❛ 𝗶𝘃. 𝗌𝗅𝗂𝗉𝗍 𝗈𝖿 𝗍𝗁𝖾 𝗉𝖺𝗌𝗍?
❛ 𓄼 CAPÍTULO CUATRO 𓄹 ៹
EN EL ROSTRO DE HANK SE DEMUESTRA LO INCRÉDULO Y ESCÉPTICO QUE SE ENCUENTRA DE VERNOS DESDE LA ÚLTIMA CONVERSACIÓN CARA A CARA QUE TUVIMOS —o con exactitud, la acalorada discusión que mantuvo con Dick, la cuál aún no lograba recordar al día de hoy considerando el estado deplorable en el que me encontraba por aquel entonces—. Pero ya había pasado tiempo de eso, me había recuperado y tomado la decisión de olvidar después del daño.
Me lancé a sus brazos extasiada de poder verlo y tocarlo, siendo Hank quién me estrecha contra su cuerpo y acaricia mi espalda sin llegar a ser coqueto. Al contrario de Dawn y Dick, nuestra relación no se acercaba a la incomodidad.
Nos separamos después de un minuto y es en ese entonces cuando todos regresamos al departamento con Hank y yo haciendo bromas y chistes mutuos, como si el tiempo no hubiera pasado entre los dos.
—Entonces, Hank y tú... —intenta saber Rachel mientras extendemos las sábanas sobre la cama en donde pasaríamos la noche—. Quiero decir, parecían tener química. ¿O la tuvieron?
—Un pequeño, ¿Desliz del pasado? —la pregunta va más dirigida para mí que para ella, siendo el trasfondo de nuestra historia un poco más complejo que eso, y aún así ella me mira incrédula y persistente—. Bien. Lo hicimos algunas veces, pero quién sabe, tal vez más. Solo sé que todos fuimos adultos, no me hace mala amiga. Hank y yo tuvimos buena química. Ahora somos buenos amigos que pueden hablar de todo. Ojalá el par de allá corriera con la misma suerte.
—Pero... —Rachel es interrumpida por una almohada que he lanzado a su rostro al ver a Dick asomar su cabeza en la habitación.
—Solo venía a desearles dulces sueños —asentimos agradecidas y el castaño sonríe tenso antes de cerrar la puerta.
Con el paso de los minutos, Rachel y yo nos acomodamos en la cama, mirando al insípido techo en busca de una conversación. —Él piensa que eres grandiosa.
—¿Quién? —inquiero, colocando mi cuerpo de lado, prestando atención a sus palabras y movimientos que me imitan.
—Hank. Ama a Dawn, pero piensa que... Dios, no lo puedo decir —Rachel se sonroja causando mi risa ante su actitud tímida—. Dick está molesto, por cierto.
Frunzo el ceño preguntándole el por qué. —Nos escuchó hablar sobre Hank.
—Bueno, puede ser que una de esas veces Hank haya estado conmigo por despecho al enterarse de Dawn y Dick —Rachel me mira asombrada y yo hago una mueca divertida—. ¡Lo siento! Pero, él sabe cómo moverse. Si es que me entiendes, Rae–Rae.
—¡Lydia! —exclama proporcionando un golpe suave y divertido a su hombro.
A MEDIO DÍA, Hank y yo salimos a recorrer la ciudad y vigilar el almacén al que acompañaría a él y Dawn en la noche a hacer su último trabajo como superhéroes, y siendo mi única vez que podría memorizar todo antes del golpe, decidí hacer uso de mis cualidades sobrenaturales.
Regresando a su hogar, nos topamos en la pequeña cocina a Dawn con su mano en el brazo de Dick y, recordando el pasado, Hank enfureció.
—Pero qué escena tan linda —se burla con amargura.
—Hola —saluda Dawn incómoda cuando Dick ha retirado el brazo.
—Como en los viejos tiempos —me cruzo de brazos esbozando una sonrisa burlona, esperando un espectáculo en breve.
—Solo estabamos discutiendo unas cosas —se excusa Dick, pero Hank sigue avanzando hacia él, amenazante.
—Vas y vienes. Tomas lo que quieres.
