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━IMPOSIBLE, ¿VERDAD?━
• • •
Después de nuestro momento "extraño" como todos los vieron y de una mirada llena de enojo por parte de Meliodas. Volvimos a donde nos quedamos.
Zeldris termino por decir que el poder del rey demonio son los diez mandamientos por completo, para ser el rey, Meliodas tiene que absorber los diez decretos por completo.
──Zeldris, Estarossa, los necesito a ustedes dos para recuperar todos los decretos. ─habló Meliodas. ──Al absorber todos los decretos, seré capaz de alcanzar el mismo nivel de poder que el rey demonio.
──Espera, ¿recuperar decretos? ─habló Estarossa abrazando mi cintura con su cabeza recargada en la mia, no me ha querido soltar en todo este tiempo y menos al ver como el rubio ha intentado quitarme de sus brazos. ──Hey Zel... ¿eso es posible?
Este murmuró algo alzando su mano para dejar ver tres decretos.
──El traidor Gowther, Gloxinia y Drole. Ya he recogido sus decretos.
──¿En serio? ¡Muéstrame! ─lo escondió antes de que Estarossa se acercara más conmigo aun abrazada. ──Oye. Interesante. Enséñame como hacerlo de una vez. ─Zel solo lo miraba de reojo medio sospechoso. ──¿Qué pasa con esa cara? Siempre es mejor con más personas, ¿verdad? ─mire de reojo a Estarossa, algo me decía que él iba hacer una estupidez.
Para cuando reaccione Zeldris me alejo de Estarossa mientras este movía sus manos mirando a el platinado.
──Hey, que estas... Zel, no me digas... mi decreto... ─este murmuró algo haciendo que el cuerpo de Estarossa brillara. ──¿Qué? ─después de eso yo lo seguía mirando normal. ──Eh, no pasó nada.
──Para recoger un decreto, se debe cumplir una de esas dos condiciones ya sea con el conocimiento de la persona afectada o si no puede luchar. ─aclaró mientras un guardia de agua detenía la sociedad de Meliodas para no llevarme con él.
──Deberías haberlo dicho antes. ─le dijo envolviendo sus brazos de nuevo en mi cintura alejándome más del rubio, sabia que mientras me tuviera él no me quitaría de sus brazos. ──Me tomaste por sorpresa.
──¿Acaso soy un oso de peluche ahora? ─pregunté mirándolo de reojo.
──Para mi si, mi reina. ─solté un suspiro sintiendo como depositaba un beso en mi mejilla. ──Y no quiero que mi hermano te quite de mis brazos. De ser posible no creo que te vuelva a recuperar, preciosa. ─solo cerré mis ojos al saber que era cierto.
──¿Pero que vas hacer ahora, Meliodas? ─le preguntó Zel a el rubio. ──Gowther, que traiciono su lealtad al rey demonio, Gloxinia y Drole fueron casos especiales al final.
──Y todo porque no me dejaste matarlos, idiota. ─este me miro mal. ──No me mires así. Yo debería de verte mal por tantas ordenes que deje de lado por tu culpa.
──Eso ya no importa, Carlett. Ahora todo el mundo jura fundamentalmente una fuerte lealtad al rey demonio, y de que se nieguen, los decretos pueden ser naturalmente. ─dijo regresando a el tema.
──Oye. ─lo llamó Estarossa. ──¿Puedes llevartelos si los matan? ─preguntó con su tono tranquilo.
──¡¿Qué?! ─expresó Zel mientras los dos lo miraban mal.
──Bueno, el fraseo es incorrecto aquí. ─lo mire de reojo. ──Estaba tratando de decir en el caso de que alguien los matarán.
──Ahorren sus miradas. Saben que él tiene falta total de empatía. ─dije al conocerlo mejor que nadie.
──Si un miembro de los diez mandamiento muere, el decreto permanece en su cadáver. Eliminarlos es una tarea fácil. ─explicó Zeldris, Estarossa solo escondió su rostro en mi cuello con una ligera sonrisa. ──En la actualidad, los que no deben de ser escuchados mientras poseen sus decretos son estos tres: Galand, Melascula y Grayroad.
──Grayroad fue derrotado por Merlín de los ocho pecados capitales. ─dije sin darle importancia.
──¿Qué? ─expresó Zeldris mirándome.
