once.

XI:
CALLEJÓN TROPIEZOS

APENAS SALIERON DEL ESTADIO, el elfo de sus tíos llevó a Venus y el resto de su familia presente al callejón diagon, más específicamente en el Caldero Chorreante, un bar/hostal que servía de barrera con el mundo muggle.

Venus pudo ver como distintos magos atravesaban la pared de ladrillos para entrar al famoso callejón, y aunque le daba curiosidad saber cómo se vería el Londres muggle sabía que no debía mezclarse con los de esa clase.

Ellos eran superiores, o al menos eso decían sus abuelos y tíos.

Los cinco caminaban por el callejón y todos admiraban su gran belleza, no era secreto para nadie que ellos era lo más cercano a una realeza mágica. Su sangre pura y abarrotadas bóvedas en Gringotts lo dejaban bastante claro.

—Ya llegamos—informó Narcissa poniéndose de pie frente al gran edificio blanco—, es aquí, ahora solo queda entrar y hablar con los elfos.

—Tengo que hacer unas diligencias—dijo su tío Lucius—, los veré cuando termine.

—Sí, padre—respondieron los mellizos. Los cuatro entraron hasta el mostrador.

—De aquí en adelante vas sola—le dijo su tía a Venus—, debes aprender a sacar su dinero—sacó un papel de su bolso y se lo tendió, Venus pudo notar el característico sello de Azkaban en el—. Es el documento firmado por tus padres y por el ministerio, como el permiso para que puedan sacar dinero sin ser menores.

—Yo lo quiero llevar—pidió Pólux y Venus se lo tendió—. Ya quiero conocer nuestra bóveda.

—Los veo en unas horas, pórtense como los Lestrange Black que son—indicó la rubia mayor, para luego desplazarse con sus hijos a otro mostrador.

—Vamos Drella, ¿qué tan mala puede ser nuestra bóveda?—dijo Pólux tomando el brazo de su hermana y caminando hasta el mostrador, donde un elfo bastante amargado anotaba algunas cosas—. Nunca hemos sacado dinero, ya sabes, propio, esto será divertido.

—¿En qué puedo ayudarlos?—preguntó el elfo con su chillona voz.

—Mi nombre es Venus Druella Lestrange Black, y el es mi hermano Pólux Arcturus Lestrange Black—dijo la pelinegra levantando levemente la barbilla con superioridad, siguiendo el consejo de estar orgullosa de lo que es—. Hemos venido a acceder a nuestra bóveda.

—¿Es usted mayor de edad señorita Lestrange?—habló el elfo.

—No, claramente—respondió Venus con un poco de ironía—, pero el ministerio nos ha dado un permiso especial para acceder a nuestro dinero—Pólux le tendió la carta al elfo frente a ambos—. Ese es el documento, tiene la firma del ministro y de mis padres, es completamente legal.

—Eso veo señorita Lestrange—dijo el ser arrugado mientras leía el pergamino—. ¿Tiene la llave?

—Aquí está—fue Pólux quien habló y también pasó la llave porque había querido cargarla desde que su tía se la dio a Venus, mantuvo ese aire de superioridad imitando la actitud de su hermana—. ¿Sabe usted cuánto tenemos ahí?

—Más de lo que cualquier elfo podría contar—respondió el ser de forma amargada y recibiendo la llave, la sonrisa de Pólux se ensanchó, le gustaba la sensación de tener más que los demás—. Síganme señoritos Lestrange, por aquí.

Venus agarró a su hermano por el hombro y empezó a caminar detrás del elfo. Los hermanos Lestrange miraban todo con fascinación, nunca había estado en un lugar parecido a ese, era enorme y oscuro, hasta tenebroso, aunque realmente ellos estaban acostumbrados a ese tipo de ambiente, por lo que no les causaba ni pizca de temor.

Llegaron hasta una especie de rieles, donde un carrito que lucía algo inestable parecía esperar por ellos.

