𝐟𝐢𝐯𝐞
ૢ ✧ LOST HISTORY ੈ ✩ ‧₊
05. ፧ ❝ THE BEGINNING OF
THE END ❞
NEVERLAND
DESDE QUE GISELLE puso un pie en Neverland su tiempo en tierra firme pasaba más lento al quedarse sin el crecimiento de las noches por un buen descanso y desarrollo, pese a que ese era un juego sucio de Peter, le importaba poco o nada con tal que la pequeña rubia no madurara tan de prisa.
Por lo mismo, se encargaba de retenerla el mayor tiempo posible en su tierra y así llevarla a primera hora en la mañana, cuando debía ir a la escuela. Pero esto fue más difícil de lo que esperaba, puesto que la niña solo quería dormir cuando regresaban a Neverland y no disfrutaba de la diversión. Entonces, acordaron que le mostraría cómo viajar por medio de sus sueños y así jugaría mientras descansa, solo debía parpadear tres veces y pensar en aquella tierra mágica en lugar de contar ovejas.
Aunque en el momento presente ya no parecía ser la mejor idea que tuvo, puesto que, Giselle ya tenía dos semanas — calculando un tiempo no tan exacto, al menos — sin visitarlos o dar señales de vida. Cosa que comenzaba a angustiarlo.
¿Y si sus intereses cambiaron y simplemente se quedaba dormida soñando con un mundo adulto?
Seguiría mordiendo sus uñas mirando aquel tronco chueco sin nada en especial, perdido en sus pensamientos de no ser por el grito asustadizo de Conejo, al cual, sintió inmediatamente a su lado aferrándose a su brazo con miedo.
Peter miro al castaño de ojos azules confuso, pero antes de poder cuestionarle del porqué de su actitud sintió una presencia maligna a sus espaldas, logrando que optara una posición defensiva a la vez que escondía al niño a sus espaldas.
Achinó los ojos buscando el peligro que su instinto le indicaba. Por un par de segundos todo se encontró en calma hasta que de las sombras surgió una extraña niebla verde amarillenta que pronto los abrazó.
Peter intento alejarla de su cara sacudiendo su brazo, pero fue inútil.
No fue hasta que su juicio se nublo junto con su visión. Conejo y su preciada isla habían desaparecido. Estaba en un bosque, pero ninguno que conociera antes, este era oscuro y lúgubre, lo único que apenas lo hacia lograr vislumbrar cualquier cosa, era aquella neblina espesa.
— ¿Qué se siente?
Una voz conocida susurró en su oído causándole escalofríos y haciéndolo desequilibrarse unos instantes.
— La soledad a la que estás destinado... — Rumple no estaba por los alrededores, pero era él, sin duda — Todo el mal que causaste, volverá a ti mil veces peor y solo tu serás el causante.
Peter intento parpadear y tallarse los ojos, el humo comenzaba a hacer llorar sus cuencas con un sentimiento de ardor en ellos.
— Al final estarás solo, nadie te recordará y tendrás tu anhelado mundo de maravillas, pero no podrás disfrutarlo con nadie.
— ¡Cállate! — El ojiverde gritó feroz mientras cubría sus oídos mientras que él ente río macabro.
— No va a volver... — Alargó su carcajada — Todos se irán tarde o temprano. Y tu imaginación no será suficiente para traerlos de vuelta.
Repentinamente, soltó un grito tomando una gran bocanada de aire cuando finalmente reaccionó y sintió que este faltaba en sus pulmones.
Dio una mirada rápida a su alrededor encontrándose a todos los niños perdidos, con su fiel amiga alada en medio de todos ellos frente a su rostro luciendo preocupada.
Más, lo que llamo sobre todo su atención fue al niño vestido de Conejo que parecía igual de extrañados que los demás. Sabiendo entonces, que su anterior aparición fue solo una alucinación.
— ¿Estas bien? ¿Tuviste una pesadilla? — Acelerada, pregunto la diminuta hada.
El castaño se levantó de un salto sin importarle nada ni nadie, ni siquiera el hechizo de su hijo ni el cómo este logró traspasar hasta Neverland.
Rápidamente se sacudió la poca tierra de sus ropas antes de emprender camino y perderse entre la vegetación.
— ¡¿Qué haces, adónde vas?! — Preguntó Zorrillo intentando seguir su andar.
— No aguanto más, debo buscar a Giselle.
Sobrevoló las húmedas calles de Londres con prisa e impaciencia, necesitaba respuestas de porque la adorable niña perdida los había dejado de visitar.
Cuando logró dar con su casa y ver su ventana abierta con una tenue luz brotando de esta se detuvo tragando en seco. No estaba seguro si el poder de Rumpelstiltskin había influido en él de manera tan negativa como para incrustarle ese miedo de perder a todos sus compañeros, comenzando por Giselle o simplemente impulsó un hecho que que ya estaba comenzando a tomar en consideración.
Tomando una profunda respiración, se acercó a su cuarto y apenas asomó su cabeza la pudo ver ahí, tranquila sentada sobre su cama con varias sábanas encima mientras hojeaba un libro de cuentos. Le pareció curioso su vestir, pues, llevaba puesto un gorro y guantes de invierno pese a que fue verano, aunque no podía pasar por alto que justamente en su habitación había una extraña y fría ventisca que apenas se filtraba hacia afuera.
Frunció levemente el ceño antes de tocar su ventana capturando la atención de la pequeña rubia de inmediato, la cual, sonrió al instante al verlo. El mayor igual sonrió aliviado y con cierta alegría que sus suposiciones fueran falsas.
La ojiazul no se demoró en correr a su encuentro abriendo su ventana para dejarlo pasar. Al hacerlo, el chico pudo sentir más fuerte aquel frió emanar de sus aposentos.
— Darling... — Suspiró adentrando un pie en su habitación — ¿Qué...?
Antes de poder formular cualquier otra palabra, Peter fue jalado del pie sacándolo de la visión de Giselle, la cual, ahogó un grito cubriendo su boca y asomándose velozmente por su ventana preocupada buscando a su amigo en la oscuridad del vacío.
No pudo ver absolutamente nada mientras los latidos de su corazón sonaban fuertemente en sus oídos, hasta que se las sombras emergió la figura de un chico peliblanco riendo a carcajadas con un Peter molesto detrás de él, aferrándose al marco de la ventana y entrando a la alcoba de la niña a duras penas.
— No, no, no... — Se lamentó el castaño cubriendo su rostro con desespero — De todos los seres mágicos que existen ¡¿por qué tu?!