──Se que no me correspondía hacerlo pero ese dia la asesina de mi salió a la luz y tomo el mandamiento sin que nadie se diera cuenta. ─dije extendiendo mi mano dejando ver el decreto. ──Desafortunadamente no se donde esta Melascula y Galand. ─moví mi mano lanzando el decreto a Zeldris antes de que Estarossa intentara algo.
──Hay que encontrarlos de alguna manera. ─dijo Mel.
──¿Qué pasa, Meliodas? ¿Vas a ser un espectador y nos enviarás a hacer un mandado? ─preguntó Estarossa. ──Si es así, mi reina ira conmigo.
──¿Crees que alguien silenciosamente dará un decreto a un traidor del clan demonio? Es por eso que se los dejo, cuento con ustedes dos. Y Scarlett se quedará aquí. ─Estarossa iba hablar. ──Es una orden, Estarossa. ─no dijo nada.
──Parece que conoces bien tu lugar. ─dijo Zeldris con una sonrisa de medio lado.
──¡¡No!! Su verdadera razon es proteger a Elizabeth. ─habló Chandler. ──Pequeño niño, abre los ojos rápido. Puedes quedarte con lady Scarlett.
──¡No dijas estupideces! ¡Lady Scarlett es perfecta para Lord Zeldris! ─ahora la mirada de todos se enfoco en los dos maestros peleando.
──¡Claro que no!
──Cusack, chandler. ─los llamé. ──Cuantas veces tengo que decirles que no me interesan ninguno de los dos. ─me cruce de brazos mirando a otro lado. ──No es por ofender a nadie pero prefiero que sean más altos que yo. ─escuche la pequeña risa de Estarossa en mi cuello mientras sentía la mala mirada de los dos hermanos presentes.
──¿Por qué tanto estúpido ruido? ─mire a Ezio llegar a el lugar. ──Solo me causa un dolor de cabeza.
──Ezio. ─sonreí al verlo mejor.
──Madre. ─sus ojos se abrieron al ver a Estarossa. ──Creí que ya te habías muerto anciano. Y yo que estaba por celebrar. Qué lastima.
──Yo también te quiero, hijo mío. ─le dijo con una sonrisa de medio lado.
──Si, aja. ─yo solo solté un suspiro. ──Hmp. ─miró a Meliodas. ──Sigues con vida, tío Meliodas.
──Lo mismo digo, Ezio.
──Calculo unos dos o tres días a lo mucho para seguir con vida... ¡auch! ─se quejo en cuanto le di un golpe una vez que me separe de Estarossa. ──¡Eso dolió!
──Esa era la intensión por decir eso. ─cerré mis ojos unos segundos para terminar soltando un suspiro. ──Pero... me alegro verte mejor, cariño. ─lo abrace mientras sonreía.
──Mamá me estas asfixiando. Necesito aire. ─lo aleje de mi.
──Lo siento. ─él solo sonrío de medio lado.
──Ahh, por cierto anciano... ─Estarossa lo miro mal.
──Padre. Repite conmigo P-A-D-R-E. Eso es lo que soy, tu padre no me llames anciano que la única anciana es tu madre. ─mi mirada se oscureció ante eso.
──No debiste decir eso. ─dijo Ezio dando un pasó atrás.
──¿Qué dijiste? ─lo mire fríamente.
──Que te miras hermosa como la primera vez que te vi.
──Anciano tu hermano, maldito idiota. ─le di un golpe en la cabeza.
──Solo bromeaba, mi reina. ─mire a otro lado. ──Ay no. Ya se enojo. ─murmuró al mirar mi semblante.
──Es tu culpa. ─le dijo Ezio. ──Por cierto, si buscas a Galand se encuentra en la montaña al norte de las ruinas del Atlan. Se encuentra petrificado, aunque estuviera mejor que estuviera muerto después de que intento matar a mi madre.
──¿Qué dijiste? ─solté un suspiro ante la voz sería de Estarossa. ──Galand, ¿intento matarte?
──Si, pero Ezio no lo permitió y para no matarlo solo le destrozo un corazón. ─explique. ──Ahora ya saben la ubicación de Galand. Anda los dos vayan hacer lo que tenga que hacer.
──¿Y mi beso de la buena suerte? ─preguntó abrazando mi cintura.
