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˚ˑؘ CHAPTER SIXTEEN °•*
clothes thief

CORI SE MORDISQUEÓ LAS UÑAS MIENTRAS ESTABA SENTADA EN LA CAMA ESPERANDO A EMMETT, que se había metido en la ducha después que ella. Su cabeza todavía daba vueltas, incapaz de olvidar las fotos instantáneas, por así decirlo, de su futuro con Emmett. Eran felices, casi siempre sonriendo o riendo. Una gran boda blanca, una increíble luna de miel en Hawái, lo cual parecía extraño considerando que ninguno de los dos podía salir al sol sin parecer una bola de discoteca. Pero si el futuro que ella veía era exacto, apenas salían de su habitación de hotel, que tenía las persianas cerradas y la única luz en la enorme habitación provenía de una pequeña lámpara junto a la ventana.

La sensación se había disipado, lo sabía porque sus dudas habían vuelto a aparecer. Pero sabía que nunca olvidaría cómo se sintió en ese momento. Levantó la vista cuando se abrió la puerta y las escaleras chirriaron mientras Emmett las subía. Sonrió cuando llegó arriba, con el pelo todavía mojado, pequeñas gotas rodando por el costado de su rostro y su pecho con nada más que una toalla alrededor de su cintura.

—Tengo algo de tu ropa por aquí en alguna parte.— Murmuró ella casi distraídamente, mientras miraba hacia su tocador, pero él simplemente se dejó caer en el borde de su cama, podía decir que algo no estaba bien.

—¿Estás bien?— preguntó, con el brazo estirado sobre su cuerpo mientras se inclinaba hacia ella, su palma presionada contra el colchón al otro lado de sus piernas. —Te ves un poco preocupada.

—No preocupada.— Ella le dio una pequeña sonrisa. —Sólo estaba pensando.

—¿Sobre?

—Um, cuando me convertí en lobo, esa es una frase rara.— Murmuró antes de sacudir un poco la cabeza. —De todos modos, cuando estaba, ya sabes, yo... me imprimé en ti.

—Lo sé.— Asintió, con una sonrisa en sus labios. —Edward nos lo dijo.

—Voy a matarlo.— Ella resopló, haciéndolo reír. —De todos modos, sólo sé un poco sobre eso. Sólo lo que me dijo Paul, y ahora no lo siento, no es que no te ame, sólo que... maldita sea, esto es...— se pasó las manos por el pelo mientras cerraba los ojos. —Te amo, de verdad. Pero, con todo y la impronta, todavía tengo miedo... del futuro.

Él se inclinó hacia delante y la besó en la frente. —Está bien.— Movió la mano hacia su mejilla, moviendo el pulgar lentamente sobre su piel. —No hay nada malo en que tengas miedo del futuro. Eres joven y todavía ves las cosas como un ser humano. He estado aquí por un tiempo. He visto relaciones que duran décadas, solo mira a mi familia. Esme y Carlisle han estado juntos por más de 80 años, Travis y Rose han estado juntos por casi el mismo tiempo. Y se casan, como, cada cinco años.

—¿Ellos qué?

Él se rió entre dientes. —Sí, a Rose le encanta la atención y a Travis le encanta cualquier oportunidad de demostrar su amor eterno. Es algo así como renovar sus votos.

—Eso es realmente dulce.— Tarareó, con los ojos en su mano mientras frotaba distraídamente su antebrazo.

—Sé que estás preocupada, pero te prometo que nunca dejaré de amarte.— Se inclinó hacia delante, presionando sus labios contra los de ella. —Incluso te lo prometo con el meñique.— Murmuró, llevando su otra mano hacia arriba entre ellos con el meñique levantado. Ella se rió mientras envolvía su meñique alrededor del suyo, haciendo que su sonrisa se ensanchara. —Te amo, Shortcake.

—Te amo, Árbol.— Se inclinó hacia delante, presionando sus labios contra los de él mientras envolvía sus brazos alrededor de sus hombros. Fue lento, como si él quisiera que ella sintiera cada gramo de amor que sentía por ella.

—¿Cuándo llegará tu padre a casa?— preguntó, alejándose un momento.

—Tarde.— Ella se encogió de hombros y una amplia sonrisa se dibujó en sus labios antes de que él presionara su boca contra la de ella. Envolvió sus brazos alrededor de su cintura y en un movimiento rápido la atrajo hacia su regazo.

