17
Evan
Estaba al borde de un colapso mental.
Quería irme, dejar todo y buscar a Leah, pero no podía hacerlo. Tenía una responsabilidad de la que me haría cargo, iba a ser padre y uno bueno.
La convivencia con Emma era cada vez peor aunque yo tratase de dar lo mejor de mí, no funcionaba. ¿Fui manipulado? Sin duda.
Ella no se encontraba en casa, salió a comprar unas cosas que necesitaba y dijo que volvería más tarde, pero dejó su teléfono, el cual no paraba de vibrar. Me acerqué a él y dudé en tomarlo y revisarlo.
¿Debería...?
No, yo era un caballero, y parte de mí se negaba a pensar que Emma estaba metida en algo raro. Mientras que otra parte estaba segura de que ella también escondía algo.
Era bastante agotador tener que lidiar con mis impulsos.
Impulsos que fueron interrumpidos por una llamada.
Me estaban llamando.
Saqué el teléfono de mi bolsillo y vi en la pantalla un nombre que hizo que mi corazón diera un vuelco.
Era la madre de Leah.
Muy pocas veces tuve el privilegio de que la señora Bianca me llamara, esas únicas veces fueron cuando desaparecí y también quería saber qué había sucedido conmigo... pero nunca le contesté.
Ahora sería diferente.
Quería hacer las cosas de manera diferente.
Tomé aire y contesté.
Mi corazón anhelaba tener noticias de Leah.
—¡Hola, señora Bianca! —mi tono de voz sonó bastante alegre.
—Hola, mi Ev. ¿Cómo estás? —en cambio, el suyo sonaba más extraño, como si estuviera preocupada.
—Muy bien, ¿Y usted qué tal?
Hubo un ligero silencio y luego me respondió.
—Yo... estoy preocupada. —la oí suspirar.
Tragué saliva.
—¿Por qué? ¿Le sucedió algo a usted o a Eleanor? —los nervios se apoderaron de mí en ese momento. Mi cabeza maquinaba lo peor.
—No, no, yo estoy bien y creo que Leah también lo está... por ahora.
Fruncí el ceño, bastante confundido.
—¿Por ahora? — carraspeé — ¿Qué quiere decir con eso?
—Evan, mi hija está con Carlo. Se encontraron y ella quiere irse.
Mi mente no procesaba lo que acababa de escuchar, era como si simplemente las palabras fueran un simple sonido inaudible para mí.
—¿Está 100% segura de que es él? —me toqué la cabeza, desesperado — ¿Y ella... sabe eso? — remarqué la última palabra.
—No, y por eso necesito que viajes conmigo a Italia. Si realmente amas a mi hija, harás lo que sea por ella. Sé que viene una responsabilidad para ti que es un hijo —su voz sonaba algo dudosa al decir esto último —pero puedes tener a ambos, Evan. A tu hijo y a la mujer que amas. —sus palabras fueron como dos pinzas que abrieron mis ojos. —No dudes tanto sobre lo que quieres, a veces el momento es ahora o nunca y debes aprovecharlo porque quizás no haya más oportunidades.
Tenía razón.
No podía quedarme esperando a que sucediera un milagro y que Leah mágicamente estuviera conmigo. Iba a ir a Italia por ella.
—Voy a ir con usted, señora Bianca. —dije decidido.
—No me digas señora, muchacho. —usó un tono de voz falso como si me estuviera regañando, lo que provocó risas.
—Bien, Bianca. ¿Se siente lista para lo que va a pasar?
—La verdad... no, pero si esta es la oportunidad que la vida me está dando para estar de nuevo con Carlo, créeme que no la desaprovecharé.
—Creo que también es un buen momento para contarle a Leah, ¿No? — eso era lo único que me preocupaba, lo último que quería era que las cosas terminaran mal.
—Así es, Evan. Me da miedo su reacción, pero sé que me entenderá y ella estará feliz contigo.
—Esperemos que así sea. —de repente escuché el sonido de un auto estacionándose. Mierda. —Bianca, me alegra que hayamos hablado, pero tengo que irme. Mañana iré a su casa para que planeemos todo. De verdad, gracias.
Sonreí aunque ella no estuviera viendo.
—Está bien, Evan. Aquí te espero mañana y una última cosa. — su voz cambió a un tono más irónico — creo que Emma también está en un buen momento para decirte la verdad.
