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˚ˑؘ CHAPTER EIGHTEEN °•*

CHARLES LECLERC SE DESPERTÓ EN MEDIO DE LA NOCHE POR UN GRITO QUE VENÍA DE LA HABITACIÓN DE HOTEL JUNTO A LA SUYA.

Su figura somnolienta salió de su cálida cama, sus manos frotándose en sus ojos debido al sueño mientras revisaba la hora en su teléfono y veía que solo eran las tres de la mañana.

Solo estaba en bóxers, así que agarró un par de pantalones de chándal grises y se los puso rápidamente antes de abrir la puerta de su habitación de hotel, sin ver a nadie alrededor. Ni siquiera le molestaba si no tenía camisa, solo quería asegurarse de que la persona que gritaba estaba a salvo.

Sus nudillos tocaron ligeramente la puerta del hotel, mientras escuchaba el sonido de pasos arrastrándose hacia la puerta. La puerta se abrió lentamente para dejar ver a Larissa Cohen con una mirada agotada frotándose los ojos.

Ma princesse, ¿estás bien? Te escuché gritar.— Charles habló en voz baja con la esperanza de que su voz no fuera demasiado fuerte.

Coração, estoy bien. Acabo de tener otra pesadilla, nada de qué preocuparse.— Ella sonrió cansada, viendo cómo su cara se suavisaba.

—¿Otra? ¿Suceden a menudo?— El monegasco frunció el ceño preocupado por la chica Cohen. Sus manos estaban a su lado, temblando ligeramente de anticipación por que él se preocupaba por ella.

—Unas tres o cuatro veces a la semana. No es gran cosa, estoy bien, puedes volver a dormir, y siento haberte despertado.— Larissa se disculpó al soltar un bostezo mientras levantaba la mano para cubrirse la boca.

Ma princesse, nunca necesitas disculparte conmigo, me preocupo por ti y me da gusto que me despiertes tú.— Charles sonrió con sueño a la brasileña, viendo cómo parecía reflexionar sobre algo en su mente por un segundo, hasta que abrió más la puerta.

—¿Quieres ver una película conmigo hasta que uno de nosotros se duerma?— Larissa sonrió suavemente como él, el agotamiento evidente en su cara mientras lo miraba.

El corazón de Charles comenzó a latir más rápido ante la invitación, tragando rápidamente antes de asentir con la cabeza. Entró en su habitación de hotel con cautela, antes de sentir que su pequeña mano se entrelazaba con la suya haciendo que sus mejillas se tiñeran de color rosa.

Se subió a las sábanas de su cama de hotel y sonrió mientras el chico Leclerc seguía su ejemplo. Se acostaron uno al lado del otro, encima de las sábanas antes de hacer clic en una película de la elección de Charles en el televisor inteligente y se instalaron para la película.

—No puedo creer que te guste, 'the fault in our stars' esperaba algo completamente diferente.— Larissa habló en voz baja mientras Charles se reía de sí mismo.

—Es una buena película.— Charles susurró en voz baja.

Él la miró mientras ella se volvía hacia él, sus suaves ojos marrones mirándolo mientras trataba de ver la película, pero con una hermosa morena mirándolo, que podía ver por el rabillo de su ojo, se olvidó de la película y se centró puramente en la hermosa princesa frente a él.

Se dio cuenta de cómo sus ojos parecían brillar, y a menudo le daba la mirada de una princesa de Disney, con una mirada de inocencia que pensaba que le quedaba perfectamente. Su pelo parecía extenderse por toda la almohada, y para él la hizo parecer mágica.

Larissa para él era la mujer más hermosa que había visto y le molestaba cada vez que la veía triste, o llorando, o con dolor, porque sabía que no se lo merecía. Todo lo que quería era que ella fuera feliz. Aunque no fuera con él.

Solía estar enamorado de ella cuando corrían el uno contra el otro cuando eran adolescentes, pero nunca acumuló el coraje de hablar con ella o acercarse a ella, ya que estaba tan nervioso porque ella siempre estaba rodeada de pilotos súper famosos, a pesar de que él no sabía quién era su padre, tenía sentido.

Sus amigos nunca le hablaron de ella, y cuando lo hicieron, siempre fue como si él fuera periodista de una revista de chismes. Todo lo que le dijeron fueron rumores e inventaron historias, y fue solo George quien trató de ayudarlo a hablar con ella arrastrándolo a una de sus conversaciones, pero como era tan tímido, se congeló y simplemente la miró fijamente. Fue tan vergonzoso que corrió hacia su familia y se escondió de la vergüenza de huir de ella.

Desde que llegó a conocerla correctamente, ya que ella también llegó a la Fórmula Uno en el mismo año que él, se dio cuenta de que no debería haber sido tan tímido cuando era niño, pero aún así no le impedía tener mariposas cada vez que la veía, o la escuchaba, o que la mencionaban en una conversación de la gente.

