Capítulo II

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Luego de mucho meditar, y casi armar un teatro a media calle, visitaron el antiguo orfanato donde vivieron una temporada. Miho, una amiga de Seiya los puso al corriente con lo que había sucedido en el tiempo de su ausencia. Y tal y como había dicho la señorita Saori, Seika había desaparecido.

Hinata estaba muy triste, no sabía que decisión tomar pues era muy arriesgado para ambos aceptar entrar al dichoso evento, por otro lado, una oportunidad así no se daba a diario, ella y Seiya eran menores de edad como para lograr una hazaña tan grande como aquella, el dinero que poseían no era suficiente para siquiera un viaje lejos del país. No había otra opción, debían aceptar el pacto de Saori.

Con el ocaso sobre sus cabezas, Seiya divagaba del tema con Hinata a su lado, estaban sentados en una banca que dejaba ver a los niños del orfanato jugar antes de darse una buena ducha. De repente, la rubia sostuvo su hombro, tan metido quedó en su mente que dio un respingo del susto.

—No soporto verte así, —mencionó casi en un susurro —la señorita Kido tiene razón, es peligroso ir así como si nada, apenas y tenemos ahorros, Seiya... No tenemos opción, debemos aceptar.

—Siempre hay una segundas opciones, Nat. No pienso dejar que te metas en este asunto por mí.

—¿Por qué no? ¿No me crees capaz de enfrentar a los demás caballeros?— frunció un poco las cejas, de acuerdo, eso ya era personal, y claro que lo hacía por él ¿acaso estaba mal?

—Sabes que no me refería a eso, yo sé que eres fuerte, pero es demasiado arriesgado —exhaló, dejó de mirarla —no quiero que salgas herida o que te involucren por mi culpa.

¿De verdad? ¿Qué le pasaba? Antes la alentaba a hacer las cosas y ahora la excluía. Solo un imbécil actuaría así, que casualidad, ese imbécil era su amigo.

—A veces no logro comprenderte, quiero ayudarte, quiero que Seika esté aquí, estoy, literalmente diciéndote "al diablo todo y luchemos" ¿y ahora no quieres?

—Es por ti, Hinata, entiéndelo.

—¡No pienses en mí! —se controló antes de empeorar su más la situación —Eres mi amigo, el único que tengo... Siempre me apoyaste, sólo déjame hacer lo mismo ¿sí?

Sin evitarlo, Pegaso volvió a entablar su mirada en ella ¿cómo negarse ante tal dulzura? No podía aunque quisiera mentirse.

—Puedo hacerlo —Nat sostuvo su mano y la apretó un poco, de todas maneras si le decía que no haría lo contrario.

—¿En serio lo harás por mí?

—¿En qué idioma debo decirlo?

Seiya pensó unos segundos hasta que exhaló rendido.

—De acuerdo, pero te estaré vigilando.

—Ya no soy una niña, Seiya, puedo cuidarme sola.

La noche siguiente, sería el primer duelo de Seiya contra el caballero del Oso, estaban ciertamente emocionados, aunque no con un sentido claro.

El coliseo era demasiado espacioso y grande, por lo que dañar a los civiles no sería un problema, además conservaba la esencia del clásico en Grecia, era lindo, lo admitían. Mientras Seiya se alistaba para salir, Hinata se reunió con los otros, en todo la mañana los había visto por estar metida en otros asuntos. Estando con los presentes no tardaron en notar su estadía ahí, a lo cual respondió amablemente aunque se sintiera algo nerviosa pues según algunos mencionaron estaban ansiosos por verla de nuevo, el resto terminó sorprendido de que hubiese sobrevivido, más ni ella ni ellos se atrevieron a decir otra palabra.

Nat prestó mucha atención, no se veía confiada pues no sabía que tan fuerte podía ser Geki contra su amigo, aunque trató de no ser negativa.

De inmediato Seiya atacó con un puntapié que casi mandaba al Oso contra el suelo. La energía cósmica de sus cuerpos era electrizante y feroz por lo que no sería una pelea cualquiera. La ventaja de lucha podría tenerla Geki gracias a su enorme fuerza física que era mucho superior a la de Pegaso; aquello le recordaba al enfrentamiento que tuvo él con Cassios, aunque claro no esperaba menos de ninguno de los dos. Los golpes que comenzaron a lanzarse eran estruendosos e inquietantes, tanto así que la situación era mucho más compleja de lo que ella había teorizado.