—Hank —Dawn intenta calmarlo, pero recibe un ❛ no me toques ❜ espetado por él. A eso, tenso mis músculos tomándolo con más seriedad gracias a la reacción de Richard.
Dick ante ese tono se levanta de la silla y con su mano detiene a Hank. —Basta —suplica Rachel siendo ignorada.
—Chicos, ya no es gracioso. Fue suficiente, deténganse —ordeno, siendo igualmente ignorada—. Hank. Dick.
—¿Ahora también quieres a mi chica? —Dick estrella contra el muro a Hank perdiendo poco a poco el control.
—Basta —volvemos a decir, pero solo llamamos la atención de Dawn—. Niños, dejen de pelear. Dick, suéltalo —insisto sin interceder, eran hombres maduros y hasta que no llegaran a los golpes, ellos debían pensar con la cabeza fría.
Hank empuja a Dick contra la mesa, Rachel no parece resistir mucho más y pierde el control. Ella grita, su piel se torna pálida y sus ojos negros, una onda no letal se expande a través de nosotros y al llegar a mí, siento cómo desencadena involuntariamente mis poderes, haciendo que mis ojos se tornen dorados y mi onda —que solo debería de salir cuando grito— termine por romper algunos vasos y platos, agrietando las ventanas.
—Lo siento —nos disculpamos yendo por diferentes lados—. No sé lo que pasó —murmuro sacudiendo la cabeza como una negativa.
Rachel va a la habitación y Lydia a la azotea. Dick quiere ir tras ella, sabiendo que Rachel necesita su espacio, pero Hank lo empuja y es él quién sube para arreglar las cosas con su amiga.
—Lamento lo de los platos y vasos. Voy a pagarlo —susurra sin despegar la mirada de la jaula—. También lo de las ventanas.
—No importa —toma asiento junto a ella en la banca—. ¿Qué carajos te sucedió allá?
Ella se ríe por su modo de preguntar. —Perdí el control —duda de su respuesta, pero termina encogiéndose de hombros—. Eso creo, no estoy segura de lo que me pasó.
—Pero, ¿No tenías todo controlado? Al menos era así cuando se fueron. Es cierto que ya habías perdido el control anteriormente, ¿Pero de esa manera? La última vez fue cuando...
—Estás en lo correcto —interrumpe súbitamente, sus dedos por instinto van al anillo en su cuello—. Ya lo tenía controlado, lo juro —insiste como si no fuera a creerle, pero si Lydia aseguraba haber visto un vampiro Hank no lo creería falso—, pero desde que llegó Rachel he estado perdiendo el control. No es que sea su culpa, pero estar con ella se siente como si mi verdadero ser saliera a la superficie —titubeó un segundo, pero tan rápido como llegó se fue. Confiaba plenamente en el rubio—. Porque no fue solo ahora. De camino, cuando Dick estacionó el auto en una parada de servicios y salió al baño, Rachel tuvo una pesadilla de la que despertó exaltada. Esta cosa salió de ella y chocó contra mí... Lo peor fue que no me dañó, esa onda pareció activar mis poderes que al segundo tres árboles detrás nuestro se derrumbaron —el suspiro que salió de ella hizo que Hank hiciera lo mismo—. Por poco logré que Dick no se diera cuenta.
—Diablos, Lyds, ¿Eso quiere decir que nos matarás a todos? —inquiere Hank con una sonrisa burlona, escondiendo lo preocupado que se encontraba por ella.
—No, idiota. Solo, no sé qué me pasa.
—Bien —asiente pasando un brazo por sobre los hombros de la mujer—. Pero debes de saber que tus ojos violeta fueron jodidamente caliente. ¿Por qué no me lo habías contado? —la castaña deja de sonreír para observar confundida al hombre a su lado.
—Yo no tengo ojos violeta —niega con el ceño arrugado.
—Mierda —bufa—. En verdad los tenías ahí, y fue un jodido susto. Espero que no sea algo de lo qué preocuparse.
—Y yo —desea—. ¿Podemos mantenerlo entre nosotros?
—Tú mandas.
Hank me convence de volver y al hacerlo, antes que nada toco la puerta de la habitación donde Rachel se quedaba, interrumpiéndola y a Dick.
