𝙁𝙖𝙢𝙞𝙡𝙞𝙖...
𝐀𝐃𝐕𝐄𝐑𝐓𝐄𝐍𝐂𝐈𝐀:
Estɑ histoɾiɑ contiene comentɑɾios sugeɾentes,
humoɾ negɾo ocɑsionɑl, spoileɾs γ contenido
no ɑpto pɑɾɑ todo público.
Leeɾ bɑjo su pɾopiɑ ɾesponsɑbilidɑd.
Dos Días Después
📍 En México
Enji, Fuyumi, Natsuo y Shoto se encontraban en el aeropuerto de México. El día anterior, habían salido del aeropuerto de Japón, y tras un largo día de viaje en avión, finalmente habían llegado a su destino.
Mientras esperaban afuera del aeropuerto, Enji notaba el incómodo silencio que rodeaba a sus hijos. Fuyumi, Natsuo y Shoto permanecían callados, aguardando las órdenes de su padre con una mezcla de ansiedad y expectativa.
De repente, una camioneta negra se estacionó frente a ellos. De la camioneta, salieron dos personas: David y Elena.
—¡Padre! -gritó David con alegría, corriendo hacia Enji y lanzándose a sus brazos.
—David, campeón -respondió Enji, rodeando al chico con sus grandes brazos- ¿Cómo has estado? -preguntó al bajarlo al suelo, revolviendo su cabello con ternura.
—He estado bien -sonrió suavemente David- ¿Tú cómo has estado? ¿Has estado bien? ¿Has comido? -inquirió con una preocupación que reflejaba un lazo familiar.
—Sí, he estado bien, también he comido -respondió Enji, esbozando una pequeña sonrisa.
Desde un lado, Fuyumi, Natsuo y Shoto observaban cómo su padre le daba a David esa mirada que tanto deseaban: una mezcla de amor y orgullo. Era un vínculo que ellos anhelaban experimentar.
—Bien, ¿podemos irnos? -preguntó David, su entusiasmo palpable.
—Vámonos -dijo Enji, extendiendo las manos hacia David, esperando que le entregara las llaves del auto.
—No, no, yo manejaré. Has de estar cansado, no quiero que te canses más al manejar -le sonrió David, mostrando una madurez que sorprendió a Enji.
Enji sintió una oleada de orgullo al ver la independencia y el cuidado que su hijo mostraba.
—Bien, vámonos en ese caso -dijo Enji, haciendo una seña a sus otros hijos para que lo siguieran. Ellos, obedientes, comenzaron a acercarse.
David abrió la cajuela de la camioneta y ayudó a su padre y a los chicos a subir las maletas al auto. Mientras David asistía a Fuyumi, Natsuo y Shoto con su equipaje, Enji se acercó a Elena y la abrazó por la cintura, sintiendo una conexión que había estado ausente durante demasiado tiempo.
—En la brisa suave de este amanecer,
mi corazón despierta con tu nombre,
mujer de mis días, luz de mi ser,
tras semanas de sombras, vuelvo a la costumbre.
Las horas sin ti, un desierto helado,
cada instante, un eco de risas perdidas,
mi alma ha vagado, un barco anclado,
ansiosa por el puerto de tus caricias.
Tus ojos, dos faros en la noche oscura,
me guían de nuevo hacia el calor de tu abrazo,
y en cada suspiro, mi amor se asegura,
que el tiempo no puede borrar este lazo.
Hoy, al fin, el destino nos vuelve a reunir,
como ríos que encuentran su cauce,
mi corazón late, se siente vivir,
y en tu risa encuentro mi mejor fase.
Así espero el instante, la magia del reencuentro,
donde el tiempo se detiene y el mundo se apaga,
pues en ti he hallado mi hogar, mi centro,
mujer de mi vida, mi amor nunca se apaga.
Enji terminó de recitar el poema que tanto le encantaba a Elena. Lo había escrito después de semanas y meses de separación, un tiempo que había sido una verdadera tortura para ambos.
Tomó las manos de Elena entre las suyas, besando suavemente los nudillos de sus dedos y sintiendo el calor que emanaba de ellas.
—Tan amoroso como siempre, amor mío -dijo Elena, sonriendo con amor, sus ojos brillando ante la presencia de su amado.
—Tú me haces así -respondió Enji, inclinándose para besar suavemente los labios de su amada.
Elena rio suavemente y lo besó de regreso, sus labios moviéndose en perfecta sincronía, creando un momento de intimidad que parecía eterno.
—¿Ya pararon, par de tortolitos? -se burló David, interrumpiendo el momento.
