Capítulo XIX
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Jabu estaba realmente molesto con Tatsumi. ¿Ir al santuario ellos solos y con la señorita Saori? Era la idea más estúpida que en su vida había escuchado. Seguro fue Seiya quien la propuso. ¿No pudieron esperar a juntarse la mayoría y partir juntos? Enfrentar a los caballeros de oro era un acto suicida, más si no contaban con apoyo suficiente.
Sus compañeros: Nachi, Ichi, Geki y Ban seguían en la espera del jet privado de la fundación para que los transportaran a Grecia de una vez por todas para ayudar a la señorita Kido. Tatsumi había ido con ellos y aunque trató de calmarlos mediante sus llamadas con las menciones sobre el regreso de Shiryū y otra santa de bronce de confianza, no logró apaciguar la tormenta que Jabu de Unicornio estaba haciendo.
En la Mansión Kido —que seguía en reparación —los otros cinco santos de bronce estaban inquietos, habrían partido por sus propios medios pero Tatsumi insistió que esperaran pues les explicaría un par de cosas que había descubierto.
Más les valía a Seiya y a Hinata no rendirse y darse prisa hasta que ellos llegasen, si no, se encargaría de desquitarse con ambos, incluso si llegaban a morir, bajaría a las entrañas del infierno a darle su merecido a cada uno.
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Quedaban ocho horas, tal vez menos.
Todo estaba sucediendo tan rápido que no podía procesar toda la información de golpe. Cassios llegó allí por cuenta propia para protegerle del hechizo al que Aioria estaba siendo sometido por culpa del Patriarca.
La única forma de que volviera a ser el mismo, era presenciando la muerte de alguien ocasionada por él, según había explicado.
No se oía una solución agradable. Seiya no quería que Cassios diera su vida porque la batalla no le correspondía. Sin embargo, si él ocupaba su lugar, habría de romper las promesas que hizo a los dos rubios que eran hermanos, uno de ellos su amigo y la otra, la chica que amaba. No se imaginó que su antiguo rival estaba haciendo un acto de amor desinteresado, que seguramente el propio Seiya habría hecho también.
Cassios apresó el cuerpo del caballero dorado, logrando que se distrajera de su objetivo unos momentos para golpearle en dónde podía.
—¡Huye de aquí ahora, Seiya!— le gritó, se oía desesperado. Pegaso fue apenas capaz de levantarse, su pierna dolía como un infierno, salir en ese estado era tarea difícil.
Aioria de Leo golpeó a Cassios tan fuerte que logró librarse de él. El tipo se retorció de dolor, estaba sudando y la sangre estaba saliendo lentamente, escurriendo por su espalda. El León trató de avanzar hacia el castaño pero se vió interrumpido, Cassios seguía en su camino, no importaba lo que sea que le dijeran, el hombre estaba dispuesto a todo por detener al santo y proteger a Seiya.
Cassios se quedó delante del chico, el santo de oro se molestó por su intervención, así que arremetió contra él lanzando el Plasma Relámpago que debilitó internamente al aspirante. Más cascadas de sangre empezaron a manchar el suelo. El castaño no tenía palabras para describir lo que sucedía ante sus ojos.
El León seguía ciego ante las órdenes mentales que recibía de Arles, no era él mismo y no pensaba en lo que en verdad importaba. Una vez más realizó su técnica fatal para eliminar a los dos intrusos antes de que la chica siguiera avanzando y fuera la burla del sexto guardián.
—¡Plasma Relámpago!— gritó con fuerzas, el cosmos iluminó lo que quedaba del quinto templo. Cassios se apresuró a proteger al Pegaso y recibió las terribles descargas eléctricas en todo su cuerpo.
—¡Cassios, no!
