Capítulo IX
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Saori se hallaba preocupada. Hasta el momento no habían recibido información importante, todo lo que tenían eran experiencias en carne propia que apuntaban al Santuario, alguien estaba manipulándolo, la pregunta era quién y por qué.
El tiempo siguió avanzando de manera inevitable. Cuando se pensó que podrían darse un respiro, los problemas aparecieron de nuevo. Según los informes, un barco de la Fundación Graad había sido secuestrado por una pandilla de piratas, la condición para su liberación era obvia: la presencia de los cinco caballeros a su disposición y el casco de oro, con tal de salvar las vidas humanas a bordo y el mismo ecosistema marino, pues amenazaron estallar la embarcación de negarse a su pedido.
La señorita Kido se sentía demasiado apenada por pedirle a los chicos que tomaran esa misión. Las consecuencias para ellos eran claras, acabarlos por proteger un fragmento valioso encontrado por su abuelo. Seiya y los demás no hicieron objeción alguna y estuvierom de acuerdo en ir. La misma tarde los cinco abordaron un helicóptero con dirección a los océanos donde tenían apresada a toda una tripulación.
Hinata miró a través de la ventana la mayoría del viaje, no hacía falta adivinar que estaba preocupada. De hecho, todos sabían que estaban yendo directo a una trampa. Las horas pasaron, el sol bajó y fue entonces que el barco petrolero se cruzó al frente. El helicóptero quedó encima de la cubierta, Seiya fue el primero en bajar luego de oír las órdenes impuestas por los hombres, los cuales también poseían armaduras un poco diferentes. Uno tras otro fueron aterrizando, Nat fue la última en llegar y cuando esto pasó, el piloto del vehículo se retiró.
A continuación, lo que llegó a ojos de la chica le dio un escalofrío, parte de la tripulación del barco se hallaba ahí, estaban encadenados y muchos dedicaban miradas de auxilio. Dos caballeros yacían al frente de los trabajadores.
—¿Quién de ustedes es el santo de Pegaso? —preguntó uno, Seiya dio un paso adelante con el casco en manos —Muy bien, deja el casco en el suelo— el chico obedeció.
—Quisiera saber si ustedes tienen más partes de la armadura de Sagitario aquí —dijo él.
—Nosotros hacemos las preguntas, mocoso —respondió de mala gana el segundo caballero.
—Oh, vamos ¿qué les cuesta decirnos?—comenzó a sonreír —Oh, ya sé, ustedes son como Dócrates, las marionetas del responsable de esta niñería.
“Basta, Seiya... Lo último que queremos es provocarlos.” Pensó Hinata.
—¡Silencio! Una palabra más y haremos estallar el barco. —los hombres detrás comenzaron a suplicar a Pegaso que no hablara, con mucha razón de por medio, así que lo hizo. Éste caballero se fue un momento para no tardar en volver con cuatro grilletes que arrojó al suelo —Pon esto a tus compañeros.
Seiya observó las piezas con obvio disgusto, tomó uno y se dio la vuelta, puso los ojos en blanco para después acercarse a Shun para ponerle esa cosa. Continuó hasta terminar con la rubia, cuya pieza le quedaba demasiado grande pero se las arreglaron para disimular ese detalle. Cuando se completó el pedido, les ordenaron arrodillarse, así que lo hicieron. Pegaso que ahora el único en libertad, fue obligado a pelear con los dos tipos.
Los demás se dieron una mirada donde se decían que era momento de actuar. Shun forzó una de sus cadenas para que saliera detrás a una dirección desconocida, la otra le ayudaba a liberarse. Hyōga y Shiryū usaron el poder de su cosmos para debilitar el metal que los detenía. Hinata sólo aflojó el suyo pero igual alzó su energía preparándose para defenderse. La ventaja ahí era que los caballeros estaban tan ocupados encargándose de Pegaso que no se dieron cuenta de la inmensa cantidad de cosmos que amenazaba el barco ahora.
Finalmente los grilletes estallaron, rodearon a los sujetos y no dudaron en utilizar sus técnicas contra ellos. El tercer hombre apareció aprisionado entre la cadena de Andrómeda, los tenían en donde querían.
—Ahora responderán todas nuestras preguntas.
Seiya se vio interrumpido por un relámpago, el cielo se nubló e hizo más oscura la estela nocturna. Las olas comenzaron a ponerse salvajes y una montón de barcazas amenazaron con sus cañones.