Enji y Elena se separaron, riendo, sintiendo sus corazones latir al unísono. David los miraba con una sonrisa en el rostro, el amor entre sus padres siempre le había parecido algo mágico. Observaba las miradas que se intercambiaban, los besos y cariños que compartían.
Él deseaba un amor como ese.
Por un lado, Fuyumi observaba cómo su padre besaba a esa mujer, sintiendo una mezcla de tristeza y felicidad. Le dolía pensar en cómo su padre nunca había sido tan amoroso con su madre, pero al mismo tiempo, se sentía contenta por él.
Por otro lado, Natsuo veía a su padre con furia. Le molestaba profundamente que a esa mujer y a su medio hermano sí les demostrara el amor y cariño que ellos habían deseado durante años. Apretó los puños al ver a su padre y a Elena sonreírse mutuamente mientras se separaban del beso.
Y no se podía olvidar a Shoto, quien observaba con tristeza y enojo a su padre, el mismo hombre que, durante años, había maltratado a su familia física, mental y emocionalmente. Era doloroso ver a Enji feliz con otra mujer. Dirigió su mirada hacia David, quien contemplaba a sus padres con una sonrisa llena de admiración, ajeno a la complejidad de sus relaciones familiares.
—Bien, súbanse al auto -dijo Enji, dirigiéndose a todos con un tono decidido.
Sin dudarlo, todos obedecieron y se acomodaron en la camioneta. David tomó el volante, ocupando el asiento del piloto, mientras Enji se sentó a su lado como copiloto. Elena y Fuyumi se acomodaron en los dos asientos intermedios, creando un pequeño espacio de cercanía entre ellas. Fuyumi, visiblemente nerviosa, tenía las manos sobre sus piernas, jugando con sus dedos en un intento de calmar su ansiedad.
En la parte de atrás, Natsuo y Shoto ocupaban el asiento trasero, ambos con los brazos cruzados y expresiones de enojo que reflejaban su descontento. La tensión en el aire era palpable, cada uno lidiando a su manera con la complejidad de la situación familiar.
A medida que Enji miraba a su alrededor, sintió una mezcla de emociones. La felicidad de reunirse con David y Elena contrastaba con la incomodidad que percibía en sus otros hijos. Sabía que el camino por delante no sería fácil, pero estaba decidido a intentar construir puentes entre todos, a pesar de las diferencias y resentimientos que existían en el aire.
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📍 En la casa
Una vez que llegaron a la casa, todos salieron de la camioneta y comenzaron a bajar las maletas de la cajuela. El ambiente era de expectativa y un poco de nerviosismo. Al entrar en la casa, Elena rompió el silencio.
—Yo haré de comer, ustedes pueden ir a la sala a descansar un rato -anunció con una sonrisa cálida.
—Te ayudo -dijo David, caminando junto a su madre hacia la cocina, dejando a Enji y a sus otros hijos en la sala.
Enji se acomodó en uno de los sillones, observando a Fuyumi, Natsuo y Shoto, quienes exploraban la casa con expresiones de incomodidad y sorpresa. La casa era moderna y acogedora; aunque no era tan grande como su mansión, tenía un diseño funcional. Contaba con cuatro habitaciones, cada una con su propio baño privado, una amplia sala, un comedor, un pequeño cuarto de lavado, un gran patio y un garaje. En comparación con la mansión Todoroki, esta casa parecía un tercio o un cuarto de su tamaño.
—L-La casa es bonita -murmuró Fuyumi, mirando atentamente la sala, sus ojos recorriendo cada detalle.
La sala era espaciosa, con tres sillones cómodos dispuestos en círculo alrededor de una mesa central. Una alfombra grande adornaba el suelo, y en la pared se destacaba una pantalla de gran tamaño. Varias plantas decoraban el entorno, añadiendo un toque de vida al ambiente.
—Supongo que tú la compraste -dijo Natsuo, todavía con el ceño fruncido, su tono reflejando una mezcla de desconfianza y curiosidad.
—Los dos... Elena y yo la compramos juntos -explicó Enji, acomodándose en el sillón. Sus hijos lo siguieron, eligiendo los otros sillones disponibles- La compramos hace ocho años -suspiró, sintiendo el peso de esos años.
Fuyumi estaba a punto de hablar, cuando la voz de David la interrumpió.
—Padre -dijo David al acercarse, sosteniendo dos cervezas en las manos- Toma -le extendió una, antes de sentarse a su lado.
—Gracias -respondió Enji, revolviendo el cabello de David con cariño.
—¡Hey! -rio suavemente David, volviendo a acomodar su cabello, mientras sus hermanos observaban la escena con una mezcla de sorpresa y confusión.
—¿No ayudarás a tu madre? -preguntó Enji, abriendo la lata de cerveza y observando a David con curiosidad.
