CAPÍTULO 19

La humedad se filtraba por las paredes de la celda subterránea, creando patrones oscuros que Anko había memorizado durante sus interminables horas de cautiverio. El frío metal de las esposas supresoras de chakra mordía sus muñecas, un recordatorio constante de su situación actual. El único sonido que rompía el silencio era el goteo irregular del agua en algún rincón distante.

Anko: Patético.

Su voz sonaba ronca, quebrada por la falta de uso. Sus ojos, normalmente brillantes y desafiantes, mostraban el cansancio de alguien que había estado esperando demasiado tiempo.

Tres semanas. Habían pasado tres semanas desde que la capturaron. Tres semanas esperando una señal, un indicio de que Orochimaru vendría por ella. Que su maestro, el hombre al que había dedicado su vida, no la abandonaría.

El sello maldito en su cuello palpitaba ocasionalmente, como burlándose de su ingenuidad. Cada pulso era un recordatorio de las promesas vacías, de la lealtad que ahora parecía tan unilateral.

Anko: Debí haberlo sabido.

Sus dedos trazaron inconscientemente el sello en su cuello. Incluso Kabuto, quien siempre aparecía en el momento más oportuno, brillaba por su ausencia. No había señales de rescate, no había planes elaborados de escape. Solo silencio y la creciente certeza de que había sido abandonada.

Las ratas ocasionalmente se asomaban por las esquinas de su celda, sus ojos brillantes la observaban con más interés que el que habían mostrado sus supuestos aliados. Al menos ellas tenían la decencia de hacer notar su presencia.

Un guardia pasaba cada seis horas exactamente, su rutina tan precisa que Anko había comenzado a usarla como reloj. No hablaban, no la miraban directamente. Era como si ya no existiera, como si fuera solo otro objeto en esta celda húmeda y fría.

Anko: ¿Cuánto tiempo más...?

El pensamiento quedó inconcluso cuando un estruendo repentino sacudió toda la celda. Las rejas de metal salieron volando como si fueran de papel, creando una densa cortina de polvo y escombros.

Su corazón dio un vuelco. ¿Finalmente? ¿Después de tanto tiempo? Se puso de pie de un salto, ignorando el dolor en sus músculos entumecidos. La adrenalina corrió por sus venas mientras una sonrisa comenzaba a formarse en sus labios.

Pero esa sonrisa se congeló en el instante en que la cortina de polvo comenzó a disiparse. En lugar de los ojos serpentinos que esperaba ver, se encontró con una mirada celeste tan profunda como el cielo mismo. Ojos que pertenecían a un niño, pero que contenían un poder y una sabiduría que hacían que su sello maldito palpitara con una mezcla de miedo y anticipación.

Tn Gojo emergió de entre el polvo como una aparición, su cabello blanco brillando incluso en la penumbra de la celda. Su presencia llenaba el espacio de una manera que hacía que la habitación pareciera más pequeña, más sofocante.

Tn: ¿Esperabas a alguien más, Anko-chan?

Su voz era suave, melodiosa, pero cargada con un tono de burla que hizo que un escalofrío recorriera su espina dorsal. La sonrisa en su rostro infantil contrastaba brutalmente con la intensidad de su mirada.

Anko retrocedió instintivamente hasta que su espalda tocó la pared húmeda. Había algo profundamente perturbador en la forma en que este niño se movía, en cómo su presencia parecía distorsionar la realidad misma a su alrededor.

Tn: ¿Sabes? Es de mala educación no responder cuando alguien te hace una pregunta.

Dio un paso hacia ella, y Anko sintió cómo el aire se volvía más denso, más pesado. El sello en su cuello ardía como si reconociera una presencia más dominante, más poderosa que la de su creador.

Anko: Tú... eres el monstruo de Konoha.

Una risa suave, casi musical, escapó de los labios de Tn.

Tn: ¿Monstruo? Qué término tan poco elegante. Prefiero pensar en mí mismo como... un agente de cambio.

Se acercó más, y Anko notó que sus pies apenas parecían tocar el suelo, como si la gravedad fuera solo una sugerencia para él.

Tn: Pero no estamos aquí para discutir semántica, ¿verdad? Estamos aquí porque tú, mi querida Anko-chan, has estado esperando.

Sus palabras se clavaron en ella como agujas. Cada sílaba era un recordatorio de las semanas de soledad, de la traición que aún dolía como una herida fresca.

Tn: Esperando a un maestro que te abandonó, a un compañero que nunca vendrá, a una lealtad que solo existía en tu imaginación.

Anko: No sabes nada...

