𝘼𝙘𝙘𝙞𝙙𝙚𝙣𝙩𝙚 𝟮/𝟮
𝐀𝐃𝐕𝐄𝐑𝐓𝐄𝐍𝐂𝐈𝐀:
Estɑ histoɾiɑ contiene comentɑɾios sugeɾentes,
humoɾ negɾo ocɑsionɑl, spoileɾs γ contenido
no ɑpto pɑɾɑ todo público.
Leeɾ bɑjo su pɾopiɑ ɾesponsɑbilidɑd.
Un Mes Después
La mansión Todoroki se había convertido en un lugar de rutina, pero la atmósfera era pesada y tensa. Enji continuaba entrenando a Shoto con una intensidad casi fanática, buscando en su hijo la perfección que él mismo había anhelado. Cada día, las horas pasaban en la sala de entrenamiento, donde el sudor y la fatiga eran constantes, pero Enji no se detenía. Su única meta era convertir a Shoto en el mejor héroe, uno que pudiera derrotar a All Might y, así, cumplir con las expectativas que llevaba en su pecho.
—¡Más rápido, Shoto! -gritaba, su voz resonando en las paredes de la sala, ignorando el agotamiento que reflejaba en el rostro de su hijo.
Shoto, tratando de cumplir con las exigencias de su padre, se esforzaba al máximo, pero la presión era abrumadora. En su interior, comenzaba a cuestionar si ese era realmente el camino que deseaba seguir. Sin embargo, la figura de Enji lo mantenía en la línea, temeroso de decepcionarlo.
Mientras tanto, en la habitación contigua, Rei vivía su propia pesadilla. Los abusos físicos a los que estaba sometida continuaban, y aunque había intentado hablar con Enji en varias ocasiones para que esto cambiara, cada intento era ignorado. La opresión en su corazón se hacía más pesada, y la tristeza se convertía en un compañero constante. A pesar de la muerte de Touya, las dinámicas en la casa no habían cambiado; la violencia seguía siendo una sombra en su vida.
Fuyumi y Natsuo, aunque intentaban mantener una apariencia de normalidad, sentían que su hogar se desmoronaba. Fuyumi trataba de cuidar a Shoto, pero a menudo se encontraba atrapada entre la lealtad hacia su padre y el deseo de proteger a su hermano. Natsuo, por su parte, se sentía invisible, como si su padre no lo viera, y eso lo llenaba de resentimiento.
Sin embargo, mientras la familia Todoroki luchaba por encontrar un equilibrio en medio de la tormenta, Enji se encontraba en un mundo completamente diferente cuando estaba en México. Su vida al lado de Elena era un refugio del caos que había dejado atrás. Cada día, su amor por ella crecía, y la felicidad que encontraba en esos momentos contrastaba con la oscuridad que lo rodeaba en Japón.
David, el pequeño que era una copia exacta de Enji, se había convertido en su luz en la oscuridad. Sus risas y su energía eran un bálsamo que aliviaba la carga que llevaba en su corazón. Al verlo, Enji sentía que podía dejar de lado sus preocupaciones, aunque solo fuera por un instante.
—¡Mira, papá! -gritó David un día mientras mostraba su última hazaña con el fuego- ¡Puedo hacer esto!
La alegría en la voz de su hijo era contagiosa, y Enji no pudo evitar sonreír. Era una chispa de vida en medio de su tormenta personal, un recordatorio de lo que realmente importaba.
—Eres increíble, David -dijo Enji, sintiendo que su corazón se llenaba de orgullo- Estoy tan orgulloso de ti
Mientras Enji abrazaba a David, se dio cuenta de que, a pesar de todo lo que había perdido, aún había algo por lo que valía la pena luchar. La conexión que compartía con Elena y su hijo era un faro de esperanza que iluminaba su camino, incluso en los momentos más oscuros.
•┈••✦ ❤ ✦••┈•
Shoto se despertó en medio de la noche, un mal presentimiento lo había empujado a levantarse de la cama. La incertidumbre y la ansiedad lo envolvían como una niebla pesada, así que, decidido a calmar sus nervios, se dirigió a la cocina para tomar un vaso de agua. Sus pies descalzos hicieron un suave ruido en el suelo, y mientras caminaba por el pasillo, se talló el ojo con el puño, intentando mantenerse despierto y alerta.