El hombre permaneció de pie tanto como pudo hasta que la técnica del hechizado terminó. Seiya, realmente molesto, atacó al dorado con sus Meteoros de Pegaso y lo empujó a la pared más cercana. El aspirante cayó de espaldas al suelo, el muchacho enseguida se acercó a él, sostuvo su mano porque lo había visto todo, Cassios no resistiría mucho tiempo pues no tenía una armadura que le ayudara a soportar un cosmos tan potente.
—Cassios... ¿Por qué hiciste eso?— le preguntó el chico, si bien era cierto que los dos no eran amigos y que la competencia era enorme pero Seiya reconocía que había algo más detrás como para intervenir y sacrificarse en una lucha que no le involucraba o de la qué podía sacar provecho al no estar él en el camino.
El aspirante comenzó a sonreír, estaba sudando y yacía malherido. Miró al muchacho para después agrandar su sonrisa.
—Porque si mueres...—jadeó de dolor —Alguien va a estar muy triste... No quiero verla sufrir...
“Shaina...”
Adivinó Seiya, inmediatamente la batalla entre Delfín y Ofiuco llegó a su memoria. Todo eso era increíble. ¿Shaina triste por él? Ese era un gran chiste. Si por ella fuera, animaría al León a matarlo. Aunque si analizaba bien, Ofiuco pudo dejarlo morir aquel día y al contrario, hizo lo que pudo para defenderlo.
“Si dejas vivir a Seiya, las dos obtendremos la paz que necesitamos.”
Eso dijo Hinata, y luego Shaina se había rendido. Estaba seguro de que no era una coincidencia.
—Yo sólo quiero que Shaina sea feliz...— sus ojos que siempre dieron miedo habían perdido su brillo, los cerró segundos más tarde y pereció de la mano de quien había querido vengarse con una sonrisa de orgullo plasmada.
Pegaso no evitó sentirse culpable. Las lágrimas traicioneras salieron a flote. Ahora lo entendía, de alguna manera, él mismo era importante para Shaina, Cassios al descubrirlo vió por su felicidad, pues eso era lo que el amor verdadero obligaba a hacer. Hasta el más rudo tenía a su persona especial.
—Cassios, gracias... Juro que tu muerte no será en vano... Conviértete en estrella y protege desde lo más alto a la mujer que amas.
Vió de inmediato a dónde el León estaba. Aioria estaba recuperándose de la horrible migraña. Cuando analizó lo que sucedía y se encontró con los dos inquilinos supo lo que había pasado. Se acercó con cuidado. Seiya pudo notar que sus ojos habían vuelto a su color de antes, eso significaba que Cassios había tenido razón, logró romper el hechizo del Patriarca.
—Estoy muy apenado por lo que ha sucedido— el caballero bajó un poco la cabeza, honrando el sacrificio del aspirante. Pegaso estaba molesto pero no podía culparlo, si no fuera por lo acontecido quizás él habría muerto creyendo que Aioria los había traicionado.— Cassios, tal y como dijo Seiya, tu sacrificio será recordado— se despojó de su capa para después colocarla sobre el cuerpo del fallecido; los otros dos guardaron silencio, mostrándole respeto.
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—Seiya... Quiero ofrecerte una disculpa —habló el León con la voz tranquila; la diferencia de sus actitudes de antes y después de la intervención de Cassios era realmente enorme. No parecía que el caballero estuviera dispuesto a eliminar al chico.
El castaño lo observó atentamente, aun no terminaba de asimilar lo sucedido pero si algo le quedaba claro es que aquel hombre decía esas cortas palabras con sinceridad y arrepentimiento.
—Aunque no era yo mismo, pude haberte matado... No sé cómo me dejé caer en la trampa de Arles...—miró con culpa el bulto bajo la tela.
—Aioria... No fue tu culpa— animó Seiya —El Patriarca nos ha engañado a todos, él es el verdadero culpable de estos desastres.