—¿Como estás, Rach? —pregunto.
—Bien —murmura con una pequeña sonrisa—. De verdad lamento lo que pasó.
—Entonces yo debería decir lo mismo —me recargo contra el marco un momento—. Oye, Hank lamenta lo de hace rato, a veces no mide su temperamento —bromeo y Rachel suelta una risa—. Me marcharé con ellos, volveremos pronto —aseguro.
—¿Lo harás? —pregunta Dick levantándose de la cama—. Es peligroso. No deberías ir —toma mi mano.
—Ellos necesitan ayuda —separo nuestras manos, y camino hacia Rachel, dejando un beso en su mejilla al pasar junto a él.
—Estarás bien, Rachel —sonrío y me despido por hoy—. Será rápido.
—Está bien —asiente sonriendo y dejo en su frente un casto beso.
ASOMANDO NUESTROS ROSTROS AL ALMACÉN, ningún hombre perdió el tiempo en dispararnos sin dar tiempo a preguntas, pero logramos deshacernos de ellos y tomar una de las bolsas de dinero de los camiones.
—Eso es. Deberías quedarte con una parte, Lydia —ofrece con su sonrisa de victoria.
—Por favor, soy Lydia Petrova Wayne, yo cago dinero —me burlo y ese es el momento en el que escuchamos el sonido de un disparo. Hank grita y los armados abren fuego en nuestra contra, nos intentamos refugiar tras un auto, pero somos atrapados en el acto por el refuerzo del líder al mando.
—Mierda —insultamos Hank y yo.
—¿En qué nos quedamos? —apareció un hombre con una sonrisa burlesca—. Ah, sí —de su costado sacó unas tijeras—. Creo que te iban a bajar el pantalón.
—Fue un gusto conocer a mini Hank —susurro en su oído con ninguna intención de que Dawn escuche, tratando de mantener las altas esperanzas de salir de aquí.
—Este será el peor... Y último dolor que sientas.
—Igualmente, perra —digo al ver la sombra de Robin tras él. Dick toma las tijeras de su mano y lo apuñala en su miembro, por lo que al instante todos huyen.
Pero antes de eso, una shuriken es arrojada por el castaño al ojo de un hombre, haciendo que este cayera al suelo gritando de dolor.
Persigo a dos que escapan, ambos por el mismo lado. Logro agarrar a uno de ellos tomándolo del cuello, mirando directamente sus ojos. Los míos cambian de color, pero no siento el común poder que emana de mí. Ira, odio y furia, todos ellos se intensifican de un segundo para otro.
—Meterás el arma en tu boca y jalarás del gatillo —mascullo y él hace lo que digo, salpicando mi cara de sangre y cayendo al suelo, muerto.
Volteo hacia el otro que trata de escapar, pero una reja se lo impide e intenta dispararme, aunque soy más rápida y tomo su mano doblándola hasta romperla. Le quito el arma y lo golpeo con ella, volviendo a salpicarme de sangre y a la ventana incluida.
—Fue un placer —regreso con Hank, Dick y Dawn, y Dick ha quitado su shuriken en forma de R del ojo del hombre sin ningún remordimiento.
—Chicos —exhalo hacia ellos y me miran de la misma forma que a Dick al verme casi empapada de sangre. Asustados.
Él se acerca hacia mí, su mano acaricia mi mejilla esparciendo más la sangre sobre esa área, antes de tomar mi mano y guiarnos fuera del lugar.
—RACHEL, ¿Qué sucede? —pregunto cuando Dick nos avisa que la pelinegra está en la azotea, una vez estamos en el edificio.
—Iban a dejarme aquí. Dijeron que no, pero mintieron —miro con mi usual ceño fruncido a Dick en busca de una explicación, él boquea queriendo explicar, pero no lo dejo tomando el sobre con una carta, leyéndola.
—¿Qué mierda, Dick? —mascullo agarrando el hombro de Rachel, desviando la vista a ella—. Rachel, tú puedes saber cuando uno miente y cuando no. Yo no iba a abandonarte —aseguro, Rachel posa su mano sobre la mía comprobando la verdad.