Al llegar a la cocina, se detuvo en seco. Un sonido familiar le hizo levantar la vista. Su madre estaba allí, de pie junto a la estufa, calentando agua en una tetera. La luz tenue de la cocina iluminaba su rostro cansado, y sus rasgos parecían más marcados que de costumbre, como si el peso del mundo estuviera sobre sus hombros. Sin embargo, lo que más llamó la atención de Shoto fue el hecho de que ella sostenía su teléfono cerca de su oreja. Parecía estar en una llamada.
Con cautela, Shoto se acercó un poco más, sintiendo que debía escuchar lo que su madre decía. Las palabras que salían de su boca lo sorprendieron y lo llenaron de confusión.
—Siento que me estoy volviendo loca. No puedo soportarlo más. Cada día los niños se parecen más a él. Y Shoto, el lado izquierdo del niño, me parece insoportable -la voz de su madre se quebró, y Shoto sintió que un nudo se formaba en su estómago- Todo lo que puedo ver es a su padre. Ya no puedo criarlo... Quiero huir de su vida -dijo con desesperación, su tono desgarrador resonando en la cocina.
Las palabras se clavaron en el corazón de Shoto, y un torrente de preguntas inundó su mente. ¿Por qué su madre estaba hablando de esa manera? ¿Por qué quería irse? La idea de que ella decidiera abandonarlos a su suerte, dejándolos con su padre, le resultaba insoportable. Una sensación de traición se despertó en lo profundo de su ser.
—Mamá... ¿Qué estás diciendo? -murmuró, la confusión y la preocupación entrelazándose en su voz. No quería creer lo que estaba escuchando, pero no podía evitarlo.
Rei, al darse cuenta de que no estaba sola, se tensó de inmediato. La expresión en su rostro cambió, y lentamente, su cabeza se giró hacia él. Shoto sintió un escalofrío recorrer su espalda al ver la mirada que ella le dirigía. Era una mirada que le era familiar, una que había visto muchas veces dirigida a su padre. Una mirada que estaba impregnada de miedo y angustia.
Pero había algo más en sus ojos, algo más oscuro.
Odio...
Había un odio latente en esa mirada, una rabia contenida que parecía estar dirigida no solo hacia su padre, sino también hacia él mismo. La revelación le golpeó con una fuerza inesperada, y en ese instante, se sintió vulnerable, expuesto ante la tormenta emocional que su madre enfrentaba.
Shoto no tuvo tiempo de procesar lo que estaba sucediendo, porque, de repente, Rei, con un movimiento rápido, tomó la tetera que había estado calentando y se acercó a él, vertiendo el agua hirviendo en su rostro.
El dolor fue instantáneo e insoportable; una quemadura ardiente que lo hizo gritar. Shoto sintió que el mundo se desvanecía a su alrededor, su mente en blanco mientras la agonía se apoderaba de él. Las imágenes de su madre, de su hogar, de su vida, comenzaron a desdibujarse en su mente, y todo lo que podía pensar era en el sufrimiento que experimentaba.
Mientras él caía al suelo, sintió que su madre lo miraba, y en sus ojos, vio una mezcla de miedo y algo más. No podía entenderlo del todo, pero en ese momento supo que su vida nunca volvería a ser la misma. La traición, el dolor y el odio se entrelazaban en un torbellino de emociones que lo dejarían marcado para siempre.
Rei, al darse cuenta de la gravedad de sus acciones, sintió que el mundo se le venía abajo. La imagen de su hijo, gritando y tratando de alejarse de ella, se convirtió en una pesadilla. El horror en sus ojos la golpeó con fuerza, y la culpa comenzó a invadirla.
—Shoto, no... ¡Espera! -gritó, su voz llena de desesperación mientras activaba su quirk. El aire a su alrededor se volvió frío, y ella intentó acercarse a su hijo con la intención de calmar la quemadura en su rostro.
Shoto, sin embargo, solo veía la figura de su madre con un miedo creciente. En su mente, el recuerdo de la agresión estaba demasiado fresco, y no podía confiar en ella. Se apartó, sus manos cubriendo su rostro mientras trataba de escapar del dolor. La confusión y el dolor se entrelazaban, convirtiéndose en un torbellino de emociones que amenazaba con consumirlo.
—¡No, mamá! ¡Aléjate! -gritó, su voz temblando de terror. En su mente, se imaginaba lo peor: ¿acaso su madre había perdido completamente el control?
