⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀008.

Justo a la mitad del combate apareció un gran barco volador, Règine se emocionó al ver a Argos II finalizado y volando. Cuando partió a su búsqueda el barco apenas iba por la mitad, debía de admitir que los hijos de Hefesto sí que eran rápidos y buenos construyendo.

El Argo II estaba aterrizando. Jason asomó la cabeza por detrás del caballo de plástico que le había servido de refugio antiaéreo improvisado. Efialtes yacía carbonizado y gemía en el suelo; el calor del fuego griego había quemado la arena de alrededor y había formado un halo de cristal.

Oto se revolcaba en el lago, tratando de recuperar su forma, pero de los brazos para abajo parecía un charco de avena quemada.

Percy se acercó a Jason dando traspiés y le dio una palmada en el hombro.
La multitud fantasmal los ovacionó mientras el Argo II desplegaba su tren de aterrizaje y se posaba en el suelo de la palestra. Leo se hallaba al timón, y Hazel y Frank sonreían a su lado, los dos últimos se alegraron al verla. El entrenador Hedge bailaba por la plataforma de disparo, dando puñetazos al aire y gritando:

—¡Así se hace!

Percy se volvió hacia el palco del emperador.

—¡¿Y bien?! —gritó a Baco—. ¿Le ha parecido lo bastante entretenido, borrachuzo...?

—No hace falta que te pongas así —de repente, el dios apareció justo a su lado en la arena. Se quitó con la mano los restos de Doritos de su túnica morada —. He decidido que sois unos socios dignos para el combate.

Règine frunció el ceño el último comentario que hizo el dios.

—¿Socios? —gruñó Jason—. ¡Pero si usted no ha hecho absolutamente nada!

Baco se dirigió a la orilla del lago. El agua se vació en el acto y dejó un montón de gachas con la forma de la cabeza de Oto. Baco se dirigió cuidadosamente al fondo y alzó la vista al gentío. Levantó su tirso.
La multitud abucheó, chilló y apuntó hacia abajo con los pulgares.

Baco eligió la opción más divertida.

Golpeó la cabeza de Oto con su bastón de piña, y el gigantesco montón de Otoavena se desintegró por completo.
El público se volvió loco. Baco salió del lago y se acercó a Efialtes pavoneándose. El gigante seguía tumbado con los brazos y las piernas extendidas, requemadas y humeantes.

Baco volvió a levantar su tirso.

—¡HAZLO! —rugió la muchedumbre.

—¡NO LO HAGAS! —dijo Efialtes, gimiendo.

Baco dio un golpecito al gigante en la nariz, y Efialtes se deshizo en cenizas.
Los fantasmas prorrumpieron en vítores y lanzaron confeti espectral mientras Baco se paseaba por el estadio con los brazos levantados triunfalmente, regocijándose por la veneración que le dedicaban. Sonrió a los semidioses.

—¡Eso es espectáculo, amigos míos! Y desde luego que he hecho algo. ¡He matado a dos gigantes!

Mientras los chicos desembarcaban de la nave, los fantasmas relucieron y desaparecieron. Règine, Piper y Nico bajaron con dificultad del palco del emperador al tiempo que las reformas mágicas del Coliseo empezaban a convertirse en bruma. El suelo de la arena se mantuvo sólido, pero por lo demás el estadio no parecía haber albergado una buena masacre durante mucho tiempo.

—Bueno —dijo Baco—. Ha sido divertido. Tenéis mi permiso para continuar vuestro viaje.

—¿Su permiso? —gruñó Règine una vez que se colocó al lado de los chicos y el dios.

—Sí —Baco arqueó una ceja. Miró a Percy—. Aunque puede que tu viaje sea un poco más movido de lo que esperas, hijo de Neptuno.

—Poseidón —lo corrigió Percy automáticamente—. ¿A qué se refiere con « mi» viaje?

—Puedes probar en el aparcamiento de detrás del monumento a Víctor Manuel II —dijo Baco—. Es el mejor sitio para abrirse paso. Bueno, adiós, amigos. Ah, y buena suerte con el otro asuntillo.

El dios se evaporó en una nube de bruma que desprendía un ligero olor a zumo de uva. Jason se acercó más a su novia Piper.

El entrenador Hedge se acercó a Percy trotando, seguido de Hazel, Frank y Leo.

—¿Ese era Dioniso? —preguntó Hedge—. ¡Adoro a ese tío!

—¡Estáis vivos! —dijo Percy a los demás—. Los gigantes dijeron que estabais presos. ¿Qué ha pasado?