Pegaso tuvo muchísima suerte de esquivar de no ser hasta que se volvió prisionero de las poderosas manos de Geki. Él empezó a ejercer mucha presión en su cuello mientras el muchacho intentaba de todo para ser liberado, el oxígeno dejaba de fluir a sus pulmones, sino se daba prisa iba a ser asfixiado, Geki era demasiado fuerte que no por nada hacía honor a su constelación guardiana.

La tensión comenzó a invadir a todo el coliseo. Ni hablar de Hinata, se encontraba al borde del colapso, siempre estuvo atenta al combate que ignoró los llamados de Shun de Andrómeda cuando intentó acercarse al octágono como espacio de lucha con la intención de llamar a Seiya y rogar a Geki por su vida, ya era demasiado ¿cual era la necesidad de utilizar la matanza como paso de victoria? Todo iba en contra de sus principios ¿en qué estaba pensando?

El cosmos de Pegaso bajó notablemente alarmando a la santa que sin darse cuenta alzó el propio. Sus brazos dejaron de moverse y de repente él se quedó quieto.

—¡Seiya reacciona! —exclamó Hinata desde el suelo sosteniendo con fuerza las cadenas que rodeaban el octágono, aquellas no iban a resistir mucho tiempo dentro de sus manos pues su presión y cosmos las debilitaban— ¡Geki detente por favor! ¡Ya es suficiente!

—Pequeña Nat, deja de lloriquear— respondió Geki entre risas burlonas— la armadura dorada será mía.

—Tsk... —la chica apretó más sus puños, no podrían dejar morir a Seiya, no, claro que no.

Su cosmos se sintió fuertemente que los demás chicos se pusieron alerta al reconocerlo, pues era una energía pura que transmitía incluso el sufrimiento de la chica, sus emociones estaban conectadas, fue así que logró despertar al delfín y ser su portadora, por su espíritu y pasión.

—Seiya... Debes despertar, no puedes rendirte...

La fuerza que el caballero del Oso emitía aumentaba cada segundo, en cualquier momento terminaría rompiendo el cuello de su presa. No se supo con certeza cuánto tiempo se mantuvieron en la espera de que Pegaso se espabilara, cuando un crujido fue lo suficientemente fuerte para suponer que éste había muerto, sin embargo, no era así y le devolvió la sonrisa a la joven santa.

Pegaso había logrado separar las manos de Geki de su cuello, quebró los antebrazos de la armadura; fue un poco difícil pero estaba consiente, el cosmos de Hinata lo había llamado, y por ello despertó y se acordó de las lecciones de Marín, esas que a duras penas se había dignado a escuchar, ya que casi no le interesaban. Supo qué hacer, elevó su energía destruyendo más partes de la armadura de su adversario, una fuerte patada le otorgó la victoria de su primera lucha en.

—¡Seiya de Pegaso es el vencedor!

La bulla de los espectadores inundó el coliseo fesjetando al ganador. Los caballeros de bronce no pudieron resistir a hacer sus teorías del por qué Pegaso resultó ganador, Hinata los escuchó a sus espaldas y no evitaba reír. Desvío la vista al octágono para sonreír ampliamente a Seiya, quién hacía los mismo, en algún momento lo debía decir, le había dado el susto de su vida. Lo que le esperaba.

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La luz entrando por su ventana logró despertarla de su pesado sueño luego de que no encontrara la paz mental necesaria para poder descansar en la noche. Seiya la había dejado más preocupada que una madre siquiera, esperó unas horas en el hospital hasta que le dieron de alta en la madrugada; él por su parte se hospedó en un departamento en el puerto mientras que su persona aceptó quedarse en la mansión de la señorita Kido, solo por el hecho de estar ahí si Hyōga llegaba temprano.

La santa se levantó enseguida para ordenar la habitación, no es que estuviera desordenada pero ante cualquier situación le gustaba tener limpio y ordenado todo. Hizo sus necesidades y se preparó para salir, aun era algo temprano y quería ver a los niños de Star Children otra vez.
Caminó tranquila por los pasillos hasta bajar por la escalera con rumbo a la cocina, dispuesta a ayudar a los empleados de ser necesario, ya que, Mónica literalmente la preparó para casi todo, desde cuidados del hogar hasta aprendizajes básicos para cualquier ser humano, llegando al punto de parecer una chica ordinaria como cualquier otra.

