ACTO¹: CREPÚSCULO

Ella fue valiente aún mientras temblaba de miedo, porque se arriesgaba a vivirlo.

—¡No olvides, Lilly! ¡volveremos a estar juntas! ¡no importa que pasé, lo prometo!

Esa noche reconoció en los ojos avellana de su madre la desesperación y el miedo, no halló a la mujer determinada y decidida que siempre admiro a lo largo de su infancia. Ella se desvaneció junto a la vida de su padre y ahora solo quería correr. Escapar de todo y todos.

El orfanato que quería hospedarla por la fuerza hasta que cumpliera sus dieciocho años fue repudiado por su persona y se encontraba escapando con sus pertenencias al anochecer. Atravesó las calles vacías de la ciudad y montó el primer autobús que se cruzó con su mirada.

—Lo detuvimos, mi amor, era inevitable que sucediera o pudo suceder algo peor. Tu padre ya no volvería a estar bien, no tienes que culparte de nada.

¿Estaba mal por llorar? Claro que no, Lillac tenía sus ojos repletos de lágrimas que no cesarían durante todo el recorrido por la carretera, ella no podía creer lo sucedido, pero debía aceptarlo, nada las devolverá al pasado para redimirse o al menos eso fue lo que le enseñó su madre cuando cumplió sus seis años.

Al momento que el bus llegó a su última parada los ojos de la castaña estaban fatigados de tanto observar el cielo por una ventanilla empañada del frío. Observó que había terminado en un pueblo y con el poco esfuerzo que pendía de su cansado cuerpo arrastró la maleta para abandonar el vehículo.

La estación se vacío rápidamente con las pocas personas que bajar junto a ella, muchos recibidos por familiares o amigos. La castaña presencio un clima inestable poblado de grises nubes y vientos que atraían un rocío helado por doquier. Ahora no sabía lo que haría, no había un plan o un sustento a largo plazo para ella, simplemente contaba con ahorros no exagerados y se dejó llevar por la primera vía que la alejaran automáticamente de su pueblo natal.

La liberación de su madre estaría en dudas para ser juzgada por un tiempo y ella no tenía forma de hacer algo más, solo continuar y cargar el peso de su recuerdo.

Se refugió muy amena en la chaqueta que portaba y después saco de su maleta una bufanda roja para cubrir la mitad de su rostro. Recorrió el pueblo sin nombre para su poco conocimiento por estos lares, los bosques ocupaban la mayor parte de la zona, algunas casas estaban aisladas de otras, echas de madera o tejas rojas estilo colonial.

Surcó un sendero de tierra que le hicieron sentir el aire salubre del mar, las corrientes más frescas y el sonido de sus olas nublaron sus sentidos y se aventuró allí para vislumbrar una playa casi desolada con arena gris, troncos caídos y algunas pendientes escarpadas que de treparlas te llevaban al follaje del bosque.

Juro ante el mar que mi corazón tuyo es, a usted pertenece y por siempre serás mi único hogar.

Entrecerro los ojos al revivir ese escenario, una playa como está pero no igual, los climas grises presentes pero su arena cálida. Lillac se transportó a cuando solo tuvo siete años que miró felizmente la declaración jurada de su padre a su madre, donde al mismo sitio fueron a renovar sus votos de matrimonio y sus padres besaron las mejillas de la niña luego de decir aceptó y ella les entrego los anillos.

Una promesa de amor, fidelidad y confianza ¿Hacia donde las olas se llevaron sus palabras? El recuerdo se desvaneció con la última imagen de una Lilly pequeña risueña entre los brazos de sus padres.

¿Cuándo había cambiado tanto la mirada de su padre? ¿por qué comenzó a verla con desdén? Ya dejó de conocerlo entrada su adolescencia y allí pudo darle nombres a los comportamientos de su progenitor: obsesivo, desconfiado, errático, y loco como el día que lo escuchó gritar aterrado entre sus sueños y despertó destrozando la mitad de la casa, ese acto la marcó por verlo intentar lastimarla con un atizador de hierro apenas sus miradas se encontraron. Y lo hubiese hecho de no ser porque su madre llegó, entonces él se volvió encantador igual que siempre cada que la tenía a su alrededor.

Lillac se sentía haber vivido en un cuento perfecto hasta que de la nada su padre decidió arrancar las páginas de cada momento donde aún la reconocía como su hija.

Los ojos de ella fueron cerrándose con las lágrimas todavía mojando sus mejillas, la tristeza la condujo a dormitar y no supo de nada más hasta que la oscuridad la abarcó sin una luna, entonces la helada la sacudió y despertó al sentir un golpe de calor rodearla.

Un extrañó hombre de piel rojiza la tenía en brazos, semidesnudo cuando las temperaturas en la costa eran tan bajas. Lillac no sintió pánico, seguía perdida en el sueño que se borró al abrir los ojos, lo miró atenta y el sitió que los rodeaba ya no era la playa o los senderos del bosque. Llegaron a un pueblo y la mirada de moreno llegó hasta ella cuando Lilly murmuró incoherencias sin notarlo.

  —Tranquila, estarás bien. —le habló con una gruesa y firme voz, su mirada oscura y mandíbula apretada hicieron que ella lo viera con dureza.

  —Por Dios ¿qué sucedió? —un hombre uniformado se acercó desde el pórtico de la estación de policías.

  —La hallé sola en la costa. Tiene el pulso débil. Ha tomado mucho frío. —respondió el moreno.

  —Gracias Sam, la ayudaremos.

La chica busco bajarse de los brazos musculosos, el moreno accedió a dejarla en el suelo lentamente para ver si podía estar de pie y Lilly se abrazó con fuerza.

  —Señorita, descuide, soy el sheriff del pueblo. Charlie Swan. —se identificó el segundo hombre y mostró su placa.

Sam bajo de su espalda la maleta que se había amarrado y Lillac se sorprendió ligeramente hasta que regresó a ver las facciones serías de él.

  »—¿Puede decirme su nombre, jovencita?

  —Lillac Finnich. —respondió en un hilo de voz. — ¿Qué pueblo es éste?

El sheriff Swan la observó con impresión y preocupado. — Forks, y antes la encontraron en la reserva La Push, entremos para que no tome más frío, por favor.

  —Gracias. —dijo sin dejar de mirar a Sam Uley.

El moreno asintió antes de marcharse a trote por las calles. Al adentrarse en la estación vió algunos policías y un hombre de vestimenta no formal junto un escritorio.

  —¿Que ha pasado? —indago al verlos entrar.

  —Toma asiento, Lillac. Parece que está perdida, Hank. —Charlie corrió un asiento para la castaña antes de ver a su buen amigo. — ¿Que fue lo que le sucedió?

La adolescente los observó inmaculada y serenamente buscó una respuesta que no la llevasen a levantar más curiosidad a su persona.

Ella no quisiera escapar otra vez.

Ya no.

  —Solo me perdí buscando un lugar.













✧*゚Hija mía ゚・
✧.。. no le entregues *
*:。✧ a ningún ser tu corazón*゚ ✧


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