031.
LA IRA ERA LO ÚNICO QUE LATÍA POR LAS VENAS DE AMELIA. Todo su cuerpo y mente habían sido consumidos por la furia. Ella irrumpió por la puerta de la sala de apuestas y la cerró tan fuerte que Polly, Lizzie y Linda saltaron sobre sus pies.
—Bueno, aquí estoy entonces—gritó cuando se sentó y cruzó los brazos sobre su creciente estómago abultado—. Feliz jodido cumpleaños para mí.
Una expresión de culpa cruzó por el rostro de Lizzie y Linda cuando se dieron cuenta del gran evento que estaban intentando recordar, el vigésimo séptimo cumpleaños de Amelia.
Sin embargo, Polly mantuvo su cara seria.
—Feliz cumpleaños, Amelia.
Lizzie sonrió con simpatía mientras Linda estaba sentada sin alma.
—Gracias chicas. No solo todos han olvidado que es mi cumpleaños sino que mi esposo se ha ido a un viaje de caza con sus hermanos.
Amelia se enfureció.
—Se fueron de viaje porque su padre falleció—Polly habló con calma.
—Oh, ¿ese padre que odiaban? maldita sea. A nadie le importa una mierda.
—Cállate—la mujer mayor puso los ojos en blanco—. Hay asuntos que debatir.
—Siempre es un asunto de mierda. Siempre. Se jode su vida, la mía, la de mis hijos, lo que sea—Amelia suspiró—. Se jode mi cumpleaños y todo.
—Escucha, cariño, te casaste con esta familia sabiendo muy bien lo que estabas recibiendo—Linda gruñó.
—¿Y quién diablos crees que eres tú?—escupió, volviéndose a la rubia con fervor—. No elegí casarme con John, pero si pudiera escoger ahora, lo haría. He estado en esta familia más de los diez minutos que has aparecido aquí, así que te sugiero que cierres tu maldita boca, antes de patearte el estómago y subírtelo hasta la boca.
Amelia se levantó y se inclinó sobre la mesa para estar cara a cara con Linda.
—Jesús Mel, cálmate.
Sarah la apartó. Amelia estaba tan atrapada en su enojo que ni siquiera la vio entrar.
—¡No! Está hablando de mierda sobre mí y no la dejaré.
—Chicas, calma, por favor.
Lizzie intentó reducir la tensión.
—Cállate, Lizzie. Es algo positivo que me agrades porque eres tan molesta.
Amelia sonrió de lado, para suspirar y volver a hablar.
—Escuchen, quiero que sepan algo antes de que comiencen a escuchar rumores o cualquier mierda. Estoy embarazada. Puede que sean gemelos, pero no estoy segura, solo estoy asumiéndolo por el tamaño que tengo.
—¡Felicidades amor!
Lizzie la abrazó suavemente.
Polly le dedicó una sonrisa que la expresó de una manera que las palabras no pudieron y Sarah le apretó los hombros.
Solo Linda era el problema.
—¿Y estás segura de qué es de John?
—¿Lo siento?
Amelia preguntó a pesar de saber muy bien lo que salió de la boca de Linda.
—¿Sabes si estás embarazada de John o es de otra persona?
Linda preguntó de nuevo, ajena al torrente de abuso verbal a punto de golpearla.
—Estoy embarazada de mi esposo. El amor de mi vida. El hombre del que estoy enamorada. El hecho de que aún no hayas determinado al padre de tu bebé no significa que debas juzgar a los demás según tus putos estándares.
Linda quedó sorprendida, al igual que las demás.
—No sé qué estás tratando de lograr al liquidar a todos, pero detente. Si quieres una bofetada, vas por el camino correcto, así que continúa y no quedará nada de ti, Linda.
El silencio consumió el estudio, Linda volvía a su trabajo mientras que Lizzie, Polly y Sarah estaban atónitas por Amelia.
—Bien—Lizzie rompió la tensión—. Lo atribuiré a las hormonas.
—No lo hagas, Liz. Atribúyelo a Linda... que es una perra—le sonrió sarcásticamente a la antes mencionada antes de alejarse del estudio.
Todavía era su cumpleaños y lo más que había hecho fue comprar una barra de pan.
Ella era jodidamente miserable.
Cuando se dio la vuelta para salir de la guarida, la visión de una figura en las sombras hizo que soltara el fajo de efectivo que estaba sosteniendo.
—Amy, soy yo—John gritó y salió a la luz.
—Jesús, jodido cristo John.
—Te traje un regalo.
Levantó una bolsa de la panadería.
—Tu favorito.
—Polly debe haberte recordado que era mi cumpleaños.
Se encogió de hombros, restándole importancia.
—Lo recordaba. Tengo la fecha de hoy estampada en mi cerebro—se defendió—. Traté de salir de todo, pero Tommy no me dejó por asuntos del negocio.
—Siempre hay algo más importante que yo.
La mujer suspiró y se alejo.
—Amy, vuelve aquí, amor—él la levantó y la sujetó contra el pilar de ladrillo—. Eres lo más importante en mi vida. Eres mi jodido mundo.
—John, estoy aburrida. Estoy harta de estar aquí. Quiero hacer algo con mi vida—gimió cuando sus manos sujetaron su cadera.
—Espera hasta que nazca el bebé... bueno, bebés... ¿no?—metió un mechón de cabello detrás de su oreja.
—Me siento como una gallina en un gallinero.
—¿Recuerdas esa casa en Lichfield? ¿La que dijiste parecía un dibujo en una caja de chocolate? Voy a comprar esa casa de mierda. Tan grande como la de Tommy y con más tierra. Si te sientes encerrada, tomaremos una carreta de tu papá y acamparemos junto a la zanja.
John le acarició la mejilla con el pulgar.
—¿Cómo diablos pagarás por eso?
—Todo va a cambiar, Amy.
La besó suavemente.
—Feliz cumpleaños, amor.
—Linda me dijo algo hoy—admitió—. Estás planeando un robo.
—¿De la fábrica? Sí, es...
—No. El que no le contarán a las mujeres. John, por favor. No te metas en problemas con los rusos. Son mucho más peligrosos de lo que piensas y lo último que necesito es tener a los bebés por mi maldita cuenta.
Ella envolvió sus brazos alrededor de su cuello.
—Amy, nunca me iré de tu lado.
—Promételo.
—Lo prometo.
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