— Debiste ver tu cara. — El de piel pálida cuál nieve siguió riéndose del de vestimenta de hojas mientras también ingresaba al cuarto.
— ¡Agh! — Bufó quitándose las manos del rostro, fastidiado — ya déjame en paz.
Hubiera preferido cualquier cosa antes que encontrarse a Jack Frost ahí, estaba tan harto de las bromas y actitud infantil e irritante del espíritu.
Nunca lo admitiría en voz alta, pero eran tan parecidos que lo molestaba, tal vez por eso chocaban bastante, a excepción de que Jack era más optimista y no le importaría seguir siendo esa piedra en su zapato pese a todo, mientras que Peter ya se hubiera aburrido o hastiado, además de que este último era más egocéntrico.
— ¿Y separarme de mi mejor amigo? — Jack se acercó a él abrazándolo por los hombros con un tono de incredulidad — Eso si, jamas. — Sonrió burlón, a lo cual, Peter rodó los ojos y se deshizo de su agarre de forma brusca.
— Que no somos amigos. — Repitió lo mismo de cada siglo, una decena de veces cada que su camino cruzaba con el espíritu del invierno y diversión — ¿Por qué no vas a congelar un bosque o algo así?
Lo paso de largo, queriendo regresar a su objetivo inicial.
— Ya termine, — El ojiazul voló frente a sus narices deteniendo su andar haciendo al castaño retroceder un par de pasos — las hadas del invierno me ayudan bastante acá.
Ante su respuesta, Peter volteo la mirada cansado tomando una respiración a la vez que se abrazaba a si mismo, ya que, no pasaba por alto que cada que articulaban palabra, humo salía de sus bocas debido a sus alientos cálidos. No era apropiado este clima para Giselle.
» — Te perdí el rastro un buen rato, amigo. — Recalcó la última palabra — No te veo desde... ¿qué fue? — Fingió pensar — ¿El sesenta y tres? — Murmuró dudoso — En las madrigueras de Conejo ¿recuerdas esa pascua? Fue inolvidable.
Ante el recuerdo, fue inevitable para Peter no asomar una minúscula sonrisa. Aquel día tal vez sea de los pocos en los que Jack lo encontró de buen humor, tanto como para trabajar en equipo y hacerle una broma pesada al gran Conejo de pascua. Inclusive el suceso se público en los periódicos por lo extravagante y curiosa que fue aquella festividad dicho año.
Sin dudas, eso los colocó en el encabezado de la lista de los mal portados de Norte.
Pero, poco antes de que su sonrisa se extendiera la borro de golpe refunfuñando palabras in entendibles para el par ojiazul.
» — ¿Y Tink? — El peliblanco siguió parloteando al no obtener respuesta del castaño, alterando más sus cables — Me gustaría saludarla, Periwinkle estuvo preguntando por ella también, Mr. Invierno no las deja verse muy seguido. — Musitó con burla el nombre de aquel elfo.
Peter alzo una de sus cejas incrédulo de que realmente era como mirarse en un espejo invernal, pues, Jack también contaba con la compañía de una pequeña hada del invierno y no cualquiera, era nada más y nada menos que la gemela de Tink. Solo que al igual que él en ese instante, ambos estaban completamente solos.
— Se quedó en Nunca Jamas, — Respondió seco — tiene trabajo para las hadas del otoño.
Ahora fue turno de Jack de rodar los ojos con un suspiro exagerado de falso cansancio.
— Con los artesanos siempre es así, "trabajo, trabajo y trabajo" a todas horas. Las demás hadas deberían ser más independientes. — Rascó su cabeza como si aquello fuera la respuesta a la hambruna mundial — Aunque, digo, entiendo porque siempre está contigo, eres un tonto la mayoría del tiempo. — Sonrió socarrón, burlándose del chico vestido de verde.
Peter, molesto y con el ceño fruncido, achicó sus manos dispuesto a írsele encima aunque esto supusiera otra carrera por los aires, tal cual como ocurrió desde Nevada hasta Montreal en mil ochocientos cuarenta y dos. Pero antes de poder dar un paso, sintió como una pequeña presencia se aferraba a una de sus piernas, cuando bajo la cabeza se encontró con una Giselle sonriente, aparentemente, gustosa de verlo otra vez.
— Te dije que vendría. — Vaciló con gracia, pero grande fue la sorpresa del castaño al notar que no se dirigía precisamente a él.
Y fue entonces cuando recayó en el hecho que Giselle parecía ver y escuchar a Jack también. Lo cual, lo hizo cruzarse de brazos y mirar mal — como de costumbre — al espíritu del invierno. Mientras que Giselle pareció recordar algo que la hizo dirigirse a su closet siendo perseguida por la mirada de ambos jóvenes.
— ¿Desde cuándo se conocen?
— ¿Qué, celoso? — Peter simplemente respiró hondo evitando su mirada — Oh ¿acaso interrumpo tu robo a otro niño? — El rey de Nunca Jamas abrió la boca indignado.
— ¡No robo niños!
— Ajá, díselo a este anuncio. — Jack, sin expresión alguna, de su espalda sacó y extendió un boletín de búsqueda hacia un supuesto criminal llamado Peter Pan.
Lo peor, fue cuando al tomarlo, Peter leyó el cargo por el que se le buscaba, mirando con los ojos bien abiertos al par frente a él.
— ¡Esto es mentira! — Señaló con terror — ¡¿Acaso parezco un pederasta en potencia?!
— Pues... Revisando el contexto de tus acciones. — Jugó con su bastón dudoso el otro adolescente.
— Cállate.
El ojiverde siguió releyendo el anuncio incrédulo a la vez que la pequeña rubia regresaba en dirección a Jack, extendiéndole una sudadera azul que le pidió a su padre hace poco.
— Ten, te la regalo, para que no tengas frió. — Se la extendió con una sonrisa inocente.
Le preocupaba que el peliblanco siempre estuviera tan frió y no tuviera siquiera una bufanda encima, quería evitar que pescara un resfriado. Jack, en cambio, llevo sus manos al pecho conmovido, mientras se agachaba a su altura.
— La cuidare muy bien. — La tomo con delicadeza y una enorme sonrisa en el rostro — Gracias, pequeña Giselle.
Sin poder evitarlo, la abrazo con fuerza y sentimiento, acto que Giselle entre risas regreso algo extrañada. Pero eso no le iba ni venía al espíritu, era la primera persona en verlo en siglos o al menos directamente, era especial. Aún recordaba con nostalgia la primera vez que descubrió que aún había una posibilidad de ser visto.
