𝘿𝙚𝙨𝙘𝙪𝙗𝙧𝙞𝙢𝙞𝙚𝙣𝙩𝙤

𝐀𝐃𝐕𝐄𝐑𝐓𝐄𝐍𝐂𝐈𝐀:
Estɑ histoɾiɑ contiene comentɑɾios sugeɾentes,
humoɾ negɾo ocɑsionɑl, spoileɾs γ contenido
no ɑpto pɑɾɑ todo público.
Leeɾ bɑjo su pɾopiɑ ɾesponsɑbilidɑd.

Nueve Años Después

Nueve años habían pasado desde aquel fatídico incidente, y los ecos de la tragedia aún resonaban en la mansión Todoroki, aunque nadie lo dijera en voz alta. Enji, implacable como siempre, había hecho de entrenar a Shoto su única misión. Ahora, con quince años, su hijo llevaba la carga de cumplir con las expectativas que su padre había impuesto, una presión que lo empujaba al borde del agotamiento. A pesar de su talento, Shoto se rehusaba a usar el quirk de su padre, el poderoso fuego que había definido la vida de Enji. Para él, era un recordatorio constante de lo que había perdido, y no lo consideraba "suyo".

Mientras tanto, Fuyumi, a sus veintiún años, había asumido el rol de ama de casa sin haberse preparado para ello. La ausencia de su madre había dejado un vacío imposible de llenar, y ella se encargaba de que sus hermanos cumplieran con sus tareas, cocinando y manteniendo la casa en orden. Aunque a menudo se sentía cansada y abrumada, sabía que no podía quejarse. La familia necesitaba su apoyo, y ella era la única que podía proporcionar algo de estabilidad en medio del caos.

Natsuo, con diecinueve años, llevaba un resentimiento profundo hacia su padre. La ambición de Enji por superarse a sí mismo, por derrotar a All Might, había costado mucho. La pérdida de su madre había dejado una herida que nunca sanaría, y cada vez que veía a Enji, la rabia crecía en su interior. Para él, su padre era un símbolo de todo lo que había ido mal en sus vidas, y la idea de que Enji no parecía sentir el mismo dolor solo alimentaba su resentimiento.

Por otro lado, Elena, ahora de treinta y ocho años, seguía siendo la misma mujer deslumbrante que había capturado el corazón de Enji. Su belleza no había disminuido con el paso del tiempo, y Enji seguía tan enamorado de ella como el primer día. Había logrado que Enji se divorciara de Rei, y solo ellos sabían la verdad. La separación había sido un acto calculado para evitar el escándalo mediático, y Fuyumi, Natsuo y Shoto no tenían idea de lo que había sucedido. Para ellos, todo seguía igual, aunque la verdad se ocultaba bajo una superficie de normalidad.

El tiempo había sido generoso con Elena. Había logrado convertirse en la mujer que siempre había querido ser, la compañera que Enji necesitaba. Juntos habían construido una vida donde la ambición de Enji podría enfocarse en formar a su hijo David, quien ahora, con dieciocho años, era el orgullo de su padre. David había dominado su quirk de fuego con una destreza impresionante, superando incluso las expectativas de Enji. Para él, el fuego no era solo una herramienta; era una extensión de sí mismo, algo que había aprendido a manejar con gracia y control.

Sin embargo, no todo había sido color de rosa en la familia de Elena. Lamentablemente, había perdido a sus padres hace aproximadamente dos años. Reyna y Alberto, aunque ya estaban mayores, se fueron en paz al saber que su hija y su nieto estaban en buenas manos. Su partida dejó un vacío en el corazón de Elena que parecía insuperable. Había sufrido demasiado por la pérdida de quienes habían sido sus pilares, aquellos que le enseñaron lo que era el amor incondicional y la fortaleza.

Elena recordaba con nostalgia los momentos compartidos con sus padres: las risas, las enseñanzas y el apoyo inquebrantable que siempre le habían brindado. Aunque su relación con Enji había sido el motor de su vida en años recientes, el amor de sus padres había sido el cimiento sobre el que había construido su carácter. A pesar de que su habilidad para manipular situaciones y personas había florecido con el tiempo, el amor de sus padres seguía siendo el recordatorio de lo que significaba el verdadero afecto.

David también había sufrido mucho. Había amado profundamente a sus abuelos, y su ausencia dejó una herida en su corazón joven. Con cada día que pasaba, el niño intentaba encontrar consuelo en los recuerdos, recordando las historias que le contaban y las risas compartidas. La pérdida de sus abuelos fue un golpe duro, y aunque Enji se esforzaba por llenarlo de amor y cariño, David a veces se encontraba atrapado en la tristeza.