Su hermano pequeño, Arthur, se burlaba de él por siempre tartamudear a su alrededor, y la miró fijamente y recordó cuando había tratado de pedirle ayuda a su hermano mayor, Lorenzo, para sacar a Arthur de su espalda, pero descubrió que su hermano mayor estaba de acuerdo con su hermano menor.

—Estás mirando, coração.— Larissa se rió suavemente mientras le susurraba al chico monegasco, después de haber visto sus ojos brillar mientras él la miraba.

—Lo siento, ma princesse.— Charles se sonrojó al notar su sonrisa burlona.

—¿Estás somnoliento?— Habló en un tono silencioso, mientras miraba a sus ojos, de los que descubrió que siempre se sentía segura cuando los miraba.

—Un poco.

—Sigues bostezando.— Larissa alzó una ceja al chico mientras él sonreía tímidamente.

Tenía mucho sueño. Simplemente no quería admitirlo porque entonces su cuerpo estaría destinado a empezar a quedarse dormido, lo que significaría que ya no podría mirarla. Y no quería eso.

—No estoy cansado.— Él mintió.

—Hmm, claro.— Ella sonrió, sabiendo que era una mentira.

Ella comenzó a girar su cuerpo para dar la espalda hacia él, pero encontró una mano que se disparaba a su cintura para tirar de ella hacia atrás y que se enfrentara a él.

—No puedes hacer eso.— Frunció el ceño tristemente, con los labios sobresaliendo en un bocado que hizo que su expresión facial se parreciera a la de un cachorro pateado.

—¿Por qué no?— Ella se rió suavemente, antes de poner su mano sobre su mejilla. Su pulgar rozó sobre su mejilla y su frente hasta que el suyo tomó su mano y le besó suavemente la palma de la mano.

—Porque te estaba mirando.— Él se quejó mientras ella de nuevo intentaba alejarse de él, sus brazos se disparaban para tirar de ella hacia él y contra su pecho.

Sus ojos se encontraron cuando ella fue presionada contra su pecho, sus brazos tonificados la sostenían allí y no mostraban señales de dejarla ir. Rosado cruzó sus dos mejillas mientras tragaban saliva nerviosamente, la distancia entre ellos apenas estaba allí mientras sus corazones latían rápidamente como si hubiera estampidas dentro de sus pechos.

—Um...— Charles tarareó nervioso. —¿Pu-puedo besarte?— Tartamudeó nerviosamente, lamiéndose los labios con anticipación.

Se dio cuenta de cómo la cabeza de la brasileña se movía hacia arriba y hacia abajo, y respiró hondo antes de avanzar lentamente, cerrando el pequeño espacio entre ellos para presionar sus labios hacia los suaves labios regordetes de ella.

Sus labios se movían unos contra otros lentamente, como si el mundo estuviera en cámara lenta. Charles la sostuvo firmemente mientras una de sus manos se movía desde la parte baja de su espalda hasta la parte posterior de su cuello, acercando su cara a él y profundizando el beso que ni siquiera podía creer que estuviera sucediendo.

La mano derecha de Larissa fue presionada contra el pecho del monegasco, ya que la otra estaba justo debajo de su mandíbula. Su corazón amenazaba con escapar de su pecho, latiendo violentamente mientras el ritmo lento del beso le quita el aliento.

Fue tan lento, tan mágico, tan cariñoso.

Deseaba poder quedarse con él, así, para siempre.

[...]

Larissa Cohen no podía creer que había besado al Monegasco, así que al día siguiente, decidió distraerse haciendo ejercicio con Pierre y Carlos.

Un entrenamiento se convirtió en una competencia mientras los tres pilotos corrían en la caminadora, viendo quién podía durar más tiempo en el ajuste más alto, y definitivamente no era Pierre.

—¡Me estoy muriendo! ¡Dios mío, me estoy muriendo!— Pierre jadeó mientras corría, el sudor se derramaba por su frente mientras escuchaba la risa de los otros dos.

—¿Cómo aún sigues?— Carlos habló con las cejas levantadas mientras corría en la caminadora, apenas luchando.

—Te juro que siempre corres y te escondes cuando entrenas con Lucy, ¿cómo estás viva ahora mismo?— Pierre habló frenéticamente mientras trataba de mantenerse al día con el par.

—El hecho de que odie correr no significa que no sea buena en ello.— Larissa se rió mientras intentaba controlar su respiración.

Estaba muy cerca de darse por vencida y no era buena en eso, pero tenía una gran cara de póquer y esperaba que ambos se rindieran pronto, porque si no, entonces definitivamente necesitaría un trasplante de pulmón.

