- ̗̀ 🎐。Capítulo único

Aquella gélida noche todos en la casa de Akabane se acostaron medianamente tarde. Más exactamente, a las 12 de la noche, por lo que era de esperarse encontrarse con un silencio sepulcral en ese apartamento, sumado también con los característicos ruidos que aquel periodo del día traía consigo. Ruidos tan relajantes que podían hacerte caer dormido en un instante.

Algunos de estos eran los pasos de personas que se escuchaban a la lejanía en los pasillos del edificio, otros eran el típico grillar de esos pequeños seres de aspecto afeado para muchos, y otras eran el leve roce de las hojas de los árboles contra el pavimento, debido al casi fuerte viento que se presentó en la madrugada.

Toda esa combinación de sonidos podían ser el canto de cuna perfecto para algunos. Y si que lo fue para sus amigos de clase, quienes increíblemente calleron dormidos como piedra, a pesar no haber realizado muchas actividades como esperaban en su pijamada improvisada.

El fin de todo ese evento que planearon el mismo día era únicamente para animar a su compañero Isogai, el cual se vió amenazado por el "queridísimo" hijo del director a enfrentarse contra él en el festival de deportes que se iba a realizar el lunes, en el edificio principal de Kunugigaoka. La triste verdad es que los varones de la clase "3-E" no podían aceptar perder en esta ocasión, ya que eso significaría la pérdida del empleo de Yuma como camarero o hasta podía ser una expulsión definitiva.

Algo que no podía caber en la cabeza del peli-azul era la poca empatía que podía llegar a tener Gakushuu con cualquier alumno que perteneciera a su clase. Incluso aunque fuera el ser humano más generoso del mundo, este nunca se doblegaría ante "ellos", y ciertamente lo confundía mucho más, puesto que la personalidad del oji-aqua contrastaba demasiado con la del oji-morado.

En fin, y pensar que el día de ayer disfrutarían de la atención de su amigo e intentarían relajarse un rato, pero ahora entraron en un aprieto como este...

Sin embargo, ese pequeño asunto no era ni la cuarta parte de lo que estaba rondando en la cabeza de Nagisa, sus pensamientos iban dirigidos a otro asunto de más importancia para él, o más que "algo", se refería más a "alguien", y por ese simple motivo se sentía el ser más egoísta en todo el planeta. En lugar de intentar animar a su amigo, toda esa tarde y noche se la pasó pensando en ella... En su madre.

Últimamente su progenitora se estaba comportando peor que otras ocasiones pasadas. Sus ataques de ira eran más frecuentes y siempre que se presentaba la ocasión, esta le recordaba que tenía que salir de la clase de bajo rendimiento en la que estaba para así poder entrar con mayor facilidad a la universidad de sus sueños, y está de más decir que cuando se refería a eso, hablaba más para ella misma que para el mismo Nagisa.

Muchas veces se planteó y re-planteó qué significaba él para su madre; si en realidad era su hijo adorado o solo su "pequeña muñeca" a la cual podía ordenar su vida como ella le complaciera. Eso sin mencionar las múltiples veces que le intentaba convencer que usara ropa femenina para que ella quedara más a gusto. Realmente le incomodaba y hasta le repugnaba que su propia madre actuara de ese modo, pero no podía hacer mucho al respecto, porque si la contradecía, su vínculo madre-hijo iría de mal a peor.

Prácticamente eso era casi lo único de aguardaba su cabeza. Se había acostumbrado a que sus compañeros lo confundieran con una fémina debido a su aspecto andrógino. Se lo habían mencionado tantas veces en "broma" que ya ni se inmutaba, y realmente no podía culparlos de tener esa imagen de él; su propia madre le recordaba ese hecho, y era exactamente eso lo que lo hacía sentir peor consigo mismo.

Todo era una mezcla de emociones encontradas, muy confusas. Por un lado le molestaba que cada cinco minutos le recordaran, más su madre que sus compañeros, todo lo que ha tenido que lidiar desde que su padre los dejó, pero por otro lado no podía molestarse con ellos, y menos con su madre; una parte muy pequeña de él se quería aferrar a la idea que todo lo que le hacía tenía una justa justificación y que pronto cambiaría, mas la realidad lo golpeaba muy duramente, como una gran ola, cayendo siempre en el mismo punto. Hiromi Shiota no cambiará.