—Me dijo que no era necesario, que ella hacía la comida -respondió David, encogiéndose de hombros mientras abría su propia lata.
—Pero a ti te encanta ayudar a tu madre en la cocina -Enji alzó una ceja, recordando las veces que había visto a David involucrarse en los preparativos.
—¿Ayudarías a mamá en la cocina si te tiene amenazado con una cuchara de madera? -se burló David, esbozando una sonrisa.
—Buen punto -concedió Enji, riendo levemente ante la imagen que se formaba en su mente.
Los otros tres hijos de Enji se quedaron mirando a los dos, sintiéndose un poco incómodos ante la presencia del menor. La cercanía entre David y su padre era palpable, y la dinámica que compartían parecía ajena a ellos.
De repente, David adoptó una expresión más seria.
—Mamá dijo que necesitabas decirme algo importante -dijo, tomando un trago de su cerveza y mirando a Enji con atención.
—Sí -asintió Enji, soltando un suspiro, mientras pasaba su mano por su cabello, preparándose para la conversación que sabía que debía tener.
—¿Tiene algo que ver con ellos, verdad? -preguntó David, sin voltear a ver a Fuyumi, Natsuo y Shoto, pero intuyendo la tensión en el ambiente.
—Sí -confirmó Enji, sintiendo el peso de sus palabras. La revelación de la verdad era un paso crucial, y sabía que no sería fácil.
En ese momento, la atmósfera se volvió tensa. Enji miró a sus otros hijos, comprendiendo que la situación estaba a punto de volverse más complicada.
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Una Hora Después
Una hora había transcurrido desde que todos se habían reunido en la casa; a los chicos les mostraron las habitaciones se iban a hospedar. Ahora, en ese momento, se encontraban sentados alrededor de la mesa del comedor, cada uno con su plato de comida frente a ellos. Elena había decidido preparar algo rápido y sencillo: unas exquisitas enchiladas de chile verde. Antes de comenzar a comer, todos expresaron su agradecimiento por la comida, y pronto el sonido de los cubiertos contra los platos llenó el aire.
Sin embargo, el ambiente estaba impregnado de una tensión palpable, creando una atmósfera incómoda. Mientras comían, cada uno sentía que la situación podría explotar en cualquier momento, y, para ser sinceros, ninguno de ellos estaba preparado para lo que pudiera venir.
Finalmente, cuando todos terminaron de comer, Enji rompió el silencio.
—David... Es hora de que te contemos algo -dijo Enji, cambiando al japonés para que todos, incluidos sus hijos y Elena, pudieran comprender la conversación.
Narra David:
Al escuchar esas palabras de mi padre, sentí cómo la incomodidad en el ambiente aumentaba. Las miradas de los chicos que mi padre había traído con él se volvieron serias de repente. Noté cómo mi madre se movía incómoda en su asiento, pero decidí concentrarme en lo que mi padre tenía que decir.
—Sabes que te quiero mucho, ¿no es así? -preguntó, colocando su mano en mi hombro. No dudé en asentir, sintiendo la sinceridad en su gesto.
Sin embargo, escuché un "Tch" proveniente de uno de los chicos, lo cual decidí ignorar por el momento.
—Hay algo de mí que no te he contado -continuó, su tono de voz adquiriendo un matiz serio una vez más- Verás...
Y así, comenzó a revelarme la verdadera historia de su vida. Me relató cómo, tras graduarse de la U.A., la escuela donde se formó como héroe, había comenzado a buscar una esposa adecuada para tener hijos fuertes que pudieran derrotar a All Might, el héroe número uno de Japón. Fue entonces cuando mencionó a Rei Todoroki, la mujer que eligió como su esposa.
Se casaron poco tiempo después de conocerse, y meses después, nació Touya Todoroki, mi primer medio hermano. En ese momento, mi padre creía que Touya era el hijo perfecto que podría derrotar a All Might. Sin embargo, todo cambió cuando se enteraron de que Touya tenía un problema físico que le impedía utilizar su quirk.
Después de esa decepción, mi padre decidió tener más hijos. Primero fue Fuyumi, mi media hermana; luego llegó Natsuo, mi otro medio hermano. Después de unas semanas del nacimiento de Natsuo, mi padre conoció a mi madre, ya que había venido a México por una misión.
Lo que comenzó como una amistad normal se transformó con el tiempo en un romance. Pude ver que no me mentía; siempre que hablaba de mi madre, sus ojos brillaban con una luz especial. Era evidente que se habían enamorado el uno del otro.
