𝘿𝙞𝙨𝙘𝙪𝙨𝙞𝙤𝙣

𝐀𝐃𝐕𝐄𝐑𝐓𝐄𝐍𝐂𝐈𝐀:
Estɑ histoɾiɑ contiene comentɑɾios sugeɾentes,
humoɾ negɾo ocɑsionɑl, spoileɾs γ contenido
no ɑpto pɑɾɑ todo público.
Leeɾ bɑjo su pɾopiɑ ɾesponsɑbilidɑd.

Unas horas después.
2:00 a.m.

El silencio en la mansión Todoroki era casi absoluto. Rei se encontraba acostada en su cama, su respiración tranquila mientras el cansancio la envolvía. Sin embargo, un sonido la despertó: la puerta de la habitación se abrió de golpe, interrumpiendo la tranquilidad de la noche.

Se talló el ojo y miró hacia la puerta, donde vio a su esposo, Enji, cambiándose de su traje de héroe a su pijama. La luz tenue del pasillo iluminaba su figura, y Rei sintió una mezcla de alivio y tristeza al verlo regresar a casa, aunque una parte de ella deseaba que su llegada fuera motivo de alegría.

Volvió a cerrar los ojos, intentando sumergirse nuevamente en el sueño, pero pronto sintió la cama moverse cuando Enji se acostó a su lado, dándole la espalda. La distancia emocional entre ellos parecía palpable, como una barrera invisible que se había ido construyendo con el tiempo. Sin embargo, Rei no podía evitar el impulso de acercarse, buscando ese calor que solía encontrar en él.

Se acurrucó contra su espalda, sintiendo el calor de su cuerpo, pero él permaneció tenso, como si su contacto le incomodara aún más.

—Rei, no estoy de humor -dijo Enji en un tono que era una mezcla de cansancio y frustración.

Rei sintió que su corazón se hundía un poco más. La respuesta de Enji era un eco de la distancia que siempre hubo entre ellos.

—Lo siento, solo quiero estar cerca de ti -murmuró, su voz apenas un susurro.

Enji se sentó bruscamente en la cama, pasando una mano por su rostro. Rei imitó su acción, sintiendo la tensión en el aire.

—Recuerda cuál es tu lugar, Rei. Nos casamos por conveniencia, no por amor -le recordó, su voz dura como el acero.

—Lo sé -respondió ella, colocando una mano en su pecho, sintiendo el latido de su corazón, aunque su mirada se dirigía hacia otro lado, incapaz de sostener su mirada.

La verdad de sus palabras la atravesó como una fría punzada. Era un recordatorio constante de su realidad, una realidad que a veces parecía tan distante de lo que había imaginado.

—¿No hay nada más que decir? -preguntó Rei, su voz temblando ligeramente, buscando cualquier rastro de conexión entre ellos.

—No, solo necesito descansar -respondió Enji, recostándose nuevamente, su espalda rígida como una pared.

Rei sintió el dolor de su indiferencia y la soledad que la envolvía. Sabía que había intentado ser la esposa que él deseaba, pero cada día se sentía más atrapada en un matrimonio que había comenzado como una estrategia y que se había convertido en una prisión emocional.

—Enji... -comenzó, pero él la interrumpió.

—Por favor, solo déjame en paz -dijo con un tono que no dejaba lugar a dudas.

Rei se quedó en silencio, el corazón pesado de tristeza. Se giró para mirarlo, pero la oscuridad de la habitación envolvía sus emociones. Sabía que la lucha por mantener su familia unida era importante, pero a veces se preguntaba si valía la pena el sacrificio de su propia felicidad.

Mientras Enji respiraba con pesadez, Rei cerró los ojos, sintiendo que las lágrimas comenzaban a asomarse. La distancia entre ellos se sentía más grande que nunca, y la soledad de su propia cama era un recordatorio doloroso de que el amor que anhelaba estaba fuera de su alcance.

¿Por qué no puedes amarme? -pensó Rei con dolor, sintiendo su corazón romperse en pedazos. La pregunta giraba en su mente, una y otra vez, como un eco que jamás encontraría respuesta.

Mientras la oscuridad la envolvía, los recuerdos de momentos pasados inundaron su mente: los días de su boda, cuando había creído que el amor podría crecer entre ellos; las promesas que se hicieron, aunque nunca fueron pronunciadas. Había esperado que, con el tiempo, Enji pudiera mirar más allá de las conveniencias y encontrar algo real entre ellos.

Pero esa esperanza parecía desvanecerse en el aire frío de la habitación. Enji estaba allí, pero no realmente; era como si una parte de él siempre estuviera ausente, atrapada en un mundo que no la incluía. Rei se sintió insignificante, como si su amor fuera un peso que él no estaba dispuesto a cargar.

