⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀009.
Nico comentó que las Puertas dela Muerte tenían dos lados: la mortal se encontraba en Grecia y la otra seencontraba en el inframundo, no se pondría fácil en la parte de Grecia yaque estaba muy bien vigilado por las fuerzas de Gaia, aparte de que seencontraba en la Casa de Hades un templo subterráneo en Epiro lo cual no eradel todo un problema el que sí lo era es la parte infernal que se encontraba enel Tártaro, ambas se debían de cerrar al mismo tiempo.
Esa misma tarde Jason habló con ella, contándole de que hacía parte de la profecía de los ocho, algo que le desagradó ya que sus posibilidades de morir en esa misión era más alta y su mayor miedo era morir sin cumplir sus sueños. Pero ella quería devolverles el favor y no podía huir de su destino, así que se quedó.
Argos II derribó el aparcamiento causando perdidas de autos, lo bueno es que los cálculos de Règine no fallaron y aterrizaron justo donde se encontraba Annabeth y Aracne, una vieja enemiga de Atenea. Sí, todos se sorprendieron ante la inteligencia de la chica.
—No solamente soy una cara bonita.
Dijo antes de lanzar la escalera de mano y bajar en busca de la hija de Atenea, siendo seguida por Percy.
—¡Annabeth!
—¡Aquí! —respondió entre sollozos.
Ambos chicos llegaron donde la rubia quien se veía terrible, tenía una tabla y envoltorio de burbuja alrededor de su tobillo, Règine recordó la clase que le habían dado en la enfermería sobre qué hacer en caso de emergencia, casualmente le tocó como compañera a Annabeth Chase.
Percy abrazó a la chica mientras ella lloraba. El resto de los chicos descendió y se colocaron a nuestro alrededor.
—La pierna —Leo se arrodilló al lado de ella y examinó el envoltorio de plástico de burbujas—. Oh, Annabeth, ¿qué te ha pasado?
Annabeth empezó a explicárselo. Le costaba hablar, pero continuó, y las palabras le salieron con más facilidad. Una vez que terminó, todos quedaron sorprendidos.
—Dioses del Olimpo —dijo Jason—. Has hecho todo eso sola. Y con el tobillo roto.
—Bueno..., una parte con el tobillo roto.
—¿Has hecho que Aracne tejiera su propia trampa? Sabía que eras buena, pero Afrodita bendita... lo has conseguido, Annabeth. Generaciones enteras de hijos de Atenea lo intentaron y fracasaron. ¡Has encontrado la Atenea Partenos! —dijo Règine con admiración.
Siempre había admirado a Annabeth desde que la conoció.
Todos contemplaron la estatua. Era enorme, medía unos doce metros de altura e irradiaba demasiado poder.
—¿Qué hacemos con ella? —preguntó Frank—. Es enorme.
—Tendremos que llevárnosla a Grecia —dijo Annabeth—. La estatua es poderosa. Tiene algo que nos ayudará a detener a los gigantes.
—« El azote de los gigantes es pálido y dorado» —citó Hazel—. « Obtenido con dolor en un presidio hilado» —miró a Annabeth con admiración—. Era la cárcel de Aracne. La has engañado para que la tejiera.
Leo levantó las manos. Formó un marco con los dedos alrededor de la Atenea Partenos como si estuviera tomando medidas.
—Bueno, puede que haya que cambiar algunas cosas de sitio, pero creo que podremos meterla por la compuerta de la cuadra. Si sobresale por el extremo, puede que tenga que taparle los pies con una bandera o algo por el estilo.
—¿Y vosotros, chicos? —preguntó—. ¿Qué ha pasado con los gigantes?
Percy le relató el rescate de Nico y Règine, la aparición de Baco y la pelea contra los gigantes en el Coliseo. Nico no dijo gran cosa. Parecía que el pobre hubiera deambulado por el desierto durante seis semanas. Percy le explicó lo que Nico había descubierto sobre las Puertas de la Muerte y que debían ser cerradas por los dos lados. Pese a la luz del sol que entraba a raudales por arriba, las noticias de Percy hicieron que la caverna volviera a parecer oscura.
—Así que el lado mortal está en Epiro —dijo ella—. Por lo menos es un sitio al que podemos llegar.
Nico hizo una mueca.
—El otro lado es el problema. El Tártaro.
La palabra pareció resonar por la estancia. El foso situado detrás de ellos expulsó una ráfaga de aire frío. Entonces Annabeth lo supo con certeza.
Efectivamente, la sima llegaba hasta el inframundo.
—Baco dijo no sé qué sobre que mi viaje sería más movido de lo que yo esperaba.
No sé por qué... La estancia crujió. La Atenea Partenos se inclinó hacia un lado. La cabeza quedó atrapada en uno de los cables de refuerzo de Aracne, pero la base de mármol que había debajo del pedestal se estaba desmoronando.
—¡Sujetadla bien! —gritó Annabeth.
Sus amigos la entendieron en el acto.
—¡Zhang! —gritó Leo—. ¡Llévame al timón, rápido! El entrenador está allí solo.
Frank se transformó en un águila enorme, y los dos alzaron el vuelo hacia el barco.
