Capítulo VII
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Las piernas no dejaban de temblarle, cada vez que daba un paso adelante creía que iba a caer. Todo iba de mal en peor, el cosmos de Pegaso y el de su hermano se habían desvanecido. El de Shun y Shiryū a penas podía distinguirlos. No cabía duda que Ikki estaba tomando ventaja sobre ellos, esto no podía seguir así. Aunque tuviera mucho miedo no dejaría que lograra sus objetivos.
Su corazón se alocaba de sólo imaginarse a Fénix delante de ella, riéndose y disfrutando de su sufrimiento para después terminar con su vida y así empezar sus sucios planes. Tenía que dejar de pensar de esa forma, ya había caído una vez con Delfín Negro y no lo volvería a hacer con nadie más.
Apretó la pierna izquierda de la armadura por mero reflejo y continuó caminando sola por el valle, estaba cada vez más cerca de la famosa roca de león. No tenía ni la menor idea de qué haría en cuanto encontrara a su enemigo.
Por fin y minutos después, la enorme estructura estaba en frente de ella, buscó por los alrededores a ver si alguien se hallaba cerca, pero al parecer era la única allí. Mordió una de sus mejillas por dentro, un cosmos se aproximaba. Eligió encender el suyo para demostrar que estaba alerta, el crujir de las piedras llamó su atención y se volteó a aquella dirección.
—Ikki... —gruñó la rubia al verlo acercarse, el joven sonrió ampliamente sin ninguna gota de energía positiva.
—Hinata, gusto verte por fin. —la chica dejó el fragmento de oro en el suelo, después se alejó y se puso en guardia para pelear. —Eres directa, eso me gusta. De entre todos, serás la única que no me hará perder el tiempo.
—No seas tan confiado. Pelearé hasta detenerte.
—¿En serio? Tu hermano dijo algo parecido ¿sabes lo que le pasó? —la mujercita negó mostrando inseguridad —Está muerto.
Las piernas volvieron a temblar, juraría que en cualquier momento éstas le irían a fallar hasta caer completamente para dejarla en ridículo. Sus ojos se habían aguado, lo que decía no podía ser cierto, tal vez sólo quería distraerla. Sí, debía ser eso.
—¡Mientes! —exclamó con la poca fuerza de sus pulmones —Hyōga no puede estar muerto, él... No...
—Lo está, y para terminar con esto haremos las cosas sencillas porque sé que eres bastante lista. —ni con sus ligeras lágrimas logró ablandar su corazón, de verdad él era un hombre malvado —Yo te mataré, y en el más allá podrás reunirte con Hyōga, con tus padres y tus amigos cuando acabe con todos ellos.
No era posible lo que escuchaba, eso era inaudito ¿por qué razón era así? ¿Por qué había tanto odio y rencor en su ser para decir esas cosas tan crueles?
—¿Esa es tu solución? ¿Matar a todos? ¿Te das cuenta de lo que dices, Ikki? —presionó sus puños con mucha fuerza como para pintarlos de rojo brillante— ¿Cómo es posible que tengas sólo una idea en tu cabeza? ¿Acaso has pensado en Shun? —Ikki resopló al escuchar aquel nombre.—Él es tu hermano menor ¿que ya no te importa?
—¡No! —alzó fastidiado de sermones—Porque él y tú, junto a todos son los responsables de mi miseria. —el feroz cosmos comenzó a arder, Hinata temió y dio un paso hacia atrás sin bajar la guardia. —Parece que me he equivocado contigo, eres ingenua e inútil. Ya me harté de ti, tu hora ha llegado. ¡Muere!
Un rayo de fuego lanzó hacia la chica, ésta última usó sus antebrazos para protegerse pero fue empujada contra las rocas. De inmediato se apresuró a liberar su ataque principal para ver cero resultados en su contrincante. El elemento de Ikki era mucho más poderoso que el de ella.