—Deben subir aquí—dijo el elfo señalando el vehículo, Pólux corrió hacia dentro.

—¿No hay otra forma?—preguntó Venus completamente insegura de aquel carrito—. ¿Es necesario subir?

—Han intentado entrar al banco varias veces señorita Lestrange—contó el elfo—. Por seguridad solo los magos empleados del banco pueden usar magia aquí, el resto debe ir personalmente a sus bóvedas.

—¡Oh vamos Venus!—exclamó su hermanito—. ¿Le tienes miedo a esto? Solo será un paseito.

—Está bien...—siguió dudosa, pero subió al carrito al fin, detrás de ella el elfo.

Con esto al menos sé que definitivamente no quedaré en Gryffindor, pensó (con algo de alivio).

El carro empezó a andar a toda velocidad. Venus cerró los ojos con fuerza apenas sintió el jalón y se agarraba fuerte de las inestables barandas del carro, mientras que Pólux parecía disfrutar del paseo.

No fue hasta que se detuvo que puso soltar el aire que tenía contenido y volver a respirar con tranquilidad, miró a su hermano que tenía una sonrisa en el rostro.

—Eso fue...¡divertido!—exclamó el menor con felicidad—. ¿De regresó repetimos?

—¿Es enserio Arcturus?—preguntó Venus sin creérselo—. Casi morimos ahí y tú quieres subirte de nuevo.

—Que exagerada eres, claramente no íbamos a morir—respondió Pólux alzando los hombros—. Camina ya quiero conocer esa bóveda—dijo y luego se acercó a Venus para susurrarle—. ¿Será como el sótano del abu...

—¡Shh! ¡Pólux Arcturus!—lo regañó en un grito susurrado, poniendo un dedo sobre su boca para que se callara—. Sabes que no podemos hablar de eso en público, nadie sabe de la existencia de ese sótano.

—Perdón—se disculpó el pequeño, Venus tomó la mano de Pólux y caminaron hasta detenerse frente a una gran puerta. En ella resaltaba en color dorado el escudo de la familia Lestrange—. ¿Es aquí?

—No tengo dudas de que es aquí—respondió viendo la imponente puerta frente a ella.

—Puede pasar—dijo el elfo abriendo un poco la puerta.

—Ven, vamos.

Ambos hermanos terminaron de abrir la pesada puerta, sus ojos fácilmente se podían salir de sus órbitas, no podían creer lo que veían.

Cantidades infinidades de galeones estaban organizadas ahí, habían tesoros y una extraña repisa que estaba cubierta por cristal. Ahí había tres elementos extraños, una copa, una espada, un florero y una alfombra. Venus miró los cuatro objetos con curiosidad.

—¿Qué son?—preguntó Pólux.

—Reliquias de la familia Lestrange, en palabras de su madre: "intocables para cualquiera que no fuera ella misma"—respondió el elfo desde la puerta.

—¿Usted no va a entrar? ¿No nos ayudará?—preguntó Venus al ser en la puerta.

—No puedo—respondió con sequedad, Pólux y Venus se miraron confundidos dándole a entender al elfo de que no sabía que de hablaba—. La bóveda está hechizada, si cualquiera que no tenga sangre Lestrange o Black se atreve a tocar así sea un galeón todo se multiplicará hasta ahogarlos en su riqueza.

—¡De ahí viene la frase!—chilló Pólux y su hermana lo miró—. La encontré hace poco en un libro viejo sobre los Lestrange que estaba en la casa.

—¿Ah sí?

—¡Sí!—respondió emocionado—. La frase decía «De un Lestrange nunca podrás contar su fortuna, porque son tan poderosos que pueden ahogarte en sus riquezas». Ahora tiene más sentido, si intentan robarnos algún día se ahogarán en nuestro oro.

—Wow, tenemos una familia bastante creativa—opinó Venus caminando entre todo lo que ahí había. Joyas, vajillas, galeones y cualquier cosa en oro que se pudiera imaginar—. Esto es...demasiado.