Por suerte, Enji estuvo ahí para ambos, convirtiéndose en un pilar de apoyo. Se dedicaba a llenar sus vidas de amor, llevándolos a sus lugares favoritos, organizando pequeños viajes que les hacían olvidar el dolor, aunque fuera por un momento. Las sonrisas de Elena y David eran su mayor motivación, y cada gesto de felicidad que ellos mostraban lo impulsaba a seguir adelante, a ser el padre y pareja que siempre había querido ser.

Oh, Enji. Qué diferente eres cuando estás con Elena y David en México, a cuando estás con tus otros hijos en Japón. Con ellos, podía ser el hombre cariñoso y amable que siempre había deseado ser. En Japón, la presión de ser Endeavor, el héroe número uno, lo consumía, y su enfoque estaba en la ambición, en la competencia, en los estándares que había establecido para sí mismo. Pero en México, rodeado de la calidez de Elena y el cariño de David, podía estar a gusto, ser un padre presente y un compañero comprensivo.

Durante esos nueve años, la vida de Elena, David y Enji estuvo llena de momentos intensos, desde sustos inesperados hasta celebraciones memorables. Cada uno de esos episodios dejó una huella en su familia, fortaleciendo sus lazos y revelando la evolución de sus dinámicas.

Uno de los momentos más impactantes ocurrió un día durante el entrenamiento en el patio trasero. Enji y David estaban inmersos en una intensa sesión de ejercicios cuando, de repente, David decidió quitarse la playera. Lo que inicialmente parecía un gesto inocente reveló un enorme tatuaje de dragón que adornaba su espalda. Enji se quedó paralizado al verlo, mientras que Elena, que se encontraba en la cocina, escuchó el grito de sorpresa de su esposo.

La historia detrás del tatuaje se desveló rápidamente: uno de los amigos de David había sido el artista, y en un momento de rebeldía, David había decidido hacerse el tatuaje sin el permiso de sus padres. Aunque al principio Enji y Elena estaban furiosos, la gravedad de la situación se desvaneció con el tiempo, convirtiéndose en una anécdota familiar que contaban entre risas en reuniones.

Otro susto llegó poco después, cuando David, con dieciséis años, les confesó que había perdido la virginidad con su novia. La revelación dejó a sus padres en estado de shock. Enji, con su rostro enrojecido y Elena tapándose la boca con la mano, bombardearon a David con preguntas sobre cómo había sucedido, si estaban listos para una relación seria e incluso, en un arranque de pánico, comenzaron a planear la posible boda. La tensión en el aire era palpable hasta que David, entre risas nerviosas, les aseguró que habían tomado precauciones. Aliviados, sus padres se relajaron, pero la conversación se convirtió en una lección sobre responsabilidad que David nunca olvidaría.

El último gran susto llegó casi medio año atrás, cuando David se preparaba para su examen de admisión a la Universidad Autónoma de México, la UNAM. En la casa, la atmósfera estaba llena de nervios y expectativas. Enji, que había pasado años entrenando a su hijo para que se convirtiera en un héroe, estaba ansioso por ver cómo David podría destacar en el examen de héroes. Su preocupación se intensificó cuando David, lleno de determinación, salió para enfrentar el desafío.

Semanas después, la noticia llegó como un rayo: David había quedado en primer lugar. La celebración fue monumental. Enji y Elena organizaron una fiesta sorpresa, invitando a amigos y conocidos, y la alegría llenó la casa. Fue un momento de orgullo y felicidad que unió a la familia, un recordatorio de que, a pesar de las dificultades, siempre había razones para celebrar.

Nueve años habían pasado desde aquel fatídico incidente, y la vida de Shoto Todoroki había tomado un rumbo complejo y lleno de desafíos. Estudiante de primer año en la U.A., había estado luchando no solo para sobresalir en sus estudios, sino también para encontrar su identidad en medio del legado de su padre. La presión de cumplir con las expectativas de su familia era abrumadora, y cada día se presentaba como una nueva batalla.

Era un día cualquiera en el aula, y el tiempo parecía transcurrir lentamente mientras Shoto organizaba sus cosas en su mochila. La rutina de la U.A. era intensa, pero había aprendido a adaptarse. Sin embargo, su mente estaba en otra parte, inquieta por el mensaje que acababa de recibir de su hermano Natsuo.

"Es necesario que vengas, Fuyumi y yo acabamos de descubrir algo en el teléfono del viejo. Es urgente" -decía el mensaje.

La urgencia de las palabras de Natsuo lo inquietaba. ¿Qué podría ser tan importante que sus hermanos sintieran la necesidad de que él estuviera allí de inmediato? La idea de un secreto relacionado con su padre lo llenó de incertidumbre. ¿Era algo sobre su pasado? ¿Algo que había estado ocultando? Sin darle muchas vueltas al asunto, Shoto tomó su mochila y salió rápidamente del aula, dejando a sus compañeros sorprendidos por su prisa.