—¿Piratas?
—Eso es imposible en este tiempo— dijo Nat subiendo los puños, había un cosmos extra, distinto de los tipejos que se hallaban confundidos como ellos. Humanos subieron a la cubierta, enseguida tomaron espadas en mano para atacarlos, entonces lo entendió, se trataba de una trampa. —¡No se acerquen, se trata de una ilusión!
Nadie la escuchó, la ilusión era bastante real que por poco se volvía una esclava de su poder; veía que sus compañeros se defendían y al momento de dar un golpe, los piratas se desvanecían como fantasmas. Hinata trató de ignorar aquello para proteger el casco, con lo que no contó fue que uno de los tipos de armadura rara quisiera tomarlo también. Así ambos empezaron a darse puñetazos y patadas para poder llevarse el fragmento.
—¡Salpicadura del Ángel!
Al hombre hizo efecto. Nat se apresuró a buscar el casco pero otro sujeto la detuvo tomándola por el cuello desde atrás, inmovilizándola y dejando que su adversario tomara tal pieza y escapara; el caballero que la atrapó, la empujó hacia el suelo y también huyó. Los tipos raros y el responsable de la ilusión se fueron por un barco pirata en la lejanía, el único real.
—¡Hinata! —los chicos se acercaron a ella— ¿Qué pasó? —preguntó Shiryū dándole la mano.
—Se han llevado el casco, otra vez...
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El sabor a derrota era tan amargo, horrible y para desgracia suya, duradero. Informar a la señorita Kido había sido un reto, estaban seguros de que lo sucedido no lo iba a tomar demasiado bien.
Hinata iba caminando entre los pasillos del barco, después de liberar a los trabajadores, éstos, sumamente agradecidos con ellos los acogieron mientras esperaban a que Saori llegara con nuevas órdenes. Cargando una bandeja con el respectivo cubreplatos encima, fue en dirección al camarote que le asignaron a Shun, quien había recibido algunas heridas provocadas por su oponente.
Al estar frente a la puerta la tocó tres veces, después movió el picaporte para abrirla, asomó la cabeza, formó una sonrisa y pidió.
—¿Se puede? —Shun al verla se puso muy contento, le hizo un gesto con la mano para que pasara por lo que Hinata entró y cerró la puerta tras de sí. —El cocinero me pidió que te trajera esto, dijo que te daría fuerzas.
Llevó la bandeja a su regazo, el chico se hallaba sentado sobre la cama, las órdenes del médico a bordo dijeron que debía estar en reposo por cierto tiempo.
—Te lo agradezco mucho, Hinata. Dale la gracias al chef de mi parte.
—Lo haré. —ella sonrió, no había manera de apagar la dulce chispa de Shun. —¿Te molestaría si me quedo?
—No, para nada. Al contrario, me animaría más si estas aquí. —la chica tomó asiento en la piecera de la cama.
—¿Cómo te sientes?
—Mejor, —el muchacho quitó el cloche y no tardó mucho en empezar a comer. Sostuvo la cuchara, dio un bocado hasta pasarlo por completo, se limpió la boca y prosiguió —pero Seiya no.
El gesto confundido de la chica lo hizo continuar.
—Estuvo aquí antes de que llegaras. Jamás lo había visto tan desanimado. Parece que esta pérdida le ha afectado mucho.
—Casi no me sorprende, es decir, esa ilusión fue bastante convincente, cualquiera pudo caer ante ella.
—Pero tú no lo hiciste...
—Tal vez fue suerte. De todas maneras dejé que se llevaran el casco al descuidarme, quien debería estar frustrada por eso debería ser yo, no él.
—No creo que nadie deba sentirse así... —Shun dejó un hilo de silencio, observó su regazo y luego a la chica otra vez —Quizás deberías hablar con él, a lo mejor contigo logra animarse. Yo lo intenté pero logró engañarme.
—No lo sé, Shun... Seiya es demasiado necio y testarudo, cuando está así es mejor darle su espacio.
—O, tal vez necesite de la persona más cercana a él. Sé lo mucho que le importas, no dudo que al menos intente escucharte.
Hinata lo pensó, tal vez estaba en lo cierto. No perdía nada con intentarlo.
—De acuerdo, te voy a hacer caso. Pero si se enoja conmigo te echaré la culpa. —bromeó.
—Aceptaré las consecuencias.