Leo se encogió de hombros.

—Otro plan brillante de Leo Valdez. Te sorprendería lo que se puede hacer con una esfera de Arquímedes, una chica que puede detectar cosas bajo tierra y una comadreja.

—Yo era la comadreja —dijo Frank con aire taciturno.

—Básicamente, activé un tornillo hidráulico con el artilugio de Arquímedes —explicó Leo—, que va a quedar espectacular cuando lo instale en el barco, por cierto. Hazel detectó el camino más fácil para salir a la superficie. Hicimos un túnel lo bastante grande para que pasara una comadreja, y Frank trepó con un sencillo transmisor que yo hice deprisa y corriendo. Después, solo hubo que conectar con los canales por satélite favoritos del entrenador Hedge y decirle que viniera con el barco a rescatarnos. Una vez que nos tuvo a bordo, encontraros fue fácil, gracias al espectáculo de luces divino del Coliseo.

Hazel apartó a la asiática de los chicos para después abrazarla con fuerza, hizo lo mismo con Nico que se acercó a ellas.

—Me alegra que estén bien. Estaba muy preocupada por ustedes.

—¿Cómo terminaste en la otra vasija? —preguntó el niño sin rodeo.

—Tuve un sueño donde te veía en problemas, exactamente encerrado en la vasija y no dudé en venir a rescatarte...o un intento de rescate.

—No debiste de hacerlo, por poco mueres. —dijo Nico con el ceño fruncido.

—Da igual...pero lo bueno de todo esto es que al menos conocí parte de Roma.

Alzó su espejo para verse y soltó un grito espantando a lo demás.

—¿Qué ocurre? ¿Estás bien? —preguntó Percy con su espada en alto buscando con la mirada cualquier amenaza.

—¡Estoy horrible!

Los presentes rodaron los ojos, en especial Piper que comenzaba a irritarse con tan solo la presencia de su "hermana", que tan solo se fijaba en su apariencia.

El suelo tembló. Las tablas de madera empezaron a desaparecer, y la arena comenzó a caer a los fosos del hipogeo que había debajo.

—Hablemos a bordo—propuso Hazel—. Será mejor que despeguemos mientras podamos.







Partieron del Coliseo y viraron hacia el sur por encima de los tejados de Roma.
Alrededor de la Piazza del Colosseo, el tráfico estaba paralizado. En el lugar se había congregado una multitud de mortales, que debían de estar preguntándose por las extrañas luces y sonidos procedentes de las ruinas. Por lo que Percy pudo apreciar, ninguno de los espectaculares planes de destrucción de los gigantes había tenido éxito. La ciudad lucía el mismo aspecto que antes. Nadie parecía reparar en el enorme trirreme griego que se elevaba en el cielo.
Los semidioses se reunieron alrededor del timón. Jason vendó el hombro torcido de Piper mientras Hazel permanecía en popa, dando de comer ambrosía y néctar a Nico. El hijo de Hades apenas podía levantar la cabeza. Su voz era tan débil que Hazel tenía que inclinarse cada vez que hablaba. Por otro lado Règine tomó un baño y se cambió la ropa por una de Hazel que con gusto le prestó antes se lo había pedido a Piper pero hizo oídos sordos.

Règine debía de admitir que la hija de Plutón tenía bonita ropa más solamente era cuestión de saber combinarla. Al terminar de asearse se sintió renovada, había pasado casi una semana y media sin bañarse ni darse un cambio de ropa.

Se terminó de cepillar su largo cabello y lo dejó suelto para que se secara de manera natural. Al salir se sentó al lado de sus mejores amigos mientras ayudaba a Hazel a darle de comer a Nico, ella ya se encontraba llena gracias a las ninfas de Dioniso que le dieron de comer frutas. Pero, lo que contó Nico le pusieron los pelos de punta.

—Chicos —terció Hazel—. Siento interrumpir vuestra sesión de peloteo, pero deberíais oír esto.

Entre Hazel y Règine ayudaron a Nico a levantarse. El chico siempre había sido pálido, pero entonces su piel parecía leche en polvo. Sus ojos hundidos y oscuros.

—Gracias —dijo Nico con voz ronca. Sus ojos se movieron con nerviosismo alrededor del grupo—. Había perdido la esperanza.

—Sabían que los doscampamentos existían desde el principio —dijo Percy hablando para los dos perodespués fue solamente para Nico —. Podrías haberme dicho quién era el primerdía que llegué al Campamento Júpiter, pero no lo hiciste.

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