—¿Qué raro que haya salido así? -murmuró Uraraka Ochako, observando cómo Shoto se alejaba con un aire de urgencia.

—Debe de ser una emergencia -respondió Mina, con su tono usualmente alegre, pero un poco más serio esta vez.

—Es raro, a pesar de no convivir con él, se veía más serio de lo normal, kero -comentó Tsuyu Asui, la chica rana, mientras miraba por la puerta por donde había salido Shoto.

—¡Deberían dejar de estar al pendiente de la vida de nuestro compañero! -exclamó Iida, moviendo sus manos con gestos enérgicos, intentando poner orden en la conversación.

—Pero ellas tienen razón, Todoroki nunca ha actuado así, es raro -intervino Denki Kaminari, el chico de electricidad, con su habitual tono despreocupado, aunque con un destello de curiosidad en sus ojos.

—¡Apúrense y dejen de platicar! -gritó Aizawa, su maestro, con su voz monótona, pero firme, lo que hizo que todos se apresuraran a recoger sus cosas.

Mientras todos recogían sus cosas, un chico no pudo evitar pensar en lo que había ocurrido. Izuku Midoriya, conocido por su naturaleza reflexiva, observaba a sus compañeros con una mezcla de curiosidad y preocupación. Su mente estaba llena de preguntas. ¿Por qué Shoto parecía tan ansioso?


•┈••✦ ❤ ✦••┈•


Una Hora Después

Una hora después de recibir el mensaje urgente de Natsuo, Shoto llegó a su casa, sintiendo una mezcla de ansiedad y anticipación. Al abrir la puerta, el estruendo de gritos lo recibió como un eco perturbador que resonaba en los pasillos. Reconoció inmediatamente las voces de su hermano Natsuo y su padre, así como la de su hermana Fuyumi, quien intentaba, sin éxito, calmar los ánimos.

Sin pensarlo dos veces, dejó caer su mochila al suelo y se dirigió rápidamente hacia la sala de estar, el epicentro de la tormenta familiar. Al entrar, se encontró con una escena desgarradora: Fuyumi estaba allí, con las manos cubriendo sus oídos, y lágrimas resbalaban por sus mejillas, evidenciando el dolor que la situación les estaba causando.

En el otro lado de la sala, Natsuo y Enji estaban enfrascados en un acalorado intercambio de gritos, sus rostros enrojecidos por la rabia y la frustración. Shoto observó con atención a su hermano; notó un rastro de lágrimas en su rostro, un indicio del profundo tumulto emocional que ambos estaban enfrentando.

—¿Q-Qué está pasando aquí? -murmuró Shoto, su voz temblando de sorpresa y confusión mientras escaneaba la sala en busca de respuestas.

Los tres se volvieron hacia él, sus miradas cargadas de tensión y asombro. La atmósfera era densa, y los hombros de cada uno se tensaron ante su presencia. Natsuo, con una furia contenida, dirigió su mirada a su padre, decidido a hablar a pesar de la incomodidad de su hermano menor.

—Vamos, dile a tu hijo lo que has estado haciendo a nuestras espaldas -dijo Natsuo, su voz impregnada de rencor y desafío.

—No lo haré -gruñó Enji, su tono autoritario delineando una línea que no estaba dispuesto a cruzar.

—Si no se lo dices ahora, se lo diré yo mismo -amenazó Natsuo, creando un silencio tenso que envolvía a la familia. A pesar de la amenaza, Enji se mantuvo firme, reacio a revelar la verdad- Bien -Natsuo mordió su labio, su mirada desafiando a su padre- Papá nos ha estado escondiendo algo desde que yo era un recién nacido -comenzó a hablar, bajo la atenta mirada de su padre y de su hermana.

—Natsuo, ni se te ocurra -interrumpió Enji, soltando un gruñido que heló la sangre de sus tres hijos. Sin embargo, Natsuo, decidido a seguir adelante, ignoró la advertencia.

—Natsuo... -Fuyumi susurró, aprehensiva, mientras tomaba su brazo en un intento de detenerlo. Su preocupación por su hermano era evidente, pero Natsuo estaba más que decidido a desenmascarar la verdad.

—El viejo tiene otra familia -confesó, sus palabras cortando el aire como un cuchillo.

Shoto sintió que su mundo se desmoronaba en ese instante.

Todos esos años de sufrimiento se agolparon en su mente. Recordó las noches en las que su madre lloraba en silencio, el dolor reflejado en su rostro tras los abusos físicos y emocionales que había soportado a manos de Enji. Recordó cómo su fallecido hermano, Touya, había guardado rencor por la falta de atención y amor que su padre les había negado a todos.

Cada grito y reprimenda que Enji le había dirigido porque no estaba cumpliendo con sus expectativas se repetía en su mente, así como los golpes que había recibido en forma de castigo. Los años de maltrato, tanto hacia él como hacia Natsuo y Fuyumi, estaban grabados a fuego en su memoria.