Hinata trató de evitarlo tanto como pudo aunque seguía cansada por el inmenso dolor que dejó su miedo, también por la noticia de que su hermano había perdido la batalla, por ello comenzó a moverse con cierta lentitud y cansancio, no estaba al cien.
En su primer y mínimo descuido, Fénix sujetó uno de sus brazos y la tiró al suelo como si fuese un trapo viejo. La chica jadeó, los raspones en las rodillas eran más notorios y ardían al sentir la suciedad más las piedras contra su piel; las lágrimas de Hinata siguieron saliendo sin permiso al ver ninguna clase de arrepentimiento por parte del hombre. El odio seguía creciendo en él y lo estaba cegando.
—Ikki, por favor no hagas esto...
—Dale un saludo de mi parte a tu familia, pequeña Nat. —dijo Ikki con una sonrisa enorme, su puño emitía chispas rojas, era su ataque final. La chica contuvo el aliento mientras su corazón se agitaba de manera feroz, como si fuese a salirse de su pecho.
—¡Meteoros de Pegaso! —Nat sintió que su alma había vuelto a su cuerpo cuando escuchó esa voz, ya era la segunda vez que evadía la muerte por esas interrupciones. ¿Acaso era un regalo de Dios?
Fénix retrocedió para evitar cada una de las esferas de energía. Seiya apareció luego de haberse recuperado del Meteoro Negro gracias a sus otros amigos, relucía una vez más su armadura bajo la radiante luz del sol.
—¿Que no te enseñaron que debes respetar a una dama ante cualquier situación, Ikki?
—Seiya, llegaste.—añadió la rubia tratando de levantarse, el muchacho no evitó abrazarla pero estuvo a punto de tropezar pues él igual se encontraba algo débil del cuerpo.
—¿Estás bien? —cuestionó, obtuvo un asentimiento y una sonrisa frágil—Quédate aquí. Yo me encargaré.
—¿Encargarte de qué? —se burló Fénix —Puedo ver que no estás en condiciones de pelear contra mí, ahora ustedes llegarán al infierno juntos.
—No tan rápido, Ikki. —detrás llegaron Dragón y Andrómeda con sus respectivas piezas doradas, listos para enfrentarlo. —Hemos llegado para detenerte.
Un ligero viento helado llegó en la zona y ayudó a escuchar el tintineo de una campanilla, sólo significaba una cosa, los cinco finalmente estaban reunidos.
—Te voy a dar un consejo, —alzó Cisne apareciendo como una sombra detrás del rival —cuida tu retaguardia.
Lo tenían rodeado. Fénix miró a los lados notando que todos estaban dispuestos a pelear.
—Tú... —gruñó a Hyōga— Se supone que estás muerto, yo te atravesé el corazón ¿cómo es que estás aquí?
—El destino me prohibió morir—explicó confiado —porque tengo dos asuntos pendientes, número uno: destruirte. Número dos: proteger a mi familia.— desvío la vista a la rubia en brazos de Pegaso, haciendo evidente su comentario.
—Ikki, por favor, no hagas esto—suplicó Shun— por favor, ríndete. No queremos atacarte.
—Escúchalo, Fénix —agregó Shiryū— tú solo no podrás contra nosotros. Somos cinco, y tus aliados han sido derrotados. Esta es tu última oportunidad para abandonar tus planes y tus deseos oscuros.
—¡Ja! ¿Creen que son un obstáculo para mí? —vociferó Ikki conmocionado —No son más que una pequeña piedra en mi camino. Tú, Shun— señaló a Andrómeda, amenazó con lanzar su rayo de fuego, aquel mismo que “acabó” con Hyōga —serás de los primeros en perecer, despídete.
—Ikki, no lo hagas, éste no eres tú.
—Ya escuché suficiente, —defendió Cisne acercándose, reconociendo el cosmos acumulado y lo que planeaba—es ridículo lo que intentas. ¿Lo has olvidado, Fénix?
—¿De qué estás hablando?