—También por aquí debe haber un tapiz con nuestro árbol genealógico—comentó Pólux—, así como el de los Black.

—Se dice que hay más—habló el elfo.

—¿Usted que sabe de las riquezas de nuestra familia?—preguntó la pelinegra mayor mientras su hermano seguía en busca del supuesto tapiz.

—Soy un elfo bastante viejo, lo acepto—contestó el ser arrugado—, pero es una historia muy larga.

—Uno, puede resumirla y dos, tenemos tiempo.

—Está bien, les contaré algunas cosas—terminó por decir el elfo, llamando la atención de Pólux—. Su familia ha traído sus riquezas aquí por años, pero se dice que guardan una gran parte en el sótano de su abandonada casa...Así como se dice que lo hacen los Malfoy o incluso los Black, en general todas las familias sangre pura.

—¿Casa abandonada?—preguntó Venus.

—¡Lo encontré!—chilló el menor sacando un pergamino gigante que estaba incluso enrollado, Venus lo miró y luego volvió su mirada al elfo.

—Verá señorita Lestrange, por si no lo sabía antes de que usted fuera entregada a sus abuelos vivía con su madre y padre en una gran mansión—contó el elfo y Venus asintió con la cabeza, teniendo un vago recuerdo de ella a sus tres años caminando con torpeza por una gran casa mientras su madre le cantaba—. Cuando fueron encarcelados, su tía Malfoy trajo aquí la mayor cantidad de cosas de valor que pudo, pero se sabe que dejó algunas, simplemente la casa no sería habitada por nadie más y no había necesidad de traerlas, ahí estarían seguras.

—¿Me está diciendo que en mi antigua casa aún hay cosas de mi familia?

—En efecto, cosas que ni su madre podría tocar pues ella al final no tiene sangre Lestrange—el elfo veía a Venus con mucha fascinación y eso la puso nerviosa—, pero en definitiva usted sí podría...

—Prefiero dejar las cosas como están—respondió rápidamente y sacó la bolsita que su tía le había dado para empezar a meter una cantidad de galeones que ni ella sabía cuántos serían, solo echaba puñados. Levantó la vista y vio a su hermano con una cara de decepción—. ¿Qué ocurre Arcturus?

—Yo...yo no estoy en el tapiz—dijo con voz triste—, tú sí estás.

—El último cambio que la señora Lestrange hizo sobre ese tapiz fue para agregar a la señorita—habló el elfo llamando su atención—. Luego en su próxima visita expresó lo emocionada que estaba por el nacimiento de su segundo, el cual pondría en el tapiz en cuanto pudiera.

—¿Ves? Fueron las circunstancias las que no permitieron que estés—dijo acercándose a su hermano para abrazarlo—. Sabes que mamá incluso ahora debe estar deseado que estés ahí. Además mira—dijo tendiéndole un una copa de plata que estaba junto a ellos. y Pólux la tomó—, ¿ves? no se multiplica, eres un gran Lestrange, el más lindo, después de mi, claro.

—Ya quisieras, es obvio que yo soy el más lindo—respondió a su hermana ya con una sonrisa en el rostro, era cierto, su madre hubiera querido que él estuviera ahí—. Me gusta que no pretendemos ser otra cosas.

—¿Cómo?

—Somos Lestrange, y a pesar de todo no nos avergüenza serlo, al contrario—dijo Pólux a su hermana con una sonrisa y señalando el escudo en su túnica—. Me hace feliz serlo contigo.

—Eres lo más lindo de mi vida Arcturus y créeme que seremos los hermanos Lestrange por siempre—respondió abrazándolo, sintió sus ojos aguarse definitivamente Pólux era lo más hermoso de su vida y no lo cambiara por nadie—. Te amo tanto enano.

—Yo a ti—dijo rompiendo el abrazo.