Con el tiempo, decidieron dar un paso más en su relación, y así fue como llegué yo. Mi padre me confesó que había hecho demasiadas cosas mal en su otra familia, como maltratarlos física y emocionalmente. Al cabo de unos años, nació Shoto, mi último medio hermano, quien se convirtió en el detonante de la ruptura en la familia de mi padre.
Me contó que, después de ver cómo su atención se desvió hacia Shoto, Touya comenzó a entrenar a escondidas. Lamentablemente, un día, cuando mi padre no quiso ir a verlo, Touya sufrió un accidente en un bosque, lo que resultó en una serie de graves quemaduras.
Rei, abrumada por la presión de la familia y la tragedia que la rodeaba, perdió el control y, tiempo después de la muerte de Touya, le arrojó agua hirviendo a Shoto en un momento de desesperación. Esto llevó a que mi padre la internara en un centro psiquiátrico, tanto para su recuperación como para proteger a los niños de ella.
Eso explica la quemadura en el rostro de Shoto.
El relato de mi padre me dejó atónito, y una serie de emociones comenzaron a revolotear en mi mente mientras asimilaba la complejidad de su vida y las decisiones que lo habían llevado hasta aquí.
—Entonces... soy producto de una infidelidad -murmuré, observando mis manos con el ceño fruncido. La confusión y el dolor comenzaban a apoderarse de mí- ¿Por qué? -pregunté, dirigiendo mi mirada a todos en la mesa, y finalmente a mi padre- ¿Por qué me lo contaste? Pudiste haberte ahorrado este secreto -dije, sintiendo un nudo formarse en mi garganta.
—Quería ser honesto contigo. Tu madre y yo no queríamos ocultarte nada -mi padre colocó una mano en mi cabeza, su tono era suave y reconfortante- Ya era momento de que supieras la verdad -susurró con sinceridad.
—¿Tú... me sigues queriendo, verdad? -pregunté, bajando la mirada al suelo, sintiendo una mezcla de inseguridad y anhelo.
—Por supuesto que sí. Eres mi mayor orgullo -respondió, tomando mi rostro entre sus manos y atrayéndome hacia un abrazo cálido y protector.
Lo abracé con fuerza, aferrándome a él como si mi vida dependiera de ello. Cerré los ojos, intentando evitar que las lágrimas escaparan, mientras miles de pensamientos y emociones chocaban en mi interior. La revelación había cambiado todo, pero su amor y apoyo me ofrecían un refugio en medio de la tormenta.
—¿Y ya? ¿Así de fácil? -la voz de Natsuo nos sacó de nuestros pensamientos, interrumpiendo el momento de conexión que había compartido con mi padre- A él lo tratas así, pero a nosotros nos tratas como si no importáramos. ¿Qué es esto, Enji? -gruñó con enojo- ¿Qué debemos hacer para que nos trates de la misma manera, eh? ¿Acaso nosotros no importamos? -comenzó a elevar la voz, la frustración palpable en su tono.
—Natsuo, no es el momento -mi padre lo reprendió, su ceño fruncido y su voz grave.
—¡No! ¡Sí es el momento! ¡No puedes simplemente actuar así de cariñoso frente a nosotros y luego tratarnos como si fuéramos desechos! -gritó, claramente alterado por la injusticia que sentía- ¡Eso no es justo! -su voz resonaba en la sala, llenando el espacio con una tensión insoportable.
—Estás sobrepasando tus límites, Natsuo. Guarda silencio -respondió mi padre, su tono firme.
—¡No, no me callaré! ¡Esto no es justo! -gritó, su frustración alcanzando un punto crítico mientras la situación se tornaba cada vez más tensa.
—David -mi padre me miró, su expresión cambiando- Ve a tu habitación -me susurró, intentando calmar la tormenta que estaba por desatarse.
—¡No, él y la zorra que tiene como madre deben quedarse aquí! -gritó Natsuo, y de repente, sentí que todo a mi alrededor comenzaba a girar.
No sé qué me pasó, pero en un instante, la rabia se apoderó de mí. Sin pensar, me lancé hacia Natsuo, tratando de golpearlo con todas mis fuerzas. La confusión y la adrenalina llenaron el aire mientras la tensión se desbordaba, y en un momento de pura reacción, me encontré en medio de un caos que parecía inevitable.
Los gritos resonaban, la incomodidad se palpaba y, por un instante, el amor que había sentido momentos antes se desvaneció, dejando solo un vacío lleno de furia y dolor. En ese momento, todo lo que había querido era proteger lo que consideraba mío, pero la rabia y el resentimiento se habían apoderado de mí, llevándome a un lugar oscuro que nunca pensé que visitaría.
—¡Vuelve a repetirlo, hijo de perra! ¡Vuelve a llamar a mi madre así, hijo de tu puta madre! -grité, golpeando a Natsuo con todas mis fuerzas, aunque muchos de mis ataques eran bloqueados por su intento de protegerse.