Todo comenzó después de que Giselle se reuniera con el dramaturgo de la casa de en frente. La historia de Peter Pan comenzaba a convertirse en una leyenda a voces, causando que la mayoría de niños dejaran sus ventanas abiertas con la ilusión de ser llevados al país de Nunca Jamás a jugar por la eternidad.
Y cuando Jack descubrió aquello, supo que tendría que conocer a la fantasiosa niña que había corrido el rumor de la existencia de Peter, para que de alguna forma, también lo hiciera con su nombre y tal vez así, las personas pudieran verlo.
FLASHBACK
Frunció los labios con sospecha a la vez que se mantenía oculto detrás de una chimenea.
Estuvo siguiendo a su buen amigo Peter Pan un largo rato, más específicamente, desde que escucho a unos niños hablar de él mientras jugaban — o al menos lo intentaban — en un parque no muy lejos de su locación. Los infantes nombraron a una tal niña con sueños increíbles y que desearían que existiera un lugar tan hermoso como la niña de su clase relataba.
Con la duda en mente, se puso a trabajar y rápidamente dio con la susodicha, más grande fue su sorpresa al confirmar que conocía al único y original Peter. Por ello, sin más y con mucha sed de respuestas, decidió seguirlos y enterarse de lo que ocurría en verdad.
A los pocos minutos, de reojo observó a la pequeña compañera del castaño liderar y guiar el camino hacia la segunda estrella que los llevaría de regreso a Neverland. Entonces, sonrió con determinación y optó por finalmente descubrir quien era la tal Giselle Llewelyn.
Al estar fuera de la ventana, dio una mirada rápida notando que no había ninguna luz. Creyendo que la infante estaba dormida, sin mucha importancia, decidió colarse en su alcoba esperando encontrar algo que le diera algún indicio de cómo dio con Peter, hasta que recibió un golpe en su espalda con un bate de baseball.
— ¡Auch! — Se quejó sobando su espalda baja — ¡Oye! ¿qué te...? — Cayó de repente al darse cuenta de un gran detalle — ¿Puede verme? — Se preguntó a si mismo, incrédulo, en un susurro — ¿Puedes verme? — Se acercó hacia ella con mucha emoción encima.
Movió su mano de un lado a otro para asegurarse y al ver que la pequeña lo siguió con la mirada abrió sus ojos y boca asombrado, pese a que esta tomará con más fuerza su bate sin dejar de mirarlo con sospecha.
Lo había visto seguirlos a ella y Peter desde hace un par de cuadras, le pareció extraño y desde su encuentro con el feo cocodrilo de Nunca Jamás, era un poco menos confiada.
— No, no... — Alzó sus manos en son de paz al verla a la defensiva, tampoco la culpaba, estaba de miedo que alguien invadiera tu privacidad así como así, pero en su defensa, él no creyó que lo vería — ¡Soy amigo de Peter! — Aclaró antes de recibir otro golpe.
— ¿De verdad? — Levantó una de sus cejas escéptica — Pruébalo. — Dijo sería, mientras que Jack sonrió tranquilo sacando chispas azules de sus dedos que pronto se volvieron en pequeños copos de nieve, los cuales, volaron a los ojos de la pequeña, mostrándole un recuerdo de Jack y Peter escapando del conejo de pascua y sus interminables madrigueras.
Giselle sonrió emocionada un par de segundos observando a su alrededor, como si ella misma estuviera en ese lugar jugando con ellos, hasta que este se desvaneció y miro con cierta culpa al peliblanco.
— Perdón por golpearte, creí que eras un ladrón. — Dejó de lado su bat.
— ¿Tu, puedes verme, escucharme? — Repitió, aún incrédulo.
— ¿Por qué no podría? — Se cruzó de brazos sintiendo frió repentinamente — ¿Eres el hombre invisible?
— No, para nada. — Negó riendo bobamente —¿Cómo te llamas? — Giselle mordió su labio inferior suspicaz pero de cualquier modo Jack rió leve — Eres adorable. — Sin más, lanzó un copo de nieve al aire que al desvanecerse pequeños brillos azules y blancos se esparcieron por la cara de Giselle, cosa que la hizo abrir su boca asombrada acercándose a Jack aplaudiéndole por su truco.
— Soy Giselle — Dijo tímida.
— Jack Frost, a tu servicio — Giselle lo miró extrañada al no reconocer ese nombre mientras tanto el ojiazul hacía una reverencia elegante, para después extender su mano, la cual, la pequeña aceptó sintiéndola helada.
A partir de ese momento — e incontables noches en vela —, el par de ojiazules lograron formar una bella y sincera amistad, Giselle se entretenía escuchando las anécdotas de Jack — las cuales moría por contar a quien sea — y jugando con él y sus trucos de nieve, mientras que él no soltaría a la única persona que lo veía complentamente.
FIN DEL FLASHBACK
Peter observo aquel abrazo receloso con los brazos cruzados y en un impulso se interpuso en medio de ambos separándolos causando que Giselle casi tropezará, pero el castaño fue más rápido y pudo sostenerla con facilidad del cuello de su camisa sacándole una carcajada a la pequeña.
— Lindo detalle de tu visita Jack, como siempre no fue un gusto verte. — Dijo sarcástico ayudando a la rubia a recomponerse — ¡Pero! Giselle solo tiene espacio en su vida para un ser inmortal y ese ya se ocupó así que shu shu.
Jack soltó una carcajada y volando se sentó en la cama de la infante divertido.
— Pero si le caigo bien, mírala. — El par giró a ver a la niña, que trotaba distraída intentando atrapar un copo de nieve.
Pan, ante lo evidente, lo miro mal levantándole el dedo de en medio sin percatarse de que Giselle había detenido su andar para observar su gesto curiosa.
— ¿Qué significa eso? — Dijo señalando su mano.
— ¡Ah! nada, nada. — Rápido, escondió su mano y acarició su cabeza en tanto el espíritu del invierno reía fuertemente.
— Que gran ejemplo eres, Peter. — El anterior nombrado le dedicó una mala cara.
Pero, al segundo siguiente, carraspeó un poco avergonzado en dirección a la menor.
— Como sea, Giselle... — La llamo y esta le presto atención — ¿Tus padres saben de mi? — Preguntó viendo el panfleto en el piso preocupado. Con esa fama los niños le tendrían miedo y no podrían ir a jugar a Nunca Jamas igual que Giselle.