Al llegar a su destino, una de las empleadas la saludó, se apresuró a servir su desayuno y la guió al comedor, la tomó por sorpresa pues Hinata esperaba tener que hacerlo por su cuenta, de igual manera agradeció tanto que ahora ella sola pensaba mucho en ese estilo de vida, de pensar qué hubiera pasado si Mitsumasa la hubiera criado cuando le dieron la noticia de que era su hija.

Que estupidez, Hinata...

Negó para sí misma, con el platillo en frente suspiró y sostuvo el tenedor con la intención de alimentarse lo más pronto posible. Dio un bocado, debía reconocer que los encargados era expertos pero quizá no tanto como ella, pensó con gracia. Se mantuvo tranquila hasta que un sujeto apareció en la habitación y se sentó justo al lado de ella, parecía no haber notado su presencia.

Hinata fue muy obvia al mostrar su extrañeza, que en ese momento el joven hizo contacto visual con ella y le sonrió no sin antes mostrar su pena por no haberla visto.

—Oh, lo siento mucho, no te había visto, Hinata —dijo y se encogió de hombros.

—Descuida, Shun— le devolvió la sonrisa.

—Ayer no tuvimos mucho tiempo para hablar...

—Lo sé, supongo que me dejé llevar por el duelo de Seiya.

—Se nota que son muy cercanos, claro, lo olvidé, ustedes fueron juntos a Grecia.

—Sí, así es.

Y trató de volver a comer, Shun de inmediato hizo lo mismo pero Nat no mostró intenciones de volver a hablar, no porque no quisiera, es que no tenía otra cosa que comentar. Poco después llegó un tercero, era Shiryū, quién saludó cordialmente e intercambio un par de palabras con Andrómeda y después con ella.

—¿Me permites hacerte una pregunta? —añadió el chico con cuidado, no queriendo poner nerviosa a la joven. —Además de ésta, claro.

—Por supuesto.

—Es que, no deseo incomodarte pero, ¿está bien que nosotros...? —con su índice señaló su rostro no terminando la interrogante. Hinata captó enseguida y pensó en su bochornoso momento en que perdió la máscara.

—Sí, yo también tengo esa duda, según sé los santos femeninos tienen algunas reglas específicas— añadió el santo de Dragón, la chica no tuvo más remedio que explicar.

—Claro que las tienen, pero por una cuestión personal decidí abandonarla —por supuesto no daría los detalles de aquel tiempo —así que no se preocupen, no deseo matar a nadie.

—Menos mal— Nat suspiró, había olvidado que no eran los únicos huéspedes en toda la residencia —ya iba a rogar por mi vida.

—Buenos días, Jabu —mencionó ella por cortesía, Ichi y Nachi venían llegando detrás con el mismo objetivo.

—Buen día, pequeña Nat ¿lista para recibir a tu hermano?

—¿Por qué no lo estaría? Se trata de mi familia es claro que me siento entusiasmada por verlo.

—Ojalá ese mismo entusiasmo lo uses cuando pelees contra mí —sonrió con arrogancia.

—No te quedarás con las ganas, te lo aseguro.

Hinata se levantó de su lugar, aun no había terminado todo lo de su plato pero aun así lo recogió para abandonar el lugar y a sus compañeros. No toleraba a Jabu, cada que le hablaba solo le recordaba lo débil e ingenua que era, se daba pena.

—¿No te cansas de molestarla?— insinuó Shiryū al ver a Unicornio tomar asiento en el que estaba la fémina.

—Es muy blanda, necesita más carácter. Si no hay nadie que la ayude con eso, yo le haré el favor de cometerlo.

—No creo que ella lo vea de esa forma.

Pero Jabu estaba en lo cierto, era muy blanda, su personalidad era blanco perfecto para ser manipulada en algún momento de su camino.

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La santa, junto a los seis caballeros restantes bajaron del octágono luego de que la señorita Saori dijera unas cuantas palabras para la transmisión del programa. Tenía un revuelto de emociones, sino se equivocaba, esa noche su hermano por fin haría acto de presencia, y por lo tanto, lucharía.
Fuera de eso, se hallaba inquieta, y sus compañeros lo tenían en cuenta.