—¿Qué tengo que hacer? -murmuró en voz baja, sin esperar respuesta. ¿Era la falta de amor en su matrimonio una carga que debía llevar sola?

Se giró de nuevo hacia la pared, tratando de contener las lágrimas. La soledad se apoderaba de ella, y el silencio en la habitación se convirtió en un grito ensordecedor.

Rei sabía que Enji era un hombre dedicado, un héroe en todos los sentidos. Pero ese mismo compromiso lo había llevado a colocar las expectativas y el deber por encima de sus propios sentimientos. La idea de que su matrimonio era una transacción, un contrato más que una unión basada en el amor, la desgarraba.

En su mente, la imagen de Enji se superponía con la de su verdadero deseo: un esposo que la amara y la valorara por quien era, no solo por el papel que desempeñaba en su vida.

Aunque...

Ella sabía que ese deseo nunca se haría realidad. El amor de su vida había sido siempre una ilusión, un sueño que se desvanecía con cada día que pasaba. La realidad era que Enji había construido un muro entre ellos, y ella no tenía la fuerza para derribarlo.

Las lágrimas finalmente comenzaron a caer, silenciosas y pesadas, mientras la tristeza se instalaba en su pecho. Se sintió atrapada en una vida que no había elegido del todo, en un matrimonio que había comenzado como un arreglo pragmático y que se había convertido en una lucha constante por conseguir algo que siempre había parecido inalcanzable.

Rei cerró los ojos, deseando que la oscuridad la envolviera y la llevara lejos de todo. Pero sabía que, al día siguiente, tendría que levantarse, sonreír y seguir adelante, porque eso era lo que se esperaba de ella. A pesar de su dolor, su deber como madre y esposa la mantenía anclada a una realidad que a menudo deseaba escapar.

Y así, en la soledad de la noche, se permitió llorar por el amor que nunca sería, por el futuro que anhelaba y que jamás llegaría.


•┈••✦ ❤ ✦••┈•


Al día siguiente

Rei se levantó con los ojos hinchados, sintiendo el lugar donde se suponía que debía estar Enji, completamente vacío. La ausencia de su esposo le pesaba en el pecho, y el recuerdo de la noche anterior la invadió con un dolor insoportable.

Tratando de quitarse las lágrimas secas de las mejillas, no notó cuando sus dos pequeños, Touya y Fuyumi, entraron a la habitación.

—¿Mamá? ¿Por qué lloras? -preguntó Fuyumi, caminando hacia ella con su habitual curiosidad infantil.

—Papá se fue en la madrugada -mencionó Touya, también acercándose con un tono de preocupación.

—¿Por qué se fue? -preguntó Rei con confusión, cargando a ambos en su regazo. La calidez de sus cuerpos le brindaba un pequeño consuelo, aunque su corazón seguía pesado.

—Natsuo se despertó en la madrugada, y como no te levantaste a dormirlo, se fue. Fuyumi-nee-san y yo tuvimos que dormirlo -explicó Touya, recostando su cabeza en el pecho de su madre, buscando confort.

—Oh, por dios, no le he dado de comer -recordó de inmediato, sintiendo un leve pánico. Se levantó de la cama con determinación.

Salió de la habitación con sus pequeños en brazos. La necesidad de atender a Natsuo la mantenía enfocada, y aunque su corazón aún estaba roto, sabía que sus hijos dependían de ella.

Una vez llegó a la habitación de Natsuo, entró y dejó a Touya y Fuyumi en el suelo, caminando hacia la cuna donde Natsuo se encontraba, con los ojos abiertos y mirándola con curiosidad.

—Hola, cariño, lamento haberte dejado sin comer -murmuró Rei, levantándolo con suavidad en sus brazos. La conexión con su bebé siempre había sido especial, y al amamantarlo, sintió que la calidez de su amor maternal comenzaba a sanar un poco el dolor que llevaba dentro.

Mientras Natsuo se alimentaba, Rei miró por la ventana, observando cómo la luz del día comenzaba a iluminar el jardín. El mundo exterior seguía su curso, ajeno a su tristeza. Y aunque la lucha en su corazón continuaba, sus hijos eran su ancla, su razón para seguir adelante.

—Voy a hacer todo lo posible por ustedes -susurró, como si prometiera a sus pequeños que, a pesar de las dificultades, siempre encontraría la fuerza para ser la madre que necesitaban. Con cada pequeño movimiento de Natsuo, ella encontraba un destello de esperanza, una luz que, aunque tenue, la guiaba a través de la oscuridad de sus pensamientos.