La rubia pareció pensarlo y rascó su nuca.
— Al principio les conté de ti... Y me dijeron que eras un hombre malo. — Peter apretó su mandíbula con preocupación — Pero luego me llevaron con un doctor y él dice que eres mi amigo imaginario.
— Auch. — Siseó el peliblanco a sus espaldas recibiendo una mirada asesina, por ello, detuvo su creciente burla y fingió cerrar su boca con un zipper para luego arrojar la llave imaginaria.
— Yo... Yo no soy malo Giselle, tu lo sabes.
La niña asintió de acuerdo con ello para que después Peter sintiera el brazo de Jack sobre sus hombros.
— No somos malos, al contrario, nuestra misión es cuidar a los niños del mundo y hacerlos felices. — Sonrió enternecido mientras que el castaño rodó los ojos aunque reprimió su mueca de asco.
« Entrometido » pensó fastidiado. Ese era su momento.
— Lo se, — Ella rió feliz — son mis amigos y confío en ustedes.
Peter dejo de lado el malestar por la presencia de Frost y sonrió con ternura, mientras que Jack se sonó la nariz en su capa medieval, matando el lindo momento, sacándole un bufido al ojiverde.
El espíritu era sensible en el tema de su visibilidad, pues, cuando por accidente terminó en Nunca Jamas cuando se propuso seguir a las hadas del invierno — al no tener idea de quien terminaba por congelar los lugares por los que pasaba — . Y se encontró con Peter, que rápidamente lo noto al igual que los niños perdidos, como si las reglas de la luna no aplicaran como lo hacían en tierra firme, por ende, ya no se quiso separar de ellos, cosa que fastidiaba a bastante a Peter, pero lo ignoraba, sabía que en el fondo le agradaba. Y ahora también Giselle se había unido al equipo, nada podía estar mal de ahora en adelante.
STORYBROOKE
Tomo un gran trago de la pequeña botella de tequila sin importarle las arcadas que le ocasionaba el simple olor o el ardor en su garganta.
Lo alejo haciendo una mueca de asco, aún así se lo trago soltando una fuerte tos, sacando una carcajada en su compañera.
— Lo odio. — Dijo con dificultad, logrando que Alice borrara su expresión divertida — No regreso ninguna de mis llamadas, no contesta mis mensajes... — Reprimió su llanto — ¿Qué hice mal?
— No fuiste tú, cielo. — Acarició su espalda en señal de apoyo — Los hombres son unos imbeciles.
Grace asintió cabizbaja.
Pasaron un par de semanas después de lo ocurrido con Archie en su auto, ella estaba entusiasmada creyendo que finalmente se le declararía o algo parecido, pero luego de ello la evitaba a toda costa, incluso cuando iba por su café matutino se pasaba a la bodega con tal de no atenderla.
Por ello, despechada, le propuso a Alice saltarse toda la jornada de escuela e igual faltaría a sus clases de fútbol y piano, con tal de distraerse un poco al ya aceptar que él solo había jugado con ella. Cosa que no se había imaginado de no ser por un comentario de Alice.
« El solo quería sexo fácil. »
Eso la desanimo bastante. Ella ya se había hecho tantas ilusiones y cuando cayó en la realidad el golpe dolió.
No solo por su amor no correspondido, sino porque también fue criada en un ambiente tan estricto, donde siempre se le repitió cuidar su virginidad y demás. Se sentía sucia por entregarse con todo su amor a alguien que no lo valoro ni un poco.
Pese a que Alice intento restarle importancia recitándole uno de sus tantos discursos liberales sobre que no valía menos por tener relaciones sexuales, ella se sentía así, se daba asco a si misma. No podía sacarse de la cabeza que era tan poca cosa ahora, que por eso Archie no la quería, porque la vio como una chica fácil y poco respetable, se sentía usada y lo peor de las mierdas.
A sus ojos, le había quitado su valor como mujer.
Y su amiga, al verla tan deprimida, la invito a su cochera que algunas veces usaba junto a sus amigos como punto de reunión para jugar billar, póker o simplemente embriagarse, como en el mismo instante.
Grace detestaba el alcohol, lo odiaba, pero en esos momentos era la única salida que veía a su alcance. Se quería tan poco en esos instantes que comenzaba a sentir placer destruyéndose.
Ya había mezclado de todo; vino, cerveza, tequila, vodka, solo tomaba al azar lo que tuviera en frente o lo que Alice le alcanzara.
Estaba bastante mareada y las ganas de vomitar hasta quedarse dormida eran muchas, pero solo quería seguir consumiendo hasta no tener un gramo de consciencia y olvidarse de todo por un rato. Y su aguante con el alcohol no era mucho por ser sus primeras veces, pero este parecía no estar haciendo bien su trabajo. Inclusive la cajetilla de cigarros que se había fumado sola solo la hizo tener migraña.
— Quiero algo más fuerte... — Grace balbuceó apenas yéndose de lado en el viejo sofá de la otra rubia.
— Creo que ya es suficiente por hoy. — Negó seria, raro en ella. — Si quieres, termínate esta botella y ya. — Le extendió una botella de whiskey en miniatura que la ojiazul miró con cierto reproche. No era suficiente. — Debo ir al baño, ten cuidado, ahora vuelvo.
— Ajá... — Dijo con la cara contra el cojín.
Escucho sus pasos alejarse y una profunda tristeza la invadió.
Comenzó a sollozar hasta terminar en llanto. Se odiaba a si misma y odiaba todo a su alrededor. Su familia, su casa, su vida en general.
Con un gran esfuerzo se reincorporó en el sofá buscando desesperadamente otra cajetilla de cigarros para calmarse, odiaba que la vieran llorar. Estaba tan acostumbrada a querer hacerlo todo el día que aprendió a reprimirlo bastante, que el romperse era lo más denigrante a lo que podía llegar.
« Las señoritas no lloran por tonterías. » Recordó las palabras de su madre, cuando a sus doce años se cayó de las escaleras abriéndose la rodilla.
Si vida era una tontería. ¿Por qué llorar por ello? Si no podía escapar de ella.
Detuvo su búsqueda ante la poca cooperación de su visión borrosa. Bufó frustrada y a tientas busco uno suelto encontrándose rápidamente con uno o eso creía al menos, este estaba más delgado y hasta podría decir que mal envuelto, pero que más daba.
Lo encendió inhalando un buen rato y cuando soltó el humo tosió en exceso por el ardor que este provocó en su garganta, también en su nariz por el olor tan amargo y seco. No era un cigarrillo cualquiera.