Dicho esto, se puso de pie, despidió al chico y salió para ir directo a la cubierta principal del barco. El amanecer era próximo, algunas aves se oían cantar, el cielo era precioso pero se recordó su objetivo. Buscó con su mirada en distintas partes, así logró encontrarlo. Lo vio sentado en una banca, se hallaba encorvado, su cabeza apuntaba al suelo y sus brazos se recargaban en sus rodillas. Shun no mintió con eso de que de verdad se encontraba decaído.
Hinata se acercó con cuidado, Seiya no se atrevió a alzar la vista en ningún momento, pensó que se había quedado dormido pero era demasiado improbable sabiendo lo que estaba pasando. Ella se sentó justo a su lado, su mano derecha la colocó sobre su espalda y con suavidad la movió arriba y abajo como una manera de reconfortarlo. El tacto logró que el muchacho por fin la viera y su expresión no podía ser más deprimente.
Nat abrió la boca para decir algo pero nada salió. No planeó tener que decir algo, sólo se enfocó en encontrarlo. Juntó sus labios, por dentro los mordió sin llegar a lastimarse. En ese momento no pudo evitar sentir culpa. La brisa pegó en su rostro, su piel se erizó enseguida; Hinata se recargó en el hombro de Seiya al no hallar palabras exactas que pudieran, al menos, cambiar ese gesto.
Sintió como él se tensó ante su peso pero no hizo nada, no habló, ni se movió; poco a poco él fue dejando su cabeza sobre la de ella y permanecieron así unos minutos. La rubia se atrevió a dejar su manita izquierda en la rodilla del chico, en respuesta, él colocó la suya y la apretó con suavidad. Su presencia no lo animaba mucho pero su intención hacía una diferencia.
—¡Seiya, Nat!— los llamó Shiryū antes de que alguno se animara a hablar, por lo que ambos se pusieron de pie —¡La señorita Saori ha llegado!
Los dos fueron directo a su encuentro sin deshacer su unión. Un avión aterrizó en la pista de la cubierta dado que el barco era de gran tamaño. Saori Kido bajó de aquel en compañía de Tatsumi.
Shiryū, Hyōga, Hinata y Seiya esperaron pacientes a escuchar algo de parte de la señorita, algún reclamo, un regaño o algo parecido.
—¿Dónde está Shun? —habló el mayordomo con ese mal genio que siempre se cargaba.
—Se encuentra en su camarote—habló la chica —el doctor dijo que debía descansar.
—No importa, dile que venga de inmediato.
—No es necesario, Tatsumi—interrumpió Saori —su presencia no es requerida en estos momentos. Espero que se encuentre bien, después de todo eso es lo más importante luego de lo que ha sucedido.
Sólo volverlo a imaginar no mejoraba las cosas. La señorita continuó.
—Por ello, he decidido mostrarles lo mucho que ustedes me importan— a continuación, la Kido se dio la vuelta, acercándose así al barandal con dirección al mar, se despojó de un collar y lo tiró sin vacilar, asimismo se deshizo de otros pequeños adornos mientras que su mayordomo no podía con lo que estaba mirando, y como él no entendía nada, Hinata y los otros estaban igual.
—Saori ¿por qué has tirado tus joyas al mar? —Seiya fue el valiente al preguntar. Saori volvió a darles la cara, esta ocasión pudieron ver la pureza y sinceridad de sus palabras y que de ninguna manera estaba decepcionada de ellos.
—Sencillo, las joyas son inútiles, no tienen vida y son sencillas de recuperar... En cambio todos ustedes no, ustedes y sus vidas son mucho más importantes que estas baratijas inertes que traen una felicidad momentánea. Esta pérdida es un pequeño obstáculo y sé que podremos afrontarla. No por nada, alguien que yo he apreciado tanto, confió en ustedes y por ello están aquí.
Los muchachos quedaron muy conmovidos por esas palabras, incluso el par de hermanos que aun tenían algo de resentimiento a su padre por su actitud hacia ellos. Sin embargo, Saori era todo lo contrario a lo que alguna vez pensaron que era y por ello, su apoyo de alguna manera los reconfortaba.
Habiendo aceptado los ánimos de la señorita, más tarde les reveló que su equipo de investigadores había logrado hallar el paradero de los intrusos. Una isla del Caribe de la cual muchas leyendas habían surgido. El grupo de caballeros tomó manos a la obra y pidió que fueran transportados cuanto antes a aquel lugar.