📍Con Enji

Enji se encontraba en su oficina de la agencia, rellenando unos documentos importantes. El ambiente era silencioso, interrumpido solo por el suave murmullo de la ciudad abajo. Soltó un suspiro y dejó de lado su pluma, mirando por el gran ventanal que ofrecía una vista panorámica de la ciudad. Era apenas medio día, y el sol estaba en su punto más alto, iluminando todo con una luz brillante.

Sin embargo, su mente no podía evitar divagar hacia Elena, su reciente amor. Recordaba cada risa compartida, cada mirada profunda que parecía decir más de lo que las palabras podían expresar.

Elena tenía un "no sé qué", una energía que llenaba la habitación. Cuando estabas con ella, podías sentir cómo todos tus problemas se desvanecían, como si el mundo exterior se desdibujara y solo quedara la conexión entre ellos. Era un refugio que Enji no había conocido en años, una chispa que encendía algo dentro de él que había estado apagado.

Se pasó una mano por el cabello, sintiendo la frustración crecer dentro de él. Sabía que su vida como héroe y padre era una carga constante. Aunque amaba a sus hijos, la presión de sus responsabilidades lo abrumaba. En contraste, los momentos con Elena eran una liberación, un recordatorio de que había más en la vida que simplemente cumplir con el deber.

Mientras miraba por la ventana, el bullicio de la ciudad le parecía distante. Se sentía atrapado entre dos mundos. Su matrimonio con Rei era una transacción, una construcción basada en expectativas y conveniencias. No había amor, solo una rutina que habían aceptado sin cuestionar. Pero con Elena, todo era diferente. La posibilidad de un amor genuino lo desafiaba, lo empujaba a replantearse lo que realmente quería.

Sabía que esto estaba mal. Tener a Elena como pareja mientras estaba casado era una traición, una infidelidad que lo atormentaba. Sin embargo, no podía evitarlo; amaba a Elena, demasiado para ser sincero. La pasión y la conexión que compartían eran algo que nunca había experimentado con Rei. Con ella, había descubierto lo que significaba sentir de verdad.

Enji cerró los ojos por un momento, luchando con la culpa que lo acosaba. Sabía que debía ser un buen padre y esposo, pero la vida que había construido con Rei se sentía vacía. La falta de amor y conexión lo había llevado a buscar consuelo en los brazos de otra mujer, y ahora, esa elección lo dejaba dividido.

La luz del sol iluminaba su oficina, pero no podía calentar el vacío que sentía. En su corazón, había una batalla entre deber y deseo, entre lo que era y lo que anhelaba ser. Y mientras pensaba en Elena, se preguntó si alguna vez podría encontrar el valor para seguir su corazón, aunque eso significara romper con todo lo que había conocido hasta ahora.


•┈••✦ ❤ ✦••┈•


Horas después.
Diez de la noche.

Enji había llegado a casa, completamente agotado después de haber patrullado durante casi todo el día. La tensión en sus músculos era palpable; sentía cada fibra de su ser clamando por un merecido descanso. Su cuello estaba adolorido, como si el peso de sus responsabilidades se hubiera asentado en él, y la única cosa que realmente deseaba era llegar a su cama, hundirse en las sábanas y permitir que el sueño lo envolviera.

—¡Papá! -exclamó Touya, lanzándose a sus brazos con la energía característica de un niño.

—Touya, campeón -murmuró Enji, cargándolo en brazos, sintiendo el calor y la alegría de su hijo. Era un pequeño recordatorio de lo que realmente importaba en su vida.

—Me quedé despierto esperándote -dijo Touya, soltando un bostezo que parecía abarcar todo su pequeño ser.

—¿Tu madre no te mandó a dormir? -preguntó Enji, frunciendo el ceño y sintiendo un ligero malestar en su interior. La preocupación por el bienestar de sus hijos siempre estaba presente en su mente.

—Sí, hice como que me dormí, pero volví a despertarme -respondió con inocencia, sus grandes ojos mirándolo con desparpajo.

—Ya veo... -dijo Enji, soltando un suspiro- Ve a tu habitación, mañana tienes escuela.

—¡Sí! ¡Hasta mañana! ¡Te quiero, papi! -exclamó el niño, corriendo hacia su habitación con una alegría contagiosa.

—También te quiero -murmuró Enji, una pequeña sonrisa apareciendo en su rostro mientras veía a su hijo desaparecer por los pasillos de la casa. Esa sonrisa, sin embargo, se desvaneció rápidamente cuando la realidad de su hogar lo envolvió de nuevo.

Una vez que Touya estuvo fuera de su vista, Enji frunció el ceño, sintiendo un torbellino de frustración crecer dentro de él.