—¡David, déjalo! -escuché a mi madre gritar, su voz llena de preocupación.
—¡David! -mi padre me tomó entre sus brazos, intentando separarme de la pelea.
—¡Hijo de perra! ¡Te prohíbo que vuelvas a hablar así de mi madre, cabrón! ¡Te voy a partir la cara, hijo de puta! -grité con furia, el odio y el dolor fluyendo a través de mí mientras me dirigía a Natsuo.
Observé cómo Fuyumi y Shoto ayudaban a Natsuo a levantarse del suelo. Miré su rostro, frustrado al darme cuenta de que, desafortunadamente, no le había causado el daño que había deseado.
Pero, hey, algo es algo.
—¡Solo estoy diciendo la verdad sobre tu madre! ¡Tu madre es una zorra que decidió meterse en un matrimonio! -Natsuo volvió a gritar, su provocación avivando aún más mi rabia.
En medio del caos, sentí los brazos de mi madre rodeándome, buscando calmarme, mientras mi padre avanzaba hacia Natsuo con una expresión que mezclaba decepción y furia. Todo quedó en un silencio tenso cuando mi padre le dio una cachetada a Natsuo, un sonido impactante que resonó en la sala, dejando a todos en estado de shock.
—Cállate -gruñó mi padre con furia- Solo cállate -repitió, su voz cargada de frustración.
—Papá... -susurró Fuyumi, mirándolo con preocupación. La vi con las manos cubriendo su boca, lágrimas acumulándose en sus ojos, su expresión reflejando el dolor del momento.
—Vete a la habitación, no salgas de ahí lo que resta del día... No quiero verte -le dijo, su tono era firme y autoritario.
Natsuo, con lágrimas brillando en sus ojos, se alejó hacia una de las habitaciones donde se quedaría con Shoto. Antes de subir las escaleras, me lanzó una mirada llena de odio que me hizo sentir aún más incómodo.
—Lamento mucho lo que Natsuo hizo y dijo -se disculpó Fuyumi, haciendo una reverencia hacia mi madre y hacia mí, su voz temblorosa.
—No es tu culpa -murmuré, intentando calmarla. Luego, me di la vuelta y abracé a mi madre, buscando su consuelo.
Sentí las manos de mi madre acariciar suavemente mi cabello y espalda, un gesto que me brindó algo de paz en medio del caos emocional.
—Tch -murmuró Shoto, visiblemente molesto, antes de dirigirse rápidamente a la habitación de invitados que iba a compartir con Natsuo.
La sala se llenó de un silencio denso, el único sonido que rompía la calma era el de mi respiración agitada, que resonaba en el aire tenso.
—Lo lamento mucho, madre -dije, tomando sus manos entre las mías y besando suavemente los nudillos de sus dedos- No sé qué me pasó, realmente lo lamento -murmuré, dejando escapar un suspiro que contenía la carga emocional del momento.
—No, cariño, tranquilo, no fue tu culpa -respondió mi madre con una sonrisa cálida, acariciando suavemente mi mejilla. Su ternura era un bálsamo que aliviaba mi angustia interna.
Una vez que logré calmarme, dirigí mi mirada hacia Fuyumi e hice una pequeña reverencia en señal de respeto.
—Lamento mucho la manera en que me comporté con tu hermano. No fue apropiado de mi parte actuar de esa forma. No debí haber sido agresivo con él -me disculpé con sinceridad, sintiendo el peso de mis acciones.
—¡A-Ah! ¡No te preocupes! ¡No fue tu culpa! -exclamó Fuyumi, visiblemente avergonzada- N-Natsuo no debería haber actuado así, tampoco debería haberlos insultado a ti y a tu madre, a pesar de todo lo que sucedió... -suspiró, mostrando su frustración ante la situación- Si me disculpan, debo ir a ver a mis hermanos -se despidió, su voz cargada de preocupación.
—No te preocupes, ve -le sonreí suavemente, deseándole lo mejor en su intento por reconciliarse con ellos.
—Tranquilo -dijo mi padre, revolviendo mi cabello cariñosamente una vez que Fuyumi se fue.
—Ustedes son mis padres... -comencé a hablar, sintiendo que cada palabra salía del fondo de mi corazón- No me importa lo que los demás digan de ustedes... Yo los amo, sin importar qué -miré a ambos con una pequeña sonrisa que reflejaba mi sinceridad- No importa el pasado que ustedes dos hayan tenido; ustedes me han demostrado lo que es el amor familiar. Me han enseñado lo que significa el amor de un padre y una madre... Y estaré eternamente agradecido por eso. Los amo, sin importar qué...
