02 - Sensación
Al día siguiente, Riki despertó con una sensación de peso en el pecho, un sentimiento de tristeza tan profundo que casi lo ahogaba. Observó el techo de su nueva habitación, más espaciosa que la de su antigua casa, pero con un frío inexplicable que ni los muebles ni las decoraciones podrían disipar. Parecía que el eco de la soledad persistiría, sin importar cuánto intentara llenar el espacio.
Se giró lentamente, acurrucándose de lado, y alcanzó su celular completamente cargado en la mesita de noche. Al encenderlo, vio varios mensajes de Jungwon, enviados unos minutos antes, contando un sueño que había tenido. También había likes en su historia de Instagram, donde había compartido una foto de los callejones que recorrió la noche anterior camino a su nueva casa. Además, encontró mensajes en el grupo con sus compañeros de la escuela anterior, un grupo del que aún no se sentía listo para despedirse, y una notificación de actualización pendiente en su dispositivo.
Riki se quedó mirando la pantalla, sintiendo cómo el vacío en su pecho se profundizaba. No estaba seguro de qué esperaba encontrar; tal vez un mensaje, pero no sabía de quién ni sobre qué. Solo sabía que algo faltaba, y ese vacío lo carcomía por dentro.
Dirigió su mirada por la habitación, observando los muebles que ya estaban en su lugar, pero sin ninguna decoración que pudiera darle vida. Todo parecía incompleto.
Entonces, notó sus audífonos fuera del estuche de carga. Dejó escapar un suspiro frustrado al darse cuenta de que no tendría música hasta que se recargaran. El silencio de la habitación se hizo aún más pesado, y Riki sintió que, al menos por ahora, estaba atrapado en ese vacío.
Riki dejó el celular a un lado y cerró los ojos, tratando de evadir el peso de la realidad que lo aplastaba. Sin embargo, el silencio que llenaba la habitación no le ofrecía consuelo. Extrañaba el ruido familiar de su antigua casa, el sonido del tráfico a lo lejos, las risas de sus vecinos, incluso los chirridos de las viejas puertas. Todo eso le recordaba un tiempo en el que no se sentía tan perdido.
Finalmente, se levantó de la cama, sus pies descalzos tocando el frío suelo de madera. Caminó hacia la ventana, descorriendo las cortinas para dejar entrar la luz de la mañana. El nuevo vecindario se extendía frente a él, con casas ordenadas y jardines cuidados, pero todo le parecía extraño y ajeno.
Se quedó allí, observando en silencio, como si esperara que algo en el exterior pudiera llenar el vacío que sentía por dentro. Pero nada cambiaba. La misma presión en el pecho, la misma sensación de estar fuera de lugar, lo acompañaban como una sombra.
Decidió que no podía quedarse en la habitación todo el día y se vistió con ropa cómoda y bajó las escaleras, el sonido de sus pasos resonando en la casa aún vacía. Sus padres estaban en la cocina, hablando en voz baja mientras preparaban el desayuno. Al verlo, su madre le dedicó una sonrisa cálida, pero Riki solo pudo devolverle un gesto cansado.
—Buenos días, cariño —dijo su madre, acercándose para darle un beso en la frente. —¿Dormiste bien?
Riki asintió, aunque sabía que la verdad era lo contrario. Su sueño había sido inquieto, lleno de imágenes confusas que no podía recordar al despertar. Pero no quería preocupar a sus padres más de lo necesario.
—Voy a salir un rato —anunció, evitando el contacto visual.
Su padre, que había estado leyendo el periódico, levantó la vista con una expresión de ligera preocupación. —¿Te gustaría que te acompañáramos? Podríamos dar un paseo por el vecindario, conocer un poco la zona.
Riki negó con la cabeza. —Gracias, pero creo que prefiero explorar un poco por mi cuenta.
Sus padres intercambiaron una mirada rápida, pero no insistieron. Riki tomó una barra de cereal y se dirigió hacia la puerta, entonces su madre agregó —Cuando regreses, podemos salir a comprar lo que necesites para tus clases. Así estarás preparado para empezar la escuela.
Riki asintió en silencio, agradeciendo la consideración de sus padres, aunque el pensamiento de regresar a clases en un lugar nuevo solo añadía más peso a la angustia que ya sentía.
Afuera, el aire fresco de la mañana lo recibió con un leve escalofrío. Riki comenzó a caminar sin un rumbo fijo, sus pasos llevándolo por las calles del vecindario. Las casas eran todas parecidas, con jardines cuidados y caminos pavimentados, pero a pesar de su apariencia perfecta, no lograban disipar la sensación de desconexión que sentía.
Después de unos minutos de caminar, Riki llegó a un pequeño parque. No había nadie más allí, solo él y los árboles que se mecían suavemente con la brisa. Se sentó en un banco, dejando que el silencio del lugar lo envolviera. A pesar del entorno tranquilo y el sol naciente, se sentía como si estuviera en una ensoñación constante, como si el mundo a su alrededor fuera una especie de ilusión que no lograba alcanzar del todo.
Sacó su celular, pero esta vez no hubo nuevos mensajes ni notificaciones, lo miró sin mucho interés y lo guardó de nuevo, sintiendo un vacío profundo que parecía ser una constante en su vida.
Se preguntaba si esa sensación de no encajar era algo con lo que había aprendido a vivir. A menudo se sentía como si le faltara algo esencial, como si hubiera perdido una parte de sí mismo que nunca podría recuperar.
Este sentimiento de no ser el portador de su propio cuerpo, como si viviera en un estado de separación entre su mente y su realidad física, lo atormentaba constantemente.
La sensación de haber perdido algo importante, un sentido de pertenencia o un propósito, parecía ser una sombra constante en su vida.
Con un suspiro, levantó la vista, mirando el cielo que comenzaba a nublarse. Y entonces, lo sintió de nuevo: esa extraña sensación de déjà vu. Era como si hubiera estado en ese parque, en ese banco, mirando ese cielo nublado en otro momento de su vida.
Pero no tenía sentido… o al menos no podía recordar cuándo había sucedido.
El lugar le resultaba familiar, pero la sensación de ser un intruso persistía.
Esa sensación no lo abandonó mientras caminaba de regreso a casa, sabía que no desaparecería hasta que encontrara las respuestas que su mente buscaba tan desesperadamente.
Maratón 1/3
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