El suelo se quebró, de nuevo cayeron por ese agujero espacial. Shun tomó enseguida la mano de su amiga para no separarse, por otro lado, la fuerza de gravedad era tan anormal y potente, que con suerte permanecían juntos. La santa del Camaleón trató de usar su arma una vez más para salvarse pero no le fue posible, ésta no era lo suficientemente larga para aferrarse a un pilar pues ya estaban lejos.

—Ya nada ni nadie podrá interferir. Fueron salvados una vez por el Fénix pero no volverá a suceder.

Géminis continuó golpeándolos, logrando que se hundieran más en ese hoyo infernal. Andrómeda divagó un momento, algo débil; June no se rendía y trataba de golpear con su látigo en el espacio aunque no le servía en absoluto. Sus cuerpos se volvían débiles, tenían que salir de ahí a como diera lugar.

"La señorita Saori confía en nosotros. No podemos fallarle."

El chico desprendió su cosmos, recordando que podía intentar despertar el séptimo sentido; acto seguido sostuvo la cintura de su compañera y ocurrió algo insólito. Con su poder, ordenó a sus cadenas restaurarse y éstas, al reconocer la energía rodearon a su portador y a la santa que le acompañaba, quien le hizo segunda para alcanzar más allá del límite cósmico.

—No nos subestimes, caballero de Géminis —dictó el muchacho —nosotros podremos ser inferiores a ti pero nuestra voluntad es mucho más grande que la tuya.

—¡¿Cómo es posible?! ¡Destruí las cadenas!

—No lo sabes, pero tengo la habilidad de revivir mis armas si es necesario. Son armas que uso para la defensa; me desagrada pelear pero esta ocasión tendré que hacerlo. ¡Cadena Triangular, nuestro enemigo no es Géminis, encuéntralo y destrúyelo!

A la orden, dicha cadena salió disparada hacia el hombre frente a ellos, atravesó su casco y se paralizó yendo a otra dirección lejana a la realidad.

—Se detuvo...—murmuró June.

—Significa que estaba en lo cierto. Este lugar es manipulado por alguien. La Cadena Triangular tal vez ya lo encontró.

En poco tiempo, el laberinto desapareció de nuevo asimismo la otra dimensión. La armadura de Géminis cayó al suelo, inerte y vacía porque nadie la usaba. Los muchachos aterrizaron sanos y salvos en la superficie.

—Es hora de saber a quién nos enfrentamos —jaló la cadena, en ella estaba enroscado un rosario. La rubia se quedó atónita y Shun pudo notarlo.— ¿June? ¿Pasa algo?

Apretó los labios, si era lo que estaba pensando, no cabía duda que el responsable era un tirano y un mentiroso traicionero. Ahora todo comenzaba a tener sentido.

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El zumbido de la nada en sus oídos resultó ser demasiado molesto; despertó y la tenue oscuridad de dónde estaba se encargó de hacerlo recordar su batalla con el caballero de Géminis en su respectivo templo.

Demonios...Pensó mientras intentó levantarse, el cuerpo yacía entumecido por lo que sus brazos temblaron al hacer el esfuerzo para soportar su peso.

No evitó sentirse enojado de sí mismo, había dejado a sus amigos solos en la pelea, se preguntaba si estaban bien. ¿Habrían logrado escapar del santo?

—Por fin despertaste— dijo una voz reconocida, hacía tiempo que no la oía. Hyōga se volteó a tal dirección para hallar al hombre encargado de convertirlo en lo que él era ahora.

—Eres tú... Maestro Camus...—no podía creerlo, su mentor era un caballero dorado también.

—Hyōga. Nos encontramos después de largos meses. Podría decir que es un gusto verte, pero no me es posible...—Camus, un hombre alto y poseedor de una expresión desinteresada, cerró sus ojos un momento, sosteniendo la decepción.

—¿Por qué no me dijiste que eras un caballero de oro?

—No tenías por qué saberlo.

El Cisne Blanco logró ponerse de pie, observó enseguida su alrededor y se dió cuenta de que no era el lugar donde se suponía que estaba.

—¿Dónde están Shun y June?

—En este momento deberían estar de camino al templo de Cáncer. Ésta es la casa de Libra.

—¿Qué? ¿Pero cómo...?

“El séptimo signo... La casa de Libra debería ser custodiada por el maestro de Shiryū pero él se encuentra velando en la cascada de Rozan, por ello este lugar no tiene un guardián”

El hombre permaneció quieto con el mismo gesto antipático.