Aburrida, se levantó tambaleándose yendo directamente a uno de los muebles que Alice le dijo que no se acercara.
Al tenerlo en frente abrió los cajones sin cuidado alguno y con fuerza sujetándose de estos para evitar caerse. Su cabeza daba vueltas, pero aún así, logró distinguir una bolsa con todo tipo de medicamentos "especiales".
Sonrió tomando una bolsa transparente llena de pastillas con caritas felices.
A esto se refería.
La abrió rompiéndola con brusquedad, logrando que la mayoría salieran volando por los aires. Preocupada por ser descubierta, se dejó caer al piso intentando recolectarlas, pero al instante las iba depositando en su boca para limpiar su pequeña escena del crimen, tampoco es que tuviera mucho equilibrio para sostenerlas con una de sus manos, de cualquier modo.
Al introducirse la quinta, sintió cómo estás se deshacían en su boca y supo que ya era bastante tarde.
Suspiro rendida quedando sentada y con la mirada perdida en la nada.
Entonces, su cabeza explotó con decenas de dolores distintos, sus ojos ya no podían mantenerse enfocados y solo quería dejarse caer y dormir.
En un par de parpadeos todo se volvió oscuro y ya no se encontraba en el garaje de Alice. Aún estaba lo bastante intoxicada como para reconocer su alrededor, pero podía sentir pasto en sus manos.
Frunció el ceño extrañada y se levantó — a duras penas — comenzando a caminar hacia la brillante luz amarilla que había frente a ella. A los pocos pasos se cayó, estaba tan mareada y cansada, como si su cuerpo tuviera un imán poderoso y el suelo la atrajera.
Sus manos dejaron de sentir el pasto y esto ahora fue intercambiado por arena. Se sintió más extraño, pero no se detuvo, algo le decía que llegara al final de esa luz.
Mientras Grace estaba ida en un majestuoso sueño. Alice, por otro lado, llamaba a una ambulancia con voz acelerada mientras intentaba esconder las drogas que la otra rubia había descubierto y tomado, provocándose una sobredosis y congestión alcohólica.
Cuando el paramédico le dio instrucciones cortó la llamada rápidamente yendo al piso para acostarla de lado y que las convulsiones se calmaran y espuma blanca dejara de salir de su boca mientras la llamaba a gritos aterrados.
ENCHANTED FOREST
En las oscuridades, a muchos metros bajo tierra existia una prision capaz de mantener cautivo a uno de los seres mas poderosos y peligrosos del bosque encantado; Rumpelstiltskin, o mejor conocido como: El oscuro.
Se encontraba en la cama de la celda harto y cansado del encerramiento pero a la vez lamentándose por haber sido tan tonto por confiar en Cenicienta, gracias a su traición el estaba ahí encerrado sin algún contacto con el mundo.
De pronto entre la oscuridad y la suciedad de aquel calabozo el chillido de una rata pasándose por el lugar lo sacó de sus pensamientos. Inmediatamente supo de quien se trataba, aún estando sin sus poderes podía percibir auras mágicas y una se paseaba por ahí definitivamente.
— Estamos solos querida... — Se levantó de su lugar — Muéstrame donde estás.
De pronto un humo negro rodeó la rata grisácea que no tardó en convertirse en la temida Reina Malvada.
— El hechizo que me diste no funciona. — Determinó molesta mientras se encaminaba hacia la jaula del hechicero.
— Oh... Estas tensa, tan tan tensa. —Soltó mientras aplaudía con manos con cada palabra que decía — Igual que Blanca Nieves y su flamante esposo. — Hizo su ya muy conocido movimiento de manos
— ¿Qué? — Preguntó confundida la ex reina.
— También me visitaron. — Aclaró el de piel verde — Estaban muy ansiosos, — se acercó a los barrotes — era por ti y el hechizo...
— ¿Y qué les dijiste? — Pregunto demandante la mujer mientras lo veía a los ojos haciendo una batalla de miradas.
— ¡Les dije todo! — Bramó obvio — Nada puede detener la oscuridad. — La pelinegra, satisfecha con su respuesta, sonrió con malicia— ¡Excepto! Su futuro hijo, por supuesto. — La seguridad de la bruja se esfumó repentinamenteante las burlas del hechicero — ¿Sabes? Aunque sea poderoso, cualquier hechizo puede romperse, su hijo será esencial aunque el hechizo tendrá efecto primero.
— Dime cual fue mi error. — Ordenó.
— Para eso hay un precio... — Dijo divertido.
— ¿Ahora que quieres? — Pregunto en un tono harto aún con su vista fija en los ojos de Rumple.
— Es simple... — Dijo calmado — En la nueva tierra yo quiero estar cómodo. — Demandó —, quiero una nueva vida. — Miró a su alrededor con asco.
— Bien, tendrás una hacienda y riqueza en abundancia... — Antes de que la reina diera por terminada la condición el oscuro la interrumpió.
—¡No he terminado! Hay más...
—Contigo siempre es así. —Rodó los ojos cansada y acostumbrada a su personalidad avara.
— Si, claro... — Le restó importancia— En la nueva tierra, este hechizo me ayudará a llevar a cabo mi venganza... — Expuso con aire misterioso haciendo que ella tuviera mas intriga sobre el tema.
— ¿Contra quién? — Se acercó más a los barrotes en tanto, él se alejó lentamente para después ver un punto fijo en el fondo de la celda entre la oscuridad.
— Mi padre... — Susurro lleno de odio con los dientes y puños apretados.
Después de que la reina saciara su curiosidad de cómo podría ser eficaz el gran hechizo y que Rumple le explicara que si quería hacer uso de un gran poder, este conllevaría un gran sacrificio que no será fácil dar, ya que, la venganza jamás lo es.
Pero, para que la venganza de Rumpelstiltskin también fuera exitosa, al igual que la mujer debería sacrificar algo. Lo más preciado y a la vez lo más odiado por él, su pequeño juguete de paja que su padre había hecho para él y desde que lo abandonó lo tuvo siempre con junto a si a pesar de los dolorosos recuerdos que traía consigo.
Con ojos llorosos, — sin que la pelinegra lo viera — le entregó el muñeco sin dar muchos detalles sobre el, solo le dio indicaciones de echarlo con los demás ingredientes y decir unas cuantas palabras, de las cuales la hechicera no tenía ni idea de lo que significaran al no escucharlas antes en otro hechizo, pero, le restó importancia y no se metió en los asuntos del Oscuro, era mejor para los dos.