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Ni bien habían entrado al territorio, un relámpago de sangre los derribó del helicóptero. Con mucha suerte, ellos y el piloto habían sobrevivido a la caída directa al océano, pero ahora sabían lo que planeaban.
El primer ataque fue en medio de las olas, Hyōga detuvo al hombre aunque esto ocasionó que su energía se desgastara al ejecutar sus técnicas en un entorno lejano al que acostumbraba, había pedido quedarse a recuperar sus fuerzas para no atrasarlos.
Pegaso, aun frustrado por su derrota y por la elección del Cisne, lideró al resto de sus compañeros hasta que fueron sorprendidos por otro de los tipos de esa noche. Shiryū eligió enfrentarlo para darles la ventaja, confió en que después los alcanzaría.
Ahora, Shun, Hinata y Seiya tuvieron que seguir avanzando, luego de haber atravesado a mosquitos letales, murciélagos de sangre y una espesa selva con un millón de criaturas andando, atravesaron un río de mal aspecto que daba a conocer la dirección de una fortaleza donde seguramente tendrían la pieza dorada.
La calma se esfumó cuando un chapoteo arruinó el silencio y después los derribó. Shun actuó rápido y se defendió con su cadena, Seiya lanzó sus meteoros y Hinata luchaba por no ahogarse en el agua dado que la armadura le daba un peso extra, además no sabía nadar. El cabello se le pegó a la cara y de pura suerte el atacante no la tomó como carnada sino a Pegaso por ser quien se metió en su camino. Inmediatamente y deseando no hundirse en el río, lanzó su Salpicadura del Ángel para liberar a su amigo; enseguida, Shun aprovechó la oportunidad y atrapó al tipo con sus armas, aunque esto no sirvió, pues el enemigo usó su cosmos para enviarle una descarga eléctrica que lo debilitó. Sin perder más el tiempo, Seiya volvió a intentar su ataque, siendo exitoso y con costoso trabajo, él y su compañero sacaron a su amigo del agua.
—Tienen que seguir,—dijo Shun, sus heridas parecían abrirse de nuevo—Seiya, Hinata, confío en ustedes.
—No pienso dejarte aquí, Shun. Podría ser peligroso. —objetó la chica, Seiya le dio la razón.
—Por mí no te preocupes, si se van ahora, más pronto terminara esta pesadilla. —observó al otro muchacho con una frágil sonrisa —Seiya, tu entiendes ¿no? Adelántense, yo los alcanzaré después.
Se dieron una mirada. Estaban más cerca de la fortaleza, hicieron caso a su amigo y continuaron andando, yacían más cansados de caminar que de pelear contra aquellos caballeros.
—Será mejor separarnos. —dijo Hinata con una serenidad extraña una vez que estaban frente a las grandes puertas del edificio, éste estaba hecho de ladrillos de piedra, su aspecto denotaba que fue abandonado hacía años. —Así podremos acorralar al último caballero.
—¿Cómo sabes que es el último?—preguntó él.
—Logré diferenciar cada cosmos que nos atacó en el barco, el que inunda este sitio es el único que queda, fue quien hizo la ilusión. —lo observó— Así que ten cuidado, no te dejes engañar.
—De acuerdo. Tú también cuídate mucho ¿Sí?
—Estaré bien, recuerda que la prioridad es el casco de oro.
Entraron, Hinata observó a Seiya irse por la izquierda por lo que ella tomó el lado contrario. El rastro de cosmos era bastante sencillo de percibir, se preguntaba si era alguna clase de trampa, de ser así tenía que estar preparada para defenderse. Subió unas cuantas escaleras, el eco de sus pasos se escuchaba claramente pero no se detuvo; halló por fin una puerta de madera vieja, ya que era la única que había encontrado, la abrió azotándola y para sorpresa suya, una ilera de cascos dorados yacían arriba de una barra de ladrillo con musgo.
La rubia frunció el ceño, era un truco. Alzó sus puños y un pie lo dejó atrás.
—¿Piensas que soy tan ingenua como para ponerme a revisar cuál de todos es el verdadero casco de oro? —preguntó al aire con firmeza, se mordió la mejilla al sentir como el cosmos comenzaba a rugir con más fuerza. —Está claro que sólo uno de ellos es el real, pero no perderé mi tiempo de esta manera.
