𝐭𝐰𝐨



LOST HISTORY ‧₊
02. ፧ ❝ DESPAIR ❞








STORYBROOKE

       TOCÓ REPETIDAMENTE LA puerta con insistencia un par de veces más hasta que por fin escucho el cerrojo del otro lado ser manipulado. Sonrió ansioso abrazando su libro.

Finalmente, un hombre muy alto y de cabello negro abrió la puerta dirigiéndole una mirada confusa e interrogante.

— Buen día... — Saludó con acento inglés y dudoso — ¿Henry, cierto? — El pequeño castaño asintió aún extasiado por su descubrimiento la noche anterior — ¿Qué necesitas?

— ¿Está Grace? — Preguntó rápido — Necesito hablar urgentemente con ella.

El más alto frunció el ceño y estaba por negarle ver a su hija, ya que, esta seguía con sus clases de piano en una de las habitaciones de la gran mansión pero el pequeño frente a él no dejaba de ser el hijo de la alcaldesa y no quería hacerle un desplante que después Regina fuera a malinterpretar.

Suspiró.

— Si, en seguida la llamo. Pasa. — Se hizo a un lado paciente de que el chico Mills entrara a la gran morada y con un ademán lo invito a sentarse en uno de los sillones de la impecable sala. — Vendrá en un momento.

Henry asintió mucho más calmado que antes ante la seriedad de aquel hombre, Roger, creía que llamaba, no estaba seguro totalmente. Pensó en si Grace habría heredado su elegancia y seriedad o si simplemente fue educada de esa manera tan abrumadora y aburrida.

Pocos minutos pasaron en los que el niño movía sus piernas de un lado a otro impaciente cuando finalmente la cabellera dorada blanquecina de Grace se asomó por la habitación. La chica le sonrió amable y se acercó a él mientras masajeaba sus manos adolorida.

— ¿Qué tal, Henry? — Se sentó a su lado — ¿A qué debo tu visita? — Se irguió derecha y tranquila a sabiendas que su padre aún estaba cerca pero al oír sus pasos alejándose respiró más tranquila y su postura cambió a una más relajada pero sin perder la elegancia — Gracias por salvarme. — Ambos rieron por lo bajo — La maestra Huddock no me deja tomar descansos.

— Entonces que bueno que vine. — El pequeño saco a relucir su gran libro — Tengo algo que contarte.

— ¿Ah si? — Lo miró levemente divertida — ¿Y de que se trata?

— ¿Recuerdas mi libro? — La ojiazul frunció levemente el ceño haciendo memoria para luego asentir. Vagamente tuvo presente aquel momento en el que el castaño le comentó que su maestra le regaló un enorme libro lleno de cuentos y a los días le hablo sobre una loca teoría que las personas en su pueblo eran parte de el — Anoche descubrí quien eres tu.

La rubia abrió los ojos levemente sorprendida, se sentía halagada de ser tomada en cuenta de esa forma en la imaginación del pequeño niño que no quiso hacer ningún comentario negativo, sabía que era un libro de cuentos y de cierta manera le resultó tierno que el menor la mirara con aquellos ojos mágicos y la relacionara con un personaje. Y sin mentir, la curiosidad por saber lo que diría igualmente la emocionaba.

— ¿Y quién soy? — El niño ensanchó su sonrisa creando tensión — No me digas que soy una bruja malvada o algo así.

Henry rió por la expresión de terror de la adolescente a la vez que negaba.

— ¡Eres Wendy, Grace! — Gritó/susurró emocionado y la chica sonrió leve.

« Wendy Darling » pensó divertida.

Una niña adorable y fantasiosa, además de aventurera claro, y todo lo opuesto a ella, por supuesto. Quiso reír por la comparación pero al ver a Henry tan emocionado alejo sus malos pensamientos sobre que lo único que ambas tenían en común era que a ninguna le fascinaba la idea de crecer y ser un adulto aburrido.

Aunque ya era una adolescente aburrida, sabía que era cuestión de años para ser una adulta aburrida y amargada.

— Mmm ¿Y Peter Pan? — Tocó su mentón pensativa — Por favor dime que es el lindo chico que sirve cafés en la otra calle.

Henry negó dudoso y lento.

— Aún no estoy seguro... — Abrió el pesado libro buscando dicho cuento — Tal vez él no esté en el pueblo.

Grace bajo los hombros sin hacer notoria su decepción, ni siquiera en la mente de un niño tenía novio.

— Oh, está bien — Rió leve despreocupada — ¿Y cómo llegaste a esa conclusión? — Se acomodo mejor en el sillón para prestarle mejor atención, así igual perdería el resto de su lección de música.

Antes amaba el piano — al igual que otros instrumentos como los tambores y saxofón — pero el que sea obligada a practicarlo estrictamente y con canciones tan tediosas le quitaba toda la magia.