—Oh, David -murmuró mi padre, y en ese instante, me abrazó con fuerza, como si quisiera infundirme su amor y protección.
Sentí los brazos de mis padres rodeándome con una calidez reconfortante, y solté un suspiro tembloroso. En ese abrazo, encontré la seguridad que tanto necesitaba.
No importaba lo que dijeran sobre mis padres; ellos eran mi familia, y eso era lo que realmente contaba. Claro, no justifico los errores del pasado, pero eso no cambiará el amor profundo que siento hacia ellos. El pasado es parte de nosotros, pero no define nuestro presente ni nuestro futuro.
—Bien... Ahora que todo está aclarado... El director de la U.A. quiere que estudies allá -interrumpió mi padre, rompiendo el momento de conexión con una noticia inesperada.
—¡¿Qué?! -exclamé, sorprendido por la revelación.
En un instante, la calma y el amor que había sentido se transformaron en una mezcla de emoción y nerviosismo. La posibilidad de un nuevo comienzo se cernía ante mí, y aunque el camino por delante era incierto, sabía que contaría con el apoyo incondicional de mis padres.
Qué hermosa familia tenía, a pesar de todo.
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Una Hora Después
Una hora había pasado desde que mi padre reveló la sorprendente noticia. Al parecer, el director Nezu quería que yo dejara la UNAM y me trasladara a estudiar a la U.A. La idea de cambiar de universidad era abrumadora. No es que no quisiera; por lo que sabía, la U.A. era una de las mejores escuelas de Japón, un lugar donde los aspirantes a héroes se formaban para lograr grandes cosas. Sin embargo, al mismo tiempo, la idea de dejar la UNAM me generaba una profunda resistencia.
Había trabajado incansablemente para ingresar a esa universidad. No podía simplemente renunciar a ella, como si se tratara de una decisión trivial. La UNAM siempre había sido la universidad de mis sueños. Solo unos pocos afortunados lograban ser admitidos, y yo había sido uno de esos privilegiados. La emoción y el orgullo que sentí al ser aceptado eran recuerdos imborrables, y no estaba listo para dejarlos atrás.
Aun así, mi padre tenía razón en algo. El sistema educativo de Japón es completamente diferente al que conocemos aquí en México. En Japón, la exigencia académica es mucho mayor, y el enfoque en la disciplina y el trabajo arduo podría ser justo lo que necesitaba en mi camino hacia convertirme en héroe. La idea de recibir una educación de ese calibre era tentadora; podría abrirme muchas puertas y ofrecerme oportunidades que quizás no tendría aquí.
Sin embargo, había otro factor que me inquietaba profundamente: la perspectiva de estar en la misma escuela que Shoto. Desde el primer momento en que supe que él era mi medio hermano, sentí un nudo en el estómago. No sé por qué, pero intuí que no nos llevaríamos bien. La idea de convivir con él en un entorno académico solo me llenaba de incomodidad. Era difícil de aceptar, pero la realidad era que tendría que enfrentar esta nueva dinámica familiar.
Aunque yo no quiera eso.
Sé que eso suena mal, incluso egoísta, pero deben entenderme. No se puede superar de la noche a la mañana el hecho de que tu padre tenía otra familia en Japón, una existencia paralela de la que no tenías idea. Viví una mentira durante toda mi vida sin siquiera saberlo, y ahora, de repente, estaba destinado a compartir un espacio con alguien que representaba esa verdad oculta.
Miré a mi padre, sintiendo como si el aire se me escapara de los pulmones. Tenía varias preguntas rondando en mi mente, y era el momento de plantearlas.
—Tengo un par de preguntas -comencé a hablar, intentando mantener la calma- En primer lugar, si nos vamos a Japón, ¿dónde nos quedaríamos? -pregunté con una mezcla de curiosidad y ansiedad.
—Se quedarían con nosotros en la mansión Todoroki -explicó mi padre, su voz serena. Noté que su tono era comprensivo, como si anticipara mis inquietudes- Sé que eso puede resultar incómodo, no solo para ti, sino también para ellos. Sin embargo, creo que es lo mejor para todos. Más que nada, es para que los tenga vigilados y sepa que están en un lugar seguro -continuó, su mirada franca.
—Y-Ya... -asentí, reconociendo la lógica detrás de su decisión. Sin embargo, la incomodidad de convivir con mis medios hermanos seguía presente en mi mente- S-Si acepto ir a la U.A., supongo que debo tomar un examen de admisión -deduje un poco inseguro- ¿No? Quiero decir, me rehúso a solo entrar así porque sí -me negué de inmediato, sintiendo que era fundamental tener la oportunidad de demostrar mi valía.
