Capítulo XVI

━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━

La sangre comenzó a manchar la tela blanca del vestido de Saori. Quejidos salían de su boca, su pecho subía y bajaba con mucho trabajo. Yacía recostada sobre el hombro de la santa Delfín, misma que se hallaba en un estado preocupante de la impresión, sus manos temblaban y la sensación de llanto estaba creciendo, amenazando revelarse en cualquier descuido.

Ni siquiera habían llegado al primer templo. Era increíble la suerte que tenían.

Seiya y los otros discutían en voz alta el acto cometido. En cambio la rubia ni los escuchaba, parecía hipnotizada y únicamente miraba estupefacta a la Kido en sus brazos, aun sin asimilar lo que acababa de pasar, no fue hasta que su amigo Pegaso dijo algo completamente estúpido, digno de callarle la boca de un puñetazo.

—¿Cómo sacamos la flecha?

—¿Estás loco? No vamos a hacer eso. Podríamos matarla.— reclamó Hyōga sumamente molesto, los demás estaban de acuerdo. El caballero de Sagitta volvió a reír de manera escandalosa estando adolorido y derrotado.

—Nadie más que el Gran Maestro es capaz de extirpar esa flecha encantada. Será cuestión de tiempo para que Saori Kido, muera.

June, hecha una furia, se aproximó al enemigo, colocó una rodilla sobre la tierra y apretó el cuello del hombre con la mano sin pensarlo.

—¿Cuánto tiempo le queda?— aquel tosió luego.

—Doce horas. El reloj de fuego se encenderá, cuando pase una hora, una de sus llamas se apagará, así será de manera sucesiva, entonces su único destino será la muerte.

Finalmente, Sagitta murió, en su rostro permanecía la vil sonrisa malévola que no dejaba tranquilos a los chicos. Si querían salvar a Saori, debían darse apurarse.

Los muchachos se colocaron sus armaduras para partir de una vez. Estando a nada de irse, notaron a la pequeña Delfín quieta en su sitio.

—Nat, si quieres quedarte con Saori, está bien. —habló Seiya decaído, llamando totalmente su atención —Este lugar de por sí es peligroso y en estas condiciones, todo puede pasar.

La rubia lo pensó unos cuantos segundos para después asentir con lentitud. Entonces, un nuevo jadeo de Saori los alertó.

—Ustedes no se preocupen por mí —dijo la Kido —sigan adelante, hoy es mi turno de asumir este castigo, de cargar con el mismo dolor que alguna vez todos ustedes tuvieron que soportar por culpa mía.— volvió a quejarse, Hinata trató de quedarse firme para no comenzar a llorar— No les pido nada más que hagan entrar en razón a Arles, salven al Santuario de su reinado. Hinata...— la chica alzó su mano para sostener el pómulo de su santa, estaba tiritando— Cumple tu deber, tu lugar no es conmigo; no sufriste tanto para quedarte aquí cuando eres capaz de hacer mucho más que cuidarme.

Las chicas se vieron a los ojos, una débil sonrisa apareció en los labios de la Kido, luego susurró para que sólo la rubia escuchara. Ésta aceptó, dejó con sumo cuidado el cuerpo de su diosa sobre la arena; a continuación se alejó de ella, tiró su caja sagrada para jalar la cadena, de manera que el armazón brilló con la luz al revelarse e inmediatamente se acomodó en su cuerpo, la bella bufanda se enrolló en su cuello; como resultado final, apareció una hermosa guardiana.

Hinata vió por última vez a su amiga, pensado en esas pequeñas palabras que le devolvieron el deseo de ayudar a sus compañeros. Pegaso tomó su hombro y luego su mano que temblaba de nuevo, recordando así la pequeña promesa que se habían hecho horas antes.

—Es hora de irnos.

—No soy una persona rencorosa y lo sabes, pero por primera vez quiero responder y no como usualmente lo hago— Seiya se quedó un poco asombrado ante la mirada seria de su compañera— quiero darle su merecido a ese canalla.

