i. the great war
LOS BOMBARDEOS ALREDEDOR eran algo que tenían bastante intranquila a Annette Dupont.
Desde que habían llegado a Inglaterra, su familia vivía con el constante temor a que en cualquier momento una bomba callera sobre sus cabezas y esa noche no había sido la excepción
En el pequeño pueblo de Finchley, las bombas caían con gran estruendo alrededor, e inmediatamente todos debieron correr hacia su pequeño refugio para mantenerse a salvo.
Annette despertó asustada, pues el impacto de las bombas a su alrededor la hizo volver a la realidad, inmediatamente salió de su cama, tomó su pequeño kit que tenia para cualquier evacuación, tomó una manta para su pequeño hermano menor y una linterna y salió a toda prisa de su habitación, encontrándose con su hermano saliendo de la suya totalmente asustado. Ella lo tomó de la mano y bajaron corriendo hacia la planta baja donde su madre y su hermano mayor estaban por ir a buscarlos.
—¡Vamos! — grito su hermano Daimen mientras los empujaba a ambos a la salida del patio trasero donde estaba su pequeño refugio.
Annette y su madre salieron primero, luego le siguió Daimen y por último Fabrice quien a último minuto decido regresar por una fotografía de su padre quien había ido a la guerra. Daimen regreso por el para sacarlo del peligro.
Ambos llegaron al refugio bastante agitados siendo recibidos por su madre y hermana
—¿¡Están bien?! Díganme que si, me beaux enfats — pregunto exaltada su madre hacia ellos, ambos le asintieron en respuesta.
Fabrice se encaminó a los brazos de su hermana mayor, quien lo recibió gustoso abrazandolo.
—mon petit frère, estas a salvo, ya están a salvo — le susurró mientras acariciaba su cabello rizado.
Fabrice simplemente la escuchaba y asentía, siempre se sentiría seguro en los brazos de su hermana.
Cuando todos estuvieron tranquilos, Fabrice subió a la parte de arriba de una de las literas que ahí había, para así intentar dormir un poco. Deimos, Annette y su madre se quedaron abajo esperando a que el menor de los Dupont se durmiera, después de una hora imedia, Annette se asomó levemente para confirmar que su hermanito estaba totalmente dormido.
—Lo perdimos — anuncio mientras tomaba asiento en la cama de abajo junto a su hermano mayor.
Amelia les sonrió levemente, Annette sien embargo, sabía que algo no andaba bien, por que fue la misma sonrisa que les dio cuando su padre se fue a la guerra.
—Maman, ¿qué sucede? — pregunto preocupada a su madre.
Amelia suspiró rendida
—Tienen que irse. . .— susurró para así que sus hijos no la oyeran.
—¿Que? Mamá, no entendemos — respondió Deimos, confundido.
—Tienen que irse, los tres — respondió finalmente mirando a sus dos hijos mayores con lágrimas en sus ojos — la ciudad ya no es segura para ustedes, y por ordenes oficiales todos los niños deben ser llevados al campo
—No, no y mil veces no — respondió Daimen enfadado.
Annette simplemente se quedó callada, procesando que posiblemente tendría que dejar su hogar y a su madre, sola y desprotegida.
Amelia se acercó hasta su hija y la tomó de las manos, en busca de consuelo.
—mi dulce y tierna Anne', necesito que cuides de Fab', que le cuentes historias antes de dormir y lo protegas de todo lo que está pasando — suplico su madre observándola
Annette tenia la mirada baja, sin saber que responder.
—¿Cómo los cuentos de Peter Pan y muchos otros que nos contabas de niños? — pregunto con la voz entrecortada, levantando la mirada hacia su madre.
Amelia asintió levemente.
—No, no nos iremos a ninguna parte — objeto Daimen disgustado — papá me dijo que yo debía protegerlos a ustedes, no, yo no pienso ir, me quedaré aquí.
Amelia suspiró rendida, se acercó hasta su hijo y lo envolvió en un cálido abrazo tratando de consolarlo.