—Géminis logró consumirte en su dimensión. Estuvo a punto de matarte pero yo tuve que intervenir para salvarte.— hubo un minuto de silencio, algo le decía a Hyōga que estuviera alerta. El hombre a quien consideró incluso su padre, se veía molesto a pesar de que no mostraba emociones.— Hyōga, seré honesto... Estoy decepcionado de tí— el chico iba a protestar pero no le fue permitido —Yo te entrené para que fueras un caballero honorable, ¿Y cómo respondes? ¿Poniéndote del lado de esa mujer pecadora? ¿Alterando la paz del mundo?

—Déjame explicarte...—dijo pensando en Saori —La señorita Kido en realidad es Athena. Maestro, Arles te ha mentido...

—¡Silencio! Sabes que yo le soy fiel al Patriarca ¿Cómo osas decir tales falsedades?

—Digo la verdad, tienes que creerme.

—No puedo escuchar a un traidor. Hyōga, tendré piedad de ti por esta única ocasión— el muchacho frunció el ceño —Abandona a esa mujer y a los otros. Únete a Arles y suplica perdón por tus actos crueles contra él.

Eso lo disgustó. ¿Cómo podría? Pensó que Camus tal vez lo escucharía pero resultó ser lo contrario. Hyōga no era capaz de dejar a Saori y a su hermana; no podía darles la espalda aún sabiendo la verdad. En el fondo de su corazón frío le dolía que ese hombre no pudiera creerle, eso ameritaba la terrible consecuencia de enfrentarlo a muerte de ser necesario.

—Agradezco la intención... Pero no puedo aceptarla. Yo juré lealtad a Athena, a la verdadera, y esa es Saori Kido.

En el rostro de Camus fue más notoria su molestia. El chico se estaba dejando guiar por su corazón, según él, no estaba pensando y sólo seguía sus impulsos. Para gente común era normal en los adolescentes, pero aquel pasó demasiado como para no ver los resultados de sus acciones.

—Temía que dijeras eso. —el caballero levantó su mano y con muy poco esfuerzo invocó una tormenta helada en contra de su alumno.

El joven Cisne fue azotado contra la pared más cercana, pese a portar su armadura recibió un dolor infernal para después caer de boca al suelo.

—Ríndete, Hyōga... Deja esta lucha y serás perdonado.

—No...—murmuró débil, buscó levantarse pero tardó un poco más que la primera vez —Ya te dije la verdad, no me voy a rendir hasta que me creas...

—Tengo mi propio juicio. Vénceme o de lo contrario morirás aquí.

—No podrás estar hablando en serio. Dime, Camus ¿Cómo podría levantar mis manos contra ti cuando toda mi vida te he considerado de mi familia?

—Patético.— volvió a atacarlo de la misma manera— “Familia”. No es más que una distracción. Date cuenta, Hyōga, no estás siendo inteligente.

No recordaba que Camus fuera tan insensible. Era dedicado, algo paciente; podía no mostrar mucho sus emociones pero ahora desconocía al sujeto frente a él aunque fuera el mismo.

—Hace tiempo me contaste la existencia de una hermana que te fue arrebatada luego de la muerte de tu madre, que ahora descansa en un barco hundido al Este de Siberia...

Cisne se puso en guardia con tal de defenderse.

—Yo sabía que se encontraba en el Santuario— reveló, el joven santo estaba sorprendido —logré verla en diversas ocasiones y alguna vez pensé que sería buena idea reunirlos, pero me dije no.

—¿Qué?— gruñó— ¡Pero tú sabías lo importante que era para mí!

—Si su ausencia te distraía, el tenerla cerca te haría olvidar el entrenamiento. Incluso ahora que ambos son caballeros, he notado que ese afecto mutuo los convirtió en guerreros de mentira.

Camus era el caballero que protegía la décima casa, Acuario; su cosmos era igual o más frío que el ártico. En sus manos una llama de oro iluminó la casa de Libra.

—Observa bien, Hyōga...

En la mente del Cisne apareció lo que podría ser un recuerdo. Al principio temió que fuera una trampa de Camus pero en el momento en que vió el cuerpo de su madre esas ideas se fueron. La nostalgia regresó, sus intenciones de volver a tal país al lado de su hermana lo distrajeron por completo.

“Madre... Desde que conseguí la armadura no he ido a verte... Te haría feliz saber que me he reunido con Hinata, y lo mejor, nos llevamos de maravilla... Al igual que yo, ella te extraña mucho; se ha convertido en una mujer hermosa, tan idéntica a ti...”