━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━

A toda prisa, los seis caballeros subieron los primeros escalones rumbo al templo de Aries, la primera casa.

No tenían idea de lo que iban a enfrentar sin embargo, lo darían todo, no importaba si sólo uno de ellos llegaba al final, la prioridad era salvar a su diosa.

La entrada estaba justo frente a ellos, los chicos se detuvieron un momento para inspeccionar el área. Se dieron todos una mirada, ahora no había vuelta atrás. Podía ser que fuera la última vez en la que estarían juntos.

—¿Están listos?— dijo Seiya a los demás, reafirmando que la línea de la muerte comenzaba a trazarse para cada uno de ellos.

Todos dijeron que sí con escasez de entusiasmo, una sensación de enojo se apoderaba internamente de sus pensamientos. Tal vez era la primera vez en la que ninguno tendría piedad contra sus rivales pues esa misma se terminó cuando su líder resultó herida.

Pegaso fue el primero en avanzar. Enseguida una enorme roca amenazó caer sobre ellos, no por acto natural sino gracias a cosmos. Los muchachos lograron evadir la piedra; la fiesta acababa de comenzar, el primer guardián se aproximaba.

—Los estaba esperando, caballeros.— un hombre joven se mostró ante todos, puesta en su cuerpo piezas doradas resplandecían bellamente. Desprendía una feroz llamarada aunque muy diferente de la de Aioria.

Los jóvenes se pusieron en guardia, sin embargo, Shiryū se apresuró a hablar.

—¿Señor Mū? ¿Es usted?

—Gusto coincidir contigo de nuevo, Shiryū.

—¿Lo conoces?— preguntó Pegaso con cierta inquietud.

—Él es el reparador de armaduras que me ayudó aquel día. —reveló Dragón, aunque eso no aseguraba si podían confíar o no.— Pensé que se encontraba en Jamir.

—Así era. Fui llamado para detenerlos pero yo sé la verdad de quiénes son ustedes y por qué están aquí.

—¿Significa que es nuestro aliado?— añadió Cisne.

—Es correcto.

Que alivio...”

—Hola, tortugas.— apareció alguien más, ¿cuántas sorpresas habían todavía?

—¿Kiki? —preguntaron al unísono, su pequeño compañero agitó su mano en forma de saludo. Tenía días que no andaba con ellos y se preguntaban el motivo de su ida, hasta ese entonces.

—¿Por qué no nos dijiste que el señor Mū era un caballero dorado?— dijo el Cisne.

—Ups, se me olvidó.

—¿Cómo se te puede olvidar algo así de importante?— comentó Hinata con su tono de siempre.

—Uy, que genio traen... Tampoco es algo que tenga que estar comentando a todas partes, íbamos a meternos en problemas.

Como si no tuviéramos suficientes.

—¿Tú eres Hinata del Delfín?— El santo dorado dió un par de pasos al frente. La mencionada se asustó con sólo oír su nombre y asintió sin conseguir confiar todavía —He escuchado mucho sobre ti. No lo sabes, pero tú maestra solía ser alumna mía.

—¿De verdad?— soltó incrédula —Pensé que el caballero de Sagitario había sido su mentor.

—Fue su protegida un par de años. Poco después fui nombrado caballero dorado y me ofrecí instruirla.

—Es increíble, es un gran honor conocerlo, maestro Mū.

—El honor es mío al conocer por fin a su discípula. No pensé que tuviera la paciencia necesaria para educarte.

—Bueno, no fue sencillo...

—Sí, sí. Que bonito encuentro pero les recuerdo que tenemos doce horas para salvar a Saori— añadió Pegaso con desespero.

A continuación, Mū se encargó de informarles que sus armaduras no estaban en formación para siquiera atravesar la segunda casa. Por consiguiente, ordenó a Kiki inspeccionar cada una para localizar las zonas más dañadas, con el fin de hacer entender a los muchachos de que necesitaban una reparación urgente aunque perdieran segundos valiosos.