¿Cómo es que Rei no se da cuenta de que Touya no estaba dormido? -pensó con enojo, quitándose la chaqueta y poniéndose las pantuflas. La situación lo irritaba más de lo que le gustaría admitir- Joder, en serio que esa mujer me saca de mis casillas

Mientras caminaba hacia la cocina, su mente divagaba entre la tensión de su hogar y sus pensamientos sobre Elena. Era un tira y afloja constante entre su papel como padre y esposo y la vida que había empezado a soñar con Elena. Pero en ese momento, la frustración por la falta de atención de Rei hacia sus hijos lo consumía.

El silencio de la casa era casi ensordecedor, interrumpido solo por el sonido de sus pasos sobre el suelo. Enji se detuvo un momento, sintiendo el peso de la soledad en el aire. Aunque estaba rodeado de su familia, a menudo se sentía más solo que nunca, atrapado en un matrimonio que parecía más una carga que una bendición.

Lleno de frustración, se dirigió a la nevera, buscando algo que comer. La falta de comida casera también le recordaba la desconexión en su hogar.

Debería hablar con Rei -pensó, aunque sabía que la conversación sería complicada. Pero, en ese instante, todo lo que podía hacer era intentar mantener la calma, a pesar de que las tensiones continuaban acumulándose.

Mientras se servía un vaso de agua, se preguntó si alguna vez podría encontrar un equilibrio entre sus responsabilidades y su deseo de ser feliz. Al final del día, solo quería ser un buen padre y, tal vez, encontrar un poco de paz en su propia vida. Pero en ese momento, la paz parecía tan lejana como un sueño inalcanzable.

Caminó por los pasillos y subió las escaleras en dirección a su habitación. Cada paso que daba parecía pesar más que el anterior, cargado de frustración y cansancio acumulado. La fatiga lo envolvía como una manta pesada, y al llegar frente a la puerta, una mezcla de emociones lo invadió. Una vez que entró, encontró a su esposa acostada en la cama, sumida en un sueño ligero. Sin pensarlo dos veces, frunció el ceño y azotó la puerta al entrar, provocando un susto evidente en Rei, quien se levantó de un salto.

—¿Enji? -murmuró, tallándose el ojo mientras intentaba despejarse- ¿Por qué hiciste eso? Me despertaste -soltó un bostezo, tratando de comprender la situación.

—¿Por qué mierda no procuras que los niños estén dormidos antes de irte a dormir? -preguntó Enji, dejando que el enojo se desbordara en su voz, como una olla a presión finalmente liberada. La rabia que había estado reprimiendo durante todo el día estalló en ese instante.

Rei se acomodó en la cama, quedando sentada y claramente confundida por la explosión de su esposo. La sorpresa mezclada con irritación se reflejaba en su rostro.

—¿De qué hablas? -respondió, su tono reflejando sorpresa y un atisbo de irritación. No podía entender cómo habían llegado a este punto, y la confusión la mantenía alerta.

—Cuando llegué, Touya estaba despierto, claramente. No procuraste que estuviera dormido -la acusó, sintiendo que la frustración lo consumía. Era un ciclo que parecía repetirse, una dinámica que no podía soportar más. Cada palabra que decía se sentía como un golpe, y su corazón latía con fuerza por la tensión en el aire.

Rei frunció el ceño, intentando procesar las palabras de Enji. La acusación lo sorprendía y hería, pero no quería dejarse llevar por la defensiva.

—No sabía que aún estaba despierto -dijo, tratando de defenderse- Pensé que ya se había dormido. A veces, los niños se despiertan y se duermen sin que yo me dé cuenta

—¿No te parece que deberías prestar más atención? -replicó él, sintiendo que la tensión aumentaba en el aire, como si un rayo estuviera a punto de caer. Su voz resonaba con descontento, y cada palabra era una chispa en un ambiente ya inflamable.

—Enji, no es como si estuviera ignorando a los niños. Simplemente... -comenzó a explicar, pero él la interrumpió, incapaz de contener su furia.

—Simplemente, no estás haciendo tu parte. Soy el único que se preocupa por ellos, y eso no es justo -Su voz se elevó, la rabia resonando en cada palabra, creando un ambiente cargado de conflicto. La sensación de ser injustamente atacada la llenó de indignación.

Rei se sintió herida por sus palabras, como si se le acusara de fallar como madre. La tristeza comenzaba a mezclarse con la frustración, un cóctel emocional que la dejaba tambaleándose en medio de la tormenta.