──Lo siento, pero una anciana como yo no puede besar. ─gire mi rostro haciendo que sus labios chocaran con mi mejilla. ──Pero te deseo suerte. ─le di unas palmada en su pecho para soltarme de su agarré.
──Como quiera ni quería. ─dijo saliendo junto a Zeldris.
──Solo una cosa, Estarossa. ─se detuvo mirándome. ──No vayas hacer una estupidez.
──No haré nada malo, mi reina. ─lo último que mire fue su sonrisa de medio lado para desaparecer de mi vista.
¿Por qué tengo este presentimiento? ─lleve mi mano a mi pecho apretando este.
Mire de reojo a Ezio, él miraba con un semblante serio a la dirección en la que su padre se fue. ¿Será que él también lo siente?
Siente que su padre no es la misma persona. Lo siento muy en fondo de mi corazón, que algo cambio en él.
「• • •」
Lo único que hacia era mirar la oscura noche mientras Ezio estaba acostado en mi regazo, estábamos fuera del castillo mientras que Meliodas hablaba con Elizabeth de algo que no me interesa la verdad. Gracias a eso él no me encerró en una habitación para que no me fuera, solo le pidió a Chandler que me cuidará pero por suerte logre escaparme de él junto a Ezio.
Me tense en cuanto sentí la magia de aquella persona que no creí volver a ver junto a la de Zeldris, probablemente ambos ya tuvieron una pequeña bienvenida.
──Maldita sea... en un momento como este. ─cerré mis ojos mientras me levantaba. ──Te apareces, Ludociel.
En un milisegundo sentí unos brazos tomarme de mi brazo comenzando a volar.
──¿Qué te pasa? ¿Por qué secuestras a mi madre? ─mire a Ezio volar a nuestro lado mirando a Elizabeth.
──Porque la necesito. ─entre cerré mis ojos. ──Necesito a los ocho pecados capitales.
──Quieres evitar que él se convierta en el rey de los demonios, ¿cierto? ─su silencio fue la respuesta. ──Te ayudaré.
──¿En serio? ─preguntó sin creerlo.
──Claro. ¿Qué dices, Ezio? Pasas tus últimos días con tu madre peleando codo a codo. ─lo mire de reojo él tenía una sonrisa.
──Siempre he sonado pelear a tu lado, madre. Además... ─su mirada se volvió seria. ──¿No sentiste algo extraño en mi padre?
──Así que tu también lo notaste, ¿eh? ─cerré mis ojos. ──Por lo pronto solo tenemos que esperar. ─en eso sentí la presencia de los demás. ──¡Están aquí!
──¡¡Elizabeth!! ¡¿Dónde mierdas estas?! ¡¡¡Scarlett!!! ─logramos escuchar los gritos de Meliodas. ──¡¡No te di permiso de irte!!
──Creo que no esta contento. ─dije y en eso mire la cabeza Diane entre los edificios.
──¡Diane! ¡Chicos! ─gritó la platianda atrayendo su atención.
──Imposible... ¿Elizabeth? ¿Scarlett? ─nos miro sin creerlo.
──No quiero decir malas noticias pero... algo viene a nuestra dirección con intención de matarnos. ─ante las palabras de Ezio miramos a dos pequeños demonios, sabia que esta magia era de Chandler.
──¡Ten cuidado! ─para cuando el gritó de Diane nos llego, la cosa logro herir la frente de Elizabeth y comonestaba cerca suya logró cortar mi garganta por accidente. En eso sentimos la mano de Diane tomarnos. ──¡¿Qué le estas haciendo a el rostro de una mujer?! ─dicho eso lo aplastó.
──¡Mamá! ─por suerte Ezio logro matar a el otro que iba para él, es más que claro que Chandler mataría a mi hijo solo por no ser el hijo de su pupilo. ──¿Estas bien? ─dijo volando a la altura donde me encontraba.
──Si, cariño. Ya sanó. ─dije una vez como nueva.
──¡Elizabeth, Scarlett! ¡Resistan!
──Estoy bien. ─le dijo ella.
──Yo estoy como nueva. ─dije mirándola.
──¡Diane, retiremosnos! ¡Vamos, anda! ─escuche la voz de Merlín un poco rara.
──Ah... bien. ─dicho eso entramos a la taberna y me di cuanta de que Merlín esta en su verdadera forma.