—¿De qué está hablando? —inquiere Hank a Dick, cruzando la puerta seguido de Dawn.
—Hank, no la leas —pide cuando Roth me ha quitado la carta y se la ha entregado a Hank sin pensárselo dos veces.
—Tiene mi nombre en ella —argumenta—. Mierda... Ibas a dejarla aquí. ¿Nos ibas a pagar?
—No es tan sencillo —niega, desviando la mirada culpable.
—❛ Sé que ustedes podrán cuidarla ❜ —me inclino sobre el hombro del rubio para citar—. A mí me lo parece. Y ni siquiera me preguntaste.
—¿Ibas a comprarnos?
—Hank, tranquilo. Él solo quería ayudar —y sin ser sorpresa, Dawn lo defiende.
—¿Tú sabías de esto? —espetamos Hank y yo.
—Hola, mucho gusto —nos giramos al escuchar el saludo de una señora, quién venía acompañada junto de un hombre y dos adolescentes con miradas que calaban los huesos.
—¿Quién carajos son? —se acerca a preguntar Hank, pero lo aparto a un lado al igual que el hombre a la mujer, y lo pateo tirándolo al suelo antes de que él pudiera hacer lo mismo con mi amigo.
—No se qué sucede, pero pido a Carmelita Polainas —ella es la primera en atacar, dejándome libre el camino de patearle en el torso aturdiéndola, haciendo que su hermano se abalance sobre mí para golpearme con su bate, pero lo esquivo antes de partir la madera en dos.
Mis cuchillas no parecer ser algo cercano a útil en estos momentos, ya que ningún rasguño o puñalada los hacen detenerse.
La pelirroja no tarda en recuperarse y querer asestar un golpe a mi cabeza, pero me deslizo por debajo de su puño, aunque este alcanza a desequilibrar mi cuerpo. Ambos muchachos se arreglan mentalmente para coordinar y derribarme, sería poco decir el milagro que llegó para conectar mi cerebro, cuerpo y poderes, llegando apenas a bloquear a cada uno de ellos. Cuando por fin tengo a uno de ellos aprisionado debajo de mi bota, tomo a la otra del cuello, mirándola a los ojos.
—Quédate quieta —mascullo. La chica no me obedece, removiéndose. No había ser o criatura que se pudiera resistir a mis poderes de sirena, por lo que ladeo la cabeza confundida. A menos que...—. ¡Están siendo controlados! —exclamo a nadie en particular.
Es el grito de Dick que me hace distraer lo suficiente como para que el chico se vuelva a levantar y me golpee con la mitad del bate que no estaba roto. Continuo a eso, la pelirroja estrella su puño contra mi mejilla derribándome sobre mi pecho.
Suelto una risa seca, escupiendo la sangre que escurre de mi boca. —Me divertiré mucho asesinándolos —espeto antes de ser nuevamente golpeada y ser aquello lo último que recuerdo.
La familia se marcha al no quedar ninguno de los adultos en pie, llevándose consigo a una confundida y asustada Rachel. Hank y Lydia se encontraban inconscientes y Dawn yacía sobre el frío cemento pisos más abajo. Dick, que había logrado sostenerse de una viga, sube y se encuentra con la primera escena.
—Hank, oye —zarandea su cuerpo consiguiendo despertarlo en la primera sacudida. El rubio abre los ojos aturdido, hasta que recuerda a Dawn, corriendo para ayudarla—. ¡Lydia! —ahora grita al verla contra una de las pequeñas paredes que impedían caerse, y corriendo a ella se tira al suelo de rodillas.
Sacude su cuerpo llamando, suplicando y exclamando su nombre repetidas veces, preocupado al reparar en su herida en la sien.
—Mierda, Petrova. Se supone que debías quedarte conmigo. Ese era el trato —recuesta a Lydia en su pecho, envolviendo sus brazos alrededor de ella.
—Los tratos se rompen —murmura agotada, escupiendo nuevamente sangre—. Pero a mí me gusta mantenerlos. En especial los nuestros, D —apenas puede abrir los ojos, y eso le basta a Dick, quién la abraza besando la comisura de sus labios.
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