CAPÍTULO 14
La noche se había convertido en un escenario de pesadilla en el templo sagrado. Las antorchas parpadeaban, proyectando sombras danzantes en las paredes mientras los gritos de desesperación resonaban en el aire. Orochimaru había llegado, y con él, un torrente de terror. Su presencia era como un veneno, deslizándose entre los monjes que intentaban proteger su hogar y sus vidas.
Los esbirros de Orochimaru, fieles seguidores de su oscuro legado, se lanzaron contra los monjes con una ferocidad implacable. Las técnicas de ninjutsu chocaban en un despliegue de destellos y explosiones, pero la habilidad y brutalidad de los hombres de Orochimaru superaban cualquier esfuerzo de resistencia. Un monje invocó una poderosa barrera, pero fue rápidamente desmantelada por un ataque relámpago, dejando a su portador vulnerable y expuesto.
Orochimaru, en el centro del caos, observaba con una sonrisa cruel en su rostro. Sus ojos, llenos de un brillo insano, reflejaban la emoción de la caza.
Orochimaru: ¿Dónde está?
Murmuró, su voz suave y melodiosa contrastando con la brutalidad que lo rodeaba.
Orochimaru: La alabarda celestial invertida... necesito encontrarla.
Mientras los monjes luchaban con desesperación, muchos caían bajo los ataques implacables de los esbirros. Un grito desgarrador atravesó el aire cuando un joven monje fue atravesado por un kunai, su cuerpo desplomándose sin vida al suelo. La sangre manaba, manchando el suelo de piedra, convirtiendo el templo en un santuario de muerte.
Monje: ¡Resistan!
Gritó uno de los monjes, intentando organizar la defensa. Pero sus palabras se ahogaron en el clamor de la lucha, y el pánico comenzó a cernirse sobre el grupo. Cada movimiento de Orochimaru era calculado, cada ataque de sus esbirros, letal. El aire estaba impregnado de chakra, y la desesperación se entrelazaba con el olor a sangre.
Un golpe resonó, y otro monje fue lanzado por los aires, su cuerpo golpeando brutalmente la pared del templo. Orochimaru se acercó con pasos elegantes, como un depredador disfrutando del espectáculo.
Orochimaru: Patéticos...
Murmuró, mientras observaba la escena con desdén.
Orochimaru: No son más que insectos.
En un instante, un grupo de monjes se unió para lanzar un ataque coordinado, pero su esfuerzo fue en vano. Orochimaru se movió con una agilidad sobrenatural, esquivando los ataques y contraatacando con un movimiento fluido. Un chorro de sangre brotó cuando uno de los esbirros atravesó a un joven monje con su katana, el eco del metal resonando en el aire.
Mientras el templo se sumía en el caos y la fatalidad, Orochimaru continuaba su búsqueda, su mirada fija en cada rincón, cada sombra que podría ocultar la alabarda celestial invertida. La brutalidad del enfrentamiento mostraba la letalidad de un ninja en su elemento, y el templo, una vez sagrado, se convirtió en un campo de batalla donde la vida y la muerte danzaban en un macabro vals.
El eco de la lucha resonaba en cada esquina, y con cada vida que se extinguía, Orochimaru se acercaba un paso más a su objetivo, disfrutando del espectáculo de destrucción que había desatado.
En la oficina del Hokage, una atmósfera de solemnidad y expectativa se cernía sobre el lugar. Hiruzen Sarutobi, el anciano líder de Konoha, se encontraba sentado tras su escritorio, revisando papeles con una expresión que oscilaba entre la seriedad y la satisfacción. Frente a él, Tn Gojo permanecía erguido, con una postura que irradiaba confianza y un toque de arrogancia.
Hiruzen: Bien, Tn.
Comenzó Hiruzen, alzando la vista mientras organizaba los documentos.
Hiruzen: De acuerdo a las normas establecidas para el ascenso de rangos en la aldea, es un honor anunciarte que, tras demostrar un nivel de ninjutsu superior al de cualquier otro antes que tú, estás ascendido a Genin.
Tn esbozó una sonrisa cínica, sabiendo que su habilidad era reconocida, pero también percibiendo la forma en que los ancianos del consejo lo observaban. Sus miradas no estaban cargadas de admiración hacia él como persona, sino como una herramienta valiosa en el arsenal de Konoha. La vieja consejera, Homura, y el anciano Koharu intercambiaron miradas de aprobación, pero su orgullo se centraba en el potencial del joven shinobi más que en su carácter.
