Capítulo XII

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Por orden de la señorita, Shiryū fue enviado de vuelta a China para su pronta recuperación. Su compañera Shunrei había llegado la mañana siguiente al recibir el llamado, en la tarde fueron escoltados al aeropuerto para que pudieran regresar lo antes posible.

Nuevamente, los cincos guerreros se vieron obligados a continuar con una nueva estrategia, la cual todavía no tenían.

Un largo suspiro salió de la chica luego de perder de vista el vehículo que transportaba a su amigo. Fijó la mirada en Seiya quien era el mas afectado por el presente acontecimiento, lo vio mirar el suelo y después caminar a otra dirección sin decir ni observar a nadie. Hinata vio a su hermano y en silencio mostró sus intenciones; Hyōga no le negó nada, por ello se apresuró a seguirle el paso hasta tomar su brazo izquierdo para caminar a su lado.

Aquel la vio de reojo, y a pesar de recibir una bella mirada con una curva formada, no fue capaz de devolvérsela y en cambio, miró al frente denotando su angustia.

—¿A dónde vas?— preguntó ella sabiendo a qué se enfrentaba ahora.

—A ninguna parte en realidad... Sólo quería un rato para pensar y asimilar lo que ha sucedido.

—¿Entonces debería dejarte solo o no tienes problema conque te acompañe?

—No me molesta, así que haz lo que quieras.

Continuaron un rato en silencio, Seiya siguió avanzando y se molestó en acomodarse de manera que sentía la mano de Hinata sobre su brazo pero sin mirarla ni hacerle plática de nada. La chica comenzó a pensar sus argumentos, lo suficientemente estructurados para tratar el mal humor de Seiya, de las veces que habían discutido aprendió que tenía que ser lo más paciente y razonable posible, porque cuando él se aferraba a una idea era difícil hacerlo cambiar de opinión. Esta vez no sería la excepción puesto que ahora cargaba una enorme culpa.

—Deja esa cara larga, asustarás a cualquiera que te vea si continuas así.— comentó en broma pensando que tal vez así le robaría una risa.

Pegaso hizo una mueca y llevó sus ojos al piso, su caminar era demasiado tranquilo por lo que tropezar no estaba en los planes además de que iban sobre una vereda despejada.

—Hey... Ánimo, no todo está perdido. Habrá una solución para esto, siempre existe una para todo problema.

—No esta vez— respondió con una voz áspera —los doctores no pudieron hacer nada, si ellos no lo hicieron, entonces ¿quién lo hará?

—Bueno, emm... No estoy segura pero eso no quita la esperanza de que Shiryū se recupere.

—Seamos realistas, Nat. Shiryū no volverá a ser el mismo, lo oímos del médico.— Por fin se dignó a mirarla, ocasionando así que se detuvieran.

La rubia juntó los labios para pensar con exactitud el cómo iba a contradecir ese comentario, en cambio, Seiya continuó y apagó la posibilidad de poder defender su creencia.

—En lugar de que las cosas mejoren, empeoran cada día. Esta ocasión fue Shiryū, mañana podrías ser tú y no voy a permitir que sigas metida en esto.

—¿Perdón?

Pegaso sostuvo el aire unos segundos.

—No haré esto más difícil, abandona la guerra por tu bien. Ya he tenido suficiente y no pienso dejar que algo más dificulte las cosas.— soltó sin tacto e hizo molestar más a la chica.

Hinata se dignó a separarse y encararlo de frente ¿Le quería decir que era una especie de carga? Entendía su frustración pero eso no le daba derecho a tratarla así. Guardó la postura y seriamente contestó.

—No quiero sonar grosera pero no eres quién para darme órdenes, Seiya. —el muchacho frunció el ceño— Estás muy estresado y estás hablando cosas al azar y sin pensar.

—No, ya había pensado en esto antes. Traté de convencerme de que podrías hacerlo pero dadas las circunstancias, lo he decidido ya. No dejaré que te involucres más.

—Por mucho que me duela decirlo y esté en contra de mis ideales, no voy a obedecerte ni a dejar la lucha. No eres mi padre, no eres mi jefe y no eres mi dueño para decirme que es lo que tengo que hacer o no.— cruzó los brazos y alzó la barbilla pensando en cómo terminaría eso, bastante mal.— No voy a abandonar esta pelea porque hay gente a la que quiero proteger, y tú no vas a impedirlo.