Lo que veía era real. Camus lanzó un rayo dorado que ordenó destrozar los grandes trozos de hielo bajo aquel lejano océano, su intención era lograr que el barco atrapado fuera a parar a las profundidades, donde el cuerpo humano sería incapaz de llegar.

“¡No es posible! ¡No, esto debe ser una mentira!

—Enfrenta la realidad, Hyōga— Camus volvió a hablar con seriedad —ya habías dejado ir a tu madre. Debes aceptarlo.

"¡No! Le prometí que regresaría... Ahora ya no podré verla jamás."

—¿Qué rayos fue eso?— finalmente abrió sus ojos, no debía dejarse engañar, pudo ser una ilusión. —¡¿Por qué lo hiciste?! ¡Dímelo!— no pudo soportarlo, mantuvo que no pelearía contra su maestro porque su respeto por el era bastante grande sin embargo, ya había llegado a su límite— ¡Dímelo, Camus!

Hyōga apretó los puños mientras su cosmos crecía inevitablemente mostrando su sentir tan adolorido.

—Jamás he culpado a la gente que no es capaz de dejar ir el pasado y en ocasiones explota en llanto por lo mismo...—explicó el santo dorado— Las personas son así pero tú no. Tú eres un caballero y lo que menos debe importarte es el pasado.

—Ya estoy harto. Esto que hiciste no te lo voy a perdonar. ¡Polvo de Diamantes!

Su ataque pudo haber hecho daño en alguien desconocido. Aquel hombre sólo le bastó alzar la mano para detener sus vientos helados. Hyōga intentó varias veces sin llegar a golpearlo, era tan rápido que lograba evitar cada rayo de hielo que le enviaba.

—Deberías saber que una técnica tan simple no resultará y menos con el responsable de enseñártela.

Jadeó, sus energías se iban agotando, más él era persistente, tenía que ganar. Una vez más lo atacó, Camus no hizo nada más que revertir la dirección de la técnica, ocasionando que el chico fuera golpeado de la misma manera como anteriormente había sucedido.

Se desplomó en el suelo. El santo de oro se acercó a él y lo miró fijamente como si esperara su rendición.

—Un caballero tiene que apartar las emociones de su deber. No te dije nada sobre tu hermana porque sabía que seguirías tus impulsos para estar con ella.—Hyōga alzó la mirada, aun furioso— El amor que tienes hacia tu madre muerta y hermana, más el odio que ahora desprendes hacía mí, ha logrado que actúes a lo bruto.

—¿Qué pretendes decir?— tosió, un hilo de sangre salió de su boca.

—Tus emociones son vulgares e inapropiadas, así jamás lograrás vencer a los caballeros de oro.

—¿Me estás diciendo que olvide a mi madre? ¿Qué hay de mi hermana? Ella aun sigue viva y me está esperando. Puedo sentir su angustia por mí ¿Esperas que la ignore?— preguntó incrédulo, eso fue más que suficiente para responder al mayor. Hyōga imaginó la situación, hasta su pecho dolió, era imposible, no podía.

"No lo haré, no puedo hacerlo. No soy capaz de renunciar al amor que le tengo a las dos mujeres de mi vida. Aunque una se ha ido, la otra me espera y suplica por mi bien. Ella sufrió e hizo lo necesario para llegar a mí, no puedo renunciar a ninguna."

Ya no había remedio, Camus tomó una decisión dolorosa, incluso para él mismo.

Donde su alumno yacía arrodillado y llorando por su familia, levantó ambos brazos sin olvidar rugir el cosmos.

—Fue suficiente... No dejaré que te humilles delante de los otros caballeros.— Hyōga sintió frío y pudo ver que el poder que su maestro desprendía era enorme, su respectiva constelación pareció formarse tras su espalda— Prefiero matarte yo mismo antes de que alguien más lo haga. Recibe y duerme por siempre con mi técnica más poderosa ¡Ejecución de Aurora!

Apenas y había reaccionado, un feroz vendaval de hielo golpeó su cuerpo débil. Ya no tenía fuerzas para levantarse, se había rendido. El Cisne tristemente cayó entre pequeños pensamientos que pedían disculpas a alguien lejano que no era capaz de escucharlo.

"Hermanita, perdóname, te he fallado."

Camus lloró a su alumno una vez que su llama cósmica desapareció, sólo quedaba la niña pero difícilmente ella sobreviviría; en poco tiempo, esa familia estaría reunida en el otro mundo y obtendrían la calma que necesitaban.

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Hinata miró detrás suyo muy confundida. Juró oír la voz de su hermano en un débil susurro.

—¿Hyōga...?

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