Mi padre soltó una risa suave, revolviendo con cariño mi cabello, un gesto que siempre había tenido el poder de tranquilizarme.
—No te preocupes, el director Nezu se asegurará de que entres de manera justa. Y sí, tendrás un examen de admisión, tanto escrito como físico, para evaluar tus habilidades -me explicó, su tono lleno de confianza- Dependiendo de tu puntaje, decidirá si te quedas en la clase A, donde va Shoto, o en la clase B -añadió, como si estuviera desglosando las posibilidades.
—Oh, ya veo -asentí, sintiéndome ahora más relajado.
A medida que la conversación avanzaba, comencé a imaginar lo que sería la vida en Japón, en la mansión Todoroki, y la oportunidad de asistir a una de las mejores escuelas para héroes. Aunque la incertidumbre seguía presente, la posibilidad de crecer y aprender en un nuevo entorno comenzaba a tomar forma en mi mente. Era un nuevo capítulo que podría estar lleno de retos, pero también de oportunidades.
—¿Creen que... Pueda dormir hoy con ustedes? -pregunté nervioso, jugando con los dedos de mis manos mientras la ansiedad me invadía. La idea de estar solo esa noche me resultaba abrumadora.
—Claro que sí, lo necesitas después de todo -respondió mi madre con una voz suave y reconfortante, como un abrazo cálido en medio de la tormenta emocional que había enfrentado.
—Vamos a dormir, apenas son las doce de la tarde. Estoy seguro de que necesitamos un descanso todos -intervino mi padre, y yo asentí, sintiendo que su autoridad era un bálsamo en ese momento.
Inevitablemente, solté un bostezo, el cansancio emocional acumulado del día golpeando con fuerza. Era como si el peso de todas las revelaciones y emociones finalmente se desbordara, dejándome exhausto.
—Hoy fue un día largo -susurró mi padre, y antes de que pudiera responder, me tomó entre sus brazos, envolviéndome en su calidez.
Sin poder resistirme, me recosté en el pecho de mi padre, sintiendo el calor que emanaba de su cuerpo, un refugio en medio del desasosiego. El latido de su corazón era un ritmo familiar y tranquilizador, y en ese instante, todas mis preocupaciones parecieron desvanecerse.
Cerré los ojos, dejándome llevar por la sensación de seguridad que me ofrecían. En ese momento, el mundo exterior se desdibujó, y me perdí en un sueño ligero, donde los ecos de la confusión y el miedo se silenciaron, reemplazados por la paz que solo se encuentra en los brazos de la familia.
Narra Shoto:
Cerré la puerta de la habitación, sintiendo cómo un peso se asentaba en mi pecho. La escena que acababa de presenciar me dejó con una mezcla de confusión y rabia. Joder, esto se sentía mal. ¿Por qué el viejo nunca nos trató de esa manera? Miré hacia la pared opuesta, como si esperara que las respuestas brotaran de ella. ¿Por qué no nos veía con amor como lo hacía con ellos?
La imagen de David y mi padre abrazándose, compartiendo esa cercanía que siempre había estado fuera de nuestro alcance, me hizo dudar. ¿Acaso nosotros solo éramos sus herramientas? ¿Acaso a David nunca lo vio de esa manera? La idea me dejó un sabor amargo en la boca.
¿Por qué? ¿Por qué ellos sí y nosotros no? La pregunta resonaba en mi mente como un eco interminable. Mientras mis pensamientos se agitaban, me sentí atrapado en un laberinto de emociones que no sabía cómo manejar. ¿Por qué a ellos sí los trataba como familia, pero a nosotros nos consideraba armas, herramientas que podía usar y desechar cuando le diera la gana?
Esa angustia se transformó en frustración. ¿Acaso a ellos sí los ves como tu familia? ¿Acaso ellos son más importantes que nosotros? Las palabras se repetían en mi mente como un mantra doloroso. La ira me quemaba por dentro, y la envidia se mezclaba con la tristeza. ¿Acaso no teníamos un lugar en tu corazón, como ellos lo hacen?
¿Por qué...? La pregunta quedó flotando en el aire, sin respuesta.
Mientras me dejaba caer sobre la cama, la multitud de emociones se arremolinaba a mi alrededor. Nosotros habíamos crecido bajo la sombra de las expectativas de nuestro padre, siempre esforzándonos por ganarnos su aprobación, mientras que ahora parecía que todo ese esfuerzo no había valido la pena. David, un recién llegado a nuestra familia, estaba recibiendo lo que siempre habíamos deseado: amor, atención y cercanía.