A pesar de todo lo dicho, él seguía amando y queriendo a su madre. Recordaba con gran recelo esas pocas veces que salieron a pasear en familia a algún parque cercano a su hogar o cuando lo solían llevar a una que otra feria... Justo como una verdadera familia feliz. Lástima que esa felicidad le duró poco. Todo era muy contradictorio en él.

Siempre que tenía ese frenesí de emociones, mayormente en las madrugadas, solía deleitarse con el espectáculo nocturno que el cielo le proporcionaba, y calmarse con la fría y refrescante brisa que la madre naturaleza emitía. Ese día no era la excepción. Incluso podía decir que esa noche era su día de suerte, ya que había luna llena y eso mejoraba en creces su panorama. Siempre que miraba el cielo en la noche, lo hacía olvidarse por un pequeño instante de sus problemas.

Agradecía enormemente que el pelirrojo tuviera esa enorme ventana en su habitación y más aún con un muro moderadamente ancho, perfecto para sentarse y disfrutar de la hermosa vista que esta brindaba.

Akabane se encontraba durmiendo detrás de él, con su boca no tan abierta y con un pequeño rastro de baba que salía de ahí. Era algo gracioso verlo de esa manera, con sus defensas adormiladas y entregándose sin pensarlo a los brazos de Morfeo. Esbozo una leve sonrisa cuando giro su cabeza para verlo, incluso podía decir que se veía tierno a sus ojos, casi como un niño. Quién pensaría que el mismísimo "demonio" de la clase "3-E" tuviera esa faceta.

Su sonrisa se borró cuando vió que este se movía con algo de molestia para después quedar hechado de costado, de tal forma que, si no fuera por sus párpados, podría ver perfectamente a Nagisa en esa pequeña crisis emocional que solía tener algunas madrugadas.

El oji-azul al percatarse que seguía dormido, volteó de nuevo su cabeza en dirección a la ventana, a seguir mirando la luna y las estrellas que lograban apaciguar sus males.

Así se lo pasó casi una hora.

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Cuando Akabane le comentó sobre la pijamada por mensaje de texto, este no se lo podía creer. Después de muchos años de separación y de ser "rechazado" por el pelirrojo como un amigo cercano, no pensó volver a tener la oportunidad de regresar otra vez a ese apartamento que le traía recuerdos agradables. Se sintió más que feliz.

La idea de la pijamada la tuvo Nakamura, y a esta se le sumaron Maehara, Kaede, obviamente Isogai, Akabane y finalmente, Nagisa. Además, el oji-dorado se había afrecido a prestar su pequeño apartamento para ello, por lo que los demás no tenían el permiso de sus padres para hacer eso. Era un lugar pequeño, pero era lo que había, así que nadie se quejó al respecto.

Toda la tarde se la pasaron viendo películas, jugando verdad o reto -aportación especial de Nakamura y Akabane- y cenando todos juntos. Isogai se veía más que animado, por lo que todos suponían que el plan fue un éxito, y aunque ese pequeño agradable y feliz ambiente que se formó lo hizo sentirse complacido, su mente le fallaba en intentar estar completamente en el hilo de la situación. Incluso hubo algunas veces que Kaede le ofrecía acompañarlo a su casa, gracias a el aspecto lamentable que ofrecía, pero siempre se lo negaba con una sonrisa diplomática. Si regresaba a su casa, sería peor.

No le gustaba para nada dar ese patético aspecto de él en una reunión que suponía pondría contentos a todos; no quería arruinar esa atmósfera, por lo que se limitó a fingir que se divertía y retener su notable malestar y bajón emocional. No entendía por qué ahora le estaba golpeando más duro esos pensamiento tan pesimistas, si antes los podía manejar muy bien e incluso dejarlos de lado. Sabía que eso le haría mal, pero no tenía otra solución.

Cuando todos estaban a punto de dormir, Akabane le dijo que tenía otra cama a parte de la suya donde solían dormir sus padres cuando lo visitaban, y si deseaba, podía dormir ahí para más comodidad. Se había quedado estático por un momento y pudo sentir su corazón ir con más rapidéz; también pudo sentir como los demás clavaron sus miradas en su espalda, algunas más pícaras que otras, presionándolo así a que respondiera o dijera algo. Pasaron unos segundos hasta que dió un leve asentimiento y huyó fugazmente de la sala hasta el baño, y prepararse para dormir.

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Volviendo a la realidad, pudo sentir sus mejillas algo calientes al recordar aquello, por lo que sacó un poco más su cabeza hacia el exterior del apartamento para que el aire le diera de lleno contra su rostro.