Pese a eso, Aioria se veía un poco decaído; notó las grietas en la armadura del muchacho al verlo, seguro se lastimó mientras luchaba con él, tal vez por eso seguía tirado en el suelo. Sin pensarlo mucho se arrodilló a sus pies y con su cosmos dorado sanó la lesión. Pegaso iba a preguntar sobre esa técnica pero otras voces se hicieron escuchar en lo que quedaba del templo. Los dos santos miraron a la dirección del ruido y los vieron, eran tres caballeros de bronce.
—¡Seiya!— habían dicho en desorden y con notable preocupación, por otro lado, el mencionado les sonrió lo cual les facilitó el hecho de que se encontraba fuera de peligro.
—¡Amigos, llegaron!— contestó el castaño. Jamás se había alegrado tanto de verlos, incluso a June que acababa de conocer ese mismo día.
—¿Estás bien? ¿Qué ha pasado?— preguntó Shiryū. Para sorpresa de Seiya, aquel tenía sus ojos abiertos mostrando algo de angustia.
—Shiryū... Puedes ver...— eso sonó más como una pregunta. El Dragón sonrió. Tras la batalla contra Máscara de Muerte en el monte Yomotsu, Shiryū había incrementado su cosmos y vuelto a la superficie de manera exitosa, además, gracias a eso, su vista se había recuperado.
Contaron un par de cosas de lo que habían visto. June aprovechó y les contó su descubrimiento; ya que Aioria siguió escuchando, aprobó la teoría de la chica aunque tampoco estuviera seguro de la verdad. Arles era un ser terrible sin duda.
—Un momento— dijo Shun— ¿Dónde está Hinata?
Seiya se dió una bofetada mental. ¿Cómo se le olvidó que su amiga seguía adelante con la misión? ¿Era una ventaja o desventaja la ausencia del Cisne? Porque si él estuviera ahí, lo primero que habría hecho sería averiguar el estado de su hermana menor.
—Ella se fue a la siguiente casa— contestó. Se volteó para ver al León— no nos queda mucho tiempo, tenemos que irnos ahora.
—Lo comprendo. Ustedes, caballeros, han llegado casi a la mitad de camino.—respondió Aioria —Ahora más que nunca deberán darlo todo para ayudar a Hinata. Temo decirles que ella se encuentra en grave peligro.
—¿Qué dices?
La seriedad que desprendía fue la respuesta. El chico apretó los puños, oyó lo mismo tiempo antes pero no le quiso dar validez.
—Todos los caballeros dorados poseemos siete sentidos, ustedes tendrán que incrementar sus poderes para hacerles frente —continuó el León— si no lo hacen no podrán hacer nada. El caballero que deberán enfrentar a continuación es diez veces más fuerte que todos ustedes. Hinata sola y sin su séptimo sentido no tendrá oportunidad alguna de sobrevivir.
Los cuatro chicos no tomaron bien eso. Seiya ya tenía el corazón acelerado. No dudaba de lo que estaba pasando o que pasaría después; su amiga debía estar super alerta y aterrada, con su eterna bondad iba a negarse a luchar o en otro caso, sus esfuerzos se verían neutralizados por el miedo, lo que la pondría en una indudable derrota.
—Shaka de Virgo es el siguiente guardián.—Siguió Aioria seriamente —Él es el caballero más cercano al maestro, su poder es infinito así que deben ser muy valientes para enfrentarlo— Los cuatro asintieron, no era como que tuvieran de otra, tenían que pasar— Otra cosa muy importante que deben saber. Por nada del mundo dejen que Shaka abra los ojos, si lo hace, todo ser vivo a su alrededor será destruido...
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¿Cómo se hallaba ella? ¿Estaría bien? ¿Ya habría llegado a la casa de Virgo? Eso se preguntaba la mayoría. Los chicos conocían a su amiga y ninguno ponía en duda que si estaba en dicho templo entraría en un estado de pánico que sería capaz de desmayarla a los primeros minutos.