—¿De verdad crees que no me importa? -preguntó, su voz temblando ligeramente- Estoy aquí todo el día cuidándolos. Hago lo que puedo para mantener la casa y a los niños en orden

—Y yo soy el que da dinero a la familia; me la paso trabajando todo el día. Lo mínimo que puedes hacer es procurar que ellos estén bien -replicó Enji, sintiendo que la presión aumentaba en su pecho. Cada palabra parecía cortante, como cuchillos que se clavaban en el corazón de Rei.

La atmósfera en la habitación se volvió pesada, densa con el resentimiento acumulado. Rei sintió que el dolor de sus palabras la atravesaba, como si cada acusación fuera un golpe directo a su autoestima.

—No es fácil, Enji -dijo, intentando mantener la calma, aunque sus emociones estaban al borde de estallar- No me malinterpretes, estoy haciendo lo mejor que puedo. Cada día es un desafío, y a veces me siento abrumada

—¿Y yo no? -respondió él, su voz llena de indignación- No tengo el lujo de quedarme en casa todo el día. Cada día es una batalla, y cada vez que llego a casa, espero encontrar un hogar. Pero no, siempre hay algo que no se está haciendo

Rei sintió que la tristeza se convertía en rabia, una chispa que comenzaba a arder dentro de ella. La frustración la empujaba a defenderse.

—Y yo estoy aquí, tratando de mantener todo en pie mientras tú estás fuera, luchando. Pero a veces, también necesito tu apoyo, no solo tus recriminaciones -dijo, levantando la voz, sintiendo que la frustración se desbordaba. Su corazón latía con fuerza, y cada palabra que pronunciaba era un intento de romper la barrera que se había creado entre ellos.

Enji, incapaz de contenerse, se acercó a ella y le dio una cachetada.

—No me levantes la voz, no tienes el derecho -dijo, su voz tensa y fría.

Rei se quedó paralizada por un momento, el impacto de la acción resonando en su mente.

—Y-Yo... L-Lo siento -murmuró, su voz casi un susurro, una mezcla de sorpresa y dolor. Las lágrimas comenzaron a acumularse en sus ojos, y la confusión la envolvió mientras trataba de comprender la magnitud de lo que había sucedido. La situación había escalado más allá de lo que jamás habría imaginado, y el peso de la culpa y la tristeza la abrumaba.

—Agradece que los niños están dormidos -gruñó Enji, su voz aún cargada de rabia. Se dio la vuelta, evitando mirar a Rei mientras se dirigía hacia el clóset para sacar su pijama. Cada movimiento que hacía parecía impregnado de una frustración palpable, como si cada acción fuera un recordatorio del conflicto que acababa de suceder.

Rei se quedó en la cama, sintiendo el peso de la tensión en el aire. La escena que se había desarrollado entre ellos la había dejado aturdida y herida. La cachetada aún resonaba en su mente, un eco de la realidad de su matrimonio que no podía ignorar. Se sentía como si un abismo se hubiera abierto entre ellos, y cada palabra no dicha añadía más distancia.

Mientras Enji buscaba su pijama, Rei sintió una mezcla de impotencia y tristeza. Sabía que la comunicación entre ellos había estado deteriorándose durante mucho tiempo, pero nunca había imaginado que llegaría a un punto tan extremo. El dolor de su relación se manifestaba de formas que ninguno de los dos había anticipado, y la inseguridad que la acompañaba era abrumadora.

—E-Enji... -comenzó, intentando romper el silencio que se había instalado, pero él la interrumpió.

—No, no quiero hablar más de esto -dijo, su tono brusco. Se puso la camiseta de algodón y los pantalones de pijama, sintiéndose incómodo en su propia piel. Cada prenda que se ponía parecía un recordatorio de la vida que había elegido, una vida que no lo llenaba.

Rei lo observó mientras se movía por la habitación, sintiendo que su corazón se rompía un poco más. Sabía que no podía dejar que esta situación se convirtiera en una normalidad, pero las palabras se le atascaban en la garganta, como si una barrera invisible le impidiera expresar lo que realmente sentía. Era un ciclo de dolor y frustración que no sabía cómo romper.

—Solo... -dijo, tratando de encontrar el valor para continuar- Solo quiero que sepas que estoy haciendo lo mejor que puedo

—Lo sé, pero a veces siento que no es suficiente -respondió, su voz un susurro lleno de descontento. La sinceridad detrás de sus palabras chocaba con la dureza de su realidad. Enji deseaba más, pero nunca había tenido claro qué era ese "más".

Rei sintió que las lágrimas amenazaban con brotar de nuevo. No quería que su matrimonio se convirtiera en un campo de batalla, pero cada vez que intentaba acercarse, las palabras de Enji parecían un muro infranqueable. La tristeza la abrumaba, y el deseo de ser comprendida se convertía en un grito silencioso en su interior.