—Tienes que ir, Daimen, tienes que cuidar de ellos — respondió Amelia una vez que se separó de él.
—¿Pero quién te cuidará a ti? — pregunto al punto del llanto.
—Estaré bien, y estaré cerca de su padre, me ofrecí como voluntaria para ir a ayudar a los caídos en la guerra — anuncio mirando a sus dos hijos mayores.
Los dos no dijeron nada, por que no había nada que decir realmente.
Daimen se acercó hasta su hermana y la abrazo, para después recostarse en la cama de abajo de donde estaba Fabrice.
—Se Irán en la mañana, estarán bien y juntos, eso es lo más importante, muchos de los niños no tienen la misma suerte por que las familias no están dispuestas a recibir a tantos niños, pero afortunadamente un viejo amigo de su padre y mío se ofreció a acogerlos, estarán bien, se los prometo y dentro de poco volveremos a ser una familia unida.
Annette y Daimen se miraron, pero no dijeron nada, por qué no estaban seguros de que las palabras de su madre fueran ciertas.
Y por primera vez, Annette sintió miedo de que la mañana llegara, por qué eso significaba decirle adiós a su madre y a su segundo hogar. . .probablemente por última vez.
ANNETTE SENTIA COMO ALGUIEN LA ZARANDEABA, abrió los ojos lentamente y se tranquilizó al ver a su querido hermano. Ella le sonrió dulcemente.
—Buenos días, Fab — saludo cortésmente Annette con una sonrisa, aunque no le duró mucho, por qué recordaba que tenían que irse lejos.
Miro de reojo a su madre y luego a su hermano, soltó un gran suspiro, pues ella tendría que buscar la manera de decirle a su querido hermano que se irían de su amado hogar, igual ya estaba bastante acostumbrada porque era bastante recurrente que ella fuera quien le dijese las malas noticias, por mucho que no quisiera.
—Hey, Fab, tengo que decirte algo — hablo sutilmente Annette hacia su hermano.
Fabrice la miró sin comprender, sin embargo su hermana se levantó y se dirigió a la pequeña puerta del refugio, la abrió y se aseguro de que no hubiera peligro, luego de eso volvió por el y lo tomó de la mano para sacarlo de ahí.
—¿Estoy en problemas Annie'? — pregunto temeroso el menor una vez que habían salido del refugio.
Annette le sonrió de una forma tranquilizadora, dándole a entender que no estaba en problemas.
—No mi pequeño, no estas en problemas, es sobre la guerra — respondió en un suspiro.
Annette suspiró y tomó la fuerza que le quedaba para decirle a su hermanito la verdad.
—Vamos a tener que irnos, por ordenes oficiales dicen que todo menor de edad debe ser llevado al campo para mayor seguridad, un viejo amigo de nuestros padres se ofreció a acogernos a los tres, mon petit frère, vamos a estar juntos ¿si? Solo somos tu y yo — le aseguro mientras se acercaba a abrazarlo.
Fabrice no tardó en corresponder al abrazo, pues su hermana era la única persona que en verdad disfrutaba de sus abrazos, mentiría si dijera que el no veía a Annette como a una hermana más, si no como a una segunda madre, era su hermana mayor después de todo, ella velaba por el y lo protegía, recordaba constantemente como antes, cuando tenían bastante dinero y una vida de lujos, su madre daba fiestas bastante extravagantes pero el era muy pequeño para recordarlas, lo que si no olvidaría nunca era en cómo su hermana mayor se hacía cargo de él mientras sus padres se emborrachaban y al final Daimen intentaba mantenerlos sobrios.
Recordaba lo asustada que se ponía su Anne cuando el se ponía a llorar de la nada o cuando empezó a caminar y ella lo seguía a todos lados con miedo a que fuese a lastimarse con algo. Su hermana siempre cuidaría de él y de eso estaba totalmente seguro.
—Estaremos bien, ¿tú vas a cuidarme verdad Annie'? — pregunto con un hilo de voz.
Annette beso su frente dulcemente su frente y asintió levemente con su cabeza.