Rei, horrorizada por la reacción de Shoto, sintió que su corazón se rompía en mil pedazos. Cada grito de su hijo era como un puñal en su pecho, y no sabía cómo hacer que entendiera que solo quería ayudarlo. El frío de su quirk envolvió la habitación, pero en lugar de calmar a Shoto, solo lo asustó más.
—¡Shoto, por favor! ¡Déjame ayudarte! -exclamó, su voz llena de angustia mientras intentaba acercarse. La desesperación la llevó a hacer un movimiento impulsivo, extendiendo su mano hacia él en un intento de tocar su rostro y aliviar el ardor.
Pero cada paso que daba hacia su hijo parecía aumentar su miedo. Shoto retrocedió aún más, tropezando con su pie y cayendo al suelo. La mezcla de dolor físico y emocional era abrumadora. La habitación se sentía como una prisión, y la figura de su madre, que alguna vez fue un refugio, ahora se había convertido en un símbolo de su terror.
—¡No! ¡Aléjate! -gritó nuevamente.
Rei se detuvo en seco, sus ojos llenos de lágrimas. Comprendía que había cruzado una línea que nunca debería haber cruzado. Quería abrazar a su hijo, pero sabía que cualquier movimiento en falso podría empeorar la situación. La angustia y el miedo se entrelazaban, y el silencio que siguió fue ensordecedor.
—Shoto... -susurró, su voz temblando- Lo siento... No quería... -las lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas, cada una representando un trozo del dolor que sentía por lo que había hecho. La culpa la consumía, y su quirk, que había sido una herramienta de protección, ahora se sentía como una maldición.
El ambiente en la cocina se volvió instantáneamente helado con la llegada de Enji. Su presencia era como un rayo en medio de la tormenta, y el temor se apoderó de Rei al escuchar su voz, cargada de furia y desdén.
—¡¿Qué crees que le haces, mujer?! -gritó, sus ojos centelleando con una ira que parecía consumirlo.
Rei y Shoto se tensaron al unísono, el miedo palpable en el aire. La desesperación llenó el espacio entre ellos.
—E-Enji, n-no es lo que piensas -balbuceó Rei, sintiendo que su mundo se desmoronaba ante sus ojos, cada palabra que intentaba pronunciar se sentía como un intento vano de atenuar la tormenta que se avecinaba.
—¡¿No es lo que pienso?! ¡Mujer, le acabas de quemar el rostro a Shoto! ¡A tu hijo! -la furia en su voz retumbaba, cada palabra como un golpe que resonaba en las paredes de la cocina.
—Y-Yo no quería... N-No sé qué me pasó -sollozó Rei, el terror en su corazón creciendo mientras recordaba la imagen de su hijo gritando, cubriéndose la cara- ¡Yo solo...!
—¡Cállate! -gritó Enji, interrumpiéndola con un rugido que sacudió la habitación. La rabia en su pecho era incontrolable, y cada grito de Rei solo alimentaba su furia.
Shoto, encogido en una esquina, sintió que su pequeño mundo se desmoronaba. Las lágrimas caían por su rostro, y su corazón latía con fuerza mientras absorbía la violencia que se desataba a su alrededor. La figura de su madre, que solía ser su refugio, ya no era más que una sombra aterradora.
—Iremos al hospital, ni se te ocurra ir tras nosotros -dijo, su voz firme y autoritaria, mientras levantaba a Shoto en sus brazos.
A medida que Enji salía de la cocina, la tensión en el aire se sentía casi física. Rei se quedó allí, paralizada, sintiendo que su mundo se desmoronaba. La desesperación la invadió, y las lágrimas comenzaron a deslizarse por su rostro. Quería gritar, quería explicar que no había querido hacerle daño a Shoto, pero sus palabras se perdían en el eco de la furia de Enji.
•┈••✦ ❤ ✦••┈•
Horas después
La luz de la mañana se filtraba a través de las ventanas de la mansión Todoroki, iluminando la sala de estar con un brillo tenue que contrastaba con la oscuridad del momento. Rei estaba sentada en el sillón, con la mirada perdida en el suelo, sintiendo que su mundo se desmoronaba a su alrededor. Cuando escuchó la puerta abrirse, su corazón dio un vuelco. Enji y Shoto habían regresado.