—Lo siento -murmuró, mirando cómo Enji se acostaba en la cama, su cuerpo tenso y distante. La imagen de su esposo, tan cerca y tan lejos al mismo tiempo, le partía el corazón. La cama, que alguna vez había sido un lugar de refugio y amor, ahora se sentía como una barrera entre ellos.

El silencio se instaló nuevamente entre ellos, y Rei sintió que la soledad se apoderaba del espacio que solía ser su refugio. Enji se dio la vuelta, dándole la espalda, y eso fue suficiente para que el dolor se intensificara. La habitación, que antes había sido su refugio, ahora se sentía como una prisión. La falta de conexión lo hacía todo más pesado, y la oscuridad de la noche parecía reflejar su estado emocional.

Mientras las lágrimas caían silenciosamente por sus mejillas, Rei se preguntó si alguna vez podría encontrar el amor que siempre había querido. La lucha por mantener su familia unida se sentía cada vez más pesada, y la falta de amor y entendimiento amenazaba con consumirlos por completo. Era como si cada día se enfrentara a un muro, una barrera que Enji no estaba dispuesto a derribar.

¿Qué nos ha pasado? -pensó, sintiendo que el abismo entre ellos se hacía más profundo. La pregunta resonaba en su mente, un eco de la desesperanza que la envolvía. Sabía que Enji no la amaba, y esa verdad la hería más de lo que podía expresar. La lucha por su matrimonio se había convertido en un esfuerzo solitario, y la idea de que el amor que una vez soñó podría nunca materializarse la llenaba de un profundo desasosiego.

En ese momento, mientras la soledad la envolvía, Rei comprendió que tendría que encontrar su propia fortaleza, porque el amor no podía ser forzado, y el deseo de ser comprendida no siempre sería suficiente para cambiar la realidad que enfrentaba.


•┈••✦ ❤ ✦••┈•


Unos meses después

Durante todo ese tiempo, Enji se alejaba inconscientemente de su esposa y, sin evitarlo, también de sus hijos. Las visitas a Elena en México se convirtieron en un escape regular, un refugio de la realidad que lo aguardaba en casa. Aprovechaba cada momento que podía para disfrutar de su compañía, ya fuera visitando lugares emblemáticos, probando la deliciosa comida local o simplemente disfrutando de momentos de intimidad en su hogar. Cada encuentro era un recordatorio de la conexión que sentía con ella, una conexión que parecía haber desaparecido en su matrimonio.

Oh, Elena, qué hermosa eres.

Mientras Enji se sumergía en este nuevo romance, la idea de la culpa o el remordimiento no cruzaba su mente. Solo había espacio para Elena, para sus risas, sus ojos brillantes y la forma en que lo hacía sentir vivo. En su mente, todo lo que había dejado atrás se desvanecía, y la vida en casa se volvía un eco distante.

Por otro lado, Rei se encontraba cada vez más desesperada. Se esforzaba por hacer todo lo posible para llamar la atención de su esposo, buscando cualquier señal de afecto que pudiera recibir. Cada pequeño gesto, cada intento de conversación, parecía caer en un vacío donde el amor que tanto deseaba nunca llegaba. La ausencia de Enji se sentía como un peso que la aplastaba, y la desesperación se convertía en su compañera constante.

Mientras tanto, Elena disfrutaba de la atención plena de Enji. Cada regalo, cada visita, era un testimonio de lo que ella había logrado. La idea de que él le dedicara todo su tiempo y energía la llenaba de satisfacción. No podía pedir otra cosa mejor. La emoción de ser su prioridad era intoxicante, y cada momento que pasaban juntos solo reforzaba su deseo de tenerlo completamente para ella.

Elena sabía que esto estaba mal; después de todo, Enji estaba casado. Pero, ¿le importaba? No. La culpa no era algo que la detuviera; en cambio, la impulsaba a seguir adelante. En su mente, el amor verdadero no tenía barreras, y ella estaba decidida a obtener lo que quería.

Voy a seguir con esto -pensó, con una sonrisa en los labios mientras recordaba las promesas que se habían hecho. Para ello, debía jugar perfectamente sus cartas. Había que seducirlo, atraparlo en su mundo y hacer que cayera rendido a sus pies. La idea de tenerlo solo para ella se convirtió en su obsesión, y estaba segura de que lo lograría.

En su mente, la imagen de Enji, entregado y enamorado, reemplazaba la realidad de un hombre dividido entre dos mundos. Y mientras él se perdía en el calor de su amor, Rei continuaba luchando en la fría soledad de su hogar, sin saber que su mundo estaba a punto de desmoronarse. La falta de amor y conexión se intensificaba, y el abismo que se había abierto entre ella y Enji se hacía más profundo con cada día que pasaba.