—Estoy fuera, no voy a morir porque ella está loca.— Carlos agitó la cabeza con una risa mientras bajaba lentamente la velocidad de la caminadora hasta que era un ritmo de caminata. Finalmente la apagó por completo, viendo la cara de Pierre llenarse de alivio.

—Estaré tomando una derrota.— Pierre retrocedió, apagando su caminadora.

—Oh, gracias a Dios.— Larissa dio un profundo suspiro de alivio, apagando su propia caminadora antes de saltar de ella, y se agachó para recuperar el aliento. —Nunca volveré a hacer esto.

—¿Qué pasó con ser buena en ello?— Pierre frunció el ceño mientras Carlos intentaba ocultar su risa detrás de su mano.

—Mentí. Definitivamente no soy buena en ello y quiero morir porque mis pulmones están muertos.— Ella jadeó intentando recuperar el aliento, mientras su compañero de equipo le daba una botella de agua y le frotaba la espalda de forma reconfortante.

—Aún así ganaste.— Carlos le guiñó un ojo, viendo su cara iluminarse con una sonrisa brillante. —Podría haber ganado, pero pensé que mejor sería amable.

—Muy apreciado, me estoy muriendo aquí.— Ella suspiró, mientras Pierre la levantaba. —Voy a correr a Mercedes...

Pierre y Carlos le dieron una mirada acusadora.

—Vale, voy a caminar hasta Mercedes y tomar algo de comida de Toto, así que nos vemos más tarde.— Larissa se corrigió con una suave risa. Besó las mejillas de ambos hombres, antes de agarrar su bolso y salir del gimnasio, mientras ambos hombres la veían irse.

—Podría haberlos vencido fácilmente a los dos.— Pierre habló mientras Carlos lanzaba un resoplido.

—Sí, por supuesto que podrías haberlo hecho.

—¡Podría!

[...]

—Larissa Cohen, tengo tu comida aquí, ¿la comerás en el camino?

Toto Wolff le sonrió mientras le entregaba una bolsa de plástico llena de varios alimentos dentro, ya que había asumido el papel de darle la cantidad correcta de comida que un piloto debería tener, independientemente de su género.

—En el camino, ¿si te parece bien?— Larissa sonrió mientras aceptaba la bolsa de comida.

—Por supuesto, ¿a dónde es que quieres que te lleve?— Toto preguntó mientras el par caminaba hacia el coche del hombre.

—Aquí.— Ella le dio al hombre un trozo de papel, lo vio desplegar el trozo de papel y tomó nota de la escritura garabateada escrita en bolígrafo negro. Asintió mientras se aseguraba de recordar la dirección mientras subían al Mercedes.

—¿Cómo te va con Franz?— Toto le preguntó a la chica con cautela, ya que ella le había contado a él y a su esposa todo sobre la situación en Toro Rosso.

—No me habla, solo cuando lo necesita e incluso así lo hace al mínimo.— La brasileña admitió mientras comenzaba a comer la comida que le dio el director de equipo de Mercedes.

—Puedo hablar con él si eso ayuda.— El hombre se ofreció cuando pronto llegó a la dirección que le dio la chica Cohen.

—Gracias por la oferta, pero creo que el ejército de personas que querían matarlo es suficiente por ahora.— Ella sonrió suavemente al hombre. —No tienes que esperarme, puede que demore un rato.

Ella salió lentamente del vehículo tan pronto como él asintió, cerrando la puerta y permitiendo que el hombre Wolff se alejara, y lentamente se acercó a las puertas de un gran almacén industrial.

Ella se dirigió al edificio, viendo a un hombre sonriéndole expectantemente, con los brazos abiertos como si estuviera esperando un abrazo.

Minha florzinha, ¿vamos a preparar el avión?— Un hombre anciano con el pelo gris sonrió suavemente mientras ella se lanzaba a sus brazos abiertos, permitiéndole abrazarla.

—Gracias por dejarme hacer esto, Vovô. Sé que fue de último minuto.— Sonrió, sintiéndose incómoda, pero quitó esos pensamientos.

—Eres mi nieta, no te preocupes. Tu madre no lo sabrá, te lo prometo.— El hombre le sonrió mientras se dirigían hacia un pequeño avión.

—Vamos a saludar a tu papa, ¿vale?

[...]

—Hey, papa.

Larissa Cohen se sentó frente a una pequeña lápida, lejos del resto del cementerio, con pequeñas flores descansando sobre la hierba frente a la piedra.

Ella soltó un profundo suspiro mientras sus dedos rozaban la escritura de la lápida. La última vez que visitó la tumba de su padre fue justo después de descubrir que iba a entrar en la Fórmula Uno.

Había planeado visitarla el día después del cumpleaños de su padre, pero el accidente en Shanghái lo había arruinado.