—¿Emocionada? —preguntó Seiya.

—Algo, estoy muy nerviosa, de verdad pensé que este día no llegaría nunca —las pupilas de sus ojos estaban dilatadas de imaginar lo que pasaría, a pesar de su estado mental tan desordenado, sonreía.

—Estoy ansioso de ver su reacción— agregó Shun animando a la rubia; en el pasado solían ser semejantes y ahora compartían ciertos ideales, además de deseos por ver a sus respectivos familiares —seguramente tu hermano se pondrá feliz de verte, Nat.

—Eso espero, Shun...

—Mmm, no creo que Hyōga llegue— mencionó Jabu con alguna mala intención, otra vez.

Nat arqueó una ceja pero no quiso escucharlo, ella sabía que no tardaría mucho.

—De lo contrario ya habría llegado antes ¿no lo crees, Nachi? —el santo de Lobo no respondió nada.

—No lo escuches —se acercó
Shiryū —Hyōga debió tener sus razones, la señorita Saori nos comentó algo al respecto, pero no te preocupes, él estará aquí pronto.

—Lo sé.

Entonces, un desconocido saltó a lo alto para aterrizar justo frente a Ichi de Hydra le esperaba, anunciando de inmediato el comienzo de la pelea. Hinata quedó atónita, era su hermano mayor.

Está aquí ya... Es mi hermano... Hyōga...

El caballero del Cisne, que tenía similitudes con la única santa presente habló lleno de confianza, casi como una amenaza.

—He venido desde el país de los hielos para destruirlos a todos y ganar la armadura de oro...— se veía fuerte y poderoso, igual de frío que el mismo hielo.

—¡¿Acaso crees que te temo?!—respondió Jabu acercándose a la cadena del octágono —¡Sólo espera a que te ponga las manos encima!

—Ya lo veremos, lastima que no pelearé contigo hoy, Jabu...

—Eso es lo que quiero...

Hyōga rápidamente echó una mirada a los otros guerreros, enseguida reconoció a cada uno hasta que una melena rubia lo hizo cambiar de gesto en un instante.

¿Es, acaso ella en verdad?

Y por un pequeño segundo cruzaron miradas, Hyōga estaba asombrado, su hermana menor ya se encontraba ahí, casi en el mismo estado que él, asombrado con un millar de imágenes en la cabeza que mostraban su pasado antes de ser separados.

—Hinata... —murmuró apenas, que ganas tenía de salir de ahí y envolverla en sus brazos, sólo que no era el momento adecuado, no debía mostrarse débil ante sus próximos rivales.

—Lamento tener que sacarte de tu ensoñación —rió Ichi —pero tendrás que vencerme primero antes de ir a los brazos de la pequeña Nat.

—No será un problema para mí.

Hydra comenzó en lanzarse a la lucha tratando de dar puñetazos al rubio, quien esquivaba todos con rapidez.

—No intentes escapar.

—¿Quién dice que trato de escapar? Estoy esperando ese golpe de gracia con el que me harías puré.

Ichi encestó otro golpe, igualmente fue esquivado sin embargo cada vez lograba que Cisne retrocediera contra las cadenas. Luego de un par de intentos fallidos por golpearle el rostro, dio un rodillazo en su abdomen, que dejó de ser Hyōga tambaleante, después lanzó otro puñetazo que por poco lo mandaba lo suelo. El Cisne resistió, pues su hermana miraba, debía no sólo dejar claro que era invencible sino también darle seguridad a Hinata de que él la protegería (a pesar de verla vestida con su propia armadura). Hydra enterró unas garras en su brazo que perforaron su proyección, según explicó contenían un veneno mortal para cualquier ser humano; al principio sintió un hormigueo pero nada como para preocuparse. Las sacó para luego volverlas añicos sin recibir síntoma alguno.

Después recibió otras en el pecho, perforando un poco su helada armadura pero tampoco recibió aquellos síntomas que se le describieron, como si fuera insensible al veneno.