Elena tenía un plan meticulosamente pensado para amarrar a Enji a ella de por vida, y ese plan giraba en torno a una idea que la llenaba de emoción: quedarse embarazada. La noción de que un niño podría unirlos de manera irrevocable la hacía sonreír, imaginando un futuro donde Enji no pudiera separarse de ella.

Cada vez que compartían momentos de intimidad, Elena no podía evitar pensar en la posibilidad de un embarazo. Se imaginaba cómo sería su vida con Enji a su lado, no solo como amante, sino como padre de su hijo. La idea de que un bebé pudiera crear un vínculo inquebrantable entre ellos la llenaba de anticipación.

Si algún día quedaba embarazada, su plan sería un éxito rotundo. En su mente, ya visualizaba cómo sería la vida con Enji, dedicando su tiempo y energía a cuidar de su familia. La idea de que él no pudiera escapar de su responsabilidad la llenaba de satisfacción.

Elena sabía que este camino era arriesgado, pero la emoción de pensar en lo que podría lograr la mantenía motivada. Se sentía poderosa, como si tuviera el control de su destino. La posibilidad de tener a Enji completamente a su lado la empujaba a seguir adelante con su plan, sin mirar atrás.

Mientras tanto, Enji continuaba sumido en su propia realidad, ajeno a las intenciones de Elena. Cada encuentro entre ellos se volvía más apasionado, y Elena se aseguraba de que cada momento estuviera impregnado de insinuaciones sutiles sobre el futuro que deseaba construir. Con cada gesto y cada palabra, ella alimentaba la idea de que estaban destinados a estar juntos.

El deseo de Elena se convirtió en una obsesión. No solo quería a Enji, quería su compromiso total, y un embarazo sería la clave para lograrlo. La idea de un futuro donde él no pudiera escapar de ella la llenaba de una emoción febril, y estaba decidida a hacer que ese sueño se convirtiera en realidad, sin importar las consecuencias.

Elena se sumergió en su plan con una determinación renovada. Cada encuentro con Enji se convirtió en una oportunidad estratégica para acercarse más a su objetivo. Disfrutaba de cada momento juntos, sintiendo el calor de su conexión, pero siempre con la mente enfocada en el futuro. La idea de un bebé no solo representaba una unión física, sino también un lazo emocional que no podría romperse fácilmente. En su mente, la visión de una familia compartida comenzaba a tomar forma, y cada pequeño gesto de afecto se convertía en un ladrillo en la construcción de su sueño.

Consciente de cómo funcionaba la mente de un hombre como Enji, empezó a insinuar la idea de formar una familia. Durante las cenas románticas, hablaba de sus sueños de ser madre, de cómo deseaba criar a un niño en un ambiente lleno de amor y aventura. Su tono era suave y persuasivo, como si tejiera una red de posibilidades que lo envolvía sin que él lo notara. La idea de la maternidad brillaba en sus ojos, un reflejo de la emoción que sentía al pensar en su futuro juntos. Cada palabra estaba diseñada para plantar la semilla de la idea en la mente de Enji, aunque él aún no se diera cuenta.

Elena también empezó a observar cuidadosamente sus reacciones, buscando cualquier indicio de que se estaba abriendo a la idea de tener un hijo. Sabía que el momento adecuado era crucial, y se preparaba para hacer su movimiento en el momento perfecto. La anticipación la mantenía alerta, y cada encuentro se volvía más significativo.

Mientras tanto, la relación entre Enji y Rei continuaba deteriorándose, una sombra que Elena aprovechaba a su favor. La distancia emocional entre ellos se hacía más evidente, y ella se sentía cada vez más segura de que su plan podría funcionar. Cuanto más se alejaba Enji de su familia, más se acercaba a ella.

En su mente, la imagen de un futuro con Enji se volvía más vívida. Se imaginaba a sí misma como la madre de su hijo, creando recuerdos juntos, disfrutando de la vida en un hogar lleno de amor. Con cada día que pasaba, la idea de tener a Enji completamente a su lado se convertía en una necesidad, y su plan se volvía más urgente. La obsesión por el futuro que deseaba la impulsaba a seguir adelante, sin mirar atrás.

Elena se sumergió en su plan con una determinación renovada, cada día más resuelta en su objetivo. Cada encuentro con Enji se convertía en una oportunidad estratégica para acercarse más a su meta. Disfrutaba de cada instante que pasaban juntos, sintiendo el calor de su conexión, pero siempre con la mente enfocada en el futuro que había diseñado. La idea de un bebé no solo representaba una unión física, sino también un lazo emocional que no podría romperse fácilmente. En su mente, la visión de una familia compartida comenzaba a tomar forma, y cada gesto de afecto se convertía en un ladrillo en la construcción de su sueño.