En esos instantes en los que intentaba calmarse y enfriar sus mofletes, el pelirrojo aprovechó para acercarse lentamente hacia su objetivo, pero a la vez no intentar asustarlo o intimidarlo.

Desde hace unos minutos se había despertado gracias al repentino frío que sintió en sus sueños, obligándolo a abrir con pesadez sus párpados... Pero ese pequeño malestar se disipó al momento de presenciar una imagen que se quedaría muy bien impregnada en su mente. Nagisa tenía sus hebras azuladas amarradas en una coleta, recordándolo a aquel tiempo cuando estaban empezando a conocerse. Tenía una pijama color celeste claro que consistía en unos simples pantalones sueltos y una camisa igual de holgada. Una pierna estaba apoyada en el suelo y la otra estaba flexionada y rodeada por sus brazos, de tal forma que podía apoyar su cabeza en esta cuando quisiera. Era la viva imagen de la tranquildad en ese momento, e irradiaba una paz muy única, mas sentía algo más... Soledad. Ese sentimiento que muchas veces tenía cuando sus padres dilataban sus viajes laborables, o simplemente cuando se tenía que despedir de ellos para no volverlos a ver por otro largo periodo de tiempo. Solo que en Nagisa era mucho más intenso. Por esa razón quizo acercarse a él, y preguntarle qué le ocurría.

Si bien se habían distanciado por su culpa, no podía negar que muy en el fondo, sentía preocupación por él. Cuando se enteró que lo habían transferido a la clase "3-E", pensó en muchos bravucones o busca-pleitos intentando molestarlo, como cuando lo conoció, y lo peor es que sabía que no podría hacer nada desde donde estaba. Tremenda sorpresa se llevó cuando se dió cuenta que esa clase tenía personas incluso más buenas, a comparación del edificio principal.

Ni él ni Nagisa tuvieron la suficiente confianza para volver a tratarse como antes. Uno seguía sintiendo algo de culpa y el otro muchas dudas y resentimiento.

Cuando estuvo lo suficientemente cerca como para hacerse notar, se sentó en el piso. El oji-aqua dió un respingo desde su lugar cuando notó movimiento además del suyo, y giró rápidamente su mirada, solo para cruzarse con la tan característica cabellera roja y ojos color cobre de su antiguo amigo. Se quedaron mirando un pequeño lapso de tiempo, para que luego Akabane formara una sonrisa traviesa, logrando que Nagisa se quedara otra vez como una estatua.

- Eeehh~ ¿acaso el pequeño Nagisa tuvo una pesadilla? - dijo mientras afilaba más su mirada. Los instintos de Nagisa solo atinaron a darle un pequeño empujón a su cabeza y girar su rostro avergonzado otra vez hacia la ventana.

- Me esperaba que dijeras algo así - musitó, con una sonrisa forzada, claramente incómodo por aquel comentario, pero al mismo tiempo con un toque de diversión.

Akabane soltó una risa suave y volvió a formular otra pregunta - Si no es por eso tu insomnio, ¿entonces por qué es?... - Y silencio. Un silencio que solo hizo sentir al pelirrojo mal por tal vez haber tocado un tema delicado y hacerlo arrepentirse de inmediato. Mas para su sorpresa, este respondió...

- Yo...estaba pensando en mi... madre - Lo dejó algo anonadado por la respuesta. Ahora que lo pensaba, el peli-azul nunca le llegó a comentar sobre su familia, y este tampoco preguntaba mucho. La forma con la que dijo "madre" solo le hizo deducir que algo malo había pasado con ella.

- Oh... Espero mejoré pronto - Respondió tranquilamente y posando su mirada en ningún punto fijo de la habitación. Intentó no ahondar más en el tema y ser lo más sutil y cuidadoso posible con sus palabras. Ya mucho sentía que lo había lastimado con su separación "injustificada".

Nagisa volvió a girar su cabeza y mirar fijamente al pelirrojo, el cual podía sentir su mirada carcomiendo su ser, acrecentando aún más su culpa. Lentamente, Akabane fijó su vista en los tan conocidos océanos claros de su amigo, solo para encontrar una casi imperceptible sonrisa por parte de él.

- No, no. Ella está muy bien, o al menos físicamente - Tomó una pequeña pausa y continuó con su diálogo - En realidad ella es el problema... Ultimamente ha tenido más ataques de ira de los que pensaba - Cuando culminó, sintió que hablaba más para sí mismo que para intentar comunicar algo coherente. Simplemente deseaba desahogarse de la carga que llevaba consigo.