—E-Enji -murmuró, levantándose lentamente del sillón, cada movimiento un reflejo de su ansiedad.
—Ve a tu habitación -dijo Enji, su voz dura como el hielo, mientras bajaba a Shoto al suelo. El pequeño, con la cabeza gacha, apenas se atrevió a mirar a su madre antes de alejarse, sus pasos resonando en el pasillo como un eco de tristeza.
Rei sintió que el aire se le escapaba mientras observaba a su hijo irse. La sensación de pérdida y desesperación la envolvía, como un manto pesado que la aprisionaba. Enji, por su parte, se volvió hacia ella, su mirada era de furia.
—Me das asco -murmuró, su tono despectivo atravesando el aire como una espada afilada.
—E-Enji, p-por favor, no digas eso -sollozó, sintiendo que las lágrimas comenzaban a brotar de sus ojos. La presión en su pecho se hacía cada vez más insoportable.
—¿Cómo mierda te atreves a hacer eso? Ahora tu hijo tiene una quemadura que se le va a quedar por el resto de su vida -le espetó, cada palabra cargada de desprecio. La rabia en su voz resonaba en las paredes de la mansión, y Rei sintió que su mundo se desmoronaba aún más- Eres alguien tan despreciable
—E-Enji, yo no quería... -volvió a sollozar, su voz llena de desesperación mientras intentaba encontrar las palabras adecuadas para explicar lo inexplicable.
—No voy a permitir que le hagas más daño a mis hijos -sentenció, la decisión en su voz era inquebrantable.
El corazón de Rei se hundió en su pecho, y una ola de pánico la invadió. La angustia se mezclaba con la culpa, y cada palabra de Enji era un recordatorio de su propia falibilidad.
—¿Q-Qué harás? -murmuró, su voz temblando de preocupación mientras se acercaba un poco más, buscando alguna forma de conexión, de comprensión.
Enji, con la mirada fría y decidida, se volvió hacia la puerta.
—¡Adelante! -exclamó, su voz resonando como un trueno en el silencio de la casa.
En ese instante, dos personas en traje blanco entraron a la casa, acercándose a ellos con una determinación que llenó a Rei de terror. El hombre y la mujer, con rostros serios y miradas que no dejaban lugar a dudas, se acercaron a ella.
—¿Ella es la paciente, señor Endeavor? -preguntó la mujer, su tono profesional y distante.
—Sí... -asintió Enji, su expresión implacable- Asegúrense de que no escape del centro psiquiátrico -ordenó, cada palabra cargada de autoridad y desdén.
—Como lo deseé -respondió el hombre, y ambos hicieron una reverencia, avanzando hacia Rei.
—¡No! -gritó ella, retrocediendo ante la inminente amenaza- ¡Enji, no me hagas esto! -imploró, su voz llena de desesperación mientras intentaba aferrarse a la última pizca de control que le quedaba.
Pero Enji no se movió. Su mirada se mantuvo fría y distante, como si la decisión ya estuviera tomada en su mente. Rei sintió que su corazón se rompía en mil pedazos, y la culpa la consumía. Las manos del hombre y la mujer la agarraron con firmeza, llevándola hacia la puerta, y ella luchó, su cuerpo retorciéndose en un intento desesperado por liberarse.
—¡Enji, por favor! ¡Soy tu esposa! ¡No puedes hacerme esto! -gritó, su voz resonando en la casa como un eco de su angustia.
Pero Enji, con el corazón endurecido por la rabia y el dolor, se mantuvo firme. La imagen de su hijo, con la quemadura en su rostro, persistía en su mente, y cada vez que la miraba, solo podía pensar en el daño que ella había causado.
—No voy a dejar que tu locura le haga más daño a mis hijos -repitió, su voz implacable mientras observaba cómo la llevaban hacia la puerta.
Rei fue arrastrada hacia la salida, sus súplicas resonando en el aire. La puerta se cerró tras ella con un golpe sordo, y al instante, se sintió atrapada en un mundo del que no podía escapar.
Ella ahora estaba completamente sola.
Ya no podía hacer nada...
Enji salió de la sala de estar, su mente aún agitada por los eventos recientes. Al cruzar el umbral, se encontró con Shoto, que lo esperaba al lado de la puerta, con los ojos llenos de rencor. La atmósfera entre ellos era tensa, cargada de emociones reprimidas.
