15



Eleanor

Ahí estaba yo, enfrentando una revolución interna mientras intentaba mentalizarme para subir al gran caballo negro que tenía delante. Tenía que admitir que era hermoso, su melena era incluso mejor que la mía.

Mientras Antonella hablaba con Dante sobre la hacienda, esperando poder montar el caballo con gracia, yo luchaba contra mis propios nervios. ¿Cómo podía estar tan tranquila?

Solo tenía que inhalar y exhalar.

Si no me calmaba, iba a ser peor. El animal podría sentir mi miedo, y eso no sería bueno. Yo podía hacerlo, era una chica valiente y fuerte.

Suspiré, tratando de convencerme, y sacudí la ropa. Mi amiga se subió al caballo con tanta facilidad que parecía sencillo.

—¡Lo logré, Leah! Ahora tú. — dijo emocionada.

Fingí una sonrisa mientras sentía la mirada de Dante sobre mí. ¿Saben la presión que se siente al tener que montar a caballo junto a alguien que es todo un experto?

Esperaba que ocurriera un milagro de repente y me convirtiera en una experta.

—Bien... tú puedes hacerlo, Leah, es solo un caballo. —susurré para mí misma, tratando de enfocarme solo en mis propios pensamientos, y me acerqué al caballo para acariciarlo. Luego, me posicioné al lado de él, preparándome para subir al sillín.

—Da un salto y alza la pierna, Leah. —me aconsejó Antonella. — Es fácil.

Claro.

Va bene, se vuoi posso aiutarti, signorina Eleanor. —Dante se acercó a mí, ofreciéndome su ayuda para subir al caballo, pero negué con la cabeza y le sonreí por su amabilidad. Dudó unos segundos y luego se alejó un poco, aunque se notaba preocupado.

Me agarré del fuste y coloqué una pierna en uno de los estribos, intentando darme un pequeño impulso con la otra pierna para subir al sillín. Casi lo logré, pero el caballo se movió de repente e interrumpió mi movimiento.

Solté una risa nerviosa, evitando mirar hacia atrás para no encontrarme con la mirada de Dante.

¿Me intimidaba?

Un poco.

Solo esperaba no arruinarlo todo.

Tomé aire, preparándome para intentarlo de nuevo, seguí los mismos pasos y finalmente lo logré. Estaba en el caballo.

Antonella dio un pequeño grito y aplaudió, lo que hizo que mi caballo se asustara y empezara a moverse de manera extraña. Con las riendas intenté mantenerlo quieto, pero eso solo pareció asustarlo más.

—¡Leah, sujétalo bien!

—¡¿Tú qué crees que estoy haciendo?! —grité.

Ya empezaba a asustarme. El animal se resistía y se movía en todas direcciones. Cuando intentaba llevarlo hacia la izquierda, quería irse hacia el otro lado.

Como dije, indomable.

Dante trató de acercarse, pero el caballo se interpuso en su camino al salir galopando. Yo comencé a gritar, me agarré con todas mis fuerzas para no caerme, sentía el estómago en la boca. Íbamos demasiado rápido.

—¡Dios, por favor, para! — mi instinto fue agachar la cabeza, no quería ver cómo iba a morir. El polvo y las piedras volaban debido a la velocidad y fuerza del caballo.

Sentía que íbamos a mil kilómetros por hora.

—¡Eleanor! —gritó Antonella desde detrás, intentando alcanzarme. — ¡Jala de las riendas hacia tu pecho!

El susto me tenía bloqueada y no le entendí.

—¡¿Qué dijiste?! —levanté la cabeza para poder gritar.

—¡Que jales las malditas riendas hacia tu pecho!

Y eso hice, pero fue una mala idea.

El caballo frenó en seco, y cuando creí que ya había acabado todo, se paró en dos patas y empezó a piafar, indicando que estaba incómodo. Yo traté con todas mis fuerzas de no caerme y me sostuve de donde pude.

—¡No quiero morir hoy! — grité mientras sollozaba.

Hasta que Dante apareció y se detuvo frente a mí, se bajó lentamente para caminar hacia el caballo y calmarlo.

Va tutto bene, amico... calmati —acarició al caballo en la mejilla y luego pasó la mano por su testuz.

Increíblemente, el caballo se calmó.

Y yo también.

Aunque aún tenía la respiración agitada, las manos me temblaban y sudaba frío. Solo me quedé mirando al vacío, procesando lo que acababa de pasar.

Estuve literalmente a punto de morir.

En mi vida, nunca volveré a montar un caballo, definitivamente. Dante sugirió llevarme con él hasta la casa, y tras pensarlo unos segundos, acepté. Así que ambos terminamos en el mismo caballo, mientras Antonella iba a nuestro lado.

Tengo que decir que Dante era muy caballeroso y atento. Me preguntó unas cinco veces si no me había lastimado y si me sentía incómoda, y me aseguró que si algo no iba bien, le dijera de inmediato.

Durante el recorrido, me concentré en calmarme. Mi corazón latía muy rápido por toda la adrenalina que aún tenía, así que intenté distraerme observando el hermoso paisaje verde que adornaba el camino. Sentía una brisa fresca y olía a algo diferente.

Italia se estaba convirtiendo en mi tercer lugar seguro. Los otros dos no estaban disponibles en ese momento. Mi madre no estaba conmigo y, bueno, Evan era el lugar seguro de otra persona.

Me animé a iniciar una conversación para romper el silencio.

—Dante, ¿parli spagnolo? — quería saber si Dante podía hablar algo de español, ya que a veces me cansaba de pensar en italiano, y si él tenía esa habilidad, sería fantástico.