—¿Cómo vas proteger a alguien si con suerte a penas logras salir con vida?

Los gestos de Hinata cambiaron a la velocidad de un rayo, la presión en sus brazos se desvaneció. Pensó que ese comentario había sido soltado por mero impulso pero no quedó ahí.

—Cuando Ikki robó la armadura casi te mata, luego esos tipos que los atacaron en la cabaña te hicieron trizas...

—Pero sobreviví...— la interrumpió.

—Porque alguien más tuvo que intervenir.

—¿Y... Y ya olvidaste lo que pasó en la isla del Caribe? Logré recuperar el casco yo sola, sin ayuda de nadie.

—Era hora...

Hinata apretó los puños, se esforzó por mantener la vista firme aunque su mandíbula ya estuviera temblando.

—Por tu seguridad, es mejor que te quedes al lado de Saori. Esa es la verdadera función de los santos femeninos después de todo.

—No puedo creer que esté escuchando esto de ti.— mencionó con un nudo de alambre en la garganta —Es cierto que he fracasado pero no te da derecho a elegir mis acciones. Ni siquiera mi hermano me ha pedido una estupidez como esta.

—Me pregunto por qué.

Mordió su mejilla por dentro, una parte de ella le decía que no dijera nada puesto que Seiya sólo estaba malhumorado y creía que no lo decía en serio, pero la otra le gritaba que se defendiera sin importar la consecuencia. Con un dolor en la garganta hizo caso a su segunda voz mental porque no podía seguir permitiendo esa clase de comentarios que la estaban lastimando.

—¿Quieres saberlo? Pues te lo diré. ¡Es porque él sí confía en mí!— Seiya dio un paso atrás, la rubia había enrojecido del coraje.— Él sabe que me he esforzado tanto como puedo. Ha estado preocupado porque yo no he sido capaz de dormir tranquila con toda la angustia que tengo que cargar todos los días. No hay día en que no piense en todas las posibilidades, en nosotros, en el hecho de que podríamos fracasar y morir el día de mañana. No hay noche en la que no reze a los dioses por nuestro bienestar. ¡Y llegas tú con tu actitud estúpida y pesimista a decirme que abandone porque sí! ¡¿Qué demonios te pasa, Seiya?! ¡¿No se supone que somos amigos?!

—¡Es por eso, Hinata! ¡Estoy tratando de protegerte! ¡¿Por qué no lo entiendes?!

—¡Porque no necesito la protección de alguien que cree que soy un estorbo! Si piensas que luego de esto te voy a escuchar, estás muy equivocado.

Dicho aquello, Hinata se dio la vuelta y a paso firme se marchó hecha una furia, tan enojada acabó que a penas podía respirar correctamente.

El muchacho traía los puños rojos, más tarde se dió cuenta que metió la pata pues existían miles de maneras para expresar esa inquietud. Ahora Nat estaba enojada y su orgullo no iría a ablandarse tan pronto, para su desgracia tampoco el de él así que quién sabe en cuánto tiempo irían a hablarse de nuevo.

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Todos fijaron su atención en ella cuando apareció en el primer escalón de las escaleras. Hinata contuvo la respiración e intentó sonreír para aparentar tranquilidad pero como la mayoría sabía, siempre se notaba cuando algo malo le sucedía. Mala suerte tener que ser como un libro abierto que sus gestos expresaran lo que no quería.

—¿Está todo en orden?— bajó con cuidado hasta dar con Shun y su hermano, mismos que se dieron una mirada antes de que alguno se animara a responder.

—¿Hinata, sabes dónde está Seiya?— preguntó Saori acercándose a ella. Hinata se tensó un poco pero creyó que nadie lo había notado.

—No, no lo sé.— respondió con duda, sus ojos iban de aquí allá observando a los tres jóvenes delante suyo.

—Los vimos irse juntos, creímos que igual vendrían los dos,— mencionó Shun desilusionado— la señorita tiene algo que mostrarnos.