—¿Por qué lo hiciste? -preguntó Shoto, su voz temblando de rabia y dolor.
Enji lo miró, sintiendo que la ira en su pecho comenzaba a elevarse de nuevo. La imagen de su hijo, con la quemadura en su rostro, lo atormentaba.
—Te hirió, Shoto. Eres mi obra maestra, no puedo dejar que ella te vuelva a hacer daño -respondió con seriedad, estas palabras resonando con un tono casi paternal, pero la frialdad en su mirada revelaba la tormenta de emociones que aún lo consumía.
—Esto es tu culpa... -murmuró Shoto, las lágrimas resbalando por sus mejillas, creando un rastro de dolor en su rostro. La venda que cubría su ojo herido le daba un aire de vulnerabilidad, pero también de desafío- Nada de esto hubiera pasado si tú no la hubieras tratado de esa manera... Si no la hubieras maltratado... ¡Nada de esto estaría pasando! -lo miró con odio, su voz llena de convicción.
Enji sintió cómo la rabia comenzaba a burbujear en su interior. La acusación de su hijo lo golpeó como una ola, y su paciencia se desvaneció.
—Cállate y regresa a tu habitación -ordenó, su voz dura como el acero.
—¡No lo haré! -gritó Shoto, su voz llena de odio y desesperación. El pequeño cuerpo de Shoto temblaba, pero su determinación parecía más fuerte que nunca- ¡Eres un monstruo! ¡Te odio!
Las palabras de su hijo resonaron en el aire, y Enji no se esperó esa reacción. Un instante de rabia desenfrenada lo llevó a actuar sin pensar. Sin mediar más palabra, le dio un golpe en el rostro a Shoto.
—Primera y última vez que me faltas el respeto -gruñó, su voz cargada de furia, sintiendo cómo la adrenalina lo invadía. La mirada de Shoto, llena de asombro y desilusión, lo atravesó como una flecha.
Shoto se quedó paralizado por un momento, tocándose la mejilla adolorida, la sensación del golpe resonando en su cuerpo. La traición y el dolor se entrelazaban en su interior, y las lágrimas comenzaron a caer con más fuerza.
—Vete a tu habitación, tienes prohibido salir a menos que sea para comer o ir al baño -dijo Enji, su tono implacable, como si estuviera dictando una sentencia.
El miedo y la confusión inundaron a Shoto. Cada palabra de su padre se sentía como una condena. La herida en su rostro, tanto física como emocional, lo hacían sentir pequeño e impotente. A pesar de la quemadura, de la rabia que hervía en su interior, había un rayo de desafío en su mirada. No podía permitir que su padre lo aplastara.
—¡No quiero estar aquí! -exclamó, su voz quebrándose mientras retrocedía, tratando de poner distancia entre ellos. La venda sobre su ojo lo hacía sentir aún más vulnerable, y la idea de ser un prisionero en su propia casa lo llenaba de desesperación.
Enji, sin embargo, no mostró compasión. Su rostro estaba inscrito en una mezcla de furia y decepción, como si cada palabra de su hijo fuera un ataque personal.
—No tienes idea de lo que es ser un verdadero héroe -dijo Enji, su voz baja, pero llena de rabia- Te estoy protegiendo, y así es como me lo agradeces
Las palabras de su padre resonaron en su mente, pero Shoto se sintió más decidido que nunca.
—No necesito tu protección -respondió, su voz firme a pesar del miedo que sentía- Solo quiero a mi madre de vuelta...
En ese momento, Enji sintió una punzada de dolor en su pecho. La verdad en las palabras de Shoto resonó en su mente. Pero su orgullo y su rabia eran más fuertes que su deseo de reconciliación.
—Vete a tu habitación, Shoto. No quiero verte hasta la hora de la comida -dijo nuevamente, esta vez con un tono más autoritario, como un último aviso.
Shoto, con el corazón pesado y las lágrimas en los ojos, dio media vuelta y salió de la habitación, sintiendo que cada paso lo alejaba más de la relación que había anhelado con su padre. La puerta se cerró tras él, y la soledad se cernió en el aire, dejando a Enji con el eco de sus decisiones resonando en su mente.
