CAPITULO 3

Mientras me recuesto en mi asiento, aparentando desinterés, mis ojos siguen a Tn con una mezcla de curiosidad y diversión. En la superficie, no parece que preste atención a nada en particular, pero en realidad, examino cada uno de sus movimientos, cada inflexión en su voz, cada chispa en esos resplandecientes ojos celestes que tienen el poder de hipnotizar a cualquiera.

(Shikamaru Fem)

Tn. Su nombre es una constante en mi mente últimamente. No porque sea alguien del que esté particularmente enamorada, sino más bien por el enigma que representa. Una parte de mí admira su audacia; otra parte estudia su comportamiento con la precisión meticulosa que he heredado de mi clan. Es como un rompecabezas complejo que aún no he terminado de armar.

Él no sigue las reglas de los adultos, ni siquiera las de nuestro estricto profesor. Es rebelde, condescendiente y, a menudo, despreocupado. Sin embargo, hay algo en su actitud que no me atrevo a llamar despreocupación simple. Es más como si supiera que tiene una libertad que nadie más posee, un tipo de inmunidad que lo hace intocable.

Es curioso, cada vez que entra en una pelea, suele salir ileso mientras sus adversarios terminan lastimados. No hay duda de que su dojutsu es increíblemente poderoso, lo suficiente como para hacer que todos retrocedan en admiración y miedo.

Y entonces está el hecho de que sé cuál es el plan de mi padre. Un Shogi magistralmente movido en el tablero de la política ninja. Estoy destinada a ser una de las futuras esposas de Tn, un movimiento diseñado para restablecer su clan y, en consecuencia, fortalecer nuestras propias alianzas. Es una carga pesada, pero una que llevo con la misma calma que todo lo demás.

Mientras observo a Tn, a menudo me pregunto si él es consciente de todos estos hilos invisibles que lo rodean, pero luego lo veo sonreír con esa serenidad indolente y me doy cuenta de que, probablemente, sí lo sabe. Y lo acepta. O quizás, más inquietantemente, no le importa.

En cualquier caso, seguiré observándolo. Cada movimiento, cada palabra, cada mirada. Porque, en el fondo, aunque lo mío no sea una admiración galopante, no puedo negar que Tn es una figura fascinante. Y en este tablero de Shogi que es nuestra vida, cada pieza debe ser comprendida a la perfección para saber cuándo y cómo moverme.

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El sol se encuentra en su punto más alto mientras practico en el campo de entrenamiento, rodeado por el susurro del viento que atraviesa los árboles y el resonar de los golpes contra los muñecos de prácticas. Mis compañeros de equipo me observan desde la distancia, algunos con admiración, otros con envidia. Saben que poseo un Kekkei Genkai, el Infinito, una habilidad que me distingue y que me ha convertido en una figura casi mítica entre los jóvenes shinobi. Pero hay algo que ellos no saben, algo que he mantenido oculto incluso de los ojos más observadores.

No solo poseo una herencia de poder, sino dos. El Infinito, derivado de mi padre, me permite controlar y manipular el espacio hasta el punto en que nada puede tocarme sin mi permiso. La habilidad de ver el mundo en una forma que pocos pueden comprender, una percepción que es tanto un don como una carga.

Pero hay otro poder en mis venas, uno mucho más oscuro y misterioso. Las Diez Sombras, un Kekkei Genkai heredado de mi madre, fallecida hace ya muchos años. Un secreto que llevo conmigo, una sombra que permanece en los rincones más ocultos de mi mente y que solo yo puedo invocar. Esta habilidad me permite manipular sombras y darles forma física, convirtiéndolas en armas o aliados. Es un contraste con el Infinito, una habilidad que requiere una comprensión profunda de la oscuridad y la luz que todos llevamos dentro.

Mientras los otros se concentran en el espectáculo del Infinito, yo practico en secreto con las Diez Sombras. Cuando estoy solo, en la quietud de la noche o en la soledad del amanecer, permito que las Sombras salgan a jugar. Las figuras oscuras surgen de la nada, formando bestias y guerreros, acompañándome en un baile silencioso que solo yo puedo ver.

Es irónico, pienso, mientras lanzo un barrido de energía que desintegra un muñeco de práctica. Mis compañeros creen conocerme, creen que pueden medir mi poder. Pero apenas han rozado la superficie. Están atrapados en la ilusión del Infinito, sin darse cuenta de que las Sombras también están ahí, escondidas en cada rincón y cada sombra que proyectamos.