Todo el tiempo que habían estado fingiendo ser la familia perfecta ante la sociedad, ocultando las grietas que amenazaban con abrirse.

¿Y su padre tenía otra familia? La idea lo golpeó con fuerza, una revelación que lo dejó sin aliento.

—¿D-De qué hablas? -murmuró Shoto, sintiendo que las palabras se atascaban en su garganta, como si el aire se le escapara de los pulmones.

—El nombre de su amante es Elena -comenzó a explicar Natsuo, mientras le mostraba el teléfono de su padre. Shoto tomó el dispositivo entre sus manos, sus dedos recorriendo la pantalla repleta de mensajes entre Enji y aquella mujer. Una sensación de incredulidad lo invadió al descubrir la cantidad de intercambios que revelaban una relación oculta- Parece que se han estado viendo desde que yo era un recién nacido... Ella actualmente tiene treinta y ocho años -continuó Natsuo, su voz cargada de resentimiento. Miró a su hermano con intensidad, esperando que comprendiera la gravedad de la situación- ¿Y sabes qué es lo peor? -preguntó, la tensión palpable en el aire.

Shoto lo miró fijamente, anticipando la respuesta, aunque ya sabía en su interior que lo que su hermano estaba a punto de revelar no le gustarían en absoluto.

—Tiene un hijo con esa mujer -Natsuo apretó los puños con frustración, sus ojos ardían de rabia- Su nombre es David Takeshi Rodríguez Todoroki... Tiene dieciocho años...

La revelación se deslizó en el aire como un golpe, y Shoto sintió que el mundo se tambaleaba a su alrededor.

—Un año menor que tú -murmuró Shoto, su mente tratando de procesar la información que había acabado de recibir. La magnitud de la traición de su padre lo abrumaba, y cada nueva pieza del rompecabezas solo parecía aumentar su confusión y dolor.

—¿Por qué lo hiciste? -la voz de Fuyumi resonó en la sala, sacando a todos de sus pensamientos. Su mirada estaba cargada de decepción y tristeza, y el peso de su pregunta flotaba en el aire como una nube oscura. Enji la miró, pero no ofreció respuesta, atrapado en su propio silencio- ¿Por qué, después de todo el sufrimiento que hemos soportado? -insistió Fuyumi, su voz temblando con la intensidad de sus emociones. Las palabras brotaban de su corazón, llenas de dolor y confusión.

—Es mi vida personal -respondió Enji, su tono defensivo resonando en la habitación como un eco distante.

—¿Y por eso crees que tenías que traicionar a mamá? ¿A nosotros? -Fuyumi susurró, el dolor palpable en su voz, como si cada palabra fuera un puñal que atravesara la atmósfera tensa.

Natsuo y Shoto intercambiaron miradas, comprendiendo que la noticia habría impactado a Fuyumi de manera más intensa que a ellos. Después de todo, había sido ella quien se había hecho cargo de la familia tras el ingreso de su madre en el centro psiquiátrico. Fuyumi había asumido un rol que no le correspondía, convirtiéndose en la figura maternal que sus hermanos necesitaban.

Sin embargo, lo había hecho por ellos, impulsada por el amor que sentía hacia Natsuo y Shoto. Ella no quería que crecieran en un ambiente abusivo, donde el sufrimiento y la negligencia marcaran su desarrollo.

—Yo no traicioné a tu madre. Nunca hubo nada entre ella y yo -explicó Enji, su voz perdiendo la calma a medida que continuaba- No hubo amor ni cariño de por medio. Solo fue un matrimonio por conveniencia, diseñado para tener un hijo poderoso. Eso es todo, y ya

La frustración en su voz era evidente, una señal de que estaba cansado de la confrontación emocional que sus hijos le estaban planteando.

—¿Es por eso que te fuiste con otra mujer? -interrumpió Natsuo, su tono ahora lleno de indignación- ¿Acaso mi madre tuvo que sufrir todo esto por tu elección?

—Tu madre pudo haberse negado, pero no lo hizo. No la obligué a nada -Enji respondió, adoptando una postura defensiva que solo aumentaba la tensión en la habitación.

Shoto, incapaz de contenerse, se unió a la conversación, su voz temblando de emoción.

—¿Por qué ella? ¿Por qué con ella, si decidiste tener una familia feliz? ¿Por qué ellos sí y nosotros no?

—Esto es suficiente. Están cruzando la línea -gruñó Enji, sintiendo que la frustración se apoderaba de su cuerpo.

—Quiero conocerlos... -Shoto interrumpió con firmeza- Necesitamos conocerlos. Necesitamos conocer a esa mujer y a tu otro hijo

Su voz, aunque murmurante, resonó con una intensidad que dejó claro el peso de su deseo. La mezcla de emociones en la sala era palpable, y todos sentían la urgencia del momento.

