┆O. 47
━DUELE━
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El viento entraba por la ventana moviendo nuestro cabello mientras observábamos a la Hokage después de haber terminado nuestro reporte.
Su mirada estaba ocultada por su cabello, ni siquiera podía vernos después de enterarse de la muerte de unos de sus Jounin confiables.
──Así que eso pasó. ─murmuró apretando su puño. ──. Ese era el secreto que los consejeros no me querían contar.
Por lo que acaba de entender, los consejeros no le hablaron sobre la sangre que corría por las venas de Suki. Era un secreto entre el Sandaime Hokage y el clan Hyuga, uno que aún estaba incompleto.
──Bueno, ¿y Kata-san? ─preguntó Kotetsu al saber que alguien debía decirle sobre la muerte de su esposo.
──Ella y el bebé están estables, pero aún así la noticia puede ser muy fuerte para ella. ─nos miró. ──. Por lo pronto, ustedes tres encarguense de informar a todas las partes sobre los servicios funerarios. Yo me encargo de decírselo a Kata.
──No, yo me encargó. ─hablé mirando a la Hokage, mi mirada no expresaba nada. ──. Soy la indicada.
Ella soltó un suspiro.
──Está bien. ─entrelazo sus dedos recargando sus codos en el escritorio. ──. Pueden retirarse.
Hicimos una reverencia caminando a la puerta.
──Yumei. ─me llamó antes de salir. ──. Siento mucho tu pérdida. ─la miré a sus ojos, ella sabía que Banri era lo único que me quedaba de mi equipo. ──. Él siempre me habló de ti con mucho orgullo.
──Con su permiso, Hokage-sama. ─dije saliendo de su despacho.
Cerré mis ojos suspirando para seguir el camino directo a la casa de mi difunto sensei. Las nubes blancas poco a poco desaparecen dejando ver nubes negras cargadas de agua.
Pronto el cielo llorará.
Mis pies se detuvieron frente aquella pequeña, pero bonita casa. Unos toques a la puerta fueron suficientes para que esta se abriera dejando ver a una mujer de cabello largo castaño y unos hermosos ojos del mismo color.
──Yumei, qué sorpresa. ─sonrió acariciando su pequeño vientre de tres meses.
Miré a otro lado sintiendo rabia e impotencia al recordar la muerte de su esposo.
──Creí que ibas a ir con Banri a la misión. ─dijo confundida, la miré con culpabilidad. ──. ¿Sucedió algo? ─preguntó preocupada por mi mirada, al ver mi silencio habló. ──. Es Banri, ¿cierto?
──Uzumaki Banri... ha fallecido. ─mi voz se mantuvo firme a pesar de sentir lo contrario.
Ella abrió sus ojos sorprendida.
──M-mi Banri... ─susurró llevando su mano al vientre. ──. Murió.
Sus piernas flaquearon dejando que cayera, antes de que sucediera, la tomé entre mis brazos. Se aferró a mí llorando en mi hombro con una profunda tristeza.
──De hoy en adelante, me encargaré de ustedes. ─dije sintiendo sus brazos tomarme con fuerza.
Lo haré por mi sensei.
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Las gotas de lluvia caían sobre mí, pero eso no me impedía caminar hacía aquel lugar donde sabré la verdad de toda esta mierda.
Haciendo caso omiso a los lamentos de las personas, dándome su pésame. Ignoré a todos hasta llegar al lugar, donde el hombre que buscaba estaba tomando el té con su hija y sobrino. Por lo visto, ya estaban vestidos para el funeral dentro de unas horas.
──Yumei-sama. ─el castaño mayor se percató de mi presencia. ──. Mi gran sentido pésame por tu perdida.
Apreté mis puños frunciendo mi ceño.
──Ahorrese su pésame. ─solté con brusquedad. ──. Estoy aquí para que me diga, ¿quién mierda es Hyuga Suki?
Mi pregunta pareció sorprender a los presentes, pero más para él.
──¿A qué se refieres? ─preguntó como si estuviera adivinando el porqué de mi pregunta.
──Me refiero al secreto que tenían con mi padre. ─dije, él abrió sus ojos más que sorprendido. ──. Como hija del Sandaime Hokage, heredera del cargo de Hokage y princesa de la aldea, exijo saber la verdad sobre Hyuga Suki. Y sobre la sangre Uchiha que corre por sus venas.
Mis últimas palabras sorprendieron tanto a Hinata como al Hyuga menor.
──Entonces ya sabe sobre eso, Hime-sama. ─suspiró. ──. Creo que ya no sirve de nada ocultarlo. ─se puso de pie. ──. Acompáñeme y ustedes también. ─miró a su hija y sobrino.
──Hai.
Lo seguimos hasta llegar con los consejeros del clan, al parecer ellos ya sabían a qué veníamos.