Luego de que la reina con todo el dolor de su alma matara a su padre para así poder tener su corazon y usarlo en su hechizo, tomó todos los objetos y pociones a su alrededor mientras recitó las palabras indicadas por el brujo. Y con esto concluido, vio como de las llamas de la gran fogata empezaban a emanar un humo oscuro que amenazaba con inundar todo el bosque encantado.
Sonrió con malicia y fue en busca de Blanca Nieves y el príncipe para "despedirse". Mientras que el gran Oscuro — con el poco poder que le quedaba resguardado en aquella jaula — hizo un breve y simple hechizo para el nombrado Peter Pan, nada muy elaborado, solo una pequeña probada de lo que será su futuro ahora con el hechizo. La eterna soledad y un rumbo diferente a su destino.
NEVERLAND
Finalmente el libro de Peter Pan fue publicado siendo un éxito rotundo en librerías entre personas de todas las edades. Aunque, con sus ligeros cambios, obviamente.
Por petición de los padres de Giselle, le pidieron a James Barrie que no usara el nombre de Giselle y por ello, esté lo cambio por Wendy en honor a su hija, pero, con el apellido de Darling, tal cual cómo el apodo de Peter a Giselle.
Inclusive, la anterior nombrada recibió una copia adicional autografiada por parte del escritor al ser su principal fuente de inspiración. Y la pequeña decidió regalársela a Peter y viera el trabajo en su nombre. Él gustoso lo acepto y no tardó mucho en terminar de leerlo, con ciertas dificultades siendo que tenía bastante tiempo sin práctica.
Al terminarlo tuvo un mal sabor de boca por su representación, él no era tan infantil e irritante, además, ese interés amoroso con Wendy no lo terminaba de convencer. Él era tan espontáneo y eufórico que nunca podría congeniar con una inglesa estirada, aunque igual le dijo a Giselle que le había encantado.
Con todo el alboroto de la historia, Nunca Jamás no tardó en recibir decenas de niños nuevos por las noches de tierra firme, que viajaban en sus sueños dispuestos a encontrar un lugar tan maravilloso.
Los novatos se paseaban curiosos y cuidadosos aunque otros tantos no les importaba y simplemente se unían a los bailes y juegos. Los niños perdidos estaban bastante contentos, tenían más personas con quien jugar, hablar y saber sobre el mundo desde diferentes perspectivas.
En cambio Peter inflaba su pecho regocijándose por todo lo que comenzaba a influir su nombre y lo que este significaba.
Inclusive Jack — el cual, ya era más bienvenido gracias a que Giselle convenció a Peter de dejarlo jugar con ellos —, aunque no fuera visible para los nuevos visitantes — siendo que no eran niños perdidos como tal y su tiempo en la isla era mínimo — , encontraba formas de unirse y crear resbaladillas de hielo entre otras maneras de entretenimiento, mientras lanzaba bolas de nieve a los novatos y se reía junto a los verdaderos niños perdidos (que si podían verlo) de los otros infantes confundidos por no saber de dónde provenían los ataques de nieve.
Pero sin dudas, la más extasiada con su presencia era Tinker Bell, que había decidido estar en un tamaño más humano — aunque prefiriera ser pequeña — , mientras cada tanto arreglaba su cabello y soltaba risas exageradas ante los chistes del espíritu.
Los niños iban de un lado a otro jugando entre risas y empujones que se daban entre ellos ajenos a la pequeña niña de vestido rosa — ahora casi marrón por jugar en el lodo — que estaba cabizbaja mientras jugaba con sus manos nerviosas y movía sus piernas de arriba a abajo y de un lado al otro sin control.
Peter de lejos supervisaba a los niños y no pudo evitar rodar los ojos ante los intentos de Tink por llamar la atención de Frost. Al igual que las hadas de los dientes, tenía un bobo enamoramiento con él y no entendía porqué, él era más guapo y divertido.
Soltó un suspiro y cuando vio que todo estaba en orden, optó por jugar un rato también. Pero antes busco con la mirada a la pequeña rubia que nunca podía faltar, más, al no verla en el montón, — donde solía estar la mayor parte del tiempo — se preocupó y comenzó a buscarla encontrándola sentada en un tronco alejada de todos.
— ¿Qué pasó? — Aunque intento sonar cauteloso, aquel tono despreocupado que siempre lo acompañaba arruinó dicha tarea — ¿Desde cuando eres "Doña aburrida"?
— Ahora no. — Dijo rápido sin mirarlo.
Ante su respuesta, Peter frunció el ceño extrañado adoptando un semblante más serio.
— ¿Todo en orden?
Tomo asiento a su lado y ella para evitar su mirada se cubrió ambos ojos según ella "escondiéndose".
— Darling... — Llamó — Giselle...— Insistió ahora con su nombre real — ¿Qué sucede? — Preguntó en tono suave.
Peter Pan mataba piratas, era egocéntrico, y de vez en cuando salía a flote su lado malvado, cubriéndolo con travesuras fuertes, pero jamás era así con ella, no con su pequeña Ardillia, su niña perdida.
Y es que hasta el se sorprendió de como pasó a no querer la presencia de esa pequeña niña de no más de doce años en su isla a convertirse en su todo. Paso de eso a verla como una hermana menor, vio reflejada en ella a Rumpelstiltskin, ya que, la última vez que lo vio tenía la misma edad que Giselle cuando llegó.
La ojiazul destapó sus ojos y lo miro culpable mientras se mordía el labio aún moviendo frenéticamente ambas piernas sin decir nada.
— ¿Pasó algo malo? — preguntó preocupado y ella en respuesta levantó ambos hombros diciendo que no lo sabía. — ¿No sabes o... No me quieres decir? — Ella levantó dos dedos. — ¿Por qué estás tan seria...? ¿Otra vez mudaste dientes?— Cuestionó entre sarcástico y divertido.
— Es que tuve un accidente... — Siguió jugando con sus dedos mientras que él la miró preocupado, ya que, no sabía aún que era lo que la tenía tan inquieta. — Peter, me voy a morir. — Bramó en un pequeño sollozo sin contenerse mientras que él se alertó de sobre manera.
— ¿¡Qué?! — Gritó estupefacto sin creérselo.
Ella aún con la cabeza gacha se levantó del tronco con pena y se giró dejando ver en la parte trasera de su vestido una gran mancha roja.
—¡Es sangre! — Gritó/susurró horrorizada.