—Eso será imposible. Tendríamos que estar tres días fuera del país -explicó Enji, tratando de persuadir a sus hijos para que no insistieran más en el tema.

—¿Por qué fuera del país? ¿Acaso no están aquí en Japón? -Natsuo gruñó, su voz baja pero cargada de incredulidad y resentimiento.

—Ellos viven del otro lado del mundo... Viven en México -confesó Enji, y al hacerlo, el ambiente se volvió aún más incómodo y tenso. La revelación cortó el aire como un cuchillo.

—¡¿En México?! -exclamaron los tres al unísono, la sorpresa y el asombro reflejándose en sus rostros.

—Claro... Por eso los viajes constantes que hacías a México... ¿Cómo demonios no nos dimos cuenta? -Natsuo murmuró, pasando su mano por su cabello con desesperación, sintiendo que las piezas del rompecabezas finalmente encajaban, pero no de la manera que había esperado.

Shoto, abrumado por la decepción, sintió cómo su corazón se hundía. Permaneció en silencio, los ojos fijos en la pantalla del teléfono de su padre, hasta que una conversación específica llamó su atención.

—¿C-Cuando te divorciaste de mamá? -preguntó, su voz temblando ligeramente al pronunciar las palabras. La incertidumbre y el dolor se hacían evidentes.

—¡¿Te divorciaste de mamá?! -Natsuo y Fuyumi gritaron al unísono, su incredulidad transformándose en un mar de emociones intensas.

La atmósfera se tornó aún más densa. Natsuo, lleno de furia, se sentía como si el suelo se moviera bajo sus pies, mientras que Fuyumi, incapaz de contener su tristeza, comenzó a sollozar con más fuerza.

—Hablaré con el director Nezu para que te dé permiso de salir -anunció Enji a Shoto, su tono firme y decidido. Luego, dirigiéndose a Natsuo y Fuyumi, continuó- Ustedes también deberán solicitar permiso en sus respectivas escuelas. Si todo sale bien, nos iremos mañana. Asegúrense de guardar lo necesario, ya que el clima allá es considerablemente más cálido que aquí

Con esas palabras, Enji abandonó la sala de estar, dejando a sus hijos en un estado de conmoción y confusión.

—Maldito viejo -murmuró Natsuo, dejándose caer en el sofá con un gesto de frustración.

—Entonces... ¿Los conoceremos realmente? -Shoto murmuró, sentándose al lado de su hermano, su voz cargada de una mezcla de ansiedad y expectativa.

—Fuyumi, ven acá -invitó Natsuo, apartándose un poco y palmeando el espacio entre él y Shoto.

Fuyumi, aun procesando la revelación, se acercó y se sentó en medio de ambos. En un gesto reconfortante, sus hermanos la rodearon con un abrazo, buscando el consuelo mutuo en medio de la tormenta emocional que se avecinaba. La cercanía de sus cuerpos ofrecía una sensación de seguridad, un recordatorio de que, a pesar de todo, aún tenían el uno al otro.

Shoto, sintiéndose abrumado por la situación, se separó del abrazo y, aun sosteniendo el teléfono de su padre, comenzó a explorar la galería de imágenes. Cada foto que aparecía era un testimonio de una vida que él nunca había conocido, una vida que su padre había compartido con su otra familia.

No pudo evitar sentir un leve pinchazo de celos al descubrir cuán normal y feliz parecía ser esa vida. Mientras ellos, él, Natsuo y Fuyumi, sufrían bajo las estrictas expectativas y la presión constante de su padre, aquellos otros parecían disfrutar de momentos de alegría y despreocupación. La pregunta lo atormentaba: ¿por qué ellos sí podían vivir una existencia plena, mientras él y sus hermanos tenían que continuar con los fragmentos de una familia rota?

Su mirada se detuvo de repente en una imagen que capturaba a su padre junto a esa mujer y su otro hijo. Debía admitirlo: la mujer era realmente hermosa. Su largo cabello color chocolate caía en suaves ondas, enmarcando un rostro iluminado por una sonrisa encantadora. Sus ojos, del mismo tono que su cabello, parecían brillar con una calidez que Shoto nunca había visto reflejada en el rostro de su padre.

Luego, centró su atención en el niño. David, o al menos eso parecía ser. La asombrosa similitud entre él y Enji era innegable; cada rasgo del rostro del chico evocaba a su padre. La única diferencia evidente era su tono de piel, pero más allá de eso, todo en su medio hermano parecía ser un eco del hombre que había sido su figura paterna. Los mismos ojos, el mismo color de cabello, cada característica evocaba a Enji.