—Esta de aquí no tiene casi nada. —el niño señaló la armadura de June. La mencionada apretó los labios sintiéndose inútil entre el grupo.

—No le vendrá mal un refuerzo.

En menos tiempo de lo esperado, el santo de oro se puso en manos a la obra para restaurar cada armadura antes de que los minutos se siguieran perdiendo en nada.

Gracias al cielo, Mū de Aries era un aliado.

Las dos chicas del equipo habían bajado para acompañar a Saori, también a contarle lo sucedido aunque ésta era incapaz de responder por el dolor. June observó el reloj de fuego que mencionó Sagitta: la llama de Aries se estaba desvaneciendo. No querían verse tan desesperadas pero Mū ya se había tardado un poco.

—Ha pasado una hora— dijo a Hinata algo insegura.— ¿Será que las armaduras ya estén listas?

—Quiero creer que sí.— respondió aquella.— Señorita Saori, June y yo debemos irnos. Trataremos de volver lo más pronto posible.

La Kido mantenía sus ojos cerrados, pero claro que escuchaba. Delfín se apresuró a darse la vuelta y caminar sin esperar una respuesta para evitar quebrarse en lamentos inútiles.

Al subir nuevamente, los muchachos las recibieron con sus armazones restaurados y más radiantes que antes.

Mū señaló con su mano las dos protecciones que faltaban para que las vistieran, y acto seguido cada una llamó a su correspondiente para completar la armada de bronce.

—Ahora escuchen con atención... Los siguientes guardianes dorados no son adversarios fáciles de vencer. Sus armaduras aun se encuentran vulnerables así que necesitarán aumentar el poder de su cosmos. Deberán obtener el séptimo sentido.

—¿Séptimo sentido?— preguntó Pegaso.

—Los humanos poseen cinco sentidos. El cosmos de los caballeros es considerado un sexto sentido, pero hay uno más que va más allá de una energía obtenida. Se trata de conocer y entender el cosmos a través de uno mismo, es alcanzar su punto máximo por mérito y capacidad propia. —explicó Mū— Los Santos de Oro son fuertes porque conocen el alma de su cosmos, es decir, saben entenderlo y sobrepasan los límites.

—Entonces, para vencer a los caballeros dorados ¿Tenemos que descubrir nuestro séptimo sentido?

—Así es. Ahora váyanse. No hay tiempo que perder. Kiki y yo cuidaremos a Athena en su ausencia.

—Gracias por ayudarnos, maestro Mū— despidió la más joven. A continuación, el grupo siguió adelante rumbo a la segunda casa.

━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━

La temperatura aumentaba con cada paso, las escaleras parecían ser infinitas a pesar de haber salido del primer templo. Sería un largo camino sin duda.

En un par de minutos la segunda casa se atravesó en su vista, una vez más, el grupo de jóvenes esperó un momento para detectar cualquier esencia de cosmos que les impidiera avanzar. Los seis entraron al templo de Tauro el cual, al contrario del de Aries, no se sentía nada así que entraron con cautela mirando a casi todos lados para evitarse sorpresas fatales.

Inmediatamente, una onda de energía los sacudió a todos, el guardián de dicha casa había hecho acto de presencia por fin. Alzaron los puños, preparándose para atacar en cualquier momento. El caballero de oro se dejó ver y de verdad, más de uno pensó que tal vez no sería nada fácil salir de ese lugar.

—Así que Mū los dejó pasar...—habló el hombre con cierta malicia impregnada en su rostro. Hacía dignamente honor a su constelación pues, el sujeto era muy alto, bastante fuerte de manera física que si lo quisiera, podría incluso acabar con todos al mismo tiempo. Su aura además era confiada.— Para su mala suerte, el viaje para ustedes ha terminado.

—¡Ja! ¿Crees que nos rendiremos, grandulón? —Seiya sonrió. —Somos un grupo de seis y por desgracia estamos retrasados, necesitamos pasar ahora.