El desconocido finalmente apareció tal cual un espectro delante de la pila de oro, se trataba de una mujer del Santuario. Hinata nunca la había visto pero suponía su origen por la máscara que cubría su rostro.
—Y yo que quería un poco de diversión —dijo aquella con un claro tono burlesco— pero está bien, no habrá nada mejor que acabar contigo, Hinata.
—Sabes mi nombre...
—¿Dime quién no? Toda mujer conoce a la traidora que nos ha hecho quedar mal como guerreras.
—¿De qué hablas?
—No te hagas, sabes de qué estoy hablando... Tus decisiones han manchado la reputación de los santos femeninos por dejar que esos hombres te vean sin la máscara, eres una vergüenza...
—¿Una vergüenza que esos hombres que son mis amigos y uno de ellos mi hermano, me vean tal cual como soy? Sí no tengo nada que ocultar.
La mujer gruñó disgustada.
—Realmente no entiendo el verdadero motivo de tu enojo, la máscara no es obligatoria una vez que un hombre ha visto el rostro de una mujer. Es una ley del Santuario, deberías saberlo...
—No hables de leyes porque eres la menos indicada para hacerlo.
—Sólo sigo el camino correcto, de una vez dime ¿qué es lo que está pasando en el Santuario?
—Te lo diré si logras derrotarme, niña. ¡Recibe esto!
La desconocida atacó, Hinata tembló por un momento pero decidió hacer lo posible para poder debilitarla. Geist, el nombre de su rival, arqueó sus dedos y movió su brazo de tal manera que imitaba los colmillos de una serpiente con dirección a ella. La rubia fue ágil para evitarlo, se agachó y buscó rodearla para lanzar su técnica principal.
El torrente de agua golpeó a la mujer, sin embargo, éste sólo logró que aquella desapareciera.
—Escucha, no deseo combatir. Podemos arreglar ésto de otra manera.
Sin previo aviso, Geist volvió a golpear a la rubia al aparecer de nuevo, sólo que detrás de ella.
—No existe otra manera. No eres rival para mí, niña. —volvió a realizar el mismo movimiento, Nat se lanzó al suelo para evitarlo.
Una ráfaga de rayos fue directo a ella pero supo librarse de ellos.
—Eres una santa de bronce, no tienes oportunidad...
—¡Remolino Celestial! —los anillos hicieron su aparición para atrapar a la mujer, con lo que no contó fue que aquella se esfumó y la golpeó tras la espalda.
A continuación, una segunda ráfaga de rayos llovió sobre Hinata, que ocasionaron que sus gritos resonaran en el viejo castillo. Trató de ponerse de pie en cuanto el ataque terminó, la situación resultó más grave al ver un ejército de mujeres fantasma alrededor de ella.
“Otra ilusión...”
Todas aquellas se apresuraron a atacarla, Hinata evadió tanto como pudo y se dio cuenta de que ningún fantasma desprendía un cosmos real, así que siguiendo su hipótesis, se concentró en buscar la posición de Geist para atacarla de vuelta, lanzó la patada inversa y destrozó un pilar de piedra, donde su enemiga se ocultaba, así logró que los espectros desaparecieran.
—Ya me cansé de ti. —Geist lanzó otra técnica, miles de garras fueron en dirección a la rubia pero creyendo ésta que era otro truco, se cubrió con sus antebrazos.
Las garras terminaron por apresar a Hinata contra el otro pilar de la habitación, su espalda estaba pegada a la piedra mientras que las garras yacían cerca de sus puntos vitales principales. Esa ya no era una ilusión.
La mujer repartió arañazos, logrando cortar parte de la piel de la rubia, así haciendo que su sangre manchara el piso. Aun sintiendo el ardor recorrer su ser, la chica trató de permanecer en pie aunque estuviera temblando del cansancio y el miedo.
—¡Nat! ¡Nat ¿dónde estás?! —muy a lo lejos se oía el eco de Seiya. Si llegaba él, Geist iba a engañarlo con otra ilusión suya.
En el momento en que la vio alzar su mano contra ella, hizo estallar su cosmos para hacerla retroceder. Aprovechó esos segundos, se enderezó contra el suelo y se enfocó en trazar las estrellas de su constelación, mirando a Geist con cierta inquietud, separó un poco sus piernas, su corta falda se ondeó con la energía de su llamarada, por consiguiente, centró ésta última en sus puños para su próximo movimiento.
