CAPITULO 1
Desde que tengo memoria, mi vida ha sido un mar de expectativas y presiones. Mi apariencia, que todos consideran excepcional, y mis habilidades innatas, me han puesto en un pedestal que nunca pedí. Siendo niño, recuerdo las miradas de admiración mezcladas con envidia; los susurros que hablaban de mi potencial como si yo fuera una herramienta destinada a cambiar el curso de la historia.
Los adultos, especialmente el Hokage y las cabezas de los clanes, hablan de mí como si ya hubiera alcanzado un estatus de leyenda. Como si cada uno de mis movimientos estuviera escrito en una profecía antigua. Pero ellos no ven a un niño; ven una arma, una esperanza para la aldea, un milagro en ciernes.
Las chicas de la academia, bueno, ellas no se quedan atrás. Todas parecen querer estar cerca de mí, tocarme incluso, como si eso pudiera transferirles algo de mi "grandeza". A veces pienso que es menos sobre quién realmente soy y más sobre lo que represento para ellos.
Soy consciente de mi atractivo, y ¿por qué no? Es divertido ver cómo sus rostros se iluminan y cómo los pseudo-suspiros se transforman en miradas de admiración. Mi personalidad, nutrida por estas constantes atenciones, se ha moldeado en algo vanidoso, sarcástico e irónico. Algunos me llaman frívolo, pero ¿qué más puedo ser en un mundo donde todos me ven como algo más que humano?
Fue en una de esas noches, donde los cielos parecían compartir mis pensamientos, la lluvia caía implacable, y yo caminaba tranquilo bajo un paraguas, disfrutando de la soledad en medio de la tormenta. Fue entonces cuando la vi, a través de las cortinas de agua: Haruko. Allí, en medio de la nada, empapada y con lágrimas que se confundían con la lluvia, como si el cielo llorara con ella.
Haruko, la niña que lleva al zorro de las nueve colas sellado en su interior. La paria, la odiada, la que todos temen y desprecian. Ironía del destino, ella reflejaba mi opuesto perfecto; mientras yo era adorado, ella era despreciada.
No podía dejar de mirarla. Algo en su desdicha resonó en mí, tal vez era una pequeña chispa de humanidad que aún quedaba en mi cínico corazón. Caminé hacia ella, protegiéndola con mi paraguas. Sus ojos, rojos hinchados de llorar, se levantaron lentamente hacia los míos.
Tn: ¿Qué crees que estás haciendo aquí sola, bajo la lluvia? -le dije, mi tono era más suave de lo que normalmente usaba, pero no podía evitar que la ironía se asomara-. La gente podría pensar que te has convertido en un espíritu llorón o algo por el estilo.
Ella no respondió de inmediato, pero sus lágrimas comenzaron a mezclarse con una risa vacilante. Me incliné un poco, para que el paraguas la cubriera por completo.
Tn: Ven, no puedes permitirte enfermarte. Después de todo, llevas una responsabilidad aún mayor que la mía.
Las gotas de lluvia seguían cayendo con insistencia, pero bajo mi paraguas, Haruko y yo avanzábamos lentamente por las calles desiertas de Konoha. La aldea bajo la lluvia tenía un aire melancólico, casi poético, si uno se detiene a pensar en ello. Pero no soy muy dado a la poesía, así que lo veía simplemente como una triste ironía.
Tn: Konoha...
Empecé, más hablando conmigo mismo que con Haruko.
Tn: La gloriosa aldea oculta de la hoja, hogar de los shinobis más poderosos y, al mismo tiempo, los más conflictivos. Es casi como si tuvieran un complejo de superioridad tan grande que no pueden evitar meterse en problemas.
Haruko me miró de reojo, pero no dijo nada. No la culpaba, después de todo, la mayoría de las personas aquí preferirían evitar hablar mal de su amado hogar, no fuera que alguien los escuchara y los señalaran con el dedo.
Tn: El Cuarto Hokage, Minato Namikaze. Tan heroico, tan noble. Sellando al Kyuubi dentro de una recién nacida. No me malinterpretes, sé que hizo lo que pudo, pero vaya desafortunada que fuiste, ¿no? Ser la elegida para llevar el peso del zorro de las nueve colas. Un destino encantador para una niña.
Ella bajó la mirada al suelo, y me di cuenta de que quizá estaba siendo un poco demasiado crudo. Pero la verdad duele, y a veces hacer frente a ella es la única manera de entenderla.
Tn: Y luego está Hiruzen Sarutobi, el Tercero. -Dije con una risa seca.
Tn: El 'Profesor'. Un hombre venerado, con sabiduría infinita... al menos eso dicen. Pero, sinceramente, a veces me pregunto si es un inepto o simplemente manipulado por las sombras, especialmente por Danzo. Ese hombre... un verdadero maestro de las marionetas. Hiruzen parece más un niño dirigido por él que un líder independiente.
Nos acercábamos a la casa de Haruko, y la lluvia había comenzado a menguar un poco. La mayoría de las veces, la aldea estaba tan metida en sus propios conflictos internos que parecía olvidar que había un mundo más allá de sus murallas.