Jason rodeó a Piper con el brazo y se volvió hacia Percy.
—Enseguida vuelvo a por vosotros.
Invocó el viento y salió disparado por los aires.
—¡El suelo no aguantará! —advirtió Hazel—. El resto de nosotros debemos llegar a la escalera.
Columnas de polvo y telarañas salieron disparadas de los agujeros del suelo.
Los cables de refuerzo de seda temblaron como enormes cuerdas de guitarra y empezaron a partirse. Hazel se abalanzó sobre la parte inferior de la escalera de cuerda e indicó a Nico con la mano que la siguiera, pero él no estaba en condiciones de correr.
Percy agarró más fuerte la mano de Annabeth.
—Todo irá bien —murmuró.
Ella miró arriba y vio que unas cuerdas con garfios salían disparadas del Argo II y envolvían la estatua. Una atrapó el cuello de Atenea como un lazo. Leo gritaba órdenes desde el timón mientras Jason y Frank volaban frenéticamente de cuerda en cuerda, tratando de atarlas bien.
Nico acababa de llegar a la escalera de mano cuando Règine notó que un hilo de telaraña se dirigía donde se encontraba Annabeth, inmediatamente la echó a un lado pero ella no se salvó porque se enrolló en su tobillo. Las piernas le resbalaron y cayó de bruces.
—¡El tobillo! —gritó Hazel desde la escalera—. ¡Córtalo! ¡Córtalo!
Entonces algo tiró de Règine hacia atrás y la arrastró hacia el foso. Percy se lanzó. Le agarró el brazo, pero el impulso también lo arrastró.
—¡Ayúdalos! —gritó Hazel.
Règine vislumbró como Annabeth y Nico cojeaba en dirección a ellos, pero ambos se encontraban muy débiles como alcanzarlos, mientras Hazel trataba de desenredar su espada de la caballería de la escalera de cuerda. Sus otros amigos seguían concentrados en la estatua, y el chillido de Hazel se perdió entre el griterío general y los retumbos de la caverna.
Sus piernas cayeron por el borde, Règine intentó zafarse del agarre de Percy para no llevarlo con ella pero lo único que causó es que la agarrara con más fuerza. Su pierna, que se encontraba enrrollada con la seda, se volvía cada vez más pesada como si algo la quisiera arrastrar hacia el foso.
—No —murmuró Percy, con una mirada de súbita comprensión—. Mi espada...
Pero no podía alcanzar a Contracorriente sin soltar el brazo de Règine, y la chica se había quedado sin fuerzas. Règine se deslizó por el borde. Percy cayó con ella.
El cuerpo de Règine se estrelló contra algo. Cuando alzó la vista, se dio cuenta de que se había caído hasta la mitad del foso y estaba colgando sobre el vacío. Percy había conseguido agarrarse a un saliente situado a unos cuatro metros por debajo de la superficie de la sima. Se sujetaba con una mano y aferraba la muñeca de Règine con la otra, pero los tirones de la pierna de ella eran demasiado fuertes.
El foso se sacudió. Percy era lo único que impedía que ella se cayese. Estaba sujeto por poco a un saliente del tamaño de un estante.
Nico se inclinó por encima del borde de la sima estirando la mano pero se encontraba demasiado lejos para ayudarles, mientras que Annabeth intentaba tejer con mucha prisa y con lágrimas cayéndose por sus mejillas. Hazel estaba llamando a gritos a los demás, pero aunque la oyeran por encima del caos reinante, no llegarían a tiempo.
La fuerza del inframundo tiraba de ella como una siniestra fuerza de la gravedad. No tenía fuerzas para luchar. Sabía que estaba demasiado abajo para que la salvaran.
—Percy —llamó la atención del chico —, suéltame, por favor. No tienes suficiente fuerza para subirnos a los dos.
Él tenía el rostro pálido del esfuerzo.
—No te soltaré —dijo Percy. Miró a Nico, cuatro metros más arriba—. ¡En el otro lado, Nico! Os veremos allí. ¿Lo entiendes?
Los ojos de Nico se abrieron desorbitadamente.
—Pero...
—¡Llévalos allí! —gritó Percy—. ¡Prométemelo!
—Yo... te lo prometo.
Debajo de ellos, una voz se rió en la oscuridad. « Sacrificios. Preciosos sacrificios para despertar a la diosa» .
Percy agarró más fuerte la muñeca de Règine. Él tenía la cara demacrada, llena de arañazos y manchada de sangre, y el cabello cubierto de telarañas, pero cuando la miró fijamente, a ella le pareció que nunca había estado más guapo.
—Seguiremos juntos —prometió Percy—. No te separarás de mí.
Fue entonces cuando ella entendió lo que pasaría. « Un viaje solo de ida. Una caída muy dura»
Ella asintió y agarró la muñeca de Percy. Confiaba en él y haría todo lo posible para sacarlos de esta.
Oyó que Nico y Hazel seguían pidiendo ayuda a gritos. Vio la luz del sol muy por encima, tal vez la última luz del sol que viera en la vida.
Entonces Percy soltóel pequeño saliente y junto, cogidos de la mano, se sumergieron en una eternaoscuridad.
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