Levanto una mano y miro cómo la luz del sol atraviesa mis dedos. Sé que un día, el momento llegará cuando tendré que mostrar todo mi poder, cuando el secreto de las Diez Sombras dejará de ser un misterio solo para mí. Pero hasta entonces, dejo que piensen lo que quieran, dejo que se engañen con sus propias percepciones.

Porque en este mundo de shinobi, el verdadero poder no reside solo en lo que puedes mostrar, sino en lo que puedes ocultar. Y yo, con el legado de mi padre y el misterio de mi madre, soy el perfecto equilibrio entre ambos extremos.

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Mi historia comenzó en los mismos cimientos de Konoha, entre el sonido de shurikens y las enseñanzas estrictas de mi padre, un renombrado jonin del pueblo. Como hermana de Kakashi Hatake, las expectativas sobre mí eran enormes. Desde pequeña, se esperaba un desempeño excepcional, no solo porque era hija de un héroe, sino porque siempre destacaba en todo lo que hacía. Pero el verdadero cambio en mi vida no vino hasta que murió mi mejor amigo durante una misión. Aprendí entonces que el mundo de los shinobi era cruel y despiadado, un terreno donde las pérdidas eran comunes y siempre dolorosas.

Mi entrada a Anbu no fue diferente al de muchos prodigios. Sobresalí en la academia, más allá de mis compañeros, pasando rápidamente a unirme a un equipo especial a una edad temprana. Como Kakashi, fui considerada una niña prodigio, y mi talento no pasó desapercibido. Pero a diferencia de Kakashi, mi camino tenía un propósito diferente.

Hiruzen Sarutobi, el Tercer Hokage, reconoció mis habilidades y mi potencial. Fue él quien me reclutó para Anbu con una misión especial en mente: cuidar y vigilar a Tn desde las sombras. No fue una misión cualquiera; se convirtió en mi vida. A la vista de todos, Tn parecía un shinobi común con un Kekkei Genkai extraordinario. Pero Hiruzen sabía que había más en él, algo mucho más profundo y peligroso, y era mi trabajo asegurarme de que el poder que Tn poseía no se volviera una amenaza para la aldea.

Mi entrenamiento en los Anbu fue riguroso. Los principios de la organización, la disciplina y la lealtad se grabaron en mi ser. Aprendí a operar desde las sombras, invisible y letal. Las misiones de campo se volvieron mi rutina, mi hogar y mi escape. Cada misión me alejaba más de la niña que había sido y me acercaba cada vez más a la sombra que debía ser.

Cuidar y vigilar a Tn no fue una tarea fácil. Él era un shinobi con un potencial ilimitado, portador del Kekkei Genkai del Infinito, lo que lo volvía poderoso, casi invencible. Pero mis instintos me decían que había algo más, algo oculto que solo él sabía. Aunque no tenía pruebas concretas, las pequeñas pistas y comportamientos me hacían sospechar que Tn poseía un segundo Kekkei Genkai, una habilidad que mantenía en secreto.

Mi trabajo consistía en mantenerme siempre un paso adelante, asegurarme de que este poder nunca sobrepasara sus límites, y, si era necesario, intervenir. Sin embargo, cada vez que creía acercarme a descubrir más sobre sus misterios, Tn parecía estar siempre un paso adelante, frustrando mis intentos de entender por completo sus capacidades.

Desde las sombras, observaba cada uno de sus movimientos: sus entrenamientos, sus interacciones, y sus momentos de soledad. Era un papel que requería paciencia, astucia y, sobre todo, un entendimiento profundo de lo que significaba ser un shinobi. No se trataba solo de fuerza o habilidades, sino de mantener el equilibrio y proteger a aquellos que no podían protegerse solos.

La vida en Anbu es solitaria, pero necesaria. Las sombras se vuelven tu compañera, y cada día trae consigo un nuevo desafío. A veces, me pregunto qué pasaría si alguna vez Tn descubriera mi presencia. ¿Me vería como una amenaza, como una guardiana, o simplemente una más de las sombras que lo rodean? Pero estas son preguntas sin respuesta, pensamientos que debo desterrar. Porque mi deber es claro y mi lealtad inquebrantable.

La misión que me otorgó Hiruzen no es solo una responsabilidad, es un honor. Y mientras permanezca en Anbu, mientras vigile a Tn desde las sombras, sé que estoy cumpliendo con mi propósito. Porque al final del día, proteger a Konoha y a sus habitantes es lo que me define. Soy Kimiko Hatake, una sombra en la oscuridad, y ese es mi camino ninja.

La versión femenina de Kakashi, su hermana.

CONTINUARÁ.

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