Me senté en la cama, con la cabeza entre las manos, tratando de procesar la frustración que me invadía. La sensación de ser un extraño en mi propia familia se apoderó de mí. Sabía que no era justo culpar a David por lo que sentía, pero no podía evitarlo. La visión de mi padre tratándolo con tanta calidez me había hecho cuestionar todo lo que conocía sobre nuestra relación.
—Deja de pensar en eso -la mano de Fuyumi acariciando mi cabeza me sacó de mis pensamientos- Todo está bien, estoy aquí -me abrazó con fuerza- Tú también, Natsuo -lo miró y estiró su brazo hacia él.
Natsuo no dijo nada y se acercó a nosotros, rodeándonos también a los dos. Sabía que no solo yo estaba sufriendo con esto, ellos también estaban sufriendo.
Narrador omnisciente:
—¿Por qué ellos sí y nosotros no? -no pudo evitar preguntar en voz baja, su voz cargada de dolor y confusión.
—Deben de entenderlo... Él también necesitaba ser feliz -escuchó a Fuyumi contestarle, acariciando suavemente el cabello de Shoto, como si intentara infundirle un poco de consuelo en medio de la tormenta.
—¿Y nosotros no merecemos ser felices? -se atrevió a preguntar Natsuo, su tono lleno de incertidumbre y desafío. La pregunta flotó en el aire, pesada y llena de significado.
—Sí... También merecemos ser felices —pensó Fuyumi, sintiendo una lágrima resbalar por su mejilla. Las palabras eran sinceras, pero cargadas de un dolor que no podía ignorar.
¿Qué podía hacer ella? No podía cambiar el pasado, por más que quisiera hacerlo. El tiempo había dejado huellas profundas en sus corazones, y la herida de la falta de atención de su padre seguía abierta. Quería ser feliz, definitivamente, pero la realidad era que se sentía atrapada en un ciclo de emociones contradictorias. Solo le quedaba esperar a ver qué le deparaba el futuro, un futuro que parecía incierto y lleno de preguntas sin respuesta.
Por otro lado, debía de admitirlo, sí le daba un poco de celos ver a su padre actuar de manera amorosa con Elena y David. La forma en que él los miraba, la calidez en sus interacciones, era completamente diferente a cómo actuaba con ellos. La diferencia era dolorosa de observar, un recordatorio constante de lo que les había faltado.
A pesar de todo, también se sentía feliz al saber que su padre ya era feliz. Era un sentimiento agridulce; ya eran demasiados años desde que había visto a su padre sonreír, y verle con una sonrisa después de tanto tiempo le alegraba el corazón. El deseo de su padre de encontrar la felicidad era algo que, aunque difícil de aceptar, no podía negar.
Familia...
¡Hola, hola! ¡DekuHistories al habla!
¿Cómo están? Espero que se encuentren muy bien y, por supuesto, ¿ya tomaron agua? Recuerden que el agua es esencial para rendir en el día y mantenerse hidratados. No queremos que se queden deshidratados, ¿verdad?
En fin, ¿les gustó el capítulo de hoy? Espero que sí, porque como siempre, les he escrito esto con mucho cariño. Cada palabra es un avance en esta historia, un paso más en esta travesía que estoy emocionada de compartir con ustedes. Cada capítulo es una parte de este viaje que emprendemos juntos, y su apoyo significa el mundo para mí.
¿Qué opinan del capítulo de hoy? Como les mencioné en el capítulo pasado, ¡sí hubo pelea! Je je.
Quiero recordarles que el tema de la infidelidad es algo muy delicado y fuerte para algunas personas, por lo que es importante no tomarlo a la ligera. En este capítulo, quise mostrar las dos perspectivas de lo que sucede entre las familias. Por un lado, tenemos la perspectiva de una familia rota, en este caso, la familia Todoroki, que enfrenta sus demonios y conflictos internos. Por otro lado, vemos la perspectiva de una familia que, a pesar de las adversidades, logra encontrar la felicidad, como ocurre con la familia de David.
Creo que es esencial abordar estos temas con sensibilidad, y espero que cada uno de ustedes pueda reflexionar sobre la complejidad de las relaciones humanas.
Recuerden que, sobre aviso, no hay engaño; estoy dispuesta a hacerlos sufrir y llorar tanto a ustedes como a mí.
No olviden que pueden seguirme en mis redes sociales. Aunque no actualizo con frecuencia, siempre estoy dispuesta a compartir pequeños pedazos de mi vida con ustedes.
El sol se oculta en el horizonte de este relato, pero la luna ya se prepara para iluminar el siguiente. Las palabras se despiden por ahora, pero la imaginación nunca se detiene.
¡Hasta el próximo capítulo!
Los quiere,
DekuHistories.
PD: Mientras escribía este capítulo, también me tomaba una cerveza como David y Enji, je je.
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