—Claro que si, mi dulce hermanito, ahora ven hay que entrar y empacar, nos iremos en unas horas — respondió mientras lo tomaba de la mano y entraban a su gran casa que milagrosamente seguía intacta.
Subieron a su habitación y comenzaron a llenar sus maletas con varia ropa, y una que otra cosa de su aseo personal sin contar otras cosas más de valor para ellos. Cuando Anne' terminó de empacar su maleta y de vestirse apropiadamente, fue a la habitación de su hermano Daimen para ayudarle a preparar sus cosas, por qué sabía que posiblemente no se despertaría en un buen rato, no después de la gran charla que tuvo con su madre, cuando terminó salió de su habitación y se encaminó a la de su hermanito Fabrice, quien también había terminado, por lo que siguió su camino hasta su habitación.
Tomo sus maletas y dio una última mirada a su habitación probablemente por última vez, suspiró pesadamente y cerró la puerta de su habitación bajando a la planta baja, donde Fabrice la esperaba.
—¿Tienes hambre? Puedo preparar algo si gustas — pregunto su hermana al verlo en la sala del comedor.
—¿Puedo ayudarte? — se ofreció Fabrice a lo que Annette asintió.
Ambos entraron a la cocina para así empezar a preparar la última cena que probablemente compartiría con su familia unida.
—Como te quiero tanto mi dulce hermanito, te prepararé lo que quieras — anuncio Anne a su hermano
—¿hasta un pastel de chocolate? — pregunto con ilusión Fabrice a su hermana.
Annette río suavemente.
—No, lo lamento Fab, pero mis capacidades de cocina no son tan altas — respondió con una mueca.
Su hermano suspiró frustrado.
—Esta bien, entonces solo quiero tostadas con mermelada ¿se puede? — pregunto esperanzado a que dijera que si.
Annette asintió por lo que se dispuso a prepar el desayuno a su hermano y hacer otra cosa diferente para ella, Daimen y su madre.
Cuando terminó de prepararlo, se sirvió en un plato y se puso a servirlo en dos más para cuando su madre y hermano se levantaran, cuando menos lo espero ambos estában en la cocina.
—Hola Mama, buenos días Daimen — saludo la pelinegra con una leve sonrisa.
—Hola querida, ¿ya empacaste? — pregunto observando las maletas en la entrada. Annette asintió levemente
Su madre simplemente asintió y se fue a preparase para llevarlos a la estación de tren, dejando que su hijo mayor desayunara.
—También empaque tu maleta Daimen, está junto a la mía — respondió Annette después de un rato.
El le sonrió en respuesta
—Gracias, Anne — respondió para después retirarse a su habitación.
Annette suspiró resignada, llendo a la sala de estar, de donde sacó del librero del montón el diario de su padre, solía fabricar varias cosas, recordaba como le hacía juguetes a ella y sus hermanos. Ella soñaba con ser una gran inventora, ella solía decirle a su padre que sería la próxima Marie Curie.
Salio de su ensoñación cuando sintió como alguien la tocaba del brazo, era su madre quien le sonreía con tristeza.
—Encontraste su diario — respondió observando el libro en las manos de su hija
Anne asintió levemente
—Quisiera llevarlo, amaba cuando el me fabricaba juguetes, si lo vez, dile que lo extraño y que me prometió que volvería — le aseguro mientras luchaba por que las lágrimas no salieran
—Te lo prometo Anne', ven hay que irnos — le recordó la mujer, tomándola del brazo y llevándola a la puerta donde sus hermanos las esperaban.
Tomaron su bufanda, gorros y saco al igual que alistaron y aseguraron su equipaje, antes de que pudieran salir a la puerta su madre les puso unas etiquetas en sus abrigos.
—No te la vayas a quitar — le ordeno Amelia a su hijo menor. — Ninguno de ustedes.
Sin decir nada se encaminaron al auto, donde Daimen le abrió la puerta a su hermana y fabrice para que subieran en la parte de atrás, luego hizo lo mismo con su madre para que los llegara a la estación del tren, luego el subió al asiento del copiloto.