La chica se encogió de hombros, luego desvió la vista a otra parte.

—Bueno, es verdad que estuvimos juntos pero después cada quien se fue por su lado.

—Espero que no tarde mucho.

Cuando la Kido se alejó a su escritorio, Hinata se tomó la libertad de exhalar con alivio, era como si su mentira la estuviese asfixiando. Ya que no tenía nada más que comentar, se tomó la molestia de colocarse al lado izquierdo de la señorita para disimular su ahora pésimo estado de ánimo.

Andrómeda y Cisne volvieron a unir miradas, así sacando sus dudas al respecto. Por si fuera poco, sucedieron no más de diez minutos cuando el sonido del ascensor les avisó que alguien acababa de llegar; para sorpresa de esos dos, Seiya apareció con una cara de pocos amigos y las manos escondidas en los bolsillos de su pantalón, bajó y no hizo más que apretar los labios fingiendo una sonrisa como Hinata lo estaba haciendo en ese momento.

—Ya estoy aquí ¿Pasó algo?— cuestionó a los chicos, Saori no tardó en prestarle atención y la rubia no le dirigió la mirada al igual que Ikki.

—Has llegado por fin, quería mostrarles algo...

La Kido siguió explicando algo al respecto de una investigación que intentaba descifrar la ubicación exacta del Santuario para mantenerlo vigilado, para eso mostró un par de imágenes en tiempo real, sin embargo, cada que el equipo aéreo intentaba acercarse, la señal se perdía, logrando hacer más difícil el estar prevenidos.

Seiya gruñó al observar la pantalla.

—Está claro que no quieren que nos acerquemos...—dijo Shun con obviedad.

—No me extraña, aun así no pienso darme por vencido, tenemos que entrar.—mencionó Pegaso, volvió sus ojos a la rubia y ella se hallaba de brazos cruzados evitando su mirada, maña propia que podía reconocer en dónde fuese. Suspiró en el momento que Hyōga quería hablar.

—Por el momento hay que estar prevenidos de cualquier ataque, ahora que Shiryū se ha ido tenemos que movernos con suma discreción. De lo contrario, las consecuencias podrían resultar fatales.

—Dime algo que no sepa, Hyōga— se giró a él enseguida —¿Crees que es fácil hacerlo? No sé cómo pueden estar tan tranquilos luego de esta tragedia.

—Seiya, cálmate...—agregó Shun.

—¡No puedo! ¡Shiryū está mal, ahora debe ser guiado por Shunrei y no sabemos por cuánto tiempo será así!

—Seiya, escúchame.— se metió Saori ante el desespero —Entiendo que estés frustrado, todos lo estamos pero este pensamiento negativo no ayudará a nadie. ¿No es así, Hinata?— la nombrada movió la cabeza aun sin mirar al chico.— Tenemos que mantener la fé en que Shiryū se recuperará pronto.

—Es admirable su optimismo pero no ven la realidad. —Ikki habló por primera vez, éste en cambio sí se ganó la atención de la santa —De nada sirve discutir este asunto cuando está más que claro.

—¿Piensas que Shiryū ya no tiene esperanza alguna, Ikki?— dudó Hinata. Seiya frunció los labios al ver que a Fénix sí le quiso hablar.

—Tal vez exista una, pero no ahora, pequeña Nat. Hasta entonces debemos apegarnos a los hechos, más que nada para evitar decepciones, como la que viviré si permanezco con ustedes.

—¡¿Qué?!

Fénix sonrió ante el enojo de Pegaso.

—Esta manada no está funcionando y no me interesa ayudar para arreglarla.

—¡Bastardo! ¡¿Cómo se te ocurre decir eso?!

—No lo tomes personal, Seiya, pero no me gusta andar en grupos. Si les preocupa que me una al bando enemigo, déjenme decirles que no lo haré. Hasta entonces, suerte.

Ikki miró a Hinata antes que a su hermano para marcharse sin dejar que Saori o Seiya lo hicieran cambiar de opinión. Ahora más que nada necesitaban aliados, e Ikki era un punto clave en el equipo.

¿Por qué todo les salía mal? ¿Acaso era mala suerte o alguna maldición?