Por consiguiente el caballero de Hydra intentó atacar mientras él le esquivaba sin dificultad alguna, y por última vez las garras atravesaron su piel, está vez en su casco. Hyōga realmente no se sentía mal, se atrevió a presumirlo para después reír en su interior de como los demás guerreros discutían acaloradamente de él; con su cosmos la temperatura comenzó a bajar, provocando un frío casi insoportable ahí adentro, se trataba de su técnica especial y más poderosa, el Polvo de Diamantes, no sin antes congelar una mano de Hydra, lo derrotó en segundos saliendo ileso de la pelea.

—¡Ichi de Hydra ya no puede levantarse, por lo que Hyōga de Cisne es el ganador!

En ningún momento dudó de sí mismo, Ichi tenía talento, lo reconocía, pero confío demasiado en su veneno sin darse cuenta de que ante la frialdad era totalmente inútil. Mientras los médicos revisaban al guerrero, Hyōga bajó con el ego alto nuevamente analizando a los demás guerreros.

Dio un par de pasos y llegó a dónde quería, bajo la mirada de desconfianza de Pegaso, observó a la chica rubia que tenía las manos en su pecho sintiendo los latidos alocados de su corazón. A unos metros de distancia podía apreciarla mejor; cómo pasaba el tiempo, era hermosa ante sus ojos ¡la misma imagen de Natassia!

Hinata contenía las lágrimas de alegría, ignorando que tenía a los otros mirándola nada más existía que ese momento. Lo único que tenía de Hyōga era su nombre y pocas imágenes mentales.

El santo de Cisne se acercó a ella, conmocionado aunque con el rostro serio. De nuevo la miró, no sabiendo qué palabras utilizar; luego levantó su mano y la colocó en su pómulo, de manera que acunaba su pequeña cara. Hinata se puso nerviosa ante el contacto inesperado, sin embargo agrandó la curva en sus labios y presionó la mano de su hermano con la de ella ya sin evitar que sus ojos se nublaran de lágrimas.

Por fin, después de tanto sufrimiento y años alejados esos dos ya estaban juntos. Hyōga abrazó a la jovencita, sus armaduras chocaron pero no fue impedimento para darse afecto, Nat soltó pequeños sollozos, sintiendo su cabello ser acariciado, cuanta paz tenía, todo lo mal que pasó había valido la maldita pena.

—Hyōga, te extrañé mucho, hermano...

—Querida hermana... —dijo aquel—por fin te he encontrado. Prometo que nada nos volverá a separar.

Se hallaban tan centrados en su momento, en su propio silencio y tranquilidad, que por supuesto no faltaría el inoportuno que pondría incomoda la situación.

—¡Que vivan los hermanos!

Aludió Jabu pero no con burla, como si de verdad estuviera feliz con lo que veía. Nachi se unió, al igual que Shun, era, un lindo gesto de su parte que esperaba le dieran a él cuando Ikki volviera.

Los hermanos se separaron un poco nervioso por la bulla, sin embargo no quitaba el hecho de que la felicidad sobraba en sus rostros. Cisne besó la frente de la santa, sostuvo su mano para salir del coliseo pues tenían mucho que comentar, rehacer su hermandad.

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Ambos recibieron la brisa fría de la oscuridad sin luz natural en el techo. Los sonidos de la ciudad ambientaban su caminar por la acera llevándolos a alguna parte mientras aprovechaban el momento para contar lo que fue de sus vidas estos años.

Hinata contaba muy animada lo que podía recordar desde que había arribado a Grecia, a veces hablaba de más que en momentos se callaba y se disculpaba por su entusiasmo o porque pensaba que era una molestia, Hyōga por otra parte la escuchaba atentamente y la alentaba a continuar, no deseaba perderse ni un solo detalle de lo que ella decía, quería conocer cómo había sobrevivido, todo de ella; estaba claro que su pequeña e indefensa hermana había cambiado bastante en su carácter, pero para él seguiría siendo la niña de su alma.

Cuando fue el turno del muchacho, las horas parecían avanzar, el ajetreo de la ciudadela a menorar y el frío a incrementar con cada minuto bajo la luna; a él no le molestaba, pues estaba acostumbrado a las bajas temperaturas del valle de Siberia, sin embargo la chica no, su resistencia al frío se marchó hacía tiempo por lo que en cada paso que daba iba subiendo sus brazos hasta el punto de dejarlos cruzados para disimular que el viento le ponía los vellos de punta, ahora maldecía mentalmente el llevar ropa algo corta. En Grecia hacía mucho calor entonces era entendible.