¿Verdad?
—¿La verdad sobre qué? — susurré mientras me alejaba de la puerta principal y me dirigía al patio trasero para ganar tiempo.
—Ay, Evan, por favor, sabes que esa criatura no es tuya. Acéptalo, cielo. Nada te retiene ahí.
Le iba a preguntar cómo sabía eso, pero ya había colgado.
¿Será posible?
Sin dudarlo, entré a la casa, me asomé por la ventana y vi que ella aún estaba en el auto. Corrí hasta la cocina, tomé el teléfono y vi los mensajes. Todos venían de alguien llamado "Marc", quien le decía que le diera una oportunidad ya que era el padre del bebé.
—¡Ya llegué! — sus pasos se oían cada vez más cerca, pero yo no reaccioné, solo esperé a que me viera.
Quería que pasara.
—¿Quién es Marc? —pregunté delicadamente. Tampoco iba a armar un escándalo; recordemos que es una mujer embarazada y la respetaba. Claro que estaba algo molesto por sus mentiras y manipulación, pero no la iba a tratar mal.
Su cara fue de sorpresa y luego se acercó lentamente mientras intentaba hablar.
—¿M-Marc? —frunció el ceño — no conozco a ningún Marc. ¿Qué haces con mi teléfono? —de repente, su actitud pasó de nerviosa a enojada.
—Tu teléfono no paraba de sonar, y vi los mensajes que te llegaban de un hombre que dice que es el padre de mi supuesto hijo. —le ofrecí el teléfono, y ella me lo arrebató.
—¿Qué? No sé de qué me hablas, Evan. — empezó a teclear algo que, notablemente, no pude ver. —Te pido que por favor no revises mis cosas y respetes mi privacidad.
Intentó pasar por mi lado, pero la tomé ligeramente de la mano.
—¿Por qué me mentiste? ¿Por qué querías retenerme, Emma?
Ella soltó mi mano y me observó de manera odiosa.
—¿Por qué? ¡Pues porque te amo, entiéndelo! —gritó. Se acercó casi al punto de que nuestras narices se rozaban —porque haría cualquier cosa para estar contigo... — susurró con su voz algo quebrantada.
¿Qué podía decirle?
Nada se me ocurría, no quería que algo que dijera empeorara las cosas, así que solo opté por abrazarla esperando a que se calmara. Después, la tomé por los hombros y le dije lo que había guardado durante mucho tiempo.
—Se acabó, Em. No podemos seguir juntos, sabes que mi corazón le pertenece a alguien más y esa criatura — señalé su panza que aún no era muy notable — no es mía. En el fondo de tu corazón, reconoces que digo la verdad, solo debes aceptarla.
Sonreí sin mostrar mis dientes, dando una apariencia tranquila.
Su rostro cambió a uno totalmente avergonzado y triste, soltó unas pocas lágrimas y empezó a reír nerviosa.
—Lo lamento... tanto, Ev. Es solo que quise que me amaras como la amas a ella. — se tapó el rostro con las manos —Dios, suena tan ridículo. Creo que me estaba volviendo una maniática obsesiva.
—En algún momento, el amor nos enloquece a todos.
—Y mucho.
Sorprendentemente, las cosas salieron algo bien con Emma, pero cuando le dije que iría a Italia para estar con Eleanor, el ambiente se tornó pesado nuevamente.
Antes de que dijera algo, fui a buscar mis cosas: ropa, zapatos, mis documentos, entre otras cosas. Ella seguía cada paso que daba; supongo que esperaba que le comentara algo, pero no lo hice. Cuando ya tenía todo listo, me dirigí a la puerta principal, mientras que Emma se había quedado a mitad de las escaleras, mirándome de manera retadora.
—¿Emma, estás bien? —pregunté, nervioso.
—Estoy perfectamente bien. —empezó a bajar dos escalones más, y pude respirar tranquilo. Abrí la puerta, pero me detuve en seco al escuchar un fuerte estruendo.
Me volteé y vi a Emma en el suelo con la mano en su vientre.
—¡Por el amor de Dios, Emma! ¿Estás bien? — corrí hasta donde ella y le revisé la cara, los brazos, todo. —¿Te duele algo?
Silencio fue lo único que recibí; su cara estaba totalmente seria y respiraba.
