05 - Aletheia

Kim Sunoo era un chico cuya vida estaba inmersa en un mundo de fantasía.

Desde pequeño, Sunoo había encontrado consuelo en los mundos de fantasía que habitaban en su mente. Pasaba horas creando reinos mágicos donde criaturas míticas vivían en armonía con poderosos héroes y oscuras fuerzas que solo él podía controlar.

Pero a medida que crecía, empezó a notar que los demás niños no compartían su pasión por estos mundos imaginarios.

Las conversaciones sobre caballeros y dragones se volvieron solitarias, y poco a poco, Sunoo optó por refugiarse en los libros. Ahí encontró un eco lejano de aquellos sueños, aunque no era lo mismo. Los personajes de papel no podían igualar la vividez de las aventuras que había creado en su mente.

Cada vez que abría un libro, su mente volvía a esos lugares que había construido con tanto detalle, pero ahora estaban guardados solo para él.

Incluso al salir de casa, no podía evitar ver el mundo de manera diferente. Cada rincón del pueblo parecía esconder secretos; los árboles se alzaban como guardianes de un conocimiento antiguo, y las estrellas, cada noche, brillaban como si intentaran decirle algo que aún no lograba entender. Sunoo caminaba entre la gente, sintiéndose parte de dos realidades: la cotidiana, donde era solo un chico más, y la que vivía en su mente, rica en magia y misterios.

En el fondo, seguía anhelando encontrar a alguien que pudiera entender esos mundos y ver lo que él veía, alguien con quien compartir los secretos que aún guardaba en lo más profundo de su ser.

Esa tarde, al salir de Kairos, Sunoo sintió algo que lo sacudió desde lo más profundo. Una cálida vibración recorrió su pecho, un sentimiento que creía haber olvidado. El aire del atardecer acariciaba su piel, y el recuerdo del chico que había visto dentro del café se apoderó de su mente. Su mirada intensa y curiosa lo había desarmado, como si fuese capaz de desentrañar todos los secretos que guardaba con tanto recelo.

Mientras avanzaba por los serenos callejones del pueblo, con el libro recién comprado bajo el brazo, cuya cubierta azul oscuro brillaba con los últimos rayos del sol, una ligera sonrisa asomaba en sus labios. Aún perdido en sus pensamientos, la imagen del joven seguía apareciendo en su mente, como un destello persistente. Algo en él le resultaba extrañamente familiar, como si evocara un eco lejano de un pasado difuso. Era como escuchar una melodía que no sabías que conocías, pero que inexplicablemente resonaba en lo más profundo de ti.

Con esos pensamientos rondando su cabeza, Sunoo llegó a su calle, donde el vecindario estaba bañado por la suave luz dorada del atardecer. Al acercarse a su casa, redujo el paso de manera instintiva. Estaba a solo unos pasos de la puerta cuando algo lo detuvo. Alzó la vista y, casi sin darse cuenta, giró hacia la casa de enfrente, la de Jake. Las luces del interior estaban encendidas, emitiendo una acogedora calidez, y por alguna razón que no podía explicar, sintió el impulso de cambiar de dirección.

Cruzó la calle sin apuro, subiendo los escalones del porche de Jake. Durante un breve instante, vaciló frente a la puerta, pero el impulso de acercarse fue más fuerte. Finalmente, levantó la mano y tocó con suavidad. Apenas habían pasado unos segundos cuando la puerta se abrió, y Jake apareció al otro lado, con su sonrisa amplia y relajada, como si la visita inesperada fuera parte de la rutina.

—¡Hey, Sunoo! —exclamó, dándole una palmada en el hombro—. ¿Qué te pasa hoy? Tienes esa cara como si... no sé, te hubieras ganado la lotería o algo.

Sunoo esbozó una sonrisa más amplia, pero intentó restarle importancia.

—No es nada, Jake —respondió, encogiéndose de hombros mientras cruzaba el umbral—. Solo ha sido un buen día, supongo.