—Ven, haré algo y espero no me expulsen por esto, de todos modos no estoy en Durmstrang y tampoco he entrado a Hogwarts—comentó Venus, luego tomó el tapiz entre sus manos y recordó ese hechizo para bordar que Bárbara le había enseñado. Así, la fara y nombre de su hermano aparecieron en el tapiz, justo al lado de ella y debajo de sus padres—. ¿Te gusta?

—Wow, yo de verdad espero que no te expulsen—dijo anonadado—, porque simplemente eres la mejor hermana del mundo—la abrazó—. Gracias, gracias.

—Por ti todo—respondió para finalmente romper el abrazo—¿Quieres echar algunos galeones aquí?—dijo Venus mostrándole la bolsita sin fondo.

—¿Cuantos llevas?

—No lo sé, algunos puñados—respondió con simpleza alzándose de hombros—. Solo agarra un par de puñados y listo, será suficiente. Igual no es como que haga mucha diferencia.

Pólux agarró un par de puñados. Mientras Venus vio una misteriosa caja que tenía grabado el nombre de su madre.

«Para: Bella. De: Él»

Lo abrió y había un brazalete de perlas. En el broche estaban las iniciales de su madre. Era hermoso. Definitivamente se lo quedaría, no había mejor forma de sentir que tenía a su madre cerca.

—¡Listo!—exclamó el menor y luego vio la caja que su hermana llevaba—. ¿Qué llevas ahí?

—Algo de mamá, seguro le gustará que lo use—respondió y tomó la bolsa de manos de su hermano—. Vámonos, aún tenemos que comprar tus túnicas y tu varita, el resto lo comprará la tía Cissy.

—Está bien, vamos.

Salieron de la bóveda y lo primero que Venus vio fue aquel auto en el que no tenía nada de ganas de volver a subir. Pólux corrió al vehículo con emoción.

Ugh, aquí vamos de nuevo; pensó.

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Habían pasado un buen rato caminando por el callejón y dentro de una tienda de Quidditch de dónde no lograron salir hasta que Venus prometió comprarle todo el equipamiento a su hermano cuando entrara a segundo año y pudiera entrar al equipo y llevar sus propias cosas.

Ahora estaban entrando a Madame Malkin para comprar sus túnicas, decidieron ir ahí primero porque estaba más cerca de la tienda de Quidditch. Además de que ahí demorarán más tiempo pues comprarían para ambos y en Ollivanders solo sería la varita del menor.

—Buenos días, ¿en que puedo ayudarlos?—habló una señora rechoncha de cabellos blancos, con grandes gafas y una cinta métrica colgada de su cuello—. ¿Uniformes de Hogwarts?

—Sí señora—respondió Venus.

—Perfecto. ¿Nuevo ingresó?—preguntó y Venus asintió con la cabeza—. Y tú, ¿Casa de Hogwarts, querida?—volvió a preguntar, esta vez mientras buscaba en algunos cajones.

—Oh no, ambos somos de nuevo ingreso—dijo con algo de timidez, tal vez no era común gente con una situación como la suya—. Soy transferida, voy a mi tercer año pero es mi primera vez ahí...

—¡No hay ningún problema!—exclamó la mujer—. Síganme por aquí—dijo guiándolos a un salón en forma circular que en el medio tenía una pequeña tarimita—. ¿Quién irá primero?

—Ve tú, Drella—dijo Pólux a su hermana mayor, quería ver primero como era y luego pasar, esto de salir al mundo era nuevo para ambos y al menor aún lo ponían tímido cierras cosas—. Yo iré después.

—Perfecto—habló Malkin—, adelante querida, sube aquí. ¿Cuántas túnicas serán?

—Cinco cada uno, por favor.

Venus subió a la tarimilla, mientras que Pólux se sentó en un sillón a su lado a observar. La pelinegro siguió la órdenes de Malkin, poniéndose derecha y estirando los brazos.

Entre puntadas, alfileres y medidas, Venus por fin estuvo lista y con cinco túnicas, una para cada día de la semana como su tía se lo indicó. Se bajó de ahí y colocó las túnicas dobladas en la silla junto a la que su hermano estaba sentado.