Lo que realmente le impactó fue la imagen de su padre. Nunca antes había visto a su padre sonreír de esa manera. Sin embargo, allí estaba, en la fotografía, sonriendo con una felicidad genuina, como si no hubiera nada que lo perturbara. Esa imagen contrastaba drásticamente con la realidad que había vivido con sus hijos en Japón, donde el sufrimiento y la tensión eran constantes.

Era como si Enji hubiera creado un mundo paralelo, uno donde no había cargas ni responsabilidades hacia su otra familia, donde podía simplemente ser un hombre feliz, ignorando la existencia de aquellos a quienes había dejado atrás. La revelación lo golpeó con fuerza, dejándolo atrapado entre la confusión y la rabia, cuestionándose cómo podía ser tan distante y aún así disfrutar de una vida plena con otros.

—Se ven demasiado felices -murmuró Shoto, su ceño fruncido mientras contemplaba la imagen que había capturado su atención. Un profundo desasosiego se apoderó de él, y un nudo comenzó a formarse en su garganta- ¿Por qué nunca fuiste así con nosotros? -reflexionó, sintiendo cómo la tristeza y la frustración se entrelazaban en su corazón- ¿Por qué con ellos sí puedes llevar una vida normal? ¿Por qué con ellos puedes experimentar la felicidad? ¿Por qué nosotros somos quienes debemos cargar con los demonios del pasado?

En medio de su tormento interno, escuchó la voz suave de su hermana, como un susurro que buscaba traerle consuelo.

—Shoto... -dijo Fuyumi, y al volver su mirada hacia ella, sintió cómo la tristeza y el enojo se apoderaban de su ser- Está bien... -continuó ella, acariciando suavemente su cabeza, mientras sus dedos jugaban con los mechones de su cabello- Estamos aquí

Con ese gesto reconfortante, los brazos de Fuyumi rodearon su cuerpo y el de Natsuo, uniendo a los tres en un abrazo grupal que buscaba ofrecer consuelo en medio de la tormenta emocional. Shoto sintió un deseo abrumador de llorar. Quería llorar por ese pequeño Shoto que había soportado el peso del sufrimiento infligido por su padre, pero, a pesar de su anhelo, las lágrimas no llegaban.

No podía llorar, aunque lo deseaba con todas sus fuerzas.

Oh, Shoto, has sufrido demasiado.

Lo que más anhelaba en ese momento era abrazar a su yo más joven, aquel niño que había enfrentado tanto dolor y angustia. Quería decirle que todo estaría bien, que había esperanza en el horizonte.

Que todo estaba bien...

Solo le quedaba esperar que todo saliera bien...


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Al día siguiente

Al día siguiente, Shoto se encontraba nuevamente en su asiento, recogiendo sus cosas en la mochila tras un ajetreado día de clases. La rutina diaria de la U.A. era intensa, y aunque había aprendido a manejarla, la sensación de agobio a veces era innegable. Una vez que terminó de organizar sus útiles, se dirigió hacia el profesor Aizawa, decidido a plantear una cuestión importante.

—Aizawa-sensei -llamó, atrayendo la atención de su profesor, quien dejó de acomodar sus papeles y lo miró con interés- ¿Cree que mi padre pueda hablar con el director Nezu en estos momentos? -preguntó Shoto, sintiendo una mezcla de nerviosismo y determinación.

—Se encuentra en una reunión. ¿Es algo importante? -respondió Aizawa, su mirada seria mientras evaluaba la situación.

—Me iré del país durante unos días -contestó Shoto, y al pronunciar esas palabras, notó cómo sus compañeros de clase dejaron de guardar sus cosas, mirándolo con sorpresa y curiosidad. A pesar de las miradas inquisitivas que sentía sobre él, decidió no prestarles atención. Sin embargo, Aizawa le dirigió una mirada con una ceja alzada, claramente intrigado.

—¿Se puede saber la razón? -cuestionó Aizawa, cruzando los brazos sobre la mesa con una expresión que denotaba tanto interés como preocupación.

—Cuestiones familiares y personales -fue lo único que Shoto se sintió cómodo revelando, consciente de la delicadeza de la situación.

Aizawa suspiró, sintiéndose de repente más cansado de lo habitual. Pasó la mano por su sien, como si intentara aliviar la presión que se acumulaba en su mente, y volvió a mirar a Shoto con una expresión que combinaba aburrimiento y preocupación.

—¿A dónde irá? -se atrevió a preguntar, buscando una respuesta que pudiera ayudarle a entender la gravedad de la situación.

—México -respondió Shoto con firmeza, su voz resonando en el aula como una declaración de intenciones.

—Bien, supongo que tu padre puede ir a hablar con el director -dijo Aizawa, concediéndole el permiso que Shoto había solicitado.

—Gracias, sensei -respondió Shoto, haciendo una reverencia de agradecimiento antes de salir del aula. Caminó por los largos pasillos de la escuela, sintiendo cómo el ambiente se iba transformando a medida que se alejaba del aula, bajando por las interminables escaleras que lo llevaban a la entrada principal.