Peter se cubrió la boca sorprendido y triste, deslizando su mano hacia su frente. Ya sabia lo que ocurria.
Era inevitable, sabía que esto llegaría un día. Jalo su cabello frustrado mientras se ponía de pie y cambiaba su vista hacia otro lado.
« ¿Por qué tan pronto? » Se preguntó con pesar.
Ella estaba creciendo y eso no le agradaba para nada. Estaba igual o peor que ella, también quería llorar y gritar, todo aquello significaba que iba a perder a su pequeña Darling.
Comenzó a maldecir en voz baja olvidándose completamente de que Giselle estaba a su lado, pero un grito de parte de esta saco de sus pensamientos.
— ¡Me voy a morir! — Lloriqueó.
Ante ello, el castaño por fin reaccionó hincándose frente a ella, decidido a explicarle lo que sucedió — o al menos lo intentaría — antes de que se desmayara o algo parecido.
— No, no, no. — Negó rápidamente — No te vas a morir, esto...
— ¿¡Por qué sangro, Peter!? — Preguntó histérica.
Las niñas eran más curiosas que los niños y claro, también expertas en hacer las preguntas más incómodas, por supuesto que a Peter se le dificultaba explicarle. Aunque su madre es la que verdaderamente debería hablar ese tipo de cosas con ella, pero por alguna razón no era así, a pesar de que la querían mucho, según la niña.
— Esta bien, eso que te p-pasa es normal... — Balbuceó nervioso, en tanto, la menor lo vio interrogante — Es tu primer acercamiento al mundo... Adulto. — Dijo aquella palabra que tanto odiaba con dificultad — ¡Hormonalmente hablando!— Aclaró más para el que para la niña. — Te ocurrirá seguido, pero, habla con tu mamá, ella te lo explicará mejor.
— Es horrible. — Concluyó secándose sus ligeras lágrimas con un puchero. — Me duele la panza.
— Lo se.
Después de aquello ninguno de los dos dijo nada. Ambos estaban procesando aquella información que les cayó como un balde de agua fría.
Entonces, Peter con sus poderes logró esconder el pequeño accidente de la niña, para luego tranquilizarla y animarla para que siguiera jugando con los niños perdidos. Al principio la rubia no estaba muy convencida pero después de varias insistencias de Peter, terminó aceptando.
Cuando se encontró completamente solo suspiro frustrado. Pasaron largos minutos en los que se quedó sentado en el mismo tronco asimilando lo que había ocurrido con Giselle, sin notar que alguien a sus espaldas se acercaba sigilosamente a hurtadillas con intenciones de sacarle un buen susto.
— Ni se te ocurra, Frost. — Enunció de forma fría mientras que el otro refunfuñó al verse descubierto.
— Aguafiestas. — De un salto se sentó junto a él resentido.
— Está creciendo. — Soltó repentinamente el ojiverde sacando de órbita al peliblanco.
— ¿Quién? — El espíritu siguió su mirada notando que veía a cierta rubia que se mostraba algo apagada — ¿Giselle? — No obtuvo respuesta pero igual asintió sabiendo que había acertado — Bueno, eso es... Normal, ¿sabes? — Comunicó con obviedad en un tono tranquilo.
Sabía de antemano que el tema de crecer era algo ostensible para Peter.
— No lo entiendes, de verdad está creciendo. — Enfatizó con cierta molestia.
Jack simple asintió comprendiéndolo. No sabía que decir, por lo que solo se dedicaron a mirar al frente en la nada.
» — ¿Qué debería hacer? — Cuestionó después de un buen rato en silencio — Quiero que se quede.
El espíritu intento ocultar su emoción ante el hecho que Peter le estuviera pidiendo un consejo y se calmó soltando un carraspeo fingido, para después cruzarse de piernas pensando en sus siguientes palabras.
Más, luego de largos segundos seguía sin tener nada.
¿Qué podría saber él sobre convivencia con niños?
Rió sin gracia al pensar qué tal vez fue una de sus tantas bromas pesadas.
— ¿Me lo preguntas a mi? — El peliblanco negó lento bajando la mirada — ¿Quieres saber que hacer con una niña? — Inquirió chasqueando la lengua — No tienes una idea de lo afortunado que eres. Tienes el poder de sólo convencer a los niños y quedártelos. — Bufó algo celoso — Sinceramente eso fue algo que envidié muchos años... Pero eso es muy egoísta. — Terminó igual de serio.
Aunque fuera un entrometido, Jack se sabía todo el cuento de como los niños perdidos se habían establecido en Neverland y lo que debieron atravesar para ello. En un inicio pensaba igual que Peter, creyendo en las segundas oportunidades, pero con el tiempo, entendió que no era lo correcto.
Peter lo miró con el ceño fruncido por su insistencia con el tema, necesitaba una segunda opinión y Jack no podía dejar de hacerlo personal. Estuvo dispuesto a mandarlo a freír espárragos e irse, pero el espíritu lo detuvo.
» — Giselle no es igual al resto de niños... — Suspiró — Al poco tiempo entendí porque te encariñaste con ella. — Sonrió triste — Y por ese mismo cariño, te pido que no le quites la oportunidad de vivir.
— Tu también podrías visitarla aquí cuando quisieras. — Murmuró en un intento vago de hacerlo cambiar de parecer y no fuera tan duro con sus palabras. Pues, incluso agachó la mirada comenzando a sentir vergüenza por su idea.
— Podemos hacerlo allá también. — Apretó su bastón igual de dudoso con su postura, no quería dejar ir a la única persona que por fin lo había visto después de tantos años, le aterraba la idea de verla crecer y con ello olvidarlos, pero era lo mejor. — Así es la vida...
— ¿Tu que sabes de la vida? — Reprochó comenzando a hartarse.
— He vagado en la tierra por siglos, se lo que necesito saber. — Dijo seguro — Solo soy una expresión, Peter. No sabes lo que es existir con ello. — Apretó sus labios, abatido — Admito que... Me acerqué a Giselle esperando obtener algo a cambio. — Peter negó con los ojos entrecerrados.
— ¿Quién es el egoísta ahora?
— Quería probarme a mi mismo. — Aclaro rápidamente — Quería ser visto y recordado, ahora con tu libro eres más popular. Los niños sueñan contigo y pueden llegar a Nunca Jamás. — El castaño tragó desviando su vista, no podía compararse — Perdón por querer lo mismo, perdón por querer que mi nombre sonara para que creyeran en mi.