──¿Segura que quiere saber la verdad, Hime-sama? ─preguntó el viejo Hyuga.
──Merezco saberlo. ─aclaré.
Él soltó un suspiro.
──Entonces comenzaré desde el inicio. ─me miró. ──. Mi hijo mayor, Hyuga Hiroshi, fue el antiguo heredero, al morir su hermano Hiashi se quedó con su lugar.
. Hiroshi se había enamorado de Uchiha Minari, una joven bella, eso todos lo podían ver. Ella había perdido a su pequeño hermano en la guerra a edad temprano, eso la devastó, pero mi hijo la ayudó a superarlo logrando que en el tiempo juntos ella se enamorara de él. Tal vez tu sensei no lo comento, pero ellos dos eran compañeros de equipo junto a Kata; la ahora viuda de Uzumaki Banri.
Me sorprendí un poco, pero no lo demostré.
. Nuestro clan y el clan Uchiha estábamos en contra de aquel amorío. No sabíamos qué es lo que pasaría si los dos clanes con un Dojutsu fuerte se cruzaran. Nunca antes se había visto una pareja como esa. Por eso rechazamos a Minari. Sin embargo, a mi hijo no le importó y contrajo matrimonio con ella, de ese matrimonio nació mi primera nieta; Hyuga Suki.
La razón por la cual mi hijo no fue desterrado del clan, era porque su hija nació con el Byakugan puro. Era idéntica a su madre, pero con las fracciones Hyuga. Se le dio el nombre de la princesa del Byakugan, como a todas las hijas mayores de los líderes del clan.
Todo estaba bien, hasta que la esposa de Hiroshi enfermó. Tenía una enfermedad incurable, la misma Lady Tsunade la checo. No existe medicina para curarla, pero sí existía una hierba que alentaba su crecimiento, pero había un problema. La hierba sólo crecía en las montañas cercanas a las nubes, y no existían en Konoha.
──Pero sí en Kumogakure, ¿no? ─pregunté, él asintió afirmando aquello.
──Mi hijo hizo algo imperdonable que nadie de la aldea sabe, más que el Sandaime Hokage y los consejeros. ─su mirada paró en el suelo, ni siquiera podía mirar a los ojos a las personas.
──¿Qué fue lo que hizo?
──Traicionó a la aldea. ─me sorprendí al escucharlo. ──. Le entregó información clasificada a la aldea de Kumogakure por un poco de aquella hierba para que su esposa viviera por unos meses más.
Sentí a Hinata y al Hyuga sorprenderse por igual.
──¿Qué sucedió después?
──Una traición así se pagaba con la muerte. ─nos miró. ──. Sea quien sea, la muerte era el precio. El Sandaime ordenó a Sarutobi Isuma y Asami Kohana asesinar a su sensei.
Ahora entendía porque Suki dijo que mi hermano asesinó a su padre.
──¿Qué sucedió con la Uchiha? ─pregunté recordando las palabras de Suki.
──Al saber lo que hizo su esposo por ella, nos pidió que tomáramos su vida por aquella traición que fue en su nombre. ─dijo sin arrepentimiento. ──. Banri intentó evitar aquello, pero ella no se doblegó y le pidió que cuidara a su hija. Al final ella murió por nuestra mano y se escuchó el rumor que mi hijo se suicidó por la tristeza de perder a su esposa en el parto, no se mencionó que era una Uchiha.
──¿Y qué ocurrió con Suki?
──A los pocos años alguien entró y se la llevó. ─cerró sus ojos por unos segundos. ──. Creímos que si no estaba era mejor, pero recordamos que poseía el Byakugan y no podíamos permitirnos que se supieran los secretos del Byakugan.
. Reportamos eso al Hokage. Él envió a su hijo y nuera a buscarla y la encontraron, pero el sujeto que la secuestró había acabado con la vida de ambos. Creímos que lo mejor era hacer pasar a Suki por uno de la rama secundaria después de que Hiashi tomará el título de líder. Hizashi se hizo cargo de ella adaptándola como su hija a los pocos días se le fue impuesto el sello maldito, pero por una extraña razón el sello no funcionaba en ella. Creíamos que se debía a su sangre Uchiha.
──Entonces, ella vivió engañada toda su vida. ─dije, y desde mi punto de vista era una mierda. ──. Por lo que tengo entendido, es que ella se enteró de la verdad y un odio surgió hasta el punto de traicionar la aldea. Y eso no es lo peor... ─murmuré llevando mi mano a mi ojo izquierdo.
──¿A que se refiere, Hime-sama? ─preguntó.
──La razón por la cual tomó mi ojo fue para saber si podía despertar el Sharingan. ─solté de golpe mirando a los presentes. ──. Y de alguna forma lo logró.
──¿C-cómo...? ─balbuceó el viejo Hyuga sin creerlo.