— Ayer, Emma me preguntó quién eras y no pude dormir pensando en eso. — La chica asintió con atención aún desconfiando de la extraña — Entonces, me di cuenta que faltaba un cuento. Mira. — Le mostró las páginas faltantes y la emoción de Grace recayó un poco, ya que, Henry llego a la conclusión por hacer encajar una pieza faltante — Hoy en la mañana fui a la biblioteca y busqué el cuento original y todo encaja, son idénticas.

Grace soltó un suspiro sin mucho ánimo.

— No es verdad, Henry.

— Claro que si.

— ¿En qué nos parecemos, según tu?

— Pues... Son rubias, inglesas y quieres ser una niña por siempre.

— Y mírame — Se señaló a sí misma algo cansada, no quería ser grosera con él, pero la comparación era triste teniendo en cuenta su realidad, ella no era una niña feliz de cuentos — pronto cumpliré diecinueve años, Henry, ya no soy una niña.

— Pero todos tenemos un niño dentro de nosotros ¿no? — Insistió intentando convencerla.

— Henry... — Grace enredo sus palabras — Es momento de crecer, no puedo creer en cuentos. — Mencionó triste pero su comentario molestó al menor al ver que otra persona era incrédula a su hipótesis.

El castaño cerró el libro de golpe y se levantó rápido.

— Tienes razón, no eres Wendy. — Dijo receloso dirigiéndose a la entrada dispuesto a irse — Ella me habría creído.

— No quise decir eso... — Intentó detenerlo pero ya era tarde, se había marchado.

Grace choco su palma con su frente decepcionada consigo misma al haber escogido las palabras incorrectas.

Se recostó nuevamente en el sofá pensando en una manera de disculparse y que no fuera de manera forzada su falsa credibilidad en él.

Wendy Darling, repitió en su mente melancólica abrazándose a sí misma. Ella tenía amorosos hermanos y padres, aunque estos último eran algo malhumorados, pero ella no, estaba sola, no podía ir a ningún lugar, ni siquiera en su propia casa podía decir que ese era un hogar, lo único que la acompañaba por las noches era la luz de la luna y una frialdad escalofriante que desaparecía con los rayos del sol pero no aquel sentimiento de soledad.

Millones de cosas pasaban por su cabeza. Su monótona vida siempre parecía ir en una estrecha y delgada línea de la cual no podías salir, no podía decidir, ni que camino tomar. Ojalá solo fuera un sueño. Pero había decidido abrir los ojos a una edad temprana y seguir con lo que sería su vida para siempre, sin deseos o ilusiones, solo órdenes ignorando la sensación de que indudablemente algo faltaba en su vida, como si un pedazo hubiera sido arrancado de la noche a la mañana. Estaba rendida y deprimida.

Sus pensamientos fueron interrumpidos segundos después, puesto que su padre al oír la puerta había vuelto nuevamente al salón de recibimiento y se posó en el marco de la habitación y cuando su hija reparó en su presencia, este simplemente con un movimiento de cabeza le indicó volver a sus clases a lo cual, ella sin poder negarse o replicar, simplemente asintió sumisa y fue escaleras arriba.













Se dirigió a pasos pesados nuevamente al elegante auto blanco donde Javier la esperaba mientras veía con decepción su café matutino regañándose a sí misma por su usual cobardía que se anteponía a sus deseos. Otro día más sin pedirle el número a aquel lindo pelirrojo que al verla entrar a la cafetería sabía su pedido.

El café ni siquiera era tan bueno, pero acudía al lugar con tal de verlo. Sabía su nombre por el gafete que siempre cargaba, Archie, pero no se atrevía a decirle más de dos palabras por miedo, pese a ya ser una clienta recurrente él ya la reconocía y solía intentar conversar con ella pero lo único que salía de su boca eran respuestas sosas que cortaban cualquier tipo de interacción.

Suspiró decidida a entrar al coche pero antes una rubia mayor detuvo su acción luciendo agitada.

— Hola. — Trago duro y Grace retrocedió lento al reconocerla, era la mujer que vio con Henry antes — No se si me recuerdes, soy Emma S...

— Si, te recuerdo. — La miro con suspicacia.

No era fan de los extraños y en un pueblo tan pequeño, todos se conocían y ante cualquier anomalía era común sospechar.

» — ¿Qué necesita?

Emma al notar la desconfianza de la chica optó por ir al punto rápido.

— Se que eres amiga de Henry e imagino que ya te dijo algo sobre su libro. — La menor asintió aún culpable por aquel recuerdo. — Necesito... Por favor, que sigas la corriente. — Grace la miro extrañada por su petición — Intentó acoplarme a su vida aquí y creo que eso tal vez ayude en sus terapias.

La mayor aún percibiendo la duda en aquella adolescente insistió.