El castaño quería pensar que podría resistir o que siquiera estaba dando pelea para seguir avanzando; por otra parte, estaba igual de asustado, sólo pensar que si el miedo en Hinata superaba su límite o perdía la vida antes de que llegaran, le ocasionaba un dolor opresivo en su pecho.
“Nat, resiste... Tienes que vivir.”
Quedaban siete horas para que el sol se ocultara.
Las piernas dolían del movimiento y otras heridas. No había oportunidad para detenerse a descansar, ya no más.
La nueva estructura apareció metros adelante; Virgo estaba escrita en griego y dos estatuas budistas estaban en la entrada como si se trataran de guardias mirando seriamente a los que llegaban. Seiya no lo pensó, mientras que sus amigos analizaban el pasillo delantero por precaución, él siguió de largo gritando sin importarle nada.
—¡Hinata! ¡Hinata!— hizo lo mismo tres veces más. El templo tenía una luz tenue y parecía no tener fondo, casi igual a la casa de Géminis. Lo peor, no veía por ninguna parte a la santa de Delfín.
Miró a distintos lados con desespero, necesitaba verla y urgente, quería saber si estaba viva.
—¡Hinata!
—Seiya, silencio...— pidió Shun tratando de ser comprensivo.
—Amigo, tranquilízate, Hinata debe estar por aquí— añadió Shiryū para no perder los estribos. El Pegaso volvió la mirada al resto del grupo, reprochando que le detuvieran sin decir nada, estaban siendo ridículos, pensaba; Delfín no debía estar tomando el té con el sexto guardián aunque quisiera. Tenían que encontrarla.
—Chicos... Tienen que ver esto...— June señaló logrando llamar la atención de los otros ¿En qué momento el templo vacío se convirtió en un jardín?
La luz del sol brillaba y desprendía una calidez agradable; el suelo era césped verde dónde encima, miles de flores hermosas lo adornaban. Volaban mariposas, catarinas y aves pequeñas ¿Cómo sucedió? Ni idea, pero era un sitio maravilloso para permanecer.
—¿Qué caraj...?
—¿Y esto?— Shun interrumpió la maldición de Seiya quien apretó sus puños.
—Debe ser una ilusión.— El Dragón dió pasos adelante verificando si tenía razón.
Pegaso bufó, no tenían tiempo para esas pequeñeces.
—No me digas— dijo con notorio sarcasmo —¿A quién le importa eso? Tenemos que encontrar a Hinata antes de que ese sujeto la mate.
—Seiya...
—¡Ya basta!— alzó la voz, se estaba irritando, habiendo hecho ademanes por la frustración sería quizás capaz de soltar un golpe a lo bruto. —No te atrevas a decir que me calme, Shun. Hinata debe estar sufriendo. Debo salvarla.
—Recuerda lo que dijo mi hermano...— lo miró con tristeza, él y como todos temían por la ausente chica— Ella deberá luchar sola y sobrevivir por su cuenta, confiemos en que eso está haciendo. No perdamos la calma.
—Shun tiene razón, Seiya... —La santa del Camaleón se acercó para poner su delgada mano en el hombro de Pegaso, dió una mirada que trataba de animarlo.—No perdamos la esperanza, seguro ella está bien o, ¿Quién sabe? Tal vez logró negociar con el santo de Virgo y logró salir de aquí.— Seiya no podía olvidar los ojos de Nat observando a June porque eran un poco parecidos, por no decir iguales. Ni siquiera puso atención a sus palabras. Bufó, dejó de verla y puso atención en el paisaje.
Avanzó unos pasos mientras los otros lo seguían, pese a la nueva apariencia del lugar no podían sentir nada de confianza. Todo se veía real pero debía haber un truco oculto. Fijó su atención en lo más profundo del valle, más allá había una luz dorada que resplandecía que el mismo sol de mentira en ese lugar.
Pegaso no dudó y caminó hacia aquella dirección. Conforme se acercaba, el cosmos poseía mayor intensidad; también se sentía más grande, poderoso y de alguna forma, aterrador, que les ponía los vellos de punta; una sensación sorprendente como resultado de la fricción de un globo contra la lana.