—Madre Hera... Dime qué es lo que estamos haciendo mal....— murmuró Nat siendo escuchada por la Kido rato después de que Fénix los abandonara. Intentar abrirse paso en las montañas con el equipo aéreo no estaba resultando.

—Respira lento, Hinata.— aconsejó sosteniendo su brazo —Te veo muy tensa ¿Sucedió algo malo?

—Nada comparado con la lista de problemas que tenemos, señorita. Gracias por la preocupación.

La Kido no estaba conforme con la respuesta, en ningún momento la chica se apartó de su lado, por lo tanto era extraño sabiendo que el cuartel era un sitio seguro. Tampoco dejó que Shun o Hyōga la distrajeran.

Saori miró tras su hombro en busca del caballero Pegaso para notarlo en las mismas condiciones que la santa, era obvio lo que sucedía: se habían peleado. Eso era nuevo, desde que conoció a ambos no existía algo que pudiera tener esos resultados, tal vez tenían ciertos desacuerdos pero nunca terminaban así; tal vez se debía a que Hinata poseía mucha paciencia y era más tranquila. Suponía que llegó a su límite y por lo tanto, explotó.

Muchas veces se dice que las discusiones son una manera de reforzar las relaciones, arreglar problemas y abrir las mentes de las personas ¿Pero a qué costo? Saori nunca vio a Hinata enojada hasta ese entonces ¿Qué tan complicada podía ser estando así? Seiya por otra parte era una bomba, ya había sido testigo de ello. No le gustaba meterse en asuntos que no la involucraban, pero no quería ver a la chica así.

—Hinata ¿Me acompañarías a tomar aire fresco?— volvió a ella como si eso fuera una necesidad.— Hemos estado horas aquí abajo, quizás el aire de la tarde nos ayude a pensar mejor.— La rubia asintió no muy convencida.

La joven Kido se puso de pie, avisó a los muchachos y no se opusieron a lo que harían. Según ellos, ya que Nat estaría con ella no habría que preocuparse por nada. Ambas chicas subieron al ascensor y se mantuvieron calladas por el tiempo que tomó aquel en llegar a la planta alta; el suficiente para Saori que incluso pudo leer el lenguaje corporal de su contraria: brazos cruzados, piernas juntas, mirada al suelo y apagada, sonrisa caída, tenía una mezcla de enojo, culpa o tristeza.

Cuando salieron a la pista principal, el cielo se pintó de anaranjado, muy pronto cambiaría a violeta pero la brisa era fría y el silencio daba cierto respiro de tranquilidad. Hinata tembló por un momento al recibir el viento sobre su piel descubierta.

La Kido vio de reojo a la rubia y no hubo cambio relevante en su cuerpo o actitud.

—La brisa está algo fresca...—dijo aquella, algunos cuervos sobrevolaban por el edificio y mantuvo su atención en ellos poco tiempo.

—Puede que la noche lo esté más...—respondió Saori— Hinata, no quiero parecer una entrometida pero me gustaría hablar contigo.

—Ehh, claro, adelante...

Saori se volvió a ella, sus manos se sostuvieron delante de su vientre sobre ese vestido blanco con encaje rosado en la parte inferior que la envolvía de elegancia y belleza pura.

—Desde que empezaste a trabajar para mí me ha sido imposible verte como una empleada más, Hinata —su mirada iba a sus manos, su voz sonó un poco insegura pero se animó a continuar —al igual que el resto, ustedes forman parte importante en mi vida y no me perdonaría si algo malo les llegara a suceder. En tu caso, veo que siempre estás angustiada pero hoy te he notado molesta.— Juntó sus fuerzas para observar a una rubia confundida y a la vez atrapada en la trampa— No me alegra tenerte preocupada por tu alrededor pero tampoco el verte apática... Deduje que no estabas bien y tengo una idea del por qué, pero si me permites saberlo, ayudaré en lo que esté a mi alcance.

Hinata vio sus intenciones enseguida. No podía enojarse, la tensión de hace rato era clara, cualquiera se pudo haber dado cuenta de que no andaba bien, más sin embargo, no esperaba que Saori fuera la primera notarlo.