»— Por favor, es solo un niño. — Sinceramente estaba desesperada, Henry creyó que lo traicionó y que lo creía un loco por pensar que sus cuentos eran mentiras y necesitaba aliados que tuvieran aprecio por Henry en contra de la estricta alcaldesa que la quería fuera del pueblo — ¿Qué tú no recuerdas esa época de tu infancia donde todo era fantasía? ¿Cuándo eras más que feliz creyendo cuentos de hadas?

Aquello fue otra bomba para Grace. ¿Alguna vez fue feliz? Suponía que si, debió tener inocencia en algún punto de su vida ¿no?

Busco en su memoria aquellos recuerdos y los tenia, más estos eran difusos, pero ahí estaban, solo que no sabía cómo se sintió en esos momentos.

¿Quien era ahora? ¿Que era ahora? Lo único que sabía es que ni ella misma se quería cerca.

— ¿Qué relación tiene con él? — Se adelantó evitando su pregunta anterior — ¿O por qué le preocupa tanto?

— Soy su madre. — Soltó de golpe a lo cual Grace la vió sospechosamente — Biológica, Regina es su madre adoptiva.

La ojiazul asintió comprendiendo sin mostrar su sorpresa, era buena escondiendo sus emociones a fin de cuentas.

— Descuide, lo haré. — Siguió con su acción abriendo la puerta trasera del auto — Si es que él quiere volver a hablar conmigo...

— Henry es... Inteligente y cariñoso, es un niño muy especial. — Ambas rubias sonrieron enternecidas y la adolescente viendo la preocupación de la mujer decidió darle una oportunidad o el beneficio de la duda, más bien — Él entenderá.

— Lo se, gracias por... — Calló, no sabía porqué agradecerle exactamente, solo sintió la necesidad de hacerlo.

— Descuida, solo me hago cargo de él.

Finalmente se despidieron con una sonrisa cordial y Grace fue al interior del carro para su siguiente destino.

Las anteriores palabras de la tal Emma Swan resonaban en su cabeza como un tambor a punto de explotar.

¿Era feliz? No ¿Lo fue alguna vez? No lo sabe.

Era una completa porquería vivir de esa manera, como si fuera incapaz de reír y soñar, sola en una jaula de oro de la cual no podía escapar, ni siquiera estaba segura de sentirse verdaderamente amada por sus progenitores, tal vez ver a Emma tan preocupada por Henry desempolvó ciertas emociones que creía extintas hace bastante tiempo, justo en el momento en el que decidió crecer y seguir órdenes.

Siguió con aquel remolino en su cabeza antes de ser sacada de sus pensamientos por Javier.

— Si no le importa, pasaremos a la tintorería por un encargo de sus padres antes de su escuela.

— S-Si claro, no hay problema. — Murmuró tímida apenas audible.

Llegando a aquella plaza donde estaba el local adonde se dirigían, se encontraron con la terrible presencia de que no había lugar de estacionamiento disponible, por lo que tuvieron que parar una cuadra más lejos.

Antes de que su chofer bajara del auto, Grace se percató de la presencia de una de sus compañeras de clase, Alice. Nunca había hablado con ella pero la admiraba en secreto, era una chica rebelde que siempre le gastaba bromas a todos y por supuesto hacía lo que se le viniera en gana sin importar el que dirán. La ojiazul deseaba ser igual a ella, tan despreocupada y espontánea pero su triste realidad siempre la jalaba de vuelta con fuerza.

No supo que ocurrió entonces, fue como un impulso lo que la hizo soltar las siguientes palabras y perseguir a la rubia con ropas negras.

— Yo puedo ir a la tintorería. — Desabrochó rápido su cinturón de seguridad y bajo medio cuerpo del auto.

— ¿Está segura? — Preguntó el hombre mayor con preocupación.

— Claro, no hay problema. — Intentó sonreírle.

— Puedo acompañarla si gusta. — La rubia apretó los labios ante su insistencia pero no perdió la compostura.

— No, descuida, iré rápido. — Javier le volvió a dirigir esa mirada insegura a lo cual ella le sonrió leve intentando calmarlo — tampoco le dire a mis padres, descuida.

El mayor asintió aún sin estar convencido pero sin ganas de contradecirla la dejó ir.

Ya fuera del auto, Grace apresuró su paso esperanzada de toparse con Alice y tal vez entablar una conversación, si es que su timidez lo permitía.

Se adentró al local algo temerosa por la idea que tenía en mente mientras una pequeña campana resonaba anunciando su llegada.

Cuidadosamente se colocó a lado de Alice como el siguiente turno y está apenas le dirigió una mirada de soslayo.

Trago dura sintiéndose intimidada por su persona.

— Hola... — Musitó suave, en tanto la otra muchacha apenas y la miró.

