⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀038.

Frank dejó cuidadosamente a Jason sobre el suelo, el pobre había recibido una apuñalada de una hoja de Gladius por parte de Michael Varus.

Piper, Annabeth y el viejo Jason fueron de espías en el Palacio de Odiseo que estaba siendo usado por fantasmas renacidos por Gaia.

—Uff, Jason, ¿por qué siempre en plena pelea o te dejan noqueado o te apuñalan? —preguntó Règine, ganándose una mala mirada por parte de Piper.

Jason se rió entre dientes ante la pregunta de su amiga.













Percy estaba comiendo una gran pila de tortitas azules seguido de interrumpir la conservación entre Annabeth y Règine, solamente para que le pasaran el sirope y al hacerlo echó un montón sobre su sus tortitas azules, ambas chicas no dudaron en regañarlo.

—¡Las estás ahogando! —protestó Règine.

—Oye, soy hijo de Poseidón —dijo él—. No puedo ahogarme. Ni tampoco mis tortitas.

Frank y Hazel usaban sus boles de cereales para alisar un mapa de Grecia. Lo examinaban con las cabezas muy juntas. De vez en cuando la mano de Frank tapaba la de Hazel, con la dulzura y la naturalidad de un viejo matrimonio, y Hazel ni siquiera se ruborizaba, lo que suponía todo un avance para una chica de los años cuarenta del siglo XX. Hasta hacía poco casi le daba un síncope cuando alguien decía « Jopé» .

A la cabecera de la mesa, Jason estaba sentado en una postura incómoda con la camiseta enrollada hasta la caja torácica mientras la enfermera Piper le cambiaba las vendas. La herida de entrada en la espalda tenía un desagradable tono morado y echaba humo. Probablemente no fuese una buena señal.

—¿Qué tal, chicos? —Leo entró sin prisa en el comedor—. ¡Sí, señor, brownies!

Cogió el último; una receta especial elaborada con sal marina que habían aprendido de Afros, el ictiocentauro que vivía en el fondo del océano Atlántico.
Sonaron interferencias por el intercomunicador. El mini Hedge de Buford gritó por los altavoces:

—¡PONEOS ALGO DE ROPA!

Todos se sobresaltaron. Hazel acabó a un metro y medio de Frank. Percy echó sirope en su zumo de naranja. Jason se puso su camiseta retorciéndose, y Frank se transformó en bulldog.

Piper lanzó una mirada asesina a Leo.

—Creía que te ibas a deshacer de ese estúpido holograma.

—Eh, Buford solo está dando los buenos días. ¡Le encanta su holograma!
Además, todos echamos de menos al entrenador. Y Frank es un bulldog muy mono.

Frank se convirtió otra vez en un chico chino-canadiense robusto y gruñón.

—Siéntate, Leo. Tenemos cosas de que hablar.

Leo se apretujó entre Jason y Hazel.

—Règine, ya te dije que no soy vegano. —dijo Percy entristecido, señaló con su dedo índice a sus tortitas azules que ahora tenían como decoraciones margaritas.

—Lo siento Percy, culpa al ruidoso holograma de Leo. —gruñó Règine, cambiándole el anterior plato de Percy por otro, sin flores.

—Bueno… —Jason hizo una mueca al inclinarse hacia delante—. Vamos a seguir en el aire y a echar anclas lo más cerca posible de Olimpia. Está más hacia el interior de lo que me gustaría (a unos ocho kilómetros), pero no tenemos muchas alternativas. Según Juno, tenemos que encontrar a la diosa de la victoria y, ejem, someterla.

Se hizo un silencio incómodo alrededor de la mesa.

Con las nuevas cortinas que tapaban las paredes holográficas, el comedor estaba más oscuro y lúgubre que antes, pero era inevitable. Desde que los Cercopes, los traviesos enanos gemelos, habían provocado un cortocircuito en las paredes, las imágenes de vídeo en tiempo real del Campamento Mestizo se volvían borrosas y daban paso a primerísimos planos de enanos: patillas pelirrojas, orificios nasales y malos arreglos dentales. Algo así no era de ayuda cuando intentabas comer o mantener una conversación seria sobre el destino del mundo.