—¡Tormenta Divina! —su cosmos estalló, dirigiendo sus manos al frente, miles de burbujas grandes y pesadas golpearon a su contraria, la ferocidad del ataque logró su cometido, tanto que incluso la máscara de Geist terminó por romperse.
Aquella cayó en el suelo tratando de recuperar el aliento, Hinata se apresuró a ella y se arrodilló de tal manera que podía ver los rasgos faciales de su rival.
—En serio lo siento pero me dejaste otra opción. Te suplico que me digas quién es el que está detrás de todo este espectáculo. ¿Por qué han atentado contra personas inocentes? ¿Qué es lo que está pasando en el Santuario?
—Lo siento, niña —jadeó Geist —la verdad no tengo idea de lo que está sucediendo, mis hombres y yo fuimos expulsados del Santuario hace años. Nosotros sólo hemos seguido las órdenes de Shaina con tal de que nos dejaran regresar.
“Si ellos no saben nada y Shaina los envió a esto, significa que ella sabe algo... Tal vez debería escribir una carta a Mónica, ella tiene que tener conocimiento de lo que pasa.”
—¡Hinata! —entró Seiya exaltado.
—¡Detente, Seiya! —alzó la mano, evitando que diera un paso más. —No entres.
—¿Por qué? ¿Ocurre algo? —estaba por no hacerle caso pero aquella insistió, entonces dejó que siguiera en lo que estaba.
—¿Desde hace cuánto tiempo los expulsaron? —Nat volvió a Geist, quien le daba la espalda al chico.
—Hace seis años.
—Es el tiempo que estuve entrenando ahí...
—Si tú no tienes idea de nada, nosotros menos... —la mujer tosió —Por haberme protegido de tu amigo, debo decirte que estoy en deuda contigo, Hinata.
—No es necesario, sé lo mucho que significa la ley de la máscara para ustedes, espero algún día volver a verte pero ya no como un enemigo, amm...
—Geist... Será un honor para mí.
Geist deshizo la ilusión, revelando el verdadero casco de oro. Hinata sonrió y se levantó para tomarlo, despidió en silencio a la mujer para después caminar hacia el chico que no estaba entendiendo nada pero su gesto de preocupación ante su estado delató más sus dudas.
—Ganamos. —le extendió la pieza sin borrar su sonrisa, Seiya la devolvió enseguida.
—No sé qué es lo que hiciste pero tienes que contármelo todo.
—Lo haré. —Nat perdió el equilibrio por la sangre que aun seguía saliendo, el chico la sostuvo de un brazo antes de que se diera de boca contra el piso. Ella se rió de su propia torpeza. —Estoy bien.
—Sí, claro. Si me permites... —pasó uno de brazos detrás de la espalda de la chica, el otro bajo sus piernas, así cargándola para que no hiciera más esfuerzos. —Uy, estás pesadita.
—Es la armadura, piensa un momento ¿Sí?
—Ajá...— Seiya se rió y retomó caminata hacia la salida.
—¡Oye, ni siquiera peso tanto!
—Haré cómo que te creo.
La rubia lo observó mal.
—E-es broma ¿Sabes? En realidad estás muy flaquita, tienes que comer más.— ella rodó los ojos y después los enfocó en el casco sobre su vientre.
—Sí sabes que Hyōga se enojará mucho cuando nos vea así ¿Verdad? —cambió el tema recordando su actitud días antes.
—Lo hará más cuando note que te he dejado pelear sola, y te aseguro que esta escena se le va a olvidar.— Hinata negó al imaginarlo, en su defensa, recuperó por cuenta propia el fragmento.— ¿Te confieso algo? Tenía miedo de que te enfrentaras sin mi ayuda a esa mujer.
—Pero no me pasó nada malo. ¿Lo ves?— observó sus ojos, Seiya seguía feliz y lo demostró.
—Lo veo, y no sabes cuánta alegría me da.
Continuaron en silencio, poco a poco lograron ver la luz del sol. Al salir del castillo pudieron ver a sus amigos, contentos de ver que habían cumplido su objetivo.
Hinata alzó el casco, por lo que los chicos celebraron. Shun tomó la pieza y como un niño festejó alegre; la chica recargó su cabeza en el hombro del castaño, subió su mano derecha a su cuello y ahí se quedó un rato, disfrutando de su primer triunfo.
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