Él rió por lo bajo, lo que causó un leve estremecimiento en mí al escuchar su risa ronca cerca de mi oreja.

—Claro que sí, signorina Eleanor. Posso parlare in tutte le lingue che voglio.

Mi amiga soltó una tos falsa y yo la miré.

Ella alzó sus cejas repetidamente a la vez que sonreía. Gracias al cielo, Dante no vio nada.

Traté de ocultar mi sonrisa nerviosa ante las palabras de él.

Dijo: "Puedo hablar en cualquier lengua que usted quiera".

Santo Dios.

Sabía que los hombres de este país eran coquetos y encantadores, pero no sabía que tanto. Siempre querían deslumbrarte; esa era su naturaleza.

Creo que no debería sentirme especial, ¿O si?

Así eran con todas las mujeres.

Al frente de la entrada de la casa había una fuente, y pinos a cada lado de ella. Dante se bajó primero y luego tomó mi mano para ayudarme.

—Grazie, Dante. —le sonreí sin mostrar mis dientes.

—Prego. —me devolvió la sonrisa. Caminé hasta estar al lado de Antonella, quien me miraba de una forma muy pícara.

Ya iba a empezar.

-No digas nada.

—¡Ay, por favor! Es guapísimo y tú estás soltera, combinación perfecta, ¿no crees? —susurró cerca de mi cara, tratando de que no la oyeran, y luego se cruzó de brazos.

No, no lo creía.

Puede que Dante fuera muy guapo y además italiano, pero simplemente no podía.

Yo solo quería estar con alguien en específico.

Pero no pudimos coincidir.

Creo que esas palabras me iban a perseguir toda la vida.

Suspiré tratando de alejar esos pensamientos.

—Te agradezco que me animes, pero siento que aún no es el momento, Nella. —la miré fijamente.

No me gustaba que las personas me insistieran tanto.

Yo sabía en el fondo que ese tiempo para estar con alguien más que no fuera Evan nunca iba a llegar, y ella debía entenderlo.

Un carraspeo nos interrumpió, y era Dante.

—Signorinas, si ustedes gustan, ya podemos entrar. — nos abrió la gran puerta blanca. —Ya viene mi Padrino a darles el recorrido y mostrarles nuestros mejores vinos. — dijo con su suave acento italiano e hizo una seña para que pasáramos. —Primero las damas.

—Grazie. —contestamos a la vez.

¿Padrino?

Me pregunto cómo será.

Al entrar a la casa, me quedé boquiabierta. La decoración era simplemente hermosa. Era una combinación entre lo lujoso y lo natural. Habían muchos cuadros, fotos de una familia, y algunas joyas exhibidas.

¿Por qué habían joyas?

No tenía ni idea.

—Las joyas le pertenecían a un gran amor de mi padrino. Él decidió que no quería dejarlas guardadas o venderlas, ya que eran demasiado bellas al igual que su amada, y merecían ser admiradas. —habló Dante. Creo que había notado mi cara de confusión.

—Qué hermoso es eso. — sonreí a la vez que tocaba mi collar.

—Sí, lo es.

Las joyas que estaban expuestas se trataban de un collar de perlas con algunos diamantes entre cada uno de ellos, y un anillo que llevaba una esmeralda.

—Ya quisiera que alguien me amase tanto como para que me diera esas joyas. —soltó Antonella de la nada y me reí.

—Yo igual. — dijimos Dante y yo a la vez, lo que provocó que nos riéramos más.

—¿Les parece si las llevo a la sala de estar para que se relajen?

Mi amiga y yo intercambiamos miradas para luego asentir.

Per favore. —contesté.

Él nos guió hasta ese lugar y, de verdad, cada espacio de esa casa me sorprendía cada vez más.

La sala de estar estaba rodeada de estanterías con libros, botellas de vino, muebles blancos que se veían bastante cómodos, y algunas plantas. En una esquina había una pequeña mesa donde se podía servir whisky, y un poco más retirado se encontraba un caballete con un cuadro sin terminar. Solo se podía ver que era la silueta de una mujer que aún no tenía boca ni ojos, solo estaba su nariz y cabello.

Me pregunto si esa sería la mujer de la que habló Dante.

—¿Sabes cuál es la marca del vino? —me preguntó Antonella.

Parecerá estúpido, pero no lo sabía.

Cerré los ojos, los apreté y abrí solo uno.

—No, no lo sé. —dije avergonzada, pero en su cara vi algo que me causó un leve apretón en el estómago.

Ella se acercó a mí para susurrarme y observó la habitación para luego rectificar que Dante no estaba cerca. No lo vio, así que habló.

—¿Cómo dijiste que se llama tu madre?

—Se llama Bianca, ¿por qué lo preguntas?

Ella, paseó por el lugar hasta llegar a uno de los vinos de exhibición, tomó uno y me lo mostró.

—La marca del vino es Dolce Bianca.

Tomé la botella y la observé mientras fruncía el ceño.

—Ah, ¿y qué pasa?

—¡Leah, por Dios santo! Tú me contaste la historia del gran amor italiano de tu madre, que venía de una familia adinerada y era dueña de uno de los mejores vinos de toda Italia. —abrió los ojos esperando a que yo captara, pero eso no podía ser cierto.

—¡No puede ser! —me tapé la boca por haber hablado demasiado duro. —Tal vez sea una coincidencia. — ella me miró mal. — ¡Bien! Puede que exista la posibilidad de que sí, pero no sabemos cómo se llama el dueño.

—Pues lo averiguaremos. — habló decidida y puso ambas manos a los lados de su cadera.

¿De verdad esto estaba pasando?

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top