—Listo querida, perfectas—dijo la señora.

—Tú turno Act, sube—Venus bajó de la tarimilla y su hermano subió—. Iré a ver alguna que otra cosa, necesito ropa para las salidas a Hogsmeade.

—Está bien, te espero.

Venus empezó a caminar por el almacén, había túnicas y ropa de invierno muy bonita, no había más variedad pues la tiene se especializaba en prendas que cubran.

—¡Mamá! ¡No quiero entrar con Fred y George!—escuchó una voz algo chillona, se volteó a ver pero los estantes no la dejaban.

—Percy, no trates así a tu hermanos—respondió una voz que seguramente era de una señora.

—Es que son demasiado desordenados, diles que vayan con papá a comprar libros o calderos, yo que se—dijo con fastidio de nuevo esa voz.

—¿Por qué no vas al estante de segunda mano? Mira a ver si encuentras túnicas de Gryffindor—le ordenó la mujer.

—Oh vamos Perce...—dijo otra voz.

—Nos portaremos bien—siguió la otra, como si se completaran.

—¿Gryffindor? ¿Túnicas de segunda?—preguntó Venus para sí misma, no estaba acostumbrada a escuchar eso.

Siguió viendo ropa, y se distrajo. Empezó a caminar por toda la tienda sin rumbo fijo. Ella amaba la ropa, el diseño y todos sus derivados, definitivamente le gustaría dedicarse a algo así algún día.

Estaba inmersa entre las telas hasta que chocó con alguien.

—¡Auch!—se quejó cuando por el impacto se pegó con una de las columnas de la tienda.

—Lo siento mucho, ¿estás bien?—cuando Venus abrió los ojos notó que aquella voz venía de un chico pelirrojo.

Definitivamente era un Weasley, pensó.

—Eh...si...yo...Estoy bien—contestó con torpeza, aún analizando a quien tenía al frente—, no te preocupes.

—De acuerdo—dijo el chico sonrojado—. Mmm bueno...¿Hogwarts?

—Si, si, Hogwarts.

—Que raro, estudio ahí y nunca te había visto—habló de nuevo viéndola algo embobado, está seguro que si en. Hogwarts estudiara una chica tan bonita el la hubiera visto.

Pero claro que había visto esta sonrisa, hace un año, ahí mismo. Él la reconoció, recordaba que se había quedado pensando en encontrarla en Hogwarts, pero nunca lo hizo.

—Es que apenas entraré este año, estudiaba en otro lugar—comentó Venus manteniendo la distancia, si su tía la viera hablando con un Weasley, la mataría.

—¡Intercambio! Eso suena genial, desde que estoy en primero no ha entrado ninguno—le contó el chico—. Supongo que debes estar nerviosa.

—Un poco, es raro no conocer a nadie—respondió la pelinegra rápidamente y dando un pequeño paso atrás.

—Ya me conoces a mí, además, ¡Me llamo Percy y soy prefecto!

—¿Eso es?—estaba segura de que se lo había escuchado a sus abuelos, pero no tenía ni idea.

—Somos los encargados de ayudar y dirigir a los estudiantes—respondió el pelirrojo con el pecho inflado—. Será un placer hacerlo cuando llegues.

—Eh, si, gracias—se dio la vuelta y escuchó cómo terminaban con su hermano, algo que no entendía era porque el chico la trataba tan bien, parecía no saber de qué familia era, ¡Ridículo! ¡Su túnica tenía el escudo!—. Ya me tengo que ir, lo siento.

Venus salió corriendo de aquel pasillo, sonrió cuando su hermanito torpemente bajaba de la tarimilla, se acercó a él y tomó su mano. Atras, un pelirrojo quedó embelesado con la chica, tal como lo había hecho hace un año, se veía menor que él por lo que esperaba que solo fuera un año, no quería que sus molestos hermanos gemelos arruinaran sus ganas de acercarse a la chica.