—Soy demasiado obvia ¿Verdad?— sonrió con timidez, Saori en el fondo dijo que sí a pesar de que se negó responder a eso —Me honra su atención, señorita Saori, sé que puedo confiar en usted. ¿Me promete que si le cuento no le dirá nada a los chicos? ¿Ni a mi hermano?

—Te lo prometo.

La rubia separó sus brazos, titubeó unos segundos llevando sus ojos del suelo al cielo hasta encontrar la seguridad para comenzar a relatar.

—¿Usted cree que soy una carga?— preguntó con pena y la vista en sus pies. La Kido se extrañó tanto que igual sus gestos del rostro cambiaron.

—¿Una carga? —repitió para comprobar que había oído bien— ¿Por qué preguntas eso si eres todo lo contrario, Hinata?

La rubia mordió su labio inferior, entrelazaba sus propios dedos de los nervios.

—Es... Porque no he aportado mucho al equipo y, siento que no hago nada importante...

Mintió, Saori se dió cuenta de ello.

—Para nada, hemos obtenido información importante gracias a ti ¿Por qué piensas eso? ¿Quién te lo dijo? ¿Fue Seiya?

Su silencio y asombro fue la respuesta.

—No... Es que...

—Hinata, no me mientas— dió un par de pasos a ella— ¿Seiya te dijo que eras una carga? ¿Es por eso que lo evitas y haces como si no te importara?— la contraria enrojeció, ahora quería ir de vuelta al cuartel.

—¿Es muy evidente?

—Emm... Sí lo es.— Hinata se cubrió la cara con las manos —Nunca te había visto molesta y es bastante nuevo para mí esta faceta tuya, pero lo que crees es un error absoluto.— Nat movió un poco sus dedos para volver la mirada a la Kido— Eres tan importante para el equipo al igual que todos. No justifico lo que Seiya te ha dicho pero como se ve, debe estar frustrado por el estado de Shiryū. Eres su mejor amiga, tal vez no lo dijo en serio, no quieras tómartelo a pecho. Sabes que a fin de cuentas eres una pieza necesaria en nuestro pequeño grupo; tu bondad y generosidad son las cualidades que nos completan como los nuevos protectores de la justicia.

Tomó valor, Saori se acercó y apartó las manos del rostro de la santa, las mantuvo entre las suyas, fijó sus ojos en los de ella sin dificultad pues su estatura era casi la misma.

—Oh, Hinata...— la rubia ya tenía agua amenazando salir por sus orbes. Su intención era reconfortarla, no hacerla sentir peor.

—Lo siento —limpió rápidamente la primer gota entre una ligera risa— es la alegría de tener a alguien más con quién contar. Si se lo decía a Hyōga seguramente se molestaría con Seiya.

—Siempre necesitamos una compañía femenina que nos respalde.

El corazón de la rubia se agitó, se había olvidado de aquella absurda creencia gracias a las bellas palabras de la Kido.

—Ya lo creo... Señorita Kido ¿Le puedo preguntar algo más?

—“Saori” bastará a partir de ahora. Siéntete segura de opinar lo que quieras.

—Bueno... —las mejillas se pintaron por segunda ocasión— ¿Estaría mal querer darle un abrazo a mi jefa y a mi diosa?

—Que pregunta. Hasta donde sé, no está mal visto abrazar a tu amiga sin importar lo que sea.— sin darle tiempo a reaccionar, Saori tomó la iniciativa de rodear con sus brazos a la santa de Delfín.

Para Hinata, pensó que finalmente tenía una amiga en la cual confíar además de Mónica. La santa la recibió con gusto y hasta una parte de sí misma la hizo sentir segura de sus decisiones. Al diablo lo que pensara Seiya, a fin de cuentas sólo estaba malhumorado y olvidó sus logros. No era quién para decidir por ella ni por nadie.

Las chicas tomaron una distancia corta pero aceptable, la noche finalmente había llegado y el silencio espectral alrededor del coliseo no era un problema para ninguna al disfrutar de la compañía de la otra.

Entonces, cuando estuvieron listas para regresar al cuartel, los cuervos que andaban cerca se posaron en algunos escombros alrededor de las jóvenes, la cantidad de las aves era inmensa, los ojos de cada uno resplandecía de rojo carmesí. Hinata sintió mucha desconfianza ante la parvada, parecía que con esas miradas pequeñas las devoraban. Enseguida pidió a Saori bajar, si no fuera por los graznidos y el sonido de los aleteos que las asustó, seguramente habrían cometido su intención.