Elena sabía que cada momento era crucial. Consciente de cómo funcionaba la mente de un hombre como Enji, comenzó a insinuar la idea de formar una familia. Durante las cenas románticas, entre risas y miradas cómplices, hablaba de sus sueños de ser madre, de cómo deseaba criar a un niño en un entorno lleno de amor y aventura. Su tono era suave y persuasivo, como si tejiera una red de posibilidades que lo envolvía sin que él lo notara. La idea de la maternidad brillaba en sus ojos, un reflejo de la emoción que sentía al pensar en su futuro juntos. Cada palabra estaba cuidadosamente diseñada para plantar la semilla de la idea en la mente de Enji, aunque él aún no se diera cuenta de la dirección en la que lo estaba guiando.

Elena también empezó a observar meticulosamente sus reacciones. Cada sonrisa, cada gesto, cada mirada se convertía en un indicio de cómo se sentía Enji sobre el tema. Buscaba cualquier signo que le confirmara que su plan estaba funcionando, que él estaba abriendo su corazón a la idea de tener un hijo. La anticipación la mantenía alerta, y cada encuentro se volvía más significativo y cargado de emoción. Se sentía como una artista, moldeando sus palabras y acciones para crear la obra maestra que era su futuro.

Mientras tanto, la relación entre Enji y Rei continuaba deteriorándose, una sombra que Elena aprovechaba a su favor. La distancia emocional entre ellos se hacía más evidente, y ella se sentía cada vez más segura de que su plan podría funcionar. Cuanto más se alejaba Enji de su familia, más se acercaba a ella. La angustia de Rei, aunque no era algo que a Elena le importara, se convertía en un signo de que su estrategia estaba dando frutos. La comparación entre la vida apagada que llevaba Enji en casa y la vivacidad de sus encuentros con Elena no podía ser más obvia, y eso la llenaba de satisfacción.

Elena empezó a crear un ambiente que favoreciera su plan. Elegía cuidadosamente los lugares para sus citas, asegurándose de que cada escenario estuviera impregnado de romanticismo y posibilidad. Las noches se llenaban de velas, música suave y conversaciones sobre sueños, y en cada uno de esos momentos, ella se aseguraba de que la idea de formar una familia estuviera presente, sutil pero persistente. Le gustaba imaginar cómo sería su vida juntos, cómo un niño podría cambiarlo todo y unirlos para siempre.









































Discusion

¡Hola, hola, mis queridos lectores!

¿Cómo están? Espero que se encuentren muy bien y disfrutando de un maravilloso día, lleno de alegría y buenas vibras.

Primero que nada, ¿ya tomaron agua? Recuerden que es fundamental mantenerse hidratados. ¡El agua es vida! Así que asegúrense de tener siempre a mano un vaso lleno. La hidratación no solo es crucial para nuestra salud física, sino que también ayuda a mantener nuestra mente clara y enfocada. Así que, ¡a beber agua!

¿Les gustó el capítulo del día de hoy? Espero que sí, ya que, como siempre, lo he escrito con mucho cariño y dedicación. Cada palabra y cada línea están pensadas para ustedes, mis fieles lectores. Siempre trato de poner un pedacito de mi corazón en cada historia que comparto. La escritura es una forma de conexión, y me encanta saber que ustedes están ahí, disfrutando de cada aventura.

¿Qué opinan sobre lo que sucedió en este capítulo? Como pueden ver, Elena ya ha comenzado con su plan para retener a Enji a su lado de por vida. ¿Qué les parece? Se está tratando de quedar embarazada, lo cual es muy arriesgado, pero también lleno de emoción y posibilidades. Esta decisión podría cambiar el rumbo de sus vidas y estoy ansiosa por explorar cómo se desarrollarán los eventos.

Además, no olviden que pueden seguirme en mis redes sociales. Encontrarán los enlaces disponibles en mi página web, en mi perfil. Ahí estaré subiendo algunos spoilers del próximo capítulo, claro, si es que logro recordar que tengo redes sociales, ¡ja ja! A veces me distraigo con tantas cosas y se me olvida, pero prometo intentar ser más constante. Siempre me encanta interactuar con ustedes y conocer sus opiniones, así que no duden en dejarme sus comentarios.

En fin, eso sería todo por hoy. Agradezco de corazón su apoyo y su tiempo. Cada lectura, cada comentario y cada mensaje significan el mundo para mí. ¡Nos vemos en el siguiente capítulo! No puedo esperar para compartir más aventuras y emociones con todos ustedes.

Los quiere mucho,

DekuHistories.

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