—Bien.— Murmuró contra ella, ambos sonriendo durante el beso mientras él empujaba sus manos hacia arriba por sus costados, levantando su camisa. Ella se apartó sólo el tiempo suficiente para sacarla por la cabeza y tirarla al suelo y él gimió de apreciación al ver su pecho desnudo. —Maldita sea.— Murmuró, inclinándose hacia adelante y besando su pecho expuesto. —Eres jodidamente hermosa.

—Tú tampoco estás tan mal.— Ella tarareó y él entrecerró los ojos antes de darse vuelta y presionarla contra el colchón. Su boca exploró cada centímetro de carne expuesta y cuando estuvo casi satisfecho, le quitó los pantalones cortos y los dejó caer al suelo, su toalla no muy lejos.

[...]

Cori se rio mientras Emmett besaba su cuello, tomándose su tiempo para bañarla con besos tras besos. Si fuera humana, estaría llena de chupetones desde el cuello hasta los muslos. Pero no importaba cuánto lo intentara, no podía dejar una marca, era frustrante, pero le encantaba intentarlo incluso si sabía que era inútil.

—Me encanta que huelas a fresas.— Murmuró contra su clavícula. —Amaba las fresas... Ahora te tengo a ti. Mi propia pequeña fresa.

Ella se rió, sus manos se enredaron en su cabello mientras un suave gemido detenía ese delicioso sonido en su garganta. —¿Es... es por eso que me llamas Shortcake?

—Absolutamente.— Él tarareó, besando su camino hacia arriba por el cuello, luego besó sus mejillas y su nariz antes de presionar sus labios contra los de ella. —¿Quieres ir otra vez?— él levantó una ceja hacia ella, una mirada casi salvaje en sus ojos.

—¿Otra vez?— ella tarareó. —El sol ya salió.

—¿Y?— se encogió de hombros, gateando sobre la cama y dejando que su cuerpo descansara contra ella, aunque la cama estaba ligeramente inclinada. En algún momento durante la noche, la pata en la esquina inferior izquierda de su cama cedió, aunque eso no pareció frenar a ninguno de los dos. —¿Quieres romper las otras tres patas?— sus cejas saltaron un par de veces, una sonrisa burlona tiró de sus labios y ella no pudo evitar reír.

—¿Y agregar eso a la lista de cosas que rompimos?— ella levantó una ceja, sus manos enredadas en su cabello. —La puerta, la barandilla de las escaleras, la pared, la estantería...— miró el desorden de libros en el suelo. —Gracias por eso, por cierto. No va a ser una perra en absoluto.— Murmuró sarcásticamente mientras le sonreía, estaba demasiado feliz como para estar enojada. Completamente contenta de estar desnuda y envuelta en sus brazos.

—De nada.— Tarareó, besándole los labios de nuevo. —Y te estás olvidando de la ventana.

—Bien— Suspiró mientras miraba hacia la cortina ondeando con la brisa de la mañana, unas cuantas hojas descansando en el banco debajo de la ventana. —Ni siquiera estoy segura de cómo sucedió eso.

—Sí.— Se rió entre dientes. —Vamos a romper más cosas.— Se inclinó, presionando sus labios contra los de ella y ella se derritió debajo de él, manteniendo sus brazos apretados alrededor de él mientras envolvía sus piernas alrededor de su cintura, gimiendo un poco cuando él se presionó contra ella.

—Quiero.— Se apartó. —Pero mi papá está en casa.

Se incorporó, manteniendo una mano enterrada en su cabello mientras la otra lo sostenía. —¿Cómo pudo dormir así? ¿Cuándo llegó a casa?

—¿Por qué me preguntas? Estaba un poco ocupada.

Simplemente tarareó, asintiendo con la cabeza. —Bueno, deberíamos salir de la cama antes de que empecemos la ronda... ¿cinco?

—Seis.— Le dio una palmadita en la mejilla.

—Oh, sí.— Murmuró, con la mirada perdida como si estuviera recordando. Sacudió la cabeza y se incorporó, tirando de la sábana alrededor de su cintura mientras se dirigía al tocador de la chica. —¿Estás segura de que tienes mi ropa aquí?— preguntó, mirándola por encima del hombro mientras ella tomaba su camiseta del suelo antes de ponérsela por la cabeza.

—Enterrada ahí en algún lugar.— Ella asintió mientras se dirigía hacia él. —Solo unas cuantas camisetas y creo que un par de pantalones deportivos.