Si tan solo supiera el nombre de esa chica, pensó el de rizos. Claro, su cabello cubría el escudo en su túnica.

Venus pago las túnicas ahora irían a Ollivanders por la varita de Pólux y luego se encontrarían con su tía en el Caldero Chorreante.

—¿Te emociona comprar tu varita?—le preguntó mientras se acercaban a la tienda de letrero en letras doradas.

—¿Bromeas?-ironizó el menor—. ¡He esperado por esto desde que tengo memoria! Ya quiero saber de qué estará hecha, o cuál será mi núcleo.

—Veo que has investigado—respondió ante la emoción de Polux, el menor asintió con la cabeza. Venus sabía que su hermano era un niño muy curioso, le gustaba investigar y aprender—. Me alegra eso, serás un muy buen alumno en Hogwarts, lo sé.

—Eso espero, el abuelo dijo que los Black siempre se caracterizaron por tener excelentes notas—contó Polux—. El espera lo mismo de nosotros y no quiero decepcionarlo, aunque tu ya eras de las mejores de tu clase en Durmstrang.

—Algo que logré con mucho esfuerzo—contestó Venus, recordando lo mucho que estudiaba, pero también lo aterrada que se sentía cuando las maldiciones y magia oscura se le daban tan bien—. Se que tu, Cissa y Draco también se esforzaran y les saldrá todo bien.

—Merlín te oiga, quiero que los abuelos y nuestros padres esten orgullosos de ambos—dijo Polux con devoción, enserio quería recibir felicitaciones de sus carcelarios padres—. Tal vez, por fin padre demostrara felicidad por algo que yo haga.

—Él ya está feliz de lo que haces, solo que padre es algo...complicado—intentó Venus animarlo—. Bueno, el primer paso es clasificar en Slytherin.

—Todos los Black han ido ahí, no seremos la excepción—respondió alzándose de hombros, muy seguro de eso—. Mira Venus. ¡Llegamos!

Frente a ellos ya estaba la ya para Venus conocida tienda, le dio una sonrisa a su hermano el cual estaba algo nervioso. Polux quería que hasta la selección de su varita fuera perfecta, odiaba decepcionar a las personas y su mayor sueño era ser algún día tan genial como su hermana mayor.

—¡Señorita Lestrange!—exclamó el anciano frente a ellos desde el mostrador—. Que gusto verla por aqui, veo que ha traído a su hermano.

-Hola Señor Ollivander, así es—afirmó la pelinegra—. Act, ha venido por su varita.

—Polux Arcturus Lestrange Black-dijo el pelinegro menor con orgullo—. Un gusto conocerlo, espero me ayude a encontrar la varita perfecta.

-Buen, señorito Lestrange, la varia es quien lo escoge a usted—respondió Ollivander—. Mejor acompáñeme por aquí, veremos qué varita está esperando por ti. ¿Listo?

—Más que listo—respondió con confianza.

Polux se acercó al señor, este le sonrió y le hizo una seña para que lo esperara ahí, mientras su hermana le hacía porras internamente a su hermanito para que encontrara su varita mucho más fácil que ella.

—Pruebe con esta, madera de abeto, 29cm y núcleo de pelo de cola de unicornio—el anciano había llegado detrás de unos estantes con una caja, Polux la recibió y la miró confundido—. Agitela, ¿zurdo?

—Sí señor—afirmó, pues había tomado la varita con la mano izquierda. La agito con nerviosismo y una de las gavetas de un estante se vino abajo. Venus dio un brinquito por la sorpresa.

—¿Ese fui yo?—preguntó cuando vio el desastre. Su hermana soltó una leve risa cuando vio su cara.

—Si, pero tranquilo, eso simplemente nos indica que esta no es su varita—dijo Ollivanders con tranquilidad.

Probaron varias varitas, estantes rotos, cajas caída y hasta en una ocasión Venus tuvo que agacharse para no ser golpeada por una lámpara.