Hiruzen continuó, sin notar la chispa de arrogancia en los ojos de Tn.
Hiruzen: Además de tu capacidad en ninjutsu, has mostrado un nivel de inteligencia excepcional. Tu análisis y táctica se asemejan más a un ninja experimentado que a un genin. Por lo tanto, estás ascendido a Chunin.
El rostro de Tn se iluminó con un destello de satisfacción, pero era un placer que ocultaba la consciencia de su propia importancia. Sabía que su estatus le otorgaba una inmunidad especial; era consciente de ser considerado un arma invaluable. Mientras Hiruzen hablaba, él se recostó en la silla con un aire de despreocupación, sintiéndose intocable, como si nada pudiera afectarlo.
Hiruzen: Y ahora, dado que has demostrado tanto capacidad como intelecto para un uso eficaz de tus técnicas.
Continuó Hiruzen, su voz firme.
Hiruzen: Te ascenderé a Jounin.
En ese momento, los ancianos se enderezaron en sus asientos, sus rostros enmarcados por una mezcla de orgullo y cálculo. Para ellos, Tn era un activo en el tablero de ajedrez político, y su ascenso significaba que Konoha contaba con un shinobi formidable bajo su mando. Pero detrás de sus sonrisas, había un reconocimiento tácito de que todas sus decisiones estaban impulsadas por la necesidad de mantener a Tn de su lado.
Tn, al darse cuenta de la dinámica de poder que se estaba desarrollando ante él, disfrutaba de la sensación de ser un peón que había ascendido a una posición de rey en el juego de Konoha. La idea de que lo veían como un arma le proporcionaba una confianza desmedida. Sabía que podía hacer lo que quisiera dentro de la aldea, sin consecuencias. Su Kekkei Genkai del Infinito lo hacía aún más invaluable, y la política de la aldea lo mantenía a salvo de cualquier represalia.
Mientras Hiruzen y los ancianos discutían su futuro y el potencial que representaba, Tn se sintió como un titiritero de su propio destino, moviendo los hilos a su antojo. La sonrisa arrogante que adornaba su rostro era un reflejo de su comprensión de que, en Konoha, él no era simplemente un niño, sino una fuerza que nadie se atrevería a desafiar.
El sol comenzaba a descender en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y morados, mientras una carroza de madera adornada con el distintivo símbolo de la Aldea de la Arena avanzaba hacia Konoha. La carroza, imponente y majestuosa, se deslizaba suavemente por las calles, atrayendo la atención de los aldeanos, que se detuvieron en sus quehaceres para observar la llegada de sus visitantes.
Dentro de la carroza, Temari, Kankuro y Gaara intercambiaban miradas. Temari, con una expresión decidida, se sentía nerviosa pero emocionada por el nuevo capítulo que estaba a punto de comenzar. Kankuro, a su lado, mantenía una actitud protectora, mientras que Gaara, con su inconfundible aire de seriedad, observaba el entorno con una curiosidad silenciosa.
A medida que la carroza se acercaba, un segundo vehículo, más grande y custodiado por un grupo de ANBU enmascarados, también hizo su entrada. En su interior, Rasa, el Kazekage, mantenía una postura digna, su mirada fija y calculadora. Era evidente que su presencia exigía respeto, y sus ANBU, siempre alertas, rodeaban la carroza como sombras leales.
La gente de Konoha se agolpaba a los lados de la calle, sus murmullos llenos de admiración y asombro ante la llegada de los dignatarios de la Arena. Los niños señalaban emocionados, mientras los adultos intercambiaban comentarios sobre la importancia de la visita.
Finalmente, la carroza se detuvo frente a la oficina del Hokage, y un silencio reverente se apoderó del lugar. Hiruzen Sarutobi, el venerado Hokage, salió a recibir a sus huéspedes. Su rostro, surcado por las arrugas de la sabiduría y la experiencia, mostraba una mezcla de cordialidad y formalidad.
Hiruzen: ¡Bienvenidos a Konoha!
Pronunció Hiruzen, su voz resonando con calidez mientras extendía los brazos en un gesto de bienvenida.
Hiruzen: Es un honor tenerlos aquí, Temari, Kankuro, Gaara, y por supuesto, Kazekage Rasa.
Los visitantes respondieron con una inclinación de cabeza, cada uno reconociendo la hospitalidad del Hokage. Temari, sintiendo la presión de la situación, miró a su alrededor, recordando la importancia de esta alianza. Kankuro se mantuvo a su lado, mientras que Gaara, aunque distante, parecía estar absorbiendo cada detalle de su nuevo entorno.