Grace bajó la mirada apenada y avergonzada. Se culpó inmediatamente, era tonto pensar en hablarle a una chica como ella así de la nada puesto que ella ya tenía su fama, la ojiazul no hablaba con nadie, pues sus padres se lo prohibían justificando con que ninguno era de su clase y no debía juntarse con cualquiera, por ello muchos de sus compañeros la catalogaban como una estirada creída.

Abandonó su mente cuando comenzó a escuchar la no muy agradable conversación de la otra rubia con el encargado de la tienda.

— ¿¡Perdido!? — Reclamó furiosa — ¡Oye, amigo debo usar ese delantal hoy!

El que parecía ser el gerente observó a la de cabello corto con mechas rosas despectivamente encogiéndose de hombros.

— Estaba de guardia el otro turno, ahora no puedo hacer nada por usted.

— ¿Cómo es posible? — Levantó las manos al aire dramática mientras que Grace seguía expectante, más no se atrevía a meterse — ¡Lo estoy viendo desde aquí! — Señaló la prenda anteriormente dicha justo detrás del hombre con bigote gracioso.

— Su nota dice otro pedido, lo lamento. — Por su tono de voz la ojiazul estaba segura de que no lo lamentaba en lo más mínimo.

— No, usted lo lamentara.

Sin más, la de camisa negra salió hecha furia del lugar —  ¡Esta tienda es un robo!

Luego, como por arte de magia la amargada cara del hombre encargado cambio a una amable cuando se dirigió hacia ella.

— ¿Pedido para los Lowell, cierto? — Preguntó con una sonrisa radiante, pero la chica aún apenada por lo anterior presenciado agachó la mirada asintió. — En seguida.

Terminaron de atenderla rápidamente y salió del lugar con los caros sacos de vestir de su padre pero justo afuera de la tintorería volvió a encontrarse con Alice, sentada en la acerca moviendo su pierna ansiosa fumando un cigarrillo.

Giselle trago duro antes de volver a intentar acercarse. Cuando se aproximó un par de pasos carraspeó haciéndose notar.

La del pelo corto le lanzo una corta mirada parecida a la anterior dentro del local.

— Lamento lo de tu delantal... — Habló cuidadosa temiendo su reacción.

— No finjas. — Azotó brusca su cigarro — No lo lamentas y por lo visto, a ese tipo tan nefasto sólo le falto ponerte una alfombra roja cuando entraste.

— L-lo digo en serio. — Jugó con sus manos ansiosa — Se portó mal contigo.

— No me digas. — Rodó los ojos — Ustedes los ricos siempre tienen a todos a sus pies, no les importan los que son como yo.

— ¿Y cómo eres, según tu? — Grace se sentó junto a ella en la acera tímida a lo cual Alice la miro confusa.

— Bueno ¿Y tú por qué me hablas? — Preguntó arisca negándose a responderle — Creí que solo te codeabas con los de la alta, no con meseras de cafetería.

Grace soltó una risa irónica, si tan solo supiera que tenía un fuerte crush justamente con su compañero de trabajo.

— Pues... Te puedo sorprender más de lo que te imaginas.

— ¿Ah si? Lo dudo. — La de cabello largo mordió sus labios y se levantó cansada de la actitud de la de vestimenta oscura.

— ¿Por que eres así? Solo intento ser amable.

— Porque no te creo nada. — Bramó seria.

La ojiazul movió una de sus piernas resentidas con sus palabras pero aquella necesidad de encajar sin importar nada más era más fuerte.

— ¿Y qué puedo hacer para que me creas?

Alice la miro desde abajo largos segundos hasta formar una sonrisa traviesa.

— Ayúdame a recuperar mi delantal. — Exclamó determinada.

— ¿Cómo? El gerente dijo que no, sabrá que me mandaste. — Bajo sus hombros insegura.

— No pensaba pedírselo a él. — Su sonrisa se expandió a la vez que encendía otro cigarrillo.

Grace se alejo espantada.

— Eso sería robar. — Habló sin aliento.

— ¿Lo ves? Mejor vete y déjame esto a mi. — Con un gesto de mano la corrió y aunque no logró tocarla igual Grace siguió retrocediendo.

Respiro hondo decidida a regresar con Javier pero nuevamente sus pensamientos jugaron en su contra.

Seguramente Alice llegaría a la escuela con una gran anécdota sobre cómo burló al gerente y hasta la policía, metiéndose en problemas por un simple delantal, pero al final luchando por su derecho y divirtiéndose en el proceso. Pese a que lo negaba abiertamente en su interior deseaba algo así.

Quería hacer una locura que pudiera recordar y reírse cuando fuera una adulta aburrida y no hubiera marcha atrás.

Tomó una bocanada de aire y antes de arrepentirse regresó con la otra rubia posicionándose delante de ella luciendo segura de sí misma.

— Está bien, te ayudaré.

La otra se levantó de un salto lanzando una carcajada.

— Así se habla, princesa. — La de pelo corto la abrazo por los hombros echándole humo en la cara mientras que Grace solo se encogió entre sus brazos comenzando a creer que fue una mala elección.