—No podrás matarnos con esa facilidad de la que hablas, yo sé tus trucos y te aseguro que no funcionarán de nuevo.
El sexto caballero, curioso por aquellas palabras cedió a poner a prueba esa suposición. Bajo la vista de los demás, Ikki realizó el Fantasma del Ave Fénix nuevamente para que volviera al Cisne y terminara su trabajo, en cambio aquel, con su energía cósmica construyó un muro de hielo que logró que el rayo de fuego rebotara, así atrapando a su dueño en su propia jaula.
Había funcionado, Ikki estaba siendo víctima de su peor pesadilla. Mientras eso sucedía, el grupo de jóvenes pudo sentirse un poco más tranquilo aunque ahora debían ocuparse de su enemigo antes de que su tiempo se agotase. Andrómeda se apresuró a pedir piedad para su hermano, por los daños que había ocasionado, no era de sorprenderse que tratara de defenderlo pues tenía la misma ilusión que su compañera Delfín.
Por su lado, Seiya y Hyōga habían estado de acuerdo con darle su merecido o en otras circunstancias, su muerte; en cuanto a Hinata y Shiryū, parecían estar del lado de Shun pero con ciertas condiciones de por medio, pues la escasez de palabras de ambos mostraban que no era una decisión sencilla de tomar. ¿Valía la pena el que Ikki muriera?
—Amigos, se los suplico, no castiguemos a mi hermano con la muerte. —pidió una vez más el muchacho —Estoy seguro de que aprenderá su lección, de ser necesario yo me ocuparé de él, pero les pido piedad para Ikki.
—¿Después de que trató de matarte? —replicó Hyōga. —No entiendo como es que aún así seas capaz de sentir amor por él, después de haber cometido crímenes imperdonables.
—Comprendo tu punto, Hyōga, pero parece que no lo ves de la misma forma en que lo veo yo... Si Hinata fuera tu enemiga ¿aun así pedirías que fuera perdonada?
La pregunta había tomado por sorpresa al Cisne, asimismo al resto de jóvenes. Claro que no tenía una respuesta, no después de tomar como ejemplo al Fénix.
Hyōga se quedó mudo, los demás desviaron miradas a distintos puntos. El asunto se estaba saliendo de sus manos la cuestión ahora era ¿qué harían con Fénix? Shun quizás estaba en lo cierto. Probablemente Ikki merecía otra oportunidad.
—Tu suposición está fuera de lugar, —dictó Hyōga unos segundos más tarde —no quieras comparar a Hinata con Ikki, Shun.
—Hyōga, no digas eso. —regañó la mencionada sintiendo pena por Shun. Si le preguntaran a ella, por supuesto que haría lo posible para salvar a su hermano.
—Es la verdad. Ella jamás sería capaz de herir a alguien a propósito como él lo hizo contigo. No tiene caso imaginarla como un enemigo.
—Lo que dices es un poco cruel de tu parte. —murmuró Andrómeda a lo bajo, sin demostrar alguna emoción más que tristeza y desespero, observando las rocas bajo sus pies, parecía haberse resignado. —Pero entiendo lo que tratas de decir...
Cisne al notar su posición, no dudó más y amenazó al inmóvil Ikki al alzar su puño, inmediatamente las cadenas de Andrómeda lo detuvieron, volviendo así a la discusión de antes.
—Shun ¿qué haces? ¿No fui claro?
—Dije que te entendía pero aun así no dejaré que hieras a Ikki.
Fénix logró salir de su ilusión, enseguida se apresuró a atacar al más próximo a él, enterró el puño en el pecho de Hyōga, justo donde tenía el agujero que provocó tiempo antes. Los jóvenes caballeros yacían atónitos del susto, Hinata incluso había pataleado con gran desespero como si fuera capaz de hacer algo útil, por otra parte y consciente de la situación, Seiya se aferró a su cintura por detrás y no se atrevió a dejarla ir.