Hiruzen continuó, su tono lleno de promesas y esperanzas.
Hiruzen: Estamos aquí para fortalecer nuestra alianza, y creo que juntos podremos enfrentar los desafíos que nos depara el futuro.
La llegada de los líderes de la Arena marcaba el inicio de una nueva etapa en la relación entre las dos aldeas, y mientras los aldeanos observaban con admiración, una sensación de expectativa se cernía en el aire, presagiando lo que estaba por venir.
El sol brillaba intensamente sobre Konoha, y Tn Gojo se encontraba en Ichiraku, el famoso puesto de ramen de la aldea. Era un lugar que había escuchado muchas historias, pero nunca había tenido la oportunidad de visitar. A su lado, Haruko sonreía con entusiasmo mientras el vapor del ramen recién servido se elevaba, llenando el aire con un aroma delicioso.
Haruko: ¡Es increíble!
Exclamó Haruko, sus ojos brillando con emoción mientras le daba un sorbo a su tazón.
Haruko: ¡Nunca había probado algo tan bueno!
Tn, por su parte, miraba el ramen con curiosidad. Había estado acostumbrado a la comida de alta sociedad, esos manjares que, aunque visualmente impresionantes, a menudo eran insípidos y carecían de sabor. Sin embargo, al ver a Haruko disfrutar de su comida, sintió una extraña emoción que le llenaba el pecho.
Tn: ¿De verdad es tan bueno?
Preguntó Tn, mientras se servía un tazón por primera vez. Miró los fideos con escepticismo, pero decidió probarlo. Al primer bocado, su expresión cambió.
Tn: ¡Esto es... sorprendentemente delicioso!
Comentó, con una sonrisa genuina en su rostro.
Haruko se rió, disfrutando de la sorpresa de Tn.
Haruko: ¡Te lo dije! ¡El ramen de Ichiraku es el mejor!
En ese momento, Ayame, la hija del dueño, observaba desde detrás del mostrador, sonriendo al ver la interacción entre los dos niños. Tn, el último descendiente del clan Gojo, con su aura de poder y misterio, se veía tan diferente mientras compartía risas y comida con Haruko. Era como si la barrera que lo separaba de los otros se desvaneciera, y la alegría de ser un niño brillara en su rostro.
Tn: Oye, Haruko.
Comenzó Tn con un tono burlón, intentando hacerla reír.
Tn: Ya soy Jounin ahora, ¡así que tendrás que volverte más fuerte! Ya no podré protegerte de cualquier idiota que quiera lastimarte.
Haruko lo miró, sorprendida por sus palabras.
Haruko: ¿Jounin? ¡Eso es increíble, Tn!
Exclamó, su rostro iluminado por la emoción. Pero su expresión cambió de repente al darse cuenta de lo que eso significaba. Tn ya no estaría siempre a su lado, y eso le dio un ligero escalofrío.
Tn sonrió con confianza, pero había algo más en su mirada.
Tn: No te preocupes, Haruko. Cuando me entere de que alguien te molesta, recordaré a todos que tú eres mía.
Las palabras salieron de sus labios con una posesividad que hizo que el rostro de Haruko se sonrojara intensamente. Su mirada se agachó, recordando el beso que Tn le había dado antes. Era una mezcla de confusión y felicidad, y su corazón latía más rápido. Para ella, Tn no era un monstruo ni la recipiente del Kyubi; él la veía como una niña normal, como alguien que valía la pena proteger, y eso la hacía sentir especial.
Haruko: Tn...
Empezó a preguntar, con la voz titubeante, buscando entender por qué había hecho eso. Pero justo en ese momento, Shizuka apareció en la escena, interrumpiendo el delicado momento.
Shizuka: ¡Hey, Tn!
Gritó Shizuka, con una amplia sonrisa en su rostro.
Shizuka: ¿Qué estás haciendo aquí?
La aparición de Shizuka desvió la atención. Haruko levantó la vista, aún sonrojada, mientras Tn se giraba hacia su prometida, sintiendo que el momento que había compartido con Haruko se desvanecía, pero no sin dejar un eco en su corazón. La conexión que había comenzado a formarse entre ellos estaba allí, y aunque la interrupción no era lo que había querido, sabía que había algo especial entre ellos que no podría borrarse tan fácilmente.
CONTINUARÁ.
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