Tn: ¿No? Déjame ver... Orochimaru te encontró, te dio poder, te hizo sentir especial. Te marcó como suya y luego... ¿qué hizo? Ah, sí. Te desechó como una herramienta rota cuando ya no le eras útil.

Cada palabra era un golpe preciso a sus inseguridades más profundas. El niño frente a ella sonreía con una dulzura que hacía que sus palabras fueran aún más cortantes.

Tn: Y aquí estás, tres semanas después, todavía aferrándote a la esperanza de que vendrá por ti. Patético, ¿no crees? Aunque esa fue tu palabra, no la mía.

Anko sintió que sus piernas temblaban. ¿Cómo podía este niño, este ser que parecía existir fuera de las reglas normales del mundo, leer tan fácilmente sus pensamientos más íntimos?

Tn: Pero no te preocupes, Anko-chan. No estoy aquí para juzgarte. Estoy aquí para ofrecerte algo que Orochimaru nunca pudo darte.

Se detuvo justo frente a ella, tan cerca que Anko podía ver los matices en sus ojos celestes, como fragmentos de cielo atrapados en cristal.

Tn: Pertenencia verdadera.

Las palabras resonaron en la celda con un peso casi físico. Anko sintió que su respiración se entrecortaba mientras el sello en su cuello pulsaba con más fuerza.

Tn: ¿Sabes por qué Orochimaru te abandonó realmente? Porque eres demasiado valiosa. Demasiado fuerte. Demasiado... independiente.

Levantó una mano, sus dedos rozando ligeramente el sello maldito en su cuello. El contacto envió ondas de electricidad por todo su cuerpo.

Tn: Este sello... es una obra de arte imperfecta. Como todo lo que hace Orochimaru, está manchado por su propia inseguridad, por su miedo a no ser lo suficientemente poderoso.

Sus dedos comenzaron a brillar con un poder que Anko nunca había sentido antes. Era como si el universo mismo respondiera a su toque.

Tn: Pero yo puedo darte algo mejor. Algo real. No más promesas vacías, no más esperas interminables.

Anko: ¿Por qué...? ¿Por qué harías eso?

La sonrisa de Tn se ensanchó, mostrando dientes perfectos que brillaban en la penumbra.

Tn: Porque, mi querida Anko-chan, veo en ti lo que Orochimaru fue demasiado ciego para apreciar. Veo potencial. Veo lealtad. Veo... a una de mis futuras esposas.

Las palabras cayeron como bombas en el silencio de la celda. Anko sintió que su mundo se inclinaba sobre su eje, reordenándose alrededor de esta nueva realidad.

Tn: Oh, ¿no lo sabías? Las grandes familias shinobi están en proceso de restauración. Y tú, con tu linaje, tu poder, tu potencial... eres una adición perfecta.

Se alejó un paso, extendiendo una mano hacia ella en un gesto que parecía tanto una invitación como una sentencia.

Tn: Entonces, Anko-chan, ¿qué dices? ¿Prefieres seguir esperando a un maestro que nunca volverá? ¿O estás lista para pertenecer a alguien que realmente aprecia lo que eres?

El aire en la celda se volvió eléctrico, cargado con el peso de la decisión que pendía entre ellos. Anko miró esos ojos celestes, tan jóvenes y tan antiguos al mismo tiempo, y sintió que algo dentro de ella se quebraba y se recomponía.

La respuesta estaba allí, en la soledad de las últimas tres semanas, en el silencio ensordecedor de la traición, en la promesa de algo nuevo y verdadero. Solo necesitaba el valor para tomarla.

La luz de la mañana bañaba las calles de Konoha mientras Tn caminaba tranquilamente, con Anko siguiéndolo a un paso de distancia. La ex-prisionera no podía evitar lanzar miradas nerviosas a su alrededor, esperando en cualquier momento la aparición de los ANBU.

Tn: Es descortés estar tan tensa cuando alguien te ofrece un paseo, Anko-chan.

Su voz era suave pero llevaba ese tono de autoridad que hacía que el sello en el cuello de Anko pulsara en reconocimiento. Los aldeanos se apartaban a su paso, algunos inclinando la cabeza con respeto, otros desviando la mirada con temor.

Anko: Los ANBU...

Tn: No vendrán.

La interrumpió con una sonrisa que no llegaba a sus ojos celestes.

Tn: ¿Sabes por qué, Anko-chan?

Se detuvo abruptamente, girándose para encararla. A pesar de su estatura inferior, su presencia hacía que Anko se sintiera pequeña.

Tn: Porque ahora me perteneces. Y nadie, absolutamente nadie, toca lo que es mío.

Sus palabras cayeron como piedras en un estanque, creando ondas de implicaciones que hicieron que Anko sintiera un escalofrío recorrer su espina dorsal.