Una vez que salió del edificio escolar, tomó un momento para respirar profundamente, disfrutando del aire fresco que le daba una sensación de libertad. Tras unos segundos de caminata, se encontró con su padre y el chofer dentro del auto, ambos esperándolo pacientemente.

—Aizawa-sensei dijo que puedes ir a hablar con el director Nezu -mencionó Shoto una vez que se acomodó en el asiento del vehículo.

Enji asintió con la cabeza, una señal de que estaba listo para cumplir con esa tarea. Salió del auto, dirigiendo una mirada firme hacia el chofer.

—Esperen aquí -ordenó, su tono de voz autoritario y decidido.

—Claro que sí, señor, aquí esperaremos -asintió el chofer, mostrando una expresión de respeto y comprensión.

Mientras Enji se alejaba hacia la entrada del edificio administrativo, Shoto sintió una mezcla de ansiedad y anticipación. Sabía que este encuentro era crucial y que podría traer consigo respuestas que habían estado ocultas durante mucho tiempo.

📍Con Enji

Enji caminaba por los pasillos de la U.A., sintiendo las miradas de algunos alumnos que lo observaban y murmuraban entre ellos. Sus rostros reflejaban admiración, pero él decidió ignorarlos, manteniendo su enfoque en su destino.

Al llegar a la gran puerta de la oficina del director, levantó la mano y tocó, y al instante escuchó un chillón "adelante" que provenía del interior.

—¿Soy un ratón? ¿Un perro? ¿Un oso? ¡Soy el director Nezu! -exclamó el director con un tono entusiasta en cuanto Enji entró en la oficina.

—Director Nezu -respondió Enji con respeto, haciendo una pequeña reverencia hacia él.

—Aizawa me comentó que usted quería hablar conmigo -dijo el director, sonriendo amablemente- Me mencionó que requería mi permiso para que Shoto faltara durante los próximos días, ¿no es así?

—Así es, nos iremos a México, aproximadamente por tres días -respondió Enji, tratando de mantener la calma a pesar de la tensión que sentía en el ambiente.

—Aizawa-kun me habló de problemas familiares y personales... Si no es mucha indiscreción, ¿podría compartir la razón? -preguntó Nezu, observándolo con atención. En sus ojos brillaba una comprensión profunda, y sus orejas de roedor se movieron ligeramente ante sus palabras. Cruzó los brazos sobre la mesa, mirando a Enji directamente.

—Es... complicado -murmuró Enji, pasándose una mano por el cabello, sintiéndose avergonzado sin razón aparente por abrirse de esa manera.

—Tranquilo, no te juzgaré; tenemos tiempo -le sonrió el director, intentando crear un ambiente de confianza.

Enji suspiró, sintiendo que el aire se le escapaba de los pulmones, como si la carga de la situación lo hubiera alcanzado de repente.

—Bien... Iremos a ver al medio hermano de mis hijos -gruñó en voz baja, desviando la mirada hacia otro lado mientras cruzaba los brazos, sintiendo el peso de sus palabras.

Un silencio denso se instaló en la oficina, interrumpido solo por el suave sonido del viento golpeando las ventanas.

—Vaya... Eso no me lo esperaba -murmuró el director, su expresión revelando sorpresa y curiosidad ante la revelación.

—Lo sé... Es algo complicado de explicar -murmuró Enji, sintiendo el peso de sus palabras.

—Tome asiento, por favor -le pidió Nezu, gesticulando hacia la silla frente a su escritorio.

Enji obedeció y se sentó, dispuesto a desentrañar la complicada red de su pasado.

—A ver, explíqueme un poco lo sucedido, por favor -dijo el director, ladeando la cabeza con interés.

Enji tomó una respiración profunda, buscando las palabras adecuadas.

—Tuve... Una aventura hace aproximadamente... Unos veinte años -comenzó, su voz cargada de nostalgia y pesar- Fui a una misión en México y decidí quedarme allá unos días más... Allí conocí a mi amante, Elena. Al principio, solo fue una amistad, pero con el paso de los días, me terminé enamorando de ella. Decidimos tener una relación... Sé que estuvo mal, pero no pude resistirme y... Terminamos teniendo un hijo...

—¿Cómo se llama su hijo y cuántos años tiene? -preguntó Nezu, su tono curioso pero comprensivo.

—Dieciocho años... Se llama David -contestó Enji, sintiendo una mezcla de orgullo y culpa al pronunciar el nombre.

—Eso significa que ya va en la universidad, ¿no es así? -preguntó Nezu, con un tono de curiosidad genuina.

—Así es... Va en la Universidad Autónoma de México, la mejor universidad del país -explicó Enji, sintiendo un orgullo emerger en su pecho- Está en el curso de héroes

—Ya veo... -dijo el director, antes de girar su atención hacia la computadora. Comenzó a teclear con rapidez, mirando de vez en cuando la pantalla con concentración.