Amelia arrancó frustrada, sabia que uno de sus hijos estaba molesto con ella, pensaba que sería Fabrice, pero era Daimen su hijo mayor quien estaba enfadada con ella y sin pensarlo estaban en la estación del tren, sus tres hijos bajaron dejándola atrás para comprar sus boletos de tren.
Daimen llevaba de la mano a Annette, y ella hacía lo mismo con Fabrice así formando una cadena. Se sentaron en una banca de ahí cerca esperando a su madre y Annette al ver la cara de sus hermanos intentó subirles el ánimo.
—No es malo, estaremos los tres juntos ¿eso es lo que importa no? — pregunto temerosa.
Daimen la miró serio y Fabrice simplemente se limitó a abrazarla.
No dijeron nada hasta que su madre volvió y le entregó su boleto a cada uno.
—Su tren partirá en unos minutos, tienen que ir a abordarlo — les hablo a sus hijos suavemente.
Ellos no dijeron nada, simplemente se encaminaron a la entrada del tren donde se irían lejos.
—Prometo escribirles, cada día y cada noche — les hablo su madre, deteniendolos antes de entrar al tren.
Fabrice miró a su madre con los ojos llenos de lágrimas, no quería decirle adiós a ella también, por qué ya lo había hecho con su padre, no quería volver a repetir el mismo cuento.
—Mi querido Fab', dale un abrazo a mamá ¿si? — pregunto mientras estiraba su brazos para que el la abrazara.
Fabrice no lo dudo y enseguida se tiro a los brazos de su madre.
—Te amo, ¿lo sabes verdad? Tienes que portarte bien, obedece a tus hermanos ellos van a protegerte — respondió mientras acariciaba su rizado cabello, el asentía rápidamente tratando de no llorar.
Como pudo se separo de Fabrice para abrazar a su querida Anne'
—Mi dulce pequeña — le hablo mientras la abrazaba — cuida de tus hermanos ¿si?
Annette asintió levemente
—Tu cuida de papá — respondió mientras le daba un ligero apretón en el abrazo, pues sabía que no vería a su madre en mucho tiempo.
Un grito a lo lejos de que ya tenían que subir al tren los hizo ponerse alerta.
—Ya tenemos que irnos — agregó Daimen serio.
Amelia miró a su hijo, esperando a que el se despidiera de ella, pero no lo hizo, simplemente tomó la mano de sus dos hermanos y subieron al tren.
Buscaron un compartimiento que estuviera vacío, aunque no todos lo estaban ya que había varios niños que también se irían, Fabrice los miraba asustado, por lo que abrazo a su hermana de la cintura para así que no lo dejaran atrás, hasta que finalmente encontraron un compartimiento vacío, entraron inmediatamente y Daimen se dispuso a acomodar las maletas de los tres.
Annette y Fabrice se sentaron en los asientos de enfrente abrazándose.
Daimen los vio y no pudo evitar sentirse culpable, Fabrice debería de estar jugando con otros niños de su edad, no estar preocupado por su hogar, la guerra y sus padres. Y Annette tendría que hacer las cosas que las señoritas de su edad harían, pero ella no era como las demás, Annette había tomado la responsabilidad de cuidar de ambos desde pequeña y el, desde más pequeño había aprendido a protegerlos y cuidarlos, pero en ese momento sentia que no podía protegerlos de la gran guerra.
—Hey — les llamo — mírenme, vamos a estar bien, estamos juntos esos es lo importante
Ambos le sonrieron a medias, mientras Annette y Deimos se había puesto a pensar que hubiera pasado si el amigo de sus padres no los hubieran acogido a los tres, probablemente cada uno iría a destinos diferentes, donde no se sabía como los tratarían, Annette se aterró al pensar que alguien tratara mal a su Fabrice y Daimen, mientras que ellos pensaban igual.
—Sobreviviremos a la gran guerra — hablo Daimen sin estar seguro de sus palabras.
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