—Eres un muchacho arrogante. Yo, Aldebarán de Tauro, no permitiré tal cosa— a continuación, lanzó una llamarada de cosmos hacia los jóvenes, quienes fueron golpeados y por consiguiente, derribados.

Aldebarán soltó una carcajada ruidosa. Seiya fue de los primeros en ponerse de pie mientras el resto buscaba recuperarse.

—¿Qué? ¿Fue mucho para ti, niño? Al menos intenta golpearme, sólo así los dejaré pasar.

—No te burles de nosotros, Aldebarán. Te venceremos...

Pegaso atacó sin obtener resultados factibles, el sujeto era muy veloz por lo que evitaba sus Meteoros sin ninguna dificultad. Los otros intentaron ayudar a su amigo pero al contrario, fueron golpeados duramente cada que amenazaban con su cosmos.

—Mocosos traidores, son menos de lo que esperé cuando escuché de ustedes —se burló el mayor— con esos cosmos tan débiles no lograrán nada, atacan sin pensar, sin objetivo cuerdo ¿Qué clase de caballeros son?

—Es muy rápido...— comentó Shun cansado.— Ha logrado librar cada una una de nuestras técnicas con una facilidad enorme.

—Tenemos que derrotarlo— añadió Shiryū —la señorita Saori depende de nosotros y a penas hemos empezado la batalla... ¡June, Hyōga, ataquemos!

A la orden, los tres ejecutaron sus lanzamientos hacia Aldebarán pero tampoco lograron obtener si quiera un rasguño visible en su armazón dorado.

—Ustedes sí que son necios...— volvió a decir Aldebarán con los brazos cruzados— ¿No entienden que el poder supremo lo tenemos nosotros? Nadie antes ha atravesado estos templos. Ríndanse, de verdad dan mucha pena.

—Ya cállate, abuelo...— se quejó Seiya. Grave error, pues a continuación el caballero extendió sus brazos con dirección al frente para después exclamar a lo alto.

—¡No soy abuelo! ¡Gran cuerno!

La onda de energía chocó contra los muchachos, y éstos contra las paredes con rudeza.

—No puedo ver sus movimientos... Es tan veloz como un rayo...— mencionó Hinata levantando su torso.

—Tiene que haber una manera de vencerlo.— dijo Hyōga— Intentemos nosotros.

El par de hermanos se irguió a duras penas con dolor en los huesos y ardor en la piel. Ambos alzaron sus cosmos, Cisne se encargó de enfriar el templo por dentro mientras Delfín usaba su energía para aparecer la espuma en las extremidades dominantes de Aldebarán.

—¿Qué se supone qué harán?— June tosió luego de preguntar.

—Van a sincronizar sus energías, —le respondió Shun— la primera vez lograron detener a un santo de plata y lo vencieron. Hay que confiar en ellos.

—Nada de lo que hagan funcionará— rió de nuevo el santo de oro.

Hyōga y Hinata se dieron una mirada decisiva. El mayor comenzó a trazar las estrellas de su constelación mientras que la menor se posicionó para arrojar su letal patada inversa.

—¡Polvo de Diamantes!

—¡Remolino Celestial!

Exclamaron al unísono. Los cristales de hielo llovieron mientras el remolino de agua los guiaba hacia su enemigo; no contaron con que Aldebarán alzara sus manos de nuevo para repelerlo como si fuera un espejo; ambos fueron maltratados con sus propios poderes.

¿Qué hacer? Ni la fuerza de los hermanos funcionó en aquel hombre. ¿Estaban perdidos?

Pegaso observó a sus compañeros, habían intentado todas sus técnicas y nada resultó. El tipo era muy inteligente, sabía en qué momento defenderse, como si fuera capaz de leer el tiempo de cada uno, si eso era poco, parecía que un escudo cósmico lo protegía de ataques fuertes. ¿Y si intentaban invadir en conjunto?

—Niños torpes e insensatos, ¿Ya les quedó claro o seguirán perdiendo el tiempo?