—Emma, di algo. Me estás asustando. —la ayudé a levantarse, y ella se sostuvo en mis brazos, luego se soltó para luego mirarme fijamente.
—Que tengas un buen viaje, Evan. —actuó como si nada hubiera pasado. ¿Cómo era capaz de hacer eso estando en su condición?
Solo me quedé parado ahí, con una expresión de total shock, procesando lo que acababa de ocurrir.
—¿Cómo puedes estar tan normal después de haberte lanzado literalmente por las escaleras? ¿Qué te pasa? — me acerqué a la puerta, tomé mi maleta y salí para nunca más volver.
Cuando llegué a la casa de la madre de Leah, le conté todo lo sucedido. Sus palabras fueron "está loca", y sí que lo estaba. Decidí llamar a su tía, que era muy cercana a ella; le comenté la situación, y se espantó. Dijo que iría a su casa de inmediato y que se encargaría de ella.
Las últimas palabras que me dijo uno de los integrantes de la familia Roberts fueron: "ve y vive la vida con quien realmente amas".
La señora Julia era muy amable. Siempre fue buena conmigo, y creo que también era la única que conocía los momentos, problemas y la realidad de mi relación con Emma.
¿Saben cómo me sentía?
Libre.
Esa era la palabra.
Pero también tenía ese pequeño vacío que había dejado la ilusión al desaparecer, cuando me enteré de que no iba a ser papá. Siempre había querido serlo; era bueno con los niños, amaba sus risas contagiosas y el olor que tenían los bebés era agradable.
Solo quería disfrutar de todo esto con Leah.
Quería que ella fuera la madre de mis hijos.
Tan solo pensar en ello hacía que mi corazón latiera más rápido.
—¿Por qué estás tan sonriente? — me preguntó la señora Bianca. Ella se encontraba comprando los boletos para poder ir a Italia; la idea era irnos en unos días, pero casi no había vuelos disponibles.
—Ya sabe... me gusta soñar y pensar que en mi futuro, o en el resto de mi vida, estaré con su hija. —sonreí tímidamente al decirlo. — claro, si ella está dispuesta también.
Soltó una risa, como si le diera ternura la situación, y habló.
—Estoy segura de que estará dispuesta, Ev. — asentí y seguí tomando la copa de vino que me había servido Bianca. Observé la botella, y qué irónico que la marca del vino tuviera el nombre de ella, solo que tenía otro acompañante en él y se completaba como "Dolce Bianca".
Era extremadamente delicioso.
—¿Puedo saber dónde compraste este vino, señora Bianca? —ella me miró mal cuando le dije "señora", lo que hizo que me riera — perdón, Bianca.
—Me lo dio mi madre antes de que muriera...
—Perdón si-
Mierda.
—No, no, no. Tranquilo, ella me lo dio por mi cumpleaños hace unos... ¿Quince años? Creo. — frunció el ceño. — y decidí que ya era tiempo de abrirlo y disfrutarlo. Solo sé que es de Italia y es uno de los mejores.
—Nani era una mujer maravillosa. — susurré, melancólico.
—Lo era.
Nani era la abuela de Leah, que prácticamente era mi abuela también. Ella me vio crecer, me cuidó, me regañó y me amó. Era de esas señoras fuertes y duras que en el fondo tenían un suave y cálido corazón.
—¡Mira! Encontré uno disponible. — me mostró la computadora, y sí, habíamos encontrado un vuelo disponible que salía mañana.
—No creí que sería tan rápido.
—Pues lo es, mi cielo. Prepárate.
──── ∗ ⋅◈⋅ ∗ ────
Toda la noche estuve pensando en Leah; quería que todo saliera bien y que me aceptara de nuevo.
Lo que le había hecho fue horrible; fui un cobarde total, guiado por el miedo y la desesperación de una responsabilidad falsa que tenía.
Siento que he desperdiciado mi tiempo al no estar con ella. La necesitaba.
Su madre me ofreció la habitación de invitados para que pasara la noche, pero no pude aceptarla; yo quería estar en el ático.
Era un lugar acogedor y tranquilo. Hacía algo de frío, pero era perfecto.
Había cajas medio abiertas, cosas de Leah y un suéter viejo que me pertenecía, pero ella se lo quedó y nunca más lo volví a ver hasta ahora. Estaba muy bien cuidado; su color era negro con algunas rayas grises. Lo tomé y lo olí; tenía impregnado su perfume favorito. Debía admitirlo, me dolió que no se lo hubiera llevado, ya que siempre lo llevaba consigo a todas partes, y el hecho de que ahora no lo haya hecho me hacía pensar que quizás se rindió.