Enji caminó por los pasillos en dirección a su oficina, una vez llegó, cerró la puerta tras de él. Se sentó en su silla, el peso de la situación todavía aplastando su pecho. La luz de la lámpara de escritorio iluminaba su rostro, resaltando las líneas de preocupación que se habían profundizado en su frente. Con un suspiro, tomó su celular y marcó el número de Elena, sintiendo que su voz sería un ancla en medio de la tormenta que lo rodeaba.
—Enji, cariño, hola -la suave voz de Elena resonó al otro lado del teléfono, y una parte de él se sintió aliviada.
—Mi reina hermosa -respondió, dejando escapar un suspiro que llevaba consigo un poco de la tensión que lo había estado ahogando. Acarició su sien con la mano libre, reflexionando sobre lo que había sucedido.
—¿Sucede algo? Te noto tenso -preguntó Elena con preocupación, su tono lleno de cariño y comprensión.
—Nada está bien -gruñó, su voz grave y llena de frustración. Tomó unos segundos para ordenar sus pensamientos, dudando si debía compartir la realidad que lo consumía. Sin embargo, la confianza que tenía en Elena lo llevó a abrirse- Acabo de mandar a Rei a un centro psiquiátrico -confesó finalmente, sintiendo el peso de las palabras mientras salían de su boca.
—¿D-Disculpa? -Elena preguntó, su sorpresa palpable incluso a través de la línea.
—Acabo de mandar a Rei a un centro psiquiátrico -repitió, esta vez con más firmeza.
—¿Qué sucedió para que la mandaras ahí? -se atrevió a preguntar, el tono de su voz indicándole que estaba lista para escuchar.
Enji tomó un respiro profundo, luchando con la culpa y la angustia que se apoderaban de él. Sabía que debía ser honesto, que Elena merecía entender la gravedad de la situación.
—Quemó el rostro de Shoto -murmuró, sintiendo que el aire se le escapaba mientras pronunciaba esas palabras.
—¿Cómo sucedió eso? -preguntó Elena, su sorpresa transformándose en preocupación.
—Fue en la madrugada... -comenzó a explicar, su voz temblorosa mientras las imágenes de la noche anterior volvían a su mente- Por lo que me contó Shoto en el hospital, se levantó porque algo le dio un mal presentimiento. Se levantó de la cama para ir a la cocina por agua y calmarse, sin embargo, escuchó a Rei hablando por teléfono con alguien. Él no sabía con quién hablaba, pero escuchó que ella ya no quería cuidarlos
El relato fluyó de sus labios, como si al compartirlo pudiera aliviar un poco del peso que llevaba. La voz de Elena permanecía en silencio, escuchando atentamente, y eso lo animó a continuar.
—Shoto habló, y Rei se dio cuenta de que él la estaba escuchando. Fue un momento crítico, y cuando menos se lo esperó, Rei agarró la tetera donde estaba calentando el agua y le echó el agua hirviendo en su rostro -explicó, cada palabra era un recordatorio del horror que había vivido esa noche- Yo me desperté por los gritos de Shoto, y cuando llegué a la cocina, Rei estaba tratando de enfriar la quemadura de Shoto con su quirk de hielo... Después de eso, nos fuimos al hospital
El silencio al otro lado de la línea era abrumador. Enji podía imaginar la expresión de Elena, la incredulidad mezclada con la tristeza.
—Shoto me culpa porque, según él, nada de esto hubiera pasado si yo no "maltrataba" a Rei -bufó Enji, su voz llena de frustración y resentimiento. Se pasó una mano por el cabello, sintiendo cómo la tensión acumulada lo agobiaba cada vez más.
—Más bien, tu trato hacia ella no hubiera pasado si ella hubiera sido una buena esposa y te hubiera hecho caso en lo que tú le pidieras -mencionó Elena, su tono suave pero con un matiz de firmeza. Sus palabras eran como un hechizo que buscaba alinearse con las emociones de Enji, intentando que él se sintiera apoyado y comprendido.
—Es lo mismo que digo, pero obviamente, ellos no lo ven de ese modo -Enji gruñó, sin darse cuenta de las intenciones detrás de las palabras de Elena. La frustración le nublaba el juicio, y las sombras de la culpa comenzaban a disiparse con cada palabra de apoyo que recibía.
—La gente a menudo no entiende las complejidades de una relación -continuó Elena, su voz cálida y tranquilizadora- Ellos solo ven lo que quieren ver. Lo que realmente importa es que tú estás intentando proteger a tus hijos
Enji sintió que un ligero alivio comenzaba a abrirse paso en su pecho. La forma en que Elena lo validaba le recordaba que no estaba solo en su lucha. Aun así, la imagen de Shoto, con la quemadura en su rostro, lo atormentaba.