—¿Entonces eres una ladrona de ropa?— él arqueó una ceja mientras la observaba hurgar en el cajón, con las manos en su cintura mientras se paraba detrás de ella, dejando suaves besos en su cuello y hombro.

—Sí. Y ahora mismo, deberías estar contento de que lo sea.— Movió algunas cosas más antes de sacar una camiseta y un par de pantalones deportivos gris oscuro. —Toma.— Se giró para ofrecérselos y él se inclinó, presionando sus labios contra los de ella antes de apartarse, quitándole la ropa de las manos. Ella sonrió mientras lo observaba, sus ojos observando cada músculo mientras se movía, luego bajó la mirada cuando él dejó caer la sábana, su sonrisa creció antes de desvanecerse y giró la cabeza hacia un lado. —¿Escuchaste eso?

—Probablemente Bella.— Le dijo él, subiéndose los pantalones deportivos por las piernas y se rió cuando sus ojos se abrieron de par en par.

—Ella nos escuchó...— se quedó en silencio, arrastrándose la mano por su rostro. —Maldita sea.

—No es tan malo.

—Mi hermana y su novio nos escucharon teniendo sexo... y sí, incluí al psicópata porque cree que no pueden pasar una sola noche separados por alguna razón.— Se quejó mientras se subía los pantalones cortos por las piernas. —Ahora tengo que ir a hablar con ella.— Él se rió entre dientes cuando ella comenzó a caminar hacia el pequeño tramo de escaleras, solo para detenerse y girarse hacia la pila de libros, sus labios frunciéndose ligeramente. —Mis pobres libros.

—Los recogeré.— Le dijo, subiéndose la camisa por la cabeza. —Creo que recuerdo el orden en que estaban.

—Te amo.— Le dijo, con una sonrisa cariñosa en los labios.

—Te amo, ahora vete.— Él le hizo un gesto con la mano y ella comenzó a bajar las escaleras, suspirando un poco al ver la barandilla rota. —Arreglaré eso también.— Gritó y ella se rió entre dientes mientras abría la puerta, pero en lugar de abrirse, se soltó de las bisagras. —¡Eso también!

—Me sorprende que la casa todavía esté en pie.— Murmuró mientras apoyaba la puerta contra la pared y salía al pasillo antes de bajar las escaleras hacia la cocina, donde Bella estaba comiendo un tazón de cereal y Charlie estaba sorbiendo su café. —Buenos días.— Murmuró, con una sonrisa incómoda tirando de sus labios cuando Bella le dirigió una mirada cómplice y una sonrisa burlona.

—Entonces, ¿hiciste algo divertido anoche?— preguntó Bella, con los ojos fijos en Cori, cuyos ojos se abrieron de par en par.

—En realidad, no.— Respondió Charlie, extendiendo la mano hacia atrás para acariciarle el hombro. —Tomé unas cervezas con Billy y se negó a dejarme conducir hasta casa. Su sofá es incómodo.— Cori dejó escapar un pequeño suspiro de alivio; no había estado en casa en absoluto, lo cual fue un gran alivio. —Voy a darme una ducha, tengo algunas compras que hacer.— Resopló mientras se dirigía hacia la puerta.

—Que tengas un buen día.— Lo llamó Cori y él tarareó en reconocimiento, claramente no del todo despierto mientras subía las escaleras y una vez que se fue, Cori se dejó caer en la silla frente a Bella. —¿Hiciste algo divertido anoche?— repitió, tratando de imitar la voz de su hermana y todo lo que Bella pudo hacer fue reírse de la expresión en el rostro de Cori. —¿Por qué no le haces un gran cartel diciéndole que tuve sexo anoche? Ya es bastante malo, ¿sabes?— dejó caer la cabeza entre sus manos. —No puedo creer que nos hayas escuchado.

—Todo el pueblo los escuchó.

—Oh, Dios.— Cori gimió, dejando que su frente golpeara contra la mesa.

—Si te hace sentir mejor, cuando llegamos y nos dimos cuenta de que ustedes dos estaban... nos fuimos. Pasé la noche en casa de Edward.

—Oh, sí, gracias.— Murmuró, entrecerrando los ojos hacia su hermana. —Ahora, voy a cambiarme, nunca más vamos a hablar de esto, y voy a ir a buscar un oso muy grande.

—Está bien.— Bella se rió entre dientes mientras veía a su hermana subir las escaleras.






























































































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