Creyendo que por fin caería el primero, Ikki rió hasta encontrar algo inusual, sacó su mano empapada de plasma roja y vio enrollado un rosario con la cruz dorada del Norte. Comprendió enseguida que ese objeto protegió a su portador de la muerte, por ello aun seguía de pie e ileso delante suyo.
—¿Qué es eso? —preguntó Pegaso a la chica sin separarse de ella.
—Es el rosario de mi madre. —Sabía que su hermano lo había tenido desde su separación, reconocía lo importante que era para él y por ello lo llevaba siempre debajo de la armadura. Un día le dijo que de alguna manera se sentía menos solo.—Es lo único que nos queda de ella... —A Fénix no le interesó y lo arrojó al vacío al escuchar a la joven, así para que nadie pudiese recuperarlo.
—Necesito que me expliques el por qué sigues consciente ¿por qué no estás deshecho? —retomó Hyōga, fingiendo que el perder ese rosario no le había afectado en absoluto.
—Fácil. —sonrió el caballero— No tengo memorias alegres, nada que ahora me importe. Ya estoy roto, no existe nada más que el Fantasma del Fénix pueda romper.
A continuación, procedió a ejecutar otra técnica, una con la que terminaría con todos en cuestión de segundos. Al emerger su cosmos como las llamas de un calor ardiente; los cinco jóvenes caballeros se pusieron a la defensiva, fue cuando una terrible tormenta de fuego arrasó con ellos, dándoles la terrible sensación de quemaduras por dentro y fuera de sus organismos. La energía era tan potente y letal, que aún así fue capaz de perturbar las estructuras naturales y rocosas del valle, un terremoto logró que grandes piedras se quebraran y otras cayeran. Ikki, saliendo impecable de su propio tormento vio a cada miserable chico caer como hoja seca en el otoño: débil, sin gracia, sin vida.
—¿No sería suficiente para vencerlos? —rió a carcajadas, contó uno por uno hasta notar a sólo cuatro derrotados.
“¿Por qué cuatro?” Se preguntó.
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Similar a un sol naciente, una luz dislumbró el lugar con su grandeza y elegancia. La armadura dorada de Sagitario había cobrado vida, defendiendo a Seiya de todo ataque del Fénix.
—¿Qué? —soltó Ikki enfurecido. Pegaso se dejó ver detrás del armazón completamente ileso. —¿Cómo ha sucedido?
—No tengo la menor idea. —explicó el chico —Sólo sé que ha reconocido tus delitos, y me ha protegido para evitar que sigas el camino de la maldad.
—Eso es lo más ridículo que he escuchado.
Seiya se adelantó a trazar las trece estrellas de su constelación, los meteoros salieron disparados casi a la velocidad de un cometa contra su rival. Ikki fue empujado contra una pared de piedra y no evitó exaltarse al haber sido lastimado.
—No entiendo, se supone que ya debes estar muerto, sin embargo ahora estás alcanzando un poder máximo.
—Porque la armadura ha confiado en mí, sabe que detendré todos tus deseos oscuros.
—Tonterías.
Ikki se puso de pie, alzó su mano y se abalanzó contra el chico, quien hizo lo mismo ocasionando que sus puños colisionaran y ondas eléctricas se dispersaran por cada célula de sus cuerpos, la presión los obligó a retomar distancias para de nuevo, enfocarse en derribar a su adversario. Seiya se impulsó y enterró su puño en el pecho de Fénix, cuya armadura terminó siendo trozos de bronce por la fuerza del impacto.
El muchacho terminó sobre el suelo, aparentemente debilitado más sin embargo, cuando intentó levantarse el armazón volvió a cubrir su cuerpo sin un sólo rasguño. No por nada hacía honor a su constelación, la armadura era capaz de restaurarse sola sin la necesidad de ser bañada en sangre guerrera.
—¿Seguirás insistiendo, Seiya?—insinuó con alto tono de arrogancia. —Acepta que soy invencible, no puedes ganarme.