La casa de la familia Sim siempre tenía ese aire cálido y acogedor. Las paredes estaban decoradas con fotos familiares, y en el salón se podían ver los clásicos discos que Jake adoraba, junto con una mesa baja llena de videojuegos y revistas. La luz del atardecer entraba suavemente por las ventanas, dando al lugar un brillo dorado.

Jake se dejó caer en el sofá, mientras Sunoo se acomodaba en una silla cercana, sus pensamientos aún atrapados en los recuerdos del día.

—¿Estás seguro? —preguntó Jake, inclinándose hacia adelante con una sonrisa curiosa—. Pareces... diferente, como si algo emocionante hubiera pasado. ¿Algo que no me has contado?

Sunoo miró hacia la ventana, donde el cielo comenzaba a teñirse de naranja. No podía evitarlo: la imagen del chico misterioso en Kairos seguía rondando su mente, como un recuerdo persistente al que no podía darle forma del todo.

De pronto, el sonido abrupto de la puerta abriéndose lo sacó de su ensueño. Jay y Sunghoon entraron en la casa, riendo y hablando en voz alta. Ambos se detuvieron al verlo, visiblemente sorprendidos.

—¡Sunoo! —exclamó Jay, con una sonrisa mientras se deshacía de su mochila—. No esperábamos encontrarte aquí. —Sunghoon también lo miró, alzando las cejas antes de devolverle la sonrisa.

—Acabamos de salir del cine —comentó Jay, dejando caer su mochila en el sofá—. Vimos una película increíble, te habrías divertido.

—Invitamos a Riki, el chico nuevo de la escuela —añadió Sunghoon, con una leve risa—, pero nos rechazó. Es...diferente. Tiene algo en él que lo hace interesante.

Jay asintió, aún sonriendo. —Sí, deberías conocerlo, te caería bien.

Sunoo escuchaba, pero en su mente seguía el eco del otro chico, el del café. Las voces de Jay y Sunghoon eran un murmullo en el fondo, mientras su mente volvía a Kairos.

—¿Qué te pasa, Sunoo? —preguntó Sunghoon, notando la distracción en su amigo. Su tono era ligero, pero había un matiz de preocupación—. Estás raro, como... ¿ido?

—¡No es eso! —exclamó Sunoo, un poco más rápido de lo que le hubiera gustado. La sonrisa que había llevado toda la tarde lo traicionó, iluminando su rostro.

Jake se rió, inclinándose en su silla.

—Te lo dije —añadió—. Lo he notado desde que llegó. Lleva toda la tarde con esa cara de estar pensando en alguien.

Jay se inclinó hacia adelante, sus ojos brillando de interés.

—¿En serio? ¿Te has enamorado, Sunoo? —preguntó, con un tono de burla.

Sunoo se sonrojó, sacudiendo la cabeza.

—No, no es eso. Es solo... —se detuvo, buscando las palabras. —Solo... es un buen día. ¿Pueden dejarlo ya?

Sus amigos estallaron en risas, y Sunoo decidió aprovechar la oportunidad.

—Oye, Jake —dijo de repente, girándose hacia él con curiosidad—. Hablando de eso... ¿qué sabes de Heeseung?

Jake, quien hasta entonces había estado observando la conversación sin intervenir, se tensó levemente ante la mención del nombre. Sonrió, pero esta vez su expresión fue un poco más cautelosa. —¿Heeseung? —repitió Jake, tratando de sonar despreocupado mientras se rascaba la nuca—. No es gran cosa... solo un chico que conozco de la escuela. No lo veo tanto.

Sunoo notó el cambio en el tono de Jake y sonrió con malicia, como si hubiera descubierto algo interesante. —¿De verdad? —presionó Sunoo, inclinándose hacia adelante—. Porque parece que te pones nervioso cada vez que lo mencionan. ¿Te gusta?

Jay y Sunghoon estallaron en carcajadas, sorprendidos por la repentina revelación.
—¡Sabía que había algo raro cada vez que hablas de él! —dijo Jay entre risas.

Jake se sonrojó, frunciendo el ceño para disimular su incomodidad. —No es para tanto... —murmuró, mirando hacia el suelo—. Es solo que... bueno, es buena persona. No es nada.