—¿Mamá? ¿Estás hablando con papá? -la voz infantil de David se escuchó al otro lado de la llamada, y Enji sintió una punzada en el corazón al escuchar el tono alegre de su hijo.
—David, ¿qué haces despierto? Deberías estar durmiendo -respondió Elena con suavidad, tratando de mantener la calma mientras miraba a su pequeño.
—Quiero dormir contigo -dijo David, y su voz tenía un toque de desesperación, lo que hizo que el corazón de Enji se ablandara.
—En un momento iré contigo -le prometió Elena, y Enji pudo imaginar la ternura en su mirada.
—¡Si! ¿Puedes decirle a papá que lo quiero mucho? -preguntó David, su inocencia iluminando el ambiente oscuro de la conversación.
—Sí, cariño, yo le digo, pero debes ir a dormir -respondió Elena, su voz llena de amor.
—¡Sip! -exclamó David, y Enji sintió una oleada de calidez recorrerlo. Era un recordatorio de lo que realmente importaba en medio de toda la tormenta.
Elena volvió a dirigirse a Enji, y su tono se volvió más serio.
—Lo siento, cariño, pero creo que David necesita que esté con él. Hablaremos más tarde, ¿sí? -dijo, su voz suave pero firme.
—Claro, está bien -respondió Enji, sintiendo que el peso de la conversación era demasiado para continuar. Sin embargo, su mente seguía agitada, y la imagen de Shoto y la angustia de Rei no lo dejaban en paz.
—Recuerda que estás haciendo lo mejor que puedes -le dijo Elena antes de colgar. Sus palabras resonaron en su mente, pero el eco del dolor seguía presente.
Al finalizar la llamada, Enji se quedó en su oficina, sintiendo la soledad rodearlo. Sabía que debía enfrentar a su familia, que debía encontrar una forma de lidiar con las emociones que habían estallado, pero el miedo a lo que pudiera suceder lo detenía.
📍Con Elena, México.
Con Elena en México, una sensación de alivio recorrió su cuerpo tras colgar la llamada. Había logrado su objetivo: Rei estaba fuera de la casa y, con un poco de suerte, fuera de la vida de Enji. La manipulación había funcionado como un reloj bien engrasado, y ahora se sentía más cerca de lo que siempre había deseado.
Mientras contemplaba el horizonte desde la ventana, su mente giraba en torno a las posibilidades. La ausencia de Rei significaba una oportunidad dorada para acercarse a Enji de manera más decisiva. Sin distracciones, sin interrupciones. Sería su apoyo, su refugio, y, con el tiempo, su esposa.
Elena se dirigió a la habitación de David, quien ya se había acomodado en la cama. La ternura del niño despertó en ella un profundo deseo de proteger lo que había construido. David era su conexión con Enji, su lazo sagrado que no podría romperse. Mientras acariciaba la cabeza de su hijo, imaginó la vida que podría tener con Enji: los días de risas, la construcción de una familia unida, todo lo que había deseado durante tanto tiempo.
Con cada caricia, Elena se recordó a sí misma la importancia de mantener a David como su prioridad. Era su razón para estar con Enji, su forma de solidificar su posición en la vida de él. Pero sabía que necesitaba ser astuta. No podría permitir que nadie se interpusiera en su camino.
La idea de Rei la enfurecía. Había sido una molestia desde el principio, una mujer que había cumplido con su papel en la vida de Enji, pero que ya no tenía lugar en su futuro. Elena había sido paciente, esperando el momento adecuado para tomar el control. Ahora que Rei había sido desplazada, la oportunidad estaba al alcance de su mano.
A medida que la noche avanzaba, Elena se perdió en sus pensamientos, planeando cada paso cuidadosamente. La imagen de Enji, vulnerable y lleno de dudas, la inspiraba a seguir adelante. Sabía que debía hacer que Enji se sintiera completamente dependiente de ella, como si ella fuera su único refugio en medio de la tormenta.
Su mente trabajaba incansablemente en una estrategia que transformaría su vida para siempre. Cada palabra debía ser seleccionada con cuidado, cada gesto, medido. Ella tenía que convertirse en la única persona en la que Enji pudiera confiar, en la que pudiera apoyarse.