Tn: Y aquí estamos. -Dije finalmente, deteniéndome frente a su puerta.
Tn: Otra pequeña ironía de la vida. Los shinobis de Konoha son conocidos por su fuerza y habilidad, pero a menudo son los causantes de nuestros mayores problemas. Poderosos e inestables, un poco como yo, ¿no crees?
Haruko levantó la vista, sus ojos aún brillaban con lágrimas, pero parecían un poco más claros.
Haruko: Gracias, Tn. -Murmuró, abriendo la puerta de su casa.
Tn: De nada. -Respondí, girándome para marcharme.
Tn: Recuerda que, aunque no pueda cambiar tu destino, al menos puedo ofrecerte un paraguas de vez en cuando.
Mientras me alejaba, no pude evitar sonreír con ironía. La vida en Konoha siempre sería complicada y llena de contradicciones, y yo seguiría navegando en medio de ellas, mitad admirado, mitad odiado. Pero ahora, al menos, tenía algo más que una simple vanidad para guiar mis pasos.
En la amplia y bien iluminada oficina del Hokage, un ambiente de tensión y severidad impregnaba el aire. El Tercer Hokage, Hiruzen Sarutobi, se encontraba sentado detrás de su escritorio con la pipa en la mano, exhalando lentamente un rastro de humo que flotaba hasta el techo. A su alrededor, las cabezas de los clanes más poderosos de Konoha estaban reunidos en una semicircunferencia, cada uno con una expresión de calculada seriedad.
Hiruzen: Debemos considerar la restauración del clan de Tn con la mayor urgencia.
Comenzó Hiruzen, clavando su mirada en cada uno de los presentes.
Hiruzen: Es vital no solo para el fortalecimiento futuro de Konoha, sino también para consolidar la lealtad de sus descendientes.
Hiashi Hyūga, líder del clan Hyūga, asintió con gravedad.
Hiashi: El joven Tn es una joya sin igual en términos de poder y habilidades. Debemos asegurarnos de que su linaje perdure y se mezcle con las familias más influyentes de Konoha.
Shikaku Nara, del clan Nara, entrelazó los dedos y apoyó su barbilla sobre ellos.
Shikaku: Estamos hablando de comprometerlo con múltiples niñas de distintos clanes, ¿correcto? Para maximizar su descendencia y asegurar que sus cualidades excepcionales se transmitan a la mayor cantidad de futuros shinobis.
Hiruzen asintió lentamente.
Hiruzen: Así es. Hemos identificado a varias niñas de diversas edades y clanes que serían candidatas apropiadas. Están dotadas no solo de habilidades excepcionales, sino también de una lealtad inquebrantable a la aldea.
Tsume Inuzuka, del clan Inuzuka, añadió con un tono firme.
Tsume: El clan Inuzuka también puede ofrecer una candidata. Nos aseguraremos de que cualquier unión con nuestras niñas se base en la fortaleza y el honor.
Al otro lado de la mesa, el enigmático Danzō Shimura permanecía en silencio, pero sus ojos traicionaban un interés calculador. Siempre detrás de la cortina de sombras, Danzō estaba más que dispuesto a manipular cualquier situación para su ventaja y la del sombrío grupo que encabezaba, Raíz.
Fugaku Uchiha, líder del clan Uchiha, cruzó los brazos sobre su pecho y preguntó.
Fugaku: ¿Y qué hay de la opinión de Tn en este asunto? Es un joven con una gran responsabilidad sobre sus hombros. ¿Acaso le hemos preguntado qué piensa de estos arreglos?
Un murmullo incómodo recorrió la sala. Hiruzen suspiró, visiblemente cansado.
Hiruzen: Somos conscientes de sus sentimientos, Fugaku, pero debemos anteponer el bienestar de la aldea a los deseos individuales. Tn tendrá que entender que su papel es crucial para el futuro de Konoha.
Danzō rompió su silencio con frialdad.
Danzō: Y si no lo hace, lo obligaremos a entender.
Todos los ojos se volvieron hacia él, pero ninguno se atrevió a contradecirlo. Kilómetros de burocracia, persuasión y control no habían sido superados fácilmente, y Danzō siempre encontraba una forma de imponer su voluntad.
Hiruzen se aclaró la garganta.
Hiruzen: Tenemos que proceder con este plan de manera delicada. No podemos permitir que se sienta como un simple instrumento. Aunque, admitámoslo, esa es exactamente la percepción que muchos ya tienen de él. Haré lo necesario para que se sienta comprendido.
Con eso, la reunión continuó, desglosando nombres, habilidades y estrategias para hacer que el joven prodigio se ajustara a los deseos estratégicos de Konoha.
Mientras tanto, fuera de la oficina, la lluvia comenzaba a disminuir, y Konoha seguía siendo el mismo crisol de poder, diplomacia y conflicto que siempre había sido, con un niño prodigio en el centro de una maraña de expectativas y planes meticulosamente urdidos.
CONTINUARÁ.
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