—No hables tan pronto, Aldebarán— soltó Seiya levantándose una nueva vez— esta vez he descubierto tu secreto.

—¿Entonces qué esperas, niño? Estoy listo.

—Seiya— se acercó Shun— ¿Qué piensas? Hemos intentado de todo. Hyōga y Nat no pudieron neutralizarlo, es muy veloz.

—Tranquilo, Shun. Tengo una idea.— los jóvenes restantes aguardaron su posición. —June y tú intenten bloquear sus brazos —los dos aceptaron, por consiguiente, la Cadena de Andrómeda y el Látigo del Camaleón se enroscaron en los brazos de Aldebarán, quién esperaba paciente a la nueva estrategia. Mientras sucedía, Seiya se volvió a los otros tres— Shiryū, Nat, ustedes enfurezcan su cosmos y ataquen después de ellos.

—¿Qué hay de mí?— preguntó Hyōga.

—Lanza tu Polvo de Diamantes luego del Dragón Naciente de Shiryū. Con eso lo distraeremos y romperemos su concentración; trataré de arrancarle un cuerno.

Andrómeda y Camaleón sujetaron sus armas haciendo rugir su sexto sentido, inmediatamente, el Caballero del Dragón y la santa de Delfín se sumaron a hacer lo mismo tomando así la atención de Aldebarán casi por completo.

—¡Cadena de Andrómeda!

—¡Aprehensión del Camaleón!

June y Shun se lanzaron primero al ataque, sus energías emitieron descargas en el cuerpo del caballero. En poco tiempo, Hinata y Shiryū se apresuraron a ejecutar sus técnicas para evitar que se defendiera; Hyōga entró a la acción después en el momento en que Aldebarán se soltó de la cadena y el látigo, apuntó a sus manos, que de nuevo aquel llevó al frente. La ráfaga de cristales fríos inundó el templo, sin perder otro segundo, Seiya se arriesgó a dar el último golpe gracias a esa distracción. Estalló los Meteoros del Pegaso y se arrojó en dirección al santo dorado para tomarlo por sorpresa desde otra perspectiva.

—¡Bastardos!— exclamó Aldebarán. Seguido de ello un estruendo marcó el inicio de un silencio insólito.

Uno de los cuernos que yacían sobre el casco del santo se separó con el golpe de Seiya, el cual cayó clavado en el suelo.

Nadie dijo nada por unos segundos. Sólo se oían los suspiros cansados de todos los presentes. Aldebarán no lo creía, enseguida soltó una ruidosa carcajada en lo que los muchachos lo miraban estupefactos.

—¿De qué te ríes?— expresó Pegaso con seriedad.

—De verdad pensé que no lograrían ni tocarme, y me cortaron un cuerno —el mayor continuó riendo, lágrimas de la risa se asomaban por sus ojos mientras sostenía su abdomen del esfuerzo de soltarla.

Los de bronce no entendían nada, en sus rostros se les notaba la duda y sólo provocó que Aldebarán siguiera riéndose.

—Bueno, muchachos, ustedes ganan.

—¿Qué?— se miraron entre ellos ¿Hablaba en serio o era una broma, una trampa?

—Adelante, me ganaron trabajando en equipo. Rompieron mi defensa. No creí que lo hicieran. Sólo quería conocerlos, Mū me habló de ustedes, digamos que fue una prueba.

—¿De verdad?— cuestionó Andrómeda. Nadie más se atrevió a comentar otra cosa.

—Deberían ver sus caras. Adelante, niños, pueden pasar por la casa de Tauro.— el grupo de bronce celebró, vaya susto se habían llevado —Sólo déjenme darles un consejo, persistan y tengan fe. Uno de ustedes es más próximo a conseguir el séptimo sentido ¿Mū les habló de eso ya?— más de uno asintió —Bueno, no les quito más tiempo. Mucha suerte, caballeros.