Cuando terminó, Nezu giró la computadora hacia Enji, revelando la pantalla. Allí, en una imagen clara, se podía apreciar la foto de su hijo. La similitud era asombrosa.

Elena tenía razón; David era una réplica exacta de él.

—¿Es él? -preguntó el director, mientras sus bigotes se movían ligeramente al captar la atención de Enji.

—Sí, es él -respondió Enji, soltando un suspiro que parecía llevar consigo todo el peso de la situación.

—Le tengo una propuesta... -sonrió Nezu, una chispa de malicia brillando en sus ojos- Traiga a David junto con su amante -propuso el director, su tono insinuando más de lo que decía.

—¿D-Disculpe? -tartamudeó Enji, sintiendo que la incredulidad se apoderaba de él- Al parecer sí tenían razón sobre que a usted le gusta ver el mundo arder -pensó, recordando las advertencias de otros héroes sobre Nezu.

—Traiga a su amante y a su hijo aquí a Japón -repitió el director con firmeza- Le puedo hacer un examen de admisión para que entre aquí al curso de héroes -explicó, dejando entrever su intención- Además, así podrá ver a sus hijos entrenar... Lado a lado... Siendo unos geniales hermanos -una sonrisa macabra se dibujó en el rostro del roedor.

—Si no supiera sus verdaderas intenciones, diría que lo está haciendo por el bien de mis dos hijos -bufó Enji, sintiéndose algo molesto por haber sido arrastrado a esta situación.

—Qué bueno que lo sepa -respondió Nezu, su sonrisa permaneciendo, como si disfrutara del juego que había comenzado.

La atmósfera en la oficina se tornó más densa.

—Entonces, dígame... ¿Acepta? -preguntó Nezu, sonriendo y ladeando la cabeza, como si el resultado de la conversación ya estuviera decidido.

—No lo sé... Separar a David de sus amigos... Del lugar donde básicamente se crio... no lo sé -respondió Enji con sinceridad, mirando a Nezu a los ojos, intentando descifrar su intención.

—¿David sabe que usted tiene una familia aquí en Japón? ¿Él sabe que fue producto de una infidelidad? -preguntó Nezu, su mirada penetrante.

—No... No lo sabe... -gruñó Enji en voz baja, sintiendo un dolor de cabeza formarse al presentir hacia dónde se dirigía la conversación.

—En ese caso, le otorgo el permiso a Shoto de faltar durante estos tres días... Pero cuando ustedes regresen, quiero que lo haga con David y su amante... No queremos que David se entere por otros medios la verdad de su familia, ¿verdad? -dijo Nezu, sonriendo con una fingida inocencia que solo aumentaba la incomodidad en el ambiente.

Enji sintió que la frustración lo invadía, y con un suspiro exasperado, decidió que ya no valía la pena seguir en esa plática.

—Ya para qué me desgasto en seguir esta conversación -bufó, levantándose de la silla con un gesto de resignación.

—Fue un placer hablar con usted, Endeavor -dijo Nezu, su tono casi burlón.

—Sí, sí, hasta luego -respondió Enji, saliendo de la oficina con una sensación de pesadez en el pecho- Joder, necesito un descanso -pensó mientras se alejaba, sintiendo la presión de las decisiones que debía tomar en los próximos días.









































Descubrimiento


¡Hola, hola! ¡DekuHistories al habla!

¿Cómo están? ¿Ya tomaron agua? Recuerden que el agua es escencial para rendir en el día y mantenerse hidratados. No queremos que se queden deshidratados, ¿verdad?

En fin, ¿les gustó el capítulo de hoy? Espero que les haya gustado, porque como siempre, les he escrito esto con mucho cariño. Cada palabra son un avance en esta historia, un avance en esta travesía que estoy dispuesta a compartir con ustedes.

¿Qué opinan del capítulo de hoy? De verdad, tenía demasiadas ganas por ya escribir este capítulo y escribir las reacciones de Fuyumi, Natsuo y Shoto; y ahora que ya se enteraron los tres de la verdad, ¿qué creen que pasará en el siguiente capítulo? ¿Acaso habrá pelea?

Recuerden que, sobre aviso, no hay engaño, que yo estoy dispuesta a hacerlos sufrir y llorar tanto a ustedes, como a mí.

Recuerden que pueden ir a seguirme a mis redes sociales. Aunque a pesar de no actualizar muy seguido, estoy dispuesta a compartir pequeños pedazos de mi vida con ustedes.

El sol se oculta en el horizonte de este relato, pero la luna ya se prepara para iluminar el siguiente. Las palabras se despiden, pero la imaginación nunca se detiene.

¡Hasta el próximo capítulo!

Los quiere,
DekuHistories.

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