Pólux se sentía cansado, ya quería irse a casa.

—Ya llegará la tuya hermanito—lo tranquilizó Venus.

—Pruebe con esta ahora.

—Esta bien...—Pólux tomó la varita aún con más desconfianza, pero maravillosamente una chispa de color azul salió de la varita, indicando que era la suya—. ¿Esta es? ¡Esta es!

—Jum...27 cm, madera de roble y espino, núcleo de fibra de corazón de dragón...Buena para artes oscuras y encantamientos llamativos—contó el hombre mayor—. Me recuerda mucho a la varita de alguien de su familia.

—¡Eso es genial! ¿No?—celebró el pelinegro—. Ya quiero mostrársela a Draco y Mérope, también quiero ver las suyas.

—7 galeones, ¿cierto?—dijo Venus al hombre mayor que ya se había puesto detrás del mostrador, Ollivanders asintió con la cabeza, así que la pelinegra pagó—. Perfecto, gracias.

—¿Podemos ir por una galleta antes?—preguntó Pólux a su hermana mientras tomaba su mano y salían de la tienda.

—Claro que sí, vamos.

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Venus y Pólux disfrutaron de una deliciosa galleta en una pastelería cercana. En el mundo mágico vendían las galletas de miel y calabaza más deliciosas del mundo, por lo que cada uno disfrutó ese dulce momento.

Ya tenían todo lo que su tía les había mandado a comprar, así que se dirigieron al Caldero Chorreante donde se encontrarían con toda su familia.

—En la tienda, pude ver que te chocaste con alguien—dijo Pólux de la nada, haciendo que Venus quedara helada.

—¿Qué tienda?

—La de las túnicas, cuando te fuiste por los pasillos y yo estaba midiéndome mi túnica—respondió dándole otro mordisco a su galleta.

—Eh...no fue nadie, solo un cliente más—habló algo nerviosa, si su hermano sabía que se chocó con un Weasley, se lo podría salir frente a sus abuelos.

—Parece que hablaron, pensé que lo conocías, ¿enserio no lo conoces?—inquirió el menor.

—No hablé con nadie, y es tonto pensar que lo conozco, te recuerdo que yo estudiaba en Durmstrang—Venus le recalcó lo último.

—Todo es posible—dijo Pólux alzándose de hombros.

—Esto no...—dijo mientras entraban al abarrotado lugar—. Mira, podemos sentarnos en esa mesa.

—¿Alguien está de cumpleaños?

—¿Por qué preguntas?

—Porque mira, ahí está un hombre organizando como una fiesta de cumpleaños—Pólux señaló hacía el otro lado de la tienda.

Ahí un hombre de cabellos castaños, acompañado de dos niños, uno que parecía de su edad y una niña que parecía de la edad de Pólux decoraban una mesa para lo que efectivamente era un cumpleaños.

El niño que parecía de su edad se dio la vuelta y por un momento hizo contacto visual con ella, enseguida se dio la vuelta siguió con la charla que tenía con su hermano.

—Al parecer sí, alguien cumple años—respondió.

Al poco rato de seguir hablando con su hermano de cómo se imaginaban su colegio, su tía Narcissa hizo acto de presencia con sus dos primos menores.

—Tía, por fin volvieron—dijo la Lestrange mayor—. Tuvimos problemas en Ollivanders con la varita de Act pero de resto bien.

—Drella chocó con alguien, no me quiere decir quién fue—dijo Pólux ganándose una mala mirada de su hermana.

—Ya te dije que yo tampoco lo sé, solo me he chocado y ya—dijo severamente, no pensaba tocar nunca jamás el tema.

—Bueno eso no importa—dijo la rubia menor rodando los ojos—. ¡Mira Drella! Me he comprado diademas para el cabello y mamá te ha comprado un lazo mágico.

—¡Wow! Gracias tía, enserio gracias es precioso—respondió tomando su regalo.

—Para ustedes siempre lo mejor, ¿si?—le respondió su tía.