Los seis agradecieron y se retiraron del templo. Hasta ahora tenían dos aliados, cosa que no pasaría cuando llegaran a la tercera casa.

━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━

Existió un rumor que anduvo de boca en boca entre los seguidores de Athena por varios años. Aquellos que defendían a Aioros de Sagitario en secreto mantenían que era un hecho verdadero y que sus templos sagrados habían sido consumidos por la oscuridad.

Ese rumor decía que el maestro Shion, —el Patriarca antecesor de Arles— no murió por causas naturales, sino asesinado por un ser maligno cegado por la avaricia y la maldad. Cuando Arles asumió el mando, uno de los doce caballeros que el pueblo tanto amaba, dejó de ser visto por causas desconocidas. Si antes salía a menudo a cumplir sus deberes, de un tiempo para otro apenas se le veía en su templo. Aquello comenzó a generar ciertas sospechas, pero no las suficientes como para conspirar o suponer que algo andaba mal.

No fue hasta que Athena nació, y entonces se supo que Aioros intentó matarla, por lo que fue perseguido por dos caballeros de la armada dorada, uno de ellos, el santo de Géminis, quién de la boca de su aliado sobreviviente, dictó que había muerto en combate. Dejando la tercera casa sola y desprotegida.

¿Qué tenía que ver la muerte de Géminis con el presente? Se decía que Arles presentaba dos caras como dicho signo. Pasaba días meditando sin atender a nadie que llegara a su cámara. A veces se comportaba de manera agresiva, y otras veces era el ser más bueno que se podía haber conocido.

June dijo que su maestro, Albiore de Cefeo, tenía esas ideas, ya que le era extraño que de la noche a la mañana, Géminis dejara sus responsabilidades y desapareciera sin dejar rastro, además, nadie nunca vió el cuerpo del maestro Shion, en qué condiciones había quedado. Razón por la cual, June casi presenció su propia muerte cuando atacaron la isla de Andrómeda. Pero era sólo eso, un rumor. Si era cierto tendrían que convencer a los santos de oro de creerles pero carecían de pruebas y ni ellos estaban seguros de que era verdad.

Hinata al recordar esa historia sintió una opresión en el pecho que le impedía concentrarse, esos rumores, las sospechas, le estaban haciendo daño al sobrepensarlo tanto. Se detuvo un momento para recuperar el aire, justo a media escalera.

—¿Te encuentras bien, Hinata?— preguntó Shiryū al oír que sus pasos se detuvieron, por ello se quedó a su lado. No era mentira cuando dijo que sus otros sentidos podían ver por él.

—Sí, estoy bien, no pasa nada.— dudó al responder. Los ojos de los demás cayeron en ella, no podía darles señales de que estaba siendo víctima del miedo, sería como darles otro problema. Hasta la señorita Saori tenía fe en ella, no deseaba decepcionarla.

Continuaron. Tiempo más tarde vieron la tercera casa, Géminis...

No dudaron, los seis entraron enseguida y entonces, un cosmos extraño los invadió, era casi indescriptible, como si les pesara mientras corrían. El templo estaba solo y callado.

—¡No se detengan!

Seiya observó a Hinata correr a su lado, se veía algo fuera de sí misma. No cabía duda que ese miedo en su interior estaba creciendo, de alguna manera le afectaría de manera negativa, esperaba fuera un error. Luego de un rato lograron ver la salida, atravesar ese templo pareció ser más sencillo de lo que pensaron...

—¿Qué?— soltó Pegaso al reconocer que habían llegado al principio.— Pero si recorrimos todo el templo...

—Seguramente nos perdiste y por eso volvimos a dónde empezamos —opinó Hyōga de mala gana.

—Agh, tu viste lo que sucedió ahí adentro, Hyōga...

—Había una extraña cosmo-energía, lo más raro aquí es que no hay un guardián responsable...— añadió Shiryū para evitar una discusión.

—¿Y si se trata de una ilusión?— habló Delfín.

—Habrá que averiguarlo, andando.