—¡Dame tu fuerza, Pegaso! —exclamó el chico sin perder las esperanzas. Los meteoros que provocó, Ikki los detuvo con sus manos sin mucho esfuerzo. —Has deshecho mi ataque...
—Por supuesto, es el don que se me ha otorgado, con cada nuevo renacer de mi armadura obtengo más fuerza de la que antes poseía... —Seiya frunció el ceño, molesto. —Es inútil que sigas intentando vencerme. Seré considerado, ya no tendrás que hacer nada así que prepárate para mi golpe final...
Hizo rugir su cosmos para terminar de una vez con los estorbos. De nuevo su puño de fuego dirigió a Seiya, pero no contó con que sería detenido por el escudo del Dragón aferrado a uno de sus antebrazos. No conforme con eso, cuando Ikki trató de atacar una segunda ocasión, su muñeca dominante fue atrapada por la cadena triangular de Shun.
Pegaso, agradecido con sus amigos por confiarle sus herramientas, se puso a la defensiva y evitó los próximos movimientos letales de Fénix.
Aquel no se rendía y persistía segundo tras segundo, ahora el cosmos que aludía a ser poderoso no estaba dando resultados en el joven Pegaso. Tras otro rayo ardiente, las piernas de Ikki se paralizaron de repente por culpa de pequeños anillos espumosos, y su ataque fue congelado. Hinata y Hyōga estaban protegiendo a Seiya con la débil llamarada de sus energías.
Sin perder más el tiempo, Pegaso lanzó una última técnica, dejando a Fénix débil y fuera de combate por fin.
—Me he dado cuenta de lo iluso que fui al creerme poderoso. —suspiró Fénix con sinceridad —Seiya, te reconozco por tu valentía y el valor que le das a tus amigos.
—¿En serio? —cuestionó dudoso, previendo que fuera una trampa. Ikki afirmó.
—Sólo míralos y mírate a ti mismo, yo en cambio no tengo nada.— Pegaso se atrevió a obedecer, al darse la vuelta, sus amigos estaban recuperando la conciencia y con dificultad la postura. Había ganado gracias a ellos.
El pensamiento de obtener la sonrisa de la señorita Kido como agradecimiento era una gran dicha que decía que estaba cumpliendo con su deber: proteger la justicia y la paz.
Por otra parte, una acción conlleva a una reacción. Seiya había dejado bastante débil a Ikki, éste sangró, estuvo cerca de perder el conocimiento de no ser por Pegaso que evitó una caída fatal causante de un estado más crítico de salud.
—¡Ikki! —los demás se exaltaron, no tardaron en acercarse a observar su estado. Colocaron con cuidado su cuerpo sobre la tierra.
—Ikki, dinos... ¿Qué fue lo que te ha sucedido? ¿Qué fue lo que te atormentó tanto para ocasionar esto?
Ikki observó a Seiya con notables señales de arrepentimiento y dolor, después a Shiryū, los dos rusos y dejó a Shun para el final, no encontrando exactamente las palabras para decir, lo que había hecho sentía que no tenía una justificación.
—No tiene caso contártelo...
—¿Por qué no?
—Porque lo que he hecho es un completo pecado... —Y entonces, la única chica presente recordó lo que él le había dicho antes de que fuera salvada ¿tendría que ver con su pasado?
—Por favor, Ikki... —suplicó Shun —Confía en nosotros, somos tu familia.
—De acuerdo. Usaré mis fuerzas para decirles la verdad.
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Hacía casi siete años atrás que Mitsumasa Kido envió a once niños a que iniciaran un curso de entrenamiento militar. Aquello era una completa farsa pues según las señales que le dieron a él, afirmaba que la llegada de los dioses a la Tierra podía acabar con ella. Once niños fueron elegidos para ser entrenados como caballeros sagrados, de los cuales Ikki era uno de ellos.