—Drella...—la llamó su pequeña prima—. Mira mi varita, es hermosa ¿cierto?

—Es muy tu Cissa, es hermosa ¿como te fue escogiéndola?—dijo Venus mirando la varita en la caja.

—Fue complicado, pero se pudo. ¡Me encanta!—la pequeña rubia chillaba de alegría y Venus sonreía con eso, amaba ver a sus primos felices—. Oye Drella, ¿te gustaría tener un gato?

—¿Un gato?

—Sí, peludo y hermoso—hablaba Mérope con ilusión.

—O más bien quieres que yo diga que quiero un gato para que te dejen tener uno—inquirió Venus y su prima la miró con inocencia.

—Bueno, tal vez—dijo con una pequeña risita.

—Está bien, puedes decir que lo cuidaremos entre las dos, igual me gustan los animales y te puedo colaborar cuando quieras—dijo Venus con amor, recibiendo un abrazo de su prima.

—¡Eres la mejor prima del mundo!

—Soy la única que tienes.

Segundos después el arrugado elfo de los Malfoy se apareció frente a los menores con una jaula bastante grande, cubierta con una manta. La jaula se sacudía como si hubiera algo adentro, lo cual era lo más probable.

—¿Qué hay ahí, Dobby?—preguntó Venus con algo de desconfianza. Pólux se puso detrás de ella disimuladamente, mientras que Draco no dudó en correr detrás de su hermana.

—Dobby ha traido un búho royalty, de plumaje negro como lo ha pedido la ama—respondió el elfo quitando la sabana y dejando ver una hermosa ave de piel color plomo—. Los búhos royalty pueden cargar mas peso que las lechuzas normales mi ama.

—¡Es precioso!-dijo la rubia menor—. ¿Es nuestro, madre? Di que sí, me encanta.

—Sí, es de los cuatro—respondió la matriarca—. Es para enviar y recibir su correo cuando entren a Hogwarts, le pedí a Dobby que buscara el ave que más peso pudiera cargar para que lleve y traiga incluso si los 4 piden paquetes.

—Es genial, ya quiero mandar mi primera carta-dijo Draco examinando el animal—. Se llamará Hades, como uno de los libros que nos lee padre dice que se llama un Dios griego.

—¿Todos de acuerdo con el nombre?—preguntó Narcissa y los menores asintieron.

—Quiero un gato, yo sé que Venus también quiero un gato—dijo mirando el búho y sonriendo con demasiada inocencia—. ¿Podemos tener un gato? Será de ambas.

—Claro que si, Dobby antes del anochecer consigue un gato para ambas, de preferencia negro—dijo su madre al elfo.

—Claro que sí mi ama—respondió la criatura.

—Bueno...ya va siendo hora de ir a casa, su padre llegará a la mansión directamente—añadió Narcissa—. ¡Dobby! Llévanos a casa.

Fueron directamente transportados a la Mansión Malfoy, donde luego de compartir una cena con su tía, tío y primos por medio de polvos flu llegaron a su hogar.

Al llegar Pólux fue el primero que con emoción se acercó a sus abuelos para mostrarle todo lo que compraron, Venus lo siguió con una sonrisa en su rostro, estaba emocionada por esta nueva etapa. Extrañaría mucho a sus amigos de Durmstrang, pero ella sabe que siempre estarán para ella a pesar de la distancia.

Que comience esto, pensó antes de acostarse a dormir.

Solo quedaba esperar un mes, un mes que probablemente pasaría en un abrir y cerrar de ojos para iniciar esa nueva experiencia.

§
Tiempo sin actualizar, pero ¡volví!
La verdad si extrañé mucho escribir.

Este es el último capítulo de este primer acto, espero les guste mucho.
En minutos tendremos la presentación del segundo acto. Luego de tanto podré volver a ser constante con mis actualizaciones.

Voten, comenten y síganme. Los tqm <3

Xoxo, Ela.
§

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