Los cuervos volaron en dirección a Saori, la santa se colocó delante de ella, extendió sus brazos para tratar de protegerla, consiguiendo así que las aves comenzaran a picotearla.

—¡Hinata!— exclamó Saori siendo atacada también.

La santa apartó a un par de pájaros e hizo estallar su cosmos para alejar a los demás, en vano esto ya que sólo logró atraer a más. Picotearon a Hinata con suma fuerza para hacerla sangrar un poco, así hasta alejarla de Saori lo suficiente para que no pudiera alcanzarla.

Un enorme grupo de las aves aprisionó a la Kido, la dejó inconsciente y la tomaron de rehén gracias a extrañas ondas de cosmos.

Mientras eso pasaba, la rubia intentó deshacerse de los emplumados teniendo parte de su sangre corriendo por su frente y brazos. Sabía que estaban bajo otro ataque, los animales no atentaban contra las personas a menos que fueran provocados por éstas, no había duda alguna que un caballero de plata estaba detrás de ello manipulando a pobres aves inocentes para hacer el trabajo sucio. Levantó la vista con algo de dificultad, observó como el cuerpo de la Kido colgaba de hilos a penas visibles, los cuales eran llevados por los pájaros. Eso la asustó más que el intenso ardor que atacaban en sus brazos.

—¡Seiya!— exclamó haciendo más feroz su energía, golpeó a un cuervo y escuchó como chocó contra el suelo en medio del escándalo y la lluvia de plumas negras.

—¡Hinata!— el mencionado salió al sentir su cosmos, se acercó inmediatamente para ayudarla a espantar a las aves mientras Hyōga y Shun iban apresurados a seguir a la parvada con sus respectivas armaduras.

Los cuervos se fueron alejando poco a poco cuando el resto fue desapareciendo de la cercanía. La chica estaba temblando, más de la angustia que de sus heridas. Seiya la sostuvo de los hombros y trató de sentarla sobre unos escalones, no importándole tener unas cuantas manchas rojas en las manos.

—Ve por la señorita Saori, enseguida los alcanzaré.— suplicó bañada en sudor, el castaño, arrodillado ante ella dudó un segundo pero terminó por ceder.

Allí quedó ella, sola, calmando su respiración mientras sostenía algunas de las cortadas que los bichos le dejaron. Menuda suerte tenía.

—¡Aquí estás!— saltó del susto y volteó en su dirección, Tatsumi había llegado arrastrando de un tirante su caja de Pandora.

—Tatsumi... Trajiste mi armadura...

—Sí, sí. Toma y póntela de una vez y alcanza al resto. Deben rescatar a la niña Saori. ¡Se supone que estabas cuidando de ella!

—Eso hacía. Me tomaron desprevenida, pero gracias...

—¡Apúrate, niña!

—¡No me grites! ¡Hago lo mejor que puedo!

Al menos los comentarios de Tatsumi no podían afectarle tanto.

...

Dió un puñetazo a uno de los soldados, afuera del coliseo habían cortado el paso a Hyōga y a Shun. Hinata golpeó a un par más y cuando todos fueron derrotados, los tres caballeros siguieron el rastro de cosmos que Seiya había dejado.

Corriendo por algunas calles, la chica tomó la delantera, pensar lo que le harían a Saori la impulsaba a no quedarse atrás. Seiya también era su preocupación, pues que estuviera enojada con él no significaba que no le importara su estado.

—¡Hinata!— oyó tras su espalda. Salieron del camino con rumbo a los bosques, de ahí venía una ligera onda de cosmos perteneciente a Pegaso.— ¡Hinata, espera!

Hyōga intentó alcanzarla o detenerla, pero aquella cegada en su mundo le ignoró. Aún así, el verdadero reto surgió cuando llegaron a las montañas, los caminos eran casi imposibles de atravesar.

¿Llegarían a tiempo?

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*Había tenido un par de días ocupados. Pero ya estoy de vuelta :)

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