❝ 02. LOOKS AND AGREEMENTS ❞

╰►MIRADAS Y ACUERDOS; DOS.

—Alteza Bestia, alteza Bella, rey Benjamín— saludó la princesa haciendo una reverencia— Escuché que ha reinado muy bien desde su coronación— sonrió mirándome.

—Y yo escuché que usted tenía un mono cómo mascota— miré a él inmenso tigre que estaba detrás de ella—. Creo que a ambos nos distorsionaron la información.

Ella me dirigió una mirada con una casi media sonrisa y yo en cambio le dediqué una sonrisa completa.

—Muy bien— habló mi padre, haciendo que nuestras miradas perdieran el contacto— ¿Gustan sentarse para poder comenzar nuestra conferencia?

—Por supuesto, gracias— Habló Aladdín y todos nos sentamos.

Cada familia se sentó en un lado de la mesa, haciéndome quedar frente a frente con la princesa de Agrabah.

—Entiendo que estamos aquí para discutir los puntos incumplidos en nuestro tratado de paz y libre comercio ¿No es cierto? — Inicié.

—Lo es, Rey Benjamín —Contestó Jasmine.

Comenzó la discusión de cómo podríamos arreglar aquellos puntos que nos serían inconvenientes realizar.

Durante toda la reunión miraba mi reloj constantemente, preguntándome dónde podría encontrarse Mal en aquellos momentos pues era su deber como mi dama de la corte y futura reina.

Después de un rato de propuestas rechazadas por ambas partes ocurrió lo que menos esperaba.

—¿Cuál es la propuesta que más les podría convenir? — Miré a las tres personas delante de mí.

—Una boda— respondió Jasmine con naturalidad.

—¿Disculpa? — Preguntó mi madre notablemente sorprendida.

—Eso Bella, una boda entre nuestros hijos— corroboró.

—No creo que eso sea considerable— respondí tranquilamente, parecía la solución menos susceptible.

—Rey Benjamín, es la única forma en la que esto se podría resolver. Mire el asunto desde este ángulo: Con la boda, nuestras tierras se unirán y ya no habría necesidad de tener el tratado como un seguro para la paz.

—Pero aun así sería inconveniente— levanté la voz.

—Rey Ben si nuestros pueblos siguen separados el tratado seguirá y con él las injusticias que trajo a Agrabah— miré a mi padre—. Nuestros aliados, que son antiguos enemigos de Auradon se levantarán en armas, pues lo que nos afecta a nosotros les afecta a ellos, se iniciaría una guerra y se perderían alianzas.

—Podemos destruir el tratado— intenté proponer y al decirlo en voz alta no sonó como la mejor de las propuestas.

—Por desgracia...— comenzó a hablar Scarlett—... si este tratado se rompe significaría que el fin del comercio entre nosotros. Varios elementos necesarios que Auradon provee a Agrabah dejarían de llegar a nuestro pueblo y también a nuestros aliados, lo que acabaría de igual forma en una guerra. No podríamos evitar el levantamiento de armas para ustedes ya qué no existiría la paz entre nosotros.

—Ellos tienen razón— dijo papá como giro inesperado.

—¿De verdad no hay otra forma? — volví a intentar.

—Rey Benjamín...— Scarlett levantó la voz de nuevo—... el tratado se hizo en tiempos de guerra, estábamos desesperados y ninguna parte se tomó la dedicación de que todo concluyera en paz y armonía. Tarde o temprano esto iba a pasar.

—¿No podemos hacer un nuevo tratado?

—Si hacemos otro tratado resultaría de la misma forma y mi hija no llegaría al reinado sin que hubiera una guerra de por medio— dijo Aladdín— Si hacemos un nuevo tratado que termine en paz y libre comercio, implicaría la unión de los dos reinos con la boda.

—¿Qué pasaría con el futuro de su hija? ¿No creen que podría gobernar mejor el pueblo con alguien amándola de verdad? ¿Qué pasa con su felicidad? — Levanté de nuevo la voz, esta vez con más impotencia.

—Rey, si estamos ofreciendo la propuesta es por qué mi hija ha estado de acuerdo y cree que es la mejor opción para Auradon y para Agrabah... Porqué ella cree fielmente que la paz del pueblo es su felicidad ¿No es así, Scarlett? — Siguió Jasmine.

La princesa se quedó un corto momento callada, hasta que finalmente nos miró a todos y habló con tono seguro.

—Es verdad. Si existe un nuevo tratado, tendría que quedar sellado con una boda. De lo contrario ambos reinos quedan expuestos y vidas se perderían por un tratado mal hecho de hace años. Yo no deseo eso para ninguno de nosotros.

—Me niego— hablé con normalidad, intentando no perder los estribos— Auradon ya tiene una reina.

—Ben todavía no se han casado, básicamente solamente es una dama de la corte— dijo mi madre.

—Sus altezas, los respeto mucho, pero...

—Sal de la habitación Benjamín— mi padre me interrumpió.

—No lo voy a hacer— volví a negar enojado.

—Hazlo Ben— apoyó mi madre.

—¡Yo soy el rey! — Defendí gritando.

—¡Y yo tu padre! Este tratado es mío, yo lo hice para evitar una guerra y si no sales ahora mismo una guerra es exactamente lo que vas a ocasionar.

—Mi amor, sal con él. Los adultos deben de hablar— escuché que decir Jasmine a su hija, mientras ella asentía— Delila, ve con ella— la chica asintió y tras una reverencia salió detrás de la princesa.

—Benjamín, sal de la sala ahora— insistió mi padre.

—Esto es increíble— mascullé y salí enojado.

La puerta se cerró detrás de nosotros y por mí parte a pesar de ser el rey, sólo me quedaba esperar con Scarlett afuera. Esperaba que ella saliera del castillo para hablar de lo que había pasado. Pero no.
Scarlett se quedó cerca de la puerta, con los ojos tristes y con una mirada llena de pena por parte de Delila.

—¿Usted estaba de acuerdo con esto? ¿Lo sabía si quiera? — Le pregunté.

—Me enteré a penas ayer— Respondió separándose de la puerta.

—¿Estaba de acuerdo?

—No tuve tiempo de decidirlo, pero haría lo que fuera por evitar una guerra— Me miró a los ojos y sentí una punzada en el estómago.

—Escuche... Yo lamento el escándalo de allá adentro...— Justo cuando iba a terminar la palabra e iba a tocar su hombro a señal de apoyo y disculpa, el tigre me empujó y me rugió.

—¡Rajah! — Lo reprendió Scarlett, y el tigre se calmó un poco.

—Con que él es el famoso Rajah— sonreí con nerviosismo.

—En realidad no. Rajah falleció hace un año... Él es Rajah II, su hijo— aclaró acariciando a su mascota.

—Lamento su pérdida...

—No hace falta. Los tigres no viven para siempre, supongo— me dio una sonrisa de medio lado.

Intenté acercarme de nuevo a ella, pero el animal me volvió a rugir, esta vez con un tono más amenazador.

—No recomiendo que haga eso, rey Benjamín— se arrodilló y lo acarició—. Se nota que no le agrada— rio.

—¿Y cómo le puedo llegar a agradar? — cuestioné.

—Agradándome a mí.


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