「• • •」
──Elizabeth, ¿Meliodas esta haciendo algo más extraño de lo normal para ti? ─preguntó Hawk siendo abrazado por Ezio que estaba encantado de verlo de nuevo.
──Hawk, este no es el momento para discutirlo. ─le dijo King.
──Es verdad, el Meliodas de ahora no es el de siempre. ─dijo Elizabeth. ──En este momento le pidió a sus hermanos que recolecte los decretos. Después de todo, quiero detenerlo.
──Eso ya lo sabemos. ─dijo Merlín.
──Pero el capitán ansia ser el rey demonio... porqué quiere salvarte. ─comentó Diane triste.
──Aun así, tenemos que detenerlo. Si realmente se convierte en el rey demonio, nunca volveremos a verlo. ─dijo Elizabeth.
──Sí, es lo más probable. ─dijo Merlín.
──Pero... incluso si es así. ─hablo Diane sollozando. ──La maldición te matará, Elizabeth. ─ella la abrazó.
──Diane, seguiré reencarnado una y otra vez. Y cuando lo haga, definitivamente seremos amigas. ─sonreí de medio lado. ──¡Yo sin duda lo salvaré a costa de mi propia vida! Es por eso, por favor todos... ¡¡préstenme su fuerza!!
──Dime una cosa, Scarlett. ─mire a Merlín. ──¿Qué pensabas en quitar el decreto de Grayroad a mis espaldas?
──Pensaba en que si Zeldris se convertía en el rey demonio pueda desactivar la maldición que mi madre me impuso, después de todo el poder de el rey demonio es superior y podía logra ese cometido. ─dije mirando por la ventana de brazos cruzados.
──Pero ahora Meliodas es el que se convertirá en el rey de los demonios y eso no es lo mismo, ¿verdad? ─solo me quedé en silencio pues claramente no es lo mismo, si Zeldris obtendría ese poder no podría permanecer aquí cosa que a el no le importara ya que Gelda no puede estar aquí por su raza, pero ahora todo se esfumó.
──No comprendo, Scarlett. ─habló Elizabeth. ──Tu maldición no es tan mala. Solo no te permite llorar y morir, no creo que sufras.
──Cierto. Mi maldición no me hace sufrir. ─solté una risa falsa. ──Solo me causa un enorme dolor cuando derramo una sola lagrima. ¿Saben lo que se siente llorar y ver a tu propio hijo morir de distintas forma mientras te pide que lo salves y tu no puedes hacer nada más que quedarte mirando todo? ¿Saben lo que siente llorar y lo único que haces es sufrir y sentirte aliviada de desahogarte? Creen que mi pecho se siente tan lleno de paz en lugar de un enorme dolor y nudo... Los envidio tanto de que puedan llorar y desahogarse mientras yo solo lleno ese océano en mi pecho. He intentado acabar con mi vida para no sufrir más pero solo regreso una y otra vez. Pero... tienes razón, Elizabeth... ─la mire. ──No sufro.
──L-lo... siento. ─dijo mirando abajo con lagrimas resbalando por sus mejilla mientras todos se quedaban callados, pues nadie sabia la razón por la cual no lloraba siempre pensaron que era porque no tenía corazón y no me importaba si las personas sufrirán.
──¿Cuál es tu propósito al deshacer tu maldición? ─preguntó Merlín desde del silencio.
──Morir. ─dije mirando las estrellas.
──Scarlett... ─se quedaron sorprendidos.
──No permite eso, madre. ─lo escuche. ──No quiero que sufras por mi. Si tu maldición se llega a romper quiero que vivas tu vida nuevamente. Haz lo que siempre has querido o incluso puedes hacerme una hermanita. ─lo mire de reojo ante eso. ──Es que siempre quise tener hermanos. Pero da igual. Solo quiero que vivas lo que yo no pude, ese es mi deseo antes de irme de este mundo.
──Ezio... no te prometo nada. ─lo sentí abrazandome. ──Ni siquiera se si tu padre vivirá después de esto.
──Él no... pero mi verdadero padre sí. ─lo mire sin entender.
──¿Qué dices, Ezio?
──Ese hombre no es mi verdadero padre. ─me miro a los ojos dejando de ser oscuros pasando a unos naranjas. ──Quiero conocer a mi verdadero padre.
──Mael... ─susurré.
Pero eso es completamente imposible, ¿verdad?
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