— ¿Estas segura de que funcionará? — Cuestionó abrumada por todo en lo que se metió de repente, más ya no había marcha atrás, ya era cómplice activo.

— Pues, mi papá una vez me dijo que es bueno imaginar unas cuantas locuras antes de dormir. — Respondió sin importancia mientras que Grace ladeó su cabeza confundida al no encontrar sentido en sus palabras.

La más alta carraspeó.

— Quiero decir... ¿Esto resistirá? — Alzó con cuidado de no ser vista ni de astillarse un largo palo de madera que tenía un gancho viejo y oxidado enredado en la punta.

— Claro, es la mejor idea que he tenido en semanas. — Su tono despreocupado lograba todo lo contrario con la de pelo más largo

Pero aún así apenas pudo decir:

— Okey, confió en ti.

— Esa es la actitud.— Por fin logró abrir una de las ventanas traseras del local haciéndole una seña a su nueva amiga para que la alcanzara — Ahora mételo despacio y yo veré por el testetroscopio.

Grace la miró incrédula con el entrecejo fruncido.

— Telescopio. — Aclaró, aunque no eran más que dos rollos de papel higiénico que encontraron en un basurero con dos vidrios de dudosa procedencia.

— ¿Qué?

— Quisiste decir telescopio.

— Lo que sea — La de mechas rosas rodó los ojos al igual que Grace y ambas se pusieron en marcha con su plan.

La chica Lowell metió más de medio cuerpo por la pequeña abertura y estiró su brazo con aquel palo lo más que pudo.

— Bien... Bien, más a la derecha... ¡Derecha, dije! — Gritó/susurró.

— ¡Esa es la derecha! — Respondió de igual modo rezando internamente para que no fueran descubiertas, aunque eso no parecía preocuparle a su compañera.

— Entonces es la izquierda. — Grace la miró mal — ¡Apúrate! El panzón ya debe estar terminando su sándwich.

Después de segundos de tensión, Grace apenas pudo enganchar aquel blanco delantal con dificultad en su extraña arma improvisada. Cuando lo tuvo bien sujeto, con ayuda de Alice salió lentamente de aquella ventana con cuidado de no hacer un brusco movimiento que las hiciera perder aquella prenda.

— ¡Ah, gracias! — La de pelo corto la abrazo feliz — Soy increíble. — Se aludió sin reparar en lo que ocurría a su alrededor.

— Alice... — Ni siquiera la voz nerviosa de Grace la hizo dejar de ver feliz su delantal ahora libre de manchas de café.

— ¡Ra ra ra! — Festejó antes de ser sacudida bruscamente por la otra rubia que miraba al otro lado de la calle con miedo.

— ¡No, Alice! — La llamó señalando al sheriff que las miraba desde una distancia considerable con los brazos cruzados negando lentamente con la cabeza.

— Okey, — Tomó una mejor posición con movimientos pausados y una respiración profunda — corre a la izquierda, yo voy por la derecha.

— ¡¿Por?! — Con una mano tocó su pecho intentando calmar sus nervios y respiración.

— No sabrá a dónde correr, pero igual, a quien alcance, que lastima.

— Que horrible plan. — Grace volvió a darle una mala mirada que Alice ignoró.

Sin más que decir, Alice palmeo su espalda y salió huyendo dejando oír sus rápidas pisadas sobre la acera. Grace aún en shock le dirigió una rápida mirada al molesto oficial para después sentir la adrenalina por todo su cuerpo corriendo en dirección contraria justamente donde su chofer seguía estacionado, sin perder mucho tiempo intentó aumentar su velocidad lo más que pudo hasta que finalmente respiró tranquila cuando se introdujo en el auto.

— Rápido, arranca. — Indicó acelerada.

El adulto mayor, sorprendido por su petición la observó pasmado pero aún así siguió su orden rápidamente.

— ¿Todo bien, señorita?

Grace intentó acomodar varios cabellos sueltos de su cabello mientras soltaba pequeñas risas nerviosas.

— Todo está perfectamente, gracias Javier.

Grace sintió una inmensa felicidad que creía no volver a presenciar en ella, quería reír a carcajadas y contárselo a todo el mundo, pero sabía de antemano que no sería posible y aquello solo quedaría guardado en su memoria por siempre.

Lo que ignoro fue que en la tienda de la calle de enfrente un hombre de cabello largo observaba todo con cierta molestia y preocupación.

Gold acababa de ser testigo de lo que alguna vez su hechizo había extinto.

Apretó su bastón tomando rumbo hacia la alcaldía lo más pronto posible, algo estaba saliendo mal. Grace no debía ser feliz, no debía hacer ese tipo de cosas que ante cualquier loco y rebelde adolescente eran divertidas.