- Algunas veces siento que ya no me vé como una madre lo haría a su hijo. Me siento usado por ella. Es un sentimiento horrible, y creo que si continuo guardando todo esto, me voy a romper, tarde o temprano, pero lo haré... - Su voz se empezaba a quebrar un poco, sin embargo mantuvo la compostura y así poder expresarse más claramente.

- Realmente no tengo idea de dónde empezar; quiero arreglar los lazos con mi madre, pero no sé cómo... - Una pequeña lágrima resbaló de su mejilla izquierda cuando terminó de hablar, mientras que al mismo tiempo agachaba su cabeza. El oji-cobre no supo cómo reaccionar ante eso, fue demasiado repentino y fuera de lugar como para procesarlo rápidamente. Nunca llegó a ver esa faceta tan melancólica y triste del peli-azul. Se veía muy lamentable.

Para variar, el silencio volvió a reinar en aquel cuarto, un silencio asfixiante, siendo sus respiraciones las únicas que se escuchaban entre esas 4 paredes. Akabane nunca tuvo que lidiar con problemas de ese tipo, ni tampoco ayudar a personas que pasan por algo similar. Sus padres siempre trataron de ser muy unidos con él a pesar de sus trabajos, y apreciaba mucho eso. Además, Nagisa fue el primer amigo con el que considero tuvo una relación de amistad no muy duradera, pero sana, agregando también que fue el primer amigo que no lo juzgó por los rumores que solían expandirse rápidamente en el edificio principal. Como si fuera poco, el pelirrojo no era el "mejor" con las relaciones sociales, y más si se trataba de amistades. Probablemente fue esa la razón por la que tomó esa estúpida decisión de dejar de hablar con Nagisa, eso y también por más razones que llegaban a confundirlo. Desde aquella pelea que tuvo con su ex-profesor Takaoka, pudo confirmar "esa" asombrosa habilidad de asesinato que poseía, habilidad que él no tenía, y lo llegaba a frustar muchísimo. Pero realmente eso no venía al caso en estos momentos; el pelirrojo se tragaría por una vez ese orgullo tan habitual de él e intentaría ayudarlo.

El pelirrojo proceso por otro corto tiempo aquellas palabras del oji-aqua y también lo que le iba a dar como respuesta. Se paró del suelo y luego recargó su espalda en la pared. Levantó su mano derecha y la dirigió a las hebras azuladas de Nagisa. Este quizo levantar su mirada para intentar preguntarle a Akabane qué hacía, pero antes de siquiera terminar de pensarlo, el oji-cobre removió amigablemente sus suaves cabellos, a la vez que instintivamente se formaba una sonrisa en su rostro.

- ¿Sabes Nagisa?... No siento que sea el mejor dando consejos como estos, pero... yo creo... - Pausó un momento sus palabras, como intentando reformular sus ideas, luego prosiguió - No, no, ¿de qué estoy hablando?... Realmente no hay mucho qué hacer... - Antes que Nagisa respondiera a aquello, Akabane se paró en frente suyo y se agachó, tomándolo de los hombros y mirándolo fijamente - Solo te pido que seas fuerte Nagisa; yo sé que todo lo que estás pasando no puede durar por siempre, y sé también que tú podrás aguantar, eres muy fuerte emocionalmente. - Se detuvo para tomar un respiro - Si en algún momento llegas a "caerte", no dudes en buscarme, o a cualquiera de la clase, si no me tienes confianza, solo te pediré que no trates de cargar con esto solo, porfavor -

Cuando acabó de dar su diálogo, pudo percibir, aún con toda la oscuridad que el cuarto les brindaba, como pequeños rocíos de agua descendían desde los ojos de su amigo, y también una sonrisa sincera se curvó en sus labios. Los dos tuvieron una "primera vez" en ese momento.

Para Akabane fue la primera vez en presenciar una sonrisa tan real por parte de su amigo. Lo dejó tan anonadado que sus mofletes se calentaron un poco.

Para Nagisa fue la primera vez en recibir apoyo ajeno. Apoyo que desde hace mucho necesitaba y que no tuvo que pedir algo a cambio para recibirlo. Se encontraba genuinamente agradecido.

- Gracias, Karma... - fue lo único que pudo decir en ese momento, su mente estaba hecha un desastre con toda la mezcla de sentimientos que inundaban en él.