Tn: Es fascinante, ¿verdad? Cómo tu antiguo maestro nunca entendió el verdadero significado de la posesión.

Comenzó a caminar nuevamente, esta vez más lento, como si saboreara cada palabra.

Tn: Orochimaru siempre fue... superficial en su comprensión del poder. Marca a sus seguidores como ganado, pero no entiende que la verdadera lealtad no viene del miedo o la dominación física.

Se detuvo frente a un puesto de dango, haciendo un gesto al vendedor, quien rápidamente preparó una orden sin que se le pidiera.

Tn: Son tus favoritos, ¿no es así?

Anko tomó el dango con manos temblorosas, sorprendida por el gesto.

Tn: Verás, Anko-chan, cuando realmente posees algo... o a alguien... no necesitas marcas físicas para reclamar tu propiedad. La posesión verdadera va más allá de la piel.

Sus ojos brillaron con un conocimiento antiguo mientras observaba a Anko comer.

Tn: Tu cuerpo me dará herederos fuertes, eso es cierto. Tu experiencia y habilidades serán invaluables para mis planes. Pero lo que realmente me interesa...

Se acercó, sus dedos rozando ligeramente el sello maldito en su cuello.

Tn: Es esto. No el sello en sí, sino lo que representa. Tu capacidad de entrega, tu deseo desesperado de pertenecer, tu lealtad inquebrantable una vez que encuentras un propósito verdadero.

Anko sintió que su respiración se entrecortaba ante el contacto.

Tn: Oh, y hablando de tu antiguo maestro... ¿Sabías que recientemente adquirió algo muy interesante?

Su tono casual contrastaba con la intensidad de su mirada.

Tn: La alabarda celestial. Un arma capaz de atravesar cualquier defensa, incluso mi jutsu del infinito. Fascinante, ¿no crees?

Anko palideció, reconociendo la implicación en sus palabras.

Tn: No te preocupes, querida. Pronto me reuniré con él para... discutir este asunto. Y tú me ayudarás.

Su sonrisa se volvió depredadora.

Tn: Después de todo, ¿qué mejor manera de demostrar tu nueva lealtad que ayudándome a eliminar los vínculos con tu pasado?

Se acercó más, su presencia envolviendo a Anko como una manta sofocante.

Tn: Y cuando todo termine, cuando Orochimaru comprenda finalmente el error que cometió al abandonarte, serás recompensada. Una nueva marca, un nuevo propósito, una nueva vida como madre de mis herederos.

Sus palabras eran miel envenenada, promesas dulces con un núcleo mortal. Anko sintió que algo dentro de ella se rendía, como si una parte de su ser reconociera la inevitabilidad de su destino.

Tn: Pero por ahora, disfruta tu dango. Tenemos todo el tiempo del mundo para discutir los detalles de tu... transformación.

Comenzaron a caminar nuevamente, esta vez hacia los campos de entrenamiento.

Tn: ¿Sabes qué es lo más irónico, Anko-chan? Orochimaru busca la inmortalidad desesperadamente, y sin embargo, tú conseguirás una forma de ella a través de mí. Los hijos que me darás, el legado que construiremos juntos... eso es verdadera inmortalidad.

Sus palabras tejían una red invisible alrededor de Anko, cada sílaba era un hilo más en la telaraña de su control.

Tn: Y cuando finalmente me enfrente a tu antiguo maestro, cuando vea la lealtad inquebrantable que ahora me profesas, comprenderá su error. Aunque será demasiado tarde para él, por supuesto.

Se detuvo en un claro, el sol creando un halo alrededor de su cabello blanco.

Tn: Ahora, ¿qué tal si me muestras qué tan fuerte te has vuelto? Necesito evaluar personalmente el estado de mi nueva... adquisición.

Sus ojos brillaron con anticipación mientras adoptaba una postura relajada.

Tn: No te contengas, Anko-chan. Después de todo, necesito saber exactamente qué tan útil serás en mis planes futuros.

La invitación al combate era clara, pero ambos sabían que era más que una simple prueba de habilidad. Era una demostración de dominio, una manera más de cimentar su control sobre ella.

Y mientras Anko se preparaba para el enfrentamiento, no pudo evitar sentir una mezcla de miedo y emoción. Porque en el fondo, sabía que cada momento con Tn la alejaba más de quien solía ser y la acercaba a lo que él quería que fuera.

El viento sopló entre ellos, llevándose los últimos vestigios de su antigua lealtad, reemplazándolos con algo nuevo, algo más profundo y más oscuro. Algo que, aunque ella aún no lo sabía, la transformaría completamente.

CONTINUARÁ.

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