Los cuatro siguieron adelante, de repente el hermoso valle se había desvanecido, y en su lugar hallaron un largo pasillo donde al verlo despejado, decidieron tomar carrera para llegar al fondo.
Corrieron un par de minutos, la luz se hacía más esplendorosa.
El chico forzó un poco la vista para analizar mejor; había una pared con unos grabados extraños y delante de aquella, un hombre vestido de oro desprendía una llamarada feroz sobre una extraña flor dorada. Seiya aceleró luego de fruncir su entrecejo. El estómago se le revolvió pues algo no le hacía gracia. Conforme se aproximaba, él y los demás podían sentir cada vez más desconfianza. Pero eso no era todo. Apenas era el principio.
Un brillo violeta llegó a los ojos avellana de Pegaso. El corazón comenzó a saltar como loco al saber de qué se trataba.
—¡Hinata!— Su gritó resonó en el silencio inmenso. Aceleró su paso para llegar a su innegable amada.
Logró verla, estaba inconsciente, boca abajo en el suelo; su cabello dorado le cubría la cara, por lo que se dió prisa y dejó para después los detalles. Seiya la levantó con cuidado dejando cero espacio entre ambos. La cabeza dorada descansó en su hombro mientras que las manos del chico temblaban bajo la piel de ella; en su rostro sereno tenía unos cuantos arañazos al igual que en sus extremidades descubiertas.
—Nat... —la voz se le cortó. Apartó los mechones rubios de su cara, después sostuvo su mejilla que se sentía fría al primer roce. Ella no podía estar muerta ¿Verdad?
Dragón y Camaleón estaban demasiado nerviosos aunque guardaron silencio para mantener la calma ante el enemigo. Al igual que Pegaso, no querían saber si habían perdido a esa niña.
El pecho de Seiya comenzó a subir y bajar descontrolado. Si había llegado tarde, jamás se perdonaría el haberla dejado ir...
Shun de Andrómeda por otra parte, se arrodilló al lado del castaño sin dudarlo. Buscó el pulso en el cuello de la chica; sus gestos se relajaron al sentir unos leves latidos.
—Está viva, Seiya.— dijo, seguido miró sus ojos para darle la certeza de que así era— Su pulso es débil pero todavía hay esperanza.
—No por mucho tiempo.— habló por primera vez el guardián que seguía sentado en flor de loto sobre aquel capullo abierto, parecía estar meditando.— El alma de esa joven abandonará su cuerpo para caer en uno de los seis mundos. Y ustedes la acompañarán pronto.
Los muchachos se pusieron en guardia delante de Pegaso. Shiryū alzó sus puños; June sacó su látigo y Shun empuñó sus cadenas.
El castaño dejó a su amiga con mucho cuidado en el suelo para hacer lo mismo. Se levantó, pasó por sobre sus compañeros para acercarse al caballero; su ceño se había fruncido y sus manos se cerraron en puños. Lo que sea que le hubiese hecho a Hinata, se encargaría de devolvérselo.
“Con que él es Shaka... El caballero más cercano al gran maestro... Su cosmos es tremendo...”
El sujeto no se movía. Parecía una estatua de no ser por sus recientes palabras. A simple vista aparentaba ser inofensivo; las facciones relajadas de su rostro eran tan neutrales que no se sabía siquiera lo que cruzaba su mente. Como Aioria advirtió, sus ojos se mantenían cerrados. Tenían que terminar con él antes de que los abriera.
Los muchachos se miraron entre ellos y luego al caballero intentando leerlo para saber qué hacer; o por lo menos los más sensatos en ese momento.
—¿Qué le has hecho a Hinata?— añadió el chico con fuerza y rabia.
—Seiya, no...— Shiryū terminó interrumpido.