El Cisne pareció darse cuenta de la incomodidad de la rubia, no era nada buena para ocultarlo además no le quitaba el ojo de encima. Tal vez lo mejor era volver a la residencia Kido, no quería que por demorar más de lo previsto aquella pescara un catarro.

—¿Me decías...? —pidió Hinata que continuara, pues se había quedado en silencio.

—Ah, sí. Pues, el maestro Camus fue quién me instruyó— Hyōga fue ahora quién apartó su mirada, metió las manos en los bolsillos de su pantalón en lo que recordaba a su mentor —es un gran hombre aunque no suele ser tan afectivo. Me enseñó múltiples habilidades como la que viste en batalla.

—Es increíble, has dominado por completo la fuerza de los hielos. Yo apenas veré lo que mi cosmos es capaz de hacer.

—¿Cómo dices? —la observó curioso ¿acaso no había usado sus poderes?

—Es decir, he dominado mi cosmos, sólo que aun no lo he usado en batalla —explicó con media sonrisa— después del combate de Seiya y Shiryū, me tocará enfrentar a Jabu, debo decir que me encuentro algo nerviosa.

—¿Por qué lo estarías? —se detuvieron bajo la luz de un farol, donde daba un poco de calor.

—Más que nada, por cometer un error, eso y que lo use de pretexto para fastidiarme cada que tenga oportunidad si es que llego a perder... Se la pasa llamándome "pequeña Nat", que infantil —apodo tonto que le había puesto, y no sólo Unicornio, Geki e Ichi también la nombraban así.

—Pues yo creo que le ganarás— alentó —si conseguiste la armadura no veo porqué no vencerle.

Hinata volvió a sonreír.

—Le voy a ganar, ya verás.

La luz del farol favoreció el brillo de los ojos de aquella mujercita, Hyōga estaba fascinado al verlos, le recordaba a alguien que se convirtió en uno de sus ángeles. Y es que cómo podía negarlo, ella tenía el cabello largo y lacio, sus expresiones revivían recuerdos de su niñez, su madre parecía que estaba frente a él, el parecido en ambas era asombroso.

—Te pareces mucho a mamá...— pensó en alto, dejando a la chica sin palabras.

—¿En serio? Yo apenas y puedo recordarla...

—Eras muy pequeña... Pero es verdad, eres, idéntica a ella. Si supieras, que antes de venir aquí fui a verla.

—¿Qué? —preguntó ¿acaso era lo que estaba pensando? —¿Acaso ella está...?

—No, creo que no fui específico, lo siento. Quiero decir que, ah— soltó un largo suspiro —el mar de Siberia tiene preso el barco donde murió nuestra madre, en uno de sus camarotes ella descansa, la frialdad del océano ha mantenido su cuerpo intacto como si fuera una escultura —hizo una leve pausa y prosiguió —hace un par de años lo descubrí, pero fui imprudente y casi me costó la vida, mi compañero, mi mejor amigo me salvó de morir en las corrientes marinas pues me había jurado que algún día volvería a verte... Hoy en día, su cuerpo debe descansar en las profundidades del mar... —terminó por desviar la mirada, aquello no habría ocurrido sino hubiera sido tan egoísta e imprudente. —Estuve solo durante mucho tiempo. Mi mente estaba cerrada con la idea de huir en tu búsqueda sin importarme nada, razón por la cual tardé demasiado en acoplarme al entrenamiento que me impuso mi maestro. Fui una persona egoísta.

—De verdad lamento mucho la pérdida de tu compañero... Si él de verdad fue tu pilar para avanzar, ahora mismo el que tú estés aquí conmigo debe ser un orgullo para él, no te lastimes así...—sostuvo sus manos, queriendo ahora animarlo —¿Me darías su nombre? Me gustaría rezarle para agradecerle su acto de valentía que me devolvió a mi hermano.

—Isaac, su nombre era Isaac. Le prometí que algún día te llevaría a conocerlo... Estoy muy seguro de que se habrían llevado bien. Él estará muy agradecido al recibir tus oraciones, en dónde sea que se encuentre...

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