—Claro, claro... —dijo Sunghoon con una sonrisa cómplice—. "No es nada."

Sunoo se rió aunque la sensación persistía. Algo había cambiado en él, algo pequeño pero palpable. Era como si un nuevo capítulo estuviera a punto de comenzar en su vida, y no podía definirlo.

Horas más tarde, cuando el cielo ya se había oscurecido y las luces de las calles proyectaban sombras suaves, Sunoo cruzó la calle en dirección a su casa, justo enfrente de la de Jake. Caminaba con pasos rápidos, sin detenerse a observar su entorno, centrado en llegar a su habitación. El viento nocturno acariciaba su rostro, pero él no prestaba atención, con la mente ocupada en los eventos del día.

Al llegar a su puerta, la abrió con un movimiento ágil, casi automático. Subió las escaleras, sosteniendo el libro firmemente en una mano mientras con la otra se apoyaba en el pasamanos. Al entrar a su habitación, se dejó caer en la cama. Con un suspiro breve, se acomodó y abrió el libro, listo para darle una hojeada antes de dormir. Sin embargo, cuando llegó al capítulo 9, algo lo hizo detenerse. Frunció el ceño al notar que las páginas estaban completamente en blanco.

—¿Qué demonios...? —murmuró, pasando una mano por las hojas vacías, como si su tacto pudiera revelar algo oculto.

Giró varias páginas, pero todas quedaron vacías. Volvió a mirar el título del capítulo: "Peproméno" El significado resonó en su mente, Sunoo sabía que no era una simple coincidencia.

Cerró el libro, pero la idea de las páginas vacías seguía invadiendo sus pensamientos. Esto no era sólo un error de impresión. Para alguien como él, que había pasado su vida imaginando mundos y buscando significados en cada rincón, aquellas páginas en blanco eran un mensaje.

Se incorporó rápidamente, con una chispa de determinación en los ojos. Si el destino estaba implicado, entonces debía haber una razón. Había crecido rodeado de historias donde los héroes resolvían misterios que parecían imposibles, y esto no sería diferente. El libro lo había encontrado por una razón, y él estaba destinado a descubrir qué se escondía tras esas páginas vacías.

Bajó el colchón de un salto, abrió el cajón de su escritorio y sacó una linterna pequeña. Iluminó las páginas vacías del libro, buscando cualquier detalle, cualquier marca que sus ojos pudieran haber pasado por alto. Nada. Pero su corazón latía con emoción. Esto era solo el comienzo.

—Esto tiene que estar conectado a algo —murmuró, mientras cerraba el libro con más suavidad esta vez, como si al hacerlo pudiera respetar el misterio que albergaba.

Sin pensarlo dos veces, se dirigió a su ventana. A través del vidrio, podía ver las luces de la calle y las sombras que se alargaban bajo los árboles. En su mente, aquellas sombras ahora parecían más que simples figuras inanimadas.

¿Y si este era el inicio de algo más grande?

¿Algo que lo involucraba a él y al libro?

—Tengo que resolver esto —se dijo a sí mismo, con una sonrisa creciente en los labios.

Para Sunoo, las páginas en blanco no eran el final de la historia, sino el comienzo de una aventura. Cada vez que miraba el libro, sentía que algo lo estaba llamando, como si las páginas esperaran ser completadas por él, o como si escondieran una historia que solo él podría revelar. Quizás la respuesta no estaba en el libro, sino en lo que lo rodeaba: el pueblo, las personas que conocía, los secretos ocultos en cada rincón.

Con esa certeza, Sunoo decidió que no descansaría hasta desvelar lo que aquellas páginas guardaban. El destino le había dado un enigma, y él estaba listo para descubrirlo.

Algo le decía que, esta vez, la fantasía no estaba solo en su mente...

Ya sé que pueden pensar que la reacción de Sunoo fue un poco exagerada, pero recuerden cómo era en Tissue ;p
Igual a lo largo de la trama entenderán por qué es así muajaja

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