Tal vez prefirió no llevarse algo que le recordara a mí.
¿Y si quería olvidarme?
El miedo y la inseguridad me invadieron. No sabía qué esperar. ¿Qué haría ella al verme? ¿Aún me amaría? Tantas dudas apuñalaban mi corazón.
Me recosté en el sofá y tomé una cobija que estaba ahí doblada. Me acomodé tratando de hallar el sueño, pero no podía. Me acosté boca arriba, observé el techo y lentamente ciertas figuras se empezaban a formar en él.
Aún seguían ahí...
Inmediatamente sonreí.
Cuando éramos pequeños, a Eleanor le daba miedo la oscuridad, así que yo, con mis pequeños ahorros y ayuda de mi madre, le compré esas pegatinas que alumbraban en la noche. Sabía que a ella le gustaba observar el cielo para ver si encontraba constelaciones; unas cuantas veces lo logró y su rostro de felicidad nunca lo olvidaré. Era muy tierna.
Había roto mi alcancía y le compré pegatinas en forma de estrellas, constelaciones, planetas, galaxias y, por supuesto, una media luna. Recuerdo que le dije: "te compré esto para que puedas ver el cielo y el universo cada vez que tú quieras sin que tengas que salir de tu casa. Y para que en las noches, las pequeñas luces que hay en tu techo te acompañen y no te den miedo".
Su agradecimiento fue un diminuto y rápido beso en mi mejilla, cosa que me hizo sonrojar.
Siempre me ha gustado verla feliz; sus ojos se iluminaban de una forma tan bella y su cálida sonrisa traía paz a mi interior.
Poco a poco mis ojos se sentían pesados; las imágenes en el techo se hacían borrosas y mi cuerpo se relajaba cada vez más hasta que me dormí profundamente.
──── ∗ ⋅◈⋅ ∗ ────
—Evan...
Escuché una voz muy lejana, pero mi cuerpo era incapaz de reaccionar.
—Evan... — sentí que alguien me tocaba y luego escuché el sonido de cosas moviéndose —¡Evan!
Gritó la mamá de Leah, y me desperté.
Mis ojos aún seguían cerrados; los iba abriendo poco a poco y logré observar a alguien mirándome con las manos en las caderas.
Ay, no.
Había dormido demasiado.
—Sabes que no soy una mujer que regaña, pero si fueras mi hijo, Evan, te habría echado un balde con agua. — me quitó la cobija y la arrojó en algún sitio del ático —Se nos está haciendo tarde, y si quieres recuperar a mi hija, será mejor que te arregles de una vez.
Me senté, tratando de hacerle entender a mi cerebro que la señora Bianca me estaba regañando. Fue como un pequeño déjà vu.
Ella solo se había "molestado" conmigo tres veces en toda mi vida. La primera fue cuando saqué a Leah de su casa en la madrugada para ir al lago a ver el amanecer. La segunda fue cuando era un niño pequeño y le corté un gran pedazo de cabello a su hija, muy travieso.
Y supongo que esta era la tercera.
—Lo lamento, señora Bianca. —dije bastante avergonzado. —¿Cuánto tiempo tenemos?
Ella me observó con ganas de reírse, lo que solo me confundió. ¿Tenía algo en la cara?
Y de repente, explotó en risas.
—¡Te engañé! — Su rostro, que no era tan arrugado, estaba totalmente rojo debido a las carcajadas.
Pero yo aún seguía sin entender.
—¿Qué? —solté, lo que provocó que ella riera aún más.
—Parece que aún estás dormido. —se limpió unas lágrimas que había soltado —Ev, son las cinco y treinta de la mañana y el vuelo sale a las dos de la tarde.
Me acerqué a la pequeña ventana del ático, hice a un lado las cortinas y, efectivamente, aún no había empezado a amanecer.
Fue inevitable no reírme.
¿Podría haberme enojado? Sí.
Pero no lo hice.
Ella me conocía perfectamente; si alguien más no me levantaba temprano, yo no podría hacerlo. Además, a ambos nos gustaba estar a tiempo en el aeropuerto. Creo que estábamos destinados a ser parte de su familia.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top