Lo que pasó después dejó a los dos aún más sorprendidos y descolocados. El pelirrojo, mientras posaba su mano en los cabellos azules y los acariciaba un poco, le dió un pequeño beso en la frente a este. Luego se alejó sin mirar a Nagisa, por la obvia vergüenza que sintió, y se acostó en su cama, mirando hacia el techo.

El oji-aqua pasó su antebrazo por sus mejillas en un vago intento de ocultar su lloriqueo; abandonó su lugar y se acercó tímidamente a la posición del otro. Se recostó a un lado del oji-cobre y con su brazo derecho rodeó la cintura de Akabane. En esos momentos, los dos perdieron ese pequeño pudor que sentían. Después, el pelirrojo giró un poco su cuerpo y seguidamente rodeó también con su antebrazo parte de la cabeza azulina que tenía a su costado. No tardaron mucho en relajarse y dejar que, nuevamente, conciliaran ambos el sueño. Para Nagisa, se sintió como encontrar un gran oasis en medio del mismísimo Sáhara, realmente ansiaba dormir, y su amigo le devolvió el sueño que desde hace días anhelaba.

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Al día siguiente. Cuando Nagisa despertó por los rayos de sol colados por la ventana casi cerca de las 8 y media de la mañana, no encontró al pelirrojo a su lado. Su olor tan característico -de una peculiar mezcla de fresas con su colonia- seguía impregnado en las sábanas, pero no había rastro de él. Se fue despertando poco a poco, y seguidamente estiró sus brazos.

Cuando estuvo a punto de levantarse, pudo percibir otro olor, que al parecer era ¿tocino?. No estaba muy seguro, pero al rato su estómago rugió, indicándole que debía seguir ese aroma. No acostumbraba mucho a comer carne, pero en ese momento ya no importaba.

Salió de la habitación mientras soltaba un bostezo y pudo ver que todos sus compañeros estaban sentados, desayunando tranquilamente. Por otro lado, Karma estaba cocinando en la sárten dos rebanadas de tocino, y también pudo ver a Kaede ayudando a pasar los platos con comida a la mesa.

El desayuno transcurrió con normalidad. Hubo comentarios por parte de Nakamura sobre si Karma y Nagisa llegaron a realizar alguna de "esas" cosas, con su habitual tono burlón de siempre. El peli-azul solo negaba con las mejillas sonrosadas y una mueca de incomodidad, mientras que Akabane sonreía sacarronamente y desviaba su mirada de vez en cuando hacia su viejo amigo, burlándose internamente de él.

Cuando todos se retiraron, no sin antes ayudar al oji-cobre a limpiar su hogar, todos tomaron caminos distintos. Kaede se ofreció de nueva cuenta a acompañar a Nagisa a su recinto. Este vez, aceptó gustosamente y sin más rodeos, tomaron el tren.

Nagisa conversó algunos minutos con su compañera oji-ambarina y luego dirigió su mirada a la ventana. Las nubes tenían formas pomposas, algunas aves revoloteavan en las copas de los árboles y el sol era lo suficientemente cálido ese día como para salir a pasear sin preocuparte de adquirir alguna quemadura; en pocas palabras, se podía apreciar un bonito día que lo esperaba. Cerró por un momento sus ojos y recordó todo lo que había pasado la noche anterior. Fue inevitable no formar una sonrisa.

Ya estaban a mitad de camino. Nagisa volvería a su "vida cotidiana", pero al menos sabía que esos martirios nocturnos serían reemplazadas por el recuerdo del pelirrojo. Por fin tenía con quién apoyarse...

*₊˚᧙ ꜰɪɴ *₊˚᧙
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· ⸙ · · ⸙ · ⸙· · · ⸙ · · ⸙ · · · ⸙ ·
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Uuuufff ¿cómo soportaron tanto texto? xD
En fin, este es el primer one-shot/fanfic que he escrito. No siento que me haya quedado de lo mejor, pero es algo (?

La verdad me costó un poquito terminarlo; a veces tenía que googlear algunos datos que no recordaba de A.K, como las personalidades o las razones por las que Karma se había alejado de Nagisa, o ya de plano en que momento de toda la serie quería ubicar esto (el tiempo pe'). Solo espero haya podido transmitir los sentimientos tanto de Nagisa como de Karma correctamente (╥ω╥') y salir también de las historias habituales Karmagisa que suelo encontrar.

Y bueno... Muchas gracias por leer todo :D

P.D: Este one-shot se ubica en el cap 5, segunda temporada ͡° ͜ʖ ͡ -

-Myttsuki

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