Elena sabía que tenía que neutralizar cualquier intento de Rei de volver a interponerse en su vida. La idea de que Rei pudiera regresar y reclamar su lugar en la vida de Enji la llenaba de inquietud. No podía permitirse el lujo de ser complaciente. Debía asegurarse de que Rei nunca tuviera la oportunidad de regresar.
Su corazón se llenó de determinación. Convencería a Enji de que ella era la única que podía comprender su sufrimiento, la única que podía ofrecerle la paz que anhelaba. Sabía que Enji nunca había amado a Rei; su matrimonio había sido una conveniencia, un medio para un fin. Elena era la única que había capturado su corazón, y ella se aseguraría de que él lo recordara.
Mientras David dormía, Elena esbozó una sonrisa. Todo estaba en juego, y estaba decidida a ganar. Con cada paso que daba, se acercaba más a su objetivo. En su mente, ya podía visualizar su futuro junto a Enji: una vida compartida, un hogar construido sobre la base de su amor, lejos de las sombras de Rei y de cualquier otra amenaza.
Elena se sentía poderosa, como si estuviera en el centro de un tablero de ajedrez, moviendo las piezas a su antojo. Cada acción, cada palabra, cada emoción, todo sería parte de su estrategia. No iba a permitir que nada ni nadie se interpusiera en su camino.
Su mirada se endureció mientras reflexionaba sobre su plan. La vida que había deseado estaba al alcance de su mano, y no se detendría ante nada para conseguirla. Rei había sido un obstáculo, pero ahora era solo un recuerdo borroso, un eco que pronto desaparecería.
Con determinación, Elena se preparó para la batalla que se avecinaba. Tenía todo lo que necesitaba: la astucia, la pasión y el amor que sentía por Enji. Mientras la noche se adentraba, ella se sentía más viva que nunca, lista para luchar por el futuro que deseaba.
Accidente 1/2
¡Hola, hola, mis queridos lectores!
¿Cómo están? Espero que se encuentren bien, aunque hoy les traigo un capítulo realmente impactante y lleno de giros inesperados.
Primero que nada, ¿ya tomaron agua? Recuerden que es fundamental mantenerse hidratados. ¡El agua es vida! Así que asegúrense de tener siempre a mano un vaso lleno. La hidratación no solo es crucial para nuestra salud física, sino que también ayuda a mantener nuestra mente clara y enfocada. Así que, ¡a beber agua!
¿Les gustó el capítulo del día de hoy? Espero que sí, aunque el tema es difícil de digerir. Como han visto, la situación ha escalado a un nivel crítico: Rei ha quemado el rostro de Shoto con agua hirviendo. Enji, en su desesperación y furia, ha decidido enviar a Rei a un centro psiquiátrico, creyendo que es lo mejor para todos.
Con la esposa de Enji fuera de escena, Elena ve una oportunidad dorada. Con su astucia y manipulación, comienza a acercarse más a Enji. Ella sabe que esta es su oportunidad de convertirse en la esposa que siempre ha deseado ser, y no dejará que nada se interponga en su camino.
¿Logrará Elena tomar el control de la situación y convertirse en la nueva señora Todoroki? ¿O habrá un giro que revele la verdad detrás de sus intenciones?
No olviden que pueden seguirme en mis redes sociales. Encontrarán los enlaces disponibles en mi página web, en mi perfil. Ahí estaré subiendo algunos spoilers del próximo capítulo, claro, si es que logro recordar que tengo redes sociales, ¡ja ja! A veces me distraigo con tantas cosas y se me olvida, pero prometo intentar ser más constante. Siempre me encanta interactuar con ustedes y conocer sus opiniones, así que no duden en dejarme sus comentarios.
Quiero saber qué piensan sobre el futuro de la familia Todoroki. ¿Creen que Enji se dará cuenta de las manipulaciones de Elena, o caerá en su trampa? Sus pensamientos son siempre bienvenidos y enriquecen nuestra comunidad.
En fin, eso sería todo por hoy. Agradezco de corazón su apoyo y su tiempo. Cada lectura, cada comentario y cada mensaje significan el mundo para mí. ¡Nos vemos en el siguiente capítulo! No puedo esperar para compartir más aventuras y emociones con todos ustedes.
Los quiere mucho,
DekuHistories.
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