──El Sharingan, ¿dice? ─preguntó Hiashi igual de sorprendido. ──. Pero, eso es...
──Algo imposible, ¿no? ─lo miré dando media vuelta. ──. Pues déjeme decirle, que lo imposible es posible. ─miré al frente, antes de salir, hablé. ──. La muerte de Kenzo y Banri solo es una parte de la consecuencia de su secreto. Su principal objetivo es destruir la aldea y matarme.
Sin decir más, salí de aquella habitación. No quería estar más cerca del clan, mi cabeza en cualquier momento iba a explotar.
Levanté mi mirada una vez que salí del clan dejando que la lluvia cayera en mi rostro escondiendo mis lágrimas.
Sentía que en cualquier momento me iba a derrumbar y ahora no tenía a Banri para que me atrapara como en los entrenamientos.
──Duele. ─llevé mi mano a mi pecho, el viento soplo en modo de que supiera que él estaba conmigo y entendía mi dolor.
Miraba las nubes acostada en el rostro de piedra de mi padre sintiendo el viento soplar intentando darme ánimos que no tenía. Sabía que todos estaban en el funeral de Banri, todos, menos yo.
No quería sentir las miradas de lástima de todos, como si comprendieran lo que se siente perder a tu equipo. Además, no veía el motivo por el cual ir, después de todo, ya le di mi último adiós cuando murió en mis brazos sin dejar esa sonrisa.
Suspiré levantando mi trasero de la piedra y sin pensar en nada me dejé caer del rostro sintiendo el viento golpear mi espalda. Cerré mis ojos esperando impactar contra el duro suelo, pero en cambio de sentir aquello, sentí al viento atraparme a centímetros del suelo.
──Supongo que tu serás el único que nunca me deja caer. ─susurré levantándome.
Camine por las desiertas calles sin ganas ni motivos de seguir caminando, solo eran mis piernas las que caminaban hasta llegar a mi casa donde me encerré en mi habitación tomando aquel pergamino donde estaba creando mi jutsu.
Ni siquiera me podía concertar.
Frustrada lance todo lo que había en mi habitación, tenía un gran nudo en mi pecho que no sabía cómo deshacerme de él y comenzaba a molestarme.
Tomé mi cajetilla de cigarros llevando uno a mis labios. Mis manos temblaban cuando intentaba encenderlo hasta que logré hacerlo. Ni siquiera le di una calada, solo permanecía entre mis dedos viendo como la llama se iba consumiendo dejando la ceniza caer.
Ahora recordaba que a Banri no le gustaba que fumara.
Escuché la puerta de mi habitación ser abierta. Aquella persona soltó un bufido al ver mi desastre.
──Yumei. ─escuche a mi hermano llamarme. ──. Si sigues así, se apagará.
──Me da igual. ─murmuré sin mirarlo.
──¿Quieres hablar?
──Ahora no, Asuma. ─lo corté cerrando mis ojos. ──. Por favor, no. ─pedí en un debíl susurró.
──Si no es hoy, ¿cuándo será? ─preguntó. ──. Dijiste lo mismo cuando Kenzo murió. ─abrí mis ojos. ──. Tienes que aceptar la realidad.
──¿Qué quieres decirme, Asuma? ─pregunté con brusquedad.
Él suspiró.
──Banri está muerto y no puedes cambiar eso. ─soltó de golpe.
Me levante con enojo mirando con rabia a mi hermano.
──Lárgate. ─pedí apretando mis puños.
──No puedes seguir así. ─dijo después de unos segundos. ──. Tienes que sacar tus miedos, el odio, la tristeza e impotencia.
Le di la espalda.
──Vete. ─susurré sintiendo mi garganta entrecortada.
──Yumei...
──¡Vete, por favor! ─grité sintiendo el nudo en mi pecho subir a mi garganta. ──. ¡Quiero estar sola, no lo entiendes!
Mi pecho comenzó a subir y a bajar frenéticamente sintiendo mi mirada nublarse y un líquido cayendo sobre mis mejillas.
Estaba llorando después de tantos años que no lo hacía.
Escuché cómo salía de mi habitación mientras me dejaba caer de rodillas al suelo golpeando con mis nudillos el suelo soltando un grito desgarrador de lo profundo de mi pecho.
Había caído en cuenta que mi equipo ya no estaba conmigo y nunca más lo estaría. Dolía, era un dolor que jamás había experimentado o por lo menos no tan fuerte.
Cerré mis ojos sintiendo unos brazos abrazarme con fuerza, no era un tacto cálido, ni físico, pero él siempre estaba conmigo. Abrace sus brazos que rodearon mi torso, tal vez no era un cuerpo físico, pero lo sentía así.
Él fue quien me acobijo soplando con suavidad mi cabello.
El viento nunca me dejaba sola.
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