A la edad de nueve años ocupó el lugar de su hermano cuando supo que su sitio de entrenamiento era nada más y nada menos que la Isla de la Reina Muerte, con el propósito de evitarle dolor y sufrimiento. Sin embargo, lo que evadió con su noble corazón acabó por condenarlo en un infierno viviente durante muchos años.
Su mentor, Guilty, era un hombre cruel, duro y sin corazón. No le importaban los principios humanos, la paz, la armonía, nada bueno que tenía la humanidad. Se basaba en deseos y sentimientos negativos como el odio, la codicia y la soberbia para abrirse camino al éxito absoluto. Aún así, Ikki siempre mostró una especie de aprecio y respeto a Guilty, hasta aquel miserable día.
Los entrenamientos del joven Ikki eran tan pesados que cada día corría el riesgo de morir en las manos de su maestro. Al atardecer terminaba con grandes heridas que eran tratadas por una joven que mantenía su noble fe andando: Esmeralda, hija de su maestro y su primer amor. Gracias a ella, Ikki pensaba en las cosas buenas del mundo, en que algún día ellos se irían y tendrían una mejor vida lejos de ese espantoso lugar.
Para su desgracia, un día simplemente Guilty se hartó y se propuso matar a su alumno si éste no lo hacía con él. Por supuesto, el muchacho se negó a acabarlo, pero a penas era capaz de emerger cosmos para defenderse. Con quince años, no era ni la mitad de lo que era un guerrero sagrado. Su maestro asesinó a su hija cuando su discípulo esquivó su ataque, provocando así el despertar de un profundo odio contra él, apagó su luz, su esperanza.
Ikki, ardiendo en furia, asesinó a su maestro para que con la llama ardiente de su ser destrozado, la armadura del Fénix despertara para él. Así, perdió sus sentimientos, sus emociones y sus razones de vivir para salvaguardar a la humanidad, liderando a los Caballeros Negros para saciar su dolor causándolo a otros. Hasta la llegada de Seiya y los demás.
Los cinco de bronce, al fin comprendiendo el sentir del Fénix estaban realmente conmocionados en la pena que tuvo que pasar. Ahora se arrepentían por haber pensado en quitarle la vida.
Hinata tenía sus ojitos cristalizados, trató de detener la sangre derramada pero con cada palabra dicha sus sollozos se hacían notar. Los demás no se encontraban muy diferentes de ella.
—Pequeña Nat, no llores por mí, no vale la pena. —le dijo Ikki con una sonrisa de dolor, la nombrada usó el dorso de su mano para secar el agua salada en su rostro para esmerarse en presionar su bufanda contra la herida—Ahora sólo poseo piel y sangre. —El chico jadeó pero volvió a hablar.—Con ustedes he perdido hasta mi odio y mi rencor, no me queda nada.
—Eso no es cierto —se apresuró a decir Seiya —tienes a Shun y nos tienes a nosotros. Estamos contigo ahora.
—Oh, Ikki, todo lo que te ha pasado ha sido por culpa mía, no debí permitir que tomaras mi lugar. —Andrómeda tampoco logró evadir el llanto, sosteniendo fuertemente su mano, no hizo más que ablandar más los corazones de los jóvenes guerreros, incluyendo el de su hermano. —Te pido que me perdones, por favor, jamás quise que sufrieras, te lo ruego, Ikki, perdóname.
—Shun, tú no tienes la culpa de nada. Nadie aquí es responsable de lo que he tenido que vivir. Olvidé la razón de por qué lo hice y por eso soy yo quien debe disculparse contigo aunque no merezca tú perdón. —tembló Fénix batallando para hablar, el sumo dolor y arrepentimiento era sencillo de ver.
—¡Te perdono, Ikki!
—Nosotros también, esta batalla nos ha abierto los ojos, es una dicha que ahora estés aquí. —siendo el más firme de entre los presentes, agregó Hyōga.
—Estoy de acuerdo —opinó Dragón—propongo que armemos una alianza, los seis. Hemos decidido darte otra oportunidad, Fénix.