—¡Contesta!— amenazó acercarse— ¡¿Qué rayos le hiciste?!— pero el enemigo ni se inmutó, como si ellos no fueran en realidad una verdadera amenaza. Pegaso no despegó su mirada avellana, apretó los dientes que hasta la mandíbula comenzó a dolerle. —Maldito... ¡Pagarás por hacerle daño!— dicho aquello, su mano derecha emergió un brillo y se lanzó sin pensarlo al santo de oro.
Sus amigos trataron de detenerlo pero no dió resultado. Por otra parte, Shaka no hizo más que desprender una llamarada de su poder para alejar al muchacho de él, dejándolo en segundos tan herido como la chica que minutos antes, trató de evitarlo.
June auxilió al Pegaso, por fortuna seguía consciente aunque sangraba mucho. Los otros dos los protegieron estando alertas de todo. El cosmos de ese caballero era aterrador.
—¿Qué comportamiento es ese, caballerito?— insinuó Shaka poniéndose de pie. Los jóvenes sintieron un poco de miedo ¿Cómo alguien tan serio y sereno podía causarles eso?— A decir verdad, la pequeña ovejita de su rebaño tenía mejores modales pese a ser presa del miedo y la desesperación.
—¿Ovejita?— repitió la santa del Camaleón incrédula.
—La muy torpe creyó que siendo amable conseguiría evitar su destrucción... Y mírenla ahora... Está a nada de convertirse en un fantasma hambriento.
—¿De qué rayos hablas?
El santo de Dragón interrumpió la vista de June al caminar al frente para luchar contra Shaka mientras Seiya lo maldecía entre dientes, llenando su ser de rencor contra él.
—Caballero Shaka, yo pelearé contra ti, antes de que continúes bajo el mando del ser maligno que tú llamas “maestro”.
El sexto guardián mostró una sonrisa apenas visible al ver crecer el cosmos de Shiryū; justo así fue la batalla de la pobre ovejita que usaron de carnada.
Dragón no dudó y en su puño, su energía acumulada llevó hasta donde su enemigo se encontraba; planeaba darle en el rostro para despistarlo, sin embargo, cuando a centímetros cerca de él, Shaka atrapó su mano en una esfera dorada y brillante de igual tamaño que bloqueaba por completo su ataque.
—¿Qué demonios...?
—¿Qué sucede, Shiryū?— añadió ironía el guardián —Tú ataque no es tan fuerte como creías ¿Verdad?— el muchacho intentó liberarse pero al contrario, siquiera era capaz de mover su mano.— Voy a explicarte lo que pasará; en unos segundos, tu piel atravesará tu armadura de bronce...— Shiryū comenzó a sentir un ardor como si se hubiese quemado la mano —Y después tus huesos serán aplastados hasta desaparecer por completo...
—¡Shiryū!— exclamó June. En un desesperado intento por salvarlo, agitó su látigo contra el suelo y después lo movió hacia el caballero de oro— ¡Aprehensión del Camaleón!— el extremo libre del arma fue acercándose a Shaka pero en ese segundo, liberó al Dragón con una ráfaga dorada y atrapó a la vez su arma sagrada, dejándola paralizada en el aire.— ¿Qué?
Al agitar el látigo, éste no se movía ni obedecía ninguna orden de su portadora. June observó de reojo a sus amigos pero al igual que ella no daban crédito a lo que veían.
Shaka frunció ligeramente su ceño, aun sin abrir sus ojos. Sólo le bastó emitir una palabra, tan pequeña y carente de sentido, para poner a su disposición el arma de la chica; misma que arremetió contra ella.
El látigo del Camaleón regresó a su orígen y rodeó por completo el cuerpo de la rubia que ahora era víctima de sus propias descargas eléctricas y de la presión fatal a la que su cuello estaba siendo sometido.
—¡June!— gritaron en desorden los que eran sus aliados.
Shun no dudó y levantó sus cadenas para atacar igualmente, con la intención de llamar la atención de Shaka y hacer que olvidara a su amiga que sufría y su sangre caía a una velocidad inquietante.