Una parte del hechizo estaba predestinado a su venganza contra su padre y era claro que al ser esa niña su felicidad, había decidido destruirla siendo lo más infeliz posible, por ambas partes, claro, ella ignorando su existencia atrapada en ese horrible mundo mortal mientras que él sufriría con su ausencia.

No odiaba directamente a Giselle pero no podía evitar tener cierto rencor hacia ella, pues aún después de todo su padre prefirió darle su atención a otros niños cualquiera antes que a él.

Inclusive pensó muchas veces en regresar a la isla y echarle en cara al ser que ayudó en su creación que su dulce Giselle ahora era una amargada y triste joven a punto de ser una adulta igual de miserable, cosa que sabía lo haría sufrir bastante por su enfermizo odio hacia la adultez, pero siempre cabía la posibilidad de que el tonto fuera a buscarla y tal vez en el intento romper el hechizo, por ello, esa pequeña victoria se la llevaba él en sus adentros.

















NEVERLAND


     CAMINABA A PASOS inseguros, por lo que llegaba a tropezarse seguido con las raíces salidas de los árboles, cosa que impacientaba al chico vestido de zorro que la llevaba de la mano, más este se ahorraba sus comentarios, ya era bastante que estuviera una niña ahí en Nunca Jamas debía mantener la calma.

— ¿Adónde vamos? — Preguntó por décima vez en lo que llevaban de recorrido.

El joven rubio rodó los ojos nuevamente soltando un suspiro pidiéndole paciencia a la segunda estrella apenas visible en el cielo.

— Ya te lo dije, iremos con Pan. — La pequeña hizo un puchero por su contestación algo ruda.

— ¿Quién? — Preguntó en voz baja.

— El rey de la isla, claro. — Sonrió autosuficiente.

No era secreto para nadie que todos los niños perdidos tenían una gran admiración y respeto por el gran Peter Pan, mucho más Zorrillo, su segundo al mando. Para él, más que un líder era un gran amigo.

— ¿Es bueno o es malo? — La pequeña rubia lo miro con curiosidad.

Poco a poco iba soltándose, pues muchas veces sus padres le advirtieron que nunca confiara en extraños pero aquel chico con disfraz de zorro parecía inofensivo.

— El mejor de todos, sin duda. — Siguió alabándolo — Con él podemos jugar todo el tiempo y hacer lo que queramos cuando queramos.

La menor lo miró asombrada.

— ¿Y no hay reglas?

— La única regla es que no hay reglas. — Giselle frunció el ceño ante su propia contradicción pero no dijo nada al respecto.

— Nunca escuche eso en Londres... — Quedó pensativa, era un gran bosque, y su pequeña edad no le permitía descifrar si estuvo ahí antes o si solo era un sueño.

Quería creer que era la segunda opción, pues solo en la imaginación de un niño existiría un lugar tan increíble como ese, más no recordaba haberse ido a la cama, lo último en su mente fue perseguir una extraña figura en los aires para luego despertar ahí y por consiguiente encontrar al chico que la acompañaba con algo parecido a un arco en las manos.

— ¿Y yo también puedo jugar?

Zorrillo suspiró harto.

— Haces muchas preguntas.

La niña inocente siguió mirándolo expectante, pues en su escuela de señoritas pese a que varias niñas querían hacer actividades divertidas eran reprimidas e inculcadas con enseñanzas dignas de una futura dama de sociedad respetable, solo tenía un suspiro en su habitación por las tardes cuando jugaba con sus muñecas, pero no era lo mismo.

El chico rodó los ojos al ver que la infante no le quitaba los ojos de encima.

» — Si, tal vez puedas jugar con nosotros. — Ladeó un poco su cabeza pensativo — Bueno, eso si Pan lo permite, no recibimos visitas de niñas.

— ¿Por qué no?

Zorrillo sentía su cabeza explotar y su paciencia estaba por irse, cosa que lo hizo ignorante al hecho de que ya habían llegado a su campamento, pero antes de poder articular palabra, el resto de los niños perdidos que al oír su llegada se habían acercado a recibirlo ahora se dirigían a él y su acompañante rápidamente con expresiones de estupefacción y terror.

— ¿¡Qué es eso!? ¿Se come? — Exclamó sorprendido un niño vestido de mofeta intentando tocar la mejilla de Giselle con su dedo índice pero ella se apartó espantada por la repentina multitud aferrándose al chico vestido de zorro.

— ¡Es una niña, zopenco! — Por el comentario anterior, otro niño vestido de conejo le dio un zape en la nuca del vestido de negro y franja blanca.

— ¿Qué hace aquí? — Cuestionó sin aliento uno vestido como oso — ¿Pan la trajo?

— Seguro fue la sombra, — Comentó uno del par vestido de mapache con una ceja alzada — a Pan no le gustan las niñas.

— Cuando la vea la va a echar, — Se burló el de orejas largas — las niñas arruinan la diversión.