Segundo intento. El cosmos era todavía más pesado sobre ellos, no por eso se rendirían. Iban a salir de ahí. La misma luz blanca se asomó por su vista y la siguieron, lastimosamente, habían regresado a la entrada de nuevo.

—¡¿Pero cómo?!

—Esto es inaudito.

—Chicos, hay dos templos ahora...— ante la observación de June, los muchachos analizaron bien la situación, notando que ahora, en efecto, existían dos casas de Géminis.

—Sin duda estamos siendo víctimas de una ilusión...— Shun observó a sus amigos algo inquieto— No me gusta lo que voy a decir pero, creo que es mejor separarnos. Somos seis, entonces que sean dos grupos de tres.

—Tienes razón, —lo apoyó el santo de Pegaso —sólo así avanzaremos. Shiryū, Hinata y yo iremos a la casa de la derecha.

—Entonces nosotros al de la izquierda —pero el Cisne Blanco cruzó los brazos mientras dejaba salir un sonido molesto.— ¿Eh? ¿Qué ocurre, Hyōga?

—Nada. Sólo me gustaría hablar con Seiya por un momento, a solas.

El mencionado se extrañó. Se acercó al Cisne y juntos se alejaron para que nadie les escuchara.

—¿Necesitas algo?— Seiya preguntó, los dos se miraron fijamente y con seriedad. Sentían la mirada de la rubia menor a lo lejos.

—Sabes lo que mi hermana significa para mí, Seiya. Ahora que tomaremos caminos distintos, no podré estar cerca para cuidarla. —soltó un suspiro, los celos estaban atacando en el momento menos indicado, tenía que contenerlos tal y como le enseñaron. La única persona a la que debía mostrar sus sentimientos era a su pequeña rubia. —Tenemos un objetivo que es más importante, pero necesito a Hinata viva hasta el final; confío en ella pero no está demás pedirte que la protejas.

—Ella estará bien. Prometo que la cuidaré como si fuera mi propia sangre.

Hyōga se calmó un poco. Recordar que ellos estuvieron enojados y que tal vez pudieron haber muerto en manos de Aioria lo tenía bastante molesto aun.

—Más te vale. Confío su vida en tus manos. —de inmediato adoptó una voz mucho más seria que de costumbre, con tal de amenazarlo —En serio, Seiya, si algo le pasa a Hinata, juro que no la librarás.

—Me quedó claro.— el castaño extendió su mano como si firmaran un trato. Después volvieron con los demás un poco menos tensos.

—¿Terminaron?— rió June al imaginar la situación. Los dos muchachos asintieron.

—Ahora que ya estamos de acuerdo, no importa quién salga primero de Géminis, sólo hay que avanzar sin esperar a los demás hasta que hayamos cumplido nuestra misión.— habló Shiryū volviendo al tema principal.

—Está bien. Tengan cuidado.— Hyōga se acercó a su hermana— Nat, confío en ti, pequeña .—subió la vista a Pegaso y Dragón— Amigos, cuiden a mi hermana— los dos asintieron sin dudas.

Hinata sonrió y habló también.

—June, Shun, por favor cuiden a Hyōga, que no se meta en problemas.

—Cuenta con ello.

Shun extendió su mano en forma de puño al frente, Seiya puso la suya enseguida, era una especie de saludo con el cual, jurarían valentía y justicia.

Los demás se acercaron con excepción de la santa de Camaleón.

—June ¿Qué haces ahí parada? Acércate, ¿Olvidas que eres del equipo ahora?— la rubia mayor se acercó algo apenada ante el pedido de Shiryū; dejó su mano sobre la pequeña que era de Hinata.

—Lo siento, aun no puedo acostumbrarme, me siento como una intrusa.

—Nada de eso. Eres de nuestra pequeña familia ahora.

—Amigos, les deseo mucha fuerza y confianza— despidió Shun.— espero que podamos salir todos vivos de esta.

—Que así sea...

━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━

*Nos leemos hasta el próximo mes JDJSKSKD

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top