—No des un paso más...— ordenó Shaka seriamente. Una queja de June salió de sus labios que se convirtió en un llanto de dolor profundo, capaz de hipnotizar a Andrómeda para evitar hacerle más daño— De lo contrario, el látigo seguirá apretando hasta decapitarla ¿Eso quieres?
—Agh... Shun...— logró decirle ella— No, lo escuches... Ataca... Hazlo...
Pero Shun no fue capaz de hacerlo aunque lo deseara. Seiya fue el responsable de obedecer y correr a su dirección pero no contó con que Shaka soltara a la chica justo donde él venía, de manera que ambos chocaron para terminar en el suelo.
Andrómeda y Dragón fueron con ellos enseguida, por el momento, los dos chicos se encontraban vivos todavía.
—¿Están bien?
—Que manera de decirlo— contestó June que tenía el cuello enrojecido, el rostro cansado y miraba mal a aquellos dos; es que era obvio, por un segundo pensó que de verdad moriría.
—Lo reconozco— añadió Pegaso —el tipo es demasiado fuerte. No me extraña que haya vencido a Hinata tanta facilidad.
El santo de Virgo juntó sus manos formando un pequeño cuenco dónde comenzó a acumular cosmos con rapidez.
—Caballeros de bronce, escuchen mis palabras...— alzó la voz, al mismo tiempo su energía empezó a crecer más y más, al grado de alertar a los jóvenes.
Los cuatro se pusieron de pie otra vez, preparándose para defenderse aunque sus posibilidades de salir de ahí fueran escasas.
—Es momento de que sus almas lleguen a su merecido destino donde su amiga les espera con ansias... El infierno de la Hambruna...— El Dragón abrió sus ojos con algo de temor al escucharlo. Una luz dorada flamante como el fuego lo envolvió y pronto, aquella viajó a ellos.— ...La bendición del señor de las Tinieblas...
Tan fuerte como el viento, una feroz ráfaga de luz golpeó a los santos y uno a uno, fueron cayendo en el suelo frío inconscientes. Shaka caminó hacia ellos, no podía creer que caballeros tan débiles hubiesen llegado a su templo. No cabía duda que sus compañeros de armas habían sido consumidos por la corrupción de la diosa falsa. Ahora estaba más tranquilo, eliminó a los cinco caballeros en menos tiempo de lo esperado. Ya no existía ninguna amenaza que angustiara al santo Patriarca. Pronto todo volvería a la normalidad.
—Ugh...— volteó a la dirección del ruido, el caballero de Andrómeda se movía con debilidad, su alma parecía luchar para permanecer en su cuerpo.
Frunció el ceño, los santos de bronce eran muy necios. Shaka de Virgo se arrodilló junto a él, su mano derecha imitó una pequeña daga y apuntó al cuello del niño para evitarle más sufrimiento. Si había algo característico en el más cercano a Arles, era su falta de misericordia, por lo que su intención no era más que para condenar a Shun en su destino final.
Rápidamente intentó clavar su mano en el cuello del chico, sin embargo se vió interrumpido por un pequeño ardor molesto antes de siquiera tocarlo. Sintió en su mano como su sangre goteaba pese a estar protegida por su armadura. Eso no le gustó. ¿Quién se atrevió a hacerle daño? No podía ser ninguno de los chiquillos; todos, incluso la ovejita, estaban ya en el otro mundo.
Miró a su alrededor, a unos metros de él se encontraba una pluma naranja. La responsable de derramar su sangre.
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*Recién salido del horno sjsjjs
Ya sé, no les dejé la pelea de Hinata contra Shaka como esperaban, lo sé. En mi defensa, ya le tocaba a Seiya preocuparse por Nat y ponerse histérico.
Probablemente les muestre cómo fue esa pelea en los one-shots.
Gracias por leer y, hasta la próximaaaaaaa ✨
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