Ante lo dicho Giselle comenzó a sentirse abrumada y rechazada, nunca fue mucho de convivir con niños, más que con uno de sus vecinos pero este igual parecía no tener interés en jugar con ella, no sabía cómo tratarlos, por ello fue aflojando poco a poco su agarre del rubio comenzando a retroceder lejos de todos.

— Huele rico, — Mencionó el más robusto a su lado haciéndola alejarse más rápido — ¿así son todas las niñas?

— ¿Eso que? — Se cruzó de brazos de manera nefasta el conejo — Las niñas no juegan, son aburridas.

La ojiazul a este punto ya quería llorar, se sentía tan mal por todos sus comentarios que lo único que atinó a hacer fue salir corriendo lejos de aquel círculo de niños, más no tomó un camino fijo puesto que no sabía adónde dirigirse en tan inmenso lugar por lo que al atravesar unas hojas que obstruían su paso inmediatamente chocó con una superficie blanda pese a las hojas que estaban en su vestimenta.

Giselle retrocedió asustada subiendo lentamente la mirada encontrándose ahora con un chico castaño de potentes ojos verdes.

Ambos se miraron curiosos largos segundos aunque en él primero hubo sorpresa. Giselle quiso volver a salir corriendo pero algo dentro de ella le decía que lo conocía, sentimiento que compartía con el famoso Peter Pan.

El anterior nombrado finalmente se inclinó lentamente evitando asustarla aún más, debido a la expresión de miedo que ya tenía la pequeña rubia, se puso sobre sus rodillas observándola con atención reconociéndola.

— ¿Tu qué haces aquí?

















Giselle miraba a su alrededor expectante mientras sus brazos se mantenían cruzados con evidente molestia por cómo la habían tratado los niños a su alrededor que no dejaban de verla como un bicho raro.

Después de una incómoda presentación con el rey de la isla, este le ordenó a sus niños que no perdieran de vista a la la rubia y la mantuvieran dentro del campamento en lo que el buscaba una respuesta del porque su llegada, pues el no tenía idea de cómo había ido a parar a su isla, ni tampoco sintió su presencia.

— Es una niña muy chiquita. — Hablo en tono suave Osezno en un intento vago de que esta dejara de verlos molesta.

— Parece una ardilla con esos enormes dientes. — Dijo despreocupado el vestido de Conejo, a lo cual Giselle frunció más su entrecejo causando que ahora todos los niños perdidos lo vieran con reproche.

— ¿Qué dije? — Cuestionó con inocencia y un levantamiento de hombros haciendo que el mayor y segundo al mando bufara.

En tanto, del otro lado de la isla, más exactamente en la isla calavera, Peter Pan tenía una seria conversación con su sombra junto a su alada amiga Tinker Bell.

— ¿Cómo logró entrar? — Balbuceó confuso — No pudo llegar así como si nada.

La sombra negó mientras la pequeña hada estaba expectante a la plática.

Se tocó el mentón pensativo.

» — Tu no pudiste traerla... — Señaló a su sombra — Y tu... bueno. — Se encogió de hombros mientras que la rubia lo miró enfadada por su mirada despectiva. — Ah no ser que... ¡Fue tu culpa! — Señaló de forma infantil a la de vestido verde, la cual abrió la boca indignada.

— ¿¡Mía, por qué!?

— ¡Si no hubieras querido entregar esa bailarina ella no nos hubiera visto! — Regañó mientras que Tinker que cruzó de brazos — Tal vez por accidente rociaste polvo sobre ella y nos siguió.

— ¡Iba justo detrás de ti! — Voló hacia la cara de su mejor amigo dándole un pellizco en la nariz — Y en todo caso sería culpa de La Sombra, sino fuera por sus alborotos no nos habría atrapado.

La Sombra al verse culpable se escondió detrás de una roca fingiendo lucir apenado.

Peter refunfuño.

— Eso igual no explica cómo es que no la sentí llegar.

— ¿Y eso qué? — Rodó los ojos la presencia diminuta — Ya está aquí de todos modos.

La Sombra la señaló dándole la razón por lo que Peter bufó por lo bajo.

— ¿Y qué hago con ella? — Levantó sus manos histérico — ¿La llevó de regreso? ¿Adónde? ¡No se donde vive!

— Pues, puede quedarse. — Exclamó dudosa — En la calle estaba sola, puede que estuviera perdida.

Peter la miro como si tuviera monos en la cara. Definitivamente no se quedaría, toda la situación era un error, él estaba feliz y pleno con sus niños perdidos, no necesitaban niñas inglesas estiradas que les estuvieran diciendo que hacer y que no, por eso las evitaba a toda costa, las mujeres maduran más rápido, eran como pequeños adultos controladores y tan aburridas. Además por lo visto no se llevaría bien con el resto de los niños perdidos.

— ¿Estás loca? — Preguntó revoltoso — Tu sabes cuál es la única regla aquí en la isla.