—Siento no haber venido a visitarte por tu cumpleaños.— Larissa habló en voz baja mientras sus manos descansaban en su regazo. —Iba a hacerlo, pero choqué, y fue muy malo, lo siento mucho.

Trató de contener las lágrimas mientras se acurrucaba como una bola en el suelo frente a la lápida, pero fracasó cuando corrieron por sus mejillas, como una cascada.

—Te echo de menos, papá.— Ella susurró, su voz sonando rota y tranquila. —No quiero estar aquí, no sin ti.

Una ráfaga de viento sopló a su alrededor, calentando su piel fría mientras el aire cálido la arrastraba, casi haciendo que se sintiera como un abrazo del viento.

—Estoy tratando de hacerte sentir orgulloso, pero no es lo mismo. Solo quiero que estés allí en mis carreras y me abraces, ya sea que lo haga mal o bien, como todos los demás lo hacen con sus padres.— Sollozó en voz baja, con los ojos cerrados. —Solo quiero unirme a ti, estar contigo, pero cada vez que lo intento, alguien siempre me detiene, ¿por qué no pueden dejarme estar contigo, papá?— Su voz se rompió, mientras trataba de recordar una época en la que la vida era realmente buena.

Bebé.— Los ojos de Larissa se abrieron ante el sonido de la voz de su madre, viéndola agachada frente a ella con una mirada preocupada en la cara. —Bebé, no puedes hablar así, él no querría que hablaras así.— Sara Cohen pasó su mano por la mejilla de su hija para limpiar las lágrimas.

—¿Cómo lo sabrías?— Larissa escupió con ira. —Nunca estuviste con él, siempre estabas fuera, en el spa, en las tiendas, en los desfiles de moda, en la cama de otra persona, ¡nunca estuviste allí! ¿Cómo sabrías que no querría que hablara sobre como me siento?

Su labio inferior comenzó a temblar a medida que se acercaba a un colapso total, no quería romperse frente a su madre, la mujer que nunca estuvo allí para ella, pero parecía que no tenía otra opción.

—Oh, bebé, él te quería tanto que nunca en un millón de años querría que estuvieras en este estado. Tú eras todo su mundo, Larissa. No le hagas esto, no te pegues. No es saludable.— Sara habló en voz baja, con el corazón roto por la niña que crió.

—Tampoco lo es llorar hasta dormir cuando eres niña o no dormir en absoluto debido a pesadillas que no desaparecerán, pero nunca te importó cuando las tuve.— Larissa frunció el ceño a su madre, viendo una mirada de dolor esparcida sobre la cara de su madre.

—Lo sé, y lo siento mucho. Estuvo mal de mi parte y lo admito, pero ahora estoy aquí.— Sara la tranquilizó, pasando los dedos por el pelo largo y oscuro de su hija.

—Esa es la cosa, no te quiero aquí.— Larissa habló, casi demasiado bajo como para que la otra mujer la escuchara. —Quiero a mi papa.

—Sé que lo haces, bebé, lo sé. No puedo obligarte a escucharme, pero necesito que conduzcas con cuidado en Canadá, ¿vale? Conducir es peligroso, especialmente cuando estás emocional. Mira lo que le pasó a tu padre.

—No uses eso conmigo, no es justo.— Larissa negó con la cabeza suavemente, mientras los mechones de su cabello se pegaban a la piel húmeda de sus suaves mejillas.

—Se suponía que Monza iba a ser su última carrera, bebé. Se suponía que se retiraría.— Sara dio un profundo suspiro mientras las palabras salían de sus labios.

¿Qué?— La voz de la joven Cohen se rompió una vez más, la palabra apenas sonaba como un susurro.

—Se suponía que se retiraría después de Monza, Ferrari no quería que lo hiciera, pero él dijo que había terminado. Estaba conduciendo emocionado, y mira lo que pasó, no puedo tener lo mismo contigo.

Larissa miró con traición a su madre. ¿Por qué le diría eso?

—No voy a dejar de correr solo porque no quieres que corra.

—No.— Sara lo negó al instante. —No te digo esto porque quiero que dejes de correr, te digo esto porque no quiero perderte de la misma forma que perdí a tu padre.

Pero las palabras de su madre no parecían registrarse en ella en absoluto, porque su mente estaba atascada en una cosa.

Se suponía que su padre se retiraría después de Monza.

¿Lo había enviado Ferrari deliberadamente sin frenos sabiendo que quería salir?

¿Había asesinado Ferrari a su padre?




























































































se están empezando a descubrir algunas cosas, y a partir de aquí todo se va poniendo cada vez más bueno.
el capítulo siguiente tiene una gran revelación, así que si quieren que lo publique ahora dejen muchos votos y comentarios; 70 votos y 40 comentarios y actualizo<33

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