—¡Sí, Ikki! ¡Por favor di que sí!—animó el pequeño Shun.
—Aunque me gustaría, no puedo hacerlo.
—¿Por qué no?
—El Santuario me lo impediría.
—¿El Santuario? —añadió la chica asustada. Dirigió su vista a Seiya para ver si pensaba lo mismo que ella, y en efecto, parecía que sí. —Ikki ¿qué es lo que quiere el Santuario?
—Es muy obvio, la armadura y sus cabezas por la traición que han cometido.
—¿Traición? —se preguntó el Cisne. —Únicamente hemos intentado proteger la armadura de Sagitario del mal. No entiendo como es que eso es una traición.
—Habla del Torneo Galáctico... —supuso la chica —Las normas del Santuario son demasiado estrictas con este tipo de cosas ¿no lo ven? Hemos pecado por usar las armaduras de bronce en contra de la diosa. ¡Te dije que era peligroso!—reclamó a Seiya.
—Oye, fuiste tú la que me insistió para que entrara. —se defendió, como recompensa la mirada seria de la rubia recibió y eligió callarse formando un puchero con los labios.
—No lo sé, pero estoy casi seguro de que no se trata de eso.— tranquilizó Fénix. —Hay algo más que aun no he podido deducir.
—Pues ahora que estamos juntos, tal vez podamos averiguarlo.
A casi nada de estar de acuerdo, un temblor en la tierra amenazó la zona. Las causas naturales estaban totalmente descartadas. La presencia de cosmos ajenos a ellos hicieron notar que no estaban solos.
Los seis de bronce se pusieron a la defensiva, inclusive Ikki estando vulnerable. Desgraciadamente de nada les había servido, pues los soldados desconocidos provenientes del Santuario eran caballeros de Plata, algunos de ellos se llevaron la armadura dorada para después hacer pedazos la isla, con el fin de acabar con todos los traidores.
El derrumbe comenzó a transformarse en uno mucho más grave, por lo que los jóvenes tuvieron que darse prisa para salvar sus vidas, sino fuera suficiente la aparición de más guerreros les hizo complicada la tarea.
Un caballero de altura monstruosa y protección roja sonrió con maldad llegando, exclamó el nombre de Ikki al verlo y le pidió el casco dorado que era lo único que le faltaba a la armadura de Sagitario. Fénix se negó a dárselo y lo dejó en manos de su hermano mientras él se proponía a darle pelea.
—No podemos dejar a Ikki. —exigió Andrómeda.
—Pero tampoco arriesgaremos esta pieza.
—¿Qué hacemos, Seiya?
La tierra volvió a sacudirse, las grandes rocas comenzaron a caer de sus sitios, destruyendo a su vez cada posibilidad de escapar.
—¡Seiya, huyan! —replicó Ikki tratando de enfrentar a aquel caballero.
Pegaso, inseguro, guió a sus amigos a un camino rocoso y sumamente riesgoso, trayendo a Shun a rastras por no querer abandonar a Ikki, lograron huir casi ilesos del derrumbe y garras de sus enemigos, sin quitarse de la mente el hecho de que el Santuario de Grecia los tenía en la mira ahora, y que Fénix dio su vida para sacarlos de ahí.
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El primer acto está terminado sjsjjsha pensé que nunca lo lograría. Estos últimos meses no hice algo verdaderamente productivo, he avanzado poco pero haré lo posible por traer más de un capítulo cada mes (juro que lo intentaré) o si acaso actualizar cada dos semanas. Ahora sólo me interesa saber la opinión de aquellas personitas que han estado ahí cada actualización, de verdad me alegra mucho ver las estrellitas marcadas o los comentarios animándome, no tienen idea de lo mucho que me inspiran a seguir dando mi esfuerzo por escribir <3
Nota: al revisar este capítulo me di cuenta que Hinata lloró más que Shun sjjsja como yo, no es cierto jsjsja.
En fin, cuídense, tomen agua, coman sano, y hasta la proximaaaaaaa
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