— Que no hay reglas. — La hada extendió su sonrisa — Será lindo tener otra chica aquí con quien charlar.

— Hablas conmigo. — Se señaló confundido y ella solo volcó los ojos.

— Alguien de este siglo y con opinión femenina. — Siguió hablando entretenida mirando el tic nervioso de su amigo — ¿Cuándo fue la última vez que te bañaste?

El chico frunció el ceño preocupado por su olor corporal, levantó uno de sus brazos y olió su axila.

— La semana pasada... Creo — Se cruzó de brazos — ¿Por qué?

— Definitivamente no les vendría mal una presencia femenil.

— No se quedará, Tink. — Sentenció seguro y sin más emprendió camino nuevamente al campamento.

La rubia miró a La Sombra aburrida y con un puchero y esta solo se pudo encoger de hombros.

Apareció cerca del lugar donde dejó a todos los niños en su usual humo verde cuando escuchó gritos cerca, aceleró su paso preocupado pero este disminuyó al oír risas filtradas. Cuando finalmente estuvo al límite de la estancia frunció su ceño confundido y asombrado por la escena frente a él.

La tal Giselle y los niños perdidos se correteaban entre ellos repletos de fango.

Y todo comenzó cuando Giselle y Conejo comenzaron a pelear por los insultos del segundo que los llevó a comenzar a lanzarse lodo y Zorrillo para evitar una disputa de alguna manera lo convirtió en un juego de "Tocada, las traes" cosa que calmó las aguas bastante, pues, ahora todos parecían ser amigos de toda la vida.

Su ceño se frunció aún más extrañado cuando vio a Giselle subir a la espalda de Osezno cubriéndolo de lodo mientras gritaba como una desquiciada.

— ¡El oso la trae!

El niño se la quitó de encima haciendo que la rubia cayera de pompa sobre otro charco salpicando a todos, inclusive Peter.

El chico miró la mancha de lodo sobre sus ropas y observó a los presentes con cara seria logrando asustarlos por un futuro regaño pero cuando reparo en la presencia de la pequeña niña su expresión de relajo notablemente al ver cómo está contenía una carcajada con una de sus manos sin importar mancharse de lodo.

Era extraño y cautivante, como si no pudiera enojarse con esos divinos ojos azules llenos de inocencia y felicidad. Suspiró soltando una risa que extraño a más de uno.

— ...Supongo que ahora yo tengo el toque. — Dejó caer sus brazos rendido a la vez que ante sus palabras los niños salieron corriendo despavoridos evitando ser tocados por Peter siguiendo con aquel ameno juego.















En una de las grandes mansiones en Londres, dos padres se abrazaban entre lágrimas preocupados por la desaparición de su pequeña hija, la cual perdieron de vista cuando salían de la ópera.

Cierto número de oficiales revisaba la casa mientras que otro se encargaba de hacerles preguntas sobre la apariencia de la infante y para asegurarse de que no fuera un secuestro.

— Tranquilos señores Llewelyn, daremos con su paradero pronto.

— Si algo le pasa a mi niña... — Emily no pudo terminar con la oración puesto que se ahogó en sollozos mientras que su esposo peinaba su cabello tranquilizándola.

Era difícil intentar actuar tranquilo para apoyarla cuando sus temblores debido al miedo de perder a su Giselle lo carcomían vivo.

— Por favor encuéntrela, no importa la cantidad de la recompensa, lo pagaremos. — Aseguró rápido para evitar que su voz sonara entrecortada.

— Déjelo en nuestras manos. — El policía intentó calmar a la pareja — Ya tenemos varios equipos de búsqueda por la zona, solo es cuestión de tiempo para...

— ¿Mamá? ¿Papá?

Todos los presentes en la mansión quedaron congelados ante la pequeña voz que provenía del filo de las enormes escaleras.

Él primero en salir corriendo hacia ella fue su padre, que al tenerla en frente le dio un fuerte abrazo que velozmente fue seguido por las manos de su madre verificando que no estuviera herida.

— Mira que sucia estas. — Intentó apartar el barro pero este solo se expandía — ¿Estas bien?

— Nos tenias muy preocupados. — Pronunció su padre con los ojos llorosos.

— ¿Dónde estabas? ¿Cómo llegaste? ¿Con quién estabas? — La rubia inundó a la pequeña con cientos de preguntas.

Giselle quiso reír debido a las cosquillas que le proporcionan el tacto de sus padres pero al caer en cuenta de sus rostros preocupados se abstuvo y los abrazó un par de segundos.

— Estuve en Nunca Jamas con Peter Pan.



















Admito que hacer a Grace
es bastante difícil ya que ella
realmente no tiene una
personalidad propia y sus
interacciones son tan simples
que me causa conflicto.



║█║▌│█│║▌║│█║▌║
2908200326081991

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top