Entonces, Peter sintiendo un poco de empatía dejó descansar una de sus manos en su hombro apoyándolo. A fin de cuentas, si era su amigo — aunque lo seguiría negando hasta la muerte — , y no se imaginaba una existencia tan longeva y vacía como para viajar a otra tierra donde siempre lo recibía con mala cara con tal de tener una mínima interacción.
Hace poco más de dos siglos que estaba en las mismas circunstancias, no sabía que sería de él ahora sin sus niños perdidos, Neverland era tan grande para él solo.
— Me voy a arrepentir de decir esto... — Expuso sarcástico — Pero no estás solo, Jack. Además, Giselle ya le hablo de ti al escritor... Pronto habrá algo para ti también.
Jack sonrió agradecido y se irguió queriendo regresar a jugar más animado.
— No quiero dejarla ir. — Expresó el castaño antes de que el otro estuviera lo suficientemente lejos haciendo que detuviera su vuelo de repente.
— La vida debe seguir su curso. — Repitió severo — Pero, al final la decisión es tuya. Espero y hagas lo correcto.
Sin más que decir, lo dejo solo regresando con los demás siendo recibido por Tinker Bell, claro.
Peter en cambio continuo pensativo en aquel tronco.
Su cabeza daba miles de vueltas queriendo hacerse a la idea de tomar acciones con una buena moral, pero no podía dejar de ser egoísta, y cuando una idea se le metía a la cabeza no podía dejarla de lado así nada más, su terquedad también estaba en primer plano antes que las opiniones de los demás.
Estaba viendo por sus propios intereses teniendo poco o nada en cuenta las necesidades de Giselle. Podría llegar al punto de ser cruel y vil. Pero era su Ardilla, no podía dejarla ir como los demás niños que visitaban Neverland y si nunca se enteraba de la verdad, entonces no pasaría nada.
— ¡Ardilla! — La llamó y cuando está lo ubicó fue corriendo hasta él.
— Mande, Peter. — Verbalizó sonriente.
« De seguro ya olvidó lo de hace rato. » Pensó el chico.
— Giselle, eres de las pocas niñas... La única de hecho... — Se corrigió a sí mismo — Que aún me visitan en sueños... — Planteó y ella asintió de acuerdo — ¿No has pensado en... Vivir aquí? — Preguntó nervioso por su respuesta.
— ¿A qué te refieres? — Pregunto inocentemente ladeando la cabeza.
— Quédate en Nunca Jamás.
De pronto una sonrisa de oreja a oreja invadió el rostro de la menor entusiasmada mientras daba pequeños saltos de felicidad en su lugar.
— ¡Si, si, si, si! — Salto a abrazarlo llena de felicidad — Estaré para siempre con Tink, Osezno, Zorrillo, Conejo, Mofeta y los gemelos — enumeró a cada uno de los niños perdidos — y también contigo. — Con su manita tomó la de Peter.
Él no sabía porque pero quería llorar, quería abrazarla y nunca soltarla, como si al decir eso firmara una sentencia, algo andaba mal, y lo presentía. Pero, al final no quiso darle mucha importancia, ya que, lo único que importaba en ese momento era que Darling se quedaría con él y los niños para siempre en Neverland.
El chico alejo sus malos pensamientos y sonrió enormemente abrazándola, para luego cargarla y dar vueltas.
— ¡Chicos! — Los niños perdidos inmediatamente dejaron de jugar y fijaron su atención en el par — ¡Ardilla se quedará con nosotros!
Todos se pusieron a festejar en ese momento sin importar que. Los niños perdidos al igual que Peter le tenían un gran cariño a Giselle así que esa fue una noticia que a todos les cayó bien. A excepción claro de Jack y Tinker Bell, que lo observaron a los lejos con decepción y molestia por ignorar sus advertencias.
Poco o nada le importo al castaño, el cual, siguió festejando junto a Giselle. Hasta después de un rato que la aparto de los demás para hablar a solas.
No estaba seguro de si funcionaría pero al menos con ello ganaría algo de tiempo. A lo largo de los años en sus visitas nocturnas al mundo real pudo tener pocas actualizaciones de la vida cotidiana de las personas y estaba impactado de los nuevos métodos que había para casi todo. Pero, el que más le interesaba en ese momento era uno un poco usual.
— Darling... — Comenzó con dificultad jugando nerviosamente con sus manos que comenzaron a sudar — Si te quieres quedar aquí tienes que hacer algo primero... Y no le puedes decir a nadie ¿Me entendiste? — Exclamó con una seriedad que Giselle nunca había visto antes en él, más, lejos de espantarse prefirió poner atención. Quería estar con todos sus amigos para toda la vida y jugar a todas horas, quería estar en Nunca Jamás. — Perfecto, — Relamió sus labios — lo que vas a hacer es...
De verdad que él no quería, Merlin sabía que no, pero, no podía con el pensamiento de saber que la perdería; que ella crecería, se casaría, tendría hijos y un trabajo aburrido hasta finalmente olvidarse de él.
Pero claro que ella no entendió la gravedad de las acciones que Peter le obligaba a cometer, tan sólo era una niña. Pues, Giselle no era infeliz en su vida en Inglaterra, todo lo contrario. Siempre le comentaba el como tenía muchos amigos en la escuela, como la querían sus papás e incluso, siempre a las cinco de la tarde salía a dar paseos con uno de sus vecinos, el niño del cual gustaba, precisamente. Y aún así lo hizo, le dio las instrucciones más precisas para terminar Neverland.
Luego de dejarle en claro todo y asegurarse de que la menor había entendido lo que debía hacer, regresaron con los niños disfrazados de animales a seguir festejando.
Y así transcurrió el resto de la noche hasta que la hora de despertarse de Giselle llegó.
Todos se despidieron muy efusivos de ella sabiendo que era la última vez que tendrían que decir adiós por las mañanas.
Nuevamente ese sentimiento de intranquilidad invadió el pecho del ojiverde, pero igual que la otra vez lo dejó pasar.
Desearía no haberlo hecho, hubiera preferido que se quedara ahí y ya no despertara de una vez. De haber sabido lo que pasaría la habría abrazado más fuerte y decir cuánto la quería en ese momento, ya que, después de ese día, Peter no volvió a ver a Giselle.
I'm back...
PERDÓN POR LA
TARDANZA.
YA VIENE LO BUENO.
Por cierto, publiqué un
edit de Peter y Jack en
mi portafolio gráfico,
ojalá puedan pasarse a
echarle un vistazo.
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