Percy bebió un sorbo de su zumo de naranja con sabor a sirope. No pareció que le desagradase.

—Me parece bien luchar contra una diosa de vez en cuando, pero ¿Niké no es de las buenas? Personalmente, me gusta la victoria. Nunca me canso de ella.

Annabeth tamborileó con los dedos sobre la mesa.

—Sí que parece raro. Entiendo que Niké esté en Olimpia: es el hogar de las Olimpiadas y todo eso. Los contrincantes se sacrificaban por ella. Griegos y romanos la adoraron durante unos mil doscientos años, ¿no?

—Casi hasta el final del Imperio romano —convino Frank—. Los romanos la llamaban Victoria, pero prácticamente era igual. Todo el mundo la adoraba. ¿A quién no le gusta ganar? No sé por qué tenemos que someterla.

Jason frunció el entrecejo. Una voluta de humo salió de la herida que tenía debajo de la camiseta.

—Lo único que yo sé… es que el demonio Antínoo dijo: « La victoria está desenfrenada en Olimpia» . Juno nos advirtió que no podríamos cerrar la brecha entre griegos y romanos a menos que venciéramos a la victoria.

—¿Cómo vencemos a la victoria? —se preguntó Règine—. Parece uno de esos enigmas imposibles de resolver.

—Como hacer volar las piedras o comer solo un Fonzie —dijo Leo.

Se metió un puñado de aperitivos italianos en la boca.

Hazel arrugó la nariz.

—Esas cosas te van a matar.

—¿Estás de coña? Tienen tantos conservantes que viviré eternamente. Pero volviendo a lo de la diosa de la victoria, tan famosa y estupenda… ¿No os acordáis de cómo son sus hijos en el Campamento Mestizo?

Hazel y Frank no habían pisado el Campamento Mestizo, pero los demás asintieron seriamente.

—Tiene razón —dijo Percy—. Los chicos de la cabaña diecisiete son supercompetitivos. Cuando tienen que atrapar la bandera, son casi peores que los hijos de Ares. Sin ánimo de ofender, Frank.

Frank se encogió de hombros.

—¿Estás diciendo que Niké tiene un lado oscuro?

—Desde luego sus hijos lo tienen —dijo Règine—. Nunca rechazan un desafío. Tienen que ser los primeros en todo. Si su madre es igual de vehemente…

—Para el carro —Piper puso las manos sobre la mesa como si el barco se estuviera balanceando, ignorando la mirada asesina de su hermana por haberla interrumpido—. Chicos, todos los dioses se debaten entre su lado griego y su lado romano, ¿no? Si Niké está en la misma situación y es la diosa de la victoria…

—Tendrá un buen conflicto —dijo Règine, devolviéndole su acción —. Querrá que un lado o el otro gane para poder declararse vencedora. Estará luchando contra sí misma en sentido literal.

Hazel empujó su bol de cereales por encima del mapa de Grecia.

—Pero no queremos que gane un lado o el otro. Tenemos que juntar a griegos y romanos en el mismo equipo.

—Tal vez ese sea el problema —dijo Jason—. Si la diosa de la victoria está desenfrenada, debatiéndose entre griegos y romanos, puede que impida que unamos los dos campamentos.

—¿Cómo? —preguntó Leo—. ¿Empezando una guerra en Twitter?

Percy clavó el cuchillo en sus tortitas.

—A lo mejor es como Ares. Ese tío es capaz de provocar una pelea solo con entrar en una habitación llena de gente. Si Niké emite vibraciones competitivas o algo por el estilo, puede empeorar mucho la rivalidad entre griegos y romanos.

Frank señaló a Percy.

—¿Te acuerdas del viejo dios marino de Atlanta, Forcis? Dijo que los planes de Gaia siempre tienen muchas capas. Esto podría formar parte de la estrategia de los gigantes: mantener los dos campamentos divididos, mantener a los dioses divididos. Si es el caso, no podemos permitir que Niké nos ponga a unos contra los otros. Deberíamos mandar un destacamento de desembarco compuesto por cuatro personas: dos griegos y dos romanos. El equilibrio podría ayudar a mantenerla estable.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top