⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀001.
Oscuridad.
Todo lo que veía no era más que oscuridad, nada más una parte de aquella vasija era iluminada por su espejo que soltaba una leve luz que hacía que en parte se sintiera protegida.
Su estómago le dolía de tanta hambre que aguantaba y ni se diga de sus pulmones que exigían oxígeno pero aquella vasija no dejaba entrar aire del exterior, dudaba que el aire interior le fuera a durar para siempre por lo que se vió obligaba en aguantar; le rogaba a su madre que la ayudara a salir de aquel encierro pero no recibía alguna respuesta por parte de la diosa.
Su esperanza en salir se iba agotando.
Había sido muy ingenua en creer que aquella voz en su cabeza la llevaría por buen camino y que la ayudaría a rescatar a su amigo pero no hizo más que caer en una trampa.
Règine despertó sobresaltada y bañada en sudor, su pijama rosada con estampado de ositos se había adherido a su piel lo cual le irritaba. Se quitó el cabello de la cara y trató de tranquilizarse pero era en vano, aquel sueño sobre su mejor amigo le aterraba. No podía decir que simplemente era un sueño porque cuando se trata de sueños divinos nada de lo que veías podía ser ficticio.
Miró a su alrededor y notó que aún sus hermanos se encontraban profundamente dormidos. Se colocó sus pantuflas de dragón y con cuidado se dirigió al baño donde se lavó el rostro. Apoyó parte de su peso en lavabo mientras sus pensamientos se centraban en aquel sueño recordando cómo veía a Nico luchando por su vida dentro de una vasija, su piel era más pálida que de costumbre y se encontraba aún más delgado tanto que un poco más y se le notaba los pómulos, frente a él se encontraba unas semillas eran en total unas cinco.
Ella sabía que el hijo de Hades se encontraba en el Campamento Júpiter. Sí, ella sabía de la existencia del campamento romano pero prometió no decirle a nadie; ninguno sabía de su verdadero plan y que lo iba a llevar a grandes consecuencias como quedar atrapado en un jarrón.
—Debo de salvarlo, Quirón, dudo que él pueda resistir más tiempo. —dijo la chica mirando al centauro.
A primera hora de la mañana fue a la casa grande y le contó a centauro sobre su sueño seguido de pedirle la búsqueda del niño.
—Nico es fuerte y bastante ingenioso. Es bastante peligroso que vayas tú sola a buscarlo, sabes lo que está pasando allá fuera...Más de diez semidioses han comentado que los monstruos cada vez son más difíciles de matar y, cuando lo logran, regresan enseguida de la muerte.
— ¡Entonces déjame llevar dos compañeros! —exclamó la chica.
Quirón soltó un suspiro.
—Ya nadie quiere salir del campamento y los que quieren se encuentran ocupados con la construcción de Argos II.
—¿Te refieres al barco que transportará supuestamente a los ocho semidioses de la profecía? —él asintió.
Se veía tentada en usar su embrujahabla en él pero una parte de ella le impedía hacerlo, Quirón había sido muy bueno con ella desde que su hermana Drew y ella habían llegado al campamento, incluso le ayudó a mejorar su técnica con el arco y flechas.
—Quirón, necesito que confíes en mí. Soy una de los mejores semidioses en combate que tienes, sé manejar mis poderes a la perfección. Presiento que Nico sabe algo que nos puede ayudar a salvarnos de esto.
El centauro se quedó pensativo dudando si enviarla o no pero nadie mejor que ella para salvar al chico por lo que aceptó.
—Saldrásmañana a primera hora.
Corría sin parar escapando de las arpías, todas sus pistas habían dado con Roma, el lugar donde probablemente se encontraba Nico pero la ciudad estaba repleta de monstruos y por poco y no sale con vida de la frontera entre Italia y Francia.
Hace poco se había reencontrado con su primer monstruo; una dracaena supuestamente llamada Hermenegilda, se había hecho pasar por su vecina que se ofrecía a cuidar de su hermana y de ella cuando su padre debía de trabajar, pero su amabilidad excesiva impidió que él confiara en ella. Y cuando se enteraron que eran semidiosas ella no desperdició la oportunidad y las atacó a Règine no le hizo falta un arma para matarla porque la mató con un tenedor.
Hermenegilda regresó al plano terrenal más furioso y fuerte que nunca y, por supuesto, en busca de venganza contra la hija de Afrodita. Règine debía de admitir que le costó volverla a matar porque a mitad de la lucha la dracaena le fracturó la muñeca con la que sostenía un cuchillo de bronce celestial, hubiese atacado con su arco pero para hacerlo debía de estar a una distancia prudente algo que no tenía en esos momentos.
La muñeca le dolía bastante y ya había dado un bocado de la ambrosía y tomado néctar para sanarlo pero dudaría en hacer efecto, lo bueno es que le recuperó las fuerzas y energía que había perdido hace tiempo.
Roma era una ciudad muy bonita y llena de historia, le hubiese agradado estar ahí con su familia junto con la compañía de Nico como traductor porque aseguraba que no entendía lo que le decían, pero debía de tirar esos pensamientos y enfocarse en salvar al chico cuanto antes. Quizás, solo quizás podría cumplir ese sueño en otro momento si llegaba a salir con vida de ese lugar.
Se ocultó entre unas columnas mientras colocaba una flecha en el arco, apuntó justo en el lugar donde presentía que iban a pasar las arpías que buscaban alimentarse de ella. Soltó la flecha en el momento que pasó una de las dos arpías y le atinó, se convirtió en un polvo dorado. Sabía que tenía poco tiempo para que se volviera a transformar por lo que se apresuró a colocar la otra flecha en el arco pero actuó demasiado tarde ya que su amiga, furiosa, la agarró por los cabellos y la elevó varios metros del suelo. La flecha se le cayó en el momento así que se defendió con el mismo arco de bronce celestial, como si fuera un bate de béisbol, comenzó a pegarle como pudo a la arpía para que se le soltara mientras pataleaba y gemía del dolor.
—Suéltame, asqueroso intento de pájaro.
En una de esas le pegó tan fuerte que logró soltarla, antes de caer al suelo convocó las platas para que amortiguaran su caída y lo logró, cayó sobre un arbusto que arañó aun más parte de su ropa y cuerpo, aunque hubiese preferido unas flores como colchón pero fue lo primero que se ocurrió.
Vio como la arpía volaba a toda velocidad hacia ella pero ella fue más rápida y alcanzó la flecha que momentos antes se le había caído, la ajustó y disparó.
Se levantó entre jadeos del arbusto y miró a su alrededor, se dio cuenta que se encontraba en un museo. Se notaba que era bastante antiguo por la estructura que tenía aunque no sea hija de Atenea ella sabía reconocer las estructuras antiguas porque, cuando era novia de Malcolm Pace, casi siempre se la pasaba hablando de la arquitectura. En parte le aburría pero siempre le prestaba atención para no hacer sentir mal al chico.
Era de madrugada por lo que el museo se encontraba cerrado pero decidió ver por la ventana el interior, pudo divisar una que otra estatua romana entre esas la estatua de su madre versión romana.
Decidió seguir avanzando deseaba salvar a Nico cuanto antes, ya deseaba descansar en su cabaña y estar junto
con sus hermanos, incluso se sorprendió extrañando a su hermana biológica Drew. Se podría decir que entre ambas no tenían una relación muy bonita ya que se la pasaban peleando 24/7 pero sí la quería, al fin y al cabo eran hermanas y desde pequeñas discretamente se defendían las espaldas.
Estaba por seguir su camino cuando escuchó la voz de Nico.
—¿Règine?
Se volvió rápidamente pero no vió al chico, nada más eran árboles y uno que otro vagabundo.
—¿Nico? ¡¿Dónde estás?! —preguntó al viento con desespero.
—¡Por aquí! ¡Sígueme!
La voz se escuchaba al otro lado